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32. [«Pan y juegos de circo». Cf. Juvenal, Sátiras, X, 80-81.]<br />

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370<br />

pueblo. El estricto sistema penitenciario de Filad<strong>el</strong>fia, a través d<strong>el</strong> aislamiento y la inactividad, hace d<strong>el</strong><br />

simple aburrimiento un instrumento de castigo: y es tan temible que ya ha llevado a los condenados al suicidio. Así<br />

<strong>como</strong> la necesidad es la constante plaga d<strong>el</strong> pueblo, <strong>el</strong> aburrimiento es la de la gente distinguida. En la vida burguesa<br />

está representado por <strong>el</strong> domingo, y la necesidad, por los seis días de la semana.<br />

Entre <strong>el</strong> querer y <strong>el</strong> alcanzar discurre toda la vida humana. El deseo es por naturaleza dolor: la consecución<br />

genera rápidamente saciedad: <strong>el</strong> fin era solo aparente: la posesión hace desaparecer <strong>el</strong> estímulo: <strong>el</strong> deseo, la<br />

necesidad, se hace sentir otra vez bajo una forma nueva: y si no, aparece la monotonía, <strong>el</strong> vacío, <strong>el</strong> aburrimiento,<br />

contra los cuales la lucha es tan penosa <strong>como</strong> contra la necesidad. - Que <strong>el</strong> deseo y la satisfacción no se sucedan en<br />

un intervalo demasiado corto ni demasiado largo disminuye al grado mínimo <strong>el</strong> sufrimiento que ambos producen y<br />

constituye <strong>el</strong> curso vital más f<strong>el</strong>iz. Pues lo que en otro caso podríamos llamar la parte más b<strong>el</strong>la, la más pura alegría<br />

de la vida precisamente porque nos saca de la existencia real y nos transforma en un espectador sin parte en <strong>el</strong>la, es<br />

decir, <strong>el</strong> conocimiento puro al que todo querer permanece ajeno, <strong>el</strong> placer de la b<strong>el</strong>leza, la alegría auténtica en <strong>el</strong> arte,<br />

todo eso, al requerir aptitudes infrecuentes, resulta posible a muy pocos y aun a estos <strong>como</strong> un sueño pasajero: y<br />

entonces la superior fuerza int<strong>el</strong>ectual hace a esos pocos sensibles a sufrimientos mucho mayores de los que pueden<br />

sentir los hombres más burdos y además los deja solos entre seres marcadamente distintos de <strong>el</strong>los: con lo cual<br />

también esto se compensa. Pero a la amplia mayoría de los hombres no les resultan accesibles los placeres puramente<br />

int<strong>el</strong>ectuales; son casi totalmente incapaces de sentir la alegría d<strong>el</strong> conocimiento puro; están totalmente remitidos al<br />

querer. Por eso, si algo ha de ganarse su interés, si les ha de resultar interesante, es necesario (así se contiene ya en <strong>el</strong><br />

significado de la palabra) que estimule su <strong>voluntad</strong> aunque sea con una referencia remota y meramente posible a <strong>el</strong>la;<br />

esta nunca puede quedar totalmente fuera de juego, porque la existencia de tales individuos consiste mucho más en<br />

querer que en<br />

371<br />

conocer: acción y reacción es su único <strong>el</strong>emento. Las manifestaciones inocentes de esa condición se pueden<br />

comprobar en las pequeñeces y fenómenos de la vida cotidiana: así, por ejemplo, escriben sus nombres en los lugares<br />

curiosos que visitan a fin de reaccionar e influir en <strong>el</strong> lugar, ya que él no ejerció efecto en <strong>el</strong>los: además, no pueden<br />

examinar con facilidad un animal raro y curioso sino que tienen que excitarle, bromear y jugar con él para no sentir<br />

más que la acción y reacción; pero aqu<strong>el</strong>la necesidad de estimular la <strong>voluntad</strong> se muestra especialmente en <strong>el</strong><br />

descubrimiento y mantenimiento d<strong>el</strong> juego de cartas, que es la verdadera expresión d<strong>el</strong> aspecto lamentable de la<br />

humanidad.<br />

Pero independientemente de lo que la naturaleza o la suerte puedan haber hecho, de quién sea uno y qué<br />

posea, no se puede librar d<strong>el</strong> dolor esencial a la vida:<br />

Πηλειδης δ’ ωµωξεν, ιδων εις ουρανον ευρυν 33<br />

(P<strong>el</strong>ides autem ejulavit, intuitus in co<strong>el</strong>um latum.)<br />

Υ también:<br />

Ζηνος µεν παις ηα Κρονιονος, αθταρ οιζυν<br />

Ειχον απειρεσιην 34<br />

(Jovis quidem filius eram Saturnii; verum aerumnam<br />

Habebam infinitam.)<br />

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33. [«El hijo de P<strong>el</strong>eo se lamentaba <strong>el</strong>evando la mirada al ci<strong>el</strong>o... Ilíada, XXI, 272.]<br />

34. [«Era hijo de Zeus, de Cronos, y no obstante / Soportaba una aflicción infinita... Hércules, en Odisea, XI, 620.]<br />

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Los incesantes esfuerzos por desterrar <strong>el</strong> sufrimiento solo consiguen que cambie de forma. Esta forma es<br />

originariamente carencia, necesidad, inquietud por la conservación de la vida. Si se consigue <strong>el</strong>iminar <strong>el</strong> dolor en esa<br />

forma, cosa que se mantiene con gran dificultad, enseguida se presenta en otras mil distintas, alternativamente según<br />

la edad y las circunstancias, <strong>como</strong> impulso sexual, amor apasionado, c<strong>el</strong>os, envidia, odio, miedo, ambición, avaricia,<br />

enfermedad, etc., etc. Por último, cuando no puede adoptar ninguna otra forma se presenta en la triste y lúgubre<br />

vestimenta d<strong>el</strong> fastidio y <strong>el</strong> aburrimiento, contra <strong>el</strong> que se hacen entonces ensayos de todas clases. Si finalmente lo<br />

espantamos, difícil será que lo logremos sin volver a insertar <strong>el</strong> dolor en una de las anteriores formas y así volver a<br />

empezar <strong>el</strong> baile desde <strong>el</strong> principio; pues toda vida humana es lanzada de acá para allá entre <strong>el</strong> dolor y <strong>el</strong><br />

aburrimiento. Por muy desalentadora que sea esta consideración, quiero además llamar la atención sobre un aspecto<br />

de la misma d<strong>el</strong><br />

181<br />

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