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Hugo Quiroga y César Tcach (comps.), Argentina 1976-2006. Entre la sombra de la
dictadura y el futuro de la democracia, Homo Sapiens Ediciones, Rosario, 2006, pp. 270.
A treinta años del golpe militar del 24 de marzo de 1976 los participantes de éste
libro evocan el pasado reciente por medio de siete ensayos que permiten aproximarse al
enlace, reflexión y comprensión de dos momentos históricos: la dictadura y la democracia.
El punto de partida de todos estos trabajos es la interrogación sobre los sentidos de la
democracia en la Argentina luego del terrorismo de Estado y de las distintas respuestas
que, a partir de la instauración democrática, se presentaron ante el legado de la dictadura.
Los diversos trabajos expuestos en el libro corresponden a profesionales de
diversas áreas de las Ciencias Sociales que, ya sea desde la perspectiva política,
histórica o sociológica, piensan y analizan el legado de la dictadura y los cambios políticos
experimentados en los últimos años. Los autores plantean problemas, tensiones e
hipótesis a modo de disparadores para las futuras investigaciones de la historia reciente
argentina y, de manera limitada, de los casos dictatoriales del resto de América Latina. A
partir de ello, los diversos artículos pueden ser divididos en dos grandes ejes: por un lado,
aquellos que presentan hipótesis y problemas en la relación entre dictadura y democracia.
Pues, el propósito de ello es demostrar la imposibilidad de separar ambos términos ya
que se inscriben en un mismo espacio político y cultural. Por el otro, los que retoman
hipótesis señaladas en diversos trabajos historiográficos previos al tercer aniversario del
golpe militar.
Entre los artículos del primer grupo se encuentra “Sobre algunas consecuencias
políticas de la dictadura militar 1976-83”, escrito por Ricardo Sidicaro. El mismo tiene
como objetivo abordar la explicación de dos de las consecuencias de la dictadura: la
disponibilidad política de los actores socioeconómicos predominantes para la conducción
de los aparatos estatales a partir de 1983 y las trasformaciones del peronismo y el
radicalismo en relación con los sectores empresarios.
Según Sidicaro los partidos políticos y los sectores empresariales a partir de la
apertura democrática establecerían una relación con el propósito de encontrar una
solución a los problemas políticos y económicos del país, sin embargo, ello atraería
nuevos conflictos. Sidicaro indica que el hecho de que los sectores empresarios
determinaran mejorar su relación con el sistema político no implicaba un viraje de ideas
respecto de la sociedad, la política y el Estado. Pues, el asociarse con los partidos
1

tradicionales (el radicalismo y el peronismo) era la única alternativa ante la opción de
replegarse de la vida política y económica del país, luego de la caída del gobierno militar.
Según Sidicaro, desde 1983 en adelante los partidos políticos comenzarían a
buscar aliados económicos con el fin de mejorar el manejo de la gestión del Estado. No
obstante, para el autor, la reconversión democrática de los sectores económicamente
dominante contribuiría en el abandono paulatino de los principios que históricamente
habían formado el espíritu radical y peronista (factor que incidió en la crisis del 2001).
Pues, tanto el radicalismo como el peronismo al asociarse con aquellos traicionarían sus
principios y generarían la desintegración del tejido social y la crisis del Estado.
Por otra parte, en el artículo “La política en tiempos de dictadura y democracia” de
Hugo Quiroga se analiza la política en cuanto a su vinculación con el poder y al medio con
el que opera, la fuerza, en su relación estrecha con la dictadura y la democracia. El autor
demuestra como la política argentina de los últimos 30 años puede ser interpretada en
clave decisionista 1 de diversas maneras. Por un lado, en el año 1976 la política se redujo
a una tecnología del poder y, por el otro, en el año 1989 la política se concentró en la
autonomización del ejecutivo.
Quiroga argumenta que durante la dictadura se pretende justificar el decisionismo
absoluto por medio de la suspensión del Estado de derecho y la obstrucción de la
discusión pública. Se monopolizó la decisión política y se suspendió toda actividad política
y sindical. La política equivalió a tecnología del poder, es decir “su reducción a la simple
técnica de dominación y manipulación. Para este pensamiento la política puede existir sin
ciudadanos y partidos”. 2
A partir de 1983 surge la política democrática con novedosos rasgos que, según el
autor, podrían dividirse en tres momentos pero con la particularidad de ser comprendida
como actividad especializada y como lucha por el poder. Los rasgos de la política
democrática serían, en primer término, la política participativa (participación activa de los
ciudadanos, 1983-87); segundo la política representativa (saber especializado para tomar
decisiones, 1988-2001); y por último la impugnación de la política que comienza en el
2001 donde esta pierde legitimidad y se altera la relación de los ciudadanos con los
gobernantes.
Dicho lo anterior, el autor observa dos modos de decisionismo en estos últimos 30
años, por un lado el decisionismo absoluto y por el otro el decisionismo democrático. El
1
Decisionismo: Ejercicio momentáneo del poder absoluto en una sola persona. Puede efectuarse dentro de la
monarquía y/o en la democracia.
2
Quiroga, H. “La política en tiempos de dictadura y democracia” en Ob. Cit., p. 77
2

primero suspende el derecho y prohíbe la deliberación pública, el segundo opaca el
derecho y limita el espacio de deliberación (como puede ser el excesivo uso que en los
últimos años se hizo de los decretos de necesidad y urgencia que viola la división de
poderes).
Por su parte, César Tcach en el artículo titulado “Entre la lógica del partisano y el
imperio del Gólem: dictadores y guerrilleros en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay” estudia
la violencia de los sectores populares y las organizaciones guerrilleras por medio del
análisis político comparativo en los países latinoamericanos bajo dictaduras militares
durante la década de los años ’70. En el artículo se presentan cinco clases de lógicas
que permiten acercarse a la comprensión de la violencia revolucionaria en estos países y
que permiten contestar las siguientes preguntas: ¿Por qué muchos jóvenes decidieron
abrazar la lucha armada? ¿En que medida los sectores populares legitimaron el ejercicio
de la violencia organizada? ¿Cómo era experimentada subjetivamente la relación entre
ética y violencia? 3
Las diversas lógicas políticas que el autor examina poseen un rasgo común: la
radicalización, factor que conducía a intensificar la polarización social y política. Tcach,
con el fin de comprender la violencia revolucionaria, analiza la lógica del partisano (los
civiles se armaron y organizaron), la lógica de las estrategias ideológicas (construcciones
teóricas derivadas del orden internacional, China, Cuba), la lógica militarista de las elites
(resolución de los problemas políticos por medio de la violencia organizada parapoliciales
y paramilitares), la lógica del espíritu de cruzada (se enfatiza en la dimensión religiosa de
la organizaciones revolucionarias donde se manifiesta la confluencia entre marxismo,
nacionalismo y catolicismo, los dirigentes son considerados como santos, por ejemplo), y
la lógica del Gólem (coexistencia de dos lógicas: una romántica y otra con racionalidad
instrumental de la guerra donde ésta última triunfa sobre la primera). El recorrido de estas
cinco lógicas le permite sostener la siguiente hipótesis: la lógica del Gólem y el triunfo de
la guerra como instrumento fue la que prevaleció en las organizaciones guerrilleras ante la
lógica del partisano. El autor señala que la violencia revolucionaria atravesó diversas
lógicas comenzando con la del partisano la cual se vio sacudida por otras lógicas ya sean
de tipo ideológicas, seculares o militares que luego derivaron en el triunfo del imperio del
Gólem. En otras palabras, de la organización partidaria se pasó a la violencia
revolucionaria.
3 Tcach, C. “Entre la lógica del partisano y el imperio del Gólem: dictadores y guerrilleros en Argentina, Brasil,
Chile y Uruguay” en Ob. Cit., p.141
3

En el artículo de Cecilia Lesgart, “Luchas por los sentidos del pasado y el
presente. Notas sobre la reconsideración actual de los años ’70 y ‘80”, se señalan las
diversas narrativas ( por ejemplo, las memorias personales y colectivas, los recuerdos y
los testimonios) que revisan y cuestionan las representaciones históricas sobre los años
’70 y `80. Respecto a los años `70 se enfatiza en la lucha armada y en la actuación de las
organizaciones político-militares y, en especial, en los sentidos adquiridos por la política y
la violencia política. En cuanto a los años ’80, la autora reseña la construcción de
significaciones producidas desde el ideal democrático.
En la visión de los años ‘70 las narrativas indagan sobre el significado de la
derrota política, en los diversos relatos surgen desacuerdos en cuanto a la
responsabilidad individual y colectiva; en torno a la relación entre violencia-política; la
responsabilidad y las convicciones. La generación de los años ’70 observa a los mismos
como la derrota política de un proyecto comprometido con el cambio, es decir, como la
derrota de las ilusiones. Por su parte, en la revisión de los años`80 se observa que los
términos autoritarismo-democracia no han sido diferenciados en cuanto a su especificidad
política.
El segundo grupo de artículos, expuestos en el libro, reconsideran hipótesis de
trabajos historiográficos con antelación al tercer aniversario del golpe de estado. Uno de
ellos corresponde a Luis Alberto Romero titulado “La democracia y la sombra del
proceso”. Con el propósito de entender qué tan funcional fue la imagen del Proceso para
la reconstrucción del imaginario democrático y dictatorial a partir de 1983, el autor señala 4
como se llevó adelante la construcción de la imagen de ambos momentos históricos.
Romero observa que la reconstrucción de la imagen del Proceso se conformó por
medio de las consecuencias de la guerra de Malvinas, “el show del horror” y, finalmente,
el informe de la CONADEP. Estos tres elementos permitieron terminar de conformar la
versión de los años de la dictadura y presentar a las FF.AA, en el juicio condenatorio,
como una fuerza demoníaca ante una sociedad indefensa y sorprendida. Según Romero,
ello posibilitó conformar la visión del Proceso durante la apertura democrática como
categóricamente valorativa, sin “grises”.
Romero indica que en contraposición con la construcción del imaginario de la
dictadura, se dotó a la democracia de una imagen buena y potente, alimentada por la
cultura de los derechos humanos y por medio de la civilidad como un actor político. La
4 El autor ha esbozado éste análisis en: Romero, L. A., “El Proceso, 1976-1983” en Breve historia
contemporánea de la Argentina , FCE, Buenos Aires, 1993.
4

civilidad, junto con la capacidad de la acción política proveniente del Estado, fue una de
las características de la regeneración democrática, donde no había lugar para los
responsables del Proceso.
Dicho lo anterior, se puede observar que el término Proceso es la explicación de
los males que envolvieron a la sociedad, mientras que la democracia se convierte en una
retórica novedosa y potente en cuanto al porvenir del país. Así, señala Romero, se
construye un discurso que, por medio de la exaltación de los derechos humanos, condena
al Proceso y presenta a la democracia como su antítesis. Sin embargo, el autor indica que
a partir del año 1983 la dictadura se mostrará como una sombra que repercutirá en el
imaginario democrático produciendo la desilusión. Había llegado el momento de
enfrentarse con la verdad y las consecuencias del pasado dictatorial y no solamente creer
que la solución llegaría “mágicamente” con la sola instauración de la democracia. La crisis
política, económica y social manifestaba que la democracia ya no era tan buena como se
creía en un principio. En otros términos, para Romero la sombra del Proceso consistió en
abatir el orgullo regenerador de quién creía poder ignorar las consecuencias desde 1976
con la transformación drástica del Estado democrático.
Por otra parte, en “La oscuridad como marca”, Norma Morandini retoma la idea
que los golpes militares en Sudamérica, si bien se basaron en la doctrina de la Seguridad
Nacional, adquirieron particularidades en el modo de solucionar los conflictos sociales,
políticos y económicos. Además de ello, la autora vuelve sobre la hipótesis, sugerida y
argumentada por politólogos e historiadores como, por ejemplo, O`Donnell, de que las
dictaduras del continente deben ser concebidas como un gran espejo que refleja las
tramas culturales de las sociedades de esos países. Pues, la forma en que cada país
combatió los conflictos sociales muestra sus rasgos identitarios. A través de la
reconsideración de aquella hipótesis, Morandini intenta esbozar las respuestas de algunas
cuestiones relacionadas con los países que padecieron dichos regímenes -¿Con que
valores revisaron el pasado de sus dictaduras? ¿Por qué si la doctrina de seguridad
interior era su eje común los resultados y las consecuencias fueron distintos? ¿Por qué
solamente hubo campos de concentración en la Argentina? - haciendo un recorrido
histórico para observar cómo cada uno de estos países revisó su pasado.
En el transcurso del análisis de todas las dictaduras latinoamericanas, Morandini
indica que la Argentina fue la más cruel en cuanto a los métodos de desaparición de todo
lo disfuncional, además de señalar que fue el país que sobresalió a la hora de condenar a
los militares. Sin embargo, según la autora, al observarse la manera en cómo se revisó el
5

pasado dictatorial se puede advertir las características de la sociedad y plantear la
siguiente cuestión: “Si la represión es inherente al poder, la forma como se expresa
desnuda el alma política de un país, esos aspectos escondidos debajo de la apariencia de
normalidad. ¿Qué parte oscura proyectó la sociedad argentina en los campos de
concentración?” 5 Para la autora, si se tiene en presente la cuestión antedicha, la
Argentina sigue entrampada sin poder ir más allá de una falsa apariencia respecto a los
campos de concentración ya que existe un aislamiento y negación de los mismos. No
obstante, el juicio a los represores es el primer intento de romper con la soledad y el
aislamiento al que fue sometida la sociedad durante el Proceso.
Del mismo modo, en “El silencio es salud. La dictadura contra la política”, Waldo
Ansaldi retoma la explicación de los modos, ya señalados en trabajos historiográficos, en
cómo las Fuerzas Armadas gobernarían. El autor hace referencia al orden de los espacios
de expresión y sociabilidad para resolver la crisis del país. La dictadura negó la política,
canceló la reflexión y las prácticas públicas con el fin de lograr la uniformidad partiendo
del disenso. El autor presenta un breve recorrido por las prácticas que permitían silenciar
a la sociedad por medio de la dedicación a la vida privada. Asimismo, se manifiestan los
modos de dominación y de violencia que sirvieron para eliminar la política en tanto medio
de expresión de la sociedad.
Reseñados los artículos, es importante destacar dos trabajos documentales que
terminan de conformar el presente libro.
El primero de ellos fue escrito por Patricia Funes con el fin de narrar
históricamente los antecedentes de 1946-1957, los rangos y funciones de 1957-1998 de
la DIPBA. Asimismo, se describe la estructura del archivo de la DIPBA en tanto
dependencia de espionaje político-ideológico en el ámbito de las fuerzas policiales. El
segundo documento, pertenece al abogado laborista Lucio Garzón Maceda. Éste relata su
experiencia testimonial sobre la violación de Derechos Humanos en la Argentina ante la
Subcomisión de Organismos Internacionales que tuvo lugar en el Congreso de los
Estados Unidos durante los días 28 y 29 de septiembre de 1976. Su testimonio permite
destacar la primera derrota de la dictadura en el campo internacional. Es decir, en manos
del país al cual ella consideraba su aliado principal.
El libro compilado por César Tcach y Hugo Quiroga ofrece nuevos elementos para
aproximarse a las continuidades, rupturas y problemáticas de la dictadura y la
restauración democrática argentina. Como ejemplo concreto de ello, el trabajo de Hugo
5 Ibidem, p 55.
6

Quiroga sobre el análisis de la política en clave decisionista permite acercarse al
interrogante sobre la aceptación de diversos modos de concentración de poder estatal por
parte de la sociedad, tanto en los períodos dictatoriales como democráticos. Es decir, la
aceptación de la anulación del estado de derecho y la concentración de poder al ser
admitida por la sociedad otorga la posibilidad de comprender la concepción de la política
por parte de los ciudadanos. Esta debe ser entendida como la delegación de la
representación ciudadana a favor de un poder ejecutivo que con el tiempo se torna
decisionista. En otras palabras, de lo dicho por Quiroga se desprende que en la sociedad
argentina se entiende a la política como mera delegación de la representación ciudadana
en un espacio temporal guiado por el entusiasmo y la decepción en el cumplimiento de los
anhelos de la sociedad. No obstante, en el desenvolvimiento de la política todo se vuelve,
únicamente, un medio para un fin donde la política impregna a la sociedad y se olvida de
ella al utilizarla, siendo así una gran deudora de las expectativas sociales.
Lo que nos muestra el autor, es que en la Argentina se concibe a la política como
mero ejercicio del poder a favor de grupos y facciones en desmedro de las
reivindicaciones colectivas. Por lo tanto, a modo de entender del autor, esta forma de
concebir el poder solo podrá ser desarraigado de la cultura política argentina del mismo
modo en que se decidió el fin de la dictadura. Es decir, a partir de la toma de conciencia
de sí mismo cada hombre argentino podrá concebirse como ciudadano autónomo en el
ejercicio de pleno derechos y deberes, siendo sólo la política una mera delegación
momentánea del poder y circunscripta al cumplimiento de los anhelos sociales.
Laura S. Coronel.
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