1847. WALLIS, Severn Teackle . Págs - Diputación Provincial de ...

1847
Anatole de DÉMIDOFF
El Paseo arbolado, según litografía de Hilario Navarro de Vera a finales del s. XIX.
espesa. Este bello lugar está protegido de un lado por
una muralla elevada, y limitado al otro por verdeantes
jardines, por debajo de los cuales se descubre el mar
y su horizonte lejano. Es una de las más encantadoras
perspectivas que se pueda imaginar; reina bajo estas
grandes avenidas un aire vivo y refrescante que hace la
estancia deliciosa.
Una pequeña iglesia dedicada a San Santiago (Jacques)
tuvo nuestra última visita. Allí se nota, en menores
proporciones, el lujo acostumbrado de ornamentos
de esculturas y mármoles preciosos.
Almería ha guardado su nombre árabe, Al Mariiat,
que significa un lugar elevado, desde donde
se descubre un gran espacio: ella no desmiente esta
denominación pintoresca. Parece que los fenicios la
hayan habitado y hayan hecho un puerto considerable,
aserción que la localidad marítima no confirma
en ningún punto; porque no queda en nuestros días
ninguna apariencia de un puerto o de un trabajo artificial
de tal importancia. Algunos vestigios de una
escollera de construcción árabe están recubiertos por
el rompeolas actual apenas se avanza en el mar. La
playa de arena fina que reina alrededor de toda la bahía
no ofrece ningún abrigo, ni siquiera al más frágil
barco. Talleres metalúrgicos bastante importantes se
están levantando al pie de las viejas murallas árabes
de la ciudad, y contrastan prosaicamente con estas
ruinas orientales. En resumen, Almería debe ser una
residencia muy austera, todo impreso de este silencio
y de esta soledad que distingue a las ciudades mahometanas.
Los romanos engrandecieron la ciudad, de la cual
la geografía antigua hace mención bajo el nombre de
Murgis-Turdulorum Baeticorum; y más tarde fue parte
del imperio de los Sarracenos, que le han dejado la
fisonomía que aún hoy la distingue. Al ver los pocos
habitantes que circulan y desaparecen en las esquinas
de sus callejuelas, no se podría suponer que Almería
encierra un poco más de veintidós mil habitantes. Tiene
seis parroquias y se alaba de su título de buena ciudad,
que le valió una sede de Diputación Provincial,
una residencia de Gobierno [chez politique], y todos
los tribunales y las instituciones que resultan de este
rango elevado.
Todo eso no se adivina apenas en el aspecto de
la ciudad. Almería se parece a ciertos viejos hidalgos
cuyo exterior no anuncia el blasón. Cubierta bajo el
sol en su blanco manto árabe, aparece humilde e indolente:
su carácter no se revela nada más que a un
atento examen.
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