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La torre y la isla - Anaya Infantil y Juvenil

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UNA MÁQUINA DE FABRICAR SUEÑOS<br />

Desde <strong>la</strong> primera fi<strong>la</strong>, <strong>la</strong> Alejandra virtual <strong>la</strong>nzó una rápida<br />

mirada a Martín y asintió con <strong>la</strong> cabeza. Martín detestaba<br />

aquel<strong>la</strong> falsa imagen de su amiga, con sus <strong>la</strong>rgos cabellos <strong>la</strong>cios<br />

y rubios y sus ropas a <strong>la</strong> última. Prefería, con mucho, a <strong>la</strong> chica<br />

de carne y hueso que estaba sentada a su <strong>la</strong>do en <strong>la</strong> cabina; no<br />

era tan alta, ni tan delgada, ni tan perfecta en todos sus rasgos;<br />

pero Martín adoraba su pelo rojo y rizado, su nariz ligeramente<br />

respingona y sus maravillosos ojos grises. ¿Cómo era posible<br />

que Alejandra no se diera cuenta de que su imagen verdadera<br />

era mucho más atractiva que aquel<strong>la</strong> especie de muñeca que <strong>la</strong><br />

sustituía en los entornos virtuales Estaba tan equivocada...<br />

C<strong>la</strong>ro que, en realidad, todo el mundo hacía lo mismo. Lo cierto<br />

era que ninguna de <strong>la</strong>s imágenes de sus compañeros correspondía<br />

a su aspecto real. Todos habían adquirido identidades<br />

digitales para utilizar<strong>la</strong>s cuando se conectaban a <strong>la</strong> red, que era<br />

casi todo el tiempo, pues no solo lo hacían durante <strong>la</strong>s horas de<br />

estudio, sino también en los ratos libres, para re<strong>la</strong>cionarse con<br />

sus amigos. Por lo visto, todo el mundo parecía opinar que resultaba<br />

más conveniente, si uno quería tener éxito en <strong>la</strong> vida,<br />

renunciar al aspecto propio y pagarse uno falso y atrayente...<br />

Incluso don Ramiro se había comprado una identidad digital<br />

con su propio rostro rejuvenecido y una <strong>la</strong>rga y tupida mata de<br />

pelo castaño en lugar de su rosada calva. Solo Martín conservaba<br />

su vieja imagen de siempre, realizada a partir de grabaciones<br />

de su verdadero aspecto, sin ningún retoque. Su madre se negaba<br />

a pagarle una identidad nueva; decía que no lo consentiría<br />

por nada del mundo. Sofía Lem tenía unas ideas muy particu<strong>la</strong>res<br />

acerca de <strong>la</strong>s nuevas modas, unas ideas que a menudo lograban<br />

complicarles considerablemente <strong>la</strong> vida, a el<strong>la</strong> y a su<br />

hijo... Pero Martín, en el fondo, <strong>la</strong> comprendía. Aceptar todas<br />

aquel<strong>la</strong>s imposiciones del mercado global habría sido como re-<br />

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