La Medicina Española pierde a uno de sus grandes clínicos: “in ...

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Nota Necrológica
La Medicina Española pierde a uno de sus grandes clínicos:
“in memorian” del Profesor Ortega Núñez
El 21 de mayo de 1926 nació
en Madrid el que sería andando
el tiempo uno de los mejores
internistas españoles, muy ligado
a lo largo de su dilatada trayectoria
profesional a la "Sociedad
Española de Alergia", pues
desempeñó el cargo de Tesorero
desde 1959 hasta 1966. El pasado
8 de julio de 1999, su vida se
extinguía definitivamente, pero
su espíritu seguirá siempre vivo
entre todos aquéllos que tuvimos
la suerte de conocerle. El Profesor
Horacio Oliva, en un bello
libro titulado "Maestros y Dómines" publicado en
1997, hace un repaso de la vida del Profesor Jiménez
Díaz y sus principales discípulos, señalando
que el Profesor Angel Ortega Núñez era «uno de
los más queridos por Don Carlos» y que junto con
el Doctor Ricardo Franco «continuó llevando la
antorcha de Don Carlos en el entrañable Hospital
Provincial». Pero esta es la historia de un afecto
mutuo, de una admiración y un respeto compartidos,
pues en diversas ocasiones que tuve el honor
de conversar con el Doctor Angel Ortega en su despacho
o en las dependencias de nuestro querido
Hospital, siempre me hizo patente su devoción
hacia la obra y la persona de Jiménez Díaz, su antiguo
"Maestro". Al poco tiempo de incorporarme en
1984 al Hospital Gregorio Marañón para formarme
como médico residente en Alergología, fue mi amigo
el Doctor Carlos Senent el que me presentó un
buen día al Profesor Ortega, cuando ibamos a pasar
visita juntos en la sala donde habitualmente ingresaban
los pacientes asmáticos. Tras este primer y
breve contacto me dí perfecta cuenta de que estaba
ante una persona con gran cordialidad, lleno de
bondad y con una distinción e inteligencia propia
de los elegidos. Nuestro hombre
había dirigido previamente un
Servicio de Medicina Interna en
el antiguo "Hospital Provincial",
situado en la calle de Santa Isabel,
donde impulsó sobremanera
el desarrollo de la Alergología,
atendiendo personalmente a los
pacientes con ese tipo de patología.
Cuando en 1969 se decidió
el traslado del personal desde
aquella institución a la recién
creada "Ciudad Sanitaria Provincial",
"Don Angel" convenció a
los responsables de la Dirección
de la necesidad de implantar una Sección de Alergia
adscrita a su Servicio, pues intuía el auge que
iba a cobrar en el futuro la Especialidad.
Para los que tuvimos la suerte de tratarle personalmente
el Profesor Ortega siempre será "Don
Angel", al igual que para él Jiménez Díaz era
"Don Carlos" o para los discípulos de Marañón su
maestro ha sido "Don Gregorio".Yo no tuve la
oportunidad de asistir a las clases de Patología
Médica impartidas por "Don Angel", por incompatibilidad
de horarios, pero en numerosas ocasiones
he comprobado como muchos compañeros del
Hospital las recuerdan todavía con auténtico placer;
ese es el secreto del buen docente, enseñar
deleitando, una virtud tan difícil que tan sólo algunos
cerebros privilegiados como los de "Don Carlos",
"Don Gregorio" y "Don Angel" lo han logrado.
Pero aunque no fui alumno suyo sí he tenido el
orgullo de sentir de cerca su magisterio, pues
"Don Angel" aceptó gustoso la co-dirección de mi
Tesis Doctoral junto a mi ilustre amigo el Profesor
Don Agustín Albarracín. Todavía recuerdo el día
que al caer la tarde acudí a la bonita casa de "Don
Angel" en la madrileña calle Abascal para recopi-
Alergol Inmunol Clin, Junio 1999 Vol. 14, Núm. 3, pp. 200-201

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lar material bibliográfico, donde gentilmente me
recibió con la cortesía y amabilidad que en todo
momento le caracterizaban. Además de los fondos
disponibles para ser consultados en la Clínica de la
Concepción "Don Angel" guardaba en su biblioteca
un valioso ejemplar de "Don Carlos", titulado
"La Historia de mi Instituto", que representó para
mí la primera toma de contacto con la razón de ser
del "Instituto de Investigaciones Médicas", en
cuyo seno se gestaría la verdadera revolución científica
de la Medicina Española. Pero además para
"Don Angel" que yo contase con la documentación
necesaria que me permitiese elaborar con rigor la
Tesis se convirtió en un auténtico reto, pues a
pesar de que su tiempo era limitado por su continua
dedicación al estudio de la Medicina, le obligué
con mis reiteradas peticiones a desempolvar
viejos libros y revistas alojados en el trastero de su
vivienda, como sucedió con diversos tomos de los
"Anales del Instituto de Investigaciones Médicas".
Nunca le podré agradecer lo suficiente al "Maestro"
su generosidad y empeño por allanar la ardua
labor propia de todo doctorando, así como lo
valiosas que resultaron sus correcciones y observaciones,
aunque he de reconocer que fueron pocas,
siempre en forma de sugerencia y nunca en tono
de erudición pedante, pues la gran modestia y el
enorme respeto hacia los demás de que hizo gala a
lo largo de su vida el Profesor Ortega le llevó a
escuchar y compartir en todo momento el punto de
vista de sus colaboradores. Previamente a mi
ingreso en el actual "Hospital General Universitario
Gregorio Marañón", estudié en el "Doce de
Octubre" (en su día "Primero de Octubre", pero ya
se sabe que casi todo sube en la vida); uno de los
textos que manejé para el estudio de la Patología
Médica fue el "Tratado de Medicina Interna", dirigido
por el Profesor Amador Schüller. En dicha
obra, donde escribieron muchos de mis profesores
como Luis Valdivieso, Antonio Pozuelo, Pedro
Betancor, Alberto Portera, etc, había excelentes
capítulos de Inmunología redactados por "Don
Angel". Para los capítulos de Alergia contó aquél
con su discípula la Doctora María Rubio, actualmente
encargada del Servicio de Alergología en el
"Gregorio Marañón" y a la que "Don Angel" conocía
desde sus tiempos de estudiante en el antiguo
Hospital Provincial de la calle de Santa Isabel. En
señal de afecto y gratitud le correspondería años
después la Doctora Rubio a "Don Angel", pues
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siendo Secretaria General de la "Sociedad Española
de Alergología e Inmunología Clínica" le pidió
su participación en diversos capítulos dedicados al
sistema inmune en el tomo correspondiente de un
amplio "Tratado de Alergología e Inmunología
Clínica". Pero al margen de lo personal, era de justicia
que las futuras generaciones de alergólogos se
pudiesen beneficiar de los amplios conocimientos
del Profesor Ortega sobre Inmunología y Alergia.
Con independencia de sus profundos conocimientos
médicos, "Don Angel" era un humanista,
confesándome su gusto por la música y por
leer con avidez novelas de géneros varios, tratados
de Historia y Arte, etc. Asimismo, yo destacaría
en lo personal su faceta de buen conversador,
exponiendo sus puntos de vista con voz
pausada, una elegancia exquisita y una tremenda
claridad de ideas. Me hablaba orgulloso de su
mujer, Rosario, de origen polaco al igual que mis
antepasados, con lo que frecuentemente se suscitaba
un tema de conversación que a ambos nos
interesaba sobremanera.
Hoy en día la Medicina se ha convertido en una
labor de equipo, debido al imparable avance de la
Tecnología, relegando la figura del clínico genial,
capaz de aglutinar los intereses de sus colaboradores
y de crear expectativas en la docencia y la
investigación. Con la muerte de "Don Angel" queda
huérfana la Medicina Española de una de sus
grandes cabezas, pero afortunadamente nos deja
mucho; ¡quién seríamos muchos de nosotros sin
ese especial amor que el Profesor Ortega profesó a
la Inmunología y las enfermedades alérgicas!
Cuando eran aún legión los médicos que consideraban
la Alergología como una Especialidad
menor, no estando al tanto de la capital importancia
que la Inmunología iba a adquirir en el futuro,
"Don Angel" contemplaba ambas como disciplinas
punteras. Creo que la mejor definición de nuestro
"Maestro", el Profesor Angel Ortega, la aplicó
Laín Entralgo a Don Carlos Jiménez Díaz: ¡Fue un
varón bueno, perito en el curar!.
R. Pelta Fernández
Historiador de la Sociedad Española de
Alergología e Inmunología Clínica.
Médico Adjunto de Alergología del
Hospital General Universitario
Gregorio Marañón de Madrid.