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Escritos Varios - Catholic.net

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primera comunión este año? Estoy muy enfadada, pues me había hecho<br />

tantas ilusiones... -¿Y tú?, le dije a Madeluche, ¿siente tú no ir a la<br />

asamblea? -No, Señ'ita, a mí da igual. -Sí, replicó Margarita, yo te conozco<br />

bien, ¿qué crees?, hazte la santa todo lo que quieras, yo te digo que estoy<br />

enfadada por no poder ir a la asamblea'. Otra vez, margarita me dijo: 'Si<br />

supiera, Señ'ita, qué preciosa voy a estar el día de mi primera comunión...<br />

Mi mamá me ha comprado un hermoso vestido blanco y una hermosa<br />

cofia, todo muy bonito'. Pregunté a Madeluche cómo iría vestida ella: 'No lo<br />

sé, Señ'ita, no me preocupo lo más mínimo, mi mamá me pondrá como<br />

ella quiera'.<br />

Sin embargo, y a pesar de este sorprendente contraste, Margarita hacía<br />

progresos reales. Se acercaba el gran día, pero, ¡ay!, la pobrecita cayó<br />

enferma. Yo me apresuré a ir a verla, y en cuanto su madre me vio a lo<br />

lejos, corrió a mi encuentro... '¡Ay!, Señ'ita, ¿cómo se lo voy a agradecer?<br />

Mi hija está irreconocible: ella, que antes no quería hacer nada, ahora<br />

busca la ocasión de ser servicial; ya no es la misma; yo no sé como lo ha<br />

hecho usted'.<br />

«Afortunadamente, mi enfermita se puso pronto buena, y el día de su<br />

primera comunión llamó la atención de todo el mundo por su piedad y su<br />

elegancia. No ocurrió lo mismo con mi pobrecita Madeluche: '¿La has<br />

visto?, decían. Está fea y tiene un aire tonto con su boca abierta...' ¡Ay!,<br />

me decía yo por dentro al oír hablar así, si su rostro no es bonito, su alma<br />

es muy hermosa y agradable a Dios.<br />

Más tarde, estando ya en el Carmelo, vinieron a decirme que Margarita me<br />

esperaba en el locutorio. Seguía siendo buena y atenta y se hacía querer<br />

por todos los que la rodeaban. 'Se acuerda de Madeluche, ¿no?, me dijo.<br />

Pues sigue igual que cuando usted la conoció. Se ha casado, tiene hijos y<br />

es un ejemplo para todo el pueblo'. Si hubiese querido, Margarita habría<br />

venido a verme muchas veces más; pero no hice nada por comprometerla<br />

a ello, prefiriendo ir lo menos posible al locutorio.<br />

«Otra vez, dos niños vinieron juntos a verme. '-Señ'ita, ¿quiere enseñarnos<br />

a leer? -Sí, chiquitos, ¿cuántos años tenéis? -Yo, dijo el mayor, tengo seis<br />

años y me llamo Pedro; mi hermano tiene cinco y se llama Juan'. Me puse<br />

a explicarles la religión y, entre otras cosas, les recomendé que no dijeran<br />

nunca blasfemias, diciéndoles que eso era muy feo y que desagradaba<br />

mucho a Dios. Al día siguiente, Pedro entró en mi casa muy enfadado con<br />

su hermanito: '¿Sabe, Señ'ita?, usted nos dijo que no dijéramos<br />

blasfemias, y Juan acaba de decir una. -¿Cómo has hecho algo tan feo,<br />

Juanito? -Señ'ita, ¿no tenía motivos para hacerlo? ¡Pedro cogió polvo del<br />

camino y me lo echó en la boca...! -Pedro, tu qué eres el mayor, has hecho<br />

mal en echarlo polvo a tu hermano en la boca; pero tú, Juan, no tenías que<br />

haber dicho una blasfemia'».<br />

«El día que se había fijado para mi entrada en el Carmelo, yo tenía que<br />

estar libre a las 6 de la tarde. Como había arreglado todos mis asuntos, mi

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