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Baroja, Pío - Las miserias de la guerra [pdf] - AMPA Severí Torres

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<strong>Pío</strong> <strong>Baroja</strong> L a s m i s e r i a s d e l a g u e r r a<br />

El librero se mostró conforme. Él hubiera <strong>de</strong>seado sensatez, pero esto no era posible en el<br />

tiempo. En vista <strong>de</strong> ello se <strong>de</strong>dicaba por entero a <strong>la</strong> cerveza, con <strong>la</strong> que mataba o por lo menos<br />

ahogaba sus <strong>de</strong>silusiones.<br />

Cuando yo <strong>de</strong>jé <strong>la</strong> librería, me pareció algo raro el ver que en una tien<strong>de</strong>cil<strong>la</strong> humil<strong>de</strong> hubiese<br />

cinco o seis personas que hab<strong>la</strong>ban y discutían con c<strong>la</strong>ridad, con precisión y con buen sentido, y<br />

que, en cambio, a juzgar por los periódicos, en <strong>la</strong>s reseñas <strong>de</strong>l Congreso no se dijeran más que<br />

ba<strong>la</strong>dronadas, neceda<strong>de</strong>s y afirmaciones c<strong>la</strong>ramente falsas. El caso <strong>de</strong> España me parecía <strong>de</strong> una<br />

nación mal regida y sin c<strong>la</strong>ses en don<strong>de</strong> los últimos no se diferenciaban gran cosa <strong>de</strong> los primeros.<br />

VI<br />

EN EL RETIRO<br />

Un día, llegó a <strong>la</strong> librería Goyena con un dibujante que, al parecer, trabajaba para una casa<br />

editorial americana y hacía ilustraciones muy perfi<strong>la</strong>das y atractivas. Se firmaba Abel. Había estado<br />

algún tiempo en México y en Nueva York, y si <strong>la</strong> vida en Madrid le resultaba incómoda pensaba<br />

marcharse a los Estados Unidos.<br />

Dibujaba con gracia y hacía sobre todo figuras <strong>de</strong> mujeres sugestivas. Debía estar nacionalizado<br />

en alguna república americana. Se l<strong>la</strong>maba, o por lo menos firmaba. Abel Esca<strong>la</strong>nte. Esca<strong>la</strong>nte era<br />

como el mo<strong>de</strong>rador <strong>de</strong> su amigo Goyena.<br />

Goyena tenía audacia en sus i<strong>de</strong>as y no aceptaba, porque sí, lugares comunes. Manifestaba un<br />

gran <strong>de</strong>sdén por <strong>la</strong> política y creía que era algo como el Puente <strong>de</strong> los Asnos para <strong>la</strong>s personas<br />

inteligentes y <strong>de</strong>licadas, y un escenario bueno para los audaces sin escrúpulos.<br />

En <strong>la</strong> cuestión <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida económica individual, afirmaba él, los socialistas son un tanto<br />

hipócritas. No hay duda que si <strong>la</strong> pob<strong>la</strong>ción aumenta en todas partes, no quedan más que dos<br />

soluciones: o <strong>la</strong> <strong>guerra</strong> constante, o <strong>la</strong> limitación <strong>de</strong> <strong>la</strong> natalidad. Si todo óvulo <strong>de</strong> mujer fuera<br />

fecundado, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> cincuenta años no habría sitio para vivir en el p<strong>la</strong>neta. Los hombres nos<br />

chocaríamos unos a otros al movernos. La sabiduría <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida es mentira.<br />

—Es muy probable —dijo alguien.<br />

—Los políticos quieren que los neutros seamos solidarios suyos —seguía Goyena diciendo—<br />

¿Pero por qué no nos hacen solidarios en los <strong>de</strong>stinos y en los sueldos? No, los que no estamos ni<br />

con unos ni con otros, tenemos que ser solidarios en <strong>la</strong> <strong>de</strong>sgracia, pero no en <strong>la</strong> fortuna. Es <strong>de</strong>cir,<br />

que tenemos que estar a <strong>la</strong>s duras, pero no a <strong>la</strong>s maduras. Es muy cómodo para ellos y nada cómodo<br />

para los <strong>de</strong>más. Marchan bien, hay euforia, nadie se ocupa <strong>de</strong> lo que hace el individuo ais<strong>la</strong>do, pero<br />

marchan mal y entonces el individuo ais<strong>la</strong>do tiene que trabajar y hasta sacrificarse por ellos.<br />

Comunistas y fascistas son como <strong>la</strong> cara y <strong>la</strong> cruz <strong>de</strong> <strong>la</strong> misma moneda —añadió <strong>de</strong>spués—. Todo<br />

está ac<strong>la</strong>rado, ya no hay necesidad <strong>de</strong> investigar más. La libertad <strong>de</strong> pensamiento es un error. Así el<br />

mundo mo<strong>de</strong>rno empieza a ser tan mediocre. La Alemania <strong>de</strong> Kant <strong>de</strong>viene <strong>la</strong> Alemania <strong>de</strong> Hitler.<br />

<strong>la</strong> Italia <strong>de</strong> Maquiavelo <strong>la</strong> <strong>de</strong> Mussolini y <strong>la</strong> Rusia <strong>de</strong> Dostoievski y Tolstoi. <strong>la</strong> <strong>de</strong> Stalin y <strong>la</strong> <strong>de</strong><br />

Molotoff.<br />

Mientras hab<strong>la</strong>ba su amigo Goyena, Abel Esca<strong>la</strong>nte sonreía como diciendo:<br />

—Este hombre está loco.<br />

Aprovechando lo apacible <strong>de</strong> <strong>la</strong> temperatura, pocos días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mi primera visita a <strong>la</strong> tertulia<br />

<strong>de</strong> El Club <strong>de</strong>l Papel, salí por <strong>la</strong> mañana temprano <strong>de</strong> <strong>la</strong> pensión y me fui a dar una vuelta por el<br />

Retiro. Lo encontré completamente <strong>de</strong>sierto, a pesar <strong>de</strong>l tiempo magnífico que hacía. Madrid al<br />

parecer, por ahora al menos, no siente mucho aprecio por este parque, por el que hace algunos años<br />

mostraba más inclinación.<br />

En el Retiro me encontré con el escritor Goyena y con el dibujante Abel. Dimos varias vueltas<br />

por el Paseo <strong>de</strong> Coches y por otros <strong>la</strong>terales.<br />

Por lo que me dijeron, los dos estaban dispuestos a marcharse <strong>de</strong> Madrid.<br />

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