00 PORTADA.indd - Franciscanos Conventuales de España
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Cuento franciscano<br />
<strong>de</strong><br />
El cordón<br />
<strong>de</strong>l<br />
borreguito<br />
quella noche discurría como cualquier otra. Nada<br />
hacía presagiar el gran acontecimiento <strong>de</strong>l que<br />
íbamos a ser testigos. Al calor <strong>de</strong>l fuego, los que<br />
conformábamos el grupo íbamos <strong>de</strong>shilvanando nuestra<br />
ma<strong>de</strong>ja <strong>de</strong> conversaciones y cantos para ayudarnos a no<br />
caer en el sueño. Esa misma mañana, como trashumantes,<br />
habíamos llegado hasta un lugar cerca <strong>de</strong> la ciudad <strong>de</strong> Belén,<br />
un oasis en medio <strong>de</strong> aquella región <strong>de</strong>sértica.<br />
Mientras velábamos las vigilias <strong>de</strong> la noche para proteger<br />
nuestros rebaños <strong>de</strong> los ladrones y los animales <strong>de</strong><br />
rapiña, ocurrió algo excepcional. En el cielo surgió un<br />
resplandor que jamás antes habíamos visto. El miedo se<br />
apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> nosotros. De repente, a nuestro lado, suspendido<br />
en el aire, apareció un ángel que nos dijo: “No<br />
temáis, os anuncio una gran alegría que es para todo el<br />
pueblo. Os ha nacido hoy un Salvador, que es el Cristo<br />
Señor, en la ciudad <strong>de</strong> David. Esto tendréis por señal: encontraréis<br />
al Niño envuelto en pañales y acostado en un<br />
pesebre”. Inmediatamente un ejército celestial se unió a<br />
él cantando alabanzas.<br />
Cuando volvimos a quedarnos solos no podíamos recobrar<br />
la calma. Enseguida entendimos la trascen<strong>de</strong>ncia<br />
<strong>de</strong>l mensaje: ¡El Mesías había llegado! Así que dispusimos<br />
todo para salir a su encuentro y postrarnos a sus<br />
pies ofreciéndole lo más valioso que teníamos. En mi<br />
caso, un pequeño cor<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> apenas diez meses y <strong>de</strong> hermosa<br />
lana, blanca como la nieve.<br />
Belén distaba apenas media hora <strong>de</strong> camino. Bajo el<br />
resplandor <strong>de</strong> la luna y las estrellas, emprendimos la marcha.<br />
Mientras comentábamos lo sucedido, con la conmoción<br />
que agitaba todavía nuestros corazones no me percaté<br />
<strong>de</strong> que mi pequeño borrego había abandonado el rebaño<br />
y correteaba tomando otro camino distinto al <strong>de</strong> nuestra<br />
Antena<br />
14 / diciembre 2010 Conventual<br />
TEXTO: JAVIER ORTEGA<br />
ILUSTRACIONES: PILI PÉREZ<br />
marcha. “¡Quieto!, ¡vuelve aquí”, le grité. Pero siguió por<br />
aquella vereda y comenzó a per<strong>de</strong>rse en la oscuridad.<br />
Temiéndome lo peor, salí tras él, no sin antes convenir<br />
con mis compañeros que les alcanzaría en el camino<br />
o les buscaría en Belén. Si se trataba <strong>de</strong>l Mesías esperado<br />
no sería muy difícil encontrar el sitio. La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l pesebre<br />
nos confundió un poco, le imaginábamos en un trono,<br />
pero también nos había <strong>de</strong>sconcertado que hubiésemos<br />
sido nosotros los elegidos para esta primicia y no los sumos<br />
sacerdotes, saduceos, escribas o fariseos.<br />
Calculé que había pasado ya más <strong>de</strong> media hora <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
que abandoné el grupo y el animalito seguía sin aparecer.<br />
Era imposible que hubiese corrido tanto. ¿Habría caído<br />
presa <strong>de</strong> algún lobo? Mientras rumiaba estos pensamientos<br />
y el <strong>de</strong>sánimo empezaba a hacer mella en mí,<br />
escuché a lo lejos unas voces. Apresuré mi paso. Según<br />
avanzaba, el sonido era más nítido y parecía el <strong>de</strong> un<br />
coro entonando cantos que sonaban a alabanza. Comencé<br />
entonces a vislumbrar cierta claridad. ¿Se trataría <strong>de</strong>