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—¿Por qué me dices eso? —preg
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samos, te lo prometo, te lo prometo
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centro de una gritería, asentía l
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Eleazar viene llegando al extremo d
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La arena sisea bajo los pies pausad
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—¿Cuándo volví? Ella a su lado
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samente el rostro de Sara, extraña
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—Sí, seguro. —Dime algo, Eleaz
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Esa tarde las mujeres van a casa de
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74 con tanta ira vierte el café, q
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Eleazar regresa al Charco casi exac
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su voz, el desconcierto invisible c
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—David, buenos días. —Sara. Qu
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ñado de música y gritos, y su luc
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88 flotando en un remolino de injur
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94 seme encima, onquel Napo chico t
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96 ni vi cuándo se fue, había una
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Y así, sonriendo, ajeno a un cuent
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cuándo sucedió eso, que zumbó la
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104 junto a la puertecilla. Sara ar
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106 cho la frente por si acaso algo
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108 —No, David, qué quieres que
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110 sabía qué iba a hacer, te dij
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112 go que, no sé, David, no sé,
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114 debiera nada, a Napo, sólo, s
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116 —Si es que no eras tú, Sara,
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118 lillo, mirándola desolado, ent
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120 —¿Qué? —Sara se le queda
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122 Eleazar se da vuelta y se oscur
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—¡Sé dónde te largas, padrote
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acabarse de un momento a otro, y no
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134 sa, sedientísima, perfume y se
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Muere Esperia días después de hab
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Potranca, Rosemary, Guillermina Tor
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A las cortinas de la Sala Grande ar
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