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el-mundo-como-voluntad-y-representacic3b3n

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Esta verdad no es en modo alguno nueva. Se hallaba ya en las consideraciones escépticas de las que partió<br />

Descartes. Pero fue Berk<strong>el</strong>ey <strong>el</strong> primero que la formuló claramente: con <strong>el</strong>lo ha contraído un mérito inmortal en la<br />

filosofía, si bien <strong>el</strong> resto de sus doctrinas no se puede mantener. La primera falta de Kant fue <strong>el</strong> descuido de ese<br />

principio, tal y <strong>como</strong> se ha explicado en <strong>el</strong> apéndice. En <strong>el</strong> último de sus tratados: On the philosophy of the Asiatics;<br />

Asiatic researches, vol. IV, p. 164, W. Jones atestigua lo tempranamente que la sabiduría hindú conoció esa verdad<br />

fundamental, ya que aparece <strong>como</strong> <strong>el</strong> principio fundamental de la filosofía vedanta atribuida al Vyasa: the<br />

fundamental tenet of the Vedanta school consisted not in denying the existence of matter, that is of solidity,<br />

impenetrability, and extended figure (to deny which would be lunacy), but in correcting the popular notion of it, and<br />

in contending that it has no essence independent of mental perception; that existence and perceptibility are<br />

convertible terms 1 .<br />

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1. El dogma fundamental de la escu<strong>el</strong>a vedanta no consistía en negar la existencia de la materia, es decir, de la solidez, la<br />

impenetrabilidad y la extensión (negación que sería una demencia), sino en corregir la noción usual de la misma y afirmar que no<br />

tiene una esencia independiente de la percepción mental; que la existencia y la perceptibilidad son conceptos intercambiables.<br />

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Estas palabras expresan suficientemente la coexistencia de la realidad empírica y la idealidad transcendental.<br />

Así pues, en este primer libro consideramos <strong>el</strong> <strong>mundo</strong> desde <strong>el</strong> aspecto indicado, solamente en la<br />

5<br />

medida en que es representación. Que esta consideración, sin perjuicio de su verdad, es unilateral y está<br />

provocada por una abstracción arbitraria, se lo anuncia ya a cada cual la aversión interna con la que asume que <strong>el</strong><br />

<strong>mundo</strong> es su mera representación; si bien, por otra parte, no puede sustraerse de ese supuesto. El carácter unilateral<br />

de esa consideración se completará en <strong>el</strong> libro siguiente con una verdad que no es tan inmediatamente cierta <strong>como</strong><br />

aqu<strong>el</strong>la de la que partimos aquí y a la que solo puede conducir una investigación más profunda, una abstracción más<br />

complicada, una separación de lo diferente y unión de lo idéntico; una verdad sumamente seria y que habrá de<br />

resultar para cada uno, si no terrible, sí grave, a saber: que exactamente igual podemos y tenemos que decir: «El<br />

<strong>mundo</strong> es mi <strong>voluntad</strong>».<br />

Pero hasta entonces, o sea, en este primer libro, es necesario que nos quedemos fijos en <strong>el</strong> examen de aqu<strong>el</strong><br />

aspecto d<strong>el</strong> <strong>mundo</strong> d<strong>el</strong> que partimos, <strong>el</strong> de su cognoscibilidad, y no tener reparo en considerar <strong>como</strong> mera<br />

representación y calificar de tal cualquier objeto existente, incluso <strong>el</strong> propio cuerpo (<strong>como</strong> pronto explicaremos más<br />

detenidamente). Aqu<strong>el</strong>lo de lo que se hace abstracción aquí es, tal y <strong>como</strong> espero que después resulte cierto a todos,<br />

únicamente la <strong>voluntad</strong>, lo único que constituye <strong>el</strong> otro aspecto d<strong>el</strong> <strong>mundo</strong>: pues, así <strong>como</strong> por un lado este es en<br />

todo representación, por <strong>el</strong> otro es de parte a parte <strong>voluntad</strong>. Mas una realidad que no fuera ninguna de las dos cosas<br />

sino un objeto en sí (en <strong>el</strong> que también, por desgracia, degeneró en Kant la cosa en sí), es un absurdo soñado, y su<br />

suposición un fuego fatuo de la filosofía.<br />

Aqu<strong>el</strong>lo que todo lo conoce y de nada es conocido, es <strong>el</strong> sujeto. Él es, por lo tanto, <strong>el</strong> soporte d<strong>el</strong> <strong>mundo</strong>, la<br />

condición general y siempre supuesta de todo lo que se manifiesta, de todo objeto: pues lo que existe sólo existe para<br />

<strong>el</strong> sujeto. Cada uno se descubre a sí mismo <strong>como</strong> ese sujeto, pero solo en la medida en que conoce y no en cuanto es<br />

objeto de conocimiento. Mas objeto lo es ya su cuerpo, que por eso<br />

6<br />

denominamos, desde este punto de vista, representación. Pues <strong>el</strong> cuerpo es un objeto entre objetos y se<br />

encuentra sometido a las leyes de los objetos, aun cuando es objeto inmediato 2 . Como todos los objetos de<br />

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2. Sobre <strong>el</strong> principio de razón, 2. a ed., § 22.<br />

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la intuición, está inserto en las formas de todo conocer, en <strong>el</strong> tiempo y <strong>el</strong> espacio, mediante los cuales se da la<br />

pluralidad. Pero <strong>el</strong> sujeto, <strong>el</strong> cognoscente y nunca conocido, no se halla dentro de esas formas sino que más bien está<br />

ya supuesto por <strong>el</strong>las: así que no le conviene ni la pluralidad ni su opuesto, la unidad. No lo conocemos nunca, sino<br />

que él es precisamente <strong>el</strong> que conoce allá donde se conoce.<br />

Así pues, <strong>el</strong> <strong>mundo</strong> <strong>como</strong> representación, en cualquier respecto en que lo consideremos, posee dos mitades<br />

esenciales, necesarias e inseparables. Una es <strong>el</strong> objeto: su forma es <strong>el</strong> espacio y <strong>el</strong> tiempo, y mediante <strong>el</strong>los la<br />

pluralidad. Pero la otra mitad, <strong>el</strong> sujeto, no se halla en <strong>el</strong> espacio y <strong>el</strong> tiempo, pues está entero e indiviso en cada uno<br />

de los seres representantes; de ahí que uno solo de <strong>el</strong>los complete con <strong>el</strong> objeto <strong>el</strong> <strong>mundo</strong> <strong>como</strong> representación, tan<br />

plenamente <strong>como</strong> todos los millones que existen: pero si aqu<strong>el</strong> ser único desapareciera, dejaría de existir <strong>el</strong> <strong>mundo</strong><br />

<strong>como</strong> representación. Esas mitades son, por lo tanto, inseparables incluso para <strong>el</strong> pensamiento: pues cada una de <strong>el</strong>las<br />

24<br />

§2<br />

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