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Así, sería necesario ocuparse de la formación profesional para el empleo de la población en paro joven con<br />

bajo nivel formativo, no los más jóvenes, sino quienes están entre 25 y 35 años, que empezaron a trabajar<br />

antes de la crisis y a construir un proyecto vital e incluso formaron familias que ahora se muestran muy vulnerables.<br />

Son estos jóvenes los que están en alto riesgo de quedar excluidos del mercado laboral aunque<br />

la economía se recupere, salvo que se vuelva a optar por generar empleos baratos. En este sentido, cabe<br />

preguntarse si se necesitan cien medidas para fomentar el empleo de la población joven, o por el contrario<br />

se trata de pensar sobre sus necesidades más estratégicas. Entre ese centenar de medidas aprobadas por el<br />

gobierno se debería dar mayor relevancia, en su dotación económica y desarrollo, al programa que apoya la<br />

compatibilidad de empleo y estudios, contratos a tiempo parcial que permitan paralelamente mejorar la formación<br />

profesional, apoyando económicamente a las empresas y a las personas. No se trata de incentivar el<br />

empleo a tiempo parcial de forma generalizada, que por otra parte está aumentando como trabajo refugio<br />

involuntario ante la falta de otras opciones, sino de apoyar la formación, pero siendo conscientes de que esta<br />

población, ya no tan joven, necesita también un salario.<br />

A su vez, hemos visto que en el ámbito laboral las mujeres españolas han conseguido grandes avances en los<br />

tres indicadores fundamentales que miden su presencia activa en el mercado de trabajo, reduciéndose la brecha<br />

con los hombres en las tasas de actividad, de ocupación y de paro. En esta trayectoria de mejora fueron<br />

determinantes, además del contexto socioeconómico general, de los grandes cambios sociales y culturales y<br />

del incipiente desarrollo de políticas de igualdad, las estrategias individuales seguidas por las propias mujeres<br />

para eludir la discriminación laboral y para estar en mejores condiciones de competir por el empleo escaso:<br />

tener en sus manos el gobierno de la maternidad y de la vida en pareja (número de hijos, edad en la decisión<br />

de formar una familia), y elevar su nivel educativo (las mujeres tienen un menor índice de fracaso escolar y<br />

las tituladas en educación superior superan a los hombres), además de optar de forma creciente al empleo<br />

público (son mayoría en el conjunto de la población asalariada del sector público).<br />

Así, las mujeres se están manteniendo en el terreno conquistado de la actividad laboral, reforzado por la<br />

crisis –paso desde la inactividad a declararse activas laboralmente–, pero retrocederán en el terreno menos<br />

conquistado de la igualdad con los hombres en el reparto del cuidado de los otros. Porque las mujeres pudieron<br />

liberarse, en parte, de la mayor carga de responsabilidad en las tareas de cuidado sacándolas del ámbito<br />

privado, a partir de la extensión de determinados servicios públicos, básicamente la generalización de plazas<br />

públicas para la escolarización obligatoria de la infancia entre 3 y 6 años, y mediante la compra en el mercado<br />

de otros servicios donde lo público sólo tuvo un incipiente desarrollo, como la escolarización para los menores<br />

de 3 años y la atención a personas adultas dependientes. En estos dos campos la inmigración fue determinante<br />

para que las mujeres españolas se mantuvieran en el mercado de trabajo, contratando los servicios de<br />

la población extranjera en el ámbito doméstico.<br />

Este relato de la trayectoria de vida de las mujeres permite a su vez identificar no sólo las medidas más necesarias<br />

para avanzar en la igualdad, sino también aquellas acciones que tendrán un impacto más negativo<br />

sobre las mujeres trabajadoras. Así, continuar el incipiente desarrollo de las escuelas infantiles para menores<br />

de 3 años es una medida estratégica que, sin embargo, ahora ha sido suspendida y supone una seria cortapisa<br />

a la voluntad demostrada por las mujeres de permanecer laboralmente activas, además de que elimina el<br />

componente de igualdad y de redistribución social que tienen las políticas públicas de educación.<br />

En este mismo sentido hay que señalar la importancia del desarrollo de la Ley de Dependencia y la gravedad<br />

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