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52<br />
MAIRA JIMÉNEZ<br />
–Te quiero, dijo la princesa y sacó de su traje una varita<br />
mágica, dio dos soplidos sobre ésta y todo ese cuarto se<br />
hizo un paraíso de pinos verdes repleto de mariposas multicolores.<br />
–¡Sonríe, sonríe, cobarde! –Dijo el gnomo con sus brazos<br />
cortos en alto.<br />
–Nos diste la vida, sí, la vida Después comenzaron a danzar<br />
los tres juntos de la mano, con saltos y piruetas divertidas.<br />
De pronto, la princesa comenzó a correr hacia un camino finito<br />
que se perdía en una montaña del paraíso. El enano pareció<br />
sorprenderse y se deshizo al instante.<br />
El hombre vio que el paisaje se desvanecía; sus ojos perdían<br />
poco a poco nitidez, los colores se iban. Todo empezaba<br />
a oscurecer y su cuerpo parecía descongelarse, gruesas gotas<br />
de transpiración recorrían su cara enrojecida...<br />
–Tiene un poco de fiebre, no es nada, yo lo cuidaré y<br />
cualquier cosa llámeme por el timbre.<br />
El hombre, saliendo de su delirio, vio a la enfermera; tomó<br />
su mano y la miró fijo frunciendo sus cejas.<br />
–No hace falta, estaré bien, sé que estaré bien, si duermo<br />
junto a mi cuento.<br />
–Sí, sí, aquí está, se habrá caído de la cama seguramente.<br />
–Mejor démelo ya, necesito dormir...<br />
La enfermera se fue suspirando...<br />
Entonces, el hombre sonriente se acomodó sobre la cama,<br />
colocó su cuento debajo de la almohada y se relajó en un gran<br />
suspiro.<br />
–¡Despierta!:... necesitas vivir, ya nadie interrumpirá tus sueños,<br />
dijo la pequeña princesa, ahora con una aureola en su<br />
cabeza de ángel rubio y el hombre sonrió feliz.