Libro 10 jun 2005 - Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

mucho menos gravitante para mí de aquel que sustento hoy
en día. Y ello no emana solamente de una supuesta maduración
tardía, sino que del hecho que ahora soy yo, quién inmerso
en una cultura tan distinta de la mía, no sólo espera sino que,
de algún modo, exige, que se respeten sus ideas y creencias.
Tengo la ventura de vivir en un país en el cual la diversidad y el
respeto a las creencias, me ha permitido recién, por un lado,
apreciar en toda su significación, la celebración del Sagrado
Mes de Ramadán, con sus profundos significados en la raíz del
Islam y, por el otro, haber podido asistir anteayer a la celebración
de la Eucaristía en el día de la Inmaculada Concepción. Es así
como no puede dejar de impresionarme la profunda
religiosidad evidenciada en todos los actos de la vida por mis
anfitriones musulmanes, como también, la enorme
trascendencia y privilegio que implica haber sido iluminado por
la luz de Cristo.
Sin embargo, junto a los signos positivos, debo señalar que
aprecio que subsisten otros que no lo son tanto. Entre estos,
el que más me impresiona y en gran medida, preocupa, se
relaciona con el hecho de que, a más de veinte años de los
hechos que nos hicieran entonces fijar la atención en el tema
de los Derechos Humanos, la reconciliación entre los chilenos,
esté aún lejos de lograrse. Pareciera ser que el libro que hoy se
presenta hubiese esperado y en vano, por un “perdón de las
ofensas” el cual no ha llegado, para haber hecho su aparición
en un Chile de verdaderos hermanos.
¿Cuál pudiera ser la causa de esta ausencia de amor, en su
sentido evangélico, entre los chilenos? Mi impresión, muy
personal, radica tal hecho en que hemos estado preocupados
en exceso de que nuestro prójimo pida perdón y poca atención
hemos puesto en clamar nosotros por ese perdón. Esta actitud
implica “buscar la paja en el ojo ajeno…”, además, de presumir
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