Ladrando a la luna - JosÃ© J. GonzÃ¡lez de - Rojo y Negro

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hecho el café. Tomó una taza, se duchó y salió a la calle. Por fin, un día sin nada que hacer y con todo planeado. Aquella historia aún no había terminado y, sin embargo, ya estaba empezando a echarla de menos. Había transcurrido un mes y medio desde que le dieron la puñalada y a él le parecían años. Se había acostumbrado a aquello como si fuera la razón de su vida. En tan poco tiempo había pasado del deseo de venganza al perdón, del odio a la comprensión, de la decisión de matar a la necesidad de vivir. Sí, muy poco tiempo para tanto cambio, y le iba a hacer falta mucho más para digerir y asimilar la experiencia, quizás la más brutal de su vida, hasta el presente. Era sábado y pensó en alterar algunas de sus costumbres. La liberación tenía que comenzar por pequeños detalles que, acumulados, condujeran a la emancipación total. Para empezar, dejó la moto aparcada y salió caminando al Paseo de las Delicias desde la Calle de Áncora. Subió hasta Atocha y se internó en la estación de ferrocarril. En el estanco compró un
paquete de tabaco para liar y un librillo de papel de fumar; después dio una vuelta por el inmenso invernadero que servía de vestíbulo. Había allí un microclima húmedo y algo caluroso con el fin de que aquellas plantas enormes y exóticas se sintieran como en su casa: la selva. “Podrían haber soltado también un par de tigres”, pensó divertido. Los fines de semana se convertía aquel lugar en centro de reunión de todo tipo de inmigrantes, especialmente de países de la Europa del Este. Se sentaban en las bancadas corridas de piedra y compartían bolsas de comida y latas de cerveza mientras charlaban animadamente y escuchaban música. Paco se sentó junto a uno de los grupos y lió un pitillo; pronto estuvo compartiendo su tabaco y su papel con algunos ciudadanos búlgaros. Le gustó particularmente una chica de nombre Silvia a la que todo el mundo llamaba Shiska, su diminutivo en eslavo. Shiska tenía el pelo rubio obscuro recogido en una coleta alta y un gran flequillo en diagonal izquierda-derecha
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JOSÉ JAVIER GONZÁLEZ DE LA PAZ LA
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AGRADECIMIENTOS -A mi padre, José,
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INTRODUCCION A partir de un suceso
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coches de policía, avisadas por al
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Poco tiempo había pasado desde su
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A Paco no se le iba de la cabeza la
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“Pero ¿tú sabes cómo le pinch
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un precio” emergiendo desde el in
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metieron por el primer callejón y
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gris y azulada comenzaba a inundar
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Se referían a la absurda necesidad
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No pudo evitar pensar que la querí
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lejano, la copa que le devolvía a
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Tupé se dio la vuelta, se apretó
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contrariado. Su auténtico nombre e
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El médico rió y observó alejarse
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eencuentro. -Bribón, desapareciste
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saludaba, le paraba y le preguntaba
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empinada topografía y entrecruzado
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Pidió una cerveza y observó a la
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tenía como clientes a borrachines
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perspectiva del internacionalismo p
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chorizo, pero muy buen chaval y que
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. . . -Buenos días, Lolo -dijo Pac
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patrona, saldó la deuda y volvió
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de junio, se le acercó y, emulando
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auténticas locuras en su nombre; e
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veía toda la ciudad, sus torres de
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Artes. Abandonó la carrera cuando
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-He tenido el presentimiento de que
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-Nadie sabía nada de ti. -¿No hab
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Aquellas dos chicas, y sin que ella
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Todos ellos, igual que él, en un m
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Cuando le daba la vena filosófica
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Paulino era un buen tipo, se percib
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con la pasta que les dan ahora y co
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-¿Qué estáis haciendo, chicos -p
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de sospecha. Volvieron a subir y se
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-Joder, tú siempre estás pensando
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estrepitosamente y seguía moviendo
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hablaran desde hacía años, se emb
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sabiduría llevada hasta América d
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-Hasta pronto, David. Terminó la c
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Había que decir en su favor que es
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acostarse. Decía que ese era el ú
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-Las enfermedades mentales en las c
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Cambiaron de tema y se enzarzó con
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amarga, malencarada y ceñuda, pero
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años y siempre se habían llevado
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-Adiós, amigo, adiós. Paco bajó
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del aguardiente era el más barato
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mujer. -¡Estás loco! -Por eso me
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última vez les dije que vendría e
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-Buenos días. -Buenos días, padre
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somos católicos o, tan siquiera, c
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-No, don Julio -intervino Paco- Cov
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-De acuerdo. En el fondo de mí cre
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sobre ese todo, el tiempo; no como
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-No, señor cura, no estoy anclado
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alguna forma, son tan conscientes c
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es que nuestro cerebro disponga de
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de dicha materia -Le voy a contesta
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dirigió directamente hacia la moto
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suficiente como para disfrutar de n
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-Será porque, a veces, como tú di
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militaba en uno que fue fundado dur
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odio, pero también sabía que la m
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en el mejor de los casos, algunos c
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porro a su lado en la terraza de la
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enamorado de algo así Utilizó sus
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medio pollo asado con patatas frita
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pero a esas horas ya estaría cerra
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-¿Te molesta que nos sentemos cont
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cigarrillo; después retornó, por
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-Oye, ¿tú de qué vas, hay que ec
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local próxima apertura. Mínimo 15
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importar que viniese de la razón c
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eran ni las nueve. Aparcó y dio un
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Por fin, se despidió de él con un
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cambias -Sólo puedo ofrecerte una
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-No, tío, que me alegro. No sé, e
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están para chuparse los dedos. -Pu
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largas horas hasta que empezara a l
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Y ahora, esa maldita historia de cu
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antigua, pero no incunable y ni siq
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-¿Qué mal rollo -contestó en el
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gato panza arriba y le metió un em
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sobre la barra y abandonó el bar a
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de corte africano, sus chanclas, su
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-Tú siempre tan directo. Pues sí,
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Paco se levantó y pidió otra rond
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mismo piensas. -Lo sé, tronco, lo
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Subieron hasta el segundo. Arriba y
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se abrió con un chirrido de pelíc
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-¡Y me lo quería perder! -exclam
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Regresó a General Lacy volando. Aq
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Pidieron dos, precedidos de sendos
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ese camino. -¿Es que no lo entiend
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-Me voy un rato a casa, quiero echa
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hierba, con la espalda apoyada en e
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entrada y el interior del bar. El R
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Marimé se sentó a su lado y lo mi
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Yo creo que es por precaución, por
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pillado. Si no lo han hecho será p
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-Me aburro en la cama. Los que nos
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¿no Se metieron en la bodega Las C
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entereza suficiente para soportar l
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me divierto más mirando los gestos
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-A ver si ahora vas a defender a lo
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usa. -No empieces a darme conferenc
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eran sendas, aunque transcurrieran
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sonó el teléfono móvil con una m
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de algunos obreros que, elevados a
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continuaba al frente de la barra. N
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donde había pensado ir en un princ
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Toñi se rió estrepitosamente. -Bu
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-Como lo oyes. -Lo que yo decía, q
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-No te preocupes que lo voy a empap
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sentir el calor de su cuerpecito ap
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estaba deseando montarse en su Vesp
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científicos, romanticismo con estu
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un miedo visceral, instintivo, que
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eso. Al llegar a la Plaza de Carlos
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fertilidad y la renovación. Sobre
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que, con toda seguridad, le hizo gr
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Madrid, estilizadas columnas de mad
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cruzaría la calle y le compraría
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importante. Los tres, sobre todo el
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Nita y por eso él le tenía un odi
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puerta, donde podía apoyar su dañ
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-Por supuesto. Dice que está busca
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triste al verme Justo antes de pasa
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-Pues explícamelo. A lo mejor no s
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vamos a consentir que le sigas amar
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como unos gilipollas. -¿Y qué te
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-Cuando tú quieras. Ya sabes, aqu
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chorizo, cerveza, café y copa. -Te
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miedo. Aquella visión le desagrada
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Pensó Paco que eso era precisament
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cafetería. Desde allí podía segu
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-¿Es usted poeta -No, hombre, no.
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despacio entre la multitud de coche
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espingón; las piernas, largas, con
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-¿Recuerdas que te dije que era im
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puedo meter en un lío. Y no quiero
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Terminaron el suculento cocido y no
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Volvieron a bajar al Soria y Cris q
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ar ¡Madre mía, qué colocón pill
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correr de las horas. Ya sólo queda
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levanto! -Tú no me levantas na. Po
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V YOLANDA Cuando despertó Paco por
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-Y quiero que conozcas a la chica q
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me acerco a La Albahaca para que me
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- Ya me sé tu teoría ¿Entonces l
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colorido, pasando del azul celeste
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esa soledad interna que se adhiere
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el jamón en su jamonero, añadiero
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-¡Eh, Luis! -¡Coño, que aparici
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Se sentaron en una mesa; el pidió
Page 320 and 321: pasos hacia el bar Santamaría, don
Page 322 and 323: directamente al bar de la Toñi. -
Page 324 and 325: -Bueno, pues cuando acabemos iremos
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Page 328 and 329: Se le erizaron todos los vellos del
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Page 332 and 333: la cara entre las manos y darle dos
Page 334 and 335: Apagó la música y, acto seguido,
Page 336 and 337: volvieron a salir igual de ojerosas
Page 338 and 339: del animal consiguieron que el homb
Page 340 and 341: Y se ahogaba de nuevo en un prolong
Page 342 and 343: sentarnos, tengo que hablar con vos
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Page 348 and 349: -Luego te veo, Toñi. Voy a comer c
Page 350 and 351: -Vale, me apunto a todo. Ponme un v
Page 352 and 353: a la precariedad y al fracaso eran
Page 354 and 355: -Pues vamos a comer. A mí también
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Page 358 and 359: y algo de ropa interior; después,
Page 360 and 361: insistentemente el claxon para pedi
Page 362 and 363: el ya de por sí obscuro ramaje de
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Page 372 and 373: que ocultaba parcialmente la intens
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Page 386 and 387: la entrada que su defendido acudía
Page 388 and 389: estaban como una cabra. El juicio l
Page 390: Cuando pasó por Arévalo era ya no
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