Hambre - Saga Olvidados

emovida. Como si hubiera un muro, y todos los gusanos estuvieran
en el mismo lado.
E. Z. se acercaba a Sam tambaleándose de lado a lado, caminaba
como si lo estuvieran electrocutando, sacudiéndose, agitándose
como una marioneta loca a la que le hubieran cortado la mitad de
las cuerdas.
A poco más de un metro de distancia, a la distancia de un brazo,
Sam vio salir un gusano a través de la garganta de E. Z.
Y luego otro por la mandíbula, justo delante de la oreja.
El chaval ya no gritaba y se hundió en el suelo, donde permaneció
con el cuerpo flácido y las piernas cruzadas.
—Ayudadme... —susurraba—. Sam...
E. Z. miraba a Sam. Suplicante, marchitándose hasta que se quedó
mirándolo con los ojos vacíos.
Entonces solamente se oyó el ruido de los gusanos. Centenares
de bocas que parecían emitir un solo ruido, como una gran boca
chorreante masticando.
Un gusano salió de la boca de E. Z.
Entonces Sam alzó las manos con las palmas hacia fuera.
—¡Sam, no! —exclamó Albert, y continuó en voz más baja—:
Ya está muerto, ya está muerto.
—Albert tiene razón, colega. No lo hagas, no los quemes, se
quedan en el campo, no les des una razón para perseguirnos —le
dijo Edilio entre dientes. Aún tenía las manos fuertemente clavadas
sobre los hombros de Sam, como para retenerlo, aunque Sam ya no
intentaba escapar—. Y no lo toques —sollozó el chico—. Que Dios
me perdone, pero no lo toques.
Los gusanos negros se abalanzaban sobre y a través de E. Z.
como hormigas sobre un escarabajo muerto. Les pareció que transcurrió
mucho rato hasta que los gusanos se marcharon arrastrándose
y se abrieron paso otra vez hasta el interior de la tierra.
Lo que dejaron atrás ya no era reconocible como ser humano.
—Aquí hay una cuerda.
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053-374-HAMBRE-HUNGER Fi 0 20 25/09/12 13:56