Dossier de prensa Mala índole - Alfaguara
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Extractos <strong>de</strong> <strong>Mala</strong> <strong>índole</strong><br />
«Gualta y yo éramos físicamente idénticos, como los gemelos <strong>de</strong>l cine, pero no era sólo eso:<br />
a<strong>de</strong>más, hacíamos los mismos gestos al mismo tiempo, y utilizábamos las mismas palabras<br />
(nos quitábamos la palabra <strong>de</strong> la boca, según la expresión coloquial), y nuestras manos iban a<br />
la botella <strong>de</strong> vino (<strong>de</strong>l Rhin) o a la <strong>de</strong> agua mineral (sin gas), o a la frente, o a la cucharilla <strong>de</strong>l<br />
azucarero, o al pan, o con el tenedor al fondo <strong>de</strong> la fondue, siempre al unísono,<br />
simultáneamente. Era difícil no chocar. Era como si nuestras cabezas exteriormente idénticas<br />
también pensaran lo mismo y al mismo tiempo. Era como estar cenando <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> un<br />
espejo con corporeidad.»<br />
Gualta<br />
«Mi vida sexual con mi mujer, Marta, es muy insatisfactoria. Mi mujer es poco lasciva y poco<br />
imaginativa, no me dice cosas bonitas y bosteza en cuanto me ve galante. Por eso a veces voy<br />
<strong>de</strong> putas. Pero cada vez son más aprensivas y están más caras, y a<strong>de</strong>más son rutinarias. Poco<br />
entusiastas. Preferiría que mi mujer, Marta, fuera más lasciva e imaginativa y que me bastara<br />
con ella. Fui feliz una noche en que me bastó con ella.»<br />
Una noche <strong>de</strong> amor<br />
«—La filmo cada día porque va a morir, y quiero tener guardado su último día, el último en<br />
todo caso, para po<strong>de</strong>rlo recordar <strong>de</strong> veras, para volverlo a ver en el futuro cuantas veces<br />
quiera, junto a las cintas artísticas, cuando ya haya muerto. A mí me gusta recordar las cosas.<br />
—¿Está enferma? —insistí.<br />
—No, no está enferma —dijo ahora sin la menor dilación—. Que yo sepa, al menos. Pero va<br />
a morir, un día u otro. Usted lo sabe, todo el mundo lo sabe, todo el mundo va a morir,<br />
usted y yo, y quiero conservar su imagen. Es importante el último día en la vida <strong>de</strong> una<br />
persona.»<br />
Mientras ellas duermen<br />
«Ahora ya he completado mis cursos <strong>de</strong> magia negra, primero por correo, luego algunas<br />
lecciones prácticas, tengo el título. Todavía no he hecho gran cosa, esa es la verdad. Nos<br />
reunimos a veces a matar alguna gallina, ya sabe usted, es muy <strong>de</strong>sagradable, nos llenamos <strong>de</strong><br />
plumas, el animal pelea lo suyo, pero hay que hacerlo <strong>de</strong> vez en cuando, si no nuestra<br />
organización carecería <strong>de</strong> todo prestigio.»<br />
Lo que dijo el mayordomo<br />
«Ese marido, que respondía por el extravagante y ambiguo nombre <strong>de</strong> Hélie (algo femenino<br />
a mis oídos), lo veía yo como un apéndice, ese tipo <strong>de</strong> apéndice tolerable que muchas<br />
mujeres todavía atractivas, solteras o divorciadas, son proclives a injertarse cuando rozan los<br />
cuarenta años, o quizá los cuarenta y cinco: un hombre responsable y bastante mayor, con<br />
cuyos intereses no tienen nada que ver y con el que jamás se ríen, que sin embargo les sirve<br />
para seguir vigentes en la vida social y organizar cenas <strong>de</strong> siete como la <strong>de</strong> aquella noche.»<br />
El médico nocturno<br />
«A menudo fingí creer en fantasmas y fingí creerlo festivamente, y ahora que soy uno <strong>de</strong><br />
ellos comprendo por qué las tradiciones los representan dolientes e insistiendo en volver a<br />
los sitios que conocieron cuando fueron mortales. La verdad es que vuelven.»<br />
Cuando fui mortal