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politica internacional mex 1822 por jorge flores.pdf

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la necesidad lo impone.<br />

Al tratar sobre el <strong>por</strong>venir que aguarda a la provincia de Texas, descubre Azcárate<br />

que su conocimiento de la geografía no está muy apegado a la realidad. “Es tan fértil,<br />

de temperamento tan benigno, tan rica en metales.” De aquí esas codiciosas miras<br />

que sobre ella tienen europeos y norteamericanos. Si <strong>por</strong> desgracia esa bella<br />

provincia saliera de su poder, dice Azcárate, sería una pérdida irreparable para el<br />

imperio. “Necesita conservarla <strong>por</strong> su im<strong>por</strong>tancia y para conseguirlo no le queda<br />

otro arbitrio sino probarla.” Su consejo es certero, irreprochable. Quizá todavía era<br />

el tiempo de que se hubiera seguido, pero con decisión inquebrantable, a marchas<br />

forzadas.<br />

Después de escrito este capítulo su autor le agregó un apéndice, teniendo en cuenta<br />

las más recientes noticias que le habían llegado. En él expone la urgencia que hay de<br />

que el Tratado de Onís sea ratificado <strong>por</strong> los dos países.<br />

Es muy im<strong>por</strong>tante instar a los Estados Unidos para que tenga efecto pacto tan solemne, a fin de<br />

remover todas las cuestiones que de otro modo fácilmente se suscitarán y más sobre territorios tan<br />

ricos y feraces como las provincias de Texas, Nuevo México y las Californias.<br />

Ya veremos más adelante cómo el mismo don Juan Francisco Azcárate olvidó esta<br />

sabia y prudente política en el año de 1827, volviendo a su idea de dar largas al<br />

asunto, y acelerando, así, la catástrofe que todos veían en el horizonte.<br />

El tercer capítulo del “plan” redactado <strong>por</strong> Azcárate se refiere a las relaciones con<br />

Rusia, país que <strong>por</strong> sus establecimientos en la costa del Pacífico al norte de San<br />

Francisco, entre el Cabo Mendocino y el puerto de Bodega, era entonces limítrofe<br />

del Imperio Mexicano. Conceptúa su vecindad muy peligrosa para el futuro de las<br />

Californias; y estima que es la hora de cortar el fuego antes de que se convierta en<br />

incendio. Para ello concurren las dificultades que tiene <strong>por</strong> entonces Rusia con<br />

Turquía y Austria, y que posiblemente la lleven a una guerra; así como los<br />

movimientos interiores de los estados que componen el Imperio Ruso, circunstancia<br />

esta última que hace decir a Azcárate: “Su misma dilatada extensión amaga que este<br />

coloso político, <strong>por</strong> su mismo tamaño, debe precipitarse en la anarquía”. Cree, pues,<br />

de absoluta necesidad, que se avise al zar de las Rusias que México es ya un país<br />

independiente y listo para reclamar sus derechos; que se celebre entre ambas<br />

naciones un tratado de límites; y que se pueblen las Californias, “pro<strong>por</strong>cionando la<br />

emigración de la China” o excitando a las familias pobres del Imperio a trasladarse a<br />

ellas, dotándolas de tierras y ayudándolas en sus gastos de trans<strong>por</strong>te. El<br />

entusiasmo que manifiesta <strong>por</strong> la colonización de las Californias <strong>por</strong> los chinos<br />

exalta su imaginación:<br />

Luego que sepan [escribe a vuelapluma] que hay territorios inmensos, tanto o más ricos y fértiles que<br />

la China, en donde se les darán tierras y auxilios para la labranza, volarán para las Californias en<br />

bandadas iguales a las de los tordos que pasan sobre nuestras cabezas en todos los años a la entrada<br />

del invierno.<br />

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