Las concepciones sobre la mujer y lo femenino en la obra

filosófica-teológica medieval (realismo español)
y del Renacimiento italiano, pues Cervantes
conocía muy bien la tradición española y también
El Cortesano de Baltasar de Castiglioni.
Las mujeres en El Quijote.
Muchos y distintos tipos de ellas nos presenta la obra.
Las concepciones se expresan en su actuación, ya sea
mediante el discurso propio, de quienes los rodean,
o bien, el de Don Quijote. En abanico, emergen los
personajes femeninos desde la sombra, con rasgos
personales desdibujados, casi imperceptibles, sin
nombre a veces, hasta alcanzar la plenitud radiante
de la princesa Dulcinea que atraviesa toda la obra.
Las mujeres están donde está el itinerario de la aventura:
la aldea, el campo, la venta, la Sierra Morena,
el Castillo de los Duques, la ínsula, el mar, el sueño
o el encantamiento. Pero algunas sobresalen por
sus personalidades definidas, carácter, sentimientos
y decisión. Cada una es un universo ético-estético,
inseparable uno del otro, que Cervantes construye
según su estilo y dimensión: llevándonos en el ideal,
pero de la mano de la realidad como su materia prima
adicional, una realidad en que los personajes actúan
como seres humanos.
Adentrándonos en los caminos de la obra
llegamos al convencimiento de que las mujeres
tienen que poseer ciertos rasgos morales, para estar
dentro del ideal femenino, del cual ellas pueden
tener mucho o poco. En general, para Cervantes
la mujer es “joya y corona del mundo”, vale si es
casta y honrada, su primera virtud es la honestidad
y su habilidad de intuición; debe poseer tesoros de
ternura y paciencia, ser compasiva y constante en
sus preferencias. El trabajo mantiene su encanto, y
es en general, hermosa. Además, en El Quijote la
mujer posee libertad afectiva, es dueña de sus sentimientos.
Este rasgo, típicamente renacentista e innovador,
le permitió definir personajes con fuertes
caracteres, que luchan por reivindicar sus derechos
aún por encima de los convencionalismos sociales.
En ocasiones - las menos - también encontramos
críticas a la conducta y naturaleza femeninas, al señalar
debilidades la juzga como “desatinada” y “mal
compuesta”, por desenvoltura y natural inclinación.
El personaje femenino: unidad de lo real y lo ideal
Presentaremos sólo una muestra del abanico dc mujeres
que aparecen en la obra. Veremos las más
contrastantes y particulares, sus rasgos definitorios
y la unidad en ellos de lo real y lo ideal.
La pastora Marcela representa, mejor que ninguna, la
libertad afectiva de la mujer. Ella creció huérfana al
lado de un tío clérigo, pero tenía bienes, hermosura sin
par, discreción y amabilidad; fue educada en la prudencia
y el recato, así como en la honestidad. Sus cualidades
despertaron el amor y la codicia dc todos los
mozos que la conocieron, pero ella no mostró interés
por ninguno. Un día decide hacerse pastora, cambia
sus ricas ropas por las rústicas y sencillas de las zagalas,
creyendo que así sus enamorados dejarían de insistir;
pero fue peor; su vida libre entre los campos y
expuesta a la vista de todos su hermosura, atrajo más a
los galanes. Grisóstomo, el pastor, resultó su más obstinado
pretendiente, que al no soportar su reiterado
rechazo, se quita la vida. En su entierro, aparece Marcela
y pronuncia un largo discurso, que contiene los
rasgos filosóficos de un ideal femenino. En ella está
la realidad: es una pastora, cuida sus ovejas, vive en
el campo, se relaciona amablemente con todas las
personas. Pero a la vez está el ideal: no desea tener
una vida como las demás, su forma de ver y actuar
en el mundo está decidida y la cumplirá, sin dejarse
sujetar ni siquiera por el amor. Dice en su discurso:
ella es libre; no está subordinada al sentimiento
amoroso que provoca, pues sus sentimientos no corresponden
a ese amor; y así expresa: “la hermosura
en la mujer honesta, es como el fuego apartado o
como la espada aguda, que ni él quema ni ella corta
a quien a ellos no se acerca”(3). Luego señala su
código moral superior en las siguientes palabras:
“La honra y las virtudes son adornos del alma sin
las cuales, el cuerpo, aunque lo sea, no debe parecer
hermoso. Pues si la honestidad es una de las
virtudes que al cuerpo y al alma más hermosean
¿por qué la ha de perder la que es amada por hermosa,
por corresponder a la intención de aquel que
por sólo su gusto con todas sus fuerzas e industrias
procura que la pierda? Yo nací libre, y para poder
vivir libre escogí la soledad de los campos” (4)
Marcela optó por la vida en comunión con la naturaleza
y es lo que piensa hacer. No le dio esperanzas
a nadie, ni a nadie dañó; prefiere el recogimiento
y la soledad, no quiere ni aborrece a nadie, ni
se hurla de ninguno. Sus deseos terminan en estas
montañas, y “si de aquí salen es a contemplar la
hermosura del cielo, pasos con que camina el alma
a su morada primera” (5).La pastora Marcela ha
sido analogada con Santa Teresa de Jesús, símbolo
de belleza moral y víctima -como Marcela de las