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¿Soy realmente cristiano<br />

Hay muchas cosas que podríamos decir acerca de este pasaje,<br />

por lo que vamos a volver a él en el capítulo 6. Pero es<br />

importante que ahora veamos dos cosas. En primer lugar,<br />

cada uno de los que se reunieron ante ese trono se consideraba<br />

a sí mismo cristiano o —al menos— digno de la aprobación<br />

de Cristo. Cuando Jesús enfrentó a los cabritos con su<br />

destrucción eterna, ninguno levantó la mano y dijo: “¡Tienes<br />

razón Jesús! Era yo quien estaba equivocado. Siempre dije<br />

que no existías. Nunca creí en ti. ¡Nunca debí haber decidido<br />

rechazarte!”<br />

Ninguno de ellos se opuso conscientemente a Jesús. De<br />

hecho, cuando oyeron el veredicto de Jesús, parecían pensar<br />

que tuvo que haber habido algún error. Todos ellos se presentaron<br />

para el gran evento esperando recibir una recompensa<br />

de Jesús. Pero estaban terriblemente equivocados.<br />

Estaban autoengañados. No vieron su propio estado claramente,<br />

y su ceguera les costó todo.<br />

En segundo lugar, fíjate que Jesús mismo es el juez. Él<br />

dirige a la gente a la vida eterna o al castigo eterno. Las<br />

naciones reunidas delante de él no toman esa decisión. No<br />

hay nada que puedan decir o hacer para que él cambie de<br />

opinión. Lo único que importará en ese último día será lo<br />

que Jesús diga en cuanto a si eres uno de los suyos.<br />

Cuando te presentes ante Jesús —tu juez— de nada servirá<br />

cualquier evidencia que presentes. Podrás señalar todas<br />

las veces que repetiste “la oración del pecador”, o la ocasión<br />

en la que pasaste adelante, o tu bautismo, o la otra vez que<br />

fuiste bautizado en caso de que la primera vez no hubiera<br />

valido, o los campamentos juveniles a los que fuiste, o los<br />

viajes misioneros en los que participaste. Si en ese momento<br />

final Jesús no te mira y te dice: “Eres una de mis ovejas” o<br />

“Me perteneces”, nada de lo otro importará. No podrás discutir<br />

el veredicto con el Juez. Jesús mismo dijo en el Sermón<br />

del Monte:<br />

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