Guevara en Guatemala texto - Iberescena
Guevara en Guatemala texto - Iberescena
Guevara en Guatemala texto - Iberescena
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
<strong>Guevara</strong> <strong>en</strong> <strong>Guatemala</strong><br />
de Alfonso Plou<br />
(El Ché antes y después del Ché)<br />
1
Personajes:<br />
El Ché, un ser de ultratumba.<br />
Ernesto <strong>Guevara</strong>, un jov<strong>en</strong> inconformista.<br />
Valdo, jov<strong>en</strong> arg<strong>en</strong>tino amigo de Ernesto.<br />
Luzmila, su mujer, panameña.<br />
Rojo, amigo arg<strong>en</strong>tino compañero de viaje.<br />
Gualo, otro amigo arg<strong>en</strong>tino <strong>en</strong> la misma situación.<br />
Hilda Gadea, exiliada peruana.<br />
El<strong>en</strong>a Leiva, exiliada hondureña.<br />
Harold White, profesor universitario estadounid<strong>en</strong>se.<br />
Myrna Torres, exiliada nicaragü<strong>en</strong>se.<br />
Julia Mejía, <strong>en</strong>fermera guatemalteca.<br />
Edelberto Torres, hermano de Myrna.<br />
Ñico López, exiliado cubano.<br />
Che-che Vega, exiliado cubano.<br />
Hombre 1, secretario de presid<strong>en</strong>cia del gobierno Arb<strong>en</strong>z.<br />
Hombre 2, ministro de economía del gobierno con Arb<strong>en</strong>z.<br />
Obispo de la ciudad de <strong>Guatemala</strong>.<br />
Camareros.<br />
Muchacho.<br />
G<strong>en</strong>tes de paso.<br />
2
Prólogo: El cagarro de la paloma<br />
El Ché <strong>Guevara</strong> sale a prosc<strong>en</strong>io, vestido de guerrillero con la boina y la<br />
estrella de comandante, con el pelo y el aspecto de la famosa foto que<br />
posiblem<strong>en</strong>te se proyecta sobre el telón.<br />
<strong>Guevara</strong>.- Empecemos por la foto. Por la puta foto de la gran chingada.<br />
En principio debiera estar cont<strong>en</strong>to: mi careto convertido <strong>en</strong><br />
icono de las masas de todo el mundo como símbolo de<br />
revolución y libertad. Pero no. Estoy como <strong>en</strong> la foto, serio,<br />
bronco, más cabreado que ilusionado. Estoy jodido. Alberto<br />
dice que cuando me vio se asustó. Que primero dio un<br />
respingo y después disparó el obturador. Un gran tipo el bu<strong>en</strong>o<br />
de Korda. Toda su vida marcada también por ese respingo.<br />
Era una tarde de marzo un poco metida <strong>en</strong> agua. Estaba gris y<br />
la masa se agolpaba <strong>en</strong> la plaza para escuchar el discurso de<br />
Fidel. Motivo: nos habían saboteado un barco los putos<br />
ag<strong>en</strong>tes yanquis. Hacía poco más de un año del triunfo de la<br />
revolución y había que mant<strong>en</strong>er la moral de la tropa. “Patria o<br />
muerte”. “Patria o muerte”, acababa de pronunciar el gran<br />
Fidelín desde la tribuna por primera vez. ¿Cuál es la patria de<br />
un arg<strong>en</strong>tino, de un ché metido a comandante revolucionario<br />
<strong>en</strong> una isla del caribe? La revolución, claro, el perpetuo estado<br />
de conmoción ante la quietud de las cosas. Algunos dirían que<br />
el pueblo, pero no el pueblo sin más, un pueblo abúlico y<br />
temeroso, sino un pueblo exaltado, un pueblo celebrante, la<br />
gran y perpetua borrachera del pueblo.<br />
¿Y la muerte? La muerte es el m<strong>en</strong>saje, el papelito que<br />
dejamos d<strong>en</strong>tro de la botella, <strong>en</strong> la inm<strong>en</strong>sidad del mar de la<br />
vida, con el objetivo de ser leído. Toda mi vida no ha sido sino<br />
una búsqueda de la bu<strong>en</strong>a muerte. Parezco mexicano, coño.<br />
Está cojonudo disfrutar de la exist<strong>en</strong>cia, pero procura que la<br />
muerte no te pille con los calzones bajados.<br />
<strong>Guevara</strong> se sofoca. Saca el inhalador de su bolsillo. Aspira.<br />
Mirad mi vida y siempre os parecerá que andaba buscando<br />
hacer un bonito cadáver. Mirad mi muerte y decidme si al final<br />
no fue así. Acordaos del guerrillero muerto <strong>en</strong> combate allá <strong>en</strong><br />
Bolivia y decidme si mi cuerpo cosido a balazos, desnudo y<br />
tumbado <strong>en</strong> la morgue no es la imag<strong>en</strong> misma del sacrificio:<br />
3
Un icono crístico <strong>en</strong>tregado al mundo <strong>en</strong> aras de la revolución.<br />
Esa es la imag<strong>en</strong> de un revolucionario y no la de los<br />
septuag<strong>en</strong>arios Fidel, Mao o Stalin arrastrando sus prostatitis,<br />
sus septicemias, sus hepatitis y sus dem<strong>en</strong>cias s<strong>en</strong>iles por aquí<br />
y allá como un viejo jubilado más. ¿Eso es morir de pie o ser<br />
un pobre chocho más?<br />
El caso es que allí estaba yo, con mis 33 años y mi llegada a<br />
Jerusalén hace ya un año, <strong>en</strong> esa tarde gris. Me había<br />
demorado así que no era de los primeros asomados <strong>en</strong> la<br />
baranda. V<strong>en</strong>ía de mi oficina cabreado como una mona. En<br />
esos días la pereza amansaba al pueblo y os juro que por esos<br />
pagos el pueblo puede ser un gran huevón. Así que mis<br />
acólitos llevaban toda la mañana zurrándome la badana con el<br />
“ahoritita mismo” y el “cómo no”, sin verles conseguir una<br />
batata. Estaba triste, p<strong>en</strong>sativo… P<strong>en</strong>saba como joder a los<br />
putos yanquis, como meterles una bomba <strong>en</strong> su puto capitolio.<br />
P<strong>en</strong>saba que la revolución está bi<strong>en</strong> mi<strong>en</strong>tras se consigue, pero<br />
que revi<strong>en</strong>ta como todas las demás murgas una vez conseguida.<br />
Quería irme de allí. Había que seguir peleando <strong>en</strong> el Congo, <strong>en</strong><br />
Vietnam o <strong>en</strong> Bolivia.<br />
Y de pronto lo vi. Por eso me asomé discretam<strong>en</strong>te a la<br />
baranda. Estaba subido a la farola. A la parte alta de la farola.<br />
El guajiro quería hacerse ver, dar la nota alta de su pasión<br />
revolucionaria. Por eso se había subido hasta allí como se<br />
sub<strong>en</strong> a las palmeras. Agitaba su sombrero y pareciera que<br />
dando vivas al socialismo. Pero no era así. En su búsqueda de<br />
un lugar de privilegio había <strong>en</strong>contrado compet<strong>en</strong>cia. Debía<br />
haber apartado a una paloma y el pájaro no quería dar por<br />
perdido su lugar de resid<strong>en</strong>cia habitual. Es posible que hasta<br />
estuviese incubando unos huevos <strong>en</strong> el espacio de la lumbre. Y<br />
quién sabe si el guajiro no se había metido el fruto de la<br />
paloma <strong>en</strong> un bolsillo para la c<strong>en</strong>a. Pero lo que está claro es<br />
que no quería cejar. Una y otra vez volvía sobre su indeseado<br />
huésped. Y éste agitaba el sombrero para ahuy<strong>en</strong>tarlo.<br />
Finalm<strong>en</strong>te la paloma alzó algo más el vuelo, se situó sobre el<br />
gachupín y le lanzó como única arma disponible un gran<br />
cagarro.<br />
Ese, ese fue el mom<strong>en</strong>to de mi extrema fijación. Ahí está el<br />
objetivo de mi mirada. No la revolución, no la victoria del<br />
pueblo, no la patria ni la muerte, que también pero <strong>en</strong> otro<br />
4
Oscuro.<br />
mom<strong>en</strong>to, sino el cagarro de la paloma. El preciso excrem<strong>en</strong>to<br />
de la paloma impactando sobre la fr<strong>en</strong>te despejada del guajiro.<br />
Esa y no otra es la verdad oculta, si alguna verdad puede<br />
ocultar una mirada, <strong>en</strong> la foto más reproducida de todos los<br />
tiempos.<br />
5
Parte Primera:<br />
El invierno de mi descont<strong>en</strong>to o Navidad sin dinero<br />
Esc<strong>en</strong>a 1:<br />
24 de diciembre de 1953. Boliche a modo de tasca <strong>en</strong> la ciudad de San<br />
José de <strong>Guatemala</strong>. Las mesas y las sillas se descuelgan desde el interior<br />
de la taberna sobre una plataforma de madera que hace las veces de<br />
terraza y separa los zapatos de los cli<strong>en</strong>tes del suelo de tierra embarrado<br />
de la calle. En un gramófono su<strong>en</strong>an difer<strong>en</strong>tes temas latinos de la época.<br />
Hay diversos parroquianos dispersos sobre las mesas. En la mesa c<strong>en</strong>tral,<br />
cercana a la calle, están s<strong>en</strong>tados, tomando una limonada, Valdo y<br />
Luzmila. Los dos son veinteañeros y vist<strong>en</strong> con elegancia muy superior a<br />
las g<strong>en</strong>tes que le rodean. Valdo es un arg<strong>en</strong>tino de rasgos europeos y<br />
Luzmila una panameña de hermosos rasgos amerindios. Está atardeci<strong>en</strong>do.<br />
Luzmila.- ¿Crees que llegarán?<br />
Valdo.- Imposible adelantar un pronóstico. Si estuviera <strong>en</strong> las carreras,<br />
diría que se han quedado <strong>en</strong> la frontera. Pero, conoci<strong>en</strong>do la<br />
suerte de Ernesto, diría que llegan seguro.<br />
Luzmila.- T<strong>en</strong>go ganas de conocer a tus av<strong>en</strong>tureros amigos. Capaces de<br />
dejar la Arg<strong>en</strong>tina para recorrer el contin<strong>en</strong>te <strong>en</strong>tero.<br />
Llega un Buick del 50 con Gualo, Rojo y <strong>Guevara</strong> d<strong>en</strong>tro. Fr<strong>en</strong>a y como un<br />
torbellino los tres, arg<strong>en</strong>tinos <strong>en</strong> torno a los treinta años, desci<strong>en</strong>d<strong>en</strong> del<br />
coche.<br />
Gualo.- Valdo, huevón, v<strong>en</strong> a saludar a tus compatriotas.<br />
Valdo.- ¡Ey!, carachanchos, ya p<strong>en</strong>sábamos que no ibais a llegar. ¿Qué<br />
pasó <strong>en</strong> la frontera?<br />
Rojo.- Los burócratas del mundo que siempre andan cagando fuera de<br />
tiesto. Nos querían impedir la <strong>en</strong>trada si no deslizábamos algo<br />
de plata.<br />
Valdo.- Fuser, ¿cómo estás?<br />
<strong>Guevara</strong>.- Como un potro <strong>en</strong> el cercado, con ganas de salir al campo y<br />
soltar unas cuantas coces. Pero, Valdito, mijo, ¿quién es la<br />
guapa indita que te acompaña?<br />
Valdo.- Perdonad. Ésta es Luzmila, mi mujer.<br />
Gualo.- No me digas que te conv<strong>en</strong>cieron para pasar por la vicaría.<br />
Valdo.- Más la conv<strong>en</strong>cí yo. ¿No os parece la mujer más hermosa<br />
sobre la tierra?<br />
Rojo.- Si vos la palmás apúntame <strong>en</strong> la lista para ser tu sustituto.<br />
6
<strong>Guevara</strong>.- Debe ser sin duda hija de algún díos maya. Ernesto a vuestros<br />
pies y a los pies de los caballos montados por vos.<br />
Luzmila.- No voy a poder bajar el color de las mejillas. Valdo ya me<br />
avisó de vuestro carácter fogoso, pero no p<strong>en</strong>sé que fuera tan<br />
correoso.<br />
Valdo.- Luzmila, mi panameña esposa, estos son Gualo, Rojo y Ernesto,<br />
llegados desde el Mar de la Plata a la antigua <strong>Guatemala</strong>, para<br />
honraros a vos, honrar mi amistad y servir a la revolución<br />
primaveral guatemalteca.<br />
<strong>Guevara</strong>.- Bi<strong>en</strong> dicho, Valdo. Esos son los tres principios: mujeres,<br />
amistad y pueblo. Aunque algunos dudamos del ord<strong>en</strong>.<br />
Valdo.- El ord<strong>en</strong> es el que yo he dicho.<br />
Gualo.- No le hagas caso, vi<strong>en</strong>e bi<strong>en</strong> tabarrero desde Costa Rica sobre<br />
la insoportable opresión de las clases populares bajo el yugo de<br />
las multinacionales yanquis.<br />
Rojo.- Está hecho un rojo, como yo. Y de socialista utópico terminará<br />
<strong>en</strong> bolchevique ruso.<br />
Valdo.- Bu<strong>en</strong>o, hablemos de todo eso, pero despacio. Muchacho,<br />
trá<strong>en</strong>os el mejor aguardi<strong>en</strong>te del chamizo. T<strong>en</strong>éis que<br />
contármelo todo, pero antes brindemos por el re<strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro y la<br />
nochebu<strong>en</strong>a, vivida tan lejos de nuestra familias.<br />
Gualo.- Es verdad, nunca p<strong>en</strong>sé celebrar la navidad aferrado a mis<br />
amigos como si fuéramos los tres magos de ori<strong>en</strong>te. Os quiero,<br />
muchachos, compañeros de mi vida, patria querida…<br />
Todos se pon<strong>en</strong> a tararear el tango. El camarero trae una botella de<br />
tequila y unos vasos. Valdo sirve mi<strong>en</strong>tras canta.<br />
Valdo.- Por vosotros, la navidad y el nuevo mundo.<br />
Luzmila.- Por la primavera de <strong>Guatemala</strong>.<br />
Gualo.- O sea la primavera <strong>en</strong> invierno.<br />
Rojo.- Por el calor de la amistad.<br />
<strong>Guevara</strong>.- O por el calor del pueblo.<br />
Todos beb<strong>en</strong> de un trago. Y luego se si<strong>en</strong>tan alrededor de una mesa.<br />
Luzmila.- ¿Os gusta celebrar la navidad <strong>en</strong> Arg<strong>en</strong>tina?<br />
Gualo.- Bu<strong>en</strong>o, siempre ha sido extraño. Hace mucho calor, ¿sabés? Es<br />
celebrar el invierno <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>o verano.<br />
<strong>Guevara</strong>.- Forma parte de la eterna nostalgia porteña. El recordatorio de<br />
una antigua tragedia. Somos náufragos. Arg<strong>en</strong>tina es un país<br />
surgido de una deriva, como un iceberg que termina sus días<br />
<strong>en</strong> un caribe que no le correspondía.<br />
7
Rojo.- Sos un poeta.<br />
Gualo.- No lo hubiera explicado mejor.<br />
Valdo.- ¿Dónde está Alberto Granado?<br />
<strong>Guevara</strong>.- Se quedó <strong>en</strong> V<strong>en</strong>ezuela. Es un excel<strong>en</strong>te leprosero.<br />
Valdo.- Y ¿cómo no te quedaste con él?<br />
<strong>Guevara</strong>.- Quise seguir la av<strong>en</strong>tura. Mi ruta no había llegado a su fin.<br />
Terminé la carrera y quiero ejercer de médico social aquí, <strong>en</strong> el<br />
país con la situación sociopolítica más interesante de América.<br />
Quizás sea <strong>Guatemala</strong> el nuevo modelo de revolución<br />
socialista.<br />
Luzmila.- Seguram<strong>en</strong>te es un nuevo modelo, pero no la llamaría<br />
revolución socialista.<br />
<strong>Guevara</strong>.- Y ¿cómo pues?<br />
Luzmila.- ¿Democrática y autogestionaria?<br />
<strong>Guevara</strong>.- Estup<strong>en</strong>do. Me considero un disector ecléctico de doctrinas y<br />
un psicoanalista de dogmas. El diagnostico que has dado me<br />
parece muy estimulante.<br />
Gualo.- Brindemos por el nacimi<strong>en</strong>to de un nuevo cristo <strong>en</strong> la faz de la<br />
tierra.<br />
Todos.- Por eso.<br />
Todos beb<strong>en</strong>. Comi<strong>en</strong>zan a sonar unos lejanos petardos. Ernesto, tras<br />
beber, comi<strong>en</strong>za a toser imparable y ost<strong>en</strong>siblem<strong>en</strong>te.<br />
Valdo.- Ernesto.<br />
Rojo.- Es el asma.<br />
Gualo.- Un día de estos te va a matar.<br />
Luzmila.- Vamos a nuestra casa. Pasaréis esta noche allí y mañana ya<br />
veremos.<br />
Oscuro.<br />
8
Esc<strong>en</strong>a 2:<br />
Habitación de una p<strong>en</strong>sión <strong>en</strong> <strong>Guatemala</strong>. Rojo y <strong>Guevara</strong> compart<strong>en</strong> un<br />
cuarto con dos camas, un armario y una silla. Una imag<strong>en</strong> del Cristo<br />
negro de Esquipulas preside la estancia. A su izquierda <strong>Guevara</strong> ha puesto<br />
una imag<strong>en</strong> de Marx, a su derecha Rojo ha colocado una de Gardel. Son<br />
como los dos ladrones que custodian al crucificado. <strong>Guevara</strong> lee tumbado<br />
<strong>en</strong> la cama. Rojo se guapea con int<strong>en</strong>ción de salir a festejar.<br />
Rojo.- ¿Por qué no v<strong>en</strong>ís? Os v<strong>en</strong>drá bi<strong>en</strong> coger un poco de aire.<br />
<strong>Guevara</strong>.- Quiero acabarme “El Capital”. Sabes que me tomo muy <strong>en</strong><br />
serio mi formación política.<br />
Rojo.- Por eso precisam<strong>en</strong>te deberías v<strong>en</strong>ir. Esta ciudad está ll<strong>en</strong>a de<br />
exiliados izquierdistas de toda América. Los hay de todos los<br />
países, de todas las t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cias, de todos los géneros…<br />
<strong>Guevara</strong>.- Mujeres.<br />
Rojo.- ¿Por qué no? Lindas muchachas con el corazón inflamado por<br />
la libertad de los pueblos de América. ¿Hay algo mejor que un<br />
espíritu rojo d<strong>en</strong>tro del pecho de una bella mujer?<br />
<strong>Guevara</strong>.- Su<strong>en</strong>a t<strong>en</strong>tador.<br />
Rojo.- Ay, Fuser, son cánticos de sir<strong>en</strong>a que un bu<strong>en</strong> marino<br />
arg<strong>en</strong>tino ti<strong>en</strong>e que escuchar. Si luego dejas que te atrap<strong>en</strong> o<br />
manti<strong>en</strong>es firme el rumbo del timón es otro cantar.<br />
<strong>Guevara</strong>.- Está bi<strong>en</strong>, acepto.<br />
Y de un salto se incorpora y comi<strong>en</strong>za a ponerse pantalones y camisa.<br />
Rojo.- Todo sea por el bi<strong>en</strong> de tu formación social y política.<br />
<strong>Guevara</strong>.- M<strong>en</strong>os tangos, lumfardo.<br />
De rep<strong>en</strong>te Ernesto comi<strong>en</strong>za a respirar mal, se t<strong>en</strong>sa y se apoya rígido<br />
sobre la pared.<br />
Rojo.- Ay, joder, Ernesto, ¿ya estamos otra vez con esa matraca?<br />
<strong>Guevara</strong>.- Parece.<br />
Rojo.- ¿Dónde ti<strong>en</strong>es el inhalador?<br />
<strong>Guevara</strong> señala d<strong>en</strong>tro del armario. Llaman a la puerta. Rojo no sabe qué<br />
hacer y al final abre la puerta. Asoma Hilda Gadea, m<strong>en</strong>uda, regordeta y<br />
de rasgos <strong>en</strong>tre chinos e indíg<strong>en</strong>as.<br />
Rojo.- Hola, Hilda, ¿cómo estás?<br />
Hilda.- Perdón, ¿molesto?<br />
9
<strong>Guevara</strong> conti<strong>en</strong>e la respiración y manti<strong>en</strong>e una postura t<strong>en</strong>sa, arrogante.<br />
<strong>Guevara</strong>.- No, no. Pasa, pasa. Aquí cabemos todos, somos el camarote de<br />
los hermanos Marx.<br />
Hilda.- No <strong>en</strong>ti<strong>en</strong>do.<br />
<strong>Guevara</strong>.- ¿Que qué quieres?<br />
Hilda.- ¿Nos conocemos?<br />
Rojo.- Perdona. Esta es Hilda, Hilda Gadea, exiliada peruana que<br />
colabora con el gobierno. Y este Ernesto, Ernesto <strong>Guevara</strong>,<br />
médico y arg<strong>en</strong>tino como yo.<br />
<strong>Guevara</strong>.- Exiliada.<br />
Hilda.- Sí, ¿por?<br />
<strong>Guevara</strong>.- Tú debes de ser unos de esos espíritus rojos <strong>en</strong>cerrados <strong>en</strong> el<br />
pecho de una mujer.<br />
Hilda.- Uy, qué frase más larga. ¿Qué tú has querido decir?<br />
<strong>Guevara</strong>.- No, es una plática que t<strong>en</strong>íamos aquí los amigos a cu<strong>en</strong>ta de la<br />
revolución y las mujeres.<br />
Hilda.- ¿Te parece que las mujeres no podemos hacer la revolución?<br />
<strong>Guevara</strong>.- Yo no he dicho eso. Al contrario.<br />
Hilda.- Pues ha sonado como muy prepot<strong>en</strong>te.<br />
<strong>Guevara</strong>.- Rojo, no estés parado y échame un cable. ¡Rojo!<br />
Y <strong>Guevara</strong> hace gesto a su amigo para que siga buscando el inhalador.<br />
Éste tarda <strong>en</strong> <strong>en</strong>t<strong>en</strong>der y finalm<strong>en</strong>te se dirige al armario.<br />
Hilda.- ¿Cuántos secretillos se llevan <strong>en</strong>tre ustedes? Si molesto me<br />
voy.<br />
<strong>Guevara</strong>.- Un poco sí, es que…<br />
Hilda.- No, si yo vine es porque su amigo me invitó a pasar para ir<br />
juntos a la cita.<br />
<strong>Guevara</strong>.- No…, ya…, si yo…<br />
Hilda.- Te espero abajo.<br />
<strong>Guevara</strong>.- Mejor.<br />
Hilda.- O mejor no.<br />
Hilda cierra la puerta dando un portazo. Rojo <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra el inhalador y se<br />
lo pasa a <strong>Guevara</strong> que lo aspira aliviado.<br />
Rojo.- Pero, Ernesto, chancho, ¿cómo no le has dicho que te s<strong>en</strong>tías<br />
mal? Ahora p<strong>en</strong>sará que eres un bruto presuntuoso.<br />
<strong>Guevara</strong>.- ¿Y qué?<br />
Rojo.- Que no es guapa, pero es una mujer de ideas.<br />
10
<strong>Guevara</strong>.- ¿Esa chinita? Bu<strong>en</strong>o, no me gusta ir dando explicaciones.<br />
Rojo.- Si ti<strong>en</strong>es asma, ti<strong>en</strong>es asma. No es ningún delito.<br />
<strong>Guevara</strong>.- No me gusta la compasión.<br />
Rojo.- Qué compasión ni qué mandingas. Eres médico, ¿no?, pues<br />
ti<strong>en</strong>es una <strong>en</strong>fermedad, ¿<strong>en</strong>ti<strong>en</strong>des?, <strong>en</strong>fermedad.<br />
Vuelve a sonar la puerta. Aparece Gualo.<br />
Gualo.- ¿Qué le habéis hecho a Hilda? Parecía un volcán antes de la<br />
erupción.<br />
Rojo.- Éste, que es como un mulo con antiparras. Y no ha querido<br />
contar que estaba t<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do un ataque.<br />
<strong>Guevara</strong>.- Bu<strong>en</strong>o, dejadlo estar.<br />
Gualo.- ¿Te <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tras bi<strong>en</strong>?<br />
<strong>Guevara</strong>.- Sí.<br />
Gualo.- Entonces nos vamos.<br />
<strong>Guevara</strong>.- Mejor será que me quede. Nunca debí dejar la lectura del<br />
Capital.<br />
Rojo se va con Gualo. Ernesto sigue inhalando.<br />
Oscuro.<br />
11
Esc<strong>en</strong>a 3:<br />
Patio trasero <strong>en</strong> casa de El<strong>en</strong>a Leiva, exiliada hondureña de 40 años, zona<br />
ajardinada y botellas con bebidas y fruta <strong>en</strong> un par de mesas. Un grupo<br />
variopinto de intelectuales hablan <strong>en</strong> grupos mi<strong>en</strong>tras beb<strong>en</strong>. Gualo, Valdo,<br />
Ernesto y Luzmila platican con la anfitriona.<br />
El<strong>en</strong>a.- Así que estos son tus amigos arg<strong>en</strong>tinos.<br />
Valdo.- Señorita El<strong>en</strong>a, le pres<strong>en</strong>to a Gualo y Ernesto, dos seguros<br />
servidores.<br />
El<strong>en</strong>a.- Bi<strong>en</strong>v<strong>en</strong>idos ¿Y qué opináis del proceso político guatemalteco?<br />
Ernesto.- Por eso hemos v<strong>en</strong>ido.<br />
Gualo.- En estos mom<strong>en</strong>tos es la situación política más estimulante <strong>en</strong><br />
toda Iberoamérica.<br />
Ernesto.- Nos gustaría poder colaborar con el gobierno.<br />
El<strong>en</strong>a.- ¿En qué s<strong>en</strong>tido?<br />
Ernesto.- Bu<strong>en</strong>o, yo soy médico…, he trabajado <strong>en</strong> <strong>en</strong>fermedades<br />
infecciosas y… me gustaría ejercer como médico… social <strong>en</strong><br />
alguna zona difícil.<br />
El<strong>en</strong>a.- Un jov<strong>en</strong> decidido.<br />
Valdo.- Sí, mucho.<br />
El<strong>en</strong>a.- ¿Tú que opinas, Luzmila?<br />
Luzmila.- Sin duda es resuelto.<br />
El<strong>en</strong>a.- Pero yo soy una hondureña, tú una panameña, ellos son<br />
arg<strong>en</strong>tinos, quizás debiéramos esperar a ver que opinan los<br />
propios guatemaltecos.<br />
Ernesto.- Bu<strong>en</strong>o, Luzmila me dijo que usted t<strong>en</strong>ía mano…<br />
El<strong>en</strong>a.- Y pie también, y prefiero no perderlos. Habrá que esperar a<br />
que las autoridades del país resuelvan su petición.<br />
Ernesto.- Soy una persona inquieta y no me gusta estar mano sobre<br />
mano. Ni tampoco me lo puedo permitir económicam<strong>en</strong>te.<br />
Hilda Gadea se ha acercado al grupo escuchando e interrumpe la<br />
conversación.<br />
Hilda.- Bu<strong>en</strong>o, quizás yo t<strong>en</strong>ga algo para usted. V<strong>en</strong> conmigo. ¿A qué<br />
esperas? No te voy a morder. Perdon<strong>en</strong>.<br />
Y se alejan los dos del grupo.<br />
Ernesto.- No sé como disculparme.<br />
Hilda.- Fue sólo un mal<strong>en</strong>t<strong>en</strong>dido.<br />
Ernesto.- ¿No me guardas r<strong>en</strong>cor <strong>en</strong>tonces?<br />
Hilda.- Me han dicho que te consideras un marxista.<br />
12
Ernesto.- En ello caminamos.<br />
Hilda.- ¿Sabes que yo soy del APRA peruano?<br />
Ernesto.- Rojo me contó.<br />
Hilda.- Bu<strong>en</strong>o, pues si no te importa trabajar por el marxismo te voy a<br />
pres<strong>en</strong>tar a un norteamericano muy interesante.<br />
Ernesto.- Eso es casi imposible.<br />
Hilda.- No seas tan prejuicioso. Es profesor y marxista.<br />
Ernesto.- ¿No será espía y fascista?<br />
Hilda.- No. ¿Me tomas de nuevo por tonta?<br />
Ernesto.- Era sólo una broma. Disculpa.<br />
Se acercan donde está un tío grande, de pelo blanco y traje de lino blanco.<br />
Hilda.- Harold.<br />
Harold.- Sí, querida.<br />
Hilda.- Éste es Ernesto, un arg<strong>en</strong>tino muy despierto que podría<br />
ayudarle <strong>en</strong> sus traducciones.<br />
Harold.- Oh, sí, muy bi<strong>en</strong>. Si la señorita Hilda recomi<strong>en</strong>da todo está<br />
bi<strong>en</strong> seguro. ¿Se llama?<br />
Ernesto.- Ernesto, Ernesto <strong>Guevara</strong>.<br />
Harold.- Yo me llamo Harold, Harold Blanco, como mi traje. Blanco…<br />
White… ¿no es gracioso?<br />
Ernesto.- La monda.<br />
Harold.- ¿La qué?<br />
Hilda.- También podría darte clases de español.<br />
Harold.- Oh, sí, por supuesto. Mi español no es muy bu<strong>en</strong>o.<br />
Ernesto.- Podemos mejorarlo.<br />
Harold.- ¿Y qué tú pi<strong>en</strong>sa del gobierno?<br />
Ernesto.- Todo el mundo me pregunta. Creo que se habla mucho y se<br />
hace m<strong>en</strong>os. Pasado el primer mom<strong>en</strong>to de euforia al proceso<br />
le está faltando decisión.<br />
Harold.- Es todo un poco complicado. ¿Y qué pi<strong>en</strong>sa de Arb<strong>en</strong>z?<br />
Ernesto.- ¿El presid<strong>en</strong>te? No sé, no acabo de creérmelo. Ti<strong>en</strong>e bu<strong>en</strong>as<br />
formas, pero creo que le falta carácter y sus modales podrían<br />
echarle a perder.<br />
Hilda.- Esa es una opinión algo precipitada. Ap<strong>en</strong>as lleva un par de<br />
años <strong>en</strong> el cargo y está afrontando una reforma agraria muy<br />
importante.<br />
Ernesto.- Apelando a Lincoln.<br />
Harold.- Bu<strong>en</strong>o Lincoln era un personaje peculiar y está bi<strong>en</strong> hablar de<br />
Lincoln si quiere que le respet<strong>en</strong> <strong>en</strong> mi país.<br />
13
Ernesto.- Si de mí dep<strong>en</strong>diera habría nacionalizado las posesiones de la<br />
United Fruit el primer día. Medio país es suyo sin dar nada a<br />
cambio.<br />
Harold.- Pero eso su<strong>en</strong>a muy radical. T<strong>en</strong> <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta que mi país es muy<br />
poderoso.<br />
Ernesto.- Explotando a todos los pueblos de América.<br />
Harold.- Así es. Es usted un jov<strong>en</strong> muy <strong>en</strong>cantador.<br />
Hilda.- No sé si <strong>en</strong>cantador es la palabra.<br />
Harold.- Pásese mañana por mi hotel y hablaremos del trabajo y del<br />
dinero. Porque usted quiere cobrar, ¿no?<br />
Ernesto.- Si es posible.<br />
Harold.- Maldito capitalismo.<br />
Y se echa a reír sonoram<strong>en</strong>te. Hilda y Harold se alejan ri<strong>en</strong>do y Ernesto es<br />
asaltado por Gualo acompañado de dos mujeres muy guapas, la exiliada<br />
nicaragü<strong>en</strong>se Myrna Torres y la <strong>en</strong>fermera Julia Mejía.<br />
Gualo.- Ernesto, chancho, mira qué dos bellezones acabo de conocer.<br />
Ernesto.- Gualo, eres incorregible. Preséntamelas.<br />
Gualo.- Es verdad. Esta es Myrna Torres. Está exiliada y es de…<br />
Ernesto.- Salvadoreña.<br />
Myrna.- Nicaragü<strong>en</strong>se.<br />
Ernesto.- Y usted también será una exiliada.<br />
Julia.- Pues no.<br />
Ernesto.- No me diga que es una guatemalteca <strong>en</strong> <strong>Guatemala</strong>, ¿no me lo<br />
puedo creer?<br />
Julia.- Parece que así es.<br />
Myrna.- Bu<strong>en</strong>o, es un poco normal que <strong>en</strong> estas reuniones nos juntemos<br />
algunos extranjeros de más.<br />
Ernesto.- ¿Algunos sólo? Es la primera guatemalteca de toda la fiesta. Y<br />
por supuesto no quiero desmerecerlas a todas las demás.<br />
Myrna.- Allá usted.<br />
Ernesto.- No nos tratemos de usted, por favor. Nos <strong>en</strong>vejece. En el caso<br />
de Gualo y mío sería un error. Pero <strong>en</strong> su caso es además un<br />
crim<strong>en</strong>.<br />
Gualo.- ¿Queréis unas bebidas?<br />
Myrna.- Estaría bi<strong>en</strong>. Te acompaño.<br />
Ernesto y Julia se quedan solos.<br />
Ernesto.- Y ¿a qué te dedicas?<br />
Julia.- Soy <strong>en</strong>fermera.<br />
Ernesto.- Estup<strong>en</strong>do.<br />
14
Julia.- ¿Por?<br />
Ernesto.- Yo soy médico y necesito algui<strong>en</strong> que me explique el sistema<br />
médico guatemalteco.<br />
Julia.- Te <strong>en</strong>ti<strong>en</strong>do. Puede ser un poco <strong>en</strong>revesado.<br />
Ernesto.- Más bi<strong>en</strong> está ll<strong>en</strong>o de burocracia absurda. Los cu<strong>en</strong>tos de<br />
Kafka parec<strong>en</strong> lógicos al lado de algunas oficinas de la salud.<br />
Julia.- No he leído a ese señor.<br />
Ernesto.- Te regalaré un libro. Hay algo peor que el capitalismo y es el<br />
burocratismo.<br />
Julia.- ¿Sabes? Puedes ser muy gracioso. Y está claro que eres guapo.<br />
¿Quieres saber más de los médicos <strong>en</strong> <strong>Guatemala</strong>?<br />
Ernesto.- Sí.<br />
Julia.- Las <strong>en</strong>fermeras sabemos todo lo que hay que saber.<br />
Ernesto.- Estoy deseando apr<strong>en</strong>der.<br />
Julia.- Pero antes me t<strong>en</strong>drás que llevar a bailar a un sitio mucho más<br />
divertido que éste y más ll<strong>en</strong>o de guatemaltecos.<br />
Ernesto.- Ahora mismo.<br />
Y sal<strong>en</strong>. Llegan Myrna y Gualo con las bebidas y se sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong> de no<br />
verlos.<br />
Gualo.- ¿Y Ernesto?<br />
Myrna.- Tampoco veo a Julia.<br />
Pasa por allí Hilda hablando con Harold. Gualo pregunta a Hilda.<br />
Gualo.- ¿Has visto a Ernesto?<br />
Hilda.- No.<br />
Harold.- Yo los acabo de ver salidos. Él y una guapa chica mor<strong>en</strong>a.<br />
Salieron por esa puerta. Parecían muy cont<strong>en</strong>tos de haberse<br />
conocido.<br />
Todos se miran <strong>en</strong>tre sí cont<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do el com<strong>en</strong>tario.<br />
Oscuro.<br />
15
Esc<strong>en</strong>a 4:<br />
Restaurante elegante <strong>en</strong> la capital. Manteles de hilo y cubiertos de plata.<br />
Media doc<strong>en</strong>a de mesas tan solo. Ernesto y Hilda están s<strong>en</strong>tados <strong>en</strong> una de<br />
ellas. Ernesto va vestido bastante cochambroso. Un camarero les trae pan<br />
y agua y les pregunta.<br />
Camarero.- ¿Han decidido los señores?<br />
Ernesto.- Todavía no. Es que con estos precios.<br />
Camarero.- Muy cerca de aquí hay un local económico estup<strong>en</strong>do.<br />
Hilda.- Gracias, pero invito yo. Déj<strong>en</strong>os un mom<strong>en</strong>to, por favor, ahora<br />
se lo decimos.<br />
El camarero se aleja.<br />
Ernesto.- Pues sí que estás rica, Hilda.<br />
Hilda.- Si te he traído aquí es por algo.<br />
Ernesto.- Vas a comprarme.<br />
Hilda.- Ay, Ernesto, ti<strong>en</strong>es el humor bi<strong>en</strong> raro. Aquí suel<strong>en</strong> v<strong>en</strong>ir a<br />
comer bastantes miembros del gobierno. Yo conozco algunos<br />
y quizás podemos propiciar un <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro para arreglar el tema<br />
de tu trabajo.<br />
Ernesto.- M<strong>en</strong>os mal que era eso. Me t<strong>en</strong>ías preocupado. P<strong>en</strong>sé que ibas<br />
a proponerme santo matrimonio.<br />
Hilda.- Lo dicho, que ti<strong>en</strong>es el humor bi<strong>en</strong> raro.<br />
Ernesto.- Perdona, es que no me si<strong>en</strong>to cómodo <strong>en</strong> lugares de copetín.<br />
Vaya cómo las gasta el gobierno revolucionario.<br />
Hilda.- También podrías traer aquí alguna de tus conquistas, mi<br />
querido donjuán.<br />
Ernesto.- Hilda, Hildita, no sé que me gusta más de ti, si tu pasión<br />
revolucionaria o tus celos de mujer.<br />
Entran <strong>en</strong> el restaurante dos hombres bi<strong>en</strong> trajeados hablando <strong>en</strong>tre sí.<br />
Hilda se levanta y levanta a Ernesto.<br />
Hilda.- Señor secretario, disculpe.<br />
Hombre 1.- Hombre; Hilda, tú por aquí. (Dirigiéndose al segundo hombre)<br />
Ésta es la peruanita de qui<strong>en</strong> te hablé. Os pres<strong>en</strong>to al Señor<br />
Ministro de Economía.<br />
Hilda.- Encantada.<br />
Hombre 2.- Siempre es un placer conocer a algui<strong>en</strong> tan firme <strong>en</strong> sus<br />
convicciones como usted. Me han hablado muy bi<strong>en</strong> del<br />
trabajo que está realizando <strong>en</strong> este país.<br />
Hilda.- Muchas gracias por sus palabras. Permítanme que les pres<strong>en</strong>te.<br />
16
Hilda hace levantarse y acercarse a Ernesto.<br />
Ernesto <strong>Guevara</strong>, es un médico arg<strong>en</strong>tino cuyo fervor<br />
revolucionario ha traído hasta <strong>Guatemala</strong>. Está deseando<br />
trabajar como médico social pero no consigue arreglar los<br />
papeles.<br />
Hombre 1.- Encantado, doctor. Ah, dichoso papeleo, siempre parece<br />
contrario al impulso juv<strong>en</strong>il por arreglar el mundo, pero ni el<br />
Kremlin ha conseguido librarse de los formularios y la<br />
burocracia. Parece que es imposible manejar un país sin<br />
cédulas, impresos y estampas.<br />
Ernesto.- Pero yo puedo ser útil al proceso guatemalteco con mis<br />
conocimi<strong>en</strong>tos epidiemológicos. Si ustedes me dejaran ir por<br />
ejemplo a Pet<strong>en</strong> yo podría hacer bastante organizando una<br />
asist<strong>en</strong>cia básica inc<strong>en</strong>tivando la higi<strong>en</strong>e para que bajara el<br />
número de víctimas <strong>en</strong>tre los indíg<strong>en</strong>as. Pero para eso necesito<br />
que me reconozcan mi lic<strong>en</strong>cia de médico.<br />
Hombre 2.- Hombres como usted son los que hac<strong>en</strong> falta para levantar este<br />
país y el contin<strong>en</strong>te <strong>en</strong>tero. Seguro que el Señor Secretario<br />
ti<strong>en</strong>e algún conducto burocrático que permita a este bu<strong>en</strong><br />
hombre cumplir su sagrada misión.<br />
Hombre 1.- Es posible. Habrá que estudiarlo. ¿Por qué no se pasan mañana<br />
ambos por mi despacho?<br />
Hilda.- Por supuesto. Muchas gracias. Allí estaremos.<br />
Ernesto mira a los dos hombres <strong>en</strong> sil<strong>en</strong>cio y estos le miran esperando que<br />
diga algo. Se produce un sil<strong>en</strong>cio incómodo y Hilda le da con la rodilla.<br />
Ernesto.- Ah, sí, sí. No se preocup<strong>en</strong> vuesas mercedes que allí estaremos<br />
mañana. Y muy agradecidos, de verdad, muy agradecidísimos.<br />
Hombre 1.- Hasta mañana <strong>en</strong>tonces, caballerete.<br />
Ernesto.- Allí estaré.<br />
Los hombres se alejan y se si<strong>en</strong>tan <strong>en</strong> una mesa. Ernesto les sigue con la<br />
mirada. Hilda le habla al oído.<br />
Hilda.- ¿Pero qué te pasa? ¿Quieres dejar de mirar tan raro?<br />
Ernesto.- No me hago a la idea que estos cuervos sean los guardianes de<br />
la revolución. Pero muchas gracias por tu mediación, bonita.<br />
Ernesto besa a Hilda <strong>en</strong> la mejilla.<br />
17
Te has ganado tu medalla. ¿Comemos?<br />
Hilda.- Claro.<br />
Ernesto.- Yo invito, pero <strong>en</strong> un lugar más popular.<br />
Hilda.- De acuerdo.<br />
Ambos sal<strong>en</strong> del establecimi<strong>en</strong>to.<br />
Oscuro.<br />
18
Esc<strong>en</strong>a 5:<br />
Descampado cerca de una zona de casas. Llegan los ecos amortiguados de<br />
una fiesta y los últimos destellos de unas luces voltaicas. El cielo luce luna<br />
nueva y estrellas fugaces. Ernesto, Hilda y Myrna están acomodados sobre<br />
un montículo. Ernesto fuma <strong>en</strong>tre las dos mujeres. Llega Edelberto, jov<strong>en</strong><br />
nicaragü<strong>en</strong>se hermano de Myrna.<br />
Edelberto.- Bu<strong>en</strong>as noches. Se les echaba de m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> la casa, pero ya me<br />
dijo Ñico, si quieres arrimarte a mujeres guapas sigue la estela<br />
de Ernesto. ¿Qué tal, hermana?<br />
Myrna.- ¿Te mandó padre a que hicieras de carabina? Ya ves, Hilda,<br />
los hombres sigu<strong>en</strong> si<strong>en</strong>do hombres pese a t<strong>en</strong>er el carné del<br />
partido.<br />
Edelberto.- Andaba buscando un puro y Che-che Vega me dijo: pregúntale<br />
a Ernesto que esta mañana salió con una caja de la Secretaria<br />
de Presid<strong>en</strong>cia.<br />
Ernesto.- Es lo único que conseguí, Edelberto. Además de bu<strong>en</strong>as<br />
palabras, por supuesto. Pero ni rastro de mi lic<strong>en</strong>cia. ¿Quieres<br />
uno?<br />
Edelberto.- Y cómo no.<br />
Ernesto le pasa un puro a Edelberto. Éste se lo <strong>en</strong>ci<strong>en</strong>de.<br />
Hilda.- Mir<strong>en</strong>, mir<strong>en</strong>. Acaba de caer una <strong>en</strong>orme.<br />
Edelberto.- ¿De qué hablan?<br />
Hilda.- Una estrella fugaz. Por eso vinimos aquí.<br />
Edelberto.- ¿Por qué si no?<br />
Myrna.- Está tan hermosa la noche. ¿Verdad, Ernesto?<br />
Ernesto.- Una noche para soñar <strong>en</strong> un mundo nuevo. Cuando estás <strong>en</strong> la<br />
naturaleza, cuando vives d<strong>en</strong>tro de ella, te das cu<strong>en</strong>ta de que es<br />
perfecta y sólo los hombres y nuestra pésima manera social de<br />
organizarnos es capaz de chingarla.<br />
Edelberto.- Por eso hay que apostar por la revolución socialista. Sólo una<br />
élite de hombres comprometidos y con las ideas claras puede<br />
<strong>en</strong>derezar el proceso histórico del mundo.<br />
Hilda.- En ello estamos. Mirad este país, hace dos años era una<br />
sociedad subyugada por la tiranía megalomaniaca del G<strong>en</strong>eral<br />
Ubico y las multinacionales yanquis; y hoy camina con paso<br />
firme hacia la revolución social.<br />
Ernesto.- ¿Estás segura?<br />
Edelberto.- ¿No me dirás que no se notan los cambios?<br />
Ernesto.- Sin duda, pero también se aprecian los límites del compromiso.<br />
Todo son int<strong>en</strong>tos de pacto con el Gran Hermano Yanqui, aquí<br />
19
llamado la Yuma, la United Fruti Company. ¿A qué vi<strong>en</strong>e<br />
hablar de Lincoln, como lo hace el Presid<strong>en</strong>te, y no de Marx o<br />
L<strong>en</strong>nin?<br />
Edelberto.- Son las formas de cont<strong>en</strong>er a la bestia del norte. Mira a<br />
Nicaragua, Honduras y El Salvador. Estamos rodeados de<br />
regím<strong>en</strong>es dictatoriales mant<strong>en</strong>idos con los dólares y las armas<br />
yanquis. Hay que moderar el discurso si no quieres ser<br />
devorado.<br />
Ernesto.- Y por eso el Partido Comunista defi<strong>en</strong>de una democracia<br />
parlam<strong>en</strong>taria y una reforma agraria como la hiciera Lincoln.<br />
Edelberto.- Es el principio de un gran camino.<br />
Ernesto.- Pero como se va a llegar al final si por el medio se ll<strong>en</strong>a todo<br />
de burocratillas cobardes sin ningún compromiso por la<br />
revolución social que no pase por su propio b<strong>en</strong>eficio.<br />
Entran caminando con una botella de ron <strong>en</strong> la mano Ñico López y Cheche<br />
Vega, jóv<strong>en</strong>es revolucionarios cubanos, acompañados por Harold<br />
White.<br />
Ñico.- Muy bi<strong>en</strong> dicho, camarada. Tú te has de v<strong>en</strong>ir con nosotros a<br />
combatir con Fidel.<br />
Ernesto.- ¿Y quién es Fidel?<br />
Che-che.- El gran líder revolucionario cubano. Él dice que al <strong>en</strong>emigo<br />
yanqui hay que mirarle de fr<strong>en</strong>te y a los ojos, que no se le<br />
puede ir zalameando como si fuésemos un perrito faldero.<br />
Ernesto.- ¿Es comunista?<br />
Ñico.- Él no, pero su hermano Raúl sí. En todo caso dice que la única<br />
manera de hacer triunfar una auténtica revolución es con la<br />
presión de las armas.<br />
Ernesto.- ¿Y vos que p<strong>en</strong>sás, Harold?<br />
Harold.- Que a mí se me puede mirar a los ojos, porque no muerdo.<br />
Myrna.- Mirad, otra estrella.<br />
Ñico.- Cuidado no sea una bomba atómica lanzada desde Los Álamos<br />
para destruirnos a todos.<br />
Myrna.- A veces me dan ganas de ponerles una bomba a todos ustedes<br />
<strong>en</strong> la boca para rev<strong>en</strong>tarles tanta revolución e introducirles un<br />
poco de romanticismo. Yo voy a propugnar la revolución<br />
s<strong>en</strong>tim<strong>en</strong>tal. Un mundo sin clases, sin géneros, sin edades,<br />
donde vivir los deseos sin ninguna atadura conv<strong>en</strong>cional.<br />
Harold.- Yo conozco ese movimi<strong>en</strong>to.<br />
Myrna.- ¿Ah, sí? ¿Y cómo se llama?<br />
Harold.- Surrealismo.<br />
20
Myrna.- Pues hagamos un acto surrealista. Bañémonos todos juntos y<br />
desnudos <strong>en</strong> el río.<br />
Ñico.- A mí me parece g<strong>en</strong>ial.<br />
Edelberto.- Myrna.<br />
Myrna.- Ya lo sé, Edelberto. Luego se lo cu<strong>en</strong>tas a papá.<br />
Che-che.- Vamos, Ernesto, Hilda, que una noche así merece un acto de<br />
locura.<br />
Ernesto.- De acuerdo.<br />
Hilda.- Yo no. Debe ser mi formación católica, pero me cuesta<br />
mostrarme como Dios me trajo al mundo.<br />
Ernesto.- Vamos, Hilda.<br />
Hilda.- He dicho que no. Vete con Myrna, ella no ti<strong>en</strong>e pudor.<br />
Ernesto.- Luego seguimos hablando.<br />
Hilda.- O no.<br />
Ñico.- ¿Qué hace usted, Harold?<br />
Harold.- Yo no le t<strong>en</strong>go el miedo al desnudo, le t<strong>en</strong>go miedo a ponerme<br />
malo. Vayan, vayan. Yo me quedo con la dama. Adios,<br />
camaradas.<br />
Sal<strong>en</strong> todos salvo Hilda y Harold.<br />
En fin, nos dejaron solos para contemplar las estrellas.<br />
Hilda.- Allí cayó otra.<br />
Harold.- ¿Se llamaba Ernesto?<br />
Hilda.- ¿Por qué dice eso?<br />
Harold.- Se ve a distancia que está <strong>en</strong>amorada.<br />
Hilda.- Es un bu<strong>en</strong> hombre y muestra mucha firmeza de compromiso.<br />
Harold.- Es muy guapo y ti<strong>en</strong>e a muchas mujeres detrás.<br />
Hilda.- Me quedo con su cabeza, que se qued<strong>en</strong> otras con su cuerpo.<br />
Harold.- Eso puede que lo diga su cabeza, pero desde luego no lo dice<br />
su cuerpo.<br />
Hilda.- Volvemos a la fiesta.<br />
Harold.- Claro.<br />
Sal<strong>en</strong>.<br />
Oscuro.<br />
21
Transición 1ª: El fantasma del Ché.<br />
Sale Ernesto <strong>Guevara</strong> vestido de blanco y con el rostro y las manos<br />
empolvados de blanco.<br />
<strong>Guevara</strong>.- Un fantasma recorre el mundo, el fantasma de la libertad, la<br />
justicia y la dignidad. Esta frase del Manifiesto Comunista<br />
podría definir mi situación, mi estado. Estoy convertido <strong>en</strong> un<br />
fantasma que recorre el mundo. Un ser sin cuerpo, sin materia,<br />
sólo espíritu. ¿Puede un ateo comunista convertirse <strong>en</strong> un <strong>en</strong>te<br />
sin materia? No. Pero, ¿y lo que dejamos? ¿Cómo podemos<br />
controlar los que dejamos: esa imag<strong>en</strong> metida <strong>en</strong> la retina de<br />
los demás?<br />
Manuel Vilas <strong>en</strong> su televisión literaria “Aire Nuestro” me ve<br />
como un fantasma, un fantasma que vigila la agonía de Franco<br />
o Pinochet. Y yo me pregunto: ¿No estaría ahora vigilando la<br />
agonía de Fidel?<br />
Muere jov<strong>en</strong> y t<strong>en</strong>drás un cadáver bonito. James Dean lo sabía<br />
y yo lo sabía. Pero Fidel era de otro palo. ¡Qué aguante ti<strong>en</strong>e el<br />
jodido pinche, su madre! ¿Qué color ti<strong>en</strong><strong>en</strong> las revoluciones<br />
cuando se perpetúan? El color de la orina de Fidel. Un color<br />
amarill<strong>en</strong>to, un aire sepia de foto antigua y un olor a queso<br />
rancio que sabe a leche agria pasada de fecha. La revolución<br />
ha de ser perpetuo cambio y no puede convertirse <strong>en</strong> dinastía.<br />
Fidel se niega a morir. Se aferra a la vida como única forma de<br />
perpetuar su imag<strong>en</strong>, negando el deseo de los jóv<strong>en</strong>es a romper.<br />
¿Qué piedra quebrará la crisma del fósil?<br />
De todas formas, yo le quiero. Le sigo amando y odiando con<br />
estas manos blancas de hijo putativo que velan su descanso.<br />
Suelo pasear junto a él <strong>en</strong> su resid<strong>en</strong>cia mi<strong>en</strong>tras vestido de<br />
chándal int<strong>en</strong>ta hacer deporte y espera que la historia le<br />
absuelva. El me si<strong>en</strong>te y sabe que la historia no absuelve a<br />
nadie que no muere pronto, que no muere pronto para dejar un<br />
si hubiera seguido vivi<strong>en</strong>do. La vejez es siempre la<br />
constatación de un fracaso. Yo le digo: duerme, descansa. Ya<br />
lo has int<strong>en</strong>tado lo sufici<strong>en</strong>te. Eres la vaca-burra más<br />
persist<strong>en</strong>te de América y eso nadie podrá quitártelo. Deja que<br />
te insult<strong>en</strong> y te escupan, nadie podrá decir nunca que no fuiste<br />
la mosca cojonera más t<strong>en</strong>az del imperio yanqui.<br />
22
Oscuro.<br />
Pero el único éxito de la vejez es el empecinami<strong>en</strong>to. Goya,<br />
cuando moría despreciado <strong>en</strong> su exilio de Burdeos, aún pintaba<br />
a un viejo que decía: Aún apr<strong>en</strong>do, aún apr<strong>en</strong>do. Así que,<br />
como otra noche no te has querido morir por el miedo al que<br />
dirán y no decir la última palabra, levanta y ponte el chándal.<br />
Paseemos una vez más por el malecón de la Habana y gritemos<br />
al mar y a los mariconsones de Florida: como no t<strong>en</strong>éis huevos<br />
vais a t<strong>en</strong>er que seguir esperando.<br />
23
Parte Segunda:<br />
Primavera sin sueño o el Cristo de Esquipulas<br />
Esc<strong>en</strong>a 6:<br />
Misma habitación de la esc<strong>en</strong>a 2. Ernesto está tumbado <strong>en</strong> la cama<br />
desnudo contemplando como Julia Mejías se viste. La luz del sol <strong>en</strong>tre por<br />
la v<strong>en</strong>tana.<br />
Ernesto.- “Niña mor<strong>en</strong>a y ágil, el sol que hace las frutas,<br />
el que cuaja los trigos, el que tuerce las algas,<br />
hizo tu cuerpo alegre, tus luminosos ojos<br />
y tu boca que ti<strong>en</strong>e la sonrisa del agua.”<br />
Julia.- Ay, Ernesto, ¿de dónde sacaste esos versos?<br />
Ernesto.- Me los regaló Neruda.<br />
“Un sol negro y ansioso se te arrolla <strong>en</strong> las hebras<br />
de la negra mel<strong>en</strong>a, cuando estiras los brazos.<br />
Tú juegas con el sol como con un estero<br />
y él te deja <strong>en</strong> los ojos dos oscuros remansos.”<br />
Julia.- Naciste poeta del cuerpo de la mujer y nosotras sólo podemos<br />
r<strong>en</strong>dirnos <strong>en</strong> tu lecho, ladrón.<br />
Ernesto.- “Niña mor<strong>en</strong>a y ágil, nada hacia ti me acerca.<br />
Todo de ti me aleja, como del mediodía.<br />
Eres la delirante juv<strong>en</strong>tud de la abeja,<br />
la embriaguez de la ola, la fuerza de la espiga.”<br />
Julia.- ¿Ya te estás despidi<strong>en</strong>do?<br />
Ernesto.- Sos vos la que se aleja.<br />
“Mi corazón sombrío te busca, sin embargo,<br />
y amo tu cuerpo alegre, tu voz suelta y delgada.<br />
Mariposa mor<strong>en</strong>a dulce y definitiva,<br />
como el trigal y el sol, la amapola y el agua.”<br />
Julia.- ¿Terminaste de refrotar tus versos?<br />
Ernesto.- Y tú de cubrir tu cuerpo.<br />
Julia.- Me voy. Ya nos veremos.<br />
Ernesto.- Espera. ¿Cuándo podemos volver a vernos?<br />
Julia.- Ya lo sabes. Me voy un tiempo a Petén.<br />
Ernesto.- Arréglame los papeles y estoy allí <strong>en</strong> cuanto me lo pidas.<br />
Julia.- Lo int<strong>en</strong>taré. Seguro que nos haces falta.<br />
Ernesto.- Quiero ir, quiero seguirte, ir, trabajar de médico, hacerte el<br />
amor, quiero seguirte.<br />
Julia.- A lo mejor es más fácil conseguir las cosas donde se necesitan.<br />
Lo que <strong>en</strong> el Ministerio es imposible <strong>en</strong> un hospital necesitado<br />
puede ser sólo firmar un papel sin importancia.<br />
Ernesto.- ¿Sabré de ti?<br />
24
Julia.- Claro, mi amor.<br />
Algui<strong>en</strong> golpea con los nudillos <strong>en</strong> la puerta.<br />
Ernesto.- ¿Quién va?<br />
Rojo.- Somos nosotros, tus compañeros.<br />
Ernesto.- Avanti popolo.<br />
Rojo y Gualo abr<strong>en</strong> la puerta. Rojo le tira su chompa sobre el cuerpo<br />
desnudo de Ernesto.<br />
Rojo.- No quería molestar.<br />
Ernesto.- Tú nunca molestas.<br />
Rojo.- No sé si Julia p<strong>en</strong>saría lo mismo.<br />
Julia.- Ya me iba.<br />
Gualo.- Este cuarto a veces parece el camarote de los hermanos Marx.<br />
Rojo.- No se vaya, <strong>en</strong>fermera. Yo también t<strong>en</strong>go una urg<strong>en</strong>cia.<br />
Gualo.- Sí, trem<strong>en</strong>do dolor de cont<strong>en</strong>ción <strong>en</strong> la <strong>en</strong>trepierna.<br />
Julia.- Haré como que no le he oído.<br />
Ernesto.- No sean vulgares, camaradas.<br />
Gualo.- El poder de tus ojos, Julia, puede sacar lo peor y lo mejor que<br />
hay <strong>en</strong> mí.<br />
Ernesto.- No hace falta que saque nada. Ni lo bu<strong>en</strong>o ni lo malo.<br />
Julia.- Caballeros arg<strong>en</strong>tinos…<br />
Gualo y Rojo se apartan. Julia sale <strong>en</strong>tre ellos.<br />
Rojo.- A sus pies.<br />
Gualo.- Besando, besando sus pies.<br />
Julia.- Adios, Ernesto, te escribiré.<br />
Julia lanza un beso con la palma de la mano, Ernesto lo recoge y se lo<br />
devuelve. Julia sale y cierra la puerta tras de sí.<br />
Gualo.- Qué suerte ti<strong>en</strong>es, cabrón.<br />
Rojo.- La suerte no existe o te la trabajas o se fue con otro.<br />
Gualo.- Pues yo me esfuerzo y no hay manera de coger.<br />
Ernesto.- Porque eres un bruto previsible. Y se te ve v<strong>en</strong>ir a mil leguas<br />
de distancia.<br />
Ernesto comi<strong>en</strong>za a vestirse.<br />
25
Rojo.- Hablando de líos previsibles, ¿sabes quién salía cuando<br />
nosotros <strong>en</strong>trábamos?<br />
Gualo.- La indita Hilda. Un día de estos te pillará con otra y te hará<br />
trem<strong>en</strong>da esc<strong>en</strong>a.<br />
Ernesto.- No sé porqué. No somos novios. Ella sabe bi<strong>en</strong> qué hago. Nos<br />
gusta platicar de política, somos amigos, eso es todo.<br />
Gualo.- Seguro. Pero ella está <strong>en</strong>amorada de ti.<br />
Ernesto.- No lo creo.<br />
Gualo.- Porque no lo quieres creer.<br />
Ernesto.- Y quién os dio el velorio <strong>en</strong> este <strong>en</strong>tierro.<br />
Rojo.- Somos amigos, Ernesto. Sólo es por com<strong>en</strong>tar. Además<br />
v<strong>en</strong>íamos a decirte que estamos p<strong>en</strong>sando <strong>en</strong> marcharnos.<br />
Ernesto.- ¿De <strong>Guatemala</strong>?<br />
Rojo.- Sí. No hay trabajo, no nos dejan colaborar. Los arg<strong>en</strong>tinos les<br />
provocamos…, no sé, desconfianza. Y las cosas se están<br />
torci<strong>en</strong>do…<br />
Ernesto.- Lo decís por los voceros de la pr<strong>en</strong>sa y la radio fascista. No sé<br />
cómo los toleran.<br />
Gualo.- Es una democracia. Habrá que aguantarse.<br />
Ernesto.- Pero cuando estaban ellos gobernando qué pr<strong>en</strong>sa permitían.<br />
Gualo.- Ninguna.<br />
Ernesto.- Y ahora hay que aguantarles mi<strong>en</strong>tras trabajan para destruir el<br />
régim<strong>en</strong>. Si yo fuera Arb<strong>en</strong>z…, está claro que no soy Arb<strong>en</strong>z.<br />
Rojo.- Está claro.<br />
Gualo.- Pues yo creo que te das un aire.<br />
Rojo.- Si Arb<strong>en</strong>z fuera Perón…<br />
Ernesto.- No pi<strong>en</strong>so discutir otra vez contigo sobre Perón.<br />
Rojo.- Porque siempre eres muy negativo, tan radical, hay que<br />
<strong>en</strong>t<strong>en</strong>der los puntos intermedios.<br />
Ernesto.- ¿Qué puntos intermedios? Los que hac<strong>en</strong> que <strong>Guatemala</strong>, por<br />
int<strong>en</strong>tar llevarse bi<strong>en</strong> con todos, se esté y<strong>en</strong>do al carajo.<br />
Gualo.- En eso Ernesto ti<strong>en</strong>e razón. La Yuma y la CIA le están<br />
montando tranquilam<strong>en</strong>te a Arb<strong>en</strong>z el <strong>en</strong>emigo, un ejército<br />
contrarrevolucionario armado por ellos que se <strong>en</strong>tr<strong>en</strong>a hasta<br />
nueva ord<strong>en</strong> <strong>en</strong> Honduras y Nicaragua. Y t<strong>en</strong>emos que hacer<br />
como que no lo vemos y poner bu<strong>en</strong>as caras a los yanquis y al<br />
Tacho Somoza mi<strong>en</strong>tras preparan su of<strong>en</strong>siva.<br />
Rojo.- Y todo eso ¿qué ti<strong>en</strong>e que ver con Perón?<br />
Ernesto.- Ya te he dicho que no quiero discutir hoy sobre Perón y m<strong>en</strong>os<br />
con un arg<strong>en</strong>tino.<br />
Rojo.- Pues yo creo que es <strong>en</strong> Arg<strong>en</strong>tina donde debemos estar.<br />
Ernesto.- Al amparo de nuestros papuchis.<br />
Rojo.- No te hagas el gachupín.<br />
26
Ernesto ha terminado de vestirse.<br />
Ernesto.- Bu<strong>en</strong>o, ¿y ahora dónde vamos?<br />
Gualo.- El estadio de béisbol nos está esperando.<br />
Rojo.- Pero no creo que Ernesto quiera ir a ver semejante influ<strong>en</strong>cia<br />
yanqui.<br />
Ernesto.- El béisbol me gusta, ya lo sabes. Ves como no siempre soy tan<br />
radical.<br />
Todos sal<strong>en</strong>.<br />
Oscuro.<br />
27
Esc<strong>en</strong>a 7:<br />
Otra habitación de fonda. En una de las dos camas yace, retorciéndose de<br />
dolor, Che-che Vega. En las paredes una bandera comunista, una foto de<br />
un jov<strong>en</strong> Fidel Castro y un Cristo de Esquipulas. Ñico permanece de pie<br />
mi<strong>en</strong>tras Ernesto s<strong>en</strong>tado <strong>en</strong> la cama ati<strong>en</strong>de a Che-che.<br />
Ernesto.- No me seas huevón, Che-che, y aguanta a que la medicina<br />
haga su efecto.<br />
Che-che.- Eso es fácil de decir. Tú no ti<strong>en</strong>es este furioso dolor de<br />
estómago.<br />
Ñico.- Bu<strong>en</strong>o, Ernesto ti<strong>en</strong>e lo suyo con el asma.<br />
Ernesto.- Ti<strong>en</strong>es que contarme un secreto. Ti<strong>en</strong>es que decirme a qué<br />
vi<strong>en</strong>e eso de Che-che. Ni que fueras arg<strong>en</strong>tino.<br />
Che-che.- Esto… che, dic<strong>en</strong> que decía che-che para todo, como muletilla.<br />
Yo no creo que fuera así, pero dic<strong>en</strong> que lo decía así que todo<br />
el mundo pasó a llamarme Che-che. Si quieres te lo regalo.<br />
Ernesto.- ¿Por qué dices eso, ché?<br />
Che-che.- Porque tú sí que lo que dices y eres arg<strong>en</strong>tino. Tú podrías ser<br />
Che <strong>Guevara</strong> el arg<strong>en</strong>tino.<br />
Ernesto.- Yo soy Fuser o lo era para mis amigos. Pero me gusta eso de<br />
Che <strong>Guevara</strong>.<br />
Ñico.- ¿Y de dónde vi<strong>en</strong>e Fuser?<br />
Ernesto.- Es cu<strong>en</strong>to largo. Che-che, te debo una.<br />
Che-che.- ¿Por qué?<br />
Ernesto.- Porque estoy ejerci<strong>en</strong>do de médico por primera vez desde que<br />
llegué a <strong>Guatemala</strong>. Estaba desesperado.<br />
Ñico.- Puedes seguir desesperado. No t<strong>en</strong>emos con qué pagarte.<br />
Ernesto.- No hace falta. O sí, pero no importa.<br />
Ñico.- ¿Cómo estás de dinero?<br />
Ernesto.- Ni un clavel.<br />
Ñico.- Me han ofrecido algo y te puede interesar.<br />
Ernesto.- V<strong>en</strong>der claveles.<br />
Ñico.- Casi, casi. V<strong>en</strong>der cristos.<br />
Ernesto.- Estás loco, vos.<br />
Ñico.- Debiera.<br />
Va a la pared y toma el Cristo de Esquipulas <strong>en</strong>tre las manos.<br />
¿Ves esta figurita?<br />
Ernesto.- Está por todas partes.<br />
Ñico.- Porque le ti<strong>en</strong><strong>en</strong> mucha devoción. Me han ofrecido v<strong>en</strong>derla<br />
por las calles.<br />
Ernesto.- Ext<strong>en</strong>di<strong>en</strong>do el opio del pueblo.<br />
28
Ñico.- Faltando el pan a veces se necesita un poco de opio. Dic<strong>en</strong> que<br />
es muy milagrera. Y por la cara de Che-che, que va mejorando,<br />
débelo de ser.<br />
Ernesto.- O sea que yo no hice nada por nuestro amigo.<br />
Ñico.- Has sido el instrum<strong>en</strong>to a través del cual el Cristo hizo el<br />
milagro.<br />
Ernesto.- Amén.<br />
Ñico.- No, <strong>en</strong> serio, el sigui<strong>en</strong>te milagro del Cristo será sacarnos de la<br />
hambruna.<br />
Ernesto.- Y me ves a mí v<strong>en</strong>di<strong>en</strong>do cristos.<br />
Ñico.- Por supuesto, si hasta te pareces un poco.<br />
Ernesto.- No seas guasón.<br />
Ñico.- Mira, se hace así: Señoras y señores, no lo pi<strong>en</strong>s<strong>en</strong> más,<br />
ustedes necesitan al gran protector. Es el Cristo de Esquipulas,<br />
el que más milagros ti<strong>en</strong>e certificados <strong>en</strong> toda <strong>Guatemala</strong>. En<br />
estos tiempos de incertidumbre es cuando más se necesita.<br />
Cada casa y cada hogar son su casa y su hogar. Pero deb<strong>en</strong><br />
abrirle la puerta…<br />
Ernesto.- Déjame probar.<br />
Ernesto sujeta al Cristo <strong>en</strong> la mano izquierda.<br />
Hombres y mujeres, querido pueblo, necesitáis un guía que<br />
conduzca vuestra historia…<br />
Ñico.- Hombre, eso su<strong>en</strong>a a otra retórica, pero puede funcionar.<br />
Los dos rí<strong>en</strong>.<br />
Che-che.- Sois unos cabrones. Ahí ri<strong>en</strong>do mi<strong>en</strong>tras un servidor está a las<br />
puertas del otro barrio.<br />
Ernesto.- No te preocupes. El Cristo de Estipulas y la revolución velarán<br />
por ti.<br />
Ñico.- Por cierto, Ernesto, nosotros estamos esperando instrucciones<br />
de oposición anti-Batista para trasladarnos a México. Creo que<br />
se va preparar una bu<strong>en</strong>a revolución <strong>en</strong> Cuba. ¿Por qué no te<br />
vi<strong>en</strong>es?<br />
Ernesto mira la foto de Fidel.<br />
Ernesto.- ¿Es éste?<br />
Ñico.- Él es, Fidel Castro, nuestro gran camarada. Estoy seguro que<br />
haríais bu<strong>en</strong>as migas.<br />
Che-che.- Sobre todo con su hermano Raúl, es un comunista conv<strong>en</strong>cido.<br />
Ernesto.- ¿Y Fidel?<br />
29
Ñico.- Fidel dice que primero has que derrocar a Batista. Que no es<br />
tiempo de mostrar todas las cartas sino de jugar todas las bazas.<br />
Hizo una gran jugada con el asalto de Moncada. Llamó la<br />
at<strong>en</strong>ción y el régim<strong>en</strong> al final tuvo que soltarlo al exilio.<br />
Ernesto.- Parece un bu<strong>en</strong> tipo. Un tipo directo.<br />
Ñico.- Lo es.<br />
Ernesto.- Decidme cuando os vayáis y a lo mejor me incorporo. Pero<br />
todavía quiero darle una oportunidad a la Primavera de<br />
<strong>Guatemala</strong>, una vez que hemos pasado el pl<strong>en</strong>o invierno.<br />
Ñico.- Aquí se están poni<strong>en</strong>do muy mal las cosas y no veo al Capitán<br />
con fuerzas para dirigir el barco.<br />
Ernesto.- Tampoco es el mom<strong>en</strong>to de abandonar la nave como una rata.<br />
Y más contando con el Cristo.<br />
Vuelv<strong>en</strong> a reir.<br />
Oscuro.<br />
30
Esc<strong>en</strong>a 8:<br />
Plaza <strong>en</strong> la ciudad de <strong>Guatemala</strong>. Rojo, Ernesto y Gualo están s<strong>en</strong>tados <strong>en</strong><br />
un banco comi<strong>en</strong>do algo.<br />
Gualo.- No me lo puedo creer. Así que ahora vives de v<strong>en</strong>der figuritas.<br />
Ernesto.- Si me ofreces algo mejor…<br />
Gualo.- Volver a la Arg<strong>en</strong>tina.<br />
Ernesto.- No quiero r<strong>en</strong>unciar y vos tampoco deberías hacerlo.<br />
Pasa un hombre blanco trajeado cerca de ellos.<br />
Rojo.- Habéis visto a ése.<br />
Gualo.- Sí, ¿por?<br />
Rojo.- Es pájaro malo, cunde mucho y yo diría que es un ag<strong>en</strong>te de<br />
Allan Dulles.<br />
Gualo.- ¿Y quién es Dulles?<br />
Rojo.- El jefe de la CIA, el hermano de John Dulles, el jefe de la<br />
Yuma. Son tan descarados. No ti<strong>en</strong><strong>en</strong> ninguna prev<strong>en</strong>ción.<br />
Trabajan con todo desparpajo desde d<strong>en</strong>tro y desde fuera para<br />
tumbar el proceso democrático.<br />
Ernesto.- Por eso no nos podemos ir ahora. Hay que ayudar a resistir. O<br />
el ejemplo guatemalteco se irá a la mierda <strong>en</strong> m<strong>en</strong>os que canta<br />
un gallo.<br />
Rojo.- Pero si tú mismo dices que son demasiado blandos.<br />
Gualo.- Además no nos dejan participar.<br />
Ernesto.- Pero era una posibilidad, un ejemplo. Un levantami<strong>en</strong>to<br />
popular democrático que destierra los dictadorzuelos pagados<br />
por el norte, que les expropia las tierras y los privilegios<br />
obt<strong>en</strong>idos fraudul<strong>en</strong>tam<strong>en</strong>te por la United Fruit Company. Que<br />
mira con simpatía a los movimi<strong>en</strong>tos proletarios. Eso es un<br />
ejemplo para el contin<strong>en</strong>te. La posibilidad de una revolución<br />
democrática, aunque no crea <strong>en</strong> ella, es de mom<strong>en</strong>to una<br />
posibilidad.<br />
Rojo.- Vos lo dijiste, una posibilidad que se están <strong>en</strong>cargando que se<br />
vaya al carajo.<br />
Llegan Valdo y Luzmila.<br />
Valdo.- Hola, muchachos.<br />
Gualo.- Bu<strong>en</strong>os días, preciosidad. Y no lo digo por ti, Valdo.<br />
Luzmila.- Bu<strong>en</strong>os días.<br />
Valdo.- Les invitamos a un café.<br />
Rojo.- M<strong>en</strong>os mal que nos quedan amigos con posibles.<br />
31
Ernesto.- Si nos invitáis a un café es que t<strong>en</strong>éis algo que decirnos.<br />
Gualo.- ¿Estáis embarazados?<br />
Valdo.- No es eso.<br />
Luzmila.- Me estáis poni<strong>en</strong>do colorada.<br />
Valdo.- He conseguido un traslado. Nos volvemos a la Arg<strong>en</strong>tina, che.<br />
Ernesto.- Otros que desertan.<br />
Luzmila.- ¿Por qué dices eso?<br />
Ernesto.- Porque es verdad. Os vais porque las cosas se están poni<strong>en</strong>do<br />
mal. ¿O no? Sed sinceros.<br />
Valdo.- Bu<strong>en</strong>o, creemos que podemos hacer una bu<strong>en</strong>a misión desde<br />
allí.<br />
Luzmila.- <strong>Guatemala</strong> necesita qui<strong>en</strong> la defi<strong>en</strong>da allí afuera. La cancillería<br />
yanqui está haci<strong>en</strong>do todo lo que puede para desacreditarnos,<br />
para poner a todo el mundo <strong>en</strong> nuestra contra. En la OEA solo<br />
Arg<strong>en</strong>tina y México parec<strong>en</strong> aguantar las presiones para que<br />
<strong>Guatemala</strong> no reciba una cond<strong>en</strong>a. Dic<strong>en</strong> que está importando<br />
armas secretam<strong>en</strong>te desde la URSS.<br />
Ernesto.- Bu<strong>en</strong>o, pues nada. Iros todos, pero cuando esto se acabe no<br />
soltéis ni una lágrima. No merecéis quedar ap<strong>en</strong>ados.<br />
Ernesto se aleja.<br />
Rojo.- Pero Ernesto, ¿dónde vas?<br />
Ernesto.- No t<strong>en</strong>go ganas de tomar café. No me s<strong>en</strong>taría bi<strong>en</strong>.<br />
Ernesto sale.<br />
Valdo.- No lo <strong>en</strong>ti<strong>en</strong>do. ¿En que le hemos of<strong>en</strong>dido?<br />
Gualo.- Ya lo conoces. Para él todo es blanco o negro. No soporta el<br />
gris.<br />
Luzmila.- Pues a veces puede ser muy irritante y muy injusto.<br />
Rojo.- Es como es.<br />
Oscuro.<br />
32
Esc<strong>en</strong>a 9:<br />
Dormitorio amplio con una sola cama. En ella está tumbado Che-che.<br />
Ernesto está con un estetoscopio. El<strong>en</strong>a Leiva y Hilda Gadea están<br />
s<strong>en</strong>tadas <strong>en</strong> dos sillas.<br />
Ernesto.- El<strong>en</strong>a, has sido muy g<strong>en</strong>erosa recogi<strong>en</strong>do a este truhán <strong>en</strong> tu<br />
casa.<br />
El<strong>en</strong>a.- Es bu<strong>en</strong>a g<strong>en</strong>te y no podía dejarlo <strong>en</strong>fermo <strong>en</strong> la calle. ¿Dónde<br />
quedaría si no mi compromiso?<br />
Ernesto.- Che-che, pórtate bi<strong>en</strong> o te las verás conmigo.<br />
Che-che.- Agua, arroz y sueño. Es todo lo que voy a necesitar. Agua,<br />
arroz y sueño.<br />
Hilda.- Ernesto, t<strong>en</strong>go bu<strong>en</strong>as noticias para ti. Estuve hablando con el<br />
doctor Velasco, le hablé de ti y ha aceptado darte trabajo <strong>en</strong> su<br />
laboratorio.<br />
El<strong>en</strong>a.- ¡Qué bi<strong>en</strong>, Ernesto! ¿No dices nada?<br />
Ernesto.- Qué voy a decir. Gracias…, supongo. No, de verdad, gracias.<br />
Pero llevo tanto tiempo esperando el poder ejercer <strong>en</strong> lo que<br />
me gustaría y no pudi<strong>en</strong>do.<br />
Hilda.- No te <strong>en</strong>ti<strong>en</strong>do. Es un trabajo casi de doctor. Está haci<strong>en</strong>do<br />
estudios sobre la malaria. Tú querías trabajar sobre las<br />
<strong>en</strong>fermedades contagiosas. Creía que te traía una noticia<br />
bomba y casi no te importa.<br />
Ernesto.- Es un trabajo de rata de laboratorio. Nada que ver con tratar a<br />
los paci<strong>en</strong>tes.<br />
Che-che.- Ernesto.<br />
Ernesto.- Perdona, Hilda. De verdad que te lo agradezco mucho. Mañana<br />
mismo estoy donde sea y trabajo como el primer fanático. Pero<br />
es que llevo tanto tiempo esperando, estos meses se están<br />
haci<strong>en</strong>do tan largos, tan frustrantes… Ya me has visto<br />
v<strong>en</strong>di<strong>en</strong>do cristos…<br />
Hilda.- Precisam<strong>en</strong>te. Este es un paso <strong>en</strong> la bu<strong>en</strong>a dirección. Un<br />
tiempo trabajando <strong>en</strong> el laboratorio te hará acercarte a la<br />
profesión.<br />
Ernesto.- Claro que sí.<br />
El<strong>en</strong>a.- Por otro lado si le hubieras hecho caso a Edelberto.<br />
Ernesto.- Eso está fuera de toda discusión.<br />
Che-che.- ¿Qué pasó?<br />
El<strong>en</strong>a.- Edelberto le pidió que se afiliara al Partido Guatemalteco de<br />
los Trabajadores para conseguirle el permiso para ejercer la<br />
medicina.<br />
Che-che.- Pero tú eres comunista, Ernesto. ¿Qué problema había?<br />
33
Ernesto.- Precisam<strong>en</strong>te por eso. Me ha costado mucho llegar a mi<br />
conv<strong>en</strong>cimi<strong>en</strong>to de ser un aut<strong>en</strong>tico comunista revolucionario.<br />
No ha sido fácil llegar ahí. Lo llevo p<strong>en</strong>sando mucho tiempo.<br />
Y ahora que ya he dado el paso. Aquí y aquí.<br />
Dice señalándose el corazón y la cabeza.<br />
No voy a traicionarles aceptando afiliarme a cambio de una<br />
comp<strong>en</strong>sación personal.<br />
Hilda.- Eres imposible. No se puede ser tan radical.<br />
Ernesto.- No se puede ser comunista sin ser radical.<br />
Hilda.- Hay que aceptar la realidad.<br />
Ernesto.- Para trasformarla.<br />
Hilda.- Claro que sí. Pero como vamos a trasformarla si la hacemos<br />
imposible.<br />
Ernesto.- Hay que creer que lo imposible es posible. Un hombre nuevo<br />
ti<strong>en</strong>e que ser posible <strong>en</strong> una sociedad nueva, igualitaria,<br />
socialista, universal.<br />
Hilda.- Estamos totalm<strong>en</strong>te de acuerdo, pero para conseguirlo hay que<br />
<strong>en</strong>contrar la manera, se puede pactar con el otro.<br />
Ernesto.- Al <strong>en</strong>emigo ni agua. Eso es lo que estoy apr<strong>en</strong>di<strong>en</strong>do <strong>en</strong><br />
<strong>Guatemala</strong>. Todo son int<strong>en</strong>tos de cont<strong>en</strong>tar a todo el mundo.<br />
¿Cómo se puede hacer una revolución y no <strong>en</strong>fadar a los<br />
jerarcas, a la Iglesia, a los latifundistas, a los Estados Unidos?<br />
El<strong>en</strong>a.- Pero están <strong>en</strong>fadados, ¿o es que no les oyes?<br />
Ernesto.- Y se les tolera el <strong>en</strong>fado. Esto no es una revolución.<br />
El<strong>en</strong>a.- No, claro que no, es un proceso democrático y social.<br />
Ernesto.- Eso es lo que me parecía. Y va a terminar fatal. Porque no se<br />
quiere parar los pies a qui<strong>en</strong> hace falta.<br />
Hilda.- Ernesto, se está int<strong>en</strong>tando. Arb<strong>en</strong>z es sincero, yo lo conozco.<br />
La g<strong>en</strong>te se levanto <strong>en</strong> primavera y este país no ha conocido<br />
una sociedad tan justa como la que está construy<strong>en</strong>do nunca.<br />
Ernesto.- Pero no es sufici<strong>en</strong>te. No pi<strong>en</strong>san dejar al país <strong>en</strong> paz. O es que<br />
no lees a la pr<strong>en</strong>sa amarilla, las radios v<strong>en</strong>didas, lo que se dice<br />
de <strong>Guatemala</strong> <strong>en</strong> los foros internacionales.<br />
Hilda.- ¿Y cómo lo harías tú?<br />
Ernesto.- No hay sociedad nueva sin hombres nuevos. Hay que luchar<br />
desde tu corazón y desde tu fuerza. Yo daría armas al pueblo<br />
para luchar. Prohibiría la pr<strong>en</strong>sa hostil. Encerraría a los<br />
opositores destacados. Expulsaría a tanto ag<strong>en</strong>te yanqui.<br />
Rompería relaciones con la OEA y buscaría mis alianzas con<br />
el bloque soviético. ¿De qué les sirve declararse<br />
socialdemócratas si les acusan de comunistas igual? ¿Para qué<br />
34
def<strong>en</strong>der una democracia que tus <strong>en</strong>emigos van a usar para<br />
hundirte?<br />
El<strong>en</strong>a.- Porque la democracia es bu<strong>en</strong>a por sí misma. Permite a las<br />
g<strong>en</strong>tes participar.<br />
Ernesto.- Hace falta dar un paso más allá. La democracia es el <strong>en</strong>gaño<br />
del Capitalismo <strong>en</strong> las sociedades occid<strong>en</strong>tales para<br />
<strong>en</strong>mascarar el gobierno de los oligarcas. ¿O es que creéis que<br />
<strong>en</strong> Norteamérica gobierna el pueblo? Lo preside un g<strong>en</strong>eral y<br />
se sirve de la CIA, el FBI y la Banca. Y no hay más, no hay<br />
más.<br />
Sil<strong>en</strong>cio.<br />
Che-che.- Ha pasado un ángel.<br />
Ernesto.- Hilda, disculpa. Y gracias. Mañana iré a ver al doctor. Muchas<br />
gracias.<br />
Hilda se levanta y besa a Ernesto <strong>en</strong> los labios.<br />
Hilda.- Perdonad.<br />
Sale corri<strong>en</strong>do.<br />
Oscuro.<br />
35
Esc<strong>en</strong>a 10:<br />
Calle <strong>en</strong> la ciudad de <strong>Guatemala</strong>, al lado de una estación de autobuses.<br />
Hilda y White esperan con un coche. Ernesto y Julia llegan portando<br />
s<strong>en</strong>das mochilas.<br />
White.- ¿Qué tal, pareja?<br />
Julia.- Bi<strong>en</strong>. El viaje ha ido bi<strong>en</strong>.<br />
Ernesto.- Sí, solo hemos estado a punto de salirnos de las pistas media<br />
doc<strong>en</strong>a de veces.<br />
Hilda.- ¿Has invertido bi<strong>en</strong> el dinero que ganaste <strong>en</strong> el trabajo que te<br />
conseguí?<br />
Ernesto.- Ya sabes las ganas que t<strong>en</strong>ía por ir a Petén. Y el paisaje, la<br />
zona, la g<strong>en</strong>te, no me han defraudado. Ojalá pueda regresar<br />
pronto para trabajar como médico.<br />
Hilda.- No te preocupes, seguro que tu amiguita está trabajando<br />
duram<strong>en</strong>te por conseguirlo.<br />
Ernesto.- ¿Y ese tono?<br />
Hilda.- ¿Qué tono?<br />
Ernesto.- Hilda, que nos conocemos. Estás <strong>en</strong>fadada.<br />
Hilda.- ¿Por qué no había de estarlo? Te consigo un trabajo y al mes lo<br />
abandonas para seguir unas faldas.<br />
Ernesto.- No <strong>en</strong>ti<strong>en</strong>do <strong>en</strong> una comunista ese <strong>en</strong>orme s<strong>en</strong>tido de la<br />
propiedad.<br />
Hilda.- Eso ha sido un golpe bajo.<br />
Julia.- ¿Nos vamos?<br />
Hilda.- Tú, cállate, buscona.<br />
Julia.- Eso no me lo repites.<br />
Hilda.- Barragana.<br />
Julia se lanza a los pelos de Hilda. Hilda la agarra del cuello.<br />
White.- Basta, señoras.<br />
Ernesto.- Esto no debería estar pasando.<br />
White agarra a Hilda y Ernesto a Julia. Int<strong>en</strong>tan separarlas. Llega un<br />
fuerte canto religioso. Un procesión de Semana Santa acarrea un paso con<br />
el Cristo de Esquipulas. La procesión la preside un obispo y se deti<strong>en</strong>e<br />
junto al grupo de Ernesto. Estos dejan de pelear.<br />
Obispo.- Cristianos, debemos rezar por el fin de estos tiempos<br />
blasfemos. Acercaos al Salvador y el os protegerá. Alejaos de<br />
la Santa Madre Iglesia y el Señor os castigará con la<br />
excomunión y el abandono. Las propuestas de este gobierno<br />
36
impío son como los cantos de sir<strong>en</strong>as, como las t<strong>en</strong>taciones de<br />
Satanás que sólo pued<strong>en</strong> conducirnos al infierno.<br />
Ernesto saca de su mochila un Cristo de Esquipulas y sujetándolo con la<br />
mano izquierda se adelanta al grupo procesional.<br />
Ernesto.- No le hagáis caso. Ese cuervo fariseo sí que es la voz de Satán.<br />
El comunismo clama por la fraternidad universal, por acabar<br />
con la explotación, porque todos seamos hermanos <strong>en</strong> el amor.<br />
El comunismo es la voz del Pueblo, el Pueblo que vio<br />
cond<strong>en</strong>ar al Cristo y no hizo nada, el Pueblo por el que murió<br />
<strong>en</strong> la cruz. Yo sí he escuchado el m<strong>en</strong>saje del Cristo y él os<br />
dice: luchad por vuestros derechos, no os dejéis avasallar. La<br />
revolución cristiana está siempre por llegar, t<strong>en</strong>éis que luchar<br />
por ella, <strong>en</strong> cada casa, <strong>en</strong> cada calle, <strong>en</strong> cada puesto de trabajo.<br />
Alzaos Pueblo contra la Gran M<strong>en</strong>tira y el Cristo os apoyará.<br />
Obispo.- Sois un <strong>en</strong>demoniado. No escuchéis sus ladinas palabras, es un<br />
sacrílego. Hacedle callar.<br />
Unos policías se dirig<strong>en</strong> hacia Ernesto. White, Hilda y Julia int<strong>en</strong>tan<br />
cont<strong>en</strong>er a Ernesto.<br />
Ernesto.- Yo soy la voz del Pueblo.<br />
Policías.- A ver, señores, docum<strong>en</strong>tación.<br />
White.- Perdon<strong>en</strong>, señores guardias su estado. Está un poco mamado,<br />
pero ya nos lo llevamos.<br />
Ernesto.- White, tu español es cada día más bu<strong>en</strong>o. ¡Que mueran todos<br />
los santurrones del Viejo Régim<strong>en</strong>!<br />
Hilda.- Disculp<strong>en</strong>, señores.<br />
Entre White y Hilda agarran a Ernesto. Julia le tapa la boca. Lo montan<br />
<strong>en</strong> el carro. Se van.<br />
Oscuro.<br />
37
Transición 2ª: Un delirio vietnamita.<br />
J. J. Wilson sale a esc<strong>en</strong>a vestido con unas bermudas, una camiseta rosa<br />
con el logo de Play Boy y unas gafas Ray Ban. Es el mismo actor que<br />
repres<strong>en</strong>ta al Ché.<br />
J. J. Wilson.- En su seudonovela “Nocilla dream”, Agustín Fernández<br />
Mallo escribe un relato sobre mí y hace unas cuantas<br />
conjeturas. Me llamo J. J. Wilson y estoy sobre mi<br />
tumba. Agustín dice que mi verdadero nombre es<br />
Ernesto, Ernesto <strong>Guevara</strong>. Cu<strong>en</strong>ta que yo planifiqué el<br />
montaje de mi teórica muerte para desaparecer y vivir<br />
plácidam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> Las Vegas. Plantea que mi compromiso<br />
revolucionario se trasformó <strong>en</strong> una plácida exist<strong>en</strong>cia de<br />
lujo, juego y putillas. Según él a mis 78 años me dejo<br />
conv<strong>en</strong>cer por mi jov<strong>en</strong>cita novia, Betty, para iniciar un<br />
viaje por Vietnam. Visito los templos budistas, los<br />
túneles del Vietcong, el mausoleo de Ho Chi Minh. Ho<br />
Chi Minh fue embalsamado, como L<strong>en</strong>in, Mao Zedong<br />
o Kim Il-Sung, pese a declarar numerosas veces que<br />
prefería ser incinerado y así favorecer la agricultura.<br />
Bu<strong>en</strong>o, Agustín, no dice nada del mausoleo de Ho Chi<br />
Minh, pero como todo bu<strong>en</strong> turista yo estuve allí vi<strong>en</strong>do<br />
el cuerpo y agradeci<strong>en</strong>do no ser otra de esas momias<br />
embalsamadas.<br />
El caso es que tras el cuarto templo budista decido<br />
cambiar a mi novia por una puta vietnamita. A decir de<br />
muchos, y no voy a ser yo qui<strong>en</strong> lo niegue, no hay placer<br />
comparable al que te pued<strong>en</strong> provocar una de esas<br />
criaturas vietnamitas. Me instalo <strong>en</strong> su guariche y pi<strong>en</strong>so<br />
que soy uno de esos turistas pervertidos que se<br />
confund<strong>en</strong> ya con el paisaje. Sonrío al ver que la<br />
camiseta con la efigie del Ché <strong>Guevara</strong> está allí, <strong>en</strong> sus<br />
mercadillos, como <strong>en</strong> cualquier otra parte del mundo. Al<br />
mirarme, como <strong>en</strong> un espejo, no me reconozco, pero me<br />
alegro de no ser más ese tipo embalsamado, eternam<strong>en</strong>te<br />
atrapado <strong>en</strong> un icono pop.<br />
Para darme un gusto decido comprarme estos bermudas<br />
floreados, esta camiseta de Play Boy y estas gafas de<br />
imitación. Estoy feliz, soy feliz. La estupidez humana ha<br />
alcanzado plac<strong>en</strong>teram<strong>en</strong>te la última sinapsis de mis<br />
38
J.J. Wilson tararea la canción.<br />
Oscuro.<br />
neuronas. Al salir cogidos por las caderas una<br />
motocicleta conducida por un niño nos arrolla. Flor de<br />
loto, me gustaba llamarla así, muere al instante. Mi<br />
muerte se produce 11 días después <strong>en</strong> un hospital de Las<br />
Vegas. Sobre la tumba una maquinita <strong>en</strong> la que<br />
depositas una moneda y su<strong>en</strong>a el “My way” de Sinatra.<br />
39
Parte Tercera:<br />
Verano yermo o el Sacrificio de un Pueblo<br />
Esc<strong>en</strong>a 11:<br />
Habitación de la p<strong>en</strong>sión de Ernesto. En la cama de la izquierda, bajo las<br />
sábanas Ernesto y Hilda.<br />
Hilda.- No sé que estoy haci<strong>en</strong>do aquí.<br />
Ernesto.- Satisfacer una necesidad.<br />
Hilda.- ¿Así de s<strong>en</strong>cillo?<br />
Ernesto.- Bu<strong>en</strong>o, tú querías…, yo he accedido… Somos personas adultas<br />
y responsables de lo que hacemos. ¿Qué problema hay?<br />
Hilda.- Tú ti<strong>en</strong>es una novia…, yo…<br />
Ernesto.- Julia no es mi novia.<br />
Hilda.- Yo estoy <strong>en</strong>amorada de ti y tú no.<br />
Ernesto.- Eso ocurre muy a m<strong>en</strong>udo. Las personas t<strong>en</strong>emos procesos<br />
distintos, objetivos distintos… A veces nos <strong>en</strong>contramos <strong>en</strong><br />
una misma acción por motivos que no coincid<strong>en</strong>, pero eso no<br />
impide que la acción t<strong>en</strong>ga lugar. Y esta acción ha sido<br />
agradable y plac<strong>en</strong>tera. ¿Qué más queremos?<br />
Hilda.- Y ahora te levantarás, te vestirás y te irás del país.<br />
Ernesto.- Sabes que t<strong>en</strong>go que r<strong>en</strong>ovar mi visa. Es sólo un viaje de<br />
circunstancias a la frontera con El Salvador.<br />
Hilda.- ¿Seguro?<br />
Ernesto.- No hay nada seguro <strong>en</strong> este mundo. No sé qué me voy a<br />
<strong>en</strong>contrar <strong>en</strong> el camino. No sé si los aduaneros me van a<br />
facilitar las cosas o las v<strong>en</strong> a volver imposibles. Hilda,<br />
nosotros nos <strong>en</strong>t<strong>en</strong>demos. T<strong>en</strong>emos el mismo espíritu rebelde,<br />
la misma ideología y ahora nos hemos acoyuntado juntos. Nos<br />
gustó, nos gustamos.<br />
Ernesto da un tierno beso <strong>en</strong> los labios a Hilda.<br />
Por eso sabemos que nuestro destino no está escrito, que<br />
lucharemos para que nos lleve donde t<strong>en</strong>emos previsto y que<br />
nuestro objetivo social está por <strong>en</strong>cima de nuestra demanda<br />
individual.<br />
Hilda.- Qué gran verborrea, chico.<br />
Ernesto.- No puedes pedirme que me quede o que condicione mi ansia<br />
de participar <strong>en</strong> la revolución p<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te por un estado<br />
s<strong>en</strong>tim<strong>en</strong>tal burgués de <strong>en</strong>amorami<strong>en</strong>to.<br />
Hilda.- Oye, che, cómo sois los arg<strong>en</strong>tinos. Ya lo <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dí. No soy una<br />
palurda. Ya me dijo El<strong>en</strong>a como erais. Siempre tan<br />
40
<strong>en</strong>amorados de vuestra palabra. Sois tan egocéntricos y<br />
seductores que no hay país americano donde os soport<strong>en</strong>.<br />
Ernesto.- Eso pi<strong>en</strong>sas.<br />
Hilda.- Te cu<strong>en</strong>to un chiste. ¿Cuál es el mejor negocio?<br />
Ernesto.- Comprar un arg<strong>en</strong>tino por lo que vale…<br />
Hilda.- Y v<strong>en</strong>derlo por lo que dice que vale.<br />
Ernesto.- Ya lo sabía. Es un tópico.<br />
Hilda.- Todo lo sabes tú. No me dejas ni contarte el chiste. Poner cara<br />
de sorpresa. Yo qué sé.<br />
Ernesto.- ¿Sabes qué no sé?<br />
Hilda.- No.<br />
Ernesto.- No sé cuánto puede dar de sí una mujer.<br />
Hilda.- No te <strong>en</strong>ti<strong>en</strong>do.<br />
Ernesto.- Sí, siempre me sorpr<strong>en</strong>de el grado de <strong>en</strong>trega más allá de toda<br />
lógica. A mí me llaman radical, pues las mujeres sois mucho<br />
más radicales. Todas estáis dispuestas a morir <strong>en</strong> def<strong>en</strong>sa de<br />
vuestro s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to.<br />
Hilda.- Madre mía, qué cosas ti<strong>en</strong>es. Un total y absoluto caballero<br />
boludo arg<strong>en</strong>tino.<br />
Ambos rí<strong>en</strong>. Luego se besan.<br />
Ernesto.- Aún quedan dos horas para que me vaya.<br />
Se miran a los ojos.<br />
¿Te gustó?<br />
Hilda.- ¿Y a ti?<br />
Ernesto.- Eres un cielo.<br />
Hilda.- Y tú un demonio.<br />
Ambos se met<strong>en</strong> jugando bajo las sábanas.<br />
Oscuro.<br />
41
Esc<strong>en</strong>a 12:<br />
Comedor <strong>en</strong> casa de El<strong>en</strong>a Leiva. En torno a la mesa El<strong>en</strong>a, Ñico, Che-che,<br />
y White. Están acabando de organizar una fiesta de cumpleaños.<br />
White.- ¿Ya está todo preparado?<br />
El<strong>en</strong>a.- Sólo nos falta lo fundam<strong>en</strong>tal. A ver cuando llegan.<br />
Ñico.- ¿Seguro que no sab<strong>en</strong> nada?<br />
El<strong>en</strong>a.- Es una fiesta sorpresa. Se supone.<br />
White.- ¿Te has <strong>en</strong>terado de la votación <strong>en</strong> la OEA?<br />
El<strong>en</strong>a.- Es una vergü<strong>en</strong>za.<br />
Che-che.- ¿Qué ha sucedido?<br />
El<strong>en</strong>a.- Permit<strong>en</strong> interv<strong>en</strong>ir <strong>en</strong> cualquier país que am<strong>en</strong>ace con<br />
convertirse <strong>en</strong> comunista.<br />
White.- Es evid<strong>en</strong>te que están p<strong>en</strong>sando <strong>en</strong> <strong>Guatemala</strong>. Hay un ejército<br />
de merc<strong>en</strong>arios <strong>en</strong> Honduras esperando la ord<strong>en</strong> para invadir el<br />
país.<br />
El<strong>en</strong>a.- Luego quier<strong>en</strong> que t<strong>en</strong>gamos confianza <strong>en</strong> las instituciones<br />
internacionales. Todo es un paripé donde Estados Unidos y la<br />
URSS se repart<strong>en</strong> la tarta del mundo.<br />
Su<strong>en</strong>a el timbre.<br />
Ñico.- Hablando de tarta. Ahí llega el que ha de soplar las velas de<br />
ésta.<br />
El<strong>en</strong>a se dirige a la puerta. Ñico <strong>en</strong>ci<strong>en</strong>de las velas. Entran Hilda y<br />
Ernesto mi<strong>en</strong>tras todos comi<strong>en</strong>zan a cantar el cumpleaños feliz. Ernesto<br />
sopla las velas.<br />
Ernesto.- Bu<strong>en</strong>o, bu<strong>en</strong>o, bu<strong>en</strong>o. Qué sorpresa. Si ni me acordaba que<br />
fuera mi cumpleaños.<br />
Hilda.- No seas m<strong>en</strong>tiroso.<br />
Ernesto.- O sea ¿que lo de antes debo <strong>en</strong>t<strong>en</strong>derlo como mi regalo de<br />
cumpleaños?<br />
Hilda.- No me hagas sonrojar.<br />
El<strong>en</strong>a está cortando la tarta.<br />
Ernesto.- Muchas gracias, El<strong>en</strong>a. Qué sería de los desplazados sin tus<br />
cuidados constantes. Sos toda una institución.<br />
Ñico y Che-che le dan un paquete.<br />
42
Ñico.- Felicidades, viejo.<br />
Che-che.- Esto es para que te ilustres.<br />
Ernesto lo agita.<br />
Ernesto.- ¿Qué será? ¿Un Cristo de Esquipulas?<br />
Ernesto lo abre y saca un libro.<br />
El libro rojo de Mao. Muy bonito. Ustedes quier<strong>en</strong> que me<br />
det<strong>en</strong>gan.<br />
Ñico.- Para que te ilustres.<br />
Che-che.- Es un regalo de despedida. No nos pued<strong>en</strong> pillar eso <strong>en</strong> la<br />
frontera mexicana.<br />
Ernesto.- Se largan.<br />
Ñico.- Nos reclaman. Es hora de int<strong>en</strong>tar otra rebelión.<br />
Ernesto.- ¿Seguro que no pued<strong>en</strong> esperar? Aquí se va a liar gorda <strong>en</strong><br />
muy poco tiempo.<br />
Vuelv<strong>en</strong> a llamar a la puerta. El<strong>en</strong>a abre. Entran Myrna y Edelberto<br />
Torres.<br />
Myrna.- Hola, El<strong>en</strong>a.<br />
El<strong>en</strong>a.- Hola, Myrna, Edelberto.<br />
Ernesto.- Vi<strong>en</strong><strong>en</strong> a celebrar mi cumpleaños.<br />
Edelberto.- Y a informarles. Ha habido un int<strong>en</strong>to de golpe contra Arb<strong>en</strong>z.<br />
Parece que la int<strong>en</strong>tona ha sido sofocada.<br />
White.- No pararán hasta lograrlo. Los yanquis, como ustedes dic<strong>en</strong>,<br />
mis compatriotas han decidido que el modelo guatemalteco les<br />
da miedo, prefier<strong>en</strong> un estado bananero más con un gorila <strong>en</strong> el<br />
gobierno dici<strong>en</strong>do que sí a todas sus pret<strong>en</strong>siones. Pero como<br />
van a t<strong>en</strong>er otra opinión si todo es un <strong>en</strong>tramado de posiciones.<br />
El Presid<strong>en</strong>te de la United Fruit Company es el jefe de la CIA.<br />
Son esos grupos los que hicieron presid<strong>en</strong>te a Eis<strong>en</strong>hower.<br />
Esto es un desastre, me da mucha vergü<strong>en</strong>za de mi país.<br />
Ernesto.- Bu<strong>en</strong>o, pero falta saber lo que opina el Pueblo.<br />
Myrna.- ¿Qué quieres decir?<br />
Ernesto.- Que el Pueblo de <strong>Guatemala</strong> puede seguir luchando por la<br />
revolución. Aquí fue un movimi<strong>en</strong>to popular el que cambió las<br />
cosas. Si se arma al Pueblo este puede organizar una bu<strong>en</strong>a<br />
resist<strong>en</strong>cia. Se trata de poner las cosas difíciles al Imperio. De<br />
no dejarse amedr<strong>en</strong>tar a la primera. ¿No, Edelberto?<br />
43
Edelberto.- No es tan s<strong>en</strong>cillo. Arb<strong>en</strong>z no quiere oír hablar de organizar<br />
unas brigadas populares. Le da miedo dar fusiles a g<strong>en</strong>te no<br />
preparada para el mando.<br />
Ernesto.- Muy típico de un militar. ¿Y quién ha int<strong>en</strong>tado el golpe? Sus<br />
amigos militares. Si no se arma al Pueblo será fácil revertir la<br />
situación, pero si se le dan armas… Mirad la resist<strong>en</strong>cia de la<br />
República Española.<br />
White.- ¿Y para qué sirvió? Para poner sobre la tierra española un<br />
millón de muerto. Un millón, se dice pronto.<br />
Ernesto.- Sirvió para resistir. Si no hay resist<strong>en</strong>cia, no hay pelea.<br />
Edelberto.- Ti<strong>en</strong>es razón, Ernesto. Y voy a seguir peleando porque nos<br />
dej<strong>en</strong> luchar. El Partido ti<strong>en</strong>e un montón de jóv<strong>en</strong>es queri<strong>en</strong>do<br />
alistarse. Hay que resistir.<br />
El<strong>en</strong>a ha servido vino <strong>en</strong> unas copas. Coge una de ellas.<br />
El<strong>en</strong>a.- Por <strong>Guatemala</strong>. Por su Pueblo.<br />
Todos cog<strong>en</strong> su copa y brindan.<br />
Todos.- Por <strong>Guatemala</strong>.<br />
Oscuro.<br />
44
Esc<strong>en</strong>a 13:<br />
Sonido de bombas que ca<strong>en</strong> y explotan. Cristales que vibran y se romp<strong>en</strong>.<br />
G<strong>en</strong>tes que gritan. Estamos <strong>en</strong> el despacho de Edelberto Torres <strong>en</strong> el<br />
Partido Guatemalteco de los Trabajadores. Las v<strong>en</strong>tanas han sido<br />
parapetadas con sacos terreros. Edelberto firma papeles <strong>en</strong> una mesa<br />
vestido con un mono que parece militar. Hay jaleo tras la puerta y<br />
finalm<strong>en</strong>te Ernesto <strong>en</strong>tra <strong>en</strong> el cuarto sin que lo pueda impedir un jov<strong>en</strong><br />
armado con un machete.<br />
Ernesto.- Edelberto, Edelberto. Diles que me dejas <strong>en</strong>trar.<br />
Edelberto.- Déjalo pasar.<br />
El muchacho se cuadra.<br />
Edelberto.- ¿Qué quieres? Como puedes oír no son mom<strong>en</strong>tos de grandes<br />
chácharas.<br />
Ernesto.- No he v<strong>en</strong>ido a platicar. ¿Dónde están las armas?<br />
Edelberto.- ¿Qué armas?<br />
Ernesto.- Las que sirvan para armar al Pueblo. No sirve que los niños<br />
cojan los machetes.<br />
Edelberto.- Déjanos solos.<br />
El muchacho sale.<br />
Cae otra bomba.<br />
No hay armas.<br />
Ni aviones. Están bombardeando a un país sin aviación militar.<br />
Ernesto.- Son aviones yanquis. Qué te esperabas.<br />
Edelberto.- Esto es una matanza injustificable y absurda.<br />
Ernesto.- ¿Qué hace el ejército?<br />
Edelberto.- Esperar <strong>en</strong> los cuarteles.<br />
Ernesto.- ¿Por qué no se toman los cuarteles?<br />
Edelberto.- El presid<strong>en</strong>te cree que sería una forma de increm<strong>en</strong>tar la<br />
sangría.<br />
Ernesto.- Pero la invasión se puede parar. Ti<strong>en</strong><strong>en</strong> que llegar por tierra.<br />
No les basta con tirar bombas desde los cielos.<br />
Edelberto.- El ejército está peleando contra Castillo Armas <strong>en</strong> el Este.<br />
Ernesto.- ¿Y tú te fías del ejército?<br />
Edelberto.- No hay más remedio. Se está organizando una brigada de<br />
apoyo popular. Se están movilizando a los reservistas. Hago lo<br />
que puedo…<br />
45
Ernesto.- No es sufici<strong>en</strong>te. Déjame ir. Dame un fusil, un cargo, un<br />
permiso. Quiero ir al fr<strong>en</strong>te.<br />
Edelberto.- No puedo.<br />
Ernesto.- Déjame pelear.<br />
Edelberto.- Eres médico.<br />
Cae otra bomba. Edelberto escribe <strong>en</strong> un papel sobre la mesa.<br />
Vete con este papel al hospital g<strong>en</strong>eral. Allí podrás ser de gran<br />
ayuda. Necesitamos personal sanitario más que ninguna otra<br />
cosa.<br />
Edelberto le pasa el papel sellado a Ernesto.<br />
Ernesto.- ¿No es irónico que t<strong>en</strong>ga que pasar esto para que por fin pueda<br />
ejercer la medicina <strong>en</strong> este país?<br />
Edelberto.- Vete sin demora. Y si las cosas se pon<strong>en</strong> peor refúgiate <strong>en</strong> la<br />
embajada arg<strong>en</strong>tina.<br />
Ernesto.- No ti<strong>en</strong>e s<strong>en</strong>tido. Esta aus<strong>en</strong>cia de batalla les da fuerza a los<br />
opresores. Los logros populares hay que batallarlos hasta el<br />
final. Hay que def<strong>en</strong>der palmo a palmo cada gramo de libertad<br />
y justicia arrebatados al gran capital. Hay que morir <strong>en</strong> el<br />
int<strong>en</strong>to.<br />
Edelberto.- Es lo que están haci<strong>en</strong>do. No los oyes morir,<br />
Ernesto.- Pero no así. No como corderos <strong>en</strong> el matadero.<br />
Edelberto.- Ve al hospital. Es una ord<strong>en</strong>.<br />
Ernesto.- ¿Cuánto se puede resistir?<br />
Edelberto.- Una semana, tal vez un mes. Si prolongamos la situación<br />
seguram<strong>en</strong>te se hará insost<strong>en</strong>ible para los yanquis.<br />
Ernesto.- El patio trasero. Somos su patio trasero. No nos dejarán <strong>en</strong> paz.<br />
Cae otra bomba.<br />
Oscuro.<br />
Está bi<strong>en</strong>. Iré al hospital.<br />
46
Esc<strong>en</strong>a 14:<br />
Calle <strong>en</strong> Ciudad de <strong>Guatemala</strong>. Hay un sil<strong>en</strong>cio excesivo. White espera<br />
inquieto pegado a un muro donde se puede leer: “La Primavera de<br />
<strong>Guatemala</strong> no morirá”. Ernesto llega caminando con paso nervioso pero<br />
cont<strong>en</strong>ido.<br />
Ernesto.- Harold.<br />
White.- Ernesto.<br />
Se abrazan.<br />
¿Dónde paras?<br />
Ernesto.- Donde puedo. Todavía libre. Mi pasaporte sigue sirvi<strong>en</strong>do para<br />
pasar los controles.<br />
White.- Han det<strong>en</strong>ido a Hilda. Estaba protegi<strong>en</strong>do a Edelberto. Los<br />
detuvieron a ambos.<br />
Ernesto.- No hay nada que hacer. He int<strong>en</strong>tado seguir mant<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do <strong>en</strong><br />
contacto a grupos de exiliados afines a la Primavera, pero los<br />
hombres de Castillo Armas lo controlan todo.<br />
White.- Jacobo dimitió. La cúpula militar se ha pasado a los<br />
subversivos. A Arb<strong>en</strong>z lo humillaron <strong>en</strong> el aeropuerto. Lo<br />
pusieron <strong>en</strong> paños m<strong>en</strong>ores, se dice así ¿no?, antes de<br />
mandarlo al exilio.<br />
Ernesto.- Todo ha sido una gran pantomima. Nadie se opuso con fuerza<br />
a la invasión. Los putos yanquis os habéis hecho con el control<br />
de todo sin mancharos un pelo.<br />
White.- El pescado está ya todo v<strong>en</strong>dido.<br />
Ernesto.- Lo v<strong>en</strong>dieron hace mucho. Todas esas campañas<br />
internacionales eran absurdas y m<strong>en</strong>tirosas, pero el mundo<br />
prefiere tragar m<strong>en</strong>tiras y mirar para otro lado. Luego los<br />
grupos de pr<strong>en</strong>sa, la iglesia, los que se decían la oposición<br />
democrática… Todos intoxicando día a día, día a día, sin que<br />
el gobierno hiciera nada para evitarlo.<br />
White.- El pez grande se comió al chico.<br />
Ernesto.- El pez chico pudo tratar de <strong>en</strong>v<strong>en</strong><strong>en</strong>ar al grande al ser tragado.<br />
Pudo llevar una bomba que estallase mi<strong>en</strong>tras era ingerido.<br />
Hay que cambiar de estrategia. No se puede ir de bu<strong>en</strong>o contra<br />
el Imperio.<br />
White.- En otra ocasión.<br />
Ernesto.- Es tan difícil que un pueblo alce una antorcha de libertad. Tan<br />
fácil arrancársela. Hay que hacer ext<strong>en</strong>der la llama, inc<strong>en</strong>diar<br />
la selva antes que controlar el fuego. Sólo un inc<strong>en</strong>dio puede<br />
cont<strong>en</strong>er al <strong>en</strong>emigo.<br />
47
White saca dos puros de su americana. Le pasa uno a Ernesto. Enci<strong>en</strong>d<strong>en</strong><br />
ambos.<br />
White.- Toma. Es cubano.<br />
Fuman.<br />
A Che-che lo t<strong>en</strong>go escondido.<br />
Ernesto.- Creí que ya se había ido.<br />
White.- Tal vez puedas hacer algo.<br />
Ernesto.- Puedo llevarlo conmigo a la embajada arg<strong>en</strong>tina. Y quedarnos<br />
allí los dos refugiados.<br />
White.- Será lo mejor para ambos.<br />
White le pasa una tarjeta a Ernesto.<br />
Este es el sitio. Mañana a las diez.<br />
Ernesto.- Está bu<strong>en</strong>o el puro.<br />
Pasa un todo-terr<strong>en</strong>o con militares. White hace como que explica el sitio a<br />
un turista.<br />
White.- Si sigues todo recto por ahí llegas a la catedral y el palacio<br />
presid<strong>en</strong>cial… Un lugar muy bonito.<br />
Ernesto.- Oh, sí, todo <strong>en</strong> este país es muy bonito.<br />
Desaparece la alarma.<br />
Harold, ¿sabes una cosa?<br />
White.- ¿Qué?<br />
Ernesto.- Durante mucho tiempo p<strong>en</strong>sé que eras una ag<strong>en</strong>te del imperio.<br />
White.- ¿Sabes, Ernesto? Yo, a veces lo sigo crey<strong>en</strong>do.<br />
Ernesto comi<strong>en</strong>za a reír y termina tosi<strong>en</strong>do, asmático.<br />
Oscuro.<br />
48
Esc<strong>en</strong>a 15:<br />
Mismo restaurante de la esc<strong>en</strong>a 4. Mismos manteles de hilo y cubiertos de<br />
plata. Mismo camarero. No hay parroquianos salvo Hilda, El<strong>en</strong>a y White<br />
s<strong>en</strong>tados <strong>en</strong> una mesa c<strong>en</strong>tral, vestidos con elegancia.<br />
El<strong>en</strong>a.- ¿No hay nada que hacer?<br />
White.- Nada. Castillo Armas se ha hecho ya con todo el poder. El<br />
gobierno de Jacobo Arb<strong>en</strong>z se ha disuelto como un azucarillo.<br />
Hilda.- Dic<strong>en</strong> que hay pequeños grupos de oposición organizando <strong>en</strong><br />
la selva una guerrilla.<br />
El<strong>en</strong>a.- Cuando al pueblo se le da una esperanza es difícil que ésta se<br />
pierda para siempre.<br />
Hilda.- Estoy conv<strong>en</strong>cida que esa guerrilla mant<strong>en</strong>drá viva la lucha<br />
hasta un nuevo mom<strong>en</strong>to de libertad y justicia social.<br />
El camarero se acerca.<br />
Camarero.- Desean pedir ya los señores.<br />
White.- Estamos esperando, gracias.<br />
El camarero se retira.<br />
Hilda.- ¿Llegará?<br />
El<strong>en</strong>a.- Seguro que sí.<br />
White.- Me han asegurado que salió de la embajada arg<strong>en</strong>tina hace una<br />
semana. No había cargos contra él.<br />
Ernesto y Julia llegan cogidos por la cintura.<br />
Creo que cogió un autobús hacia Petén. Él me dijo que me<br />
esperaba hoy aquí cuando me llamó por teléfono. Y fue una<br />
grata sorpresa.<br />
Ernesto.- Y aquí estoy. Da gusto veros.<br />
White.- Lo mismo decimos.<br />
Todos se abrazan y se besan. Los saludos con Julia son más torpes y<br />
distantes. Luego se si<strong>en</strong>tan.<br />
El<strong>en</strong>a.- ¿Qué tal las cosas <strong>en</strong> Petén?<br />
Ernesto.- Bu<strong>en</strong>o, no es la capital. Allí la “normalización” se ejerce sin<br />
contemplaciones contra los indíg<strong>en</strong>as. No hay periodistas y los<br />
extranjeros t<strong>en</strong>emos un pistolero siguiéndonos a todas partes.<br />
Julia.- He decidido dejar el disp<strong>en</strong>sario. No lo puedo soportar.<br />
49
Ernesto.- Nuestra película aquí se ha terminado. Hay que buscar nuevas<br />
rutas.<br />
Hilda.- ¿Qué pi<strong>en</strong>sas hacer?<br />
Ernesto.- Hay que irse del país. Contacté con Ñico. Me voy a México.<br />
Están preparando algo con Fidel.<br />
Hilda.- ¿Y te vas solo?<br />
Julia.- Yo me quedo. Es mi tierra. No sé cómo pero t<strong>en</strong>go que seguir<br />
aquí.<br />
Hilda.- Eres muy vali<strong>en</strong>te.<br />
Julia.- ¿Y tú que vas a hacer?<br />
Hilda.- Irme. No… no puedo quedarme. Estoy… embarazada. Quiero<br />
una esperanza para el niño.<br />
Se hace un sil<strong>en</strong>cio y todos se miran con emoción cont<strong>en</strong>ida.<br />
Ernesto.- No sabía…<br />
Hilda.- Sí, tuve una pequeña av<strong>en</strong>tura.<br />
Ernesto.- Puedes v<strong>en</strong>ir a México.<br />
Hilda.- Es posible. Al m<strong>en</strong>os es un lugar donde no expulsan a los<br />
exiliados.<br />
El<strong>en</strong>a.- Sí, claro. Podemos irnos las dos.<br />
Otro sil<strong>en</strong>cio.<br />
Ernesto.- Y qué va a hacer el viejo profesor.<br />
White.- Me vuelvo a Estados Unidos. La universidad me está<br />
esperando y trataré de contar lo que de verdad pasó aquí <strong>en</strong><br />
mis clases.<br />
El<strong>en</strong>a.- Eso es posible.<br />
White.- Oh, sí. Nadie hace caso a un profesor universitario. Es su<br />
manera de lavar la mala conci<strong>en</strong>cia.<br />
Ernesto.- Su español es cada día más bu<strong>en</strong>o.<br />
White.- Gracias, tuve bu<strong>en</strong>os maestros y una bu<strong>en</strong>a razón para<br />
apr<strong>en</strong>der.<br />
Ernesto.- Al m<strong>en</strong>os algui<strong>en</strong> apr<strong>en</strong>dió algo.<br />
El<strong>en</strong>a.- Y tú, ¿no apr<strong>en</strong>diste nada?<br />
Ernesto.- No sé. Que la fiera es un monstruo grande y peligroso. Que<br />
para combatirla no basta la palabra. Que hay que poner<br />
trampas aquí y allá y crear una amplia red de cebos <strong>en</strong> todo el<br />
contin<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> todo el mundo. Hasta que un día caiga d<strong>en</strong>tro y<br />
no se pueda levantar. Eso creo. Eso he apr<strong>en</strong>dido.<br />
White.- No es poco.<br />
50
Ernesto.- No. Llevo mi vida buscando mi camino y al final conseguiré<br />
ponerle el cascabel al gato.<br />
El camarero se acerca.<br />
Camarero.- ¿En qué les ati<strong>en</strong>do?<br />
White.- Tráiganos una botella de vino. Queremos brindar no por una<br />
despedida, sino por un hasta luego.<br />
El camarero se va. Un sil<strong>en</strong>cio d<strong>en</strong>so recorre la estancia.<br />
Oscuro.<br />
51
Epílogo: Al final del final<br />
El Ché <strong>Guevara</strong> vuelve a salir a prosc<strong>en</strong>io, vestido de guerrillero con la<br />
boina y la estrella de comandante, con el pelo y el aspecto de la famosa<br />
foto. La foto que posiblem<strong>en</strong>te se proyecta es la del Ché muerto <strong>en</strong> Bolivia.<br />
<strong>Guevara</strong>.- Vayamos al final, analicemos la foto de un muerto. No es la<br />
foto de un profesional sino la de un funcionario. Yo estoy<br />
tumbado, con la barba y el pelo largos y desaliñados, el torso<br />
desnudo, los ojos abiertos al infinito. Con el capitán ese<br />
apuntando al orificio de una bala. Es una imag<strong>en</strong> crística. Soy<br />
un eccehomo. He aquí al hombre. Soy un sacrificado. Paso a<br />
ser un ser místico, un icono. ¿Para qué sirv<strong>en</strong> los mitos? ¿Por<br />
qué m<strong>en</strong>tarme hoy? ¿Para qué subirme a la esc<strong>en</strong>a, sacarme a<br />
la palestra? ¿A qué hurgar <strong>en</strong> la herida del muerto? ¿Qué<br />
significo? Para muchos soy un terrorista. Para otros un<br />
revolucionario. En todo caso una imag<strong>en</strong> de la rebelión contra<br />
lo establecido. Nada me redime sigo cond<strong>en</strong>ado a ser el<br />
símbolo. El Ché hoy sigue vivo como el deseo de cambio,<br />
como el deseo de lucha, como el deseo de ser justo. No sé si<br />
sirve de mucho con la que está cay<strong>en</strong>do, con el miedo que<br />
t<strong>en</strong>éis metido <strong>en</strong> el cuerpo, pero me habéis llamado de <strong>en</strong>tre<br />
los muertos y aquí v<strong>en</strong>go yo a poner la cara para afearos quizá<br />
vuestra falta de compromiso. Soy un icono, una insignia, una<br />
chapa, una marca, un amuleto, la estampita del santo, el vía<br />
crucis de muerto. No sé si t<strong>en</strong>go s<strong>en</strong>tido, sé que voy a seguir<br />
apareci<strong>en</strong>do cada vez…<br />
Un ruido de helicópteros lejanos acompañados por “La cabalgata de las<br />
Valquirias” de Wagner se ha ido apoderando de la sala. Hasta que aunque<br />
el Ché siga hablando ya no se le oye. Ruido de bombas. La grabación se<br />
atasca. Sil<strong>en</strong>cio.<br />
Oscuro final.<br />
52