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Dos guerrilleras <strong>del</strong> PKK, ataviadas con el uniforme completo de los peshmerga, se preparan para salir a hacer guardia en las inmediaciones de<br />
cuatro combatientes kurdas reciben clases, ya que la educación es considerada tan importante como el entrenamiento para la guerra. A la dere-<br />
un campamento en el Kandil. Abajo, a la izquierda,<br />
cha, un momento de la comida en grupo.<br />
«Estamos aquí para evitar que esta<br />
ruta de contrabandistas pueda ser utilizada<br />
por los islamistas de Al Qaeda o<br />
Jund al Islam», afirma Diwan, un joven<br />
de 23 años que pertenece al PJAK.«Ni el<br />
PKK ni el PJAK son responsables de los<br />
bombardeos de turcos e iraníes –afirma–.<br />
Seguirían bombardeando aunque<br />
no estuviéramos aquí. Llevan años haciéndolo,pero<br />
no han conseguido nada».<br />
«La guerrilla se ha dispersado ante la<br />
amenaza inminente de los bombardeos y<br />
los campos están vacíos», apunta Najiba.<br />
Ante esta eventualidad, la corresponsal<br />
ha concertado una cita con un grupo de<br />
guerrilleras por medio de Diwan.<br />
Atravesando una senda por un terreno<br />
boscoso, Najiba intercambia saludos<br />
con los combatientes, que ya han sido<br />
avisados de nuestra presencia. Según la<br />
joven periodista,el entrenamiento de un<br />
peshmerga dura cinco meses, uno de los<br />
cuales han de pasarlo en una cueva con<br />
apenas media hora diaria para salir y pertrecharse<br />
de lo necesario para sobrevivir.<br />
En el caso de que Ankara cumpla sus<br />
amenazas de dirigir una operación militar<br />
a gran escala, poco podrán hacer los<br />
aviones y los helicópteros contra estos<br />
expertos supervivientes y conocedores<br />
<strong>del</strong> terreno.Y es que en Kándil no hay bases,puentes<br />
o carreteras que destruir,pero<br />
sí miles de cuevas y galerías subterráneas<br />
que sólo los guerrilleros conocen.<br />
Tras una hora de camino, un grupo<br />
de cuatro <strong>mujeres</strong> armadas sale a nuestro<br />
encuentro. Van vestidas como los<br />
hombres, pero ni sus rostros, sus peinados,<br />
ni las uñas pintadas de dos de ellas<br />
son reflejo de las fatigas de la vida en las<br />
montañas <strong>del</strong> Kandil.<br />
Baibún ingresó en el PKK hace siete<br />
años.Tenía sólo 16 cuando tomó la decisión<br />
de unirse a la guerrilla.«Nací en una<br />
aldea muy pobre en la región de Sirnak<br />
(sudeste turco) –recuerda la joven–. Somos<br />
diez hermanos y mis dos hermanas<br />
mayores ya se habían casado.Yo era la siguiente,<br />
por lo que ya me habían buscado<br />
un marido: un hombre <strong>del</strong> pueblo de<br />
24 años que había vuelto de Estambul<br />
para casarse y al que sólo había visto en<br />
una ocasión. A la presión en mi casa se<br />
añadía la que ejercían los padres y hermanos<br />
de mi “novio”. Nadie de mi familia<br />
había tenido contacto con el PKK,pero<br />
había oído por boca de mis compañeras<br />
en el colegio aquellas historias de <strong>mujeres</strong><br />
que vivían libres en las montañas».<br />
A pesar de tener la misma edad, las<br />
motivaciones de Leila, una kurda de Siria,<br />
fueron bastante distintas. «Cuando<br />
cumplí los 18, en mi casa me lo dejaron<br />
muy claro: o te casas o te vas al PKK como<br />
tus hermanos mayores. Así dicho,<br />
puede sonar un poco drástico,pero realmente<br />
no tenía más opciones. Mi hermano<br />
mayor murió en combate hace<br />
más de diez años y llevaba sin ver a mi<br />
otro hermano más de seis cuando llegué<br />
al Kandil. Ahora, cuando se necesitan<br />
voluntarios para una misión, procuramos<br />
combatir juntos.No puedo quedarme<br />
en el campamento pensando que<br />
quizá mi hermano haya muerto».<br />
El hecho de que las <strong>mujeres</strong> y los<br />
hombres vivan en campos separados no<br />
impide que ambos combatan juntos en<br />
cualquier tipo de operación,por muy peligrosa<br />
que ésta sea. «Hace años hubo intentos<br />
de crear campamentos mixtos,pero<br />
no funcionaron –apunta Meryam, la<br />
más veterana de las cuatro a sus 28 años–.<br />
Los hombres seguían tratando de manera<br />
despótica a las <strong>mujeres</strong> y, lo que es peor,<br />
éstas permanecían sumisas como se<br />
les había inculcado desde pequeñas. Algunos<br />
recién llegados tenían problemas<br />
para recordar que el que da las órdenes<br />
aquí es el comandante, aunque éste sea<br />
una mujer.Apo (apodo de Abdulah Oçalan)<br />
tiene razón cuando dice que las kurdas<br />
no somos más que “esclavas de esclavos”.<br />
Por eso es tan importante la reeducación<br />
en los campamentos, tanto para<br />
las <strong>mujeres</strong> como para los hombres».<br />
Pero hay algo que los guerrilleros sólo<br />
pueden aprender fuera de esos campamentos<br />
sobre sus compañeras de armas.<br />
Ellas luchan siempre hasta el final,<br />
probablemente por el miedo a las vejaciones<br />
a las que serán sometidas de caer<br />
en manos <strong>del</strong> Ejército turco. De los 15<br />
atentados suicidas en la historia <strong>del</strong><br />
PKK, 11 han sido llevados a cabo por<br />
<strong>mujeres</strong>. No obstante, Fidan, una joven<br />
de 25 años de la región turca de Van, tiene<br />
otro punto de vista. «Una kurda que<br />
ha conseguido deshacerse de todas sus<br />
ataduras ha hecho lo más difícil.A partir<br />
de ahí,no hay nada ni nadie que la pueda<br />
parar. Yo odio la guerra –continúa Fidan–,pero<br />
nací kurda y mis opciones son<br />
luchar o vivir como una esclava».<br />
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