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Lucía Bernardi

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Capítulo 24: 205-211<br />

Las “interjecciones propias” desde la Teoría de los Prototipos:<br />

teorías del lenguaje y conciencia metalingüística<br />

<strong>Lucía</strong> <strong>Bernardi</strong><br />

En Víctor M. Castel y Liliana Cubo de Severino, Editores (2010)<br />

La renovación de la palabra en el bicentenario de la Argentina.<br />

Los colores de la mirada lingüística.<br />

Mendoza: Editorial FFyL, UNCuyo.<br />

ISBN 978-950-774-193-7


La renovación de la palabra / 206<br />

Las “interjecciones propias” desde la Teoría de los Prototipos:<br />

teorías del lenguaje y conciencia metalingüística<br />

<strong>Lucía</strong> <strong>Bernardi</strong><br />

Centro de Estudios e Investigaciones Lingüísticos, Facultad de Humanidades y<br />

Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata.<br />

La Plata, Argentina<br />

luciabernardi@yahoo.com.ar<br />

Resumen<br />

En esta comunicación se presentará una reflexión sobre las interjecciones propias y sobre su rol<br />

como ejemplares más prototípicos de su clase (Cuenca y Hilferty, 1999). Se problematizará dicha<br />

concepción, a partir de la observación de los resultados obtenidos en una prueba de identificación de<br />

clases de palabras, realizada a hablantes de español (127 exámenes diagnósticos tomados a alumnos<br />

de primer año de la Universidad Nacional de La Plata). Desde distintas gramáticas se han clasificado<br />

las interjecciones en dos grandes grupos: las propias e impropias, siendo las primeras aquellas<br />

unidades que solo se realizan como interjecciones, y las segundas elementos léxicos que provienen<br />

de otras clases de palabras (sustantivos, adjetivos, verbos), que despojadas de su significado literal,<br />

toman uno emotivo/expresivo, y devienen interjecciones. Esta división es reelaborada dentro del<br />

marco de la Lingüística Cognitiva por Cuenca y Hilferty, 1999 quienes la redefinen en el conjunto<br />

heterogéneo de las interjecciones, reconociendo la existencia de unidades que son propias e<br />

impropias, recurriendo a la Teoría de los Prototipos( Berlin y Kay, 1969; Rosch, 1973; Taylor, 1989;<br />

Kleiber, 1990), ya que sostiene que el prototipo es una imagen mental que se conforma a partir de<br />

las características más representativas de una clase. Esto da la posibilidad de establecer clases<br />

difusas. Las respuestas obtenidas ante la presentación de interjecciones propias permiten observar<br />

que para los alumnos no todas las unidades interjectivas resultan focales, y que si no las reconocen<br />

las incluyen en otras clases de palabras, que comparten rasgos que permiten categorizar las<br />

interjecciones.<br />

Introducción<br />

Esta comunicación tiene como objetivo presentar una reflexión sobre las interjecciones propias<br />

desde la teoría de los prototipos y su condición de miembros más prototípicos de su clase: la<br />

interjección, propuesta formulada por Cuenca y Hilferty (1999), a partir del análisis de las respuestas<br />

de hablantes del español en el marco de una evaluación diagnóstica realizada a alumnos de primer<br />

año de la carrera de Letras en la Universidad Nacional de La Plata.<br />

La interjección es una categoría gramatical peculiar, flexible, con múltiples aristas. Varios<br />

estudiosos del lenguaje han abordado este fenómeno de la interjección desde distintas perspectivas<br />

(gramáticas descriptivas, formales, pragmática, semántica, etc.). A pesar de las diferencias<br />

conceptuales que se encuentran en los trabajos sobre la interjección, la mayoría coinciden en tomar<br />

como válida la división en interjecciones propias e interjecciones impropias.<br />

Así, Rodolfo Lenz (1920, 1935) establece que hay dos tipos de interjecciones. Por un lado, las<br />

primitivas o propias (¡ah!, ¡ay¡) y por otro, las secundarias<br />

“En el límite entre la interjección propia o primitiva y la oración exclamativa están las palabras de<br />

la lengua que se usan como interjecciones, en las cuales a menudo el sentido propio se pierde hasta<br />

un punto de absoluta incomprensibilidad (…) Substantivos, adjetivos, adverbios, etc. participan en la<br />

formación (¡ojo!, ¡bravo!, ¡adelante!...) (…)” (1935:34)<br />

En tanto, Antonio Pérez- Rioja (1964) también atiende a esta dicotomía<br />

“Interjecciones propias- Son las que constan de una sola palabra- en su mayoría, monosílabas- y<br />

las que únicamente se emplean como interjecciones. Las más frecuentes son: ¡ah!, ¡ay!, ¡bah! (…)<br />

Interjecciones impropias- Son las que, teniendo un valor peculiar como palabras o partes de la<br />

oración, se despojan de él para revestirse accidentalmente del carácter emotivo de las interjecciones<br />

(…) citemos entre otras: ¡anda!, ¡bravo!, ¡bueno! (…)” (1964: 235)<br />

En investigaciones recientes también se encuentra esta clasificación. En este sentido, Ángel<br />

Alonso- Cortés (1999) sostiene en una nota al pie<br />

“La clasificación de las interjecciones en propias e impropias pertenece a la gramática tradicional<br />

(la encontramos en la RAE 1874: 191), pero todavía es empleada en la gramática moderna (véase<br />

Ameka 1992) y no vemos razones para modificarla.” (1999: 4025)<br />

Asimismo, María Jesús López Bobo (2002) afirma<br />

Castel y Cubo, Editores (2010)


207 / Las “interjecciones propias” …<br />

“En la tradición gramatical es habitual clasificar las interjecciones atendiendo a dos criterios<br />

diferentes. El más extendido es aquél que atiende a su naturaleza categorial, distinguiendo así entre<br />

interjecciones propias e interjecciones impropias (…) Como categoría gramatical única, los dos tipos de<br />

interjecciones señaladas comparten todo una serie de propiedades morfológicas, semánticas y<br />

funcionales. Su naturaleza primaria o secundaria sólo ayudará en segundo término a determinar<br />

algunos rasgos diferenciadores.” (2002: 20-21)<br />

Como se observa en la cita anterior, para los estudios lingüísticos de hoy continúa siendo operativa<br />

la distinción entre interjecciones propias e impropias, ya que da la posibilidad de percibir y establecer<br />

rasgos particulares de cada una de estas.<br />

Desde la perspectiva de la Lingüística Cognitiva, Cuenca y Hilferty (1999) se aproximan al<br />

fenómeno de la interjección en el marco de la teoría de los prototipos y de la teoría del nivel básico<br />

(Ungerer y Schmid, 1996; Cuenca, 1996). De esta manera, consideran que la interjección está<br />

subordinada al fragmento, miembro periférico del nivel básico, subordinado a su vez a la<br />

supracategoría oracional (nivel superordinado). Además, la interjección comparte el nivel subordinado<br />

con el fragmento sintagmático (¡Fuego!) y con la prooración (respuestas tales como sí/no). A partir de<br />

este esquema, los autores retoman la división tradicional de interjecciones propias e interjecciones<br />

impropias reformulándola desde este enfoque teórico- metodológico. Así, las interjecciones propias son<br />

las prototípicas y se aproximan a las prooraciones, mientras que las impropias son los miembros<br />

periféricos, que están más cerca del fragmento sintagmático.<br />

Este trabajo se propone contrastar esta clasificación de Cuenca y Hilferty (1999) respecto de las<br />

interjecciones propias con el corpus, para determinar si se puede considerar que las interjecciones<br />

propias son percibidas de una manera uniforme por los hablantes del español, o bien, si estos<br />

vislumbran cierta diferencia al momento de su reconocimiento como tales.<br />

La teoría de los prototipos: Hacia una clasificación dinámica y flexible<br />

La teoría de los prototipos (Berlin y Kay, 1969; Rosch, 1973; Taylor, 1989; Kleiber, 1990) establece<br />

que las categorías no son homogéneas, tienen límites difusos y están constituidas por miembros<br />

prototípicos y miembros periféricos, esto es, por buenos y malos ejemplos. Las categorías se plantean<br />

como espacios categoriales, donde el prototipo, en tanto representación mental, es el ejemplar que se<br />

reconoce más rápidamente, el que posee de modo más claro los atributos de la categoría, el que tiene<br />

un índice mayor de frecuencia.<br />

Desde este enfoque, no todos los miembros de las categorías comparten los mismos atributos, pero<br />

pueden vincularse por el parecido de familia. Este es un concepto tomado de Wittgenstein (1954) 1.<br />

Esta propuesta de categorización responde a una perspectiva no-discreta de clasificación,<br />

oponiéndose así al modelo de categorización tradicional, donde las categorías son discretas,<br />

homogéneas y sus miembros poseen rasgos necesarios y suficientes, por lo tanto, no se toman en<br />

consideración los miembros periféricos o malos ejemplos, sino que, en general, constituyen las<br />

excepciones. Esta concepción está relacionada con el supuesto de que las categorías reflejan o están<br />

determinadas por la organización de los organismos o los objetos del mundo “real”.<br />

En cambio, la teoría de los prototipos en palabras de Teresa Moure<br />

“(…) se dibuja como un modelo de categorización de base psicológica. Buena parte de las entidades<br />

del mundo real conforman un continuum apenas graduado por la mente humana, que establece las<br />

distinciones pertinentes sobre parámetros de base cultural o cognitiva. Las fronteras entre las clases<br />

son, por tanto, frágiles y los elementos saltan de una categoría a otra con cierta frecuencia. Para<br />

organizar este entramado, las propiedades definitorias de cada categoría se ordenan en términos de<br />

importancia relativa y, luego, los ejemplares concretos se insertan en cada categoría en la medida de<br />

su parecido con un ejemplar ideal, que reúna el mayor número de propiedades destacando así como<br />

foco de la categoría.” (1996: 60)<br />

De esta manera, la propuesta de clasificación no discreta permite operar con categorías<br />

gramaticales flexibles y dinámicas, capaces de abordar de una manera integral fenómenos con<br />

múltiples dimensiones como es la interjección.<br />

¿Por qué los protocolos de evaluaciones diagnósticas?<br />

El corpus está conformado por 213 protocolos, que corresponden a pruebas de diagnóstico<br />

realizadas por los alumnos del primer año de la carrera de Letras de la Universidad Nacional de La<br />

Plata.<br />

Las evaluaciones tienen dos partes, la primera propone a los estudiantes que clasifiquen un<br />

conjunto de palabras según la categoría gramatical a la que pertenezcan, y la segunda, está dedicada<br />

al análisis sintáctico.<br />

En este trabajo nos interesa la primera parte, puesto que entre las palabras a clasificar hay<br />

ejemplos de interjecciones propias (“ay”, “ah”, “oh”, “bah”) 2.<br />

<strong>Lucía</strong> <strong>Bernardi</strong>


La renovación de la palabra / 208<br />

Tomar como material de análisis estas pruebas de diagnóstico encuentra su justificación entre<br />

otros factores, en que fueron resueltas por alumnos sin preparación previa, es decir, sin aviso<br />

anticipado. Además, los estudiantes, ingresantes a la carrera de Letras, provenían de diferentes<br />

procesos de escolarización, de manera que las respuestas obtenidas no son uniformes.<br />

Esto puede arrojar una idea más cercana de lo que los hablantes del español perciben cuando se<br />

encuentran ante una interjección, esto es, a qué modelos apelan para interpretar palabras como “ay”,<br />

“ah”, “oh”, “bah”.<br />

Análisis del corpus<br />

Variadas son las respuestas que se obtuvieron al presentarles a los evaluados las interjecciones<br />

propias. Una de ellas fue asimilar la interjección propia “ay” a la categoría de los adverbios.<br />

En realidad, esta respuesta encuentra sus antecedentes por una parte en los griegos, quienes<br />

integraban la interjección a los adverbios y por otra en la Gramática de la Lengua Castellana de<br />

Antonio de Nebrija (1492), que retoma la clasificación de aquellos<br />

“Los latinos, como dijimos en otro lugar, pusieron la interjección por parte de la oración distinta de<br />

las otras; pero nosotros, a imitación de los griegos, contámosla con los adverbios. Así que será<br />

interjección una de las significaciones del adverbio, la cual significa alguna pasión del ánima con voz<br />

indeterminada, como 'ai', del que se duele; 'hahaha', del que se rie; 'tat tat', del que vieda; y así de las<br />

otras partecillas por las cuales demostramos alguna pasión del ánima.”(www.antoniodenebrija.org,<br />

03/04/2010)<br />

Equiparar la interjección a la categoría de los adverbios también encuentra su explicación tanto en<br />

su invariabilidad morfológica como en su comportamiento sintáctico y semántico.<br />

Respecto de la morfología no solo ambas, interjección y adverbio son invariables sino que además<br />

comparten la posibilidad de incorporar un morfema enfático<br />

(1) ¡Huita, Negro!!! Estos son los peronistas que el pueblo quiere. (www.solochaco.com, 13/10/2009)<br />

(2) Así quedó este River (…) con esa sensación de haber tenido todo ahí, cerquita y al alcance de la mano (CREA:<br />

Clarín. “RIVER: EL EQUIPO DE PELLEGRINI TUVO VARIAS CHANCES DE QUEDARSE CON EL TORNEO”,<br />

02/12/2002)<br />

Desde el punto de vista sintáctico, la interjección y el adverbio pueden aparecer en posición inicial,<br />

pero gozan de una gran movilidad<br />

(3) ¡Ay, las desmesuras! (CREA: Salvador Ferla. El drama político de la Argentina contemporánea, 1985. Argentina)<br />

/ El exilio, ay, puede ser al final útil. (CREA: Fernando Birri. Por un nuevo cine latinoamericano, 1996, Argentina)<br />

(4) Afortunadamente, no todos creemos que el aerobismo es dolor, sufrimiento, carga pesada y aburrimiento.<br />

(CREA: Alejandro Albamonte, Aerobismo para mujeres, 1990, Argentina) / Hoy en día, afortunadamente, no<br />

necesitamos ir con revólver por la calle (CREA: Clarín. Suplemento informática, 16/07/2003: “BANDIDOS<br />

INFORMÁTICOS”, Argentina)<br />

Asimismo, ambas pueden ser núcleo de una construcción con sintagma preposicional<br />

(5) ¡Ay de mí! (CREA: Efímero, 2003, Argentina)<br />

(6) La religión tal vez tomó esta figura de una actividad común, del ámbito militar, del ungir a los guerreros<br />

frotándolos con aceite antes de la batalla para protegerlos (…) (CREA: proyectos.senado.gov.ar. Reunión 1, sesión<br />

preparatoria, 24 de febrero de 1999, Argentina)<br />

Semánticamente, ambas categorías contienen valores modales,<br />

(7) ¡Uh!, ya se enteró Aguilar (www.riverplate.com, 15/09/2009)<br />

(8) Lamentablemente, los señores senadores se están retirando del recinto. (CREA: proyectos.senado.gov.ar,<br />

Reunión 4, sesión ordinaria 3, 18/19 de marzo de 1998)<br />

No obstante, se presentan diferencias entre estas dos clases de palabras. Morfológicamente, el<br />

adverbio admite morfemas de gradación (¡Mi asistente llegó tardísimo (CREA: Simón Feldman, La<br />

realización cinematográfica, 1979, Argentina), no así la interjección.<br />

Respecto de la dimensión sintáctica, también se comportan con cierta disimilitud. Mientras que<br />

hay adverbios que se integran a la estructura de la oración (Si usted corre prudentemente, no<br />

experimentará este temido agotamiento físico [CREA: Alejandro Albamonte, Aerobismo para mujeres,<br />

1990, Argentina]), no ocurre lo mismo con las interjecciones propias, salvo que haya un proceso de<br />

conversión de categorías como en el sintagma “Los ayes”, en el que hay un cambio de categoría (la<br />

interjección se convierte en un sustantivo).<br />

En cuanto a la semántica, mientras que las interjecciones pueden expresar entre otras una<br />

modalidad apelativa, los adverbios no. Por el contrario, estos últimos expresan una modalidad<br />

representativa o aseverativa, que las interjecciones no abarcan.<br />

(9) ¡Che! Vos, ¡vení para acá! (www.elforro.com, 23/04/2007)<br />

(10) Aparentemente, la amenaza no surtió el efecto que Ramos pretendía (CREA: Clarín, 12/03/1997 : UN JUEZ<br />

BAJO LA LUPA: DICEN QUE, BORRACHO, GOLPEÓ AL CONSERJE Y A UN POLICÍA, Argentina)<br />

Castel y Cubo, Editores (2010)


209 / Las “interjecciones propias” …<br />

Vemos, entonces, que la respuesta está relacionada con ciertos rasgos de la interjección que la<br />

aproximan al adverbio, pero que no la asimilan completamente a esta categoría.<br />

Analizando otro caso, la interjección propia “oh” fue clasificada como conjunción. Esta respuesta<br />

encuentra su explicación en la similitud morfológica, ya que ambas son invariables, y como observa<br />

María Jesús López Bobo, ninguna de las dos categorías tiene una función en el ámbito oración.<br />

(11) ¡Oh! ¡Qué grande Palermo! (foros.dblatino.com, 12/02/2010)<br />

(12) Me fracturé los platillos tibiales y me colocaron una prótesis sin chequear si había posibilidades de rechazo.<br />

(CREA: Clarín, 17/03/1997: HERALDO DAGLIO, Argentina)<br />

Sin embargo, se diferencian en que las interjecciones, como vimos en el caso de la respuesta<br />

anterior (adverbio), tienen una gran movilidad y además son enunciados independientes.<br />

(13) Ellas eran anchas, de bordes redondeados y… ¡oh, sorpresa!... ¡tenían ramplones! (CREA: J.M. Romero<br />

Blancha, El arte de la equitación, 1990, Argentina)/ ¡Oh! ¡Que grande Palermo! (foros.dblatino.com, 12/02/2010)<br />

(14) Me colocaron una prótesis sin chequear si había posibilidades de rechazo y me fracturé los platillos tibiales.<br />

(CREA: Clarín, 17/03/1997: HERALDO DAGLIO, Argentina)<br />

Como se observa en (13) la posición de la interjección ‘¡oh!’ no afecta el significado de las oraciones,<br />

mientras que, si se mueve la conjunción ‘y’, el significado de la oración sí se ve alterado. En (12) la<br />

prótesis es la consecuencia de la fractura, en cambio, en (14) la prótesis es la causa de la fractura.<br />

Otra respuesta frente a la interjección “oh” fue identificarla como un vocativo.<br />

En general, los límites entre la interjección y el vocativo son un poco difusos, ya que comparten<br />

algunos rasgos tales como ubicarse en una posición extraoracional, separadas entonacionalmente del<br />

resto. Asimismo, tanto la interjección como el vocativo pueden ubicarse en cualquier lugar de la<br />

estructura<br />

(15) Ellas eran anchas, de bordes redondeados y…¡oh, sorpresa!...¡tenían ramplones! (CREA: J.M. Romero Blancha,<br />

El arte de la equitación, 1990, Argentina)/ ¡Oh! ¡Qué grande Palermo! (foros.dblatino.com, 12/02/2010)<br />

(16) ¡Vamos, muchachos, salgan de las ratoneras! (www.perfil.com, 09/03/2010) / ¡Muchachos, salgan a la cancha<br />

y ganen! (forosinfiernorojo.com, 03/04/2010)<br />

No obstante, se pueden notar algunas diferencias. Mientras que la interjección tiene un valor<br />

modal expresivo-afectivo, el vocativo mantiene un valor referencial, en tanto, se dirige a una segunda<br />

persona. Por otra parte, su curva tonal varía, puesto que la interjección se realiza en un contexto<br />

entonacional exclamativo. Por el contrario, el vocativo se realiza un contexto similar al del inciso, entre<br />

dos pausas.<br />

Por último, María Jesús López Bobo (2002) nota dos diferencias importantes. Por un lado,<br />

respecto de la independencia con el resto de la estructura, el vocativo establece una relación de<br />

concordancia con algunos elementos de la oración, y, por el contrario, la interjección, no.<br />

(17) ¡Oh! ¡Qué jugadores!/¡Oh! ¡Qué jugador!<br />

(18) ¡Vamos, muchacho, salga de la ratonera!<br />

Si se compara (16) y (18) se observa que el sustantivo (muchachos/muchacho) está en relación de<br />

concordancia con el verbo respecto del número (salgan/salga). En cambio, en (17) la interjección (oh)<br />

se mantiene invariable, aunque el sustantivo varíe (jugadores/jugador).<br />

Por el otro, la interjección es una categoría gramatical, mientras que el vocativo hace referencia a<br />

una función, esto es, la función apelativa.<br />

Una respuesta que apareció con cierta frecuencia fue la de “pronombre demostrativo”. Hay varias<br />

diferencias entre la interjección y el pronombre. Pero un rasgo que comparten es su fuerte vínculo<br />

con el contexto o la situación de enunciación.<br />

(19) Yo logré conseguir por mi cuenta una bufandita y un gorro para ir tirando, ¡ah!, y otro calzoncillo largo de<br />

abrigo.(CREA: Clarín, 02/04/2001 : A 19 AÑOS DEL INICIO DEL CONFLICTO BELICO: HOY SE CUMPLE OTRO<br />

ANIVERSARIO DE LA ...,Argentina)/ Ah, la dulcísima y sangrienta rivalidad del amor (CREA: El Mundo,<br />

27/11/1994: Francisco Umbral. La Boda, España)<br />

(20) Este es el mail que me mandaron. (comunidad.demotores.com.ar, 2008)<br />

En (19) la interjección “ah” tiene distintos valores según el contexto. En el primer caso, “ah” posee<br />

un valor evictivo (demuestra que el hablante está pensando en algo que no hizo del todo explícito). En<br />

el segundo, la interjección “ah” indica placer o lamento.<br />

Por su parte, en (20) el pronombre demostrativo “este” también depende del contexto para ser<br />

interpretado, además que muestra la distancia espacial con el emisor.<br />

Se observa, que el pronombre sí está integrado, y tiene función dentro de la estructura oracional,<br />

aunque sea un elemento que ancle la emisión en una coordenada espacio/temporal determinada,<br />

relacionada con el emisor.<br />

Otra categoría que fue nombrada es el “adjetivo”. Así, por ejemplo, la interjección “ay” recibió esta<br />

respuesta.<br />

<strong>Lucía</strong> <strong>Bernardi</strong>


La renovación de la palabra / 210<br />

La explicación se puede encontrar en la posibilidad combinatoria de ambas categorías. Como vimos<br />

anteriormente las interjecciones aceptan un sintagma preposicional, del mismo modo, los adjetivos<br />

poseen como complementos (y modificadores) un sintagma de esa naturaleza<br />

(21) ¡Ay de mí! (CREA: Efímero, 2003, Argentina)<br />

(22) No... borren eso... no hablen de la cometa... sería indigno de un inspector (CREA: Agustín Cuzzani, Disparen<br />

sobre el zorro gris, 1988, Argentina)<br />

Asimismo, se puede establecer una proximidad con la capacidad de los adjetivos de cargarse<br />

axiológicamente, sobre todo los adjetivos afectivos, “patético”, desgarrador”, que “determinan una<br />

relación emocional del sujeto” (Kerbrat-Orecchioni, 1993: 111). No obstante, esto requiere un estudio<br />

más detenido.<br />

Una de las respuestas más frecuentes fue “onomatopeya”.<br />

La no distinción entre la interjección y la onomatopeya se registra en varios estudios sobre estos<br />

fenómenos. María Jesús López Bobo (2002) revisa la clasificación de las llamadas interjecciones<br />

representativas (con valor referencial), que incluyen ejemplares tales como ¡plaf!, ¡pum!, etc. Sin<br />

embargo, hay distinciones importantes. Una de ellas es que las interjecciones no tienen un valor<br />

referencial, sino expresivo-afectivo.<br />

Además, las onomatopeyas pueden integrarse a una estructura oracional, donde cumplirán<br />

funciones sea adjetivas sea adverbiales, ya que califican a un nombre o un verbo. Por el contrario, la<br />

interjección no forma nunca parte de la oración.<br />

(23) Don Yayo me devolvió la pelota y yo empecé con el jueguito, tac-tac-tac-tac, y la gente empezó a aplaudir<br />

(CREA: Diego Armando Maradona, Yo soy el Diego, 2000, Argentina)<br />

Sin embargo, hay rasgos que comparten tanto la interjección propia como la onomatopeya. Uno de<br />

ellos, es su aspecto fonológico, puesto que en los dos casos están conformadas por una sola sílaba,<br />

que presenta combinaciones poco usuales en el español. Asimismo, su estrecho vínculo con lo<br />

paralingüístico (gesto, etc.) también aproxima estos dos fenómenos.<br />

Una respuesta que apareció con cierta insistencia fue la de identificar la interjección con la<br />

“exclamación”.<br />

(24) Caritas al jefe, serruchadas de piso...¡bah! (CREA: Alberto Daneri, Matar las preguntas, 1981)<br />

(25) ¡Y cómo funcionaba! (CREA: Diego Armando Maradona, Yo soy el Diego, 2000, Argentina)<br />

Esta respuesta está relacionada con el contorno de entonación exclamativo en el que se realizan las<br />

interjecciones y que la asemejan a los enunciados exclamativos. No obstante, hay una disimilitud<br />

importante. Mientras que los enunciados exclamativos poseen un referente, las interjecciones o<br />

enunciados interjectivo solo tienen un valor semántico afectivo- emotivo, fático, apelativo.<br />

Finalmente, algunas respuestas, que aparecieron menos veces, tales como “fonema”/ “expresión”,<br />

están ligadas a la percepción de la interjección como un fenómeno de la oralidad.<br />

Conclusión<br />

Después de haber realizado este análisis de las respuestas respecto de la identificación de las<br />

interjecciones propias, podemos arribar a algunas conclusiones.<br />

Primero, los alumnos a la hora de clasificar las interjecciones propias, cuando no las reconocieron<br />

como tales, las identificaron con otras categorías (adverbio, conjunción, pronombre, adjetivo) o<br />

fenómenos (onomatopeyas, enunciados exclamativos) que poseen rasgos concomitantes con la<br />

interjección. Es decir, las respuestas en los hablantes del español están vinculadas con los rasgos que<br />

perciben de la interjección propia. Esto da la pauta de que la interjección no solo es un elemento<br />

peculiar, con múltiples aristas, flexible para los estudiosos del lenguaje o para una mirada científica<br />

sino que también lo es para los hablantes del español. Asimismo, esta vacilación o dificultad a la hora<br />

de clasificar las interjecciones se vislumbra en una de las respuestas obtenidas de esta evaluación.<br />

Ante la interjección propia “bah” la solución propuesta fue “onomatopeya ¿interjección?”<br />

En segunda instancia, se pudo observar que no todas las interjecciones propias presentadas en la<br />

prueba fueron reconocidas del mismo modo por los hablantes del español. Así, mientras que un gran<br />

porcentaje identificó “ah” como interjección (60%), fueron muy pocos los que llegaron a la conclusión<br />

de que “bah” también es una interjección (el 58% no la reconoció). En tanto, “ay” fue la segunda<br />

interjección más identificada por los alumnos, y “oh” la tercera. De esta manera, se puede establecer<br />

que no todas las interjecciones propias fueron reconocidas con cierta rapidez e inmediatez por parte de<br />

los evaluados. Esto puede llevar a pensar que “ah” es un ejemplar prototípico frente a “bah” que sería<br />

un miembro más periférico. Entonces, dentro de las interjecciones propias nos encontramos con<br />

buenos y malos ejemplos. Es por eso, que se propone como operativo para su estudio la teoría de los<br />

prototipos, y complejizar la categoría “interjección propia”, vista como prototípica por Cuenca y Hilferty<br />

(1999).<br />

En tercer lugar, una de las respuestas fue que la interjección “ay” indica dolor. Esto da la pauta de<br />

que los alumnos en el momento de clasificar estaban pensando en un contexto de uso, y que, en este<br />

Castel y Cubo, Editores (2010)


211 / Las “interjecciones propias” …<br />

caso, a pesar de la permeabilidad contextual de la interjección propia “ay”, que le hace tomar<br />

diferentes matices, percibieron el “dolor” como el más característico, esto es como el focal.<br />

De esta manera, el espacio categorial de las interjecciones propias es muy rico, y no solo se pueden<br />

establecer ejemplos focales y ejemplos periféricos entre las interjecciones propias, sino que también,<br />

habrá usos interjectivos más o menos prototípicos de un mismo ejemplar, como es el caso de “ay”.<br />

Por último, los alumnos pocas veces clasificaron como interjección a palabras de otras categorías.<br />

Solo lo hicieron en dos oportunidades con las conjunciones “mas” e “y”. Este hecho permite vislumbrar<br />

que la interjección no es una categoría focal dentro de las categorías gramaticales.<br />

Esta fue solo una aproximación que amerita estudios posteriores con mayor detenimiento y<br />

profundidad, pero que al menos es útil para ir desentrañando el fascinante fenómeno de la<br />

interjección.<br />

Notas<br />

1 Pertenece al pensamiento del segundo Wittgenstein, que en las Investigaciones Filosóficas cambia su punto de vista respecto del<br />

estudio filosófico del lenguaje, esto es, ya no se interesa por la estructura lógica del lenguaje sino por sus juegos, en tanto, uso.<br />

2 Cabe aclarar que las pruebas no contenían ejemplos de interjecciones impropias.<br />

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[22 de diciembre de 2009].<br />

<strong>Lucía</strong> <strong>Bernardi</strong>

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