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Nº 42 - Casa de Cadiar

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Núm. <strong>42</strong> · Agosto 2011<br />

Coser vestidos para la muñeca y ajuar<br />

para la casita era otro juego común y,<br />

a veces, llegamos a hacer muñecas <strong>de</strong><br />

trapo que actualmente competirían<br />

con ciertos diseños. Los Reyes Magos<br />

y otras festivida<strong>de</strong>s reforzaban los intereses<br />

<strong>de</strong> género. A las niñas les traían<br />

<strong>de</strong>l Lejano Oriente muñecas, cocinitas,<br />

casitas, costureros y objetos <strong>de</strong><br />

coquetería femenina combinados con<br />

una pelota, un diábolo, un saltador y<br />

algún cuento. A los niños Sus<br />

Majesta<strong>de</strong>s les traían balones, pequeñas<br />

herramientas <strong>de</strong>l campo, juegos<br />

<strong>de</strong> guerra, juegos <strong>de</strong> azar, trampas y<br />

escopetas <strong>de</strong> cazar pájaros, bicicletas<br />

(escopetas y bicis solo a los privilegiados),<br />

tebeos. Cajas <strong>de</strong> seis o doce lápices<br />

<strong>de</strong> colores y carteras <strong>de</strong> cartón<br />

papa la escuela eran regalos asexuados.<br />

Durante los temporales invernales, nos<br />

reuníamos a veces a comer en casa <strong>de</strong><br />

una amiga llevando usualmente cada<br />

invitada un huevo, un trozo <strong>de</strong> longaniza<br />

y una patata, menú que preparaba<br />

a cada comensal la madre que<br />

hacía <strong>de</strong> anfitriona, que enriquecía el<br />

ágape con un postre <strong>de</strong> iniciativa propia.<br />

Íbamos pocas, conocidas las familias<br />

y con el atuendo algo mejorado.<br />

La sobremesa lúdica ocupaba toda la<br />

tar<strong>de</strong>.<br />

El “Día <strong>de</strong>l pucherito” era un juego<br />

social anual similar al anterior pero<br />

más generalizado. Ese día nos reuníamos<br />

las amigas a comer potaje <strong>de</strong><br />

hinojos, el pucherito, adornado según<br />

imaginación y posibles. Creo que<br />

llegó a ser un juego social mixto.<br />

hombrecitos libres<br />

Aunque niños y niñas estuviéramos<br />

juntos, no se esperaba que jugáramos<br />

el mismo tipo <strong>de</strong> juego, salvo excepción.<br />

Era propio <strong>de</strong> los niños jugar al<br />

16<br />

fútbol, al frontón, al trompo, a tirar piedras,<br />

a las cartas y a hacerles perrerías<br />

a los animales domésticos. Por ejemplo,<br />

en las matanzas ataban un carbón<br />

encendido en el rabo <strong>de</strong>l gato y lo soltaban<br />

para verlo correr maullando lastimosamente.<br />

También solían apedrear<br />

o corear ñaca, ñaca cuando sorprendían<br />

a una pareja <strong>de</strong> perros fornicando<br />

en la vía pública. Si las niñas coreábamos<br />

con ellos contagiadas por la<br />

novedad, los adultos nos reñían y murmuraban<br />

que éramos machorras y<br />

guarras por gritarle al animal y por<br />

hacerlo durante el fornicio. A los niños<br />

les mandaban <strong>de</strong>jar en paz a los animales.<br />

Un juego <strong>de</strong> niños era cazar pájaros.<br />

Estaba precedido <strong>de</strong> la búsqueda <strong>de</strong>l<br />

cebo, las alúas, insectos que buscaban<br />

en los hormigueros y guardaban en un<br />

tubo. Nunca jugué a él y no por falta<br />

<strong>de</strong> ganas. Simplemente a las niñas no<br />

nos compraban trampas ni nos permitían<br />

ir al campo a armarlas y a esperar<br />

furtivamente el resultado. Menos aún<br />

nos <strong>de</strong>jaban ir con los niños. Estos volvían<br />

con uno o dos pajarillos y, excepcionalmente,<br />

con varios <strong>de</strong> ellos enristrados<br />

que una madre les cocinaba<br />

con amor. Alguno llegó a tener escopeta<br />

<strong>de</strong> perdigones y la caza adquiría<br />

un valor añadido. Esta libertad ancestral<br />

para andar por calles, campos y<br />

ciuda<strong>de</strong>s, es una <strong>de</strong> las explicaciones<br />

plausibles <strong>de</strong>l mayor <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la<br />

capacidad espacial <strong>de</strong> los hombres<br />

frente a las mujeres, que se va reequilibrando<br />

en la medida en que las niñas<br />

acce<strong>de</strong>n tempranamente a los diferentes<br />

tipos <strong>de</strong> estudios. Por ejemplo, los<br />

estudios <strong>de</strong> arquitectura actualmente<br />

los siguen casi por igual los chicos y<br />

las chicas mientras que ingeniería <strong>de</strong><br />

caminos, canales y puertos (aún) sigue<br />

siendo elegida mayoritariamente por<br />

los chicos.<br />

La <strong>Casa</strong> <strong>de</strong><br />

CÁDIAR<br />

YÁTOR Y NARILA<br />

Montar en bicicleta era un placer<br />

escasamente común entonces y cuando<br />

había alguna, pertenecía a un<br />

chico. Sobredimensionaba la sensación<br />

<strong>de</strong> po<strong>de</strong>r y libertad y era impensable<br />

que una niña pudiera tener su<br />

bici y pudiera ir en ella hasta el Cortijo<br />

<strong>de</strong> la Paloma o al empalme <strong>de</strong> Yátor. Es<br />

una <strong>de</strong> mis asignaturas pendientes. Los<br />

que no tenían bicicleta preparaban<br />

ingeniosos carromatos poniendo cuatro<br />

ruedas artesanales sobre dos palos<br />

laterales o ejes, y añadiéndoles dos<br />

prácticos frenos. Tuve oportunidad <strong>de</strong><br />

subirme a alguno en un huerto vecino,<br />

con la <strong>de</strong>saprobación paterna cuando<br />

la exhibición rodada ocurrió en la vía<br />

pública. Echar el cenacho, ir <strong>de</strong> fiesta<br />

a los pueblos próximos, callejear sin<br />

rumbo era propio <strong>de</strong> niños y <strong>de</strong> jóvenes.<br />

Ir al “agua agria” (nacimiento <strong>de</strong> agua<br />

ferruginosa), pasear, sentarnos a cantar,<br />

a leer y contar cuentos, chistes y<br />

adivinazas, breves silencios, todo ello<br />

iba apareciendo en los niños, en las<br />

niñas y entre niños y niñas.<br />

colofón<br />

Decía Friedrich Nietzsche (1844-<br />

1900) que la madurez <strong>de</strong>l hombre es<br />

haberse reencontrado <strong>de</strong> mayor con la<br />

seriedad que <strong>de</strong> niño tenía al jugar. Lo<br />

comparto. Como comparto que la<br />

suerte baraja las cartas y nosotros las<br />

jugamos, que <strong>de</strong>cía otro filósofo,<br />

Arthur Schopenhauer (1888-1960).<br />

Jugar, apostar, implicarse, per<strong>de</strong>r,<br />

levantarse. Volver a apostar es la esencia<br />

<strong>de</strong> la vida misma y nos iniciamos<br />

en tan ineludible oficio a través <strong>de</strong>l<br />

juego. El <strong>de</strong>recho a jugar equivale al<br />

<strong>de</strong>recho a la infancia.<br />

Carmen Jiménez

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