LAS SIETE PALABRAS. Monseñor Darío de Jesús Monsalve Mejía ...

de las víctimas mismas, para transformar la capacidad de hacer daño en
arrepentimiento, para sanar y llevar hasta la cicatriz las heridas, para
restaurar el tejido relacional y social.
La cuarta palabra nos estremece a todos: Dios no puede seguir ausente de
la tragedia humana. No podemos seguir ocultando y destruyendo el rostro
de Dios ante los niños y niñas, abusando en su nombre de ellos, de su
inocencia, de la confianza o la de sus familias. Esto resulta criminal y
escandaloso cuando los protagonistas son sacerdotes o religiosos,
obligados a trasmitirle a todos, especialmente a los niños, la verdad de
Dios, con respeto total a su dignidad y con una trasparencia de vida que no
deje sospecha alguna. La pederastia y los abusos sexuales cometidos por
algunos no pueden destruir la confianza social ni la identidad segura y
cierta de los pastores católicos en nuestra misión de servidores de todos
para que se pongan en relación filial con Dios y fraterna con sus
semejantes.
Necesitamos acudir a estas víctimas y a sus familias para hacer con ellos el
camino de la sanación, de la reparación y restauración de su confianza en
Dios y en la Iglesia. Lo digo y lo prometo con dolor y con humildad de pastor
católico.
¿Cuál es mi compromiso de oración con Jesús Crucificado para sanar las
heridas que me han causado, para superar mi abandono y soledad, y ayudar
a víctimas y victimarios a que vuelvan los ojos a Dios?
¿Podré leer esta tarde o noche del viernes santo el salmo 22 de la Biblia y
unirme con Jesús en su grito de dolor sin sufrimiento, de esperanza sin odio?