1847. WALLIS, Severn Teackle . Págs - Diputación Provincial de ...

1849-50
Josephine de BRINCKMANN
Plano de la ciudad de Almería dibujado por F. Guillamaos en 1842.
A las tres horas llegué a Roquetas para tomar un
descanso del que mi guardia civil tenía necesidad. Es
un espantoso pueblo construido al borde del mar, a la
entrada de la bahía de Almería, frente al cabo de Gata.
Nada en el mundo hay más triste que toda esta tierra,
es una verdadera tebaida donde hay solamente algunas
salinas.
DE ROQUETAS A ALMERÍA
Se ve Almería al fondo de la bahía, se puede ir allí
en media hora con un barco de vapor mientras que
he tardado tres horas en ir por las montañas. Por lo
demás, no lo lamento, pues esta carretera, que es muy
buena, es además muy pintoresca, está tallada en vivo
en las rocas, casi siempre con vistas al mar y constituye
un panorama muy bello.
Llegamos muy tarde a Almería, pero me era igual,
puesto que debía hacer allí una parada breve. En la
puerta de entrada hice por vez primera uso del vil metal,
me era insoportable hacer descargar mi mula y abrir los
baúles. Por medio de dos piececillas ofrecidas por mi
inteligente guía, el aduanero se enterneció y nos dejó
pasar, con gran contento mío; mi pobre escolta estaba
rota por la fatiga y mis animales hubiesen podido decir
otro tanto. Los caballos de Napoleón poseen una valiosa
cualidad para su propietario: viven apenas sin comer. Mi
guía hacía que les dieran una fuerte ración de paja y de
cebada a las cuatro de la mañana, antes de partir, y los
pobres animales no comían hasta la noche.
Almería es una ciudad bastante bonita de veintidós
mil almas, está construida en anfiteatro y presenta un
agradable aspecto. Su nombre viene de la palabra árabe
al mariiatt. Era próspera en aquel tiempo, pero hoy
no queda otro testimonio de su grandeza pasada más
que las vastas ruinas de su ciudadela; son muy curiosas
e interesantes para visitar por los numerosos vestigios
que allí se encuentran. Sobre una montaña elevada que
domina la ciudad, desde lo alto de las ruinas, se tiene
una vista muy extensa, pero extremadamente triste.
Me aseguran que no hay nada interesante que ver
por tierra de aquí a Cartagena; serían necesarios tres
días al menos para llegar allí a caballo y el campo es
tan desolado como el que he visto desde Adra hasta
aquí. Por ello, y a pesar de mi horror por el mar, voy
a embarcar esta tarde y estaré mañana a las cinco de la
mañana en Cartagena.
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