Baroja, Pío - Las miserias de la guerra [pdf] - AMPA Severí Torres
Baroja, Pío - Las miserias de la guerra [pdf] - AMPA Severí Torres
Baroja, Pío - Las miserias de la guerra [pdf] - AMPA Severí Torres
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
<strong>Pío</strong> <strong>Baroja</strong> L a s m i s e r i a s d e l a g u e r r a<br />
Anochecido, y todavía sin armamento, algunos entraron en <strong>la</strong>s trincheras <strong>de</strong> <strong>la</strong> primera línea,<br />
relevando a los que se encontraban en el<strong>la</strong>s, siendo entonces cuando los armaron.<br />
Más <strong>de</strong> <strong>la</strong> mitad <strong>de</strong> aquellos improvisados militares, no habían tenido nunca un fusil en sus<br />
manos, pero medio en broma, medio en serio, se vieron colocados cara al enemigo. Aquellos<br />
muchachitos <strong>de</strong> Madrid eran arriesgados y valientes. Consi<strong>de</strong>raban el valor en broma, y todo les<br />
parecía cómico y propio para hacer chistes. Se les ocurrían cosas peligrosas, <strong>la</strong>s hacían exponiendo<br />
<strong>la</strong> vida y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>cían a los compañeros <strong>de</strong> <strong>la</strong> aventura:<br />
—¡Menuda jindama hemos tenido. amigo!<br />
—¿Y quién no? Que no arrimaban can<strong>de</strong><strong>la</strong> los tíos <strong>de</strong> ahí enfrente con <strong>la</strong>s ametral<strong>la</strong>doras.<br />
Al día siguiente hacían alguna otra barbaridad y a muchos los cazaban como a conejos.<br />
<strong>Las</strong> trincheras se habían hecho apresuradamente y apenas si les cubrían hasta <strong>la</strong> cintura, teniendo<br />
que estar agachados para que no les vieran. Mal organizados y con <strong>la</strong> impru<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l novato,<br />
estaban amontonados y metiendo mucho ruido, sin saber lo que les esperaba.<br />
Cuando amaneció el día siguiente, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el cerro en que se encontraban vieron el Hospital<br />
Militar <strong>de</strong> Carabanchel, notándose movimientos preparatorios <strong>de</strong>l ataque enemigo. Unas horas más<br />
tar<strong>de</strong>, <strong>la</strong> aviación contraria voló sobre ellos en p<strong>la</strong>n <strong>de</strong> reconocimiento, sin <strong>de</strong>scargar, y al poco<br />
empezaron a hostilizarles con intenso fuego <strong>de</strong> artillería, haciéndoles muchas bajas.<br />
IX<br />
LOS ATAQUES<br />
Por lo que contaban los <strong>de</strong>fensores <strong>de</strong> Madrid, los ataques eran fuertes y pasaban sus miedos<br />
correspondientes. La mayoría <strong>de</strong> <strong>la</strong> tropa que atacaba se componía <strong>de</strong> moros y regu<strong>la</strong>res. La<br />
resistencia fue muy dura y se consi<strong>de</strong>ró como un acto <strong>de</strong> valor.<br />
Al día siguiente, sin que nada lo justificara, cundió el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n entre los ya fogueados, se<br />
retiraron a <strong>la</strong> carrera y si no llegaron hasta sus casas fue porque no les <strong>de</strong>jaron.<br />
Castigaron mucho con artillería el final <strong>de</strong> <strong>la</strong> carretera, cruzándo<strong>la</strong> <strong>de</strong>spués unos tanques, al<br />
amparo <strong>de</strong> los cuales los moros se internaron en <strong>la</strong> Casa <strong>de</strong> Campo, por una puerta <strong>de</strong> aquel<strong>la</strong>,<br />
lográndolo por <strong>la</strong> poca precaución en el mando y el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n y anarquía <strong>de</strong> <strong>la</strong>s milicias. Poco a<br />
poco los que entraron se extendieron hasta <strong>la</strong> Ciudad Universitaria.<br />
Durante diez o doce días, todas esas fuerzas madrileñas anduvieron <strong>de</strong>sperdigadas, comiendo<br />
gracias a <strong>la</strong>s cocinas <strong>de</strong> <strong>la</strong>s Brigadas Internacionales, a <strong>la</strong>s que se agregaron. Estas acababan <strong>de</strong><br />
llegar, iban magníficamente equipadas, resistían y castigaban bien al enemigo. Para operar,<br />
enviaban siempre por <strong>de</strong><strong>la</strong>nte como cebo, un pobre batallón <strong>de</strong> milicias, el cual salía hecho pedazos<br />
<strong>de</strong>l encuentro, y luego entraban ellos <strong>de</strong> refresco y pegaban <strong>de</strong> firme.<br />
A los jefes <strong>de</strong> <strong>la</strong>s milicias no se les veía por ninguna parte. Los más arriesgados estaban heridos,<br />
y los <strong>de</strong>más se habían escapado. Solo <strong>la</strong> sensatez <strong>de</strong> unos y el instinto <strong>de</strong> conservación <strong>de</strong> otros, les<br />
hacía agruparse <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> los parapetos dispuestos para <strong>la</strong> <strong>de</strong>fensa. El tiroteo no cesaba,<br />
menu<strong>de</strong>ando los casos <strong>de</strong> suerte porque no caían muchas granadas <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> <strong>la</strong>s trincheras.<br />
Aburridos <strong>de</strong> aquel <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n, los chicos madrileños se escondían en <strong>la</strong>s casas abandonadas y<br />
trataban <strong>de</strong> dormir, pero siempre aparecía por allí algún futuro comisario que apuntándoles con al<br />
pisto<strong>la</strong> les obligaba <strong>de</strong> nuevo a marchar a primera línea. Cansados <strong>de</strong> tanta exigencia, en más <strong>de</strong> una<br />
ocasión les hacían cara a los matones dispuestos a todo, y <strong>la</strong>s amenazas se convertían en ruegos, que<br />
quedaban en nada cuando les animaban a acompañarles, lo que les ponían en gran aprieto. Era muy<br />
raro <strong>de</strong>scubrir un acto <strong>de</strong> valor en aquellos directores.<br />
Mermados y <strong>de</strong>shechos los pseudo-voluntarios madrileños volvieron a <strong>la</strong> capital para or<strong>de</strong>narse y<br />
reorganizarse, y al cabo <strong>de</strong> quince o veinte días <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso, salieron en dirección al frente <strong>de</strong><br />
Carabanchel, ya mejor preparados. Allí se les alojó en un grupo esco<strong>la</strong>r <strong>de</strong> <strong>la</strong> calle <strong>de</strong>l General<br />
Ricardos, don<strong>de</strong> hal<strong>la</strong>ron re<strong>la</strong>tiva comodidad, hasta presentarse un día "<strong>la</strong>s tres viudas", nombre que<br />
79