RENOVADA PASIÓN POR PICASSO EN BERLÍN - El Siglo

muerta con pipa y Naturaleza muerta con
vaso y periódico –. “La presencia de los cuadros
cubistas de Braque en nuestra exposición
se explica porque Picasso y él compartieron
precisamente el desarrollo del cubismo.
Trabajaron tanto tiempo juntos que
apenas podían diferenciarse el uno del otro,
ni el trabajo del uno con el del otro”, plantea
la comisaria de Picasso und seine Zeit.
Prueba de esa relación artística también es
el retrato que Picasso hizo entre 1909 y 1910
a Braque, donde, al igual que en los otros
lienzos cubistas, todas las formas naturales
‘El jersey amarillo’.
‘Pintor y modelo’.
S. M. S. M.
el nuevo Museo Picasso del que podrá presumir la capital alemana. ‘Dora Maar con uñas verdes’.
pasan a ser geométricas.
De la evolución de ese estilo resultaron los
cuadros preferidos de Heinz Berggruen. A
saber, Dora Maar con uñas verdes y El jersey
amarillo, firmados por Picasso, respectivamente,
en 1936 y 1939. El primero es especialmente
apreciado en el Museo. “Tal vez
sea el más intimista de los retratos cubistas
que hay en la colección, pues muestra la fragilidad
y de algún modo la melancolía de la
mujer”, subraya Zacharias, aludiendo a la
retratada, Dora Maar, pintora y fotógrafa que
fue musa de Picasso. Dora Maar con uñas
verdes y El jersey amarillo eran los cuadros
preferidos de Heinz Berggruen, y “siempre
que había que hacerle una foto en el museo
buscaba tener detrás esos lienzos”, comenta
la comisaria de Picasso und seine Zeit.
Dora Maar no fue la única mujer que impactó
en la vida artística de Picasso. De hecho,
suya es una frase que bien resume la relación
del malagueño con sus musas: “Cuando
cambiaba una mujer en su vida, todo lo
demás cambiaba igualmente, la casa, los
amigos, el estilo”. Heinz Berggruen, que conoció
bien a Picasso después de haber abierto
una galería de arte en París, estaba al corriente
de esta realidad y de ahí que también
coleccionara pinturas del andaluz que se suponen
generadas por el peso del influjo femenino
en el artista. Esto es lo que ocurre
con La Minotauromaquia, de 1935. Antes de
1936 y el inicio de la Guerra Civil española,
quienes especialmente influyeron en Picasso
fueron Olga Khokhlova, su primera
mujer, y Marie-Thérèse Walter, su amante.
La carga de erotismo que ésta última inyectó
en la obra de Picasso volvería con fuerza
en la etapa de mayor madurez del pintor
malagueño, como demuestran algunos lienzos
presentes en la exposición berlinesa. Dan
cuenta de ello El matador y la mujer desnuda,
de 1970, y El pintor y la modelo, de 1971.
Por aquel entonces “Picasso era el único viejo
maestro de la pintura contemporánea, rodeado
de jóvenes artistas; la gran parte de
sus viejos compañeros ya habían muerto”,
destaca Zacharias. Ella ve a un Pablo Picasso
especialmente enérgico en sus últimos
años. Ante su vejez, “Picasso reaccionó con
un vigor extremo, dejando de lado toda posibilidad
de ser apartado en la escena artística.
De ahí los gestos salvajes que recogen
sus pinturas y los temas eróticos que elegía
a la hora de pintar”, expone la comisaria de
la muestra dedicada al malagueño.
Eso sí, no pasan desapercibidos otros lienzos
del Picasso en su etapa posterior a la Segunda
Guerra Mundial. Es el caso de sus Mujeres
de Argel, versión L, una de las trece variaciones
que hizo el malagueño del cuadro
del maestro francés del Siglo XIX Eugène Delacroix
Les Femmes d’Alger dans leur appartement
–Las mujeres de Argel en su apartamento–
una obra de 1834. En la escena artística
internacional, a esa serie de Picasso
se la considera como el “mayor logro” del
nº 1020. 27 de mayo–2 de junio de 2013 51