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Mutuos malentendidos con los<br />
Niños y Jóvenes con Desórdenes<br />
del Espectro de Autismo<br />
Por: Rafael Oliveras Rentas, PsyD<br />
Vernice Hernández, MA<br />
Los individuos con Desórdenes del Espectro de Autismo<br />
(DEA) presentan una serie de alteraciones neuroevolutivas<br />
en la conectividad del cerebro, que impactan principalmente<br />
los circuitos envueltos en las funciones de la cognición<br />
social. Estas alteraciones repercuten en pobres destrezas<br />
sociales-comunicativas e insistencia en la repetición y<br />
enfoque excesivo en temas u objetos. Más aun, estos<br />
rasgos provocan que no se beneficien de los modelos<br />
de intervención convencional, y nos hagan reconsiderar<br />
los aspectos implícitos de la relación clínico-paciente.<br />
Los individuos con DEA suelen comportarse<br />
de manera diferente. Son comunes las quejas de<br />
padres y maestros –e incluso de muchos clínicos–<br />
relacionadas a su pobre cooperación, poco esfuerzo,<br />
elevada impulsividad, y fallas en el control emocional.<br />
Existen muchas razones que explicarían este comportamiento<br />
atípico. Una de estas razones pudiese relacionarse a un<br />
pobre funcionamiento de la Teoría de la Mente. Es decir,<br />
fallas en la interpretación adecuada de las reglas no escritas<br />
de las situaciones y relaciones interpersonales, así como<br />
diferencias en la producción de su propia conducta social.<br />
Esto repercute en una pobre comprensión de la exigencia<br />
y finalidad de su desempeño, así como<br />
en la manera en que se comunica y<br />
responde a las tareas provistas. Además,<br />
las deficiencias vistas en la comunicación<br />
social tienden también a relacionarse a un<br />
lento procesamiento para responder a los<br />
estímulos (Oliveras-Rentas, et al., 2012).<br />
Otra característica recae en que los<br />
individuos con DEA suelen centrarse en<br />
detalles irrelevantes e inusuales, perdiendo<br />
la perspectiva para integrar y comprender<br />
la totalidad de la situación social o la<br />
tarea. Esta pobre coherencia central (Frith,<br />
1989; Frith & Happé, 1994) causa una<br />
fragmentación y eventual sobrecarga de<br />
los múltiples aspectos cambiantes del<br />
ambiente (miradas, expresiones faciales,<br />
posturas, señas, gestos, tareas, contextos,<br />
etc.). Y son precisamente los cambios<br />
los que retan la eficiencia cognoscitiva<br />
de los individuos con DEA, quienes son particularmente<br />
inflexibles y no manejan con eficiencia la novedad ni la poca<br />
estructura (Pennington & Ozonoff, 1996; Ozonoff & Jensen,<br />
1999). Su inflexibilidad provoca conductas rutinarias y<br />
repetitivas e insistencia en realizar las mismas actividades,<br />
que a su vez les sirven de mecanismo regulador de sus<br />
recurrentes síntomas de ansiedad (Rodgers et al., 2012).<br />
Todas estas variables producen un malentendido mutuo entre<br />
el clínico y el paciente, donde mientras el individuo con DEA<br />
concluye erróneamente las intenciones o situaciones que le<br />
rodean, el clínico interpreta la reacción como maladaptativa<br />
y como una posible falta de disciplina o de controles<br />
internos. Es decir, el niño que suele verse como cooperador,<br />
vago y no motivado, pudiese estar realmente confundido,<br />
envuelto en conductas repetitivas y enfocándose en aspectos<br />
irrelevantes de la situación (Kunce & Mesibov, 1998).<br />
Más aún, estas vulnerabilidades provocan que no<br />
puedan apreciarse sus comunes fortalezas cognoscitivas. Se<br />
reconoce que los individuos con DEA suelen ser personas<br />
muy honestas, de buen humor, y muchas veces motivadas<br />
a complacer a otros. Suelen además poseer excelente<br />
memoria para datos, piensan de forma lineal, les gusta<br />
seguir reglas, son particularmente buenos manejando<br />
detalles y a menudo presentan talentos especiales.<br />
Por tanto, la intervención o el trato debe ir destinado<br />
a apoyar sus diferencias neurocognoscitivas. La primera<br />
consideración es anticipar qué aspectos del ambiente o de<br />
la tarea pudiesen interferir con su conducta. El ambiente<br />
debe siempre controlarse para hacerlos sentir seguros, y a su<br />
vez, reducir los antecedentes de las conductas no deseadas.<br />
El ambiente se controla reduciendo o<br />
eliminado los estímulos innecesarios,<br />
organizando todos sus componentes<br />
y haciéndolo altamente predecible<br />
(Cannon, et al., 2011). Es muy prudente<br />
anticipar los cambios y permitir tiempo<br />
extra para ajustarse al alternar tareas.<br />
La tarea puede manejarse dividiéndola<br />
en pedazos más manejables, tal y como<br />
ellos suelen procesar. Por lo general, el<br />
uso de libretos e instrucciones breves<br />
que enlisten y predigan el orden y<br />
la composición de las actividades a<br />
realizarse así como el tiempo estimado<br />
de la sesión suele servir de apoyo para<br />
su déficit en la coherencia central.<br />
Es altamente recomendable el uso<br />
de agendas visuales e instrucciones<br />
escritas para aquellos que así puedan<br />
leer. No olvide indicar cuál es la<br />
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