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Un poco de ayuda de tus amigos<br />
como a la propia congregación— quién es cristiano y quién<br />
no lo es.<br />
Como consideramos al comienzo de este libro, muchas personas<br />
están confundidas acerca de su estado espiritual.<br />
Muchos son creyentes genuinos, pero luchan con el temor de<br />
no serlo. De forma más preocupante, muchos creen sinceramente<br />
que son cristianos, pero están sinceramente equivocados.<br />
Mientras tanto, el mundo mira a la iglesia y, al observar<br />
especialmente a esta última categoría, no ve ninguna diferencia<br />
real entre los creyentes profesantes y el mundo.<br />
Pero si las iglesias locales estuvieran haciendo su trabajo,<br />
esto no sería así (y libros como este no serían necesarios). Aquí<br />
es donde entra en juego la membresía de la iglesia. Las iglesias<br />
deberían estar compuestas por personas que están verdaderamente<br />
convertidas. En este sentido, una de las funciones de la<br />
membresía de la iglesia es dar seguridad de salvación. Ser un<br />
miembro de iglesia significa que la iglesia cree que tu profesión<br />
de fe es creíble. Es por eso que la iglesia te ha bautizado,<br />
te da la Cena del Señor, y no te ha disciplinado. Otra función<br />
de la membresía de la iglesia es mostrar al mundo lo que significa<br />
ser un verdadero cristiano, puesto que excluye a los no<br />
creyentes y a los falsos profesantes de la membresía.<br />
Obviamente, ningún ser humano o iglesia puede ver dentro<br />
del alma y determinar el destino eterno de otra persona. Tampoco<br />
deberíamos asumir que ninguna iglesia en particular es<br />
perfectamente pura. Aun así, Jesús ha dado a las iglesias una<br />
autoridad representativa para hablar en su nombre, evaluar la<br />
credibilidad de las profesiones de fe de la gente, y establecer<br />
nuevas comunidades de creyentes en todo el mundo. Aunque<br />
las iglesias ejerzan esta autoridad de forma imperfecta, sigue<br />
siendo su derecho y responsabilidad por mandato divino. 1<br />
Consideremos entonces el ejemplo de Chas, mi amigo<br />
taxista. Él escuchó el evangelio y respondió con arrepentimiento<br />
genuino y fe (según lo que pude discernir en un paseo<br />
de cuarenta y cinco minutos en automóvil). Ahora, él repre-<br />
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