Volver a intentar - Prisa Ediciones
Volver a intentar - Prisa Ediciones
Volver a intentar - Prisa Ediciones
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
<strong>Volver</strong> a <strong>intentar</strong><br />
La había visto muchas veces. Siempre exhibía<br />
una sonrisa franca y algo coqueta. Cualquiera que<br />
la mirara tendría la certeza de que a sus 35 años estaba<br />
fresca, radiante… eso y mucho más era lo que<br />
gritaban sus ojos. Su cabello largo y bien cuidado la<br />
ayudaba a enmarcar una expresión enigmática que invitaba<br />
a más de una interrogante.<br />
Su naturalidad era tal que las palabras brotaban<br />
sencillas y mansas, hablaba sin rodeos, conversar<br />
con ella resultaba una tarea fácil… y apasionante.<br />
Aquella mañana, cuando me llamó, me di cuenta<br />
de que las cosas no andaban bien, le pedí que acudiera<br />
a Emergencias en el hospital donde trabajo.<br />
Su semblante reflejaba angustia, una mueca<br />
envolvía sus palabras. Sus ojos denotaban miedo, dudas.<br />
El dolor era intenso, penetrante, venía desde su<br />
vientre y se clavaba como daga, como un estilete empujado<br />
por la vida misma o quizá por la muerte.<br />
El ambiente de la sala de Emergencias no<br />
era de vértigo como en otras ocasiones, al contrario,<br />
transcurría apacible… ¡qué paradoja!<br />
23<br />
historias de mujeres valientes.indd 23<br />
3/10/09 4:04:42 PM
HISTORIAS DE MUJERES VALIENTES<br />
Al mirarme, intentó sonreír, pero la angustia<br />
de sus ojos me permitió leer en ellos la dolorosa<br />
certeza de su gravedad. Tan solo tendió su mano y,<br />
al sentirla, me estremecí, estaba fría, sudorosa. Tras<br />
una rápida revisión constaté que tenía una hemorragia<br />
aguda. Quise buscar su razón, su origen.<br />
—El dolor empezó por la noche, sin motivo<br />
—dijo ella con palabras entrecortadas—; los días anteriores<br />
fueron normales.<br />
Empalidecía, tenía el cabello pegado a las sienes<br />
por el sudor, respiraba agitada, estaba en malas<br />
condiciones y ella lo intuía. Sus signos vitales eran<br />
preocupantes, la tensión arterial se encontraba en niveles<br />
muy bajos: 80 sobre 50; su pulso, apenas detectable,<br />
era de más de 100 por minuto; respiraba de una<br />
manera frenética.<br />
Decidí realizar una ecografía urgente que demostró,<br />
de manera inequívoca, una hemorragia masiva<br />
que abarcaba toda su pelvis y abdomen. El radiólogo<br />
me dijo que calculaba que había más de un litro y medio<br />
de sangre libre. No dudé, debía proceder de inmediato,<br />
entonces le comuniqué que su cuadro clínico era grave<br />
y que debía someterla con urgencia a una cirugía.<br />
Ella me miró con los ojos enlagunados y accedió,<br />
sin ocultar su miedo.<br />
—Estoy en tus manos —me dijo nerviosa, intentando<br />
desatar el nudo que presionaba con terror su<br />
garganta—, haz lo que tengas que hacer.<br />
Pedí a todo el personal que nos dejaran solos,<br />
hay ocasiones en que un médico sabe que tiene una<br />
conversación impostergable con su paciente y que los<br />
testigos son prescindibles.<br />
24<br />
historias de mujeres valientes.indd 24<br />
3/10/09 4:04:42 PM
VOLVER A INTENTAR<br />
—¿Hay algo que no me hayas dicho? —le pregunté<br />
intentando impregnar mis palabras con toda la<br />
delicadeza y discreción necesarias.<br />
—No... —me contestó dubitativa.<br />
Cuando indagué si estaba utilizando algún método<br />
anticonceptivo, esquivó mi mirada y respondió:<br />
—No es necesario, Santiago… hace más de<br />
seis meses me separé de mi marido.<br />
Revisé nuevamente la ecografía e insistí que<br />
su sangrado era muy característico en un embarazo<br />
extrauterino.<br />
Ella lo negó de manera categórica.<br />
—Desde que me separé de mi marido no he<br />
estado con él ni con nadie —al pronunciar la última<br />
palabra, las lágrimas se desbordaron de sus ojos.<br />
Una caricia sutil en su mejilla saldó la charla.<br />
—Todo va a ir bien —le dije—, eres una mujer<br />
joven, solo necesito de tu fuerza.<br />
Enseguida fue trasladada al quirófano.<br />
Su madre aguardaba con ansiedad en la sala<br />
de espera de Emergencias; su rostro ajado por la vida<br />
me conmovió. Casi exigiéndome que respondiera las<br />
palabras que ella requería para no desplomarse, me<br />
preguntó:<br />
—Doctor, no es nada grave, ¿verdad?<br />
¿Cómo rayos se hace para hablarle a una madre<br />
desesperada, con unas palabras tan frías y ajenas a sus<br />
angustias: «Abdomen agudo hemorrágico»? Solo atiné<br />
a decirle que debía intervenir a su hija de inmediato.<br />
—Está sangrando profusamente —le dije y ella<br />
enmudeció al instante. Sus lágrimas corrían sin pudor<br />
por los surcos del tiempo, esas marcas tatuadas por las<br />
25<br />
historias de mujeres valientes.indd 25<br />
3/10/09 4:04:42 PM
HISTORIAS DE MUJERES VALIENTES<br />
penas y por las alegrías añejas. Temblaba, como se<br />
tiembla cuando el hacha del dolor y la angustia desgarran<br />
desde adentro.<br />
—¿Podría morir, doctor?<br />
—Señora, vamos a actuar ahora mismo, espero lograr<br />
detener la hemorragia a tiempo. Seguramente necesitará<br />
varias pintas de sangre, por favor, aguarde aquí.<br />
Caminó, frágil y devastada, hasta el sofá y al<br />
sentarse su mirada se perdió en el vacío.<br />
En el quirófano, mientras me cepillaba las manos,<br />
pensaba que lo que me esperaba era una caja de<br />
Pandora… ¡Cuántas cosas pueden pasar en el organismo<br />
de un ser humano! Las preguntas comenzaron<br />
a sacudirme: ¿Será capaz de tolerar la anestesia? ¿Podré<br />
localizar a tiempo el sitio del sangrado? ¿Estarán<br />
comprometidos el útero, las trompas, los ovarios?<br />
¿Podré volver a ver los ojos de su madre y decirle que<br />
todo salió bien?<br />
El momento crucial, casi mágico, es el ritual<br />
silencioso que empieza con un acto de dos manos: la<br />
de la instrumentista, que extiende hacia mí el escalpelo,<br />
y la mía, que lo recibe con la firmeza de aquel que<br />
no puede, ¡que no debe dudar!<br />
El brillo de la hoja iluminó la piel; la sangre<br />
emanó libre, caliente, viva.<br />
En cada intervención quirúrgica, siento cómo<br />
mi corazón se acelera, el espacio al cual dirijo toda mi<br />
atención me hipnotiza, ejerce un magnetismo indescifrable,<br />
como si nada ni nadie más que esa paciente<br />
existiera en mi vida.<br />
En la sala de operaciones, médicos y paramédicos<br />
debemos trabajar en armonía milimétrica,<br />
26<br />
historias de mujeres valientes.indd 26<br />
3/10/09 4:04:42 PM
VOLVER A INTENTAR<br />
somos una orquesta que ejecuta cada movimiento con<br />
ritmo, con pausas pero in crescendo, hasta alcanzar<br />
un apogeo. La tensión del momento resulta extenuante,<br />
pero la fuerza interior no da tregua.<br />
Al fin, luego de sortear las dificultades que la<br />
gran cantidad de sangre y coágulos representaban, llegué<br />
al lugar preciso. Logré identificar una trompa reventada,<br />
como si toda la fuerza de las venas y arterias que nutren<br />
su vida hubieran hecho eclosión en un momento. Se trataba,<br />
efectivamente, de un embarazo fuera del útero.<br />
Una fusión de pinzas, tijeras, electrobisturí y<br />
suturas precedieron a la ansiada calma. Mi espalda estaba<br />
mojada, el surco de mi columna era una cuenca<br />
por la que se deslizaban gotas de angustia. De pronto,<br />
sin saber por qué, giré mi cabeza y en segundos reparé<br />
en la presencia de un colega que, desde el umbral de la<br />
puerta, miraba estupefacto todo el drama. No articuló<br />
palabra alguna, solo observaba con los ojos a punto de<br />
descargarse en llanto. Tragaba en seco, su mirada me<br />
inquietó… No había razón para que él estuviera ahí.<br />
Casi instintivamente le hice una seña para saludarlo. Él<br />
apenas atinó a levantar su dedo pulgar deseándome, o<br />
suplicándome quizá, que todo saliera bien.<br />
Luego de tres horas, por fin, terminó la cirugía.<br />
La paciente se encontraba estable, maldita palabra:<br />
«estable». Aún había que esperar que no se presentaran<br />
complicaciones.<br />
Lo primero que hice fue dirigirme a la sala de<br />
espera de Emergencias a buscar a su madre, siempre<br />
me conmueve el gesto de desesperación, casi desamparo,<br />
con el que los familiares de una paciente me<br />
reciben después de una intervención quirúrgica.<br />
27<br />
historias de mujeres valientes.indd 27<br />
3/10/09 4:04:42 PM
HISTORIAS DE MUJERES VALIENTES<br />
—Lo peor ya pasó —le dije abrazándola, más<br />
para sostenerla que para demostrarle mi afecto. Su<br />
cuerpo frágil se reconstituyó frente a mí para decirme<br />
un «gracias», esa expresión que resume toda la calidez<br />
y humildad de un ser humano.<br />
Horas más tarde, entré a la habitación en la<br />
que mi paciente se recuperaba, ella estaba sola, me<br />
acerqué lentamente, respetando su soledad, su silencio,<br />
su dolor.<br />
—Todo salió bien, te pondrás bien en un par<br />
de días —le dije manifestando mi satisfacción.<br />
—¿Qué fue lo que encontraste? —preguntó<br />
ella con temor. En segundos sus ojos y los míos se<br />
estrellaron en un instante de fuego.<br />
—Mira, estabas embarazada y tu embarazo se<br />
ubicó en el lugar equivocado, eso provocó la hemorragia.<br />
No dijo nada, miró hacia el techo.<br />
Sentí que debía irme, dejarla sola, pensé que<br />
quizá mi frontalidad la había golpeado. De pronto<br />
tomó fuerzas y me dijo:<br />
—Por favor… esto no debe saberlo nadie.<br />
Con una sonrisa solidaria respondí:<br />
—No tienes de qué preocuparte.<br />
Por la noche pasé a visitarla de nuevo, recibía<br />
su cuarta pinta de sangre, sus mejillas comenzaban a<br />
recobrar el color de la vida. Allí encontré a un hombre<br />
de mediana edad que la acompañaba con gesto serio,<br />
me dijo que era su esposo, lo saludé sin inmutarme.<br />
Pese a que él no formuló ninguna pregunta, sentí la<br />
necesidad de llenar con palabras el silencio incómodo<br />
que invadía el lugar, entonces le expliqué que ella tenía<br />
un buen pronóstico. Recibió mi comentario sin<br />
28<br />
historias de mujeres valientes.indd 28<br />
3/10/09 4:04:42 PM
VOLVER A INTENTAR<br />
gesto alguno. La habitación silenciosa estaba repleta<br />
de dudas y recelos.<br />
El día del alta hospitalaria, no pude contenerme.<br />
Al verla saludable, recuperada, por fin disparé a<br />
boca de jarro la pregunta:<br />
—¿Por qué me mentiste?<br />
En voz baja, como si buscara complicidad, me<br />
respondió:<br />
—Tuve miedo, ¡no quiero que nadie me juzgue!<br />
—Soy tu ginecólogo —añadí enfático—, no<br />
estoy aquí para juzgarte, sino para cuidar tu salud.<br />
—Tienes razón —dijo ella ruborizada y continuó—,<br />
debí haberte dicho la verdad. Luego de separarme<br />
de mi esposo, conocí a alguien que me quiere, que me<br />
hace sentir viva… dime que me entiendes, por favor.<br />
Asentí y ella prosiguió:<br />
—Esto que vivo hoy es un amor secreto, un<br />
encuentro de locos… o de sabios. En medio del caos<br />
y el sufrimiento agotador de mi ruptura, él llegó para<br />
derramar ternura como un bálsamo. Sé que no puedo<br />
pedir que me entiendan, pero he asumido cada paso<br />
con amor y conciencia.<br />
¿Cómo juzgar a una mujer que encuentra la<br />
cura para su dolor a través del amor fresco y renovado?<br />
La abracé y al despedirme le recomendé que<br />
fuera disciplinada en los cuidados que requería luego<br />
de la operación.<br />
Días después, curiosamente, la encontré en uno<br />
de los pasillos del hospital. Había recobrado la luz en<br />
su rostro, estaba hermosa y vital. Contemplaba extasiada,<br />
a través de una de las ventanas del hospital, el sur<br />
de la ciudad. El Panecillo estaba despejado y rodeado<br />
29<br />
historias de mujeres valientes.indd 29<br />
3/10/09 4:04:42 PM
HISTORIAS DE MUJERES VALIENTES<br />
de casitas de colores; al fondo, el majestuoso Cotopaxi<br />
nos enseñaba cuán largo es el camino de la paz.<br />
—¿Qué haces aquí? —le pregunté con preocupación—.<br />
¿Estás enferma? ¿Te sientes bien?<br />
Ella solo sonrió con picardía.<br />
—Estoy bien —respondió—, mejor que nunca.<br />
La tomé de las manos y le dije:<br />
—Pues eso me alegra muchísimo.<br />
Le di un beso en la mejilla y caminé unos diez<br />
metros preguntándome en silencio cuál sería la razón<br />
de su presencia. De pronto sentí una extraña curiosidad.<br />
Volteé para hacerle una última pregunta que, ya<br />
en ese instante, resultó innecesaria… Mi colega, el<br />
que había entrado de manera extraña a la sala de operaciones<br />
mientras yo la intervenía, la saludaba con un<br />
abrazo estrecho, íntimo. Ambos sonreían iluminados.<br />
Días después recibí un correo electrónico en el<br />
que ella me decía:<br />
«Santiago, es una historia que tal vez no entiendas…<br />
es algo que ni yo misma comprendo. Es mi<br />
corazón que se desconecta de mi cabeza. Es mi corazón<br />
que actúa como un dictador. Solo créeme cuando<br />
te digo que, pese a que un día perdí la esperaza, hoy<br />
nuevamente soy feliz».<br />
Apagué mi computador sin dejar de pensar…<br />
¡Qué coraje, qué fuerza! ¡Qué capacidad tiene el corazón<br />
para reconstruirse, para volver a latir en medio<br />
del dolor! Hay ocasiones como esta, en que encuentro<br />
a una mujer destruida por dentro, pero que es capaz<br />
de restaurar su cuerpo y su alma.<br />
Parece irónico… vida y muerte son la esencia<br />
de eso que llamamos amor.<br />
30<br />
historias de mujeres valientes.indd 30<br />
3/10/09 4:04:42 PM