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La torre y la isla - Anaya Infantil y Juvenil

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LA TORRE Y LA ISLA<br />

conocer que los viejos ideales por los que el<strong>la</strong> y su marido habían<br />

luchado en su juventud habían muerto. Y además estaba<br />

el abuelo, que detestaba todo lo re<strong>la</strong>cionado con el entretenimiento<br />

virtual; eran dos contra uno, de modo que no había<br />

nada que hacer, salvo seguir llevando con <strong>la</strong> mayor dignidad<br />

posible <strong>la</strong> imagen digital de siempre y no darle demasiada importancia<br />

al asunto. Después de todo, no <strong>la</strong> tenía...<br />

—¿Estáis preparados, chicos —dijo el don Ramiro virtual<br />

sonriendo—. Pues ade<strong>la</strong>nte. Poned el dedo en el dispositivo<br />

de recogida de muestras y esperad a sentir el pinchazo; <strong>la</strong><br />

sangre irá cayendo al tubo que está debajo; recoged<strong>la</strong> e introducid<strong>la</strong><br />

en el ordenador de análisis. Cuando tengáis los resultados,<br />

comenzad a e<strong>la</strong>borar el informe siguiendo <strong>la</strong>s pautas que<br />

yo os he indicado...<br />

Martín estaba a punto de colocar el dedo en el aparato<br />

que le correspondía cuando advirtió que a Alejandra le sucedía<br />

algo extraño. En <strong>la</strong> pantal<strong>la</strong> virtual seguía conservando su<br />

aspecto impecable y distante de siempre, pero allí en <strong>la</strong> cabina,<br />

muy cerca de él, podía oír <strong>la</strong> respiración rápida y alterada<br />

de <strong>la</strong> chica. Parecía que se estuviera ahogando...<br />

—¿Qué te pasa —preguntó, quitándose el casco de comunicación—.<br />

¿Te encuentras mal<br />

—No soporto <strong>la</strong> sangre —replicó el<strong>la</strong>, imitando su gesto—.<br />

Me pongo enferma solo de ver<strong>la</strong>...<br />

—Será solo un momento, ni siquiera te darás cuenta<br />

—dijo Martín, cogiéndole <strong>la</strong> mano con suavidad—. Mira, yo<br />

recogeré el tubo y lo meteré en el ordenador de análisis, tú no<br />

tendrás ni que mirar... Cierra los ojos, yo guío tu dedo... Así...<br />

Martín tomó entre los suyos el dedo de Alejandra y lo<br />

colocó en el dispositivo de toma de muestras. El pinchazo fue<br />

tan leve que <strong>la</strong> muchacha apenas alzó un instante <strong>la</strong>s cejas;<br />

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