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e-ArquiNoticias N° 10 agosto del 2013

La revista digital de SARAVIA Contenidos

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profesionales catalanes y madrileños, el entrevistado aseguró que<br />

”hoy en día no es tan así. Sí fue cierto hace unos veinte años, pero<br />

habría que diferenciar el tipo de encargo que recibía el madrileño y el<br />

catalán, que le hacían asumir diferentes papeles frente al trabajo. En<br />

Cataluña –explicó-, hasta la autonomía, los encargos eran<br />

fundamentalmente edificios privados, -viviendas, casa de renta o para<br />

vender-, no había obras públicas. De hacerse, se encargaban a los<br />

arquitectos madrileños, ya que estaban controladas por el poder<br />

central.<br />

Esta centralización en Madrid –continuó Lapeña-, hizo que la<br />

arquitectura catalana fuese más modesta, más realista, que sirviera<br />

realmente a los objetivos económicos <strong>del</strong> cliente. De allí surgió aquel<br />

nombre propio: la Escuela de Barcelona, con gran influencia de los<br />

italianos -Ignazio Gar<strong>del</strong>la en especial-, por la relación entre los<br />

arquitectos catalanes y milaneses. Esa fue entonces la manera de hacer<br />

que la distinguió de la madrileña, en la cual el tipo de encargo –oficialpermitió<br />

una mayor independencia <strong>del</strong> cliente –el Estado-.<br />

A partir de la autonomía de los gobiernos locales se comenzaron obras<br />

de equipamiento social –escuelas, centros de salud, edificios<br />

deportivos, urbanización de calles-, que tendieron a fortalecer los lazos<br />

entre los centros urbanos y las periferias, olvidadas y aisladas durante<br />

el régimen anterior. En ese momento se comenzaron a convocar<br />

concursos, alejándose <strong>del</strong> modo de contratación directo anterior. Así se<br />

realizaron casi todas las obras públicas, con un trabajo compartido<br />

entre el gobierno y los arquitectos”.<br />

“A diferencia de otras actividades <strong>del</strong> hombre –concluyó Lapeña-, la<br />

arquitectura necesita siempre de la construcción –y de sus leyes- para<br />

hacerla aparente. Si se prescinde de estas leyes a favor de una<br />

abstracción total, sobreviene el fracaso. Si, por el contrario, se favorece<br />

una exacerbada especialización de la construcción, se convierte en<br />

algo banal”.<br />

Publicado en La Prensa, 121/12/94<br />

pag.118

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