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4 de junio de 1887. Extracto de Fin del mundo presente y misterio de la<br />
vida futura. Conferencia sobre el cielo, del abate Arminjon.<br />
- ...Y Dios, agradecido, exclamará: ¡Ahora me toca a mí! A la entrega que<br />
los santos me hicieron de sí mimos ¿podré yo responder de otra manera<br />
que entregándome a mí mismo sin restricción alguna y sin medida? Si<br />
pongo entre las manos de quienes me han servido con fidelidad el cetro de<br />
la creación, si los rodeo con los torrentes de mi luz, sería ya mucho, sería<br />
ir mucho más allá de cuanto se hayan encumbrado sus sentimientos y sus<br />
esperanzas; pero no es ése el último esfuerzo de mi corazón: yo les debo<br />
mucho más que el paraíso, mucho más que todos los tesoros de mi<br />
sabiduría, les debo mi vida, mi sustancia eterna e infinita. Si yo hago entrar<br />
en mi casa a mis servidores y a mis amigos, si los consuelo, si les hago<br />
estremecerse con los encantos de mi ternura, si los estrecho en un abrazo<br />
de mi amor, es para saciar sobreabundantemente su sed y sus deseos,<br />
muy por encima incluso de lo que sería necesario para el descanso total<br />
de su corazón. Pero ni aun esto es suficiente para que mi corazón se<br />
sienta conforme y mi corazón plenamente satisfecho. Es necesario que yo<br />
sea el alma de su alma, que los pe<strong>net</strong>re y los impregne de mi divinidad<br />
como el fuego hace con el hierro; que, mostrándome a su espíritu sin<br />
nubes y sin velos y sin la mediación de los sentidos, me una a ellos en un<br />
cara a cara eterno; que mi gloria los ilumine, que transpire e irradie por<br />
todos los poros de su ser, para que, «conociéndome como yo los conozco,<br />
se vuelvan también ellos dioses».<br />
- Padre, exclamó Jesús: «te pido que donde estoy yo estén también<br />
conmigo los que yo he amado». Que se abismen y se pierdan en las<br />
profundidades del océano de mis claridades; que deseen, que posean, que<br />
gocen, que sigan poseyendo y deseando; que desaparezcan en el seno de<br />
tu eterna felicidad, y que de alguna manera sólo quede de su personalidad<br />
el conocimiento y el sentimiento de su dicha.<br />
5 de junio<br />
En el cielo la felicidad es estable. Los elegidos, confirmados en gloria, son<br />
inasequibles al temor. Los siglos se sucederán unos a otros sin que<br />
disminuya su felicidad y sin que se extienda por su frente una sola nube de<br />
tristeza. La certeza de poseer eternamente los bienes que tanto aman<br />
centuplica su dulzura. ¡Qué gran motivo de júbilo cuando, después que<br />
hayan transcurrido millares y millares de siglos, contemplando en la lejanía<br />
del pasado el día en que hicieron su ascensión triunfante, digan: Nada de<br />
todo esto ha pasado, hoy reino, hoy estoy en posesión de mi dicha, y la<br />
poseeré mientras Dios se Dios, es decir, Siempre, siempre...!<br />
Inicio<br />
II. EN EL CARMELO (1888-1897)