Nº 26-27 (ago.-set. 1968) - Publicaciones Periódicas del Uruguay

DE lA REVOlUCION LIBERAL A lA REVOlUCION CUlrURAL 23
Ralf Dahrendorf ha demostrado no hace mucho
en cuanto a uno de los austromarxistas, Karl Renner),
y desembocaba además en una acción propiamente
revolucionaria. La ignorancia de la historia
sirve para vencer la inercia de la historia: pues
está claro que en la Sorbona revolucionaria de
1968 nadie habia leído una página de los hermanos
Adler ni de atto Bauer (*).
Pero esta filiación que me divierte presentar aqui,
trae también recuerdos menos optimistas. Pues
al austromarxismo sucedió el regimen del canciller
Dollfuss. iQué digo!: el socialismo católico,
la armonía del capital, la técnica y el trabajo, la
participación de todos los intereses en un sistema
pluricameral (3), asambleas provinciales (Austria
era un Estado federal), asambleas corporativas. y la
pretensión del fin de la lucha de clases subordinada
a la salvaguarda de la independencia de la Nación,
la cual tiene una función política propia que
cumplir como elemento positivo para el equilibrio
de fuerzas en Europa central. En fin: contra las feudalidades
internas y contra el marxismo; la independencia
nacional frente a la absorción en una entidad
politica mayor (el anti-Anschluss; la pequeña Europa),
una capital monstruosa y una provincia exhausta;
una voluntad de juego politico internacional sin
medida con los recursos reales del país, el recuerdo
de un gran imperio aún reciente en los salones y
en la Banca...
Volvamos a la revolución cultural francesa. Pasada
su fase liberal, también ella entró en la fase
de lucha de poder (contra los profesores y los
mandarines, naturalmente). Su realización teórica y
práctica más notable fue la noción de poder paralelo.
Se demostró que podia erigirse una estructura
de poder al margen del gobierno y de la adminis-
(") La herencia hegeliana probablemente favorece
análisis sociales que enfatizan la noción de totalidad
sincrónica y que pueden contener sugerencias paralizantes
de la acción al subordinar ésta a la cognición
(estructuralismo y economismo serían dos ejemplos, de
remota raíz hegeliana, de énfasis analítico en detrimento
de una acción cuyo momento propicio nunca llega). En
cambio la tradición kantiana pone en un lugar más
central los temas morales. Como las revoluciones no
las desencadenan los científicos sino sectores sociales
que un día se dicen "ésto no lo aguantamos más", quizá
la misteriosa hilación lógica tenga un substratum muy
concreto.
(3) CI. la complicadísima Constitución de 1934.
tración, incluso cuando éstos aparecían como triunfantes
sobre el proletariado. Habrá que revisar la
noción según la cual el poder es una magnitud
finita, sólo susceptible de operaciones algebraicas
de suma y resta. de modo que no se puede obtener
poder si no es quitándoselo a otro. Esta es la
polémica Parsons contra Wright Milis de 1957 o
1958. Se habia confundido la noción de que el poder
es, por su propia naturaleza un bien escaso, con
la noción de que en cada totalidad social concreta
es una magnitud finita. Parsons tenía razón al afirmar
que el poder no sólo se resta, sino que también
se crea. Acumulación de conocimientos, claridad
teórica, catarsis irreversible después de la
experiencia de una revolución cultural, implican
creación de poder. Un obrero de Peugeot, al que
hubo que amputarle una pierna el 11 de junio de
1968, en Sochaux, a consecuencia de un balazo,
decia después: "Tengo un trozo de pierna menos,
pero ideas muchas más.»
El poder paralelo significa un desafío de nueva
índole a la estructura tradicional de una universidad.
Por una parte, coloca en lugar primario una
de las funciones (la función critica y de reflexión
sobre la sociedad) que hasta ahora era subordinada
en las universidades a las funciones de transmisión
de una herencia cultural y de innovación de conocimiento.
Por otra parte, supone el derecho de decirle
a un profesor: "Váyase Ud. a su casa a ponerse
al día en cuanto a las novedades en su ciencia,
y luego vuelva.» Si ésto conducirá a la desaparición
de los profesores y a su substitución por máquinas
electrónicas donde una cinta magnética
tiene un programa impreso, y el estudiante lucha
solitario con la máquina, es una alternativa. La
verdad es que uno siente cierta inquietud ante el
posible evento de que el programa en la cinta
magnética contenga respuestas introducidas por
poderes extrauniversitarios, y que llegue un instante
en que se organicen disputas sobre si las
cintas han sido o no maquiavélicamente alteradas.
De esta imagen surge un eco que retrocede siglos:
uno recuerda las demenciales discusiones en
algún convento de la Edad Media, cuando un monje
copista no ortodoxo cambiaba deliberadamente
una consonante griega. Pero en fin, también el poder
paralelo puede conducir a un recyclage continuo
de los profesores, de modo que se establezca
esa necesidad, para que las mentes no se petrifi-