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Vida y muerte del mundo indígena

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¿Eran éstos realmente dioses? Finalmente, el pueblo mexicano dijo que no. Eran invasores<br />

extranjeros crueles y codiciosos, y podían ser derrotados. Durante la batalla de la Noche Triste, la<br />

insurrección <strong>indígena</strong>, encabezada por el sobrino de Moctezuma, Cuauhtémoc, arrojó a los<br />

españoles fuera de Tenoch-titlan. Muchos se ahogaron en los canales tratando de escapar con las<br />

bolsas llenas de oro. El propio Cortés se sentó al pie de un árbol y lloró. Pero construyó<br />

[sigue p.137]<br />

barcos en el lago para reiniciar el ataque y regresó, convencido de que la ecuación de información<br />

más tecnología superiores acabaría por garantizar el triunfo europeo.<br />

Los aztecas, bajo Cuauhtémoc, combatieron valerosamente. Pero el suyo era un <strong>mundo</strong><br />

sagrado cuya caída había sido profetizada por los libros de la memoria.<br />

"Preparaos, oh hermanitos míos, pues el blanco gemelo <strong>del</strong> cielo ha llegado, y castrará al sol,<br />

trayén-donos la noche, y la tristeza, y el peso <strong>del</strong> dolor."<br />

Tales eran las palabras <strong>del</strong> libro maya <strong>del</strong> Chi-lam Balam de Chumayel.<br />

Después de un sangriento sitio, en 1521, Cortés finalmente sometió a la capital azteca. Fue, en<br />

las palabras de Hugh Thomas, una de las grandes batallas de la historia. Pues no sólo destruyó el<br />

más grande centro <strong>del</strong> poder <strong>indígena</strong> y religioso en Norteamérica hasta aquel tiempo. También<br />

escenificó, en las figuras de Cortés y Moctezuma, uno de los grandes choques entre civilizaciones<br />

opuestas que el <strong>mundo</strong> jamás haya visto.<br />

La Conquista de México fue algo más que el asombroso éxito de una banda de menos de<br />

seiscientos soldados europeos frente a un imperio teocrático. Fue la victoria de los otros indios en<br />

contra <strong>del</strong> soberano azteca. Fue la victoria <strong>del</strong> <strong>mundo</strong> <strong>indígena</strong> contra sí mismo, puesto que los<br />

resultados de la Conquista significaron, para la mayor parte de los <strong>indígena</strong>s, exterminio y esclavitud.<br />

Pero también fue, como habremos de ver, una derrota <strong>del</strong> propio conquistador. ¿Se entenderá algún<br />

día la Conquista de México como una derrota <strong>del</strong> vencedor y <strong>del</strong> vencido, a fin de po-<br />

[sigue p.138]<br />

derla considerar, al cabo, como una victoria de ambos? Aun cuando los españoles comprobaron, más<br />

allá de toda duda, que no eran dioses sino seres humanos rapaces y crueles, Moctezuma se negó a<br />

abandonar su aceptación fatal de la divinidad española. Si el rey era un prisionero, sus carceleros<br />

tenían que ser dioses. Si Moctezuma y su pueblo eran despojados, los dioses sólo tomaban lo que<br />

era suyo. Cuando finalmente fue apedreado a <strong>muerte</strong> por su propio pueblo, en junio de 1520,<br />

Moctezuma debió aceptarlo como un capítulo más de la fatalidad. El rey azteca sabía bien que el poder<br />

no se compartía con los dioses. Moctezuma y sus predecesores se habían sentado solos en la<br />

cima de la pirámide de México durante doscientos años. Ignoraban muchas cosas pero no que en<br />

México el poder se ejerce verticalmente y lo ejerce un solo hombre. No hay lugar para más de uno<br />

en el pináculo de la pirámide mexicana. Esto es tan cierto hoy como lo era en 1519.<br />

Cuando Moctezuma y su Imperio se hundieron en las aguas sangrientas de la laguna, el<br />

tiempo original <strong>del</strong> <strong>mundo</strong> <strong>indígena</strong> desapareció para siempre, sus ídolos rotos y sus tesoros<br />

olvidados, enterrados todos, al cabo, bajo las iglesias barrocas cristianas y los palacios virreinales.<br />

Pero por encima de este drama siempre se puede escuchar, como un murmullo en la historia, las<br />

voces de los conquistados y de los conquistadores.<br />

Todas las sociedades <strong>indígena</strong>s de las Américas, a pesar de sus múltiples fallas, eran<br />

civilizaciones jóvenes y creativas. La Conquista española detuvo su movimiento, interrumpió su<br />

crecimiento y las dejó con un legado de tristeza, elocuente en las visiones de

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