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Mundialización, globalización y sistema capitalista - RAM ==> Red ...

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MUNDIALIZACIÓN, GLOBALIZACIÓN<br />

Y SISTEMA CAPITALISTA<br />

Fernando Soler<br />

Departament de Filosofia, Universitat de València (*)<br />

solerf@uv.es<br />

a) Mundialización y globalización.<br />

Cada cierto tiempo, como si de un producto comercial se tratara, y algo de eso también suele haber, surge un<br />

nuevo término o concepto que al poco tiempo se nos aparece por todas partes. En breve, una vez los gurús de los<br />

media han hecho suyo el término, y puesto que éstos, como es cada vez más evidente[1], no tienen el más mínimo<br />

interés en la comprensión de la realidad, resulta de buen tono y demostrativo del obligatorio aggiornamento hacer<br />

un uso prolijo, casi promiscuo, del término en cuestión. Pero, con excesiva frecuencia, por el camino se pierde o se<br />

difumina cualquier apariencia de rigor terminológico.<br />

Transvanguardia, modernidad, racionalización, o, más recientemente, post-modernidad o “fin de la historia”, son<br />

claros ejemplos de lo que estamos diciendo. Ahora le toca el turno a “globalización”. Sin duda, se trata del término<br />

de moda, pero bastaría con que hiciéramos un repaso de las utilizaciones que del mismo se hacen para vernos<br />

sumidos en la más profunda confusión. Absolutamente todos los ámbitos de la realidad, la economía, las finanzas,<br />

la cultura, la comunicación, los media, el arte, el deporte, la sociedad en su conjunto, vienen adjetivados mediante<br />

los calificativos de global o globalizado. Todos estamos sometidos a la globalización, todos y todo estamos<br />

globalizados. Pero todos los términos que se ponen de moda suelen sufrir la misma suerte: cuanto mayor es la<br />

parte de la realidad que pretenden aclarar, mayor es la obscuridad en que terminan sumidos. Finalmente, acaban<br />

transformados en dogmas substraídos a toda crítica. Por tanto, lo que nos moverá en las líneas que siguen será el<br />

intento de contribuir a una modesta clarificación terminológica que nos permita saber y entender de qué estamos<br />

hablando, de qué nos hablan y, sobre todo, qué se oculta detrás de este, presuntamente nuevo, discurso.<br />

La primera clarificación que querríamos hacer sería respecto a la utilización de los términos “globalización” y<br />

“mundialización”. En no pocas ocasiones se entienden como sinónimos estableciendo solamente un matiz en la<br />

consideración del primero como de origen anglosajón y del segundo como el preferido en los ámbitos europeos<br />

continentales, franceses sobre todo. No obstante, nos gustaría establecer una diferenciación, que puede resultarnos<br />

muy útil, entre ambos términos. Entendemos, en primer lugar, por “globalización” un fenómeno esencialmente


económico que podría concretarse, en una primera aproximación, como el proceso de integración económica<br />

internacional que tiene como rasgos característicos la liberalización de los mercados, fundamentalmente, pero no<br />

sólo, el financiero y, en consecuencia, la profunda financiarización de la economía. Hasta tal punto esto es así que<br />

preferimos hablar de “globalización financiera”, término que designaría la transformación del <strong>sistema</strong> financiero<br />

internacional provocada por la supresión de las fronteras nacionales para los mercados de capitales, así como por<br />

la descompartimentación de los mercados financieros. Con independencia de ulteriores consideraciones, esta<br />

globalización financiera es un hecho incuestionable. Los años 90 han visto un extraordinario incremento de las<br />

denominadas inversiones extranjeras directas (IED) y de las inversiones financieras, centrado sobre todo en los<br />

fondos de pensiones y en los fondos de inversión norteamericanos. Durante los últimos diez años el volumen de<br />

títulos intercambiados mediante inversiones directas ha aumentado un 334%. El crecimiento de las inversiones<br />

financieras (acciones, obligaciones, productos derivados, opciones, inversiones en cartera, etcétera) ha sido<br />

espectacular y las inversiones institucionales (fondos de pensiones, compañías de seguros, sociedades de<br />

inversión) prácticamente han doblado su capacidad financiera en estos diez años. Otro dato absolutamente<br />

significativo es la comparación entre las tasas de crecimiento de la producción y el comercio en los últimos años:<br />

en el decenio 84-94 la producción se ha incrementado un 2’1%, mientras que el comercio lo ha hecho en un 6’3%<br />

manteniéndose, pues, una ratio más de dos veces superior a la de decenios anteriores[2].<br />

Pero, además, este incremento del comercio se concentra, fundamentalmente, en un puñado de grandes empresas,<br />

unas empresas, como rebosante de satisfacción señalaba hace algún tiempo la revista Fortune, que “han arrollado<br />

fronteras para hacerse con nuevos mercados y tragarse a los competidores locales. Cuantos más países, más<br />

beneficios. Las ganancias de las quinientas empresas más grandes del mundo han crecido un 15%, mientras que el<br />

crecimiento de sus rentas alcanzaba justo el 11%”[3]. Así, el porcentaje del capital transnacional sobre el PIB<br />

mundial pasó del 17% a mediados de los años 60 a más del 30% en el 95. Desde entonces este proceso ha seguido<br />

un curso ascendente marcado por los procesos de fusiones entre estas mismas grandes empresas, unas fusiones<br />

mediante las cuales “estamos escribiendo un nuevo capítulo en la historia mundial del comercio”[4].<br />

Pero este “nuevo capítulo” tiene otro componente esencial, el cada vez mayor peso que sobre el mismo tienen las<br />

transacciones financieras frente a las estrictamente productivas. De hecho, se calcula que el monto total de las<br />

operaciones efectuadas en las principales plazas financieras alcanzaría 1 billón 300 mil millones de dólares diarios,<br />

frente a los entre 10 y 20 mil millones de hace 25 años. El volumen de las operaciones de cambio es 50 veces más<br />

importante que el del comercio mundial de bienes y servicios. Por otro lado, realizadas buscando beneficios<br />

inmediatos de capital, las transacciones especulativas representan el 95% del total de la actividad de los mercados<br />

de cambios. Destaquemos por último, y por no abrumar con cifras, que en los EE. UU. de Norteamérica nada<br />

menos que el 40% de las rentas de los ciudadanos provienen de las rentas financieras. Podemos, pues, resumir este<br />

proceso que hemos denominado “globalización financiera” citando de nuevo a Eynde: “una producción mundial<br />

que languidece…; un comercio mundial con un crecimiento que dobla y triplica el de la producción…; una


inversión directa de capitales extranjeros con un ritmo de aumento quizá triple al del comercio…; y una inversión<br />

especulativa que dobla a la productiva”[5].<br />

En todo caso, resulta obvio que este tipo de cuestiones económicas que hemos enmarcado dentro de la<br />

globalización financiera no se producen de manera aislada, sino en una relación recíproca de causas y efectos. Está<br />

claro, por ejemplo, que la financiarización de la economía mantiene una relación directa con los avances técnicos<br />

en el ámbito de la comunicación, ya que éstos han permitido una vertiginosa rapidez y una casi total inmediatez en<br />

los intercambios financieros. La revolución tecnológica, en general, y por ende en el mundo de la comunicación,<br />

en particular, las enormes posibilidades que ofrece la Internet, y el carácter mundial que adquiere esta misma<br />

comunicación, han sido elementos fundamentales en el propio proceso de financiarización de la economía. La<br />

revolución en el campo de la comunicación ha favorecido, sin duda, el surgimiento de un entramado, de una red<br />

financiera global, que mantiene en continua relación las principales plazas económicas del planeta. De manera<br />

clara y contundente Theodor Levitt, director de la Harvard Bussiness Review nos dice: “los científicos y las<br />

tecnologías han conseguido lo que hace mucho tiempo intentaban, sin éxito, los militares y los hombres de estado:<br />

el imperio global… Los mercados de capitales, productos y servicios, gestión y técnicas de fabricación, son ya,<br />

todos ellos, globales por naturaleza. Es el global marketplace. Esta nueva realidad aparece en el mismo momento<br />

en que las técnicas avanzadas transformaron la información y la comunicación”.<br />

Pero esta financiarización de la economía exige, a su vez, que se adopten medidas en el campo de la política que<br />

permitan la eliminación de cualesquiera trabas que se interpongan en el episodio de ese “nuevo capítulo” de la<br />

economía financiera. El término, casi místico, que se utiliza para describir esta exigencia política es el de<br />

“liberalización”. Liberalizarlo todo, el comercio, las finanzas, el trabajo, las comunicaciones, etcétera, es no ya una<br />

sugerencia sino una absoluta y total obligación que debe asumir con respeto y sumisión reverenciales todo aquél<br />

que defienda una concepción “moderna” de la política, alejada por tanto de planteamientos trasnochados y<br />

visionarios. Por supuesto, el orden político que de aquí surge es un orden unificado, mundial, en el cual, se dice, el<br />

Estado-nación que hasta ahora habíamos conocido sufre importantes mutaciones, hasta el punto de que estaría<br />

abocado a su misma desaparición. Es decir, sin la generalización de las políticas de liberalización, sin la continua<br />

desreglamentación y los masivos procesos de privatizaciones y sin la imposición de políticas supranacionales<br />

establecidas por organismos independientes de los propios estados, la globalización financiera no habría podido<br />

llegar a concretarse en los niveles en que lo ha hecho.<br />

Así pues, la liberalización, disfrazada demasiado a menudo de modernización o racionalización, se convierte en la<br />

coartada y en el pretexto de un proceso de uniformización mundial. Un estilo de vida semejante se impone de una<br />

punta a otra del planeta, difundido inmisericordemente por los media y prescrito machaconamente por la industria<br />

de la cultura, por la “cultura de masas”. Contemplamos atónitos como por todo el mundo nos encontramos con los<br />

mismos productos: las mismas películas, las mismas series televisivas, las mismas informaciones, las mismas<br />

canciones, los mismos ídolos, la misma publicidad, las mismas mercancías, los mismos vestidos, los mismos


coches,... En este sentido podemos remitir a otro término que también ha adquirido cierta notoriedad como es el de<br />

“Mcdonalización de la sociedad”, término mediante el cual se quiere describir el proceso de extensión a todos los<br />

ámbitos sociales de las características básicas de las factorías de comida rápida, es decir, eficacia, cálculo,<br />

predicción e … irracionalidad de la racionalización[6]. Podríamos incluso considerar como francamente<br />

significativa la conversión definitiva del fútbol en el deporte mundial por excelencia, una vez ha arraigado durante<br />

los últimos años y con enorme fuerza en aquellos continentes, Africa y Asia-Oceanía, donde todavía no lo había<br />

hecho[7].<br />

En definitiva, todo este cúmulo de acontecimientos es lo que englobamos bajo el término genérico de<br />

mundialización, un concepto, pues, más amplio que el de globalización el cual quedaría circunscrito, si queremos<br />

expresarlo así, al ámbito económico, sin que ello nos lleve a obviar, sino todo lo contrario, las evidentes y<br />

esenciales imbricaciones entre ambos conceptos.<br />

Resumiendo lo dicho hasta ahora podríamos decir que, a la vista de lo expuesto, la mundialización no es,<br />

estrictamente hablando, como atinadamente afirma Denis Collin[8], un concepto ni una categoría de la ciencia<br />

social definida por una construcción analítica. De momento todavía es una de esas nociones confusas que dan y<br />

van a dar que pensar. En todo caso, tal y como hemos planteado, se pueden definir varias dimensiones diferentes a<br />

las que reenvía el término “mundialización”. En primer lugar, hablamos de un fenómeno económico, cuya<br />

antigüedad se discute, en el que habría que distinguir dos aspectos fundamentales: el desarrollo de intercambios y<br />

de la división mundial del trabajo, por una lado, y la globalización financiera, por otro. En segundo lugar, la puesta<br />

en cuestión de un Estado-nación que se mostraría impotente ante flujos que no puede controlar y, por último, una<br />

mundialización de la comunicación que desembocaría en la formación de una cultura mundial global ante la que<br />

parece imposible resistirse a la vista del poder y la capacidad de atracción de los grandes conglomerados<br />

mediáticos.<br />

Bien, hasta aquí hemos tratado de ser meramente descriptivos. Hora será, pues, de entrar a desarrollar la cuestión<br />

de manera más detenida, tratando de desentrañar causas y consecuencias, de bucear en lo que hay detrás de estas<br />

palabras, globalización y mundialización, utilizadas de manera automática, convertidas en fórmula mágica, en la<br />

clave de todo cuanto nos rodea.<br />

b) El evangelio de la mundialización<br />

Para algunos la mundialización es el medio para alcanzar la felicidad, para otros es la causa de todas nuestras<br />

desgracias, pero para casi todos la mundialización es, en todo caso, el destino inevitable de nuestro mundo, un<br />

proceso irreversible. Pero hay más. Si hemos de creer a los apologistas de la mundialización, es decir, a la mayoría<br />

de aquellos que tenemos la suerte, o la desgracia, de oír o leer en los diversos media, de otra manera, si hemos de<br />

aceptar la versión dominante, la mundialización es natural, irreversible, beneficiosa para el consumidor y acorde


con los ideales de la libertad. Estos argumentos podemos encontrarlos desarrollados todos los días en los<br />

diferentes media, variando exclusivamente el grado de enmascaramiento en función, y por ejemplo, de a cuál de<br />

las “dos derechas” pertenezca el individuo o el medio en cuestión[9]. A veces, en su empeño evangelizador por<br />

convertirnos a todos a la religión del Dios-mercado, se alcanzan niveles patéticos. En un debate entre periodistas<br />

de Le Monde Diplomatique y el Financial Times un redactor de este último venía a sostener que la mundialización<br />

es, nada más y nada menos, que “una obligación moral” y rechazarla implicaría “la represión de los deseos<br />

naturales de los individuos” y “una puesta en cuestión fundamental de los derechos democráticos”. Unos derechos<br />

democráticos que, aunque pueda parecer mentira, quedan ejemplificados en la posibilidad de elegir entre un vasto<br />

surtido de cereales para el desayuno[10]. La puesta en cuestión de la representatividad popular o que los pueblos<br />

se vean obligados a padecer un destino que se les escapa, es algo que no parece importarle al demócrata<br />

“mundialista”, porque la democracia consiste en elegir, no ya entre una derecha y una izquierda puesto que esta<br />

segunda ha comprendido al fin que la única política “natural” es la de la primera, sino entre cereales Kellog’s,<br />

Nestlé o Pascual. Habría que preguntarle a tan eximio personaje no sólo a qué quedará reducida la democracia<br />

cuando esas tres firmas se fusionen en una sola, sino, y mucho más importante, qué supone la democracia para<br />

esas cuatro quintas partes de la humanidad que no pueden permitirse ni siquiera desayunar. Pero esto no le<br />

importa, y no le importa porque su concepción neoliberal de la democracia queda reducida a un sofisma tan burdo<br />

como peligroso, tan ideológico como torticero[11].<br />

Premisa mayor: “toda intervención del estado es peligrosa para la democracia”; premisa menor: “rechazar la<br />

mundialización es pedir mayor intervención del estado”; conclusión: “rechazar la mundialización es peligroso para<br />

la democracia”. Por supuesto, las posibilidades de reemplazar la premisa menor por otras de carácter parecido son<br />

ilimitadas (por ejemplo: “asegurar la educación, o la sanidad, o las pensiones, o el trabajo, o tantas otras cosas,<br />

exige la intervención del estado”, por lo cual hacerlo es nefasto para la democracia). Quizá podría pensarse que<br />

hemos escogido un ejemplo especialmente exagerado, pero la mayor parte de las declaraciones de los “campeones<br />

de la mundialización”, desde la arrogancia que les concede su convicción de pensamiento victorioso y único, son<br />

del mismo tipo. En otro artículo recogido en la misma revista leemos cómo otro de estos demócratas sostiene que<br />

los que se oponen a la mundialización lo hacen porque tienen miedo a los mercados y a los extranjeros, por tanto<br />

no hay que escucharles. Es decir, esta argumentación, sibilina y falaz, viene a identificar la oposición a la<br />

deificación del mercado con el racismo y la xenofobia. Curiosa inversión de los problemas que ignora que el<br />

racismo es precisamente uno de los pilares ideológicos, cierto que no el único, del capitalismo[12].<br />

Lo que ocurre es que cualquier argumento es bueno para difundir el evangelio de la mundialización: los mercados<br />

son eficientes por sí mismos y, por tanto, los estados son innecesarios, las cosas funcionan mejor cuando se<br />

elimina cualquier tipo de intervención externa, y ricos y pobres, poseedores y desposeídos, explotadores y<br />

explotados no mantienen intereses contrapuestos. El cielo que nos prometen es el del desarrollo económico, el de<br />

la generación ilimitada de riqueza, y lo alcanzaremos si aceptamos y cumplimos su nuevo evangelio manteniendo<br />

la fe en la privatización, en la desregulación y en la apertura de los mercados de capitales, mientras que los


gobiernos deberán limitar sus actividades a equilibrar los presupuestos y luchar contra la inflación: “la<br />

mundialización del comercio y de las inversiones ha reducido la independencia de los gobiernos… Los que<br />

quieren poner barreras para intentar reencontrar la independencia de otros tiempos confunden la causa y el<br />

efecto… Hemos creado este mundo nuevo de los mercados mundiales y de la comunicación instantánea que ha<br />

ganado en eficacia y en competitividad sobrepasando los poderes de los gobiernos”[13].<br />

Es preciso, pues, romper cualquier posible resistencia. “El mundo de los negocios puede sacar a la economía de la<br />

crisis. La ‘globofobia’ debe ser combatida. Es preciso mejorar la comprensión de la mundialización y su verdadero<br />

impacto sobre el trabajo y las riquezas”[14]. Y este combate es una pugna por completo desigual, puesto que uno<br />

de los bandos posee todos los medios y los utiliza sin miramientos. Últimamente, además ha recibido el importante<br />

apoyo de los “socialconformistas”[15], los cuales, con la furia del converso, del Saulo camino de Damasco que<br />

tiene que purgar sus pecadillos de juventud, se han lanzado a una tan pueril como patética carrera de “yo más”<br />

frente a la derecha populista que antes mencionábamos. Todo aquél que no acepta una carrera en estos términos es<br />

inmediatamente denunciado como un iluminado, visionario y trasnochado que no ha comprendido que la historia<br />

ha finalizado puesto que hemos asistido en este último decenio del siglo al definitivo triunfo de la democracia<br />

liberal. La preponderancia absoluta del mercado, la hegemonía del juego oferta-demanda en la economía mundial<br />

proceden, como es sabido, de un proyecto de desregulación. En este sentido, toda intervención o toda regla<br />

destinada a atemperar la brutalidad del mercado es considerada obsoleta. La nueva utopía en marcha, pero en<br />

realidad tan vieja como el propio capitalismo, es la de un mercado químicamente puro, desembarazado de todo<br />

elemento extra-económico. Todas las antiguas formas de regulación son o eliminadas o reinterpretadas en<br />

provecho único y exclusivo del mercado.<br />

Pero, precisamente por esto último, ese combate que hemos mencionado es también tremendamente despiadado,<br />

ya que el otro bando está poniendo en juego incluso su propia subsistencia física. Porque, en definitiva, ¿de qué<br />

estamos hablando. Desde luego, no de abstracciones. Estamos hablando de procesos y actuaciones que tienen<br />

consecuencias muy concretas y específicas. Estamos hablando de Política, pero no entendida como la actividad<br />

tantas veces miserable y mezquina con que todos los días se nos obsequia, sino entendida de una manera tan<br />

simple como clarificadora: “la verdad es que la gente necesita comer todos los días. Las políticas que garantizan<br />

que puedan hacerlo regularmente con dietas adecuadas, y garantizan la vivienda, la salud u otras condiciones<br />

materiales de vida durante largos períodos de tiempo, son buenas políticas. Las políticas que favorecen la<br />

inestabilidad directa o indirectamente, que impiden comer a los más pobres en nombre de la eficacia y el<br />

liberalismo o incluso en nombre de la libertad, no son buenas políticas.<br />

Y es posible distinguir las políticas que cumplen esas normas mínimas de las que no lo hacen. La ofensiva de la<br />

competitividad, la desregulación, la privatización y la apertura de los mercados de capitales ha socavado las<br />

perspectivas económicas de muchos millones de entre las personas más pobres del mundo. Por tanto, no se trata de<br />

una cruzada ingenua y equivocada. En la medida en que socava la estabilidad de la provisión diaria de pan, es


peligrosa para la seguridad y estabilidad del mundo. El mayor peligro en este momento está en Rusia, un<br />

catastrófico ejemplo del fracaso de la doctrina del libre mercado. Pero serios peligros han surgido en Asia y<br />

América latina y no van a desaparecer pronto”[16].<br />

c) Los datos de la mundialización.<br />

Muchas veces hemos oído o leído cifras y datos absolutamente escalofriantes a propósito de las desigualdades<br />

entre las distintas sociedades y, no lo olvidemos, personas, que poblamos el planeta. Sin pretender ser exhaustivos,<br />

podemos recordar algunas de ellas, quizá conocidas, tratando de entender lo que significan, reflexionando sobre<br />

ellas, pues parece que la mera repetición sin más de este tipo de datos acaba por insensibilizarnos. Si hablamos de<br />

alimentación habrá que recordar que, según la FAO, la ración alimentaria mínima por persona sería de 2.345<br />

calorías diarias. Pues bien, en 1998 cuarenta y cinco países se encuentran oficialmente por debajo de esta norma<br />

diaria. Es decir, mil millones de personas sufren hambre, y un tercio de ellas de manera severa. En EE. UU. de<br />

Norteamérica la media de calorías diarias es de 3.500, en el África subsahariana de 1.700. Quizá por eso de los dos<br />

mil millones de personas que sufren de anemia en el mundo, sólo un 0’4% viven en países industrializados. Pero<br />

esta situación ha ido empeorando con el paso de los años, y esto es lo que más nos interesa destacar aquí.<br />

Continuamente nos están repitiendo los ideólogos de la globalización y la mundialización, sus secuaces<br />

disfrazados de políticos y sus voceros de los media, que la demostración más evidente del triunfo del<br />

neoliberalismo es el ingente crecimiento que ha conocido en los últimos años la generación de riqueza. No<br />

dudamos de que efectivamente esto sea cierto, pero precisamente el serlo convierte en todavía más repugnante el<br />

hecho de que no sólo no haya disminuido el número de personas que en el mundo sufren una infra-alimentación<br />

severa, sino que, por el contrario, se haya incrementado desde los 103 millones de 1970 a los 215 de 1990 para<br />

alcanzar los casi 300 millones en 1998[17]. Empieza, pues, a asaltarnos la duda de si no estaremos asistiendo,<br />

perplejos pero un tanto aliviados por la parte que nos toca, más que a la creación espectacular de riqueza a un<br />

escandaloso proceso de confiscación de riquezas.<br />

Pues bien, al seguir considerando otros factores la duda adquiere visos de certeza. Si hacemos referencia a la<br />

desigualdad de renta, el primer dato que salta a la vista es que el 20% de la población mundial acumula un 86% de<br />

la renta total mundial mientras que el 40% de ésta no se beneficia más que de un 3’3% del Producto Mundial<br />

Bruto. Más: el 20% de la población mundial, es decir, unos 1.200 millones de personas, se situaban en 1998 por<br />

debajo del nivel de pobreza, un nivel de pobreza fijado, arbitrariamente, en unos ingresos de unas 50.000 pesetas<br />

al año, pero las 225 personas más ricas del mundo tienen unas rentas equivalentes a las de los 47 países más<br />

pobres del mundo. Sólo el 4% de la fortuna de estas 225 personas bastaría para financiar las necesidades esenciales<br />

de los países en vías de desarrollo: alimentación, agua potable, infraestructuras sanitarias y educativas, etc., unas<br />

necesidades estimadas en unos 800 mil millones de dólares. Si nos quedamos sólo con las 3 personas más ricas del


mundo, éstas poseen activos que valen más que el Producto Interior Bruto de los 48 países más pobres del mundo,<br />

poblados por unos 600 millones de personas.<br />

Pero, y hay que insistir en ello, esta situación se va agravando conforme avanzan los procesos de liberalización del<br />

mercado. Desde 1980, 60 países han sufrido un constante proceso de empobrecimiento. Así, mientras que en 1960<br />

el 20% de la población mundial correspondiente a los países más ricos gozaba de una renta 30 veces superior al<br />

20% de la población de los países más pobres, en 1995 esta renta se había convertido en 84 veces superior, esto es,<br />

en poco más de treinta años casi se ha triplicado la diferencia entre el quinto de la población más rico y el quinto<br />

de la población más pobre. Si lo que comparamos es el incremento de la renta anual media por habitante entre<br />

1965 y 1980, éste ha sido de 900 dólares por habitante en los países del norte por sólo 3 dólares en los países del<br />

sur, exceptuados los miembros de la O.P.E.P. Incluso, no pocos países han visto descender sus índices hasta<br />

niveles de pesadilla. En Brasil, país en el que en 1990 el 48% de sus 160 millones de habitantes vivía en la<br />

pobreza, a pesar de ser el séptimo entre los países más industrializado del mundo, el índice de malnutrición infantil<br />

se ha incrementado en los últimos años desde el 12’7 al 30’3%. En México, con también casi un 50% de la<br />

población por debajo de los niveles de pobreza, el poder adquisitivo del salario mínimo ha disminuido un 66%<br />

entre 1982 y 1991. Se calcula que, en este país, a mediados de los noventa se necesitaban 4’8 salarios mínimos<br />

para que una familia de cuatro miembros cubriera sus necesidades esenciales, pero un 80% de los cabezas de<br />

familia ganaba el equivalente a 2’5 salarios mínimos o menos.<br />

Por si alguien puede pensar que se trata de datos sesgados, o que estamos hablando de determinados países que<br />

pueden haber sufrido crisis económicas coyunturales, es en última instancia el propio Banco Mundial quien viene<br />

a ratificar la idea de que la profundización en los procesos de liberalización está provocando un agravamiento de<br />

las desigualdades en el planeta: sólo en el último año la cifra de pobres, es decir, tal y como decíamos en el párrafo<br />

anterior, de aquellos que viven, que malviven, con menos de un dólar diario, ha sufrido un incremento estimado en<br />

unos 400 millones de personas, pasando de los 1.200 millones del 98 a 1.600 en el presente año. Se alcanza, pues,<br />

prácticamente el 30% de la población mundial. Paradójicamente, la ayuda internacional al desarrollo, a pesar de<br />

los repetidos anuncios de incrementos espectaculares de la riqueza en los países desarrollados, se ha reducido en el<br />

último año a una cuarta parte de la transferida en los anteriores doce meses.<br />

Veamos ahora algunos datos sobre las desigualdades en el terreno industrial y de las comunicaciones. En 1998, las<br />

200 mayores empresas multinacionales controlaban el 80% de toda la producción agrícola e industrial mundial, así<br />

como el 70% de los servicios e intercambios comerciales. Las diez principales empresas de telecomunicaciones<br />

controlan el 86% del mercado. Entre diez compañías dominan el 85% del mercado mundial de plaguicidas y otras<br />

diez son, por ejemplo, las dueñas del 70% del negocio de productos de uso veterinario. Por lo que respecta a lo que<br />

solemos denominar como nuevas tecnologías, la situación no es precisamente halagüeña, pues el 20% más rico de<br />

la población acapara, por ejemplo, el 93’3% de los accesos a Internet. Pero todavía más grave, y más peligrosa, se<br />

presenta la cuestión por lo que respecta a la biotecnología. Según el propio informe de la ONU, la biotecnología se


ha beneficiado enormemente del proceso de mundialización. La reducción presupuestaria de los diferentes<br />

Estados, ha dejado la investigación en manos de las empresas privadas, lo que implica importantes consecuencias.<br />

El 96% de las patentes del mundo están en manos de los países industrializados lo que supone un obvio<br />

encarecimiento del acceso a los productos para aquellos que no poseen dichas patentes y, además, un enorme<br />

peligro para aquellos que no tiene posibilidad de acceso a ellas: lo que empieza a estar en juego es el<br />

establecimiento de patentes sobre los propios seres vivos<br />

El problema es de tal calibre que lo que está ya en juego es la posibilidad de patentar la propiedad sobre los seres<br />

vivos. En un documento presentado por Kenya al Consejo General de la OMC en nombre del Grupo Africano<br />

(WT/GC/W/302, con fecha 6 de Agosto de 1999),para su incorporación al proceso de preparación de la<br />

Conferencia Ministerial de la OMC en Seattle en relación con la revisión del Acuerdo TRIPs, Artículo 27.3(b),<br />

que se refiere a las patentes sobre seres vivos y obtenciones vegetales, documento que ha recibido el apoyo de una<br />

declaración conjunta de ONGs, podemos leer: "El proceso de revisión (de este Artículo) debería clarificar que las<br />

plantas y animales así como los microorganismos y todos los organismos vivos y sus partes no pueden ser objeto<br />

de patente, y que los proceso naturales que producen plantas, animales y otros organismos vivos no deberían<br />

tampoco ser patentables".<br />

El documento también señala que el Artículo 27.3b de TRIPs, al establecer que es obligatorio conceder patentes<br />

sobre los micro-organismos (que son seres vivos naturales) y sobre los procesos microbiológicos (que son<br />

procesos naturales), contraviene los preceptos básicos de la legislación de patentes: que las sustancias y procesos<br />

que se dan en la naturaleza son un descubrimiento y no una invención, y por tanto no son patentables. Y añade:<br />

"Es más, al permitir a los Miembros la opción de excluir o no excluir del ámbito de las patentes las plantas y los<br />

animales, el Artículo 27.3b permite que las formas de vida sean patentadas”. No creemos que a nadie se le escape<br />

la enorme importancia de estas cuestiones. El documento del Grupo Africano también determina con claridad la<br />

orientación que debería darse a la revisión de la parte del Artículo 27.3b que establece que los Miembros han de<br />

otorgar protección a las obtenciones vegetales mediante patentes o mediante un <strong>sistema</strong> sui generis eficaz. El<br />

documento afirma que la revisión debería aclarar que los países en desarrollo pueden optar por establecer una<br />

legislación sui generis que proteja las innovaciones de las comunidades indígenas y campesinas locales (de<br />

acuerdo con el Convenio sobre Diversidad Biológica y con el Compromiso Internacional sobre Recursos<br />

Fitogenéticos de la FAO); que permita el mantenimiento de las prácticas agrícolas tradicionales, incluyendo el<br />

derecho a guardar y a intercambiar semillas y a vender las cosechas; y que impida la concesión de derechos y<br />

prácticas anti-competitivas que amenazan la soberanía alimentaria de los pueblos en los países en desarrollo.<br />

Añade que el proceso de revisión debería armonizar el Artículo 27.3b con los requerimientos del CDB y del<br />

Compromiso Internacional sobre Recursos Fitogenéticos de la FAO, en los que la conservación y el uso sostenible<br />

de la diversidad biológica, la protección de los derechos y del saber de las comunidades indígenas y locales, y el<br />

desarrollo de los derechos de los agricultores son tenidos en cuenta debidamente.


De hecho, estos puntos responden a lo que la sociedad civil y organizaciones agrarias de todo el mundo vienen<br />

reclamando: que no se permita la concesión de patentes sobre obtenciones vegetales, y que un <strong>sistema</strong> adecuado de<br />

protección de los conocimientos sobre la utilización de los recursos biológicos debería proteger el saber de las<br />

comunidades locales y debería impedir la apropiación de estos conocimientos por la compañías privadas Esto es lo<br />

que se conoce como biopiratería, y ha empezado a prevalecer a medida que se conceden derechos de patente sobre<br />

plantas y sobre otros recursos biológicos así como sobre sus usos y sus funciones, conocidos en el saber<br />

tradicional, a un número cada vez mayor de compañías multinacionales[18]<br />

El caso de la investigación y la industria farmacéuticas no es ni menos doloroso, ni menos flagrante. El<br />

mencionado informe de la ONU señala que sólo el 0’2% del presupuesto de estas últimas se destina a la<br />

investigación de enfermedades como la neumonía, la tuberculosis o distintas enfermedades diarreicas a pesar de<br />

que afectan al 18% de la población mundial[19]. Sin entrar a valorar el gasto en investigación orientada a la<br />

industria cosmética, no sería justo dejar de mencionar la monstruosa disparidad que existe entre el gasto en<br />

investigación de dos enfermedades como son el paludismo y el SIDA en favor de esta última. Por supuesto, no se<br />

trata de criticar la investigación sobre el SIDA[20]. Se trata, sobre todo desde una perspectiva comparativa, de<br />

hacer notar la casi nula investigación referida al paludismo, aunque esta enfermedad provoque la escalofriante<br />

cifra de tres millones de muertos al año, es decir, cada diez segundos muere una persona en el mundo a causa del<br />

paludismo. No será éste el momento de entrar más a fondo en la cuestión[21], pero resulta de todo punto obvio que<br />

no es rentable invertir en el desarrollo de medicamentos para curar enfermedades que no sólo se localizan casi en<br />

exclusiva en países subdesarrollados, por lo que en el primer mundo permanecemos a salvo de las mismas, sino<br />

que además, por tratarse de países pobres, no garantizan la obtención de pingües beneficios por parte de la<br />

industria farmacéutica.<br />

Y de nuevo hay que insistir en que todos estos procesos siguen agravándose conforme se profundiza en la<br />

liberalización de mercados. En 1970 los países del tercer mundo representaban el 40% del comercio internacional.<br />

En 1990 esta cifra había caído al 25%. El peso del tercer mundo respecto de la tríada América del Norte–U.E.–<br />

Japón no ha parado de disminuir en un comercio mundial que se realiza en un 75% entre los propios países ricos.<br />

A este ritmo, el tercer mundo podría no representar en el año 2020 más que un ridículo 5% del comercio<br />

internacional.<br />

Ahora bien, de lo dicho podría desprenderse que la mundialización y la globalización financiera estarían<br />

provocando “sólo” un incremento en la desigualdad entre países ricos y pobres. Pero el propio Secretario general<br />

de la ONU reconocía no hace mucho que el número de pobres se ha duplicado desde 1974 porque “la pobreza no<br />

deja de aumentar tanto en los países ricos como en los pobres”. Asistimos a lo que algunos sociólogos<br />

anglosajones han definido como la “tercermundización” de las sociedades desarrolladas. En nuestros ricos países<br />

se suman a las desigualdades fácilmente cuantificables unas cada vez mayores desigualdades cualitativas. Las<br />

clases dirigentes no son ya las mismas, ha nacido una hiperburguesía internacional que vive rodeada de un lujo


cada vez mayor y suplanta a la elite vinculada al Estado y a las industrias de base nacional. Los detentadores del<br />

poder son ahora los agentes de los propietarios de las acciones. Una burguesía inversora reemplaza a la antigua<br />

burguesía productiva y controla cada vez más los media, forzando las tomas de decisión e instaurando un control<br />

social casi omnímodo.<br />

En consecuencia, las elites económicas y políticas tradicionales se tornan extremadamente sensibles a la<br />

corrupción: la “…corrupción política es, en sociedades donde lo electoral sólo puede ser regido desde empresas<br />

mediáticas y publicitarias mastodónticas, un puro pleonasmo, una sosa redundancia…La cara oculta del gran<br />

espectáculo democrático de las tres últimas décadas del siglo XX es la estricta ilegalidad financiera sobre cuyos<br />

cimientos se alzan todos sus agentes. Si, además de ello, algunos de los administradores (en los países del sur,<br />

sobre todo) se embolsan personales comisiones, eso no hace más que añadir un apéndice menor al pleonasmo. La<br />

corrupción no es Roldán, ni los saqueadores de Hacienda con el carné del PP o del PSOE. La corrupción es el<br />

coste real de las gigantescas campañas publicitarias a las cuales ha quedado reducido el juego representativo.<br />

Corrupción es política. A quien no le guste eso, que no juegue”[22].<br />

Asistimos, pues, al surgimiento de un nuevo <strong>sistema</strong> de valores, de otra cultura basada, nos dicen, en la<br />

“modernidad”, es decir, en la competencia exacerbada, el individualismo y la negación de los vínculos sociales.<br />

Esta hiperburguesía desvaloriza la cultura cívica puesto que los dirigentes de las multinacionales desprecian las<br />

consecuencias sociales y políticas de las actuaciones de sus empresas. Para ellos el valor supremo se localiza<br />

exclusivamente en la cuenta de resultados finales, en su capacidad de acumulación de capital, es decir, en su<br />

capacidad para arruinar a los demás. Ya hemos visto, por ejemplo, cómo el proceso de liberalización ha centrado<br />

últimamente sus movimientos tácticos en las fusiones. Pues bien, hace sólo un par de meses podíamos leer en la<br />

prensa cómo esos procesos de fusiones habrían provocado un récord de supresiones de empleo en los EE. UU. de<br />

Norteamérica, destacando las operaciones de unión en el sector bancario y financiero como los que más empleo<br />

han recortado. Casi la misma semana encontramos en otro diario dos noticias una junto a la otra.<br />

En la primera se comenta que el beneficio neto consolidado de la banca que opera en España durante el primer<br />

trimestre del 1999 ha sido de casi 140 mil millones de pesetas, es decir, un 20’7% más que en el mismo trimestre<br />

del año anterior. En la segunda se nos dice que la banca Barclays ha despedido a 6.000 empleados, el 10% de su<br />

plantilla en el Reino Unido, y, significativamente, el presidente y director del banco señala como causa “el<br />

impacto de la mundialización”.<br />

Así pues, a pesar del indudable progreso económico, a pesar de las buenas cifras que nos ofrecen los parámetros<br />

macro-económicos, y que los autodenominados políticos y los media que los sustentan repiten incansables, como<br />

si por ello fuéramos a ser todos más felices, la brecha social sigue incrementándose también en el seno de los<br />

países del primer mundo.


Nada indica, además, que vaya a producirse una variación en la tendencia. Desde los poderes económicos y<br />

financieros se insta a una mayor profundización en los procesos de liberalización de mercados, de flexibilización<br />

de la legislación laboral y de destrucción, en última instancia, del Estado del bienestar. Las consecuencias de esto<br />

son obvias. Veamos nuevos datos. Si analizamos, como hicimos respecto de los países ricos y pobres, la<br />

distribución del ingreso familiar y establecemos la ratio entre el 10% de la población más rica y el 10% de la<br />

población más pobre en los países del primer mundo, y a pesar de las dificultades para cuantificar tales<br />

extremos[23], veremos claramente cómo queda plasmada la desigualdad social en unas cifras que oscilan entre el<br />

2’72 y el 2’85 de Suecia y Holanda al 5’94 de los EE. UU. de Norteamérica. Si aumentamos el porcentaje de<br />

población del 10 al 20%, la ratio oscilaría entre el 4’3 de Japón y el 4’4 de España al 9’6 de Gran Bretaña y<br />

Australia y el 9 de los EE. UU. de Norteamérica[24].<br />

Si hablamos de porcentajes de pobreza en diversos países industrializados, encontramos de nuevo a los EE. UU. de<br />

Norteamérica como el que posee una cifra más alta de pobreza, un 13’3% sobre el total de la población, siendo,<br />

además, el que posee también un mayor porcentaje de familias que han estado en la pobreza por más de tres años,<br />

nada menos que un 14’4% (frente, por ejemplo, al 0’4 de Holanda), con el agravante de que si diferenciamos en<br />

dichas familias entre caucasianas y afroamericanas, el porcentaje entre las primeras que han permanecido más de<br />

tres años en la pobreza desciende al 9’5% pero asciende a un escalofriante 41’5% de las familias<br />

afroamericanas[25].<br />

Por tanto, y sin necesidad de seguir recurriendo a cifras, dos conclusiones pueden extraerse sin mayores<br />

dificultades. La primera es que las bolsas de pobreza existentes en las sociedades desarrolladas, lejos de disminuir,<br />

siguen aumentando. La segunda es que este hecho se relaciona, sin duda alguna, con esa exacerbación del<br />

neoliberalismo que denominamos mundialización. No por casualidad los índices de desigualdad se disparan en<br />

aquellos países, EE. UU. de Norteamérica y Gran Bretaña, que se convirtieron ya a principios de los 80 en<br />

abanderados de la consigna “todo el poder al mercado”. Dos datos más extraídos de la prensa reciente. Primero:<br />

según estudios de organismos oficiales norteamericanos, una de cada diez familias de ese país, pasa hambre.<br />

Segundo: según un estudio realizado por la London School of Economics, cuatro millones de niños del Reino<br />

Unido, es decir, un tercio de los menores de 18 año residentes en uno de los siete países más ricos del mundos,<br />

viven por debajo del umbral de pobreza, y lo que es más importante, esa cifra se ha triplicado en los últimos 20<br />

años.<br />

Al hilo de esto nos gustaría comentar ese tan extendido mito que, como suele ocurrir, de tan repetido se llega a<br />

asumir como una verdad incontrovertible. Se sostiene que esos dos países, EE. UU. de Norteamérica y Gran<br />

Bretaña, son, precisamente por su aplicación estricta de los dogmas neoliberales, auténticos modelos en materia de<br />

creación de empleo. No será cuestión de comentar aquí en detalle semejante afirmación. Nos contentaremos<br />

exclusivamente con presentar algunos datos que serán suficientes para constatar la tremenda falsedad que se oculta<br />

bajo la misma. No haremos, pues, consideraciones cualitativas, que habría muchas que hacer (flexibilidad extrema,


indefensión, inseguridad, temporalidad, etcétera) sino meramente cuantitativas. En Gran Bretaña, por ejemplo, la<br />

ley que establece la manera como se realiza el cálculo de la tasas de paro ha sido modificada en los últimos<br />

tiempos nada menos que 32 veces.<br />

Huelga decir que ninguna de esas modificaciones ha tenido como objetivo introducir criterios que pudieran<br />

suponer un incremento del número de personas susceptibles de ser incluidas en las listas de parados, sino la<br />

búsqueda de subterfugios para, alegando como siempre la necesidad de racionalización de los criterios, reducir las<br />

cifras de parados y así, olvidando que no hablamos de cifras sino de personas, cuadrar las magnitudes<br />

macroeconómicas y alegar que todo marcha viento en popa[26]. Sin estas modificaciones, o groseras<br />

manipulaciones, la tasa de desempleo en Gran Bretaña sobrepasaría el 14%, casi el doble de la tasa oficial y sólo<br />

superada en la Unión Europea por España. Por lo que respecta a los EE. UU. de Norteamérica, es cierto que<br />

mantienen, como en el caso anterior, una baja tasa oficial de paro, inferior al 5%. Pero no es menos cierto que, sin<br />

entrar tampoco aquí en consideraciones cualitativas, existen otros datos que obligan a matizar esa baja tasa de<br />

paro. Quizá el más significativo de ellos sea que en dicho país unos dos millones de personas, y entre ellos el 2%<br />

de la población masculina en edad de trabajar, está en la cárcel. Alguien dijo, sin duda con exagerada ironía, que<br />

en ese país el problema del paro se soluciona metiendo en prisión a los candidatos a parados.<br />

Exageraciones a parte, si queremos percatarnos de la magnitud del problema y del poder que está adquiriendo el<br />

“complejo industrial carcelario”[27], sólo tenemos que compararlo con datos referidos a España. Hace algunas<br />

fechas el Consejo General del Poder Judicial calificaba de insostenible la situación de las cárceles españolas por el<br />

importante aumento en el número de reclusos, aumento derivado de la reforma del Código Penal aprobada por el<br />

último gobierno de los autodenominados socialistas. La población reclusa en España sería a mediados del presente<br />

año 1999 de unas 44.000 personas, es decir, poco más del 0’1% de la población total del país. Pues bien, si<br />

extrapolamos los datos tomando en consideración sólo la población activa masculina en España, poco menos de<br />

diez millones, nos encontraríamos con que el equivalente en nuestro país a los porcentajes de presos en EE. UU.<br />

de Norteamérica nos situaría en 200.000 reclusos, cinco veces más de los realmente existentes. Evidentemente, se<br />

trata sólo de un dato, pero si a éste, como decíamos más arriba, añadimos algunos otros más, nos encontramos con<br />

una tasa de desempleo en EE. UU. superior al 15%[28].<br />

Pero será ya el momento de concretar un poco más el tema fundamental que nos ocupa. Hasta aquí hemos tratado<br />

de explicar las consecuencias de la mundialización, pero sus consecuencias reales, sin dejarnos obnubilar por los<br />

cantos de sirena de los que sólo ven una cara de la moneda, la del incremento en la generación de la riqueza, pero<br />

que no se molestan en girar la moneda, en preguntarse quién genera y cómo se reparte esa riqueza. Ahora<br />

tendremos que preguntarnos qué es la mundialización, cuál su fundamento, su génesis y sus premisas.<br />

d) Liberalismo y mercado: Karl Polanyi.


Pues bien, la respuesta acorde con el pensamiento dominante, en la línea de la “obligación moral” mencionada<br />

líneas arriba, incidiría en el carácter natural de la mundialización en su conjunto y de la globalización económica y<br />

financiera en particular. Según esta concepción, el desarrollo de los intercambios internacionales sería la<br />

prolongación natural del crecimiento de las economías nacionales. La historia económica sería, pues, la historia de<br />

un movimiento progresivo de integración de los mercados, desde una base local hasta el mercado planetario actual,<br />

pasando por los mercados regionales, nacionales e internacionales. La expansión del comercio internacional<br />

traduciría la extensión del principio de división del trabajo a escala mundial. Por tanto, todo el proceso seguiría<br />

siendo perfectamente natural. En tal sentido, esta concepción de un movimiento económico que se desarrollaría del<br />

interior hacia el exterior se apoyaría fácilmente, en primera instancia, sobre las teorías de Adam Smith.<br />

Para éste, el fundamento psicológico del análisis económico reside en la propensión natural del hombre “a trocar,<br />

cambiar y ceder una cosa por otra”[29]. Esta inclinación natural del hombre exige, en tanto que tal, no ser<br />

impedida por alguna prohibición arbitraria por parte de las autoridades políticas o morales, siendo dicha naturaleza<br />

humana lo que hace posible la división del trabajo y, por tanto, la eficacia de la producción, base de la riqueza de<br />

las naciones (se dice “de las naciones”, no de las personas, lo cual no es sino una sutil manera de enmascarar que<br />

se trata de la riqueza de una minoría generada sobre la miseria de la mayoría). En suma, la internacionalización de<br />

las economías que concretamos bajo el término “globalización”, no sería más que la continuación natural de un<br />

proceso orgánico de crecimiento iniciado a nivel local y del cual la división del trabajo sería su elemento esencial.<br />

Según esta concepción tradicional, naturalista podríamos decir, la secuencia de encadenamientos que habría<br />

conducido a la formación de una economía internacional podría resumirse esquemáticamente así: en un principio<br />

las unidades económicas de base (familias, clanes, pueblos) viven replegadas sobre sí mismas y consumen lo<br />

esencial de su producción. La organización autárquica de la producción posibilita, sin embargo, un espacio para el<br />

intercambio en el caso de aparición de excedentes. Así se forman los mercados, lugar de circulación de excedentes<br />

y a partir de aquí aparecerá pronto la moneda, substituyendo progresivamente al trueque y multiplicando las<br />

posibilidades de intercambio. La existencia de los mercados y la difusión de la moneda hacen estallar<br />

progresivamente el marco autárquico de la producción doméstica y favorecen la especialización de las actividades,<br />

volcándose ahora la producción hacia el mercado y siendo estimulada por el natural afán de beneficio y el no<br />

menor egoísmo natural de los hombres. Recuérdese la famosa afirmación de Adam Smith: “No es la benevolencia<br />

del carnicero, el cervecero o el panadero lo que nos proporciona nuestra cena, sino el cuidado que ponen ellos en<br />

su propio beneficio. No nos dirigimos a su humanidad sino a su egoísmo, y jamás les hablamos de nuestras<br />

necesidades sino de su conveniencia”[30]. A partir de ahí, la división del trabajo no deja de profundizarse y<br />

extiende su red más allá de las fronteras hasta formar un solo mercado planetario.<br />

Ahora bien, esta representación de la génesis de la economía de mercado y de su ineluctable globalización puede<br />

resultar muy seductora, aunque sólo sea por su simplicidad aparente. Sin duda es también una explicación muy<br />

normalizada. Pero desgraciadamente para los ideólogos del neoliberalismo, no concuerda con lo que se concluye<br />

de la investigación histórica y antropológica. Una presentación clara y contundente de ello podemos encontrarla en


los trabajos de Karl Polanyi, el cual, ya en 1944, mostraba cómo hasta la revolución industrial la institución del<br />

mercado, aunque en sí misma antigua, no jugaba más que un papel secundario en la vida económica de las<br />

diferentes civilizaciones. Lo propio de las sociedades pre<strong>capitalista</strong>s desde el punto de vista de la organización<br />

económica es que la economía no existe en tanto que esfera autónoma sino que se encuentra sistemáticamente<br />

incrustada en las relaciones sociales. De otra manera, el <strong>sistema</strong> económico, en sus dimensiones de producción y<br />

distribución, es administrado no en función de una racionalidad individual fundada sobre la búsqueda del<br />

beneficio, sino en función de móviles no económicos entre los que destacan las relaciones de parentesco y las<br />

representaciones religiosas. Entenderemos mejor este argumento si nos remitimos a la diferenciación que establece<br />

Polanyi entre economía sustantiva y economía formal[31].<br />

Aspecto fundamental en el trabajo de Polanyi fue el análisis del lugar de la economía en la sociedad, es decir, de la<br />

relación entre la ordenación de la producción y la adquisición de bienes, por un lado, y el parentesco, la religión y<br />

otras formas de organización y cultura, por otro. Como el estudio de estas relaciones trasciende la teoría<br />

económica moderna, Polanyi sugirió que se las designara como “economía sustantiva” para distinguirla de la<br />

“economía formal”. Así, la palabra “económico” se utiliza en dos sentidos muy diferentes, que habrá que tener en<br />

cuenta para evitar caer en el tan común error de pensar que todas las economías, especialmente las primitivas, son<br />

simples variaciones de la economía de mercado moderna. Cuando hablamos de economía sustantiva, utilizamos<br />

“económico” como sinónimo de “material”. En este sentido, hablar de los aspectos económicos de determinada<br />

sociedad es hacer referencia al ordenamiento de la adquisición, producción o uso de bienes materiales o servicios<br />

para fines individuales o comunitarios. Por tanto, de seguir este criterio, todas las sociedades serían “económicas”<br />

en tanto en cuanto están dotadas de un ordenamiento que rige el aprovisionamiento de los medios materiales de<br />

existencia.<br />

En sentido formal, por “económico” se entendería “economizar” o “ser económico”, es decir, elegir entre<br />

diferentes alternativas que tendrían como objetivo optimizar la producción, el beneficio o la ganancia en el<br />

intercambio, o minimizar los costes de producción. El problema es que en la economía <strong>capitalista</strong>, integrada en el<br />

mercado, y en la teoría económica que la legitima, se funden los dos significados de la palabra “económico”. En el<br />

capitalismo las instituciones del mercado sirven tanto para proporcionar los medios materiales de existencia como<br />

para llevar a cabo las actividades “economizantes” de los que participan en ellas: para ganarse la vida, en sentido<br />

estricto, hay que someterse a las reglas del mercado. La economía de mercado es un <strong>sistema</strong> económico regido,<br />

regulado y orientado únicamente por los mercados. Y en el que la tarea de asegurar el orden en la producción y la<br />

distribución de bienes es confiada a ese mecanismo regulador, al mercado. En consecuencia, lo que se espera es<br />

que los seres humanos se guíen preferentemente por su egoísmo y su ambición con la pretensión de ganar el<br />

máximo dinero posible. Así, la verdadera crítica que se puede formular a la sociedad <strong>capitalista</strong> de mercado no es<br />

que se funde en lo económico, puesto que en el sentido que se acaba de indicar toda sociedad, cualquier sociedad<br />

lo hace, sino que su economía repose en lo fundamental sobre el interés personal[32].


Pero la economía de mercado es, como decíamos, un caso muy particular desde una perspectiva histórica y<br />

antropológica. Semejante organización de “la vida económica es completamente no natural, en el sentido<br />

estrictamente empírico de que es excepcional. Los pensadores del XIX suponían que… en su actividad económica<br />

el hombre debía tender a adaptarse a lo que ellos describían como una racionalidad económica, y que los<br />

comportamientos contrarios a esta racionalidad provenían de una intervención exterior. De aquí se deducía que los<br />

mercados eran instituciones naturales, susceptibles de surgir espontáneamente con tal de que se dejase libertad de<br />

acción a los hombres”[33]. Las sociedades preindustriales suelen tener economías en las que el modo estructurado<br />

de proporcionar los medios de existencia no consiste en instituciones “economizantes”. Y ello porque,<br />

contrariamente a las afirmaciones de Smith, en lugar de una predisposición natural al intercambio, en la mayor<br />

parte de las civilizaciones nos encontramos con una marcada aversión frente a los actos abiertamente fundados<br />

sobre el interés. Si bien no ignoran el mercado, los primeros imperios de la antigüedad y las sociedades primitivas<br />

que los precedieron estaban organizados generalmente según principios diferentes, fundados sobre la reciprocidad,<br />

la redistribución y la autarquía[34].<br />

De esta manera, la organización del trabajo colectivo testimonia durante largo tiempo la existencia de una división<br />

del trabajo totalmente desconectada del surgimiento de una economía de mercado. La formación de excedentes<br />

que permite esta división del trabajo no desemboca en el desarrollo de una esfera mercantil sino en la realización<br />

de grandes trabajos de infraestructuras y grandes obras arquitectónicas, sobre todo religiosas. En cuanto al<br />

desarrollo del comercio, no se puede inferir desde una evolución de los intercambios vecinales y de los mercados<br />

locales que se habrían ido interconectando progresivamente ya que no se ha observado históricamente ninguna<br />

tendencia de este tipo ni en Europa ni en ningún otro lugar. Por tanto, y siguiendo los trabajos antropológicos de<br />

Malinowski y los estudios sobre la economía de la Europa medieval de Henri Pirenne y Max Weber, Polanyi llega<br />

a la conclusión de que la institución de una verdadera economía de mercado no fue algo que sucediera de manera<br />

natural sino que, muy al contrario, resulta ser obra directa del Estado. Son las monarquías centralizadas de Europa<br />

occidental, sobre todo Inglaterra y Francia, las que, a partir del XVII realizaron la unión entre los múltiples<br />

mercados locales y el comercio exterior creando progresivamente un mercado interior unificado e integrado. Hasta<br />

entonces, una estricta separación existía entre los dos tipos de comercio. En las ciudades los comerciantes<br />

internacionales no podían participar del comercio al por menor ya que éste estaba sometido a una estricta<br />

reglamentación que protegía los intereses de los productores. Esta reglamentación estaba establecida por las<br />

corporaciones conforme a las prescripciones morales de la Iglesia, en particular las que se referían al precio y<br />

salario justos. Pero, insiste Polanyi, si el comercio local estaba estrictamente reglamentado, la producción<br />

destinada a la exportación no dependía más que formalmente de las corporaciones. La industria exportadora<br />

dominante en la época, el comercio de tejidos, estaba de hecho organizada sobre la base <strong>capitalista</strong> del trabajo<br />

asalariado. La reacción de la vida urbana, del comercio local, ante el capital móvil generado por esa industria<br />

exportadora no fue intentar controlar el comercio de larga distancia producido por ésta, sino aplicar una forma<br />

política de exclusión y protección. De ahí que tenga que ser el Estado el que, a lo largo de los siglos XV y XVI,<br />

impusiera el <strong>sistema</strong> mercantil al encarnizado proteccionismo de ciudades y principados. “El mercantilismo


destruyó el particularismo superado del comercio local e intermunicipal haciendo saltar las barreras que separaban<br />

estos dos tipos de comercio no concurrencial, dejando así el camino libre a un mercado nacional que ignoraba cada<br />

vez más la distinción entre la ciudad y el campo, así como la distinción entre las diversas ciudades y<br />

provincias”[35]. Por tanto, el mercantilismo, reducido generalmente en los manuales de economía a una doctrina<br />

proteccionista que asimilaba la riqueza a la acumulación de metales preciosos, fue ante todo un vasto movimiento<br />

de liberalización del comercio interior impuesto por los Estados-nación surgidos del régimen feudal con el<br />

objetivo de poner fin al <strong>sistema</strong> de protección económica y social de las ciudades. El Estado respondía así a las<br />

demandas de los comerciantes internacionales que querían desarrollar sus actividades sobre el conjunto del<br />

mercado interior. De esta alianza entre los comerciantes y los Estados nacería el <strong>sistema</strong> concurrencial de la<br />

economía de mercado.<br />

En definitiva, al mito clásico de una extensión espacial de la esfera de intercambio, Polanyi opone una secuencia<br />

prácticamente inversa en la cual el mercado como institución gobernante del conjunto de la vida económica y<br />

social se origina en el comercio internacional. Desconectado inicialmente de las estructuras económicas internas,<br />

el comercio internacional había permitido una acumulación y una concentración de riquezas tales que su<br />

movilización por parte de los Estados-nación se convirtió en un asunto fundamental de poder. La conjunción de<br />

intereses entre los comerciantes y los príncipes hará posible la formación de mercados interiores sobre los que se<br />

gestaría la revolución industrial. A su vez, la introducción de máquinas en la esfera de la producción implicaría la<br />

constitución de mercados para los diferentes factores de producción (trabajo, tierra, moneda) cuya continua<br />

disponibilidad era indispensable para la rentabilidad de las inversiones. De otra manera, la autorregulación implica<br />

que toda la producción esté destinada a la venta en el mercado y que todos los ingresos provengan de ello. Así,<br />

existirán mercados para todos los elementos de la industria, para los bienes pero también para el trabajo, la tierra y<br />

el dinero cuyos precios serán denominados, respectivamente, precios de mercancías, salario, renta e interés. Mas<br />

estos mismos términos indican que los precios forman los ingresos: el interés es el precio de la utilización del<br />

dinero y constituye los ingresos de quienes están en condiciones de ofrecerlo; el arriendo es el precio de la<br />

utilización de la tierra y constituye los ingresos de quienes la arriendan; el salario es el precio de la utilización de<br />

la fuerza de trabajo y constituye los ingresos de quienes la venden; en fin, los precios de las mercancías o de los<br />

productos hacen posibles los ingresos de quienes los venden, siendo el beneficio en realidad la renta resultante de<br />

dos conjuntos de precios: el de los bienes producidos y, por otra parte, su coste, es decir, el precio de los bienes<br />

necesarios para su producción[36]. Pero no sólo deben existir mercados para todos los elementos de la industria,<br />

sino que también debe lograrse que no se arbitre ningún tipo de medida o de política que pueda suponer un<br />

obstáculo para el buen funcionamiento del mercado. Las únicas medidas, las únicas políticas aceptables serán<br />

aquellas que contribuyan a asegurar y a reforzar la autorregulación del mercado, a crear, consolidar y desarrollar<br />

las condiciones que hagan del mercado el único poder organizador en materia económica y, por extensión, de todo<br />

el resto de materias de la vida social e intelectual que componen la existencia humana. A partir de aquí, los últimos<br />

residuos de la sociedad tradicional se rompen y la propia sociedad se convierte en un apéndice del <strong>sistema</strong><br />

económico quedando a expensas de los designios de un mercado que se entiende autorregulado y autorregulador,


Un mercado autorregulador, sostiene pues Polanyi, exige nada menos que la división institucional de la sociedad<br />

en una esfera económica y en una esfera política. Esta dicotomía no es, de hecho, más que la simple reafirmación,<br />

desde el punto de vista de la sociedad en su conjunto, de la existencia de un mercado autorregulador. Se nos quiere<br />

hacer creer, mediante la afirmación del carácter natural de ese mercado autorregulador, que esta separación en dos<br />

esferas ha existido siempre, en todas las épocas y en todas las sociedades. Pero esta afirmación es manifiestamente<br />

falsa. Ni en la historia ni en la etnografía encontramos la más mínima evidencia de ninguna otra economía anterior<br />

a la <strong>capitalista</strong> que estuviera dirigida y regulada por el mercado. Sin duda por ello y porque, añade con ironía<br />

Polanyi, los datos que aportaban tales disciplinas en el XIX apuntarían a que la psicología del hombre primitivo<br />

parecía ser definida más adecuadamente como comunista que como <strong>capitalista</strong>, los especialistas del pasado siglo<br />

en historia económica ignoraron la economía anterior al momento en que el trueque y el intercambio alcanzaron<br />

una amplitud considerable: “la misma prevención que empujó a la generación de Adam Smith a considerar al<br />

hombre primitivo como un ser inclinado al trueque y al pago en especie, ha incitado a sus sucesores a<br />

desinteresarse totalmente del primer hombre, pues se sabía que éste no se había dedicado a estas loables pasiones.<br />

La tradición de los economistas clásicos, que intentaron fundar la ley del mercado en pretendidas tendencias<br />

inscritas en el hombre en estado de naturaleza, fue sustituida por una ausencia total de interés por las culturas del<br />

hombre no civilizado”[37].<br />

Pero lo que realmente le interesa destacar a Polanyi no es la falsedad de este carácter natural del mercado, sino las<br />

consecuencias que tiene para la sociedad su sometimiento a las leyes del mercado, qué transformaciones se<br />

producen en la sociedad y, todavía más importante, cómo unas y otras operan sobre las mentalidades de los<br />

hombres tras asumir que las leyes del mercado “son las leyes de la naturaleza y, por, consiguiente, las leyes de<br />

Dios”. Y en este sentido, el punto más importante que habría que destacar es que el mecanismo del mercado se<br />

articula, necesariamente, en torno al concepto de mercancía: el mercado exige la conversión en mercancía de todos<br />

los diferentes elementos de la vida industrial así como la existencia de un mercado para cada uno de esos<br />

elementos. Por tanto, y con independencia de que no sean en sí mismos mercancías, elementos esenciales como<br />

son el trabajo, la tierra y el dinero pasan a ser considerados como mercancías. “Esta ficción, sin embargo, permite<br />

organizar en la realidad los mercados de trabajo, de tierra y de capital. Estos son de hecho comprados y vendidos<br />

en el mercado, y su oferta y demanda poseen magnitudes reales hasta el punto de que, cualquier medida, cualquier<br />

política, que impidiese la formación de estos mercados, pondría ipso facto en peligro la autorregulación del<br />

<strong>sistema</strong>. La ficción de la mercancía proporciona por consiguiente un principio de organización de importancia vital<br />

que concierne el conjunto de la sociedad y que afecta a casi todas sus instituciones del modo más diverso. Este<br />

principio obliga a prohibir cualquier disposición o comportamiento que pueda obstaculizar el funcionamiento<br />

efectivo del mecanismo del mercado, construido sobre la ficción de la mercancía”[38].<br />

El problema es que lo que esto ratifica es el hecho de que la sociedad en su conjunto queda sometida a las<br />

exigencias del mercado. Y las consecuencias que de ello se derivan son, sin duda, gravísimas para la sociedad, es


decir, para las personas que la configuran. Cuando Polanyi plantea la relación entre economía y sociedad, cuando<br />

analiza esa cuestión desde las nuevas características que impone a la sociedad la economía <strong>capitalista</strong> de mercado<br />

surgida de la revolución industrial inglesa, no puede menos que constatar que “una riqueza inaudita iba<br />

acompañada inseparablemente de una pobreza también insólita. Los eruditos proclamaban al unísono que se había<br />

descubierto una nueva ciencia que no dejaba ninguna duda acerca de las leyes que gobernaban el mundo de los<br />

hombres. Y en nombre de la autoridad de estas leyes, desapareció de los corazones la compasión, y una<br />

determinación estoica a renunciar a la solidaridad humana, en nombre de la mayor felicidad del mayor número<br />

posible de hombres, adquirió el rango de religión secular. El mecanismo del mercado se fortalecía y reclamaba a<br />

grandes voces la necesidad de alcanzar su culmen: era necesario que el trabajo de los hombres se convirtiese en<br />

una mercancía… los hombres se precipitaron ciegamente hacia el refugio de una utópica economía de<br />

mercado”[39]. Pero este “utópica economía de mercado”, esta economía <strong>capitalista</strong>, plasmada en la revolución<br />

industrial, que indudablemente multiplicó la riqueza del hombre, también amenaza seriamente la estructura de la<br />

sociedad, radicando esa amenaza precisamente no ya en su carácter industrial sino en el hecho de que sea una<br />

sociedad regulada por el mercado. “Nada… más normal (sostienen los teóricos del liberalismo) que un <strong>sistema</strong><br />

económico constituido por mercados gobernados únicamente por los precios, y una sociedad humana fundada en<br />

ellos que aparecía como el objetivo del progreso. Lo importante no era tanto si esta sociedad era o no deseable<br />

desde el punto de vista moral, cuanto si era realizable en la práctica por considerar que estaba fundada en<br />

características inherentes al género humano”[40]. Pero lo que sí se puede constatar de manera clara es que, en la<br />

medida en que el mercado asume el control del <strong>sistema</strong> económico y la sociedad pasa a ser considerada<br />

exclusivamente en tanto que auxiliar del mercado, los efectos sobre la organización de la sociedad en su conjunto<br />

son devastadores. En lugar de supeditarse la economía a las relaciones sociales, son éstas las que deben adecuarse<br />

al <strong>sistema</strong> económico, al mercado. El factor económico excluye cualquier otro tipo de consideración puesto que<br />

una vez el <strong>sistema</strong> económico se articula en instituciones separadas, fundadas sobre móviles determinados y<br />

dotadas de un estatuto especial, la sociedad se ve en la obligación de asumir un modo de acción específico que<br />

posibilite el funcionamiento del <strong>sistema</strong> siguiendo sus propias leyes e impida, así mismo, la aparición o la<br />

efectividad de todo aquello que pueda suponer un obstáculo para el desarrollo efectivo de dichas leyes. De aquí<br />

que sea “justamente en este sentido en el que debe ser entendida la conocida afirmación de que una economía de<br />

mercado únicamente puede funcionar en una sociedad de mercado”[41].<br />

e) Capitalismo realmente existente.<br />

Asistimos, pues, a la imposición al conjunto de la sociedad de criterios específicamente mercantiles y, en primer<br />

lugar y como condición necesaria aunque no suficiente, a la obligada conversión del trabajo del hombre en<br />

mercancía. Pero, en este orden de cosas, una economía <strong>capitalista</strong> de mercado no es socialmente viable. “Permitir<br />

que el mecanismo del mercado dirija por su propia cuenta y decida la suerte de los seres humanos y de su medio


natural, e incluso que de hecho decida acerca del nivel y de la utilización del poder adquisitivo, conduce<br />

necesariamente a la destrucción de la sociedad. Y esto es así porque la pretendida mercancía denominada “fuerza<br />

de trabajo” no puede ser zarandeada, utilizada sin ton ni son, o incluso ser inutilizada, sin que se vean<br />

inevitablemente afectados los individuos humanos portadores de esta mercancía peculiar”[42].<br />

Considera, pues, Polanyi que una economía <strong>capitalista</strong> de mercado con un <strong>sistema</strong> estricto de laissez-faire, es<br />

decir, sin ningún tipo de mecanismo corrector de los graves problemas que ocasiona cuando se le deja actuar con<br />

total impunidad, es socialmente inviable. Recordemos que la economía <strong>capitalista</strong>, y la sociedad <strong>capitalista</strong> que<br />

genera a su imagen y semejanza, se fundamenta sobre la consideración de la búsqueda del máximo beneficio<br />

posible y, mediante la conversión del trabajo en mercancía, del miedo al hambre, como criterios rectores de todas<br />

sus actividades. A este respecto, no podemos resistir la tentación de reproducir un texto recogido por Polanyi en el<br />

que, con la misma pasión que luego se ha tratado y se trata de ocultar, se nos muestra con toda nitidez cómo la<br />

intervención externa sobre los mecanismos del mercado es altamente contraproducente pues elimina la coerción<br />

económica básica del capitalismo, esa coerción que puede resumirse de manera esquemática así: o tú, que no<br />

posees nada excepto tu fuerza de trabajo, la vendes en las condiciones que marca el mercado, o, por supuesto<br />

haciendo uso de tu libertad la cual deberá ser siempre protegida, te mueres de hambre. Sólo diez años después de<br />

Adam Smith, William Townsend escribía lo siguiente: “El hambre domesticará a los animales más feroces,<br />

enseñará a los más perversos la decencia y la civilidad, la obediencia y la sujeción. En general, únicamente el<br />

hambre puede espolear y aguijonear (a los pobres) para obligarlos a trabajar; y, pese a ello, nuestras leyes, hay que<br />

reconocerlo han dispuesto también que hay que obligarlos a trabajar. Pero la fuerza de la ley encuentra numerosos<br />

obstáculos, violencia y alboroto; mientras que la fuerza engendra mala voluntad y no inspira nunca un buen y<br />

aceptable servicio, el hambre no es sólo un medio de presión pacífico, silencioso e incesante, sino también el<br />

móvil más natural para la asiduidad y el trabajo; el hambre hace posibles los más poderosos esfuerzos, y cuando se<br />

sacia, gracias a la liberalidad de alguien, consigue fundamentar de un modo durable y seguro la buena voluntad y<br />

la gratitud. El esclavo debe ser forzado a trabajar, pero el hombre libre debe ser dejado a su propio arbitrio y a su<br />

discreción, debe ser protegido en el pleno disfrute de sus bienes, sean éstos grandes o pequeños, y castigado<br />

cuando invade la propiedad de su vecino”[43]. Comprobamos así cómo este <strong>sistema</strong> <strong>capitalista</strong> de mercado, que<br />

mantiene unas pretensiones de universalidad sin precedentes desde el principio del cristianismo, implica las más<br />

altas cotas de perversión y crueldad, una perversión y una crueldad que “radicaban precisamente en emancipar al<br />

trabajador, con la explícita intención de convertir en una amenaza real la posibilidad de morir de hambre”[44]. En<br />

otras palabras, a lo que conduce dicho <strong>sistema</strong> <strong>capitalista</strong> no puede ser más que a la escisión social y a la<br />

destrucción del hombre. De ahí que debamos entender todas las grandes convulsiones de este siglo, en particular<br />

las de las décadas de los años veinte y treinta, pero también, aunque desde una perspectiva opuesta, las de las<br />

postrimerías del siglo, como intentos de responder de una u otra manera a las amenazas reales de destrucción que<br />

comporta el capitalismo realmente existente.


No creemos que resulte en exceso esquemático el entender dichas convulsiones como el intento de responder a la<br />

pregunta de cómo puede la sociedad recuperar el control de las fuerzas de la economía, un control que fue<br />

entregado de manera total y absoluta al mercado autorregulador durante la revolución industrial y la consolidación<br />

del modo de producción <strong>capitalista</strong>. En este sentido, las revoluciones socialistas supusieron un intento de ruptura<br />

con este auténtico chantaje al que el mercado tiene sometida a la sociedad en su conjunto –lo que probablemente<br />

provocó tanto una consideración dogmática del mercado como mal absoluto, como una incapacidad real para<br />

diferenciar el mercado tradicional y el mercado financiero, dos entidades equiparables sólo nominalmente, errores<br />

ambos que provocaron consecuencias de todos conocidas–. Ahora bien, también en el seno del propio campo<br />

<strong>capitalista</strong> se produjeron transformaciones de emergencia en unas sociedades <strong>capitalista</strong>s de mercado que se<br />

habían convertido en absolutamente intolerables desde el punto de vista económico y social. Surgen, así, el<br />

fascismo y el nazismo, como respuestas del propio <strong>sistema</strong> <strong>capitalista</strong> a una situación de crisis aguda del mismo<br />

que provoca su abierta puesta en cuestión e, incluso, hace peligrar su propia existencia. En este sentido, es por<br />

completo ridícula la afirmación de Fukuyama[45], y de tantos otros voceros del autoproclamado pensamiento<br />

único triunfante, según la cual la victoria del modelo neoliberal se fundamenta sobre la derrota de los dos modelos<br />

que se le planteaban como alternativos: el comunismo y el fascismo. Estos han desaparecido, dicen, como<br />

alternativas sistemáticas viables al capitalismo liberal occidental. La derrota militar del fascismo en la Guerra<br />

Mundial y la derrota política y económica del comunismo representada por la caída del muro de Berlín hace ahora<br />

diez años, supondrían, pues, el “fin de la historia” en tanto que historia de las ideas y el conocimiento, donde la<br />

victoria sería completa, sin prisioneros ni heridos. El triunfo de la democracia <strong>capitalista</strong>, liberal y de mercado,<br />

sobre sus <strong>sistema</strong>s antagónicos, comunismo y fascismo, es incuestionable, sostiene Fukuyama.<br />

Sin embargo, habrá que hacer algunas matizaciones importantes frente a semejante argumentación. En primer<br />

lugar, no deja de ser curioso que se liquide al fascismo con su derrota en la 2ª Guerra. Esto implica,<br />

evidentemente, la no consideración del fascismo posterior al 45 no ya sólo como permanente substrato en las<br />

“democracias liberales”, pedirle eso a Fukuyama sería excesivo, sino ni siquiera en sus más criminales actuaciones<br />

a lo largo y ancho del planeta, desde América central y del sur hasta Sudáfrica o Indonesia. La razón probable de<br />

este olvido sería, por lo que respecta a esos últimos casos, que estaríamos hablando del “patio trasero”, de la<br />

periferia, de esos países cuyos acontecimientos no interfieren en la democracia liberal occidental, aunque sea ésta<br />

la que los propicia y se beneficia de ellos. Por lo que atañe al substrato fascista en las propias democracias, esto<br />

nos llevaría al segundo, y más importante, matiz antes señalado. Si se dice que el comunismo ha fracasado sería en<br />

tanto que él mismo se presentaba como <strong>sistema</strong> económico alternativo al capitalismo. Pero presentar al fascismo<br />

como modelo alternativo al <strong>sistema</strong> <strong>capitalista</strong> de mercado es una burla sangrante, es seguir queriendo hacernos<br />

comulgar con ruedas de molino. El fascismo no es un <strong>sistema</strong> económico alternativo al capitalismo, sino la<br />

respuesta política, económica y cultural del capitalismo en tiempos de crisis. Es la respuesta violenta del capital<br />

ante su radical puesta en cuestión. Fascismo y democracia liberal son dos caras de una misma moneda, de un<br />

mismo <strong>sistema</strong>, no dos <strong>sistema</strong>s antagónicos. Con independencia de lo que podrían ser declaraciones<br />

programáticas, es históricamente indudable que el fascismo implica la toma directa y sin mediaciones del poder, a


todos sus niveles, por parte del capital, ese capital que se ve en peligro y reacciona defendiéndose de manera<br />

abiertamente criminal. Y cuando el peligro desaparece, la situación se normaliza, se democratiza: podemos volver<br />

a codificar la violencia. Se trata, por tanto, de dos caras de una misma moneda que se enseñan de forma alternativa<br />

según convenga, es decir, según lo exijan en cada momento concreto las condiciones para una óptima acumulación<br />

de capital.<br />

Es cierto que, en esta fase de subsunción real del trabajo en capital en la que ya no es precisa la violencia de la<br />

acumulación originaria, la acumulación de capital alcanza su grado óptimo en condiciones de “democracialiberal”,<br />

donde la violencia queda enmascarada bajo formas puramente ideológicas y la alienación alcanza cotas de<br />

pesadilla: “…en esta fase formalizada de la norma-capital, en la que ninguna violencia exterior es ya<br />

ontológicamente necesaria, es el propio proletario quien, cada noche, dará cuerda al despertador que lo pondrá en<br />

pie para volver, cada mañana, a la puerta de la misma fábrica. Esa es la verdadera dictadura de la burguesía. Lo<br />

demás es anécdota. Él sólo marcará los gestos de su muerte cotidiana, las condiciones materiales de su<br />

servidumbre incuestionada a la relación que, bajo la forma mistificadora del salario, lo mantiene en vida y<br />

reproduce su identidad. Con un poco de suerte, hasta se sentirá feliz de poder hacerlo. Y, si no, para eso están los<br />

psiquiatras”[46]. En esta coyuntura hasta se permiten el alarde de amenazar con la prisión a aquellos que utilizaron<br />

en su momento para llevar a cabo el trabajo sucio de eliminar a los que ponían en peligro el proceso de expolio<br />

que exige la acumulación de capital. No obstante, también es cierto que si las circunstancias lo exigen, si, por<br />

ejemplo, reaparecen con fuerza esos planteamientos colectivistas que se dan, a Dios gracias, por finiquitados o si,<br />

otro ejemplo, aquellos que sólo padecen las consecuencias del expolio pero no disfrutan de las ventajas del<br />

proceso de acumulación no comprenden que esta situación es inherente al propio proceso de acumulación y, por el<br />

contrario, se obcecan en pretender entrar a formar parte del primer mundo, sin duda volverá a surgir del armario —<br />

¿no lo está haciendo ya— la otra cara, la cara más crudamente salvaje del capital, el fascismo.<br />

Comunismo y fascismo no han sido, en todo caso, las únicas transformaciones de emergencia ante la implacable<br />

lógica del mercado autorregulador. Sin duda el “New Deal”, el keynesianismo, la socialdemocracia de postguerra,<br />

serían intentos de introducir determinados factores de intervención sobre los mecanismos del mercado, intentos de<br />

construir un “capitalismo con rostro humano”, de conseguir liberar a los hombres de su esclavitud del proceso<br />

económico. Durante demasiado tiempo se habrían considerado las cuestiones económicas como cuestiones finales<br />

y habría llegado ya el momento de retrotraer la economía al estatuto de un medio para fines humanos verdaderos,<br />

unos fines que son sociales y no económicos. Es de esta manera que se habla de “democracia <strong>capitalista</strong>”, o de<br />

“capitalismo democrático”, y se la considera como la única forma de organización social, como el único <strong>sistema</strong><br />

económico y político, que puede hacer compatibles las exigencias “naturales” del mercado, con su corolario de<br />

riqueza y progreso técnico y material, y la libertad y la felicidad de los hombres. No obstante, no estaremos<br />

afirmando nada novedoso si recordamos que en esa expresión, “democracia <strong>capitalista</strong>”, pervive una contradicción<br />

en los términos ya que incluye dos <strong>sistema</strong>s opuestos[47]. Hablamos en primer lugar, aunque con excesiva<br />

frecuencia se recurra a todo tipo de eufemismos, de capitalismo, y éste es, se quiera ocultar o no, un <strong>sistema</strong> que


exige, que tiene como condición ontológica, la existencia de una clase relativamente pequeña de gente que posea y<br />

controle los medios de la actividad industrial, comercial y financiera, así como la mayor parte de los medios de<br />

comunicación, por no decir todos. Por tanto, esta gente ejerce una influencia por completo desproporcionada sobre<br />

la política y la sociedad, tanto en sus respectivos países como allende sus fronteras. Por otro lado, hablamos de<br />

democracia, la cual se basaría en la negación de esa supremacía y requeriría, por tanto, una igualdad de<br />

condiciones que el capitalismo repudia por su propia naturaleza, por su propia definición. Dominación y<br />

explotación son palabras desagradables que no suelen entrar en el vocabulario habitual de nuestros políticos o<br />

nuestros media, pero que están en el centro de la democracia <strong>capitalista</strong> liberal e inextricablemente vinculadas a<br />

ella: forman parte de su propia esencia.<br />

A excepción de algunos iluminados trasnochados, no suele recordarse, probablemente no sea de buen tono ni<br />

políticamente correcto, que el capitalismo es un <strong>sistema</strong> basado en el trabajo asalariado. Éste se definiría, de<br />

manera simple, como el trabajo efectuado por un asalariado en beneficio de un empleador privado el cual estaría<br />

facultado, por el mero hecho de poseer y controlar los medios de producción, para apropiarse y disponer de<br />

cualquier excedente que produzca el trabajador. Los empleadores, los empresarios, están constreñidos, en<br />

condiciones de democracia liberal, por diferentes presiones que limitan su libertad para tratar con los trabajadores<br />

como quieran o para disponer de los excedentes que extraen. Pero estas limitaciones simplemente cualifican su<br />

derecho a extraer un excedente y a disponer de él, un derecho que no es, como decíamos, casi nunca cuestionado<br />

puesto que se considera un derecho natural, de la misma manera que, en su momento, se consideró natural el<br />

trabajo esclavista.<br />

Por supuesto, el trabajo asalariado no es el trabajo del esclavo, pero implica, dice Miliband, una relación social que<br />

desde una perspectiva socialista, igualitaria si se quiere, es moralmente aberrante: nadie debería trabajar para el<br />

enriquecimiento privado de otro, sobre todo cuando ese trabajo se realiza sobre la conversión en amenaza real de<br />

“la posibilidad de morir de hambre”. Los países del socialismo real y su experiencia “comunista”, demostraron que<br />

la propiedad pública de los medios de producción no es garantía suficiente para la eliminación de la explotación y<br />

que, desde luego, no hay ni de lejos una desaparición automática de la misma. Pero la explotación bajo propiedad<br />

pública es una deformación puesto que un <strong>sistema</strong> basado sobre la propiedad pública de los medios de producción<br />

ni descansa sobre la explotación, ni la exige. Bajo condiciones de un control democrático, social, proporciona las<br />

bases para la asociación libre y cooperativa de los productores. Por contra, bajo condiciones de propiedad privada<br />

de los medios de producción, el objetivo fundamental de la actividad económica es la explotación. En dichas<br />

condiciones, una actividad económica que no desembocara en el enriquecimiento privado de los detentadores del<br />

poder ecónomico, y por extensión político, carecería por completo de sentido.<br />

Tenemos que ser perfectamente conscientes de esto, porque si no, los árboles, y numerosos jardineros hay cuya<br />

función es precisamente ésa, no nos dejarán ver el bosque. Es desolador leer cómo responde una prestigiosa ONG<br />

frente a la inquietud de un miembro de la misma ante la posibilidad de que las prendas de vestir que la


organización vende como promoción y para obtener algunos ingresos extras fueran “fabricadas en el Tercer<br />

Mundo y, seguramente, a través de la explotación de mano de obra infantil” –llama la atención que al preocupado<br />

comprador le asalte esta duda porque las prendas “no son de buena calidad”– La ONG contestaba en su revista<br />

mensual que, asumiendo dicha preocupación, habían firmado un convenio con la empresa que garantiza que los<br />

productos han sido fabricados en España e incluye además “una cláusula en la que la empresa se compromete a la<br />

no explotación (en cualquiera de sus formas) de los trabajadores”. ¿Ignorancia o ingenuidad. Dominación y<br />

explotación, insistiremos, son consustanciales a la empresa <strong>capitalista</strong>. Podrán ser salvajes o solapadas, brutales o<br />

moderadas mediante argucias ideológicas, utilizar mano de obra infantil y en condiciones de semi-esclavitud o<br />

permitir la actuación de sindicatos de clase, pero son inherentes al capitalismo, inseparables de un <strong>sistema</strong><br />

<strong>capitalista</strong> que exige, que tiene como condición necesaria, aunque ni siquiera suficiente[48], la conversión del<br />

trabajo humano en mercancía, esto es, la consideración mercantilista de la satisfacción de la más básica de las<br />

necesidades de los seres humanos: el derecho a subsistir[49].<br />

En definitiva, la democracia <strong>capitalista</strong> implica una limitación de la propia democracia, puesto que no va a<br />

cuestionar seriamente el poder, la propiedad, los privilegios, de los detentadores del poder económico y político.<br />

El hecho cierto es que en los regímenes democrático-<strong>capitalista</strong>s, los procedimientos democráticos están<br />

manipulados por las elites y por los aparatos políticos y medios de comunicación que controlan. En estos<br />

regímenes los procedimientos democráticos son un simulacro de una democracia por completo viciada a<br />

consecuencia del contexto <strong>capitalista</strong> en que funciona. A este respecto, y en el ya citado artículo, Miliband<br />

menciona un trabajo en el que se definen las elecciones como ”una válvula de escape, un interludio en el que los<br />

humildes podían sentir un poder que en otros momentos les era negado, un poder que era sólo ilusorio. Y era<br />

también un ritual legitimador, un rito mediante el cual el populacho renovaba su consentimiento a una estructura<br />

oligárquica del poder”[50]. Se nos aclara que se está hablando de la América colonial, pero ¿sería alguien capaz de<br />

negar la absoluta y total pertinencia de esta descripción por lo que respecta a la situación en la que nos<br />

encontramos en los albores del nuevo siglo.<br />

f) Mundialización, globalización y capitalismo.<br />

Pero la prueba más evidente de la contradicción que venimos destacando respecto de la democracia liberal la<br />

encontramos precisamente en los propios procesos de mundialización y globalización. Tal y como ya hemos<br />

planteado, lo que dichos procesos implican no es más que el abandono de los intentos por conseguir esa cuadratura<br />

del círculo que es un capitalismo con rostro humano. Tras la aplastante victoria obtenida hasta el momento por el<br />

capital en el campo económico, político y, sobre todo, ideológico, ya no son precisos maquillajes. Y si de muestra<br />

vale un botón, tonto pero significativo, podemos traer a colación en este punto lo sucedido con Oskar Lafontaine.<br />

Éste, a la sazón ministro de economía alemán y representante del sector “izquierdista” del partido socialdemócrata


de su país, se vio en la necesidad de dimitir de su cargo ministerial y como presidente del partido ante la profunda<br />

desconfianza y hostilidad que provocaban sus planteamientos, unos planteamientos que, en el mejor de los casos,<br />

podían ser calificados como keynesianos. Lo que ocurre es que, hoy por hoy, incluso el keynesianismo es<br />

considerado un grave peligro por el neoliberalismo triunfante, un pensamiento vetusto, obsoleto e inaplicable.<br />

Quizá por eso, hasta el diario El País expresaba en sendas editoriales su indisimulada alegría ante la desaparición<br />

política de un personaje “anacrónico” y la “rectificación a tiempo” efectuada por el canciller alemán[51]. La<br />

exigencia de liberalización ya no admite más trabas que las meramente propagandísticas cuando llega la hora de la<br />

farsa mediático-electoral. Ya lo dicen hasta esa especie de reedición de pareja cómico-dramática, tipo el gordo y el<br />

flaco pero en versión el sonrisas y el serio, que son Blair y Schröeder, los cuales inician ese patético ejercicio<br />

espiritual de “Padre-perdónanos-nuestros-pecados“ denominado Tercera vía, con la máxima: “Menos regulación y<br />

más flexibilidad. La regulación es el enemigo de nuestro éxito. Hay que empequeñecer el Estado, hay que<br />

disminuir el gasto público, hay que reducir drásticamente los impuestos, esos impuestos cuyo sentido primordial<br />

era el de redistribuir la riqueza, hay que liberalizar más aún el mercado de trabajo eliminando todas aquellas<br />

medidas que tenían como objetivo la defensa de la parte, por definición, más débil. En suma, hay que liquidar<br />

aquello que se denominó Estado del bienestar, el cual, ahora se demuestra con total nitidez, no era un elemento<br />

natural en la evolución del proceso de acumulación de capital, del capitalismo, sino una argucia táctica de<br />

respuesta frente a la existencia de un <strong>sistema</strong> alternativo al <strong>capitalista</strong> que se erigía, quizá de manera más nominal<br />

que real, sobre los excesos, injusticias y peligros de ese mercado autorregulador denunciado por Polanyi. Los<br />

límites a la dominación y la explotación que significaba el Estado del bienestar en el primer mundo, fueron el<br />

resultado de una incansable lucha, de una incesante presión desde abajo para ampliar los derechos políticos,<br />

cívicos y sociales limitando el carácter hegemónico y depredador del mercado autorregulador, frente a los<br />

esfuerzos hechos desde arriba para erosionar tales derechos al considerarlos como trabas intolerables al desarrollo<br />

natural del mercado. Así pues, desaparecida la alternativa, desaparecen los tapujos: dejémonos de regulación, vía<br />

libre a la flexibilidad.<br />

Ahora bien, es rigurosamente cierto que, desde esta perspectiva, la mundialización no designa nada nuevo, nada<br />

particular, nada específico. Desde sus orígenes la mundialización es la dimensión esencial del propio modo de<br />

producción <strong>capitalista</strong>. Ya en el Manifiesto Comunista, Marx y Engels avanzaban un diagnóstico de la<br />

mundialización <strong>capitalista</strong>[52]. El capitalismo, decían entonces, está desarrollando todo un proceso de unificación<br />

no sólo económica sino también cultural del mundo para remodelar éste en función de sus propios intereses:<br />

“mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía dio un carácter cosmopolita a la producción y al<br />

consumo de todos los países. Con gran pesar de los reaccionarios, ha quitado a la industria su base nacional (…)<br />

En lugar del antiguo aislamiento de las regiones y naciones que se bastaban a sí mismas, se establece un<br />

intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones. Y esto se refiere tanto a la producción<br />

material, como a la producción intelectual[53]”. Tengamos muy presente esta frase. Marx y Engels no se están<br />

refiriendo únicamente a la imposición de una forma específica de organización económica, ni a unos meros<br />

procesos de desarrollo de la acumulación de capital, es decir, de lo que hemos denominado globalización. Están


mencionando también los procesos de dominación cultural e ideológica que desarrolla ese determinado modo<br />

organizar la sociedad en su conjunto que es el capitalismo. Y son perfectamente conscientes de los medios que la<br />

dominación hace suyos en su propio provecho: “Merced al rápido perfeccionamiento de los instrumentos de<br />

producción y al constante progreso de los medios de comunicación (la burguesía) obliga a todas las naciones, si no<br />

quieren sucumbir, a adoptar el modo burgués de producción, las constriñe a introducir la llamada civilización, es<br />

decir, a hacerse burgueses. En una palabra: se forja un mundo a su imagen y semejanza”[54]<br />

Por tanto, es la misma dinámica de la acumulación <strong>capitalista</strong> la que conduce a la mundialización. En otros<br />

escritos posteriores y analizando la tendencia histórica de la acumulación <strong>capitalista</strong> a la vez que tratando de<br />

explicar su génesis histórica, Marx, tras considerar el vandalismo de la acumulación originaria del capital,<br />

continúa diciendo: ”No bien ese proceso de transformación ha descompuesto suficientemente, en profundidad y en<br />

extensión, la vieja sociedad; no bien los trabajadores se han convertido en proletarios y sus condiciones de trabajo<br />

en capital; no bien el modo de producción <strong>capitalista</strong> pueda andar ya sin andaderas, asumen una nueva forma la<br />

socialización ulterior del trabajo y la transformación ulterior de la tierra y de otros medios de producción en<br />

medios de producción socialmente explotados, y por ende en medios de producción colectivos, y asume también<br />

una nueva forma, por consiguiente, la expropiación ulterior de los propietarios privados. El que debe ahora ser<br />

expropiado no es ya el trabajador que labora por su propia cuenta, sino el <strong>capitalista</strong> que explota a muchos<br />

trabajadores. Esta expropiación se lleva a cabo por medio de la acción de las propias leyes inmanentes de la<br />

producción <strong>capitalista</strong>, por medio de la concentración de capitales. Cada <strong>capitalista</strong> liquida a otros muchos.<br />

Paralelamente a esa concentración, o a la expropiación de muchos <strong>capitalista</strong>s por pocos, se desarrollan en escala<br />

cada vez más amplia…el entrelazamiento de todos los pueblos en la red del mercado mundial, y, con ello el<br />

carácter internacional del régimen <strong>capitalista</strong>. Con la disminución constante en el número de los magnates<br />

<strong>capitalista</strong>s que usurpan y monopolizan todas las ventajas de este proceso de trastocamiento, se acrecienta la masa<br />

de la miseria, de la opresión, de la servidumbre, de la degeneración, de la explotación”[55]. En efecto, y de nuevo<br />

Marx,: “La tendencia a crear el mercado mundial viene dada inmediatamente en el concepto de capital. Todo<br />

límite se presenta como un límite a superar. Ante todo, el capital tiene la tendencia a someter todo momento de la<br />

producción al cambio y a negar la producción de valores de uso inmediatos, que no entran en el cambio, es decir,<br />

tiene la tendencia a colocar precisamente la producción basada sobre el capital en lugar de modos de producción<br />

anteriores y, desde su punto de vista, primitivos. El comercio ya no se presenta aquí como una función que tiene<br />

lugar entre producciones independientes para el cambio de su excedente, sino como un presupuesto esencial<br />

omnicomprensivo y como un momento de la producción misma”[56]. El carácter mundial del modo de producción<br />

y del intercambio <strong>capitalista</strong> queda, pues, afirmado sin ambages. Y el mercado mundial no es concebido como una<br />

yuxtaposición de mercados nacionales, sino como la dimensión propia del régimen <strong>capitalista</strong>. De ahí que sea del<br />

propio concepto de capital que se deriven lógicamente dos características. En primer lugar la tendencia a hacer<br />

saltar todos los obstáculos que puedan oponerse a la expansión ilimitada del modo de producción <strong>capitalista</strong>. En<br />

segundo lugar, la necesidad de proceder a la liquidación de todo aquello que pueda haber todavía de arcaico en la<br />

sociedad dominada por las relaciones <strong>capitalista</strong>s.


Podemos, pues, concluir que el modo de producción <strong>capitalista</strong> es mundial, y lo es no como resultado de una<br />

determinada evolución o de una determinada coyuntura, sino desde su mismo origen. Más claro: la mundialización<br />

es el modo de producción <strong>capitalista</strong> puro. Así, lo que se llama mundialización no tiene sentido más que si por ella<br />

entendemos la aniquilación de los últimos sectores que todavía escapaban a la dominación del capital. En este<br />

sentido, lo que caracterizaría el momento actual no sería el alcance mundial del capital, sino la manera concreta en<br />

que se impone. Asistimos a un recrudecimiento de los conflictos de clase, de manera más clara y descarnada en el<br />

seno de los países subdesarrollados o en vías de desarrollo y, a un nivel más general, entre éstos y los países del<br />

primer mundo. Pero este mismo recrudecimiento lo encontramos también en estos últimos países, concretado en la<br />

disminución de los beneficios sociales que se establecieron, fruto de la presión social, a la sombra de ese<br />

capitalismo con rostro humano asociado al Estado del bienestar Y, a pesar de los ímprobos esfuerzos que se hacen<br />

en contrario, la percepción del hecho es cada vez mayor. Una muestra significativa: unos años, en diciembre de<br />

1997, el Frankfurter Allgemeine Zeitung, diario poco sospechoso de no ser adepto al régimen neoliberal, publicaba<br />

una encuesta y contrastaba los datos con los obtenidos en 1980. En ambas ocasiones se instaba a los alemanes a<br />

que escogieran entre las dos afirmaciones siguientes: “Hoy por hoy la lucha de clases está superada. Empresarios y<br />

trabajadores deben entenderse como socios” y “Es justo hablar de lucha de clases. Empresarios y trabajadores<br />

tienen en el fondo intereses por completo incompatibles”. Pues bien, en 1980 el 58% de los ciudadanos de los<br />

ciudadanos de la entonces RFA optaron por la primera afirmación y sólo un 25% se inclinaron por la segunda. En<br />

1997, transcurridos 7 años desde que cayera el muro y fuera decretado el fin de la historia, las tornas se han<br />

invertido: si bien el 41% seguían considerando superada la lucha de clases, un 44% opinaba ahora que la lucha de<br />

clases está a la orden del día. Y en los estados de la antigua RDA los partidarios de la lucha de clases ascendían al<br />

56% frente al 26%[57]..<br />

Es cierto que la situación actual podría resumirse brevemente así: “lo que está sucediendo a la mayoría de las<br />

economías y países <strong>capitalista</strong>s de todo el mundo es comparable a los procesos que tuvieron lugar a mediados del<br />

siglo XIX: un crecimiento a gran escala del capital acompañado por un aumento del desempleo, la pobreza, el<br />

crimen y el sufrimiento humano en general”[58]. Quizá por eso, y frente a aquellos que quieren arrinconarlo en el<br />

vertedero de la historia, el pensamiento marxista, como hace 150 años, se presenta hoy como de todo punto<br />

pertinente a la hora de entender los procesos referidos de globalización y mundialización, demuestra su pertinencia<br />

a la hora de tratar de analizar y, por tanto, entender la realidad que se nos impone. Y ello no sólo por lo que sin<br />

duda fueron auténticas anticipaciones, por parte de Marx y Engels, de la tendencia futura del proceso de<br />

acumulación <strong>capitalista</strong>, sino también por la larga lista de autores que supo ver con posterioridad a éstos la<br />

dinámica interna que llevaba al capitalismo a la mundialización. Por ejemplo, como afirma Vidal Villa, “los<br />

nombres de R. Hilferding, K. Kautsky, Rosa Luxemburgo, N. Bujarin y Lenin, están indisolublemente unidos a<br />

esta premonición del futuro <strong>capitalista</strong> mundial. Sus aportaciones, efectuadas en agria polémica entre sí –por<br />

ejemplo, Lenin y Bujarin contra Kautsky; Lenin contra Rosa Luxemburgo–, siguiendo la tónica polemizadora de


la época…mantienen hoy una vigencia considerable, con una agudeza y lucidez imposible de encontrar en ninguno<br />

de los economistas burgueses contemporáneos de ellos”[59].<br />

Pero es obvio que no podemos contentarnos con mantener una postura del tipo ya-lo-decía-yo. No basta con<br />

remitir la situación actual a la de hace un siglo y afirmar que no hay nada nuevo bajo el sol, que, en definitiva, se<br />

trata de capitalismo, del capitalismo realmente existente, con sus secuelas de explotación, dominio y miseria de los<br />

más en beneficio exclusivo de unos pocos. Y no basta porque la situación actual es real y potencialmente más<br />

grave que la de hace un siglo. Alguien dijo hace unos años que cuando, tras la caída del muro, los trabajadores de<br />

los países del este de Europa se manifestaron enarbolando pancartas en las que se leía “proletarios de todos los<br />

países, perdonadnos”, y a pesar de lo loable que podía ser la proclama en sí misma, no eran en absoluto<br />

conscientes de las consecuencias que la desaparición de la única alternativa, real o ficticia, al capitalismo iba a<br />

tener para los proletarios de todo el mundo, incluidos ellos. En este punto, no podemos resistirnos a mencionar el<br />

informe elaborado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo respecto del coste que ha tenido el<br />

proceso de transición, aunque el propio informe reconoce que semejante término de “transición” es un mero<br />

eufemismo para ocultar un mero proceso de depresión económica, sobre los países del que fuera llamado<br />

socialismo real, sobre todo en la antigua Unión Soviética. El informe de la ONU establece siete apartados en los<br />

que concreta el coste humano de esa presunta transición: la caída en picado de la esperanza de vida, que entre la<br />

población masculina de Rusia pasó de 62 a 58 años; el incremento de la tasa de mortalidad, debido a la extensión<br />

de enfermedades como el SIDA y la sífilis, cuya incidencia se ha multiplicado por 15 en los últimos años y a la<br />

reaparición de otras enfermedades antes erradicadas; el empobrecimiento de la población, Rusia es hoy un 42%<br />

más pobre que en 1990, Tayikistán un 67’3% y, en conjunto, el porcentaje de población bajo el umbral de la<br />

pobreza pasó del 4% de 1989 al 32% en 1994, es decir, en sólo 15 años la población bajo el umbral de pobreza<br />

pasó de 13’6 millones a 119’2 millones en sólo 5 años; el impresionante aumento de las desigualdades entre ricos<br />

y pobres y entre hombres y mujeres; la destrucción del <strong>sistema</strong> educativo, con unos presupuestos hoy 50%<br />

inferiores a los de URSS, el espectacular aumento del desempleo y una pérdida de poder adquisitivo que implica<br />

que, por ejemplo en Moldavia, la capacidad de compra de un salario medio equivaldría al que tenía en 1967. El<br />

resultado final de todo esto queda establecido en el informe de la ONU en lo que se denomina “la desaparición en<br />

las estadísticas de población de 9’7 millones de personas que hubieran sobrevivido si no se hubiera producido una<br />

deserción política del Estado”[60]. En otras palabras, y para que entendamos correctamente lo que se nos quiere<br />

indicar mediante un nuevo eufemismo: casi 10 millones de personas han muerto en los países que componían la<br />

URSS a consecuencia del proceso de transición al capitalismo. No importa. Son sólo unas pocas víctimas más que<br />

agregar al Libro negro del liberalismo.<br />

Pero la situación, tal y como ya hemos reiterado más arriba, no se circunscribe tan sólo a estos países. Es una<br />

situación global, mundial, que corre el riesgo de agravarse cada vez más. “En efecto, jamás el capital ha tenido<br />

tanto éxito como hoy, a finales del siglo XX, en ejercer un poder tan completo, absoluto, integral, universal e<br />

ilimitado sobre el mundo entero. Jamás en el pasado había podido, como actualmente, imponer sus reglas, sus


políticas, sus dogmas y sus intereses a todas la naciones del globo. El capital financiero internacional y las<br />

empresas multinacionales nunca antes habían escapado al control de los estados y las poblaciones concernidas.<br />

Jamás hasta ahora había existido tan densa red de instituciones internacionales –como el Fondo Monetario<br />

Internacional, el Banco Mundial, la Organización Internacional del Comercio– consagradas a controlar, gobernar y<br />

administrar la vida de la humanidad según las estrictas reglas del libre comercio <strong>capitalista</strong> y del libre beneficio<br />

<strong>capitalista</strong>. En fin, jamás, en ninguna época, todas las esferas de la vida humana –relaciones sociales, cultura, arte,<br />

política, sexualidad, salud, educación, deporte, diversión– habían sido, como hoy, tan completamente sometidas al<br />

capital y tan profundamente inmersas en las ‘glaciales aguas del cálculo egoísta’”[61].<br />

Es urgente, pues, articular una respuesta; es preciso elaborar alternativas ya que no basta con constatar los<br />

problemas. Aunque esta constatación tenga que ser un paso previo fundamental para poder echar a andar, en la<br />

medida en que sólo el análisis adecuado de los problemas y de su raíz puede ofrecernos la posibilidad de su<br />

superación real más allá de meros retoques cosméticos. Mientras tanto, sin duda, hay cosas que hacer. “Para hacer<br />

frente de manera efectiva al proceso de globalización, deben construirse urgentemente puentes de solidaridad<br />

obrera internacional y es preciso contemplar al Estado como la palanca que posibilitará el cambio. Los<br />

movimientos sociales que trabajan a favor de un cambio radical deben rechazar la distinción entre Estado y<br />

sociedad civil, puesto que dicha distinción ya no existe: el capitalismo prospera a costa de explotar al estado…La<br />

ideología de la ‘política de identidad’ y la política multicultural (fenómenos más emparentados con el capitalismo<br />

contemporáneo que con la subversión) debe combinarse con una política de clase. Además, la economía nacional<br />

ha de ser considerada como el punto de partida de todo enfrentamiento político contra la globalización del capital.<br />

La retórica de la globalización, que sirve para reducir los salarios hasta los niveles más bajos al tiempo que<br />

promueve la importación de productos manufacturados por mano de obra barata, debe contrarrestarse mediante<br />

una estrategia que impida la transferencia de los beneficios locales hacia el exterior. Medidas que abarcan desde el<br />

control de los capitales hasta la expropiación rotunda pueden ser las piezas clave para la reconstrucción de una<br />

mano de obra que esté en condiciones de luchar en un campo de batalla igualado. Nos parece obligatorio que todas<br />

las fuerzas progresistas y la clase trabajadora protagonicen esta clase de respuestas”[62]. Pues bien, aunque haya a<br />

quien le resulte difícil de creer, no son pocos los grupos, los colectivos, las personas que trabajan en el día a día<br />

por avanzar en la articulación de respuestas, de alternativas. Podemos decir, como hiciera antaño Galileo y aunque<br />

ahora como entonces parezca tan sorprendente como alejado de una realidad que se nos vende como inamovible y<br />

definitiva, “…y sin embargo se mueve”.<br />

--------------------------------------------------------------------------------<br />

[1] Cfr. Ignacio Ramonet La tiranía de la comunicación Ed. Debate: Madrid, 1999.


[2] A. Van den Eynde Globalització. La dictadura mundial de 200 empreses Edicions de 1984: Barcelona, 1999<br />

pág. 14 datos extraídos del Informe de la Organización Mundial del Comercio, 1995<br />

[3] Fortune New York, 5 de agosto de 1996. Recogido en F. Clairmont Doscientas sociedades controlan el<br />

mundo en I. Ramonet (ed) Pensamiento crítico versus pensamiento único Ed. Debate: Madrid, 1998 pág. 41<br />

[4] Declaraciones de Daniel Bernard, presidente director-general de Carrefour comentando la última, sin duda ya<br />

la penúltima, fusión entre dos grandes empresas, en este caso en el ámbito de las grandes superficies comerciales.<br />

[5] A. Van den Eynde op. cit. pág. 21<br />

[6] Cfr. George Ritzer La Mcdonalización de la sociedad : un análisis de la racionalización en la vida cotidiana<br />

Ed. Ariel: Barcelona, 1996<br />

[7] La única excepción significativa a este fenómeno son, junto con algunos pequeños países del Caribe, los EE.<br />

UU. de Norteamérica donde durante largo tiempo se despreció el fútbol mientras se intentaba imponer al resto del<br />

planeta sus propios deportes, o mejor, sus versiones “Mcdonalizadas” de algunos deportes. No lo consiguieron y,<br />

por el contrario, hay algunos datos que indican un cierto cambio de tendencia aunque quizá ésta deba entenderse<br />

desde el cada vez mayor peso de la creciente presencia hispana en ese país. En todo caso, para un análisis<br />

pormenorizado del fenómeno del fútbol en general y una mejor comprensión de las tesis que vinculan esa<br />

conversión del fútbol en deporte mundial con el declive de los EE. UU. de Norteamérica como potencia<br />

hegemónica mundial, pueden consultarse los números 30 y 39 de la revista Manière de voir titulados Le sport c’est<br />

la guerre y Football et passions politiques<br />

[8] Seguimos aquí el razonamiento de Denis Collin en La fin du travail et la mondialisation Ed L’Harmattan:<br />

Paris, 1998. Se trata, en nuestra opinión, de un excelente texto del que somos deudores en no pocos aspectos.<br />

[9] Hacemos referencia al libro del mismo título de Marco Revelli (Turín, 1996) donde se plantea la existencia de<br />

dos derechas que dominan casi por completo el panorama político, fundamentalmente el “democrático-liberaloccidental”.<br />

Una intenta hacerse pasar y presentarse a sí misma, con la pertinente complicidad de los media, como<br />

izquierda pero, en realidad, se trata de una derecha tecnocrática, mientras que la otra es simplemente una derecha<br />

populista. Ahora bien, no se derive del hecho de que la parte más significativa, cualitativamente hablando, de la<br />

izquierda política se haya rendido sin ambages frente a la derecha social y económica, que hayan desaparecido las<br />

diferencias reales entre ambas perspectivas, entre ambas concepciones del mundo. Pueden consultarse Norberto<br />

Bobbio Derecha e izquierda (Ed. Taurus: Madrid, 1998), sobre el mantenimiento de la pertinencia de las<br />

denominaciones de “derecha” e “izquierda” e Ignacio Ramonet (ed) Pensamiento crítico versus pensamiento único


Ed. Debate: Madrid, 1998 sobre la posibilidad de un pensamiento crítico frente a la uniformidad del pensamiento<br />

único.<br />

[10] Peter Martin “Una obligación moral” Le Monde Diplomatique junio 1997<br />

[11] Cfr. Denis Collin op. cit. pág. 111-112<br />

[12] Cfr. Immanuel Wallerstein El capitalismo histórico Ed. Siglo XXI: Madrid, 1988 y E. Balibar e I.<br />

Wallerstein Raza, nación y clase Ed. Iepala: Santander, 1991<br />

[13] Peter Sutherland Presidente de Goldman Sachs International (banco de negocios) y ex-director del GATT, Le<br />

Monde, 7 de agosto de 1998<br />

[14] Helmut O. Mancher Presidente general de Nestlé y Presidente de la Cámara de Comercio Internacional hasta<br />

octubre de 1998<br />

[15] Cfr. Ignacio Ramonet “Socialconformismo” Le Monde Diplomatique (edición española) abril 1999<br />

[16] James K. Galbraith “The Crisis of Globalization” Dissent, summer 1999 pág. 13<br />

[17] Cfr. Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), 1998<br />

[18] Un claro ejemplo de las actitudes de la grandes multinacionales agroalimentarias a este respecto lo tenemos<br />

en la última arma que han desarrollado y a la que han denominado “Terminator”, nombre bastante explícito. Se<br />

trata de unas semillas modificadas genéticamente para esterilizarlas y así obligar a los agricultores a renovar su<br />

stock cada año.. No obstante, y a la vista de las airadas protestas de consumidores y agricultores, la multinacional<br />

Monsanto, líder mundial de las biotecnologías vegetales, anunciaba el 4 de octubre pasado su decisión de<br />

renunciar a la venta de semillas esterilizadas por modificación genética. Cfr. Catherine Vincent “Terminator, la<br />

nouvelle arme des multinationales agroalimentaires” Le Monde. Dossiers & Documents nº281 noviembre de<br />

1999<br />

[19] Cfr. Frederic Moser “Recrudescence des épidemies et contrainte extèrieures. Une inquiétante régression du<br />

droit à la santé dans le tiers-monde” Le Monde Diplomatique noviembre 1993, pág. 24-25.<br />

[20] Aunque no son pocos los que opinan que también aquí priman criterios mercantiles y de competencia entre<br />

laboratorios farmacéuticos antes que la propia salud de los enfermos.


[21] Cfr. Mohamed Larbi Bouguerra “Pays et peuples du Sud en quête de leurs droits. Grandes manoeuvres à<br />

propos d’un vaccin” Le Monde Diplomatique julio, 1994 pág. 26-28.<br />

[22] Gabriel Albiac El Mundo 8 de noviembre de 1999.<br />

[23] Cfr. Vicenç Navarro “Calidad de vida y desigualdad social” El País, 3 de septiembre de 1999. Las cifras que<br />

siguen han sido extraídas del libro del mismo autor Neoliberalismo y estado del bienestar Ed. Ariel: Barcelona,<br />

1997.<br />

[24] Estas últimas cifras corresponden al ya mencionado PNUD del año 98. Como señala V. Navarro en el artículo<br />

citado en la referencia anterior, este informe no puede ser calificado precisamente de alarmista sino de todo lo<br />

contrario. Si a alguien le sorprende esa aparente situación de privilegio de España, la sorpresa puede trocarse en<br />

indignada carcajada cuando se percata de que, para la ONU, el promedio de renta de los ricos españoles es de<br />

3.700.000 pesetas anuales. La explicación de esta sangrante burla radica, como plantea Navarro, en que, como<br />

siempre, se reflejan mucho mejor las rentas del trabajo que las rentas del capital, unas rentas del capital que son en<br />

España de las más altas de la OCDE<br />

[25] T. M. Sweeding “Why the U.S. Antipoverty System doesn’t Work Very Well” Challenge vol. 35, nº1 en V.<br />

Navarro op. cit<br />

[26] Por supuesto, este comportamiento es la norma, no la excepción -también en España se han modificado en<br />

varias ocasiones los mencionados criterios, o los del cálculo de la tasa de inflación- , pero, desde luego, en ningún<br />

país estas modificaciones han sido tan notables como en el Reino Unido.<br />

[27] Cfr. Avery F. Gordon “Globalism and the prision industrial complex: an interview with Angela Davis” y<br />

Ruth Wilson Gilmore “Globalization and US prision growth: from military keynesianism to postkeynesian<br />

militarism” Ambos artículos en Race & Class vol. 40 nº 2/3 1998/9 The Threat of globalism pág. 145-157 y<br />

171-188<br />

[28] Cfr. El supuesto milagro de EE. UU. en crear empleo en Vicenç Navarro Neoliberalismo y estado del<br />

bienestar Ed. Ariel: Barcelona, 1997 pág. 82-90<br />

[29] Puede seguirse el razonamiento completo de Smith en su obra La riqueza de las naciones Alianza Editorial:<br />

Madrid, 1994 y más concretamente en su capítulo segundo “Del principio que da lugar a la división del trabajo”<br />

pág. 44 y ss.<br />

[30] Ibíd., pág. 46


[31] Cfr. Karl Polanyi “El lugar de la economía en la sociedad” en El sustento del hombre Ed. Mondadori:<br />

Barcelona, 1994<br />

[32] A nadie se le escapará la indudable similitud de este planteamiento con el de Max Weber cuando éste<br />

establece una diferenciación respecto de la acción económica entre racionalidad material o sustantiva y<br />

racionalidad formal: “Llamamos racionalidad formal de una gestión económica al grado de cálculo que le es<br />

técnicamente posible y que aplica realmente. Al contrario, llamamos racionalidad material al grado en que el<br />

establecimiento de bienes dentro de un grupo de hombres…tenga lugar por medio de una acción social de carácter<br />

económico orientada por determinados postulados de valor (cualquiera que sea su clase), de suerte que aquella<br />

acción fue completada, lo será o puede serlo, desde la perspectiva de tales postulados de valor. Éstos son extremo<br />

diversos” (Economía y sociedad Ed. F. C. E. : Madrid, 1993, pág. 64)<br />

[33] Karl Polanyi La gran transformación. Crítica del liberalismo económico Ed. La Piqueta: Madrid, 1997 pág.<br />

390.<br />

[34] Ibíd., pág. 90 y ss.<br />

[35] Ibíd., pág. 116<br />

[36] Ibíd., pág. 122-123<br />

[37] Ibíd., pág. 86<br />

[38] Ibíd., pág. 128<br />

[39] Ibíd., pág. 173<br />

[40] Ibíd., pág. 390<br />

[41] Ibíd., pág. 105<br />

[42] Ibíd., pág. 128-129<br />

[43] William Townsend Dissertation on the Poor Laws en K. Polanyi La gran transformación pág. 190-191<br />

[44] K. Polanyi ibíd. Pág. 355


[45] Cfr. Francis Fukuyama “¿El fin de la historia” El País 24 de septiembre de 1989; El fin de la historia y el<br />

último hombre Ed. Planeta: Barcelona, 1992 y “Pensando sobre el fin de la historia diez años después” El País<br />

17 de junio de 1999<br />

[46] G. Albiac “Introducción” en Toni Negri Fin de siglo Ed. Paidós: Barcelona, 1992, pp. 19-20<br />

[47] Cfr. por ejemplo: Ralph Miliband “Fukuyama and the Socialist Alternative” New Left Review 193, 1992, pp.<br />

108-113, cuya exposición seguimos.<br />

[48] “La mercancía no puede ser comprendida en su esencia auténtica sino como categoría universal del ser social<br />

total. Sólo en este contexto la reificación surgida de la relación mercantil adquiere una significación decisiva, tanto<br />

para la evolución objetiva de la sociedad como para la actitud de los hombres hacia ella, para la sumisión de su<br />

conciencia a las formas en que esa reificación se expresa…Esta sumisión se acrecienta aún por el hecho de que<br />

cuanto más aumentan la racionalización y mecanización del proceso productivo, más pierde la actividad del<br />

trabajador su carácter de actividad, para convertirse en actitud contemplativa” György Lukács Historia y<br />

conciencia de clase Ed. Grijalbo: Barcelona, 1975<br />

[49] ¿Cómo puede hablarse entonces, en el capitalismo, de ética de la empresa. Incluso remontándonos a sus<br />

clásicos, si aceptamos esa formulación del imperativo categórico kantiano que establece la necesidad de tratar a la<br />

humanidad, tanto en la persona propia como en la persona de todos los otros, siempre como un fin y nunca<br />

simplemente como un medio; si el fin en sí significa que la persona es un fin para todos y no sólo para ella misma,<br />

por lo que ninguna persona puede ser considerada como un medio de otra porque eso significaría tratarla como a<br />

una cosa, es decir, la cosificación, la reificación de las relaciones humanas; si, en consecuencia, la persona no tiene<br />

un precio sino un valor; si todo ello le lleva al propio Kant a rechazar como profundamente inmorales actividades<br />

como la prostitución o la esclavitud en la medida que en ellas se relega a la persona al rango de medio, se le fija un<br />

precio y se la trata como a una cosa, ¿cómo podremos aceptar moralmente un <strong>sistema</strong> económico y social que todo<br />

él se fundamenta sobre la conversión del trabajo humano y, por extensión del hombre y de todas sus actividades y<br />

relaciones humanas, en mera mercancía<br />

[50] Edmund Morgan Inventing People: The Rise of Popular Sovereignity in England and America London, 1988<br />

en Ralph Miliband op. cit.<br />

[51] Cfr. El País 11 y 12 de mayo de 1999<br />

[52] Cfr. los excelentes artículos del dossier “La actualidad del Manifiesto Comunista” en Papeles de la<br />

Fundación de Investigaciones Marxistas. nº 11 1998


[53] Karl Marx y Friedrich Engels “Manifiesto del Partido Comunista” en Obras escogidas T.I Ed. Akal: Madrid,<br />

1975 pp. 25-26<br />

[54] Ibid. pág. 26<br />

[55] Karl Marx El capital libro I, secc. VII, cap. XXIV “La llamada acumulación originaria” Ed. Siglo XXI:<br />

Madrid, 1975, pp. 952-953<br />

[56] Karl Marx Líneas fundamentales de la crítica de la economía política (Grundrisse) T. I Ed. Crítica:<br />

Barcelona, 1977 pp. 358<br />

[57] Brigitte Pätzold “Heurs et malheurs de l’unification allemande. Schwedt, ancienne cité modèle de la RDA<br />

entre nostalgie et optimisme” Le Monde Diplomatique, janvier 1998 pág. 8 Por alguna razón, el recuadro donde<br />

se comentan estos datos no fue publicado en la edición española de la revista<br />

[58] James Petras y Chronis Polychronion “El mito de la globalización” Ajoblanco nº 105, pp. 21-29<br />

[59] José María Vidal Villa Mundialización Ed. Icaria: Barcelona, 1996 pp. 9-10 Tras esta frase, el autor<br />

reproduce toda una serie de textos de los mencionados pensadores que avalan ampliamente su tesis.<br />

[60] Cfr. Luis Prados “Del imperio al caos” El País 12 de septiembre de 1999<br />

[61] Michael Löwy “Mundialización e internacionalismo: actualidad del Manifiesto Comunista” Papeles de la<br />

Fundación de Investigaciones Marxistas nº11 1998 pág. 26.<br />

[62] James Petras y Chronis Polychronion op. cit. pág. 29<br />

(*) El primer apartado de este trabajo fue publicado anteriormente, con el título "Mundialización y globalización:<br />

una clarificación conceptual", en Egipán de vidrio. Revista de Filosofía http://artea.com.ar/egipan/


PRIVATIZACIÓN + PODER + GLOBALIZACIÓN EN CHILE, AMERICA LATINA Y EL CARIBE<br />

Maura Brescia*<br />

Con los albores del milenio un nuevo fenómeno surge en la historia de la Humanidad: la era de la Globalización.<br />

Consiste en un dogma sustentado en las bases ideológicas de la doctrina neoliberal ortodoxa propagada urbi et<br />

orbe a los fieles del planeta. . Esta nueva fé se nutre de la deuda externa de los países periféricos para forzarlos a<br />

alimentar de materias primas, pero además de sus empresas más productivas, las arcas de las naciones centralistas.<br />

A partir de las tres últimas décadas se subastaron en la región de América Latina y el Caribe las fuentes de<br />

producción y trabajo que sustentaban a millones de sus habitantes. Las más prósperas de las empresas productivas<br />

y de servicios de los países dependientes y del Tercer Mundo han sido fagocitadas por las grandes transnacionales<br />

a nivel mundial.<br />

El control ejercido en las naciones latinoamericanas produjo un giro en la historia, estableciendo lineamientos<br />

nuevos con efectos demográficos, políticos, ambientales y culturales. Su resultado es la ascendente hegemonía<br />

empresarial, con el consiguiente debilitamiento político de los Estados y sus bases sociales. En la actualidad el<br />

poderío político-económico se encuentra en manos de conglomerados transnacionales y cada vez más la<br />

globalización se percibe como destino.<br />

LAS DESIGUALDADES SOCIO-ECONOMICAS<br />

América Latina es la región del mundo con la peor distribución del ingreso y la mayor concentración de la riqueza.<br />

Este es un rasgo característico desde el inicio de la conquista y la colonización, que perdura hasta nuestros días.<br />

Los límites a los liderazgos empresarios impidieron expandir el empleo e integrar al conjunto de la sociedad en un<br />

proceso generalizado de crecimiento, reduciendo las posibilidades de construir <strong>sistema</strong>s de capitalismo nacional<br />

autocentrados en la movilización del ahorro y los recursos intemos, el aprovechamiento del mercado interno, la<br />

expansión de las exportaciones y el cambio técnico. La presencia de las empresas extranjeras en América Latina y<br />

la debilidad relativa de los liderazgos empresariales nacionales fue suplida por la inversión pública y por la<br />

inversión privada extranjera.<br />

La concentración de la riqueza y la fractura social de raíz étnica contribuyeron a formar regímenes políticos<br />

excluyentes e inestables. A partir de 1958, dos grandes países, Brasil y México, a pesar de apoyar formalmente las<br />

tesis de integración regional, dieron un salto en su proceso de desarrollo en base de una industrialización más<br />

avanzada. Esta se dió con apoyo de la inversión extranjera y la protección externa que garantizó el mercado<br />

interno para una nueva ola de inversiones de las filiales de grandes empresas trasnacionales en la industria<br />

manufacturera.<br />

En el caso de México, las filiales eran básicamente norteamericanas, con lo que se articuló el ciclo de integración<br />

entre comercio e inversión con Estados Unidos, que facilitó posteriormente el Tratado de Protección de<br />

Inversiones de Libre Comercio de América del Norte. Brasil, al recibir inversiones de Europa y Japón, estableció<br />

un vínculo trasnacional que lo llevó en la década de los 70 a su vocación de global trader con exportaciones


importantes de productos manufacturados; se convirtió en el único país de América Latina en tener un superávit<br />

comercial en el sector manufacturero entre 1974 y 1994. Ambos países, con sus elevadas tasas de crecimiento,<br />

representaban más de 2/3 de la producción industrial latinoamericana.<br />

Más de 224 millones de pobres existen en las naciones latinoamericanas, de los cuales 117 millones son menores<br />

de 20 años que no cuentan con fuentes fijas de empleo. Un informe de la Cepal sostiene que hubo un rebrote de<br />

pobreza en América Latina entre 1998 y 1999 debido a la crisis económica que causó la caída del PIB. Esta<br />

situación impidió a los gobiernos desarrollar programas de reactivación, de empleo y ejecutar programas de<br />

alcance social.<br />

En los países centroamericanos la desigualdad tiene varios ejes: la desigual distribución del ingreso, de los activos<br />

y del consumo; el régimen de tenencia de tierra; el acceso discriminatorio a oportunidades, así como a los servicios<br />

públicos y a la administración de justicia. Son reflejo de la desigualdad la situación de grupos vulnerables, como<br />

las mujeres jefes del hogar y las comunidades indígenas. Este panorama compromete la cohesión social<br />

indispensable para cualquier esfuerzo sostenido de desarrollo económico; situación que se ve más clara en<br />

Guatemala, ante el compromiso en los Acuerdos de Paz suscritos en 1996 de reconocer la Identidad y Derechos de<br />

los Pueblos Indígenas.<br />

En algunos países más del 70% de la población vive en situación de pobreza, en Nicaragua, casi dos tercios de la<br />

población; en El Salvador, algo menos de la mitad, y sólo en Costa Rica algo menos de la cuarta parte. En la<br />

actualidad alrededor de 20 millones de centroamericanos viven en situación de pobreza, de los cuales 14 millones<br />

viven en condiciones de indigencia. Otro tanto ocurre con la distribución del ingreso. En Guatemala y Honduras,<br />

el cuartil más pobre de la población participa en menos del 6% del ingreso, mientras que el decil más rico participa<br />

en más del 37%. En contraste, en Costa Rica los coeficientes son del 9% y del 27%, respectivamente.<br />

El predominio de las empresas transnacionales produjo un aumento de la internacionalización y concentración<br />

industrial, que repercutió sobre las estructuras de mercado y los patrones de distribución. Se sumó una fuerte caída<br />

en el nivel de remuneraciones reales, que junto a la combinación de insuficientes puestos de trabajo y salarios<br />

reprimidos causó la principal explicación de la elevada incidencia de la pobreza que continúa registrándose en toda<br />

la región.<br />

Latinoamérica no ha avanzado en el principal desafío de la región: resolver la pobreza y la inequidad. Uno de cada<br />

tres latinoamericanos sobrevive con menos de dos dólares diarios. La heterogeneidad en Latinoamerica se aprecia<br />

tanto por los tamaños geográficos como por las disparidades en los ingresos. México, Argentina o Chile son<br />

economías ricas y desarrolladas en comparación con Haití y Honduras. Pero todos los países de la región<br />

evidencian un alto grado de disparidad en la distribución interna de los ingresos.<br />

AMÉRICA LATINA: ELECCIONES BAJO LA GLOBALIZACIÓN<br />

Afortunadamente para América Latina, en la mayoría de los casos el voto libre y los gobiernos civiles son la<br />

característica del momento. La región no acepta como legítimas otras vías de hecho que fueron frecuentes durante<br />

la centuria que terminó, y por el contrario está revaluando el concepto de democracia para hacerla más firme y<br />

efectiva. A diferencia de las concepciones dominantes hace algunos años, las instituciones formales no bastan hoy


como parámetros para identificar una democracia y las exigencias se extienden a la lucha contra la corrupción, la<br />

participación de la sociedad civil y la satisfacción de las necesidades básicas de la gente.<br />

Ideológicamente en los últimos años, en las derechas latinoamericanas se ha constituido una realpolítik que toma<br />

la forma de servicio liso a las corporaciones. Ante esto, la centro-izquierda se encoge y reduce sus demandas.<br />

En los países en donde se plantea una elección, el <strong>sistema</strong> corporativo ya ha echado raíces. Es desde el poder<br />

donde se plantean las estrategias para un desarrollo continuista, lo que se llama seguir sosteniendo el modelo. Se<br />

les ve realizar un gran esfuerzo para unificar a las tendencias corporativas sobre el apoyo al modelo, el<br />

reconocimiento de los intereses comunes, el reparto de los espacios económicos y de poder. Si eso fracasa, se<br />

aspira a que uno de los sectores sacará más votos y llegará a la decisión en una segunda vuelta, en donde todos los<br />

partidarios del modelo le darán el triunfo con las garantías consiguientes para el poder corporativo.<br />

El <strong>sistema</strong> de partidos ha sido generalmente débil en América Latina. Con excepción del antiguamente<br />

consolidado bipartidismo uruguayo, del multipartidismo chileno hasta la década de los 70, del peronismo de<br />

antaño, el <strong>sistema</strong> de partidos era de poca consistencia y de escasa inserción nacional. En la medida que la<br />

participación política se extiende, los partidos alcanzan una cierta representación social de los sectores emergentes,<br />

como son capas medias y sectores populares. Es el caso de la izquierda oficialista y el centro laico y cristiano en<br />

Chile, del radicalismo y del peronismo argentino, de Acción Democrática en Venezuela, del APRA en Perú, de<br />

Liberación Nacional en Guatemala, de los partidos populistas brasileños y ecuatorianos, entre otros.<br />

La transformación más importante ocurrida a nivel de los partidos pareciera ser que éstos tienden a perder su<br />

carácter representativo de intereses sectoriales, transformándose en partidos nacionales de orientación más<br />

integrativa, mientras disminuye la participación de los ciudadanos en la formación de la voluntad política y<br />

aumenta la de contribuir al proceso de legitimación del poder.<br />

Más allá de las variaciones entre países, se puede establecer una generalizada tendencia a los acuerdos y consensos<br />

entre fuerzas políticas que solían presentarse como antagónicas en virtud de las representaciones sociales y de<br />

tajantes definiciones ideológicas.<br />

Los únicos que parecen ganar fuerza como grupo de presión son los gremios empresariales de alta concentración<br />

nacional e internacional, particularmente en períodos de transición en que son requeridos como apoyo político.<br />

Hay otros dos sectores que mantienen su importancia como grupos de presión: la Iglesia y las FF.AA.<br />

El poder de la Iglesia radica fundamentalmente en su capacidad para impulsar o condicionar la legitimidad, debido<br />

a su preocupación por prevenir acerca de los excesos de la ideología neoliberal. Por su parte, las FF.AA.después<br />

de la experiencia autoritaria no sólo han conservado su poder, sino que en algunos casos, lo han aumentado. Su<br />

preocupación fundamental es de carácter corporativo, que les permite plantearse como salvaguardia del orden ante<br />

cualquier asomo de agudización del conflicto social.<br />

Otros elementos de participación política que ven aumentada su participación son la tecnoburocracia y los medios<br />

de comunicación de masas. La tecnoburocracia basa su poder en la creciente valoración del conocimiento<br />

especializado y su influencia se hace cada vez más fuerte a nivel internacional y nacional. La aparente<br />

despolitización de muchos problemas centrales en la economía ha otorgado a los especialistas el privilegio de<br />

establecer las soluciones técnicas adecuadas. El actual consenso respecto al modelo económico refuerza el carácter


aparentemente neutral de la tecnoburocracia, entregando a su decisión materias que anteriormente correspondían al<br />

debate político.<br />

La otra estrategia que moviliza el poder es su extraordinaria capacidad de control a través de los medios de<br />

comunicación, que le permite construir los mitos de sus diversas candidaturas y afirmar ideas simples en torno a<br />

las contiendas electorales. En este plan de la difusión, las derechas corporativas tienen a su disposición los medios<br />

de expresión que la llevan a llenar la mayoría de los espacios.<br />

Además, no deja de estremecer la distancia que mucha gente ha cobrado con respecto a los partidos políticos y los<br />

eventos electorales, después de una experiencia en donde han ido perdiendo los espacios ciudadanos. Toda esta<br />

situación amenaza con el abstencionismo, sobre todo entre las capas jóvenes.<br />

En la mayoría de los países latinoamericanos no existen leyes que regulen el financiamiento de los partidos<br />

políticos, por lo que, a menudo, las grandes empresas se ven tentadas a influir sobre las autoridades mediante el<br />

financiamiento informal de las campañas electorales o dando respaldo financiero a determinadas opciones del arco<br />

político. Lo que está ocurriendo en el terreno político abre vías para una reflexión más profunda sobre las nuevas<br />

condiciones que canalizan la actividad política hacia estos resultados. En esta etapa no debe despreciarse el grado<br />

en que ha comenzado a desarrollarse una nueva conciencia ciudadana y nuevos programas de transformación.<br />

EL MODELO POLITICO<br />

Las relaciones de poder sufrieron transformaciones importantes en el decenio de 1990: Con la caída del muro de<br />

Berlín en 1989 y la desaparición de la URSS en 1991 concluyó la bipolaridad militar, política e ideológica que<br />

predominaba en el mundo internacional desde fines de la Segunda Guerra mundial.<br />

En esa década Latinoamérica registró un ritmo de crecimiento, motivado por los descensos en las tasas de interés<br />

del mercado financiero internacional y a la elevada entrada de capitales a la región, producto de la privatización y<br />

de la inversión extranjera. Sin embargo, el estilo de desarrollo imperante no atendió los problemas sociales, sobre<br />

todo los del empleo, la pobreza y la marginalidad.<br />

El FMI, el BM y el OMC se convirtieron en protagonistas permanentes de la formulación y gestión de la política<br />

económica regional. El epílogo de América Latina a la globalización en el largo plazo es la actual situación, en que<br />

las políticas nacionales se formulan, condicionan o monitorean desde el exterior. La mundialización financiera<br />

influye en la situación de todos los países que integran el orden global y limita los grados de libertad de las<br />

políticas nacionales.<br />

Prevalece en América Latina un proceso de reformas cuyo eje es la inserción incondicional en el orden mundial.<br />

La política económica predominante consiste, en primer lugar, en administrar la deuda existente y en satisfacer las<br />

expectativas de los mercados. El enfoque actual sugiere que basta con respetar los derechos de propiedad y reducir<br />

los costos de transacción, desregular y dar transparencia a los mercados y al <strong>sistema</strong> financiero, mantener el<br />

equilibrio fiscal y la estabilidad de precios, abrir la economía, privatizar todo lo privatizable y reducir el Estado y<br />

la acción pública a su mínima expresión. Esto no basta para remover los obstáculos al desarrollo latinoamericano e<br />

iniciar un crecimiento sostenible de largo plazo.<br />

El modelo político se construyó, en algunos países, a partir de lo que era un <strong>sistema</strong> transaccional de partidos, pero<br />

en la función modernizante fue perdiendo bases y credibilidad. En Brasil, la crisis que se veía venir se resolvió


mediante una reelección. En Perú la caída del prestigio del aparato gobernante es vertical. En Ecuador, hubo seis<br />

cambios de gobernantes en los últimos seis años. En Venezuela se perfiló el amotinamiento del cuerpo electoral<br />

con respecto al <strong>sistema</strong> de partidos tradicionales. En ese país, y a consecuencia de esos hechos, vino a reproducirse<br />

un planteamiento que también comienza a desplegarse en Chile: la importancia de romper con un <strong>sistema</strong><br />

constitucional heredado del autoritarismo militar.<br />

Los conductores políticos latinoamericanos vinculados a las empresas transnacionales y al crecimiento de una<br />

burguesía igualmente transnacionalizante, se han venido resintiendo de una incapacidad para reproducir el modelo<br />

político que habían recibido en momentos más favorables. La operación continuista se hace cada vez más difícil.<br />

Encuentra límites en México, frente al triunfo de la oposición después de siete décadas de gobierno del PIR y el<br />

empobrecimiento masivo.<br />

En el contexto de esas políticas, es muy escasa la posibilidad de mitigar la pobreza y la marginalidad. La tasa de<br />

crecimiento de los últimos tres lustros es la mitad registrada durante la etapa del crecimiento interno; ha<br />

aumentado la pobreza y la marginalidad y crecido aun más la concentración de la riqueza y el ingreso, que es uno<br />

de los peores rasgos sistémicos de la realidad latinoamericana. Los avances logrados en materia de estabilidad de<br />

precios y en los equilibrios macroeconómicos están sustentados, en buena parte de la región, por un creciente<br />

endeudamiento externo y mayor subordinación a los criterios de los acreedores.<br />

En los procesos políticos comienzan a pesar otros canales de opinión, que ya no son los de los discursos<br />

parlamentarios, desde los salones de palacio o las oficinas de los organismos internacionales. Las burocracias<br />

comienzan a ser mezquinas en formar opinión. Esta es una crisis que también alcanza a los intelectuales del<br />

<strong>sistema</strong>. Mientras, en las escuelas, en las fábricas, en las calles, en las casas, en los sindicatos, en las redes y en las<br />

columnas de la prensa, comienzan a hablarse otros lenguajes.<br />

La crítica del <strong>sistema</strong> en América Latina, que precisa reparar en los resabios neocoloniales, manifiesta una manera<br />

propia de construir una política entre masas que habían dejado de significar. En este sentido, es muy importante el<br />

modo como la gente comienza a expresar deseos que ya no encajan con las seducciones de la economía de<br />

mercado. En Chile ha habido una recuperación de la memoria que va a tener, inevitablemente, un profundo<br />

significado político.<br />

La entrada en recesión ya es aceptada por los Bancos Centrales de la mayoría de los países latinoamericanos. Su<br />

declaración en Chile por el presidente del Banco Central, llevó a examinar el descalabro del comercio y del<br />

empleo, que se enmascara con la esperanza en todas partes: que estamos afortunadamente tocando fondo y que ya<br />

comienza o estará por comenzar una vigorosa recuperación...<br />

También concurre a esta encrucijada el resto de la antigua izquierda y hasta la izquierda en vías de renovación, con<br />

las rémoras de este pasado reciente, que hasta ahora le impide acceder a un discurso inclusivo y reformador.<br />

Expresan así un sentido de clase media comprometida con el <strong>sistema</strong>, pero ya no reconocen el descontento<br />

creciente de los postergados. Viven convencidos que el <strong>sistema</strong> no tiene alternativas y por eso no acceden a su<br />

crítica, al contrario, lo defienden, y hasta quieren ayudarlo a administrarse. No reconocen el espacio que está<br />

abriendo la crisis: viven hipnotizados con el pasado éxito del capital.


Mientras tanto, se puede medir el crecimiento de la violencia en Colombia o en Ecuador. Sin embargo, se queman<br />

todavía algunas reservas provistas por la estructura del <strong>sistema</strong> político. En algunos países claves se despliega la<br />

coyuntura electoral, a través de un método que consiste en crear expectativas entre contendores sin un proyecto<br />

que los diferencie claramente. En otros, como Venezuela, esa posibilidad se desvió un tanto cuando se evidenció el<br />

crecimiento de un polo de fuerzas que reclamaba cambios. En cuanto a aquéllos lugares en donde la fórmula ya<br />

fue exprimida, los gobiernos deambulan hacia su enfrentamiento con el descontento popular.<br />

Como caso aparte, el gobierno cubano con su defensa a ultranza de los principios heredados de la revolución,<br />

tendrá que asumir que el mundo actual no se parece al de la guerra fría y que, por lo tanto, el modelo debe ser<br />

reformado y adaptado a los tiempos que corren. Hoy no hay agendas seguras para situaciones novedosas y<br />

escenarios que se van alterando constantemente, se exige estar alerta de las corrientes que mandan en el nuevo<br />

orden mundial.<br />

El proceso conduce hacia una misma dirección: el control transnacional del <strong>sistema</strong> de producción, de las finanzas<br />

y de la totalidad del <strong>sistema</strong> económico continental, lo que vino a implicar modificaciones nunca consensuadas,<br />

discutidas, ni menos aceptadas para la economía, la política, las sociedades y las culturas de los pueblos<br />

latinoamericanos.<br />

No caeremos en la irrealidad de pretender que nuestro continente podría haberse salvado de este fenómeno a<br />

escala planetaria. Pero creemos que el proceso se podía haber efectuado de manera más armónica y controlada.<br />

Un proceso que preservara los intereses a futuro de una población latinoamericana que presenció indefensa el<br />

traspaso a manos extranjeras de sus áreas productivas y de servicios. Un proceso que impidiera que los nuevos<br />

propietarios que detentan el control de las empresas arrebaten las fuentes de trabajo a millones de<br />

latinoamericanos. Un proceso que regule las abusivas alzas de tarifas que debe sufrir una población sumida en la<br />

pobreza endémica. Un proceso que distribuya con equidad y en bienes sociales de vivienda, salud, educación, el<br />

capital fungible producto de las privatizaciones. Un proceso que respete la preservación del entorno natural y<br />

ecológico, además de los derechos inherentes a las comunidades autóctonas.<br />

Los problemas económico-sociales que afronta la región repercuten sobre la seguridad ciudadana y afectan las<br />

posibilidades de consolidación de esa democracia que con tanto esfuerzo han alcanzado los pueblos<br />

latinoamericanos. Por ello la tarea central, en el futuro inmediato, es avanzar de la democracia política al<br />

desarrollo económico y la equidad social, a fin de resolver las desigualdades, la exclusión social, la marginalidad,<br />

la violencia y avanzar hacia objetivos de igualdad de oportunidades económicas, sociales y políticas.<br />

LA PENETRACIÓN IDEÓLÓGICA<br />

En el marco de una penetración ideológica en América Latina, se usa la globalización para justificar acciones<br />

derivadas de las relaciones de poder, tanto en el plano internacional como en el plano nacional de cada uno de los<br />

países. La apertura comercial no es un fenómeno de la mundialización, sino el fruto de los intereses dominantes de<br />

los países desarrollados para colocar sus productos y resolver sus déficit de balanza comercial.<br />

Condicionados por las nuevas exigencias de la valorización del capital, estos fenómenos entronizados por las<br />

Corporaciones Transnacionales (C.T.N.) han alcanzado dimensiones internacionales y se han desenvuelto<br />

entrelazados con otros fenómenos dentro del proceso de internacionalización del capital: la restructuración de las


elaciones económicas internacionales y la conformación de una nueva división internacional <strong>capitalista</strong> del<br />

trabajo.<br />

En el contexto de este escenario se comenzó a hablar de GLOBALIZACIÓN y hoy día resulta ser el término<br />

económico más usado: ..."es un término mágico que todo lo explica, todo lo justifica y sirve además para aliviar<br />

las cargas de conciencia (de haberlas) entre las convicciones personales respecto a la lealtad a la nación y la<br />

subasta de la misma..."'.<br />

La globalización deriva de una corriente ideológica que facilita el aprovechamiento por parte de las grandes<br />

empresas transnacionales de los elevados excedentes financieros internacionales. En la búsqueda de mejor<br />

rentabilidad penetran en mercados, como el de los servicios públicos de América Latina.<br />

El debilitamiento del Estado en Latinoamérica es el fruto de la relación de fuerzas entre los que quieren darle<br />

mayor protagonismo al mercado y al sector privado, y los que buscan mantener cierta dirección económica y bases<br />

del Estado de bienestar para atender objetivos de equidad, de igualdad y de justicia social.<br />

La globalización es selectiva, lo que se refleja en los marcos regulatorios del orden mundial establecidos por la<br />

influencia decisiva de los países céntricos. De este modo, se promueven reglas generales en las áreas que<br />

benefician a los países avanzados, como en el caso de la propiedad intelectual, el tratamiento a las inversiones<br />

privadas directas y la desregulación de los mercados financieros. En cambio, se limita la mundialización a través<br />

de restricciones a las migraciones de personas o al comercio de bienes de especial interés para los países en<br />

desarrollo.<br />

Las principales decisiones de inversión, cambio técnico y asignación de recursos son tomadas por agentes que<br />

operan los mercados financieros y las empresas transnacionales a escala planetaria. Los países carecen de<br />

posibilidad de desarrollar estrategias viables que contradigan las expectativas de los operadores globales y los<br />

países que sigan esta regla serán beneficiarlos de las decisiones de inversión y otras aplicaciones de recursos y<br />

distribución de mercados, dispuestas por los agentes dominantes en el <strong>sistema</strong> internacional.<br />

Lo que sorprende en este proceso no es su ejecución, que bien sabemos era imposible de<br />

impedir, frente al sometimiento económico a nivel continental. La mayoría de los gobiernos latinoamericanos no<br />

han mostrado procupación alguna por explicar públicamente qué destino se le dio al patrimonio estatal vendido.<br />

Abstinencia muy decidora, si se considera que el dinero producto de estas operaciones es un elemento fungible. En<br />

algunos casos se trató de justificar declarando que una parte de los dineros se destinaría al pago de la deuda<br />

externa y a mejorar la infraestructura educativa o a proyectos de índole social.<br />

La ideología de la globalización, que en el campo económico es conocida como neoliberalismo, goza de gran<br />

aceptación en América Latina. Coincide con la ideología del poder financiero internacional que tiene predominio y<br />

se trasmite a través de los medios de comunicación, se cumple incorporada a las condiciones exigidas en los<br />

préstamos de los organismos financieros internacionales y es apoyada por las tecnocracias de la mayoría de los<br />

gobiernos de los países de la región.<br />

A FUTURO ¿QUÉ


Los problemas internos de la región se enfrentarán con las necesarias transformaciones del modelo económico y<br />

cambios sociales, políticos e institucionales que permitarán a las sociedades latinoamericanas evolucionar de la<br />

democracia política al desarrollo económico, la sustentabilidad ecológica y la equidad social.<br />

Frente al posesionamiento político, económico, cultural y social de la globalización, cabe preguntarse qué depara<br />

este fenómeno hacia el futuro del continente latinoamericano. En relación a cómo se ha reaccionado hasta el<br />

momento, la respuesta no es optimista. Pero tampoco parece probable que la solución sea retroceder a un pasado<br />

donde primó una posición estatizadora. La despedida a esa época añorada por algunos, se dio junto con el fin de la<br />

década de los 60.<br />

Y ahora, ¿A futuro qué. El proceso de globalización, que partió hace una década, se acelerará cada vez más,<br />

debido a la persistencia del fenómeno y a la inmediatez de la innovación tecnológica.<br />

¿ Y América Latina y el Caribe A menos que surja un contramovimiento al interior de los países centristas y<br />

desarrollados, una contra-reforma de la cual ya se aprecian tímidos atisbos, en nuestro continente seguiremos<br />

manteniéndonos en la periferia de las decisiones y en el acatamiento de las resoluciones.<br />

¿A qué lleva esto. Los analistas prevén que los países latinoamericanos tenderán, cada vez más, a la dolarización<br />

de sus economías. Ya se habla de que el aceleramiento del intercambio económico y financiero se sustentará, a<br />

futuro, en tres monedas hemisféricas: el dólar, el euro y el yen.<br />

Globalmente América Latina está ante una encrucijada y en los próximos años veremos quebrarse muchos<br />

dispositivos que estábamos acostumbrados a ver como eslabones acerados. Mientras tanto, comprobamos que en<br />

esta Nueva Economía, el dinero se ha transformado en un capital financiero transnacional, fluctuante y<br />

especulador. Un Dios monetarista, transnacional, omnipresente, omnipotente...y que carece de rostro humano.<br />

*Editorial Mare Nostrum, Santiago de Chile, noviembre de 2000.-<br />

En esta obra se analizan los procesos de privatización y las políticas gubernamentales que los avalaron en 24<br />

países de la región de América Latina y el Caribe. Además aborda la trascendencia de la transnacionalización y<br />

de la globalización para el presente y futuro del continente latinoamericano. La periodista e investigadora Maura<br />

Brescia cursó postgrado en el Instituto de Altos Estudios de América Latina (IHEAL) y en la Escuela de Altos<br />

Estudios en Ciencias Sociales (EHESS) de la Sorbonne, donde fue discípula del sociólogo Alain Touraine.


LA GLOBALIZACIÓN CAPITALISTA Y LA TRANSNACIONALIZACIÓN DEL ESTADO<br />

William I. Robinson (*)<br />

El capitalismo mundial ha estado experimentando una profunda transformación desde los años 1970s. Muchos se<br />

refieren a este proceso como globalización, aunque lo que este concepto significa exactamente, la naturaleza, la<br />

extensión y la importancia del cambio vinculado con este proceso, da lugar a calurosos debates. Desde mi punto de<br />

vista, la globalización es un concepto intelectualmente útil y políticamente estimulante. Nos ayuda a organizar la<br />

información empírica sobre la reestructuración del capitalismo de tal manera que nos permite acceder a la<br />

explicación de la naturaleza y de la dirección del cambio social mundial en los comienzos de un nuevo milenio, y<br />

con ello ganar una mayor capacidad para aprehender las perspectivas de la acción social emancipadora. En este<br />

ensayo analizaré la globalización <strong>capitalista</strong> y desarrollaré un análisis materialista histórico de la<br />

transnacionalización del estado. Algo de lo que Marx pudo decir en su tiempo acerca del mundo, ya no se aplica,<br />

pero su método materialista histórico como conocimiento fundado en la praxis no se restringe a una circunstancia<br />

histórica específica. El materialismo histórico es precisamente liberador porque nos permite atravesar las<br />

reificaciones que resultan de la naturalización de los sucesos históricos y las revelan como la especificidad<br />

histórica de formas sociales existentes.<br />

Sostendré aquí que el estado-nación es una forma históricamente específica de la organización social mundial que<br />

está en proceso de ser trascendida por la globalización <strong>capitalista</strong>. El debate sobre la globalización se ha ido<br />

centrando crecientemente sobre la relación del estado-nación con globalización económica. Pero el problema de la<br />

globalización y del estado ha sido mal situado. O el estado-nación (y el <strong>sistema</strong> intra-estatal) es visto como<br />

reteniendo su primacía como el eje de las relaciones internacionales y del desarrollo mundial en una construcción


dualista que plantea una lógica separada para una globalización económica y para un <strong>sistema</strong> político basado en un<br />

estado-nación, o el estado es visto, como ocurre en muchas tesis sobre “el fin del estado-nación”, como si ya no<br />

fuera realmente importante. Al rechazar ambos marcos, me extiendo en la clarificación de las relaciones entre la<br />

globalización y el estado-nación, llevando adelante una crítica y a la vez moviendo la argumentación más allá de<br />

este dualismo global-nacional y desarrollando el concepto del estado transnacional (de aquí en adelante ETN).<br />

Hago un llamado por un retorno hacia la concepción materialista del estado, y para explorar sobre estas bases tres<br />

proposiciones interrelacionadas: 1) la globalización económica tiene su contrapartida en la formación<br />

transnacional de clases y en la emergencia de un estado transnacional (en adelante ETN) que ha venido a existir<br />

para funcionar como la autoridad colectiva para la clase global gobernante; 2) el estado nacional no retiene su<br />

primacía ni ha desaparecido sino que se ha ido transformando y ha sido absorbido en esta estructura más amplia<br />

del ETN; 3) este ETN emergente institucionaliza una nueva relación de clases entre el capital global y el trabajo<br />

global.<br />

Este ensayo se divide en seis partes. La primera discute la globalización como un nuevo estadio en el desarrollo<br />

del capitalismo mundial. La segunda, llama a separarnos de la concepción weberiana del estado que todavía se<br />

utiliza en buena parte de la discusión sobre la globalización. Esta sección también desarrolla el concepto de ETN.<br />

La tercera sitúa el ascenso de un ETN en el contexto de una nueva relación de clases entre el capital global y el<br />

trabajo global. La cuarta pasa revista a la evidencia empírica en torno al ascenso del ETN entre los 1960s y los<br />

1990s. La quinta examina la transformación de los estados nacionales como parte del proceso de globalización.<br />

Las partes cuarta y quita también especifican la relación entre los estados nacionales y el ETN. Finalmente, la<br />

sexta se refiere, a modo de conclusión, a las perspectivas de la acción social emancipatoria a la luz de lo<br />

precedente. Debo decir, lamentándolo, que el espacio limita una discusión plena de los temas teóricos y analíticos<br />

a nuestro alcance.<br />

I: La Globalización: El estadio superior del Capitalismo<br />

La Globalización es una idea relativamente nueva en las ciencias sociales. Pero constituye, desde mi punto de<br />

vista, no un nuevo proceso sino de semi-culminación del proceso secular de diseminación de las relaciones de<br />

producción <strong>capitalista</strong>s alrededor del mundo y del desplazamiento de todas las relaciones pre<strong>capitalista</strong>s<br />

(“modernización”). Marca el triunfo del modo <strong>capitalista</strong> de producción, lo que Istvan Meszaros llama “el fin del<br />

ascenso <strong>capitalista</strong>”. El <strong>sistema</strong> <strong>capitalista</strong>, desde sus comienzos se ha estado expandiendo en dos direcciones,<br />

extensivamente e intensivamente. La fase final en el crecimiento extensivo del capitalismo partió con la ola de<br />

colonizaciones de fines del siglo XIX y comienzos del XX, y concluyó en los 1990s con la reincorporación del<br />

antiguo bloque soviético y de los países revolucionarios del Tercer Mundo. Bajo la globalización, el <strong>sistema</strong> ha<br />

estado conduciendo una dramática expansión intensiva. Las relaciones de producción <strong>capitalista</strong>s están<br />

reemplazando lo que quedaba de las relaciones pre-<strong>capitalista</strong>s en el resto del mundo. La era de la acumulación<br />

primitiva de capital está llegando a su fin. Todas las “murallas chinas” que quedaban en el mundo están siendo<br />

tiradas abajo aceleradamente. En este proceso, esas instituciones políticas que habían acunado al capitalismo son<br />

dejadas de lado, y se pavimenta el camino para la total mercantilización de la vida social a todo lo ancho y largo<br />

del mundo.


Se ha investigado muy bien la globalización económica. El capital ha alcanzado una nueva movilidad y ha<br />

reorganizado la producción en todo el mundo de acuerdo con todo un arsenal de políticas y de consideraciones<br />

sobre el factor costos. Esto ha traído consigo la descentralización mundial de la producción junto con la<br />

centralización de los comandos y del control de la economía global en el capital transnacional. En este proceso, los<br />

aparatos productivos nacionales han llegado a fragmentarse mientras se integran externamente en los nuevos<br />

circuitos globalizados de la acumulación. Aquí podemos distinguir entre la economía mundial y la economía<br />

global. En épocas previas las naciones se vinculaban entre ellas mediante el intercambio de mercancías y de flujos<br />

de capital en un mercado internacional integrado (una economía mundial). Diferentes modos de producción se<br />

“articulaban” en una formación social más amplia, un <strong>sistema</strong> mundial. Sin embargo, en la actualidad, la<br />

globalización del proceso de producción está unificando al mundo en un solo modo de producción y en un solo<br />

<strong>sistema</strong> global y está llevando a cabo la integración orgánica de diferentes países y regiones en la economía global.<br />

La creciente disolución de las barreras espaciales y la subordinación de la lógica de la geografía a la lógica de la<br />

producción –lo que algunos han llamado “la compresión espacio-temporal”—no tiene precedentes históricos. Y<br />

esto nos obliga a reconsiderar la geografía y las políticas del estado-nación.<br />

La reorganización política del capitalismo mundial se ha arrastrado detrás de su reorganización económica, con el<br />

resultado de que se ha dado un desface entre la globalización económica y la institucionalización política de<br />

nuevas relaciones sociales que se han ido desplegando bajo la globalización. Sin embargo, a medida que cambia la<br />

base material de la sociedad humana , también ocurre eso con la organización institucional. La Globalización<br />

representa una transición desde la fase del estado-nación del capitalismo hacia una fase transnacional,<br />

cualitativamente nueva. Esta fase transnacional no implica una ruptura radical, sino un crecimiento del desarrollo<br />

<strong>capitalista</strong>, caracterizado por un período de más alta reestructuración del <strong>sistema</strong>, incluyendo su forma<br />

institucional. Cada época en el pasado histórico del capital ha presenciado una sucesiva expansión del <strong>sistema</strong> en<br />

relación a la época precedente y también ha visto el establecimiento de un conjunto de instituciones que han hecho<br />

posible esta expansión y organizado ciclos de largo plazo en el desarrollo <strong>capitalista</strong>. Desde Westfalia a los años<br />

1960s, el capitalismo se ha desplegado a través de un <strong>sistema</strong> de estados nacionales que generaron estructuras<br />

nacionales, agentes e instituciones concomitantes. La Globalización ha socavado paulatinamente estas fronteras<br />

nacionales, y ha hecho imposible a las naciones individuales sostener estructuras sociales, políticas, económicas<br />

independientes o siquiera autónomas. Ni los cuarteles generales del capitalismo mundial han quedado inmunes<br />

ante el avance en las décadas recientes de la integración productiva y financiera del mercado internacional. Un<br />

rasgo clave de la época reciente es es la subrogación del estado nacional como el principio organizador del<br />

capitalismo, y con él, de todo el <strong>sistema</strong> interestatal como marco institucional del desarrollo <strong>capitalista</strong>. El<br />

capitalismo es una fuerza en constante revolución que perpetuamente rehace el mundo sobre configuraciones a<br />

menudo inesperadas. En la configuración <strong>capitalista</strong> global emergente, el espacio transnacional o global ha entrado<br />

a suplantar a los espacios nacionales. Ya no hay nada externo al <strong>sistema</strong>. El nexo social interno es global. Las<br />

relaciones sociales orgánicas están siempre institucionalizadas, lo que las torna “fijas” y hacen posible su<br />

reproducción. Como los lazos orgánicos e internos entre los pueblos han llegado ser realmente globales, todo el<br />

conjunto de las instituciones del estado-nación han llegado a ser sobreseídas por las instituciones transnacionales.


La Globalización plantea serias dificultades a todas las teorías. El centrismo del estado nacional embebido en<br />

muchos de los paradigmas existentes, desde mi punto de vista, obstaculiza nuestra comprensión de las dinámicas<br />

del cambio bajo la globalización. Mis propuestas con respecto a la integración de toda la superestructura de la<br />

sociedad mundial es una concepción de la época presente que difiere de la del análisis del <strong>sistema</strong> mundial, que<br />

propone un <strong>sistema</strong> mundial de superestructuras políticas y culturales separadas, ligadas por una división<br />

geográfica del trabajo, así como diferimos de otros análisis marxistas, que ven el estado-nación como inmanente al<br />

desarrollo <strong>capitalista</strong>. La noción de que la continuada internacionalización del capital y el crecimiento de una<br />

sociedad civil internacional han supuesto también la internacionalización del estado, es reconocida por diversas<br />

tradiciones en las ciencias sociales. Y la literatura interdisciplinaria sobre la globalización está llena de discusiones<br />

sobre el poder decreciente en la significación del estado-nacional y el creciente significado de las instituciones<br />

supra o transnacionales. Sin embargo, lo que comparten todas estas concepciones es un centrismo del estadonación<br />

que las entrampa en un dualismo nacional-global. Asumen fenómenos asociados con un ETN que serían<br />

extensiones internacionales del <strong>sistema</strong> de estados-naciones. Esta concepción es la de instituciones internacionales<br />

creadas por estados-naciones individualmente o colectivamente como mecanismos para regular el flujo de bienes y<br />

de capital a través de sus fronteras y para mediar en las relaciones inter-estatales. Aquí yo quiero ir más allá de ese<br />

centrismo nación-estado y distinguir entre internacional y transnacional (o global). El primero es una concepción<br />

de la dinámica mundial fundada en el <strong>sistema</strong> existente de estados-naciones, en tanto el último identifica procesos<br />

y relaciones sociales que han sobreseído a ese <strong>sistema</strong>.<br />

II. Conceptualizando un Aparato de Estado Transnacional: De Weber a Marx<br />

La cuestión del estado está en el corazón del debate sobre la globalización. Pero este debate ha sido engañado por<br />

la persistente confusión entre el estado-nación y el estado. Los dos no son co-términos. Esta confusión tiene su<br />

partida en la concepción weberiana del estado que comparten muchos análisis sobre este tema. Para Weber, el<br />

estado es un conjunto de cuadros e instituciones que ejercen autoridad. “un monopolio legítimo de la coerción”,<br />

sobre un determinado territorio. En la construcción weberiana, lo económico y lo político ( en términos<br />

weberianos, “mercados y estados”) son esferas separadas, y aún opuestas, que se vinculan externamente, cada una<br />

con su propia lógica independiente. Los estados-naciones interactúan externamente con los mercados.<br />

Consecuentemente,. Se ve a la globalización como comprometida con la esfera económica, mientras la esfera<br />

política puede permanecer constante, un inmutable <strong>sistema</strong> de estado-nación. Los dirigentes estatales enfrentan las<br />

implicaciones de la globalización económica y del capital transnacional flotantes en torno como una lógica<br />

externa. Este ha llegado a ser el marco dominante para el análisis de la globalización y del estado, especialmente<br />

prevalente en las aproximaciones realistas a las relaciones internacionales, al menos desde que Reymond Vernon<br />

publicó su obra seminal, Sovereignty at Bay en 1971. En la literatura sobre la globalización esta aproximación<br />

enfatiza la creciente impotencia de los estados-nacionales para enfrentar las fuerzas del mercado.<br />

El dualismo estado-mercado se encuentra muy cercanamente vinculado con e4l dualismo nacional-global. Se dice<br />

que la Globalización ha sido exagerada ya que los estados-nación “tienen más poder” de lo que se cree, o porque<br />

hay explicaciones “nacionales que explican los fenómenos mejor que las explicaciones globalizantes. Algunos<br />

señalan la continua importancia del estado nación para sostener que la globalización ha sido sobreenfatizada o que


es imaginaria. En esta construcción, lo que ocurre “dentro” de un estado- nación llega a estar contrapuesto con lo<br />

que ocurre en el <strong>sistema</strong> global. En estos dualismos recurrentes, la globalización económica es crecientemente<br />

reconocida, pero es analizada como si fuera independiente de las instituciones que estructuran estas relaciones<br />

sociales, en particular, los estados y el estado-nación. El problema es manifiesto, por ejemplo, en el notable trabajo<br />

del sociólogo Christopher Chase-Dunn, Global Formation, que arguye desde la perspectiva de un <strong>sistema</strong> mundial<br />

a favor de una aproximación lógica dual. Al nivel económico prevalece la lógica global de una economía mundial,<br />

mientras que al nivel político prevalece la lógica estado-céntrica del <strong>sistema</strong> mundial. En relación con esto, se ha<br />

escrito mucho acerca del “gobierno global”, una aproximación que también asume la dualidad del <strong>sistema</strong> del<br />

estado-nación, con su propia lógica, junto a una economía global. Los estados nacionales han de cooperar en la<br />

coordinación de la actividad internacional en expansión y al enfrentar los problemas de una nueva época.<br />

La única manera de salir de estas antinomias es moverse más allá de Weber y volver a la concepción materialista<br />

del estado. En la concepción marxista, el estado es la institucionalización de relaciones de clases en torno a una<br />

configuración particular de la producción social. La separación de lo económico y de lo político por primera vez<br />

bajo el capitalismo acuerda a cada cual una autonomía –e implica una compleja relación que debe ser<br />

problematizada—pero también genera la ilusión de esferas externamente vinculadas. En la concepción materialista<br />

de la historia, lo económico y lo político son momentos distintos de la misma totalidad. Una relación interna es<br />

una en que cada parte se constituye en relación con la otra, en tanto que una relación externa es aquélla en que<br />

cada parte tiene una existencia independiente de la otra. La relación entre la economía, o relaciones sociales de<br />

producción, es interna. No es posible aquí volver a plantear debates teóricos que han crecido desde el renacimiento<br />

del interés por el estado en los 1960s –que han permanecido inconclusos y abiertos. Nótese, sin embargo, que: 1)<br />

Las teorías marxistas sobre la relativa autonomía del estado, aún enfatizando la subordinación “estructural” o<br />

“instrumental” del estado a las clases económicamente dominantes, no plantean un estado independiente como una<br />

esfera separada con su propia lógica (en palabras de Marx “no existe un estado suspendido en el aire”). La tarea<br />

del analista es descubrir los complejos procesos sociales y las relaciones que embeben a los estados en la<br />

configuración de la sociedad civil y de la economía política; 2) no hay nada en la concepción materialista del<br />

estado que necesariamente lo amarre al territorio o a los estados nacionales.<br />

Los estados-nacionales son unidades jurídicas y geográficas, y a veces unidades culturales. Los estados como<br />

<strong>sistema</strong>s coercitivos de autoridad son relaciones de clases y prácticas de clase congeladas y operacionalizadas<br />

mediante instituciones. Desde el punto de vista de Marx, el estado da una forma política a las instituciones<br />

económicas y a las relaciones de producción. Los mercados son los lugares de la vida material, mientras los<br />

estados surgen de las relaciones (de producción) económicas y representan la institucionalización de las relaciones<br />

sociales de dominación. Es crucial analizar la composición de las fuerzas sociales que se congelan en estructuras y<br />

prácticas estatales en períodos históricos particulares. Consecuentemente, la globalización económica del capital<br />

no puede ser un fenómeno aislado de la transformación de las relaciones de clase y de los estados. En la<br />

concepción weberiana, los estados son por definición instituciones vinculadas a un territorio y por ello un ETN no<br />

puede ser concebido tanto tiempo como persista el <strong>sistema</strong> estado-nación. La teoría weberiana del estado reduce el<br />

estado al aparato del estado y a sus cuadros, y con ello reifica al estado. Los estados no son actores como tales. Las


clases sociales y los grupos son actores históricos. Los estados no “hacen” nada por si mismos. Las clases sociales<br />

y los grupos actúan dentro y fuera de los estados (y de otras instituciones) “hacen” cosas como agentes históricos<br />

colectivos. Los aparatos de estado son esos instrumentos que refuerzan y reproducen las relaciones de clase y las<br />

prácticas embebidas en los estados. Las estructuras institucionales de los estados-nación pudieran persistir en la<br />

época de la globalización, pero la globalización requiere que modifiquemos nuestra concepción de estas<br />

estructuras.<br />

Un aparato de ETN está emergiendo bajo la globalización desde dentro del <strong>sistema</strong> de los estados-nación. El<br />

<strong>sistema</strong> de estados-nación, o <strong>sistema</strong> Inter.-estatal, es un logro histórico, la forma particular a través de la que el<br />

capitalismo vino a surgir, basado en una compleja relación entre producción, clases, poder político y<br />

territorialidad. El <strong>sistema</strong> de estados-nación es el logro de la correspondencia históricamente específica entre<br />

producción, clases sociales y territorialidad – una correspondencia que llevó a una forma política determinada que<br />

llegó a ser el estado-nación. Las circunstancias materiales que dieron surgimiento al estado-nación actualmente<br />

están siendo sobreseídas por la globalización. Si el primer desarrollo del capitalismo resultó en una localización<br />

geográfica (espacial) en la creación del <strong>sistema</strong> de estados-nación, ahora su empuje globalizante está resultando en<br />

una dislocación geográfica general. Lo que se requiere es un regreso a una conceptualización teórica materialista<br />

histórica del estado, no como una “cosa” sino como una relación social insertada en estructuras sociales más<br />

amplias que puede adoptar formas institucionales diferentes, históricamente determinadas, entre las cuales el<br />

estado-nación es sólo una. En la época actual nada sugiere que sea inmutable la configuración histórica del espacio<br />

y su institucionalización , sino más bien se sugiere que está sujeta a transformación.<br />

El estado como una relación de clases está siendo transnacionalizado. Las prácticas de clase de una nueva clase<br />

dirigente están siendo “condensadas” en un ETN emergente. Este ETN comprende a aquellas instituciones y<br />

prácticas en la sociedad global que mantienen, defienden y hacen avanzar la hegemonía emergente de una<br />

burguesía global y su proyecto de construir un nuevo bloque histórico <strong>capitalista</strong> global. El aparato del ETN es una<br />

red emergente que comprende estados-naciones transformados y externamente integrados, junto con los foros<br />

políticos y económicos supranacionales que no han adquirido todavía una forma institucional centralizada. El<br />

ascenso de un ETN entraña la reorganización del estado en cada nación—y por eso me referiré en adelante a esos<br />

estados de cada país como estados nacionales—y esto envuelve simultáneamente el ascenso de instituciones<br />

políticas y económicas verdaderamente supranacionales. Estos dos procesos –la transformación de los estadosnación<br />

y el ascenso de instituciones políticas y económicas supranacionales—no están separados ni son<br />

mutuamente excluyentes. En los hechos son dimensiones gemelas del proceso de transnacionalización del estado.<br />

Para mi argumentación es central que bajo la globalización el estado nacional no se desvanece sino que llega a<br />

transformarse con respecto a sus funciones y llega a ser un componente funcional de un ETN más amplio.<br />

El aparato del ETN tiene varias capas. Las organizaciones supra-nacionales son tanto económicas como políticas,<br />

formales e informales. Los foros económicos incluyen al Fondo Monetario Internacional (FMI), al Banco Mundial<br />

(BM), la Organización Mundial de Comercio (OMC), a los Bancos regionales, etc. Los foros políticos supranacionales<br />

incluyen a la Comisión Trilateral, al Grupo de los 7 (G-7)(o de los 8), el Foro Económico Mundial, y el<br />

recientemente formado Grupo de los 22, entre otros, así como foros formales tales como las Naciones Unidas


(UN), la Organización de Cooperación Económica para el Desarrollo (OCED), la Unión Europea (UE), la<br />

Conferencia para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), etc. También se incluyen grupos regionales<br />

como la Asociación de Naciones del Sud Este de Asia (ASEAN) y las estructuras jurídicas, normativas y<br />

administrativas de la economía global. Las funciones del estado-nación están virando de la formulación de<br />

políticas nacionales a la administración de políticas formuladas a través de las instituciones supra-nacionales. Sin<br />

embargo, es esencial evitar la dualidad global-nacional: los estados nacionales no son externos al ETN sino que<br />

están siendo incorporados a él como partes componentes. Las organizaciones supra-nacionales funcionan en<br />

consecuencia con los estados nacionales transformados. Están atiborradas de funcionarios transnacionales que<br />

encuentran sus contrapartes en funcionarios transnacionales que atochan a los estados nacionales transformados<br />

Estos cuadros transnacionales estatales actúan como parteras de la globalización <strong>capitalista</strong>.<br />

El ETN está intentando cumplir las funciones a favor del capitalismo que en periodos anteriores eran realizadas<br />

por lo que los estudiosos del <strong>sistema</strong>-mundo y de las relaciones internacionales llaman un “hegemon”, o poder<br />

<strong>capitalista</strong> dominante que tiene los recursos y la posición estructural que le permiten organizar al capitalismo<br />

mundial como un todo e imponer las reglas, ambientes normativos,etc, que permiten funcionar al <strong>sistema</strong>. Estamos<br />

presenciando la declinación de la supremacía de los EEUU y las primeras etapas en la creación de una hegemonía<br />

transnacional a través de estructuras supra-nacionales que todavía no son capaces de proveer las regulaciones<br />

económicas y las condiciones políticas para la reproducción del capitalismo global. Justo como el estado nación<br />

jugaba este papel en períodos más tempranos, el ETN trata de crear y mantener las precondiciones para la<br />

valorización y la acumulación del capital en la economía global, que no es simplemente la suma de las economías<br />

nacionales y de las estructuras de clase nacionales y requiere una autoridad centralizada para representar al<br />

conjunto de los capitales competitivos, en donde las mayores combinaciones ya no son capitales “nacionales”.La<br />

naturaleza de las prácticas estatales en el <strong>sistema</strong> emergente global reside en el ejercicio de la autoridad política y<br />

económica transnacional a través de los aparatos del ETN a fin de reproducir las relaciones de clase empapadas en<br />

la valorización global y en la acumulación del capital.<br />

III: El Poder de los Estados Nacionales y el Poder del Capital Transnacional<br />

Como en épocas más tempranas la formación de clases procedía a través del estado.nación, la lucha de clases<br />

mundial se desplegaba a través de la lógica institucional y organizacional del <strong>sistema</strong> de estado-nación. Durante la<br />

fase estado-nación del capitalismo, caracterizada por circuitos nacionales de producción (“acumulación<br />

autocéntrica”) ligada al más amplio <strong>sistema</strong> por el mercado internacional y los flujos finacieros, los estados<br />

nacionales gozaron de un grado variable pero significativo de autonomía para intervenir en la fase de distribución<br />

y los excedentes pudieron volcarse hacia instituciones del estado-nación. Clases dominantes y subordinadas<br />

lucharon unas contra otras por el excedente social a través de tales instituciones y compitieron en utilizar a los<br />

estados nacionales para capturar tajadas del excedente. Como resultado, para recordar el clásico análisis de Karl<br />

Polanyi, un “doble movimiento” vino a ocurrir a finales del último siglo. A medida que el capitalismo se<br />

desarrollaba, el mercado no regulado desencadenó sus furias sobre los lazos sociales y las instituciones que<br />

permitían la sobrevivencia individual y la reproducción social. El ascenso social que aseguraban forzaba una cierta<br />

medida de regulaciones ociales en el <strong>sistema</strong> que limitaban algunos de los efectos más deletéreos del capitalismo.


Este “doble movimiento” fue posible porque el capital, al encontrarse frente a limitaciones institucionales,<br />

territoriales y de otra naturaleza, que aparecían unidas al <strong>sistema</strong> de los estados-nacionales, enfrentaba una serie de<br />

presiones que lo forzaban a llegar a un compromiso histórico con las clases trabajadoras y populares. Estas clases<br />

podían sostener demandas redistribuitivas a los estados nacionales y poner algunas condiciones al poder del capital<br />

(estas posibilidades también dieron su contribución a la división del movimiento socialista y al ascenso de la<br />

socialdemocracia). Las clases populares podían cumplir esto porque los estados nacionales tenían la capacidad<br />

para capturar y redirigir excedentes mediante mecanismos intervensionistas. El resultado de la lucha de clases en<br />

este período fueron el Keynesianismo o los estados de “New Deal” y la producción Fordista en los centros de la<br />

economía mundial y en diversos estados desarrollistas multiclasistas y en proyectos populistas en la periferia<br />

(“Fordismo periférico”), lo que Lipietz y otros han llamado “el compromiso de clases Fordista”.<br />

En cada uno de estos casos, las clases subordinaban mediaban sus relaciones con el capital a través del estadonación.<br />

Las clases <strong>capitalista</strong>s se desarrollaban dentro de la cáscara protectora del estado-nación y desarrollaban<br />

intereses en oposición a capitales nacionales rivales. Estos estados expresaban las coaliciones de clases y de<br />

grupos que se habían incorporado en los bloques históricos de los estados-naciones. No había nada trans-histórico.<br />

O predeterminado, acerca de este proceso mundial de formación de clases . Ahora ha estado siendo reemplazado<br />

por la globalización. La fragmentación y descentralización global del proceso de producción redefine la<br />

acumulación del capital y las clases, en relación con el estado-nación. Lo que está ocurriendo es un proceso de<br />

formación de clases transnacional, en donde la condición mediadora del estado-nación se ha modificado. Los<br />

grupos sociales, tanto dominantes como subordinados, se han ido globalizando a través de las estructuras,<br />

instituciones y fenomenología de un mundo de estados naciones, una infraestructura histórica atávica sobre la que<br />

el capitalismo está construyendo una nueva institucionalidad transnacional. A medida en que las estructuras<br />

productivas nacionales han llegado a estar transnacionalmente integradas, las clases sociales mundiales cuyo<br />

desarrollo orgánico ocurrió a través del estado-nación están experimentando una integración supra-nacional con<br />

las clases “nacionales” de otros países. La formación global de clases ha entrañado la acelerada división del<br />

mundo entre una burguesía global y un proletariado global, y ha acarreado cambios en la relación entre clases<br />

dominantes y subordinadas.<br />

Al hacer estructuralmente imposible a las naciones individuales sostener estructuras sociales, <strong>sistema</strong>s políticos,<br />

economías y aún autonomías independientes, la globalización reconfigura las fuerzas sociales de una manera<br />

bastante dramática. Especialmente, al redefinir la fase de redistribución en la acumulación del capital en relación a<br />

los estados-naciones la economía global fragmenta la cohesión nacional en torno a los procesos de reproducción<br />

social y traslada el sitio de la reproducción del estado-nación al espacio transnacional. La consecuente liberación<br />

del capital transnacional de las presiones y limitaciones que le ponían las fuerzas sociales en la fase del estadonación<br />

del capitalismo, ha alterado dramáticamente el equilibrio de fuerzas entre las clases y los grupos sociales en<br />

cada nación del mundo y a un nivel global, a favor de la clase <strong>capitalista</strong> transnacional y de sus agentes . Si en la<br />

historia temprana del capitalismo el estado-nación fue la condición necesaria para el desarrollo del <strong>sistema</strong>, las<br />

limitaciones institucionales y espaciales del estado-nación llegaron a ser impedimentos para la acumulación en las<br />

últimas décadas del siglo XX. Y seguramente, las restricciones en la acumulación impuestas mundialmente por las


clases trabajadoras en la fase estado-nación del capitalismo, fue lo que empujó al capital de modo primordial hacia<br />

la transnacionalización. Esto es crucial, ya que muchas opiniones sobre la globalización atribuyen el proceso a la<br />

innovación tecnológica. Al contrario, la innovación tecnológica es el efecto de las fuerzas sociales en lucha, que es<br />

la causa del cambio histórico. El estado-nación fue de ser una forma histórica particular que hizo posible el<br />

desenvolvimiento del capitalismo, a una que posibilita su nuevo desarrollo.<br />

Permítanme extenderme en esto:<br />

La habilidad en declinación del estado-nación para intervenir en el proceso de acumulación de capital y para<br />

determinar las políticas económicas refleja el nuevo poder alcanzado por el capital sobre los estados-naciones y las<br />

clases populares. Diferentes grupos y clases compiten por el poder del estado (nacional) pero el poder real en el<br />

<strong>sistema</strong> global se ha transferido hacia el espacio global que no está sujeto al control “nacional”. Este poder<br />

estructural del capital transnacional sobre el poder directo de los estados nacionales ha sido utilizado para instilar<br />

disciplina o para socavar políticas que pudieran emanar desde esos estados cuando son capturados por clases<br />

populares o por fracciones nacionales de grupos locales dominantes, como lo descubrieron las fuerzas populares<br />

que ganaron el poder estatal en Haití, Nicaragua, África del Sur y otros lugares entre los 1970s-1990s. Esto<br />

aparece como una contradicción institucional entre el poder estructural del capital transnacional y el poder directo<br />

de los estados. Algunos críticos de la globalización para quienes el <strong>sistema</strong> <strong>capitalista</strong> en si mismo no es la fuente<br />

de las contradicciones sociales que analizan, sólo su estadio global actual, ven las contradicciones en la<br />

globalización como contradicciones entre los estados naciones y los agentes globales. Pero esta es una<br />

contradicción estructural interna de un <strong>sistema</strong> <strong>capitalista</strong> en evolución, en cuyo núcleo hay relaciones de clase,<br />

como la esencia interior de una contradicción cuya manifestación externa es una contradicción institucional. Un<br />

conjunto de relaciones sociales reflejan un conjunto más fundamental de relaciones sociales. En la superficie, el<br />

poder estructural del capital sobre el poder directo de los estados es realzado muchas veces por la globalización.<br />

En su esencia, el poder relativo de las clases explotadoras sobre las clases explotadas ha sido reforzado muchas<br />

veces, al menos en esta coyuntura histórica momentánea.<br />

El nuevo poder relativo alcanzado por el capital global sobre el trabajo global ha quedado fijado en una nueva<br />

relación global capital-trabajo, lo que algunos han llamado la “casualización” o informalización global del trabajo,<br />

o diversas categorías contingentes, que entrañan <strong>sistema</strong>s alternativos de control del trabajo asociados con la<br />

“acumulación flexible” post-Fordista. Estos <strong>sistema</strong>s descansan, en mi opinión, en parte, en la separación entre la<br />

institucionalidad del estado-nación y el nuevo espacio transnacional del capital. Ellos incluyen trabajo contratado o<br />

subcontratado, temporal o de tiempo parcial, a destajo, trabajo informal, en casa, el renacimiento de la<br />

organización patriarcal del trabajo, “sweatshops”, y otras formas opresivas de relaciones de producción. “La<br />

nivelación hacia abajo”, la “de-sindicalización”, provisión de trabajo “ad hoc” y “al tiempo”, la superexplotación<br />

de las comunidades inmigrantes como una contrapartida a la exportación de capital, la extensión de la jornada de<br />

trabajo, el ascenso de una nueva “subclase” de supernumerarios o “redundantes” sujetos a nuevas formas de<br />

control social y aún de genocidio, nuevas jerarquías de género y raciales entre los trabajadores, son características<br />

harto conocidas con la reestructuración de las relaciones de trabajo que vienen ocurriendo bajo la globalización y


que apuntan al ascenso de un proletariado global , estratificado ya menos en líneas nacionales y más según líneas<br />

sociales en un ambiente transnacional.<br />

Estas nuevas relaciones han sido ampliamente discutidas en la literatura sobre la globalización.. Lo que aquí nos<br />

interesa es el contexto social y político más amplio en que están embebidas, y la extensión en que los estados y los<br />

estados-naciones continúan mediando en estos contextos. Las prácticas del estado y sus mismas estructuras son<br />

negociadas y renegociadas en períodos históricos específicos a través de cambios en el equilibrio de las fuerzas<br />

sociales a medida que se desarrolla el capitalismo y la lucha de clases. La época actual no es el único tiempo en<br />

que el capital ha resultado libre de las reciprocidades con el trabajo expresadas en las prácticas de estado. Esto<br />

ocurrió a finales del siglo XIX cuando llegaba a su fin la época del capitalismo competitivo y emergía el capital<br />

monopólico. El capital comenzó también a abandonar sus más tempranas reciprocidades con el trabajo desde los<br />

1970s en adelante, precisamente porque el proceso de globalización le permitían liberarse de las limitaciones del<br />

estado-nación. Estas nuevas pautas en el trabajo se facilitaban por la globalización en un doble sentido: primero, el<br />

capital ejercía su poder sobre el trabajo a través de nuevas pautas de acumulación flexible que se hacían posibles al<br />

permitir una “tercera ola” de tecnologías, la eliminación de las barreras espaciales a la acumulación, y el control<br />

espacial que traía consigo estos cambios; segundo, la misma globalización entrañaba la culminación de la<br />

acumulación primitiva del capital a escala mundial, un proceso por el cual miles de millones habían sido<br />

extrañados de los medios de producción, proletarizados, y arrojados a un mercado global de trabajo que el capital<br />

transnacional había sido capaz de dar forma. En estas nuevas relaciones entre el trabajo y el capital, el trabajo llega<br />

a ser nada más que una mercadería desnuda, ya no envuelta en relaciones de reciprocidad enraizadas en<br />

comunidades políticas y sociales que se habían institucionalizado en el estado-nación. La noción más mínima de<br />

responsabilidad de los gobiernos hacia los ciudadanos, o de los empleadores hacia sus empleados, es disuelta<br />

frente a esta nueva relación de clase. En esta edad de capitalismo salvaje, liberado de toda limitación social, hay<br />

una verdadera regresión en los elementos “históricos” o “morales” del trabajo asalariado, conducido por una<br />

cultura de individualismo competitivo en cuyo centro se alza un Darwinismo Social en donde las normas y los<br />

valores colectivos han desaparecido.<br />

La disolución del “compromiso de clases” de “bienestar” o Keynesiano, viene a surgir del poder adquirido por el<br />

capital transnacional sobre el trabajo, que es objetivamente transnacional pero cuyo poder está limitado y cuya<br />

conciencia subjetiva está distorsionada por la continuada existencia del <strong>sistema</strong> de estado-nación. Aquí vemos<br />

cómo la existencia continuada del estado-nación sirve a numerosos intereses de la clase <strong>capitalista</strong> transnacional.<br />

Por ejemplo, es central para el capitalismo asegurar una provisión de trabajo política y económicamente<br />

conveniente, y en el corazón de todas las sociedades de clases está el control sobre el trabajo y la disposición de<br />

los productos del trabajo. Bajo la globalización <strong>capitalista</strong>, el enlace entre el aseguramiento del trabajo y la<br />

territorialidad es cambiante, y la reserva de trabajo nacional se sumerge en una sola reserva global de trabajo que<br />

sirve al capitalismo global. La provisión global de trabajo, en lo principal ya no se encuentra coercionada (sujeta a<br />

compulsiones extra-económicas) debido a la habilidad del mercado universalizado para ejercer una estricta<br />

disciplina económica, pero su movimiento está jurídicamente controlado. Aquí las fronteras nacionales cumplen<br />

una función vital. Los estados-naciones tienen que ver con la configuración del espacio, lo que el sociólogo David


McMichael ha llamado “zonas contenedoras de población”. Sólo que su función de contenedores se aplica sólo al<br />

trabajo y no al capital. El capital global móvil no está regulado por las autoridades políticas centralizadas<br />

nacionales, pero el trabajo sí lo está.El <strong>sistema</strong> Inter.-estatal actúa así como una condición para el poder estructural<br />

de un capital transnacional globalmente móvil sobre el trabajo que es transnacional en su contenido actual y<br />

carácter, pero que está sujeto a diferentes arreglos institucionales y bajo el control directo de los estados<br />

nacionales. Las fronteras nacionales no son barreras para la migración transnacional sino mecanismos funcionales<br />

para la provisión de trabajo a una escala global y para la reproducción del <strong>sistema</strong>.<br />

Cómo entonces está vinculado con el trabajo global este recién descubierto poder global del capital, para los<br />

efectos de nuestro análisis sobre la transnacionalización del estado Además de la emergente institucionalidad<br />

transnacional de la nueva relación de clases del capitalismo global y de las prácticas sociales que le son<br />

específicas, éstas han llegado a cristalizarse y a institucionalizarse. Por ejemplo, cuando el FMI o el BM<br />

condicionan el financiamiento a la aceptación de nuevas leyes del trabajo, para hacer a los obreros “más<br />

flexibles”,o retrotraer al estado de los “salarios sociales”, están produciendo una nueva relación de clases. Pero lo<br />

que es más importante, los tipos de prácticas de los estados nacionales que se generalizaron a fines del siglo XX –<br />

desregulación, conservantismo fiscal, monetarismo, regresión en materia de impuestos, austeridad, etc.-- producen<br />

esta relación. El vuelco en los 1980s del financiamiento de la investigación y del desarrollo de las firmas al estado,<br />

y del estado como proveedor de subsidios sociales a subsidiador de negocios privados, del estado retirándose de la<br />

reproducción social a través de la desregulación/re-regulación (de la “rigidez” a la “flexibilidad”), la privatización<br />

de las necesidades colectivas, la eliminación de normas y regulaciones que limitaban a las fuerzas del mercado,<br />

todo resultó en un crecimiento de los servicios del estado al capital, en el subsidio al capital, que ocultaban el<br />

creciente papel del estado en la facilitación de la acumulación privada de capital. De aquí viene a darse otro vuelco<br />

en los ingresos y en la distribución del poder, desde el trabajo y a favor del capital. Estas ocurrencias generaron las<br />

ma´s amplias condiciones sociales y políticas bajo las cuales se forjan las nuevas relaciones entre el capital y el<br />

trabajo.<br />

Pero tenemos que precisar todavía más las relaciones de los estados nacionales con el ETN. El Capital adquiere su<br />

nuevo poder vis-a-vis (y como se viene diciendo ,dentro) de los estados nacionales. La burguesía transnacional<br />

ejerce su poder de clase a través de una densa red de instituciones supranacionales y relaciones que crecientemente<br />

se saltan a los estados nacionales, y en conjunción, a través de la utilización de los gobiernos nacionales como<br />

unidades jurídicas unidas a un territorio (el <strong>sistema</strong> Inter.-estatal), que se han transformado en líneas de<br />

transmisión y dispositivos de filtración. Pero los estados nacionales también han sido transformados en<br />

instrumentos colaboradores en el avance de la agenda del capitalismo global Esta afirmación de que las fuerzas<br />

sociales transnacionales imponen su poder estructural sobre las naciones y la afirmación simultánea de que los<br />

estados, capturados por las fracciones transnacionales, son agentes colaboradores del proceso de globalización,<br />

sólo aparecen como contradictorias si uno abandona la dialéctica a favor de a construcción dualista weberiana de<br />

los estados y mercados y del dualismo nacional-global. Los gobiernos emprenden reestructuraciones y sirven las<br />

necesidades del capital transnacional no simplemente porque están “impotentes” frente a la globalización, sino<br />

porque una constelación particular, histórica, de fuerzas sociales existe ahora, presentando una ase social para la


eestructuración global del capitalismo. De ahí que no se trate que los estados-naciones hayan llegado a ser<br />

irrelevantes o impotentes vis-a-vis el capital transnacional y de sus instituciones globales. Más bien, el poder como<br />

la habilidad para mandar y ser obedecido. O más precisamente, la habilidad para conformar estructuras sociales, se<br />

ha volcado de los grupos y clases sociales con intereses en la acumulación nacional hacia esos intereses<br />

establecidos en los nuevos circuitos de acumulación global. Estos últimos grupos realizan su poder y lo<br />

institucionalizan en los aparatos emergentes del ETN.<br />

La lógica contradictoria de la acumulación global y nacional trabaja en este proceso. El fraccionamiento de clases<br />

está ocurriendo a través de un nuevo eje nacional/transnacional con el ascenso de la corporación y de las elites<br />

políticas transnacionales. Los intereses de un grupo se basan en la acumulación nacional, incluyendo todo el<br />

conjunto de regulaciones nacionales tradicionales y de mecanismos proteccionistas, y el de otros, en una economía<br />

global en expansión, basada en la liberalización del mercado a escala mundial. La lucha entre fracciones<br />

nacionales descendentes de los grupos dominantes y las fracciones transnacionales ascendentes, a menudo han<br />

sido el fondo de dinámicas políticas de superficie y de procesos ideológicos de finales del siglo XX. Estas dos<br />

fracciones han estado dándose codazos por el control del poder de los aparatos de estado locales desde los<br />

1970s.Las fracciones transnacionales de las elites locales han ascendido políticamente en países alrededor del<br />

mundo, chocando en sus apuestas de hegemonía con fracciones de clase basadas nacionalmente. En los 70s y en<br />

los 80s incipientes fracciones transnacionalizadas lograron eclipsar a las fracciones nacionales en los países<br />

centrales del Norte y capturar “las alturas del comando” en la dirección política de los estados. De los 80s a los 90s<br />

estas fracciones lograron ascender en el Sur, y comenzaron su puja en diversos países para asumir el control de los<br />

aparatos de estado. Prosperaron capturando estados locales o ministerios claves y burocracias en los aparatos de<br />

decisión política. Ellos utilizaron los aparatos del estado nacional para hacer avanzar la globalización y<br />

establecieron mecanismos formales o informales entre las estructuras del estado nacional y los aparatos del ETN.<br />

Numerosos mecanismos supranacionales, tales como las negociaciones de libre comercio, a su turno, amarraron a<br />

cada estado nacional con otros en redes transnacionalizadas. Estas configuraciones institucionales emergentes<br />

merecen ser estudiadas.<br />

La lucha de diferentes fuerzas sociales de base nacional, produce diferentes configuraciones de estados nacionales<br />

que conducen a dinámicas políticas y relaciones internacionales complejas y multidimensionales. Pero entre los<br />

1980s y los 1990s. gradualmente los bloques transnacionales se han tornado hegemónicos en el interior de los<br />

estados nacionales. Desde el estado, las fracciones transnacionales firmemente han estado transformando a la vasta<br />

mayoría de los países del mundo, desde Suecia a Nueva Zelandia, a India, Brasil, México, Chile, África del Sur y<br />

los Estados Unidos. Más aún, las fracciones transnacionales en el Norte han utilizado el superior poder estructural<br />

y directo que ejercían los estados centrales en el <strong>sistema</strong> global no para hacer avanzar “intereses nacionales” en<br />

rivalidad con otros estados-naciones, sino para moldear estructuras transnacionales. Desde luego, los estados<br />

nacionales no desaparecen ni disminuyen en importancia y todavía se pueden apreciar como entidades poderosas.<br />

Pero estos estados han sido capturados por las fuerzas sociales transnacionales que internalizan las estructuras de<br />

autoridad del capitalismo global. Lejos de poner lo “global” y lo “nacional” como campos excluyentes, lo global<br />

es encarnado en las estructuras y procesos locales. El poder disciplinario del capitalismo global vuelca el poder de


decisión en los estados nacionales hacia el bloque global <strong>capitalista</strong>, que es representado por fuerzas sociales<br />

locales unidas a la economía global. Los nuevos directores de los estados neo-liberales, desde Clinton a Blair, a<br />

Cardoso y Mbeki, de Mohatir a Zedillo, son partes de partes de una nueva clase global dirigente y representan a<br />

algunos de los más carismáticos funcionarios ejecutivos del ETN.<br />

Hacia los 1990s, la clase <strong>capitalista</strong> transnacional había llegado a ser globalmente la fracción de clase hegemónica<br />

. Esta burguesía desnacionalizada tiene su conciencia de clase, es consciente de su transnacionalismo. En su<br />

cumbre está una elite gerencial que controla las palancas de las políticas globales y ejercita el poder estatal<br />

transnacional a través de las configuraciones de muchos niveles del ETN. Pero esta burguesía transnacional no es<br />

un grupo unificado. “Las mismas condiciones, las mismas contradicciones, los mismos intereses necesariamente<br />

convocan costumbres similares en todas partes”, anotaban Marx y Engels al discutir la formación de los nuevos<br />

agrupamientos de clase. “Pero los individuos separados forman una clase sólo si han de conducir una batalla<br />

común contra otra clase, de otra manera, permanecen en términos hostiles unos con otros como competidores”. La<br />

dura competencia entre conglomerados oligopólicos, las presiones conflictivas y las diferencias sobre táctica y<br />

estrategia para mantener la dominación de clase y apuntalarse en la crisis y en medio de las contradicciones del<br />

capitalismo global, hace que toda unidad interna en el seno de la clase dominante global sea imposible. En suma,<br />

la captura de los estados locales por los agentes del capitalismo global resuelve las contradicciones discutidas más<br />

arriba entre el capital transnacional y los estados nacionales, es decir, las prácticas estatales locales son<br />

paulatinamente armonizadas con las del capitalismo global. Pero esto sólo intensifica las contradicciones de clase<br />

subyacentes. Antes de discutir estas contradicciones, permitidme reconstruir en pocas palabras la emergencia de<br />

un ETN en las últimas décadas del siglo XX.<br />

IV: Algunos puntos de referencia empíricos: La emergencia de un Estado Transnacional: de los 1960s a los<br />

1990s.<br />

Bajo la panoplia del imperialismo político-militar de los EEUU, los capitales nacionales comenzaron un nuevo<br />

período de internacionalización y de integración externa en el período de la posguerra. Una creciente actividad<br />

económica internacional se despliega en los marcos institucionales del <strong>sistema</strong> de estados nacionales y la<br />

normatividad aduanera de “regímenes internacionales”, en particular, el <strong>sistema</strong> de Bretton Woods. A medida que<br />

las corporaciones multinacionales se extendían alrededor del mundo, trataban de evadir los controles de la banca<br />

central asociadas con el <strong>sistema</strong> de Bretton Woods, depositando sus capitales en mercados de moneda extranjera.<br />

La internacionalización económica trajo asi una diseminación masiva de dólares y de otras monedas de países<br />

centrales alrededor de todo el mundo. Los depósitos en eurodólares ascienden de $3 mil millones en 1960 a $75<br />

mil millones en 1970—empujando a la administración Nixon a abandonar el patrón oro en 1971—y de ahí saltan a<br />

sobre el trillón de dólares en 1984. El colapso del <strong>sistema</strong> de Bretton Woods de cambios monetarios fijos y de<br />

regulaciones económicas nacionales vía controles sobre el capital, fue el primer paso hacia la liberación del capital<br />

transnacional embrionario de las limitaciones institucionales del <strong>sistema</strong> del estado-nación. Ello señaló el<br />

comienzo de la transición a la época de la globalización y también el comienzo de la evaporación de la supremacía<br />

de los EEUU. El capital líquido comenzó a acumularse en mercados de capital en ultramar, establecidos por la<br />

naciente banca transnacional que trataba de evadir los poderes reguladores de los estados nacionales. En los 1970s


los bancos transnacionales comenzaron a reciclar este capital líquido a través de empréstitos masivos a los<br />

gobiernos del Tercer Mundo.<br />

Los mercados globales financieros recientemente liberados comenzaron a determinar el valor de las monedas, a<br />

desestabilizar las finanzas nacionales, y a socavar las administraciones macro-económicas nacionales del más<br />

temprano régimen keynesiano del capitalismo. A principios de los 90s ya se tranzaba algo así como $1 trillón de<br />

diversas divisas diariamente, todo fuera del control de los gobiernos nacionales. La dramática pérdida en el control<br />

de las divisas de parte de los gobiernos significó que los dirigentes del estado ya no pudieran regular el valor de<br />

sus propias monedas. El poder para influir la política económica de los estados pasó de manos de estos dirigentes a<br />

las de los corredores de divisas, a los inversionistas de portafolio y a las de los banqueros transnacionales—<br />

precisamente a las de los representantes del capital financiero transnacional—en virtud de su habilidad para mover<br />

fondos alrededor del mundo. Los mercados de capital de ultramar crecieron de $318 mil millones en 1973 a sobre<br />

los $2 trillones en 1982, y a finales de los 70s, el comercio monetario era 11 veces mayor que el valor del<br />

comercio mundial en mercaderías. Y porque este movimiento global de liquidez creó impredecibles condiciones a<br />

la ganancia, las corporaciones transnacionales redujeron sus riesgos mediante la diversificación de sus operaciones<br />

alrededor del mundo, acelerando así por entero al proceso de globalización y las presiones políticas a favor de un<br />

aparato de ETN.<br />

Lo que estaba ocurriendo estructuralmente eran movimientos a largo plazo en el <strong>sistema</strong> <strong>capitalista</strong> mundial—el<br />

ascenso de la economía global y el surgimiento del capital financiero transnacional como la fracción hegemónica<br />

del capital a escala mundial, mientras el capital monetario llegaba a ser el regulador de nuevos circuitos globales<br />

de producción, en vez del capital de inversión. Como ha sostenido Stephen Hill, el embrollo económico<br />

internacional que comenzó a principios de los 70s no era ,en los hechos el reflejo de la quiebra del capitalismo<br />

mundial, como algunos creyeron en aquella época. En vez de eso, fue precisamente el ronco vagido de la<br />

emergencia del capital transnacional, concentrado en el capital financiero transnacional. El capital transnacional<br />

necesitaba un <strong>sistema</strong> político global y un ambiente económico completamente nuevo, uno en donde ya no se viera<br />

constreñido por el estado nacional ni por la democracia. El estado de bienestar keynesiano y los estados<br />

desarrollistas debían ser desmantelados , así como los controles nacionales sobre el libre movimiento del capital<br />

global. Las nuevas relaciones de producción, de acumulación flexible, debían imponerse en todo el mundo. Los<br />

sectores públicos y las esferas de comunidades externas al mercado, debían abrirse a la construcción de ganancias<br />

y a la privatización ( lo que Marx llamó “la alienación del estado”).<br />

A medida que las elites corporativas y políticas emergían en los 80s a la escena mundial como agentes de estos<br />

cambios, hacían declaraciones explícitas de que ellos estaban construyendo y administrando una economía global<br />

a través de instituciones nacionales y multinacionales reestructuradas. Esta burguesía transnacional llega a<br />

organizarse políticamente. La formación a mediados de los 70s de la Comisión Trilateral, que juntó a fracciones<br />

transnacionalizadas de las elites intelectuales, de los negocios, y la política en Nortea América, Europa y Japón,<br />

fue un marcador en su politización. Otros fueron: la creación del Grupo de los 7, foro de nivel gubernamental, que<br />

comienza institucionalizando la administración colectiva de la economía global por elites corporativas y políticas<br />

de los estados centrales; la creación de la OECD, conformada como institución supranacional por los 24 mayores


países industrializados para vigilar y coordinar sus economías nacionales; y la creación del Foro Económico<br />

Mundial, que logró juntar a los más altos representantes de las corporaciones transnacionales y a las elites políticas<br />

globales. Los estudios para construir una economía global y estructuras administrativas transnacionales<br />

comenzaron a fluir de los “think tanks”, los centros universitarios e institutos de planeación política de los países<br />

centrales. Esta elite global crecientemente organizada , articulaba un programa coherente de economía global y de<br />

reestructuración política en torno a la liberación del mercado –el llamado “consenso de Washington”—y se<br />

propuso convertir al mundo en un campo unificado para el capitalismo global. Impulsaron una mayor uniformidad<br />

y la estandarización de los códigos y normas del mercado mundial –en un proceso similar al que tuvo la<br />

construcción de los mercados nacionales en el siglo XIX, pero ahora replicado a escala del nuevo espacio global.<br />

En 1982 el G-7 designaba al FMI y al Banco Mundial como autoridades centrales en el ejercicio del poder<br />

colectivo de los estados nacionales <strong>capitalista</strong>s para efecto de las negociaciones financieras internacionales. En<br />

1982, en la Cumbre de Cancún, México, los estados <strong>capitalista</strong>s centrales, lidereados por los EEUU, lanzaron la<br />

era del neo-liberalismo global como parte de este proceso y se inician imponentes programas de ajustes<br />

estructurales en el Tercer Mundo y lo que entonces se llamaba el Segundo Mundo, como señalamos en la segunda<br />

sección. Las elites transnacionales promovieron procesos de integración económica transnacional, incluyendo el<br />

NAFTA, la Unión Europea y el APEC, entre otros. Creaban un nuevo conjunto de instituciones y de foros, tales<br />

como la OMC, el Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI), etc. En este proceso, las instituciones<br />

supranacionales existentes, tales como las instituciones de Bretton Woods y las de las Naciones Unidas, no fuero<br />

sobrepasadas sino instrumentalizadas y transformadas.<br />

Por ejemplo, durante los 80s, la composición de lios empréstitos al antiguo Tercer Mundo cambió dramáticamente.<br />

En 1981, el 42% de los préstamos venían de la banca comercial y el 37 % de agencias multilaterales. En 1988, los<br />

bancos privados estaban aportando el 6% y las multilaterales el 88 por ciento de los préstamos. En efecto, las<br />

instituciones de Bretton Woods prestaban fondos públicos a los estados nacionales para reembolsar a la banca<br />

privada, y luego utilizaban el poder financiero que quedaba en sus manos para adquirir el control sobre la<br />

administración económica y la autoridad política que le seguía. Por su parte, el Banco Mundial se volcaba en los<br />

80s de los préstamos para proyectos a préstamos para políticas conducentes a la reestructuración de las economías<br />

locales y su integración a la economía global. Las instituciones reformadas de Bretton Woods tomaron la dirección<br />

en la organización de la reestructuración económica global, especialmente a través de programas neo-liberales<br />

(véase más abajo). Igualmente, el <strong>sistema</strong> de conferencias de las UN ayudaron a alcanzar un consenso en la<br />

reconfiguración del orden político y económico mundial, mientras agencias de las UN, tales como el Programa de<br />

las Naciones Unidas para el Desarrollo (UNDP) y la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el<br />

Desarrollo (UNCTAD) comenzaron a promover la agenda de liberalización económica de la elite transnacional El<br />

frecuentemente citado reporte anual de la UNDP, el Human Development Report, por ejemplo, aunque altamente<br />

crítico de las desigualdades globales, explícitamente hace llamados por una mayor globalización y liberalización<br />

como remedio. Hablando ante el Foro Económico Mundial en 1998, el Secretario general de las UN, Kofi Annan,<br />

explicaba de qué modo las UN tratan de establecer la seguridad internacional y el ambiente regulatorio, y las<br />

condiciones sociales, políticas e ideológicas para el florecimiento del mercado global. : (Las agencias de las UN)


ayudan a los países a unirse al <strong>sistema</strong> de comercio internacional y a establecer legislaciones amistosas con los<br />

negocios. Los mercados no funcionan en el vacío. Más bien, ellos surgen desde un marco de reglas y de leyes, y<br />

responden a las señales de los Gobiernos y de otras instituciones. Sin reglas que gobiernen la propiedad, los<br />

derechos y los contratos, sin confianza basada en las reglas de la ley, sin un sentido total de dirección y un grado<br />

justo de equidad y de transparencia, no puede haber mercados que funcionen convenientemente, en el plano<br />

doméstico o en el global. El <strong>sistema</strong> de las UN provee ese marco global – un conjunto acordado de estandards y de<br />

objetivos que goza de la aceptación mundial. Unas Naciones Unidas fuertes es bueno para los negocios.<br />

La Ronda Uruguaya de negociaciones sobre el comercio mundial que comenzó en 1986 en Punta del este,<br />

Uruguay, bajo los auspicios del GATT, estableció un nuevo <strong>sistema</strong> expedito de reglas para el comercio mundial a<br />

fin de regular la nueva economía global, basado sobre: 1) la libertad de inversión y para los movimientos del<br />

capital; 2) la liberalización de los servicios, incluyendo los bancos; 3) los derechos de propiedad intelectual; 4) el<br />

libre movimiento de las mercaderías. El libre movimiento de mercaderías (“comercio libre”) significa la amplia<br />

libertad para el comercio intra-firma, que viene a ser de dos tercios del comercio mundial y que en si mismo es una<br />

expresión comercial de la producción globalizante. En la conclusión de la Ronda Uruguay el GATT creó la OMC,<br />

en1995, para supervisar este nuevo régimen de “comercio libre”. Aunque sus poderes distan de ser absolutos, la<br />

nueva OMC es quizás la institución transnacional arquetípica de la nueva era. La OMC asume poderes sin<br />

precedentes para poner en práctica las provisiones de “libre comercio” del GATT. Tiene jurisdicción<br />

independiente, sus reglas y decisiones son obligatorias para todos sus miembros, y tiene poder sancionador, para<br />

pasar por encima de los estados y de los poderes locales, e imponerse sobre los poderes reguladores nacionales. Lo<br />

importante teóricamente aquí es que la OMC es la primera institución supranacional con capacidad coercitiva no<br />

embebida en ningún estado-nación particular, sino más bien directamente vinculada con la elite política y<br />

corporativa transnacional.<br />

El propuesto AMI extendería esta capacidad. Las negociaciones sobre el AMI fueron cobrando importancia fuera<br />

de la Ronda Uruguay y fueron patrocinadas por la OECD. Los acuerdos propuestos venían a constituir una “carta<br />

de derechos” del capital transnacional, Daría a las corporaciones transnacionales una libertad casi absoluta frente a<br />

las restricciones políticas y legales del estado nacional en lo relacionado con inversiones por encima de las<br />

fronteras, obligando con sus provisiones a los gobiernos nacionales a los locales y hasta los niveles municipales.<br />

El AMI es, en palabras de Joseph Roberts, “un acuerdo entre los más grandes inversionistas corporativos del<br />

mundo para lograr en común y usar amistosamente entre ellos el <strong>sistema</strong> legal global, como suelen hacerlo los<br />

carteles en relación con industrias individuales. Las liberalizaciones del GATT, la creación de la OMC y las<br />

negociaciones del AMI fueron apoyadas por un “lobby” muy bien organizado de corporaciones transnacionales<br />

(TNCs). Las TNCs de modo creciente han venido a operar abiertamente como entidades económicas y también<br />

como entidades políticas organizadas, de un modo que recuerda a esas compañías comerciales patentadas de la era<br />

mercantil, que estaban investidas de poderes imperiales con autoridad soberana sobre los dominios coloniales.<br />

Históricamente, las nuevas clases gobernantes en proceso de fortalecimiento pueden rápidamente constreñir la<br />

autonomía del estado, a medida que hacen un uso más intenso del estado en tiempos de más grandes<br />

reestructuraciones <strong>capitalista</strong>s. Pero las CTNs aparentan representar solamente al capital, y nada más; la fusión del


estado y del capital parecería ser algo sin precedentes bajo la globalización, de lo que se sugiere la necesidad de<br />

repensar el significado de la autonomía del estado y revisar las teorías sobre el estado.<br />

Las reglas globales del GATT han generado tensiones con los bloques nacionales en su competencia con los<br />

bloques transnacionales y las políticas que promueven (ej. Sobre políticas agrarias) y arrojan luz sobre las tensones<br />

de clases transnacionales/nacionales a que aludíamos más arriba. A medida que se hacían más claros los vaivenes<br />

en materia de políticas agrarias de los 80s, bloques de países centrales tales como los EEUU y los estados de la<br />

UE, fueron capaces de usar sus más poderosos estados nacionales para promover sus intereses intencionalmente.<br />

Esto confundió a muchos observadores, que vieron en esto signos de nacionalismo de estado o de competencia<br />

Norte-Sur más que la globalización que permanecía como núcleo dinámico de la política. A medida que avanzaban<br />

los 90s, el bloque transnacional fue capaz de imponer su agenda de liberalización de sus productos agrícolas, que<br />

hace posible el fundamento global. ( A su turno, el colapso de los sectores agrícolas del antiguo Tercer Mundo<br />

aceleró el proceso de proletarización vinculado con la globalización).<br />

A fines de los 90s, el ETN como una institución que intenta imponer su autoridad sobre un proceso espacialmente<br />

abierto y fluido de acumulación de capital, estaba sumiendo algunos poderes y funciones históricas que los<br />

estados-nación habrán perdido, organizando la acción colectiva para facilitar y reproducir este proceso en la<br />

economía global. La creación de una superestructura <strong>capitalista</strong> que llevara a cabo, en el nivel transnacional,<br />

funciones indispensables para la reproducción del capital, especialmente las que los estados nacionales eran<br />

incapaces de realizar, no es decir que el ETN se hubiera consolidado plenamente como una estructura regulatoria,<br />

administrativa y política en la plenitud del término. No hay una clara línea de mandos ni de división del trabajo<br />

dentro del aparato del ETN, ni nada que en esa época pueda parecerse al tipo de coherencia interna de los estados<br />

nacionales, dado el estado embrionario de este proceso. Sin embargo, el ETN ha desarrollado mecanismos para<br />

asumir un creciente número de funciones tradicionalmente asociadas con el estado nacional.<br />

¿Cuáles son estas funciones y cómo las ha asumido el ETN Una es la compensación por el fallas del mercado.<br />

Aquí tenemos los desembolsos del FMI en México, el Sud Este de Asia, Brasil,etc. Otra es la creación de dinero.<br />

La creación de moneda en los EEUU muestra que ésta puede ser transnacional. Una tercera, es la garantía a los<br />

derechos de propiedad y a los contratos mercantiles. La OMC sugiere que éstas pueden ser impuestas<br />

supranacionalmente. Otra es la provisión de bienes públicos (infraestructura y servicios sociales). Las políticas<br />

sociales, las decisiones de inversión y la movilización de recursos que determinan la infraestructura, han pasado a<br />

ser de modo creciente establecidos supranacionalmente, y luego, ejecutados por los estados nacionales. De humor<br />

similar, las inversiones fiscales, a creación de créditos, la redistribución impositiva, y aún el control sobre las<br />

asignaciones del capital y del trabajo son actividades que de modo creciente son diseñadas en la arena política<br />

supranacional para ser llevadas a ejecución por los estados nacionales. Y aunque la supervigilancia policial y el<br />

poder militar han permanecido ampliamente dentro de la esfera del estado-nación, el ETN paulatinamente ha<br />

estado desarrollando mecanismos militares. Por ejemplo, las Naciones Unidas han asumido papeles de creciente<br />

importancia en la policía global. Se ha la ha visto en “diplomacia preventiva” o como “mantenedora de la paz” en<br />

28 conflictos en 1994, que se comparan con 5 en 1988, comprometiendo a 73.393 militares, comparados con los<br />

9.570 en 1988. A pesar de esta actividad expansiva del ETN, ha habido muchas funciones que el ETN no ha sido


capaz de asumir, como ponerle riendas a la especulación y a los excesos de lo que se ha caracterizado como<br />

“capitalismo casino” de la economía global. Identificar las funciones del ETN no implica aplicar un análisis<br />

funcional, dado que las condiciones bajo las cuales estas funciones no son cumplidas se especifican y se<br />

problematizan, como lo haré más adelante.<br />

En resumen, es desde este proceso que el ETN ha comenzado a surgir, no como algo expresamente planeado, sino<br />

como la consecuencia política de la práctica social y de la acción de clases de la clase <strong>capitalista</strong> transnacional en<br />

esta coyuntura histórica, y como un aparato que no está reemplazando sino emergiendo del seno de a infraestructura<br />

pre-globalización del capitalismo mundial. Podemos arrojar una mirada sobre como el ETN ejerce una<br />

influencia determinante sobre las formaciones de clase alrededor del mundo. La relación entre el desarrollo<br />

<strong>capitalista</strong> y el estado es mutuamente determinante más que unidireccional. La influencia de rebote del ETN sobre<br />

la formación global de clases es precisamente lo que podríamos esperar de una comprensión teórica materialista<br />

histórica del estado como un elemento de mediación política entre las fuerzas sociales y las estructuras productivas<br />

que sirve para reproducir o transformar las relaciones de grupos y clases. Pero esta instantánea sobre el ascenso de<br />

un ETN no está completa. Necesitamos examinar también la transformación del estado nacional ya que éste s una<br />

parte integral del ascenso de un ETN.<br />

V: Desde los Estados de Bienestar y Desarrollistas a los Estados Neo-Liberales<br />

A medida que emergía el bloque dirigente transnacional en los 80s y los 90s, se acompañaba de una “revolución<br />

pacífica” en el sentido Gramsciano, que entrañaba modificaciones en las estructuras económicas y sociales,<br />

impulsadas desde arriba a través de la agencia de los aparatos del ETN. Junto con el proceso de crear un aparato<br />

supranacional, este bloque dirigente se echa a la tarea de penetrar y reestructurar a los estados nacionales. A<br />

medida que el capital viene a liberarse del estado-nación, y con ello, de los tipos de rigidez asociados con la<br />

acumulación Fordista-keynesiana y su atraso en materia de ganancias, las estructuras sociales de la acumulación<br />

negociadas entre el capital, el trabajo y diversas class subalternas, comenzó a desintegrarse. En los EEUU y otros<br />

países centrales, esto conjuró el final de la era Fordista. En el segundo mundo, invocó el ascenso de fracciones<br />

trananacionalizadas entre las elites aspirantes que comenzaron a establecer lazos con la burguesía global y a<br />

articular un proyecto para la plena (re)integración en el capitalismo mundial. En el Tercer Mundo, la burguesía<br />

nacionalista, la pequeña burguesía, y los regímenes revolucionarios quedaron desplazados por las fracciones<br />

transnacionalizadas de las elites locales, a medida que los proyectos desarrollistas multiclasistas de deshilaban.<br />

En la agresiva persecución de sus proyectos la clase <strong>capitalista</strong> transnacional ha conducido prolongadas campañas<br />

ideológicas orientadas a legitimar el desmantelamiento de las políticas de seguridad social y de los estados<br />

desarrollistas, y a diseminar la ideología <strong>capitalista</strong> global del consumismo y del individualismo. Ha forjado<br />

alianzas oportunas, en algunos casos con fuerzas de la extrema derecha y de la derecha, y con clases subalternas<br />

organizadas en populismos de derecha. Ese fue ekl caso con las fuerzas conservadoras en el Partido Republicano,<br />

identificadas con Ronald Reagan a principios de los 80s, tras cuya retórica populista de derechas, se encontraban<br />

poderosos representantes del capital transnacional. En otros casos, entró en coaliciones con la centro-izquierda y<br />

los progresistas, y aún con los izquierdistas, fuerzas que lo han provisto de una legitimidad para la austeridad y la<br />

reestructuración económica, o que han sido capaces de ejercer una función de control social, que la clase


<strong>capitalista</strong> transnacional y sus agentes locales nunca habrían sido capaces de lograr. Este habría sido el caso, por<br />

ejemplo, del Congreso Nacional Africano en África del Sur , de los socialistas y comunistas en Europa, y de ex<br />

movimientos revolucionarios en América Central.<br />

Si la acumulación capital monetario fuera del <strong>sistema</strong> del estado-nación fue un aspecto importante en el proceso de<br />

la globalización económica, fue también un mecanismo clave en la incorporación de países, especialmente de los<br />

periféricos, en el proceso de transnacionalización, y más generalmente, en la transformación de los estados<br />

desarrollistas y de seguridad social en estados neo-liberales. La crisis de la deuda de los 80s, impuso el poder y la<br />

autoridad del capitalismo global dentro de las propias estructuras y en el funcionamiento de los estados nacionales<br />

del Tercer Mundo. La deuda condujo a la reinserción de países y regiones en todo mundo en una economía global<br />

reorganizada. La infusión masiva de capital líquido reciclado en el Tercer Mundo desde los 70s, ligada a la<br />

concentración del poder económico en el capital financiero transnacional, tuvo profundos efectos sobre la<br />

constelación de grupos y clases existentes en la periferia. La necesidad de obtener divisas extranjeras para pagar la<br />

deuda ( el poder estructural del capital transnacional sobre los estados deudores junto con las presiones directas de<br />

los estados centrales hacían obligatorio el pago), forzaron a las naciones a reestructurar sus economías a favor de<br />

las exportaciones de acuerdo con las demandas de la cambiante estructura del mercado mundial. A lo largo de un<br />

extenso período, la contracción de la deuda y su subsiguiente re-servicio tuvo la consecuencia de fortalecer a esos<br />

sectores que tenían vínculos afuera, y se redistribuyen las cuotas de poder acumulado político y económico hacia<br />

nuevas fracciones ligadas con el capital transnacional. A un cierto punto en este proceso, la nación deudora es<br />

incapaz de mantener la solvencia fiscal y se vuelve hacia las instituciones económicas supranacionales en busca de<br />

asistencia, la que se da a condición de adoptar ajustes estructurales o el programa “neoliberal”. El programa neoliberal<br />

fue diseñado entre los 70s y los 80s por las agencias financieras internacionales y los “think tanks” de la<br />

nueva burguesía transnacional. Este programa convocaba a la eliminación de la intervención del estado en la<br />

economía y de la regulación de los estados-nación individuales de las actividades del capital en sus territorios.<br />

Trataba de alcanzar condiciones en cada país y región del mundo para la movilidad, la libre operación y la<br />

expansión del capital. Los programas de ajuste llegaron a ser los más importantes mecanismos para ajustar las<br />

economías locales a la economía global. Entre 1978 y 1992 más de 70 países llevaron a cabo 566 programas de<br />

ajustes estructurales y de estabilización impuestos por el FMI y por el Banco Mundial. Lo que vino a ocurrir con<br />

estos programas fue una reestructuración masiva de los aparatos productivos en estos países, y la reintegración en<br />

el capitalismo global de vastas zonas del antiguo Tercer Mundo, que quedan bajo la tutela del ETN emergente.<br />

Específicamente, estos programas persiguen la estabilidad macroeconómica como un requisito esencial para la<br />

actividad del capital transnacional. Este modelo busca armonizar un amplio rango de políticas comerciales,<br />

industriales y monetarias entre múltiples naciones, como un requerimiento para que el capital transnacional<br />

plenamente móvil pueda funcionar simultáneamente y aún instantáneamente entre numerosas fronteras nacionales.<br />

En el modelo neo-liberal, la estabilización, o el paquete de medidas fiscales, monetarias, de cambio y las medidas<br />

adicionales introducidas para lograr la estabilidad macroeconómica, es seguido por “el ajuste estructural”: a)<br />

liberalización del comercio y de las finanzas, lo que abre la economía al mercado mundial; b) des-regulación, que<br />

remueve al estado de las decisiones en materia económica ( pero no de las actividades en donde sirve al capital); c)


privatización de los antiguas esferas públicas que pueden afectar la acumulación de capital, si criteros de interés<br />

público sobre la ganancia privada se dejan operando. Este modelo genera así las condiciones más plenas para una<br />

gananciosa (“eficiente”) renovación de la acumulación de capital a través de nuevos circuitos globalizados, y con<br />

ello, para la reproducción social en la era de la globalización. El neo-liberalismo es, de esta manera, la “grasa” que<br />

le permite echar abajo todas las estructuras no mercantiles. Al proclamar abiertas y accesibles al capital<br />

transnacional todas las capas de la fábrica social, el neo-liberalismo ayuda a disolver las fronteras entre lo nacional<br />

y lo global.<br />

Aquí ya vemos los pernos y tornillos de la transnacionalización del estado. La reestructuración económica<br />

engendra a la reestructuración política a medida que el poder se redistribuye en la sociedad, así como en el mismo<br />

aparato del estado, hacia el núcleo emergente transnacional de los grupos locales dominantes. El proceso de ajuste<br />

facilita una contracción simultánea en la demanda total y una transferencia del ingreso y de los recursos de los<br />

trabajadores y de los productores en pequeña escala a los grandes productores y al personal burocrático ligado al<br />

capital transnacional. La reestructuración resulta en una transferencia de los recursos del estado desde programas<br />

que apoyaban la reproducción de la clase trabajadora a esas agencias estatales conectadas con la globalización, en<br />

donde el criterio técnico de “ eficiencia” reemplaza a todo otro criterio social que podría contravenir la lógica de<br />

acumulación del capital por encima de las fronteras. Igualmente, efectúa una transferencia de poder desde<br />

ministerios con programas orientados hacia los servicios sociales (servicio social, educación, trabajo,etc) a los<br />

Bancos Centrales, tesorerías, ministerios de economía y finanzas, y el ministerio de relaciones exteriores. A<br />

medida que los recursos son transferidos desde el sector doméstico al externo, y desde ahí hacia el mercado<br />

mundial, se van fortaleciendo los “pools” transnacionales en cada nación. Las fracciones transnacionales vienen a<br />

incorporarse en la burguesía transnacional y se lanzan a la captura de estados locales. En los hechos, es frecuente<br />

que los presidentes de los Bancos Centrales sean designados por el FMI o el BM. El movimiento hacia la<br />

independencia del Banco Central tiene el propósito de aislar las alturas de comando de las políticas del estado<br />

nacional, poniéndolas al margen de todo control público o de cualquier rendición de cuentas, y también, para aislar<br />

a estos órganos del estado que atan a cada economía nacional con la economía global, de esos otros órganos de<br />

estado nacional que pueden llegar a estar bajo presión pública. Un reciente informe del BM es bastante explícito<br />

sobre este asunto. La reforma del estado, afirma el informe, comienza “ con unos pocos enclaves críticos (que)<br />

típicamente incluyen al ministerio de Hacienda, el banco central, y la agencia colectora de impuestos... (la<br />

reestructuración estos órganos).. puede lograrse a través de una orden ejecutiva ... (y podría) establecer un arreglo<br />

macroeconómico efectivo por parte de una elite tecnocrática aislada.”<br />

Las elites tecnocráticas locales llegan a operar a través de las redes del ETN que se saltan los canales formales del<br />

gobierno y de otras instituciones sociales sujetas a influencia popular. El poder pasa hacia las estructuras<br />

supranacionales, incluyendo las redes financieras, a medida que prosigue este proceso de integración política<br />

supra.nacional. Hay una pérdida de toda clase de control democrático por parte de las clases populares sobre los<br />

centros de decisión política y de distribución de recursos. Los centros de decisión y los mecanismos regulatorios<br />

que emanan de agencias supranacionales y de contingentes locales de la burguesía transnacional, son<br />

superimpuestos a los estados nacionales, que quedan absorbidos en los aparatos del emergente ETN. Sin embargo,


mientras el ETN impone sus programas de ajuste, la integración supranacional de los aparatos del estado nacional<br />

no viene a darse necesariamente desde fuera, y llega a ser más el resultado de estrategias adoptadas por grupos<br />

locales dominantes en el proceso de transnacionalización que por la imposición externa, como se enfatiza<br />

generalmente en la literatura (que refleja ese dualismo nacional-global). Cuando los dirigentes del estado ajustan<br />

las economías nacionales a la economía global, no lo están haciendo necesariamente porque ellos están siendo<br />

compelidos por una fuerza “externa (extra-nacional/global). Esta dualidad nacional/global es una mistificación.<br />

Los programas de ajuste estructural ayudan así a socavar las coaliciones políticas multi-clasistas y los proyectos<br />

sociales que desarrollaban en el período pre-globalización, tales como los proyectos populistas y los “estados<br />

desarrollistas” en el Tercer Mundo (aunque los países centrales, salvo Gran Bretaña, generalmente no han<br />

adoptado los programas del FMI, las mismas presiones de ajuste que emanaban de la economía global socavaron<br />

allí el proyecto de bienestar keynesiano). Nuevos bloques transnacionales vinieron a reemplazar a las coaliciones<br />

multi-clasistas. Para este fin, los ajustes estructurales del FMI y del BM enfatizaron los “diálogos de política” y “la<br />

construcción de instituciones” como una manera de organizar coaliciones en gobiernos simpáticos y armonizados<br />

con el programa reestructurador. El trabajo y las clases populares son erradicados por el nuevo bloque dominante,<br />

de las coaliciones políticas y de los proyectos sociales del período pre-globalización.<br />

En los 80s el ETN planeó un nuevo modelo de desarrollo. En 1980, el Banco Mundial redefinió el desarrollo, ya<br />

no como crecimiento económico nacional, sino como “una participación exitosa en el mercado mundial”. En el<br />

corazón del nuevo modelo de desarrollo estaba un vuelco completo desde la producción para los mercados<br />

domésticos a la producción para el mercado mundial, señalándose la subordinación de los circuitos locales de<br />

acumulación a los nuevos circuitos globales. Más tarde en esa misma década, la definición se amplió para incluir<br />

una política de amplia liberalización. El nuevo modelo de desarrollo se basaba en la rearticulación de cada país a<br />

los mercados mundiales a través de la introducción de nuevas actividades económicas ligadas a la acumulación<br />

<strong>capitalista</strong>, la contracción de los mercados domésticos, el abaratamiento del trabajo a través de la casualización y<br />

de la austeridad social para hacerlo “competitivo” , y la apertura de los sectores públicos, de las industrias<br />

protegidas y de los recursos naturales a la explotación comercial. Mediante este proceso los estados neo-liberales<br />

institucionalizan localmente las nuevas relaciones de clase globales discutidas más arriba. Los estados nacionales<br />

neo-liberales de finales del siglo XX reflejan la nueva correlación histórica de fuerzas sociales que emergió tras la<br />

quiebra de las estructuras de estado <strong>capitalista</strong>s que se formaron en un particular período e la lucha de clases entre<br />

los 1890s y los 1970s.<br />

De este modo, lejos del “fin del estado-nación”, como se ha proclamado en una cascada de estudios recientes,<br />

estamos sendo testigos de su transformación en estados neo-liberales. Estos estados neo-liberales, como elementos<br />

componentes del ETN, proveen servicios esenciales al capital. Los gobiernos nacionales sirven como correas de<br />

transmisión y como filtros para la imposición de la agenda transnacional. Agréguese a esto que ellos realizan tres<br />

funciones esenciales: 1) adoptan las políticas monetarias y fiscales que aseguran la estabilidad macroeconómica;<br />

2) proveen la infraestructura básica, necesaria para la actividad económica global (puertos y aeropuertos, redes de<br />

comunicación, <strong>sistema</strong>s educativos, etc.), y 3) proporcionan orden social, esto es, estabilidad, lo que requiere<br />

instrumentos de sostén de la coerción directa y aparatos ideológicos. Cuando la elite “transnacional” habla de


“gobierno”, se refiere a esas funciones y a la capacidad para cumplirlas. Esto queda explícito en el Informe de<br />

1977 sobre Desarrollo Mundial de parte del Banco Mundial, El Estado en un Mundo que Cambia, que señala que<br />

la enseña del estado nacional es esencial para la globalización. En las propias palabras del BM: “la globalización<br />

comienza en casa”. Pero las funciones del estado neo-liberal son contradictorias. A medida que la globalización<br />

avanza, la cohesión social interna declina junto con la integración económica nacional. El estado neo-liberal<br />

retiene poderes esenciales para facilitar la globalización, pero pierde la habilidad para armonizar intereses sociales<br />

conflictivos dentro de un país, para realizar la función histórica de sostener la unidad de formaciones sociales<br />

concebidas nacionalmente, y de alcanzar la legitimidad. El resultado es una dramática intensificación de crisis de<br />

legitimidad, una contradicción interna del <strong>sistema</strong> de capitalismo global.<br />

Conclusiones: Movilización Transnacional desde Abajo para Contrarrestar la Movilización Transnacional<br />

desde Arriba.<br />

Dadas así las cosas,¿ qué se puede hacer ¿Aplastar al ETN e intentar un retorno a los proyectos populares de<br />

cambio social del estado-nación El problema con tales propuestas es que la globalización, que comprende tanto a<br />

agencias como a estructura, no es un proyecto concebido, planeado y ejecutado al nivel de la intencionalidad.<br />

Pienso que debemos mirar hacia delante y no hacia atrás. Procesos históricos de este tipo no pueden ser revertidos<br />

tal cual, pero pueden ser influidos, redireccionados y trascendidos. Esto nos vuelve hacia mi afirmación inicial de<br />

que el materialismo histórico es liberador precisamente porque revela la especificidad histórica de las formas de<br />

vida social existentes. Los proyectos de emancipación operan en la historia. Como Marx nos habría recordado,<br />

hacemos nuestra historia, pero no la hacemos justo como queremos, “sino bajo las circunstancias que<br />

encontramos, dadas o transmitidas desde el pasado”.<br />

No es inevitable que una nueva elite transnacional llegue a consolidar su hegemonía política y económica. Una<br />

crisis económica grande o el colapso puede llevar a un callejón sin salida a este proceso o empujarlo en<br />

direcciones imprevisibles. El capital transnacional goza de un poder estructural sin precedentes por sobre las clases<br />

populares a nivel mundial, pero esta es una coyuntura histórica y no una característica fija del <strong>sistema</strong>. La<br />

confianza que transpiraba la burguesía transnacional en las últimas décadas del siglo XX – con su tesis del “fin de<br />

la historia”,etc—ha cedido el lugar a miedos frente a crisis que vienen a manifestarse crecientemente como<br />

contradicciones internas del capitalismo global. La recesión mundial de los noventas expuso la fragilidad del<br />

<strong>sistema</strong> monetario mundial y causó una creciente alarma y fisuras que se extendían en los círculos internos de la<br />

clase dirigente global. A medida que la década llegaba a su fin se alzó un coro de voces desde el interior de la elite<br />

global clamando por una regulación financiera global centralizada y numerosas propuestas fueron hechas para<br />

alcanzar esta meta, propuestas que iban desde la creación de un banco central mundial a la transformación del FMI<br />

en un verdadero “prestamista de última instancia”. Estos desarrollos subrayan el intento de la clase <strong>capitalista</strong><br />

transnacional de alcanzar algún orden regulatorio, dada la incapacidad del incipiente ETN para estabilizar el<br />

<strong>sistema</strong>.<br />

El capitalismo ha sido siempre un <strong>sistema</strong> violento e inestable, henchido de contradicciones. Todas las<br />

contradicciones hermanadas al <strong>sistema</strong> <strong>capitalista</strong> están saliendo a la superficie en la nueva época de la<br />

globalización, en particular, la sobreacumulación y la polarización social a escala mundial. En el pasado estas


contradicciones conducían a crisis periódicas que resultaban de tiempo en tiempo en reorganizaciones del <strong>sistema</strong>.<br />

Por ejemplo, el imperialismo permitía a los países centrales desplazar hacia el mundo colonial, momentáneamente,<br />

algunos de los antagonismos más agudos que generaba el capitalismo, mientras los mecanismos keynesianos de<br />

absorción, tales como la creación de crédito, posponían la sobreacumulación de crisis. Pero muchas sino todas las<br />

crisis recurrentes del capitalismo han sido mediadas por el estado-nación. Bajo la globalización el estado nacional<br />

es menos capaz de manejar sus crisis de tan diversa especie, así también el ETN emergente está mal preparado<br />

para resolverlas, especialmente esas crisis de sobreacumulación y las de polarización social. Aún cuando el<br />

<strong>sistema</strong> financiero global pudiera ser sujeto a regulación, simplemente no existen los mecanismos para estrategias<br />

de absorción, ni el <strong>sistema</strong> provee bases para un proyecto de legitimación.<br />

En la nueva época no está claro de que modo las contradicciones del <strong>sistema</strong> podrían ser puestas fuera de juego,<br />

pero ciertamente hay en el horizonte nuevas oportunidades para proyectos emancipatorios. Hablar de la<br />

globalización como la culminación del extenso crecimiento <strong>capitalista</strong> y de su acelerada conquista de las esferas<br />

no-<strong>capitalista</strong>s, es aceptar que hay una serie de dinámicas y contradicciones históricas que están siendo<br />

modificadas o suplantadas por estas nuevas circunstancias: El <strong>sistema</strong> no será derrotado por retos externos a su<br />

lógica, tales como lo fueron los países del antiguo Bloque Soviético y los movimientos de liberación del Tercer<br />

Mundo. Más bien la derrota vendrá desde dentro del propio <strong>sistema</strong> global. Las contradicciones entre las clases<br />

<strong>capitalista</strong>s y pre-<strong>capitalista</strong>s, por ejemplo, cada día son más irrelevantes. La resistencia a la colonización<br />

<strong>capitalista</strong> desde fuera está cediendo el terreno a la resistencia al capitalismo desde dentro. La penetración<br />

universal del capitalismo a través de la globalización arrastra a todos los pueblos no solamente hacia las redes de<br />

las relaciones de mercado sino también hacia las redes de la resistencia.<br />

Defender la relevancia de Marx y la continua vitalidad del materialismo histórico no es decir que todo lo que Marx<br />

haya dicho es todavía aplicable a las condiciones que enfrenta la humanidad en el nuevo milenio. Por el contrario,<br />

cualquier proposición de ese tipo llega a ser un dogma, intelectualmente estéril y políticamente incapacitador. El<br />

argumento de Marx y de Engels de que “ el proletariado de cada país debe, por supuesto resolver sus problemas<br />

con su propia burguesía”, hoy está fuera de época. “Su propia burguesía” es ahora transnacional; cada burguesía<br />

“nacional” es al mismo tiempo la burguesía del proletariado de numerosos países. Las clases populares en la edad<br />

de la globalización necesitan transnacionalizar sus luchas. La movilización de la burguesía transnacional desde<br />

arriba sólo puede ser contrarrestada por una movilización transnacional desde abajo . Las clases trabajadoras y<br />

populares cuyo punto de apoyo había sido el estado nacional, necesitan y deben transponer hacia el espacio<br />

transnacional sus manifestaciones y su capacidad para plantear demandas al <strong>sistema</strong>. Esto significa desarrollar los<br />

mecanismos –las alianzas, las redes, las acciones directas y las organizaciones—que permitan una resistencia<br />

transnacional. Esto también significa desarrollar una ideología y política socialista transnacional que tenga en la<br />

mira al ETN como terreno a disputar.<br />

Reconocimientos<br />

Quisiera agradecer a James R Maupin, a Gioconda Robinson y a Jeffrey Mitchell por sus comentarios a los<br />

primeros borradores de este ensayo.<br />

__________________________________________________


(*) William I. Robinson pertenece al Department of Sociology and Anthropology de la New México State<br />

University, Las Cruces, NM 88003. e.mail: wirobins@nmsu.edu<br />

Este trabajo fue presentado al Taller Transatlántico sobre “Materialismo Histórico y la Globalización” que se<br />

realizó en la Universidad de Warwick en abril de 1998.<br />

Enlaces sobre Corporaciones Transacionales, el Estado y la Globalización:<br />

Transnational Corporate Research<br />

Recursos de Revista Globalización:<br />

Transnatonal Corporations (artículos):<br />

Transnational Corporatios and World Trade.<br />

"Unhappy Families: Global Capitalism in a World of Nation-States":<br />

LAS PRIVATIZACIONES : ECONOMÍA POLÍTICA DE LA SUBASTA DE AMÉRICA LATINA.<br />

(Primera parte)<br />

Federico García Morales<br />

En América Latina, la "globalización" tiene una expresión en la "privatización" que en pocos años ha<br />

transferido el control de la producción al sector privado de este continente. Este movimiento se ha<br />

transnacionalizado y ha implicado el traspaso de propiedad social, entre 1990 y 1996, por un precio<br />

calculado en 72 mil mdd. En este artículo se resume el marco histórico, las justificaciones de esta operación,<br />

sus modalidades, su extensión y efectos.<br />

Es parte ya de la historia recordar que un buen día, entre preparativos de carnaval, Bahía vendió su distribuidora<br />

eléctrica -Coelba- en 1600 mdd a Iberdrola, conocida por generar el 40% de la electricidad de España, pero<br />

además por tener fuerte ingerencia en Argentina, Bolivia, Chile y Colombia. Se recuerda pero también se esfuma


la operación en Brasil, porque ya forma parte de una lista imponente de empresas transferidas en este país que está<br />

a la cabeza del interés privatizador en América Latina. En el sólo negocio de la electricidad, caben alli también las<br />

operaciones de Enersis en el noreste brasileño, al adquirir Coelce, en Ceará. Mientras la empresa UniLever,<br />

holandesa, entra a controlar el 60% del negocio de los helados. Nada se escapa a la operación privatizadora.<br />

En algunos países la ola privatizadora, luego de absorber todo el territorio, se revuelve en un enconado conflicto<br />

por el control de unas empresas sobre otras, como ocurre por ejemplo en Chile, en donde después de enconada<br />

lucha concentradora, siete personas han logrado controlar el 70% de los valores. Pero en otros , como son el caso<br />

de Venezuela o Brasil, se ha venido a constituir algo así como una Nueva Frontera, en donde la privatización está<br />

en su ascenso a una especie de climax, apoyada en agendas y cronogramas para los remates de este año, en donde<br />

cabe todo, desde la electricidad a las minas, los teléfonos y las tierras, los puertos del litoral y los aeropuertos, el<br />

turismo y los hipódromos y, por si algo se escapa, las alcantarillas.<br />

Como ofertantes aparecen oficinas de los diferentes Gobiernos latinoamericanos, comités ad hoc, o como se les<br />

llame. La contraparte son generalmente holdings, una suma de intereses locales y transnacionales, con fuertes<br />

capacidades financieras. En algún momento y casi sin excepción, los estatutos que han presidido estas<br />

transacciones, han aceptado también la concurrencia de "sectores sociales", obreros y jubilados de preferencia,<br />

en un afán de manifestar al mundo la orientación democrática de la operación en curso que hasta ha llegado a<br />

denominarse de "capitalismo popular".<br />

El marco histórico<br />

Las privatizaciones masivas en América Latina se lanzan desde mediados de los setenta, coincidiendo con la<br />

entrada de un período contractivo de la economía <strong>capitalista</strong>, que fue encontrando soluciones parciales a través del<br />

ensanchamiento de las operaciones financieras, asentadas en el manejo del crédito, y una fuerte presión sobre los<br />

ingresos de la población y los recursos públicos. En este período se exacerba la tendencia de los centros a drenar<br />

valor de sus periferias, particularmente la franja colonial, explotando el fuerte endeudamiento que deriva de la<br />

primera crisis de energía y de las ofertas de eurodólares. Situación que abre las puertas para las intervenciones de<br />

la banca y de las corporaciones internacionales a través del FMI y sus "cartas de intención".<br />

El marco histórico de las privatizaciones se construye en América Latina en un período que se señala por la fuerte<br />

expansión de la deuda y de reforzamiento de formas de acumulación primitiva al servicio de la acumulación<br />

ampliada. Construcción que lleva a enfatizar las políticas monetarias y la independencia del capital con relación a<br />

otros factores, lo que lleva a dar énfasis a sus aspectos depredadores. La ola privatizadora forma parte y hasta<br />

preside la entrada del llamado "capitalismo salvaje", que combina explotación extensiva e intensiva de todos los<br />

recursos humanos y naturales en la producción de "milagros". Porque llega a ser sobre todo "milagrosa" la<br />

capacidad demostrada por los países latinoamericanos en esto de seguir cubriendo los intereses de sus deudas.


La privatización tiene en América Latina el sentido de una extorción, y se hizo posible a través de complejos<br />

escenarios sociales y políticos en donde no se excluye la violencia y la presión constante de estados neocoloniales.<br />

Cobró fuerza suficiente como para sustentarse ideológicamente.<br />

La introducción de las privatizaciones masivas en América Latina se facilita a partir del derrumbe de las<br />

experiencias desarrollistas, de crecimiento hacia adentro, con algún contenido socialista o nacionalista. Muy<br />

particularmente, vienen a operar en las revanchas que siguen a la detención de la Revolución boliviana, el ocaso de<br />

la experiencia allendista , peronista y velasquista. Es muy grande la importancia, en este sentido de la proyección<br />

que habría de tener el establecimiento de la dictadura pinochetista en Chile y su apego a los proyectos neoliberales<br />

que venían a tener un significado político, al dar con una consolidación de una base social y económica para esa<br />

dictadura. El fuerte retroceso de la organización obrera, el desastre centroamericano y la descomposición del<br />

<strong>sistema</strong> soviético, crearon condiciones para una ofensiva burguesa así como para la extensión de nuevas formas de<br />

coloniaje neoimperial, que ya no encontró restricciones para acceder al control de la producción y del excedente en<br />

el continente del sur.<br />

Una clase media debilitada, reformas agrarias inconclusas o en repliegue, la destrucción del movimiento sindical y<br />

de los partidos de extracción popular, empujaron hacia el control de los estados a representaciones del <strong>sistema</strong><br />

imperial coptados entre sectores colaboracionistas, con alguna capacidad de mediación frente a estructuras<br />

políticas más tradicionales, partidos desde largo tiempo en el poder, como ocurrió en diferentes países con el<br />

movimiento peronista, Acción Democrática, el MIR, el Partido institucional, Liberación Nacional, la Democracia<br />

Cristiana. Su proyecto se vino a identificar plenamente con los intereses de los sectores económicos en expansión<br />

que tenían su representación más cabal en sectores exportadores y entre los especuladores financieros, de los que<br />

vinieron a ser simples marionetas. Estos personajes son los que han difundido en los últimos años el credo<br />

neoliberal que en su espacio dedicado a la liberación de los mercados tiene como dogma la importante<br />

conveniencia de las " privatizaciones". Muchas veces el término, según la conveniencia, se envolvió de otros,<br />

como "modernizaciones", "desregulaciones", o simplemente "realidad globalizante".<br />

Un empuje sobresaliente a este movimiento privatizador provendría de las nuevas características del <strong>sistema</strong><br />

financiero internacional, que ha estado apoyando consistentemente el endeudamiento de América Latina y la<br />

penetración del <strong>sistema</strong> transnacional "privatizador", de acuerdo al "modelo poswestfaliano", que concede tanta<br />

importancia a la empresa por encima de los estados.<br />

Indudablemente las privatizaciones y el control que sigue de las naciones latinoamericanas por el <strong>sistema</strong><br />

corporativo <strong>capitalista</strong>, produce un giro en la historia que conocíamos: establece lineamientos completamente<br />

nuevos, con efectos demográficos, políticos, culturales, etc. El efecto que ya se percibe es el del ascendente control<br />

o hegemonía empresarial, descentrado con relación a los antiguos estados y sus bases sociales, con una fuerte<br />

tendencia a constituirse como "ajenos"--"aliens", en la jerga cinematográfica. Ya ven esa frase de Yuraszeck, el<br />

magnate de la electricidad y otros affairs chilenos, "o nos transnacionalizamos (nosotros, los de Enersis) o<br />

perecemos".<br />

Hasta l990, las empresas parasitaban adecuándose a las presiones y ofertas estatales, pero de ahí en adelante,<br />

debido al endeudamiento y al mismo proceso privatizador, las empresas han comenzado a apreciar el


debilitamiento económico de los estados como productores. Ahora el poderío económico se encuentra en manos de<br />

conglomerados nacionales y transnacionales. Y cada vez más la transnacionalización es como un destino<br />

manifiesto.<br />

El marco histórico se tiende a singularizar en cada país. Pero la orientación privatizadora es general, y es un<br />

proyecto que ha cobrado una gran velocidad pues parece atravesar por un vacío político, ya que sin contar con<br />

apoyos mayoritarios (nunca se solicitan), ni menos unanimidades, se sigue imponiendo con pocas objeciones, que<br />

las hay, como lo han demostrado grandes movilizaciones en contra de privatizaciones en Guatemala, Bolivia,<br />

Venezuela, Colombia, Brasil o Argentina. Pero todavía no es suficiente, el vacío existe, y por eso, sobre ese vacío,<br />

los Presidentes de este tiempo, hacen oír sus chillidos a favor del libre mercado. Y les hacen eco instituciones<br />

como ese fantasmal "Parlamento latinoamericano" que por este tiempo pone en su agenda de discusiones el punto<br />

"La privatización de los Servicios Públicos y otras alternativas"...<br />

Qué es eso de "privatizar"<br />

No es muy barroca la definición utlizada por los gobiernos latinoamericanos para definir a las privatizaciones. En<br />

Venezuela, una publicación oficial dice muy parcamente:<br />

"es la venta de los bienes del gobierno a entes privados, o de servicios públicos por parte de las compañías<br />

privadas..." Lo que implica todo un programa, ya que la secuencia más frecuente ha ido desde la transferencia de<br />

infraestructuras al dominio de los servicios.<br />

En Chile, ya con tonalidades más elogiosos y trascendentes se ha dicho: "es un programa que reasigna activos de<br />

sectores públicos a sectores privados con la esperanza /sic) de que se le de un uso más eficiente...que eleve el nivel<br />

del producto en la economía". Discurso éste que dispara una mezcla entre la definición general y las<br />

justificaciones, lo que ya habla de una "mala conciencia".<br />

En Argentina este aspecto justificativo prosperó algo más, ya que se la definió, incluso en proyectos legislativos,<br />

como medida "para darle aire al gobierno", "para continuar el rumbo de..." y "salida de las crisis financieras" "que<br />

opera el rescate"...<br />

Mientras en Brasil, bien recientemente bajo la vigilancia científica y desarrollista del presidente Cardoso, prosperó<br />

esta sesuda sentencia: "la principal razón de la privatización es buscar un Estado más eficiente, menos<br />

intervencionista y menos centralizador, a fin de adaptar al país a las realidades económicas..."<br />

Los documentos oficiales del Perú se elevan a consideraciones de mayor abstracción : "hasta hace unos años se<br />

pensaba que la privatización era simplemente una moda...pero existe una razón: la crisis fiscal por la que muchos<br />

de estos países han atravezado...y otra, la globalización del pensamiento económico, la globalización de las ideas.<br />

La privatización favorece una nueva visión..."<br />

Otro documento venezolano pareciera intentar anclar las ideas en algún terreno más concreto y dice así: "La<br />

privatización es un proceso complejo que interactúa con diversos sectores y áreas profesionales y funcionales,<br />

como la contabilidad, para ser llevados a cabo de manera exitosa..."<br />

Con estas definiciones oficiales, se puede notar que a veces se esquiva el tema principal o se entran a considerar<br />

otros problemas, a veces ni siquiera de modo muy específico. Pareciera a veces que se está hablando de otra cosa.<br />

Aspectos esenciales de las privatizaciones quedan fuera de toda consideración; por ejemplo,


el del valor de la transacción, a qué precio se vende o también, cómo se deprecia lo que se transfiere. Recordemos<br />

por ejemplo las "desincorporaciones" mexicanas de bancos y teléfonos. No se dice de dónde proviene la avidez<br />

con que se adquiere, al punto que se construyen conglomerados específicos para buscar y realizar este tipo de<br />

transacciones o igualmente, que las empresas privilegiadas busquen comprometerse a gigantescos endeudamientos<br />

internacionales para adquirir esas empresas públicas "que no son eficientes". Seguramente la gran minería chilena<br />

no era eficiente, la CORFO y sus filiales no eran eficientes. YPF no era eficiente. Nada se dice sobre el carácter<br />

del sector que se adjudica estos bienes y sus exóticas colusiones. Ni se alude tampoco, obviamente, a la linea del<br />

proyecto concentrador en que se incluye. Tampoco queda clara la situación a mediano y largo plazo del país que se<br />

despoja de esos espacios económicos, ni el efecto que tendrá sobre su población, particularmente sobre la fuerza<br />

de trabajo. Se alude brumosamente a alguna crisis fiscal y en algunas legislaciones y, hasta en cartas de intención.<br />

se declara que los ingresos procedentes de una privatización se destinarán al pago de deudas... Aunque en esto<br />

también la realidad es esquiva, ya que el propio Banco Interamericano de Desarrollo señalaba este año, que "no<br />

estaba tan claro el destino que se había venido dando a los dineros recaudados". ¿Es que la privatización, además<br />

de ser en si misma una invitación a la corrupción, que se desarrolla y promueve en ambientes corrompidos, hereda<br />

mayor corrupción <br />

Quizás convenga conceder en este campo algún espacio, por breve que sea, a los antecedentes históricos en cuanto<br />

a prácticas "privatizadoras", partiendo de la figura que implica una transferencia de bienes de una forma de<br />

propiedad estatal o colectiva a propiedad privada. En este sentido, las privatizaciones tienen hasta antecedentes<br />

romanos. Cuando en el siglo I las legiones conquistan la Galia, la Hispania, el Norte de Africa, Grecia y buena<br />

parte del Medio oriente, se distribuyeron grandes extensiones principalmente entre los grupos consulares o<br />

senatoriales, y hasta entre sus soldados. Lo que implicó una transferencia de propiedad y la fundación de una<br />

nueva sociedad en las regiones conquistadas. España, en su conquista de América, traspasó propiedades a los<br />

dominios privados de los colonos. Habría que recordar a este respecto las "desincorporaciones" que echaron a<br />

andar Cortés y Pizarro. Situaciones que abrieron los espacios para la formación de una sociedad poderosamente<br />

estratificada a partir de la disposición propietaria En América del Norte, las colonias, y luego la República<br />

americana se expanden sobre una expropiación muy vasta de tierras, que se arrancan a los indígenas y más<br />

adelante, a medida que prosperaba "la Conquista del Oeste", a los nuevos estados mexicanos. De algún modo,<br />

EEUU se "privatizó" Tejas y California. La entrega de espacios a colonos, en todo el mundo decimonónico,<br />

involucró un traspaso de propíedad pública eminente a manos privadas y generalmente a título gratuito, en Africa,<br />

en Australia y en Sud América. Esta apropiación de bienes y de rentas las coloca Marx en el capítulo del Capital<br />

dedicado a la "acumulación originaria".<br />

No tocamos acá el problema de las "privatizaciones" en los países del Este europeo, por tratarse de un tema<br />

extenso y porque sus lineamientos tienden todavía a ser muy diferentes a los que se dan en América Latina. Por<br />

citar sólo un detalle: la privatización en Polonia ha debido encontrarse con fallas financieras y con la inexistencia<br />

casi absoluta de un polo acumulador privado, que permitiera grandes traspasos, de modo que ha debido extenderse<br />

por un largo plazo, en ensayos sobre formas de "capitalismo popular", empresas autogestionarias y empresas de<br />

microaccionistas. El caso polaco también sirve para demostrar que no toda empresa estatal es necesariamente una


empresa en bancarrota, una situación que afectó allí a los propagandistas de la privatización. Aunque no cabe duda<br />

que con sus sesgos propios, el curso privatizador ha levantado vuelo en Rusia, sostenido sobre las acumulaciones<br />

de la nomenklatura , de las maffias y de inversionistas externos.<br />

Consideraremos aquí sólo tangencialmente las privatizaciones europeas, a pesar de que son miles las empresas<br />

públicas que en Francia, Italia, Alemania, Inglaterra y España han seguido esos rumbos. Europa nos interesa en<br />

esta ocasión en relación a los centros adjudicatarios de empresas privatizadas que desde alli prosperan hacia<br />

América Latina, particularmente desde España, y que han encontrado en el gobierno de Aznar un gran apoyo, lo<br />

que no excluye un recuerdo a Felipe González, bajo cuyo gobierno entre 1992 y 1994, se dio un gran impulso a las<br />

privatizaciones españolas (otro tanto ocurría con Mitterrand en su cohabitación al otro lado de los Pirineos). Fue<br />

por allí donde el discurso justificativo comenzó a mencionar el reordenamiento del sector público y el saneamiento<br />

de las finanzas. Y en ambos casos, la respuesta fue una gran derrota electoral.<br />

Diversos ciclos en el desarrollo <strong>capitalista</strong> de América Latina han sido presididos por operaciones ventajosas,<br />

alumbradas generalmente desde el poder, que concedieron beneficios por la vía de la "privatización" o también<br />

"desincorporación" a empresas o propietarios individuales. En el siglo XVIII se dio la adjudicación de los fundos<br />

de la Compañía de Jesús a sectores nada de clericales. En el XIX, en México se redistribuyeron los fundos<br />

eclesiales, las tierras de comunidades y se produjeron generosos traspasos a raíz del tendido de las líneas de<br />

ferrocarriles. En Brasil se logra consolidar el reparto del interior. En Chile, la atención se concentró a mediados del<br />

siglo pasado en la conquista y reparto de las tierras mapuches, que conduce a una privatización y luego, en el<br />

remate de las estacas salitreras que deriva en la propiedad privada de enormes concesiones mineras.<br />

A nadie se le ocurrió entonces justificar estos traspasos por alguna necesidad de mundialización o por razones de<br />

crisis fiscal o cosa parecida. Se daba más directa y obviamente el despliegue del interés y la necesidad de<br />

consolidar un dominio. Después vendrían las complicaciones, y eso que agudamente alguien denomina "el proceso<br />

complejo de la privatización". Pero esencialmente estos fenómenos se parecen.<br />

Por un lado hay un traspaso de bienes. En segundo lugar este traspaso del dominio público al privado se realiza<br />

bajo ciertas condiciones de coerción que se ejerce por alguna agencia o circunstancia sobre el estado que se ve en<br />

la necesidad de transferir la propiedad. En tercer lugar, y esto es muy importante, la transferencia es enormemente<br />

atractiva y ventajosa para el adquirente, al punto de hacerlo movilizar todos los esfuerzos posibles, y hasta toda su<br />

capacidad de crédito para la adquisición de estas propiedades. En la mayoría de los casos se trata de una ventaja<br />

comercial apreciable, y en algunos menos de la más absoluta y ventajosa rendición ante el hecho de que me están<br />

obsequiando a título gratuito una propiedad, es decir se trata de donaciones con algún encubrimiento. Rara vez el<br />

proceso de privatización es conducido de manera transparente, y con mucha frecuencia contiene: a) cláusulas<br />

secretas que son de la conveniencia de alguno de los contratantes; b) ventajas pecuniarias aceptadas por los<br />

representantes de la parte estatal; c) participación de funcionarios o de parientes o presta-nombres del gobernante<br />

en el directorio de la nueva sociedad ; d) perspectivas de integración a conglomerados no definidos en el convenio<br />

público; e) condiciones tácitas para el progreso de condonación de pagos a futuro; f) condiciones en corto para<br />

repartos de parte o del total de la indemnización; g) convenciones que afectarán los derechos de los trabajadores o<br />

derechos de terceros.


Tampoco en estos convenios se deja ver el elemento disparador de estas privatizaciones que quedan cada una<br />

clavada en una justificación de "baja productividad" o "mala administración". Esto es, nada se dice del peso que en<br />

estas decisiones pudo tener alguna "carta de intenciones" con el FMI, ni las presiones de un sector empresarial que<br />

sobrepasa en poder a cualquier otra fuerza política. El altruismo parece dominar el escenario.<br />

Yendo al grano, la privatización en curso es una de las expresiones que tiene la globalización (como expresión de<br />

la agenda corporativa) en América Latina. Está contribuyendo a obtener todas las ventajas posibles de una<br />

situación de sometimiento que ha seguido al gran proceso de endeudamientos internacionales de las últimas dos<br />

décadas. Ventajas que se acumulan a favor del <strong>sistema</strong> transnacional de acumulación y de concentración, y que de<br />

pasada deja completamente fuera de balance a la distribución del producto en cada uno de los países afectados por<br />

estas medidas.<br />

La privatización en este medio viene consistiendo en el traspaso de propiedad social por montos multimillonarios,<br />

a título gratuito o a precios de remate al disfrute del capital en proceso de muy alta concentración. A su vez, la<br />

composición de ese capital conduce a distintos ritmos en una misma dirección: al control transnacional del <strong>sistema</strong><br />

de producción, de las finanzas y de la totalidad del complejo económico continental, lo que vendrá a implicar<br />

modificaciones nunca consensuadas, discutidas ni menos aceptadas para la economía, las sociedades, la política y<br />

las culturas de los pueblos de América Latina.<br />

Este traspaso se explica de diversas maneras: formalmente una buena parte de estas privatizaciones se han hecho a<br />

favor de compañías del ámbito regional latinoamericano, aspirantes a una semitransnacionalización ("semi" ya que<br />

a diferencia de las mayores, suelen carecer de un centro financiero propio). Generalmente se trata de holdings<br />

especializados en alguna rama, por ejemplo, de energía o alimentos, que para realizar sus operaciones deben contar<br />

con una faja de créditos. Ultimamente cada vez con más frecuencia, recurren a la colocación de bonos de deuda,<br />

operaciones con ADR, por sumas bastante considerables, que llevan a que una parte importante del patrimonio<br />

bursátil se negocie en el extranjero.<br />

Estos bonos entre 1990 y 1996 pasaron de 76.000 mmd, a 200.000 mdd. A esto habría que sumar préstamos<br />

obtenidos en diversos paraísos fiscales (cerca del 5%).<br />

Por otro lado, estos conglomerados, están asociados a empresas internacionales. Al caso, el Grupo Cisneros de<br />

Venezuela , con vinculos con Apple, Burger King, RCA y AT&T. O la Enersis de origen chileno, vinculada a<br />

Endesa/España. De muchas maneras entonces, los grupos regionales catapultan las ganancias que derivan de estas<br />

privatizaciones hacia el <strong>sistema</strong> transnacional, reforzando el carácter tributario encubierto de las economías<br />

latinoamericanas.<br />

Garantizar el saneamiento fiscal y el pago de las deudas suele ser el punto justificativo para las privatizaciones.<br />

Pero las deudas públicas de América Latina suman ya más de 650 mil millones de dólares, (las privadas<br />

constituyen un escándalo paralelo, gigantesco y mal cuantificado) en tanto los ingresos estatales en los últimos 10<br />

años, derivados de esta fiebre de "desincorporaciones" no suman más de 73 mil millones de dólares. Entretanto,<br />

América pierde el ingreso que le generaban las empresas privatizadas o lo que viene a significar la baja en los<br />

precios que tiene su producción en el mercado internacional, debido a excesos en la concurrencia. Está el caso por<br />

ejemplo en Chile, de "la fiebre del cobre" que ha inducido precios más bajos al metal rojo debido a la explosión


productivista de las minas privatizadas que compiten en el mercado mundial con la minería estatal. Recientemente,<br />

la corona del disparate económico la obtuvo el empresario Hochschild quien declaró que el remedio para la baja de<br />

los precios del cobre era producir más. Habría que agregar que de la producción de las firmas privadas, el estado<br />

chileno sólo obtiene un pequeño impuesto.<br />

El problema de la deuda externa no será paliado por las privatizaciones. Ésta sigue devorando el 30% de los<br />

ingresos anuales de Latinoamérica, y la política de privatizaciones no está prometiendo crecimiento. Por el<br />

contrario, está induciendo situaciones ajenas a reclamos de desarrollo. También los trabajadores de América<br />

Latina tienen que pagar los intereses de los préstamos solicitados por las corporaciones que ganan las licitaciones.<br />

Pero hay también otro anecdotario: En el NorEste brasileño, al día siguiente de establecerse el nuevo propietario --<br />

ENERSIS-- que se adjudicó la central eléctrica, Coelce, procedió a despedir a la mitad del personal. Esto en el<br />

Nordeste del Brasil, donde hay un problema endémico de desempleo. Y ésta no es una ocurrencia extraordinaria.<br />

Las políticas a que se adscriben los agentes de la privatización giran en torno a criterios de ganancia corporativa,<br />

expansión de intereses transnacionales, y no sobre criterios de seguridad social. Y si se interesan, y están muy<br />

interesados, en la Seguridad social es para entenderla como fuente de financiamiento para otras aventuras que<br />

desplacen a los capitales controlados hacia otros niveles de realización<br />

(<br />

El proceso privatizador en diversos países de América Latina.<br />

Las empresas del área social o empresas públicas o paraestatales, jugaron un papel muy importante en el desarrollo<br />

económico y social de América Latina, sin embargo gran parte de ellas ya han sido ejecutadas en beneficio de la<br />

acumulación privada, que opera según un modelo concentrador, saqueador y de injusticia social.<br />

La ola privatizadora se vincula estrechamente al problema del endeudamiento y ha ido acorralando a las políticas<br />

fiscales en esta línea de "soluciones" que ha dado su contribución a las corrupciones locales, y ocasión al<br />

aparecimiento de un puñado de potentados latinoamericanos en las listas de billonarios de Forbes. Desde luego, el<br />

más rico de todos, Slim, que utilizando su amistad con el Presidente Salinas de México se adjudicó Telmex. O los<br />

holdings de Chile (Enersis, Matte, Cruzat, Luksic) que se engendraron y crecieron a partir de su colaboración con<br />

la dictadura de Pinochet. Siempre, en Argentina, en Bolivia, en Perú, el <strong>sistema</strong> privatizador fue un escándalo.<br />

Pero un escándalo auspiciado.<br />

Vean si no esas "reglas" de sana privatización de un documento peruano: 1) "contar con la voluntad política y<br />

tener pleno apoyo del Presidente de la República.2) Crear las condiciones para que el proceso se lleve a cabo con<br />

la debida celeridad.3) Se debe tener en cuenta la rentabilidad a mediano y largo plazo de las empresas a ser<br />

privatizadas, su recuperación operacional y rápido crecimiento.4) atraer inversión extranjera.5) Los ingresos<br />

provenientes de la privatización sólo podrán ser destinados al pago de la deuda pública externa..." A esto habría<br />

que agregar un consejo del SELA: que los bienes se oferten a precios muy bajos para estimular el interés de los<br />

adquirentes. "Los precios han de ser lo suficientemente bajos para garantizar la demanda, la suscripción total y la<br />

distribución de la propiedad... también el gobierno puede vender participaciones por etapas, y al inicio con ofertas<br />

de pequeños lotes de acciones y mayores descuentos. Con el tiempo, a medida que se muestra el compromiso del<br />

gobierno y aumenta la confianza del sector privado, se ofrece un mayor porcentaje y se reducen los descuentos."


El proceso privatizador, que ha dado origen a estas enormes fortunas locales, se ha dado también una organización<br />

a través de conglomerados dedicados casi exclusivamente a la privatización, y que muy ágilmente ya operan a<br />

nivel continental. No tienen esa integración multisectorial que caracteriza a los conglomerados transnacionales de<br />

origen europeo o asiático. Tienden los latinoamericanos a concentrarse en algunas bandas: la "transnacional "<br />

argentina Bunge, se especializa en alimentos, mientras Villares, de Brasil , que tiene filiales en EEUU y Europa, se<br />

especializa en transporte vertical. Es raro el <strong>sistema</strong> que tenga algún núcleo bancario, a menos que derive de ese<br />

tipo de operaciones, como pasa con Luksic, de Chile, que cuenta con un fuerte núcleo bancario (también fruto de<br />

privatizaciones) que se junta a sus actividades mineras o de otro orden. El resultado de esta particularidad es que el<br />

financiamiento de modo creciente viene a depender de la venta de bonos o la contratación de créditos a largo plazo<br />

en el mercado mundial. Los bonos de deuda adquiridos por inversionistas institucionales (fondos de pensiones,<br />

seguros, etc) se han transformado en los últimos años en el modo regular para conseguir financiamientos.<br />

No debe exagerarse sin embargo esta presencia local entre los favorecidos en las licitaciones. También aquí<br />

encuentra su lugar muy destacado el sector transnacional. Vale la pena señalar que España invierte casi el 90% de<br />

su capital dedicado a la compra de empresas en esta situación, en América Latina, en una operación que se parece<br />

mucho a una Reconquista. Pero allí también están empeñados grandes capitales del Reino Unido, de Francia,<br />

Suiza, Alemania, y obviamente de los EEUU. La alimentación de operaciones que se engranan en el espacio<br />

especulativo, que encaja en el fenómeno del capitalismo "burbuja", ha estado empujando recientemente, y hasta<br />

con el apoyo del FMI, la búsqueda de una ampliación de la operación financiera a través de la apertura de las<br />

bolsas latinoamericanas de la venta de valores derivados ( futuros, deudas,etc.).<br />

La "privatización " llamada también "capitalización" en lugares como Bolivia o el Caribe, se hermana con un<br />

amplio movimiento desnacionalizador que se aprecia más claramente en la entrega de los recursos petroleros en<br />

todo el continente. YPF, YPFB, PETROBRAS, PEMEX... son expresiones comunes en este proceso de<br />

reconquista imperial. Una situación que se agrava por la superexplotación de esos recursos, con consecuencias que<br />

no se tardarán de ver como suicidas.<br />

Como ya hemos expresado, las privatizaciones no sólo afectan a la infraestructura o a otros negocios. Se orientan<br />

más recientemente a copar un lugar central en los <strong>sistema</strong>s de pensiones que de esta manera se han reorientado<br />

para convertirse en combustible del <strong>sistema</strong> financiero al entregarse los ahorros de los trabajadores a manos del<br />

capital especulador. En Chile, por ejemplo, los fondos de pensiones son inversionistas institucionales en diferentes<br />

mercados de valores, y sus aventuras en Asia en este año trágico, han venido a verse como desventuras. En<br />

México, sobre el mismo modelo se han ido creando cuentas de retiro en un ambiente financiero cargado de malos<br />

signos.<br />

Las privatizaciones se constituyeron en programa central de los gobiernos latinoamericanos, en una ola que llega<br />

al paroxismo en 1997. Los proyectos de las empresas que ya se especializan en este tipo de adquisiciones tienen<br />

ambiciones continentales, adecuadas a su constitución transnacional.(Ej. tendida de vías férreas a través de la masa<br />

continental sudamericana, de gaseoductos, conquista de la plenitud de la energía eléctrica y de los recursos<br />

mineros y forestales,etc) Sin embargo, la contracción económica que comienza a afectar a la economía mundial a<br />

partir de mediados de ese mismo año 1997, ha tocado al negocio privatizador latinoamericano, encontrándonos


con muchos remates desiertos de compradores,por ejemplo en las licitaciones recientes de empresas eléctricas<br />

brasileñas.<br />

Es notable como toda la historia económica de estos países ha venido a desembocar en esta explosión<br />

privatizadora. En algunos ese escenario es más abigarrado. En otros hay menos recursos a que echar mano. En<br />

Barbados, en Aruba, en Trinidad, la privatización se interesó sobre todo en el cemento<br />

Algunos datos adicionales:<br />

Crecimiento de la deuda externa (pública) latinoamericana:<br />

En 1975 era de 69.000 mdd. En 1990, de 443.000. En 1996, de 603.000.<br />

Monto de privatizaciones: en los últimos 15 años, de 110.000 m.dd.<br />

América Latina acumuló en 1996 el 17% del total mundial en materia de privatizaciones, por un total de 15 000<br />

m.dd. Una suma que se alzó todavía más en 1997 (probablemente sobre los 25 000 m.dd). Otro dato que debe<br />

tenerse siempre presente, lo proporciona Cepal: en 1990 había en América Latina 197.2 millones de pobres; en<br />

1994 la cifra había crecido a 210 millones.<br />

En este artículo tendremos también ocasión de apreciar si en algún país latinoamericano la privatización ha<br />

servido, como se dijo, para pagar o reducir la deuda externa.<br />

Argentina.<br />

En los últimos 20 años Argentina ha visto crecer su deuda externa vertiginosamente, al menos en un 2000%.<br />

Desde 1990 en adelante, se comienza a repetir el slogan de que es posible una disminución de esa deuda mediante<br />

el recurso de las privatizaciones. Pero desde el 90 a la fecha, esa deuda se duplicó.<br />

La gran expansión privatizadora se da bajo los sucesivos gobiernos de Menem, que se identificó plenamente con el<br />

discurso liberador de mercados y las políticas del FMI.<br />

El gran golpe, con alcances simbólicos, fue la privatización de Yacimientos Petroliferos Fiscales, que puso a<br />

Argentina a la vanguardia en esto de la desnacionalización petrolera en el hemisferio.<br />

Pero con el tiempo no todo serían clarines vanguardistas, y en estos días, en el proceso de venta de bandas de la<br />

telefonía celular han surgido problemas judiciales que manifiestan desacuerdos entre el Gobierno y su manera de<br />

llevar la licitación, y la empresa canadiense Telesystem que consideró inconstitucionales algunas cláusulas<br />

introducidas por la parte gubernamental. Un detalle que viene a darse después de una extensa operación<br />

privatizadora que en contra del discurso presidencial, no ha contribuído en absoluto a resolver la creciente deuda<br />

externa del país que ya sube de los 100.000 millones de dólares (era menor a 50.000 mdd. cuando asumió<br />

Menem).<br />

La telefónica celular es un segundo acto, ya antes en 1990, el gobierno argentino se había desprendido de Entel a<br />

favor de Telefonica International Holding, que se adjudicó a través de COMTEL la región Sur, y una asociación<br />

entre Stet y France Telecom que se quedó con la región Norte. Gas del Estado se vendió en 3.320 millones;<br />

Aerolínea Argentinas en 1900.<br />

.En Argentina, desde el ascenso de Menem, en tres años se vendieron 400 empresas.<br />

Pero el argumento del "pago de deuda" lo ha esgrimido desde la venta de la parte estatal de YPF al sostenido<br />

intento de privatizar el Banco de la Nación


De todos modos, varios conglomerados argentinos han logrado con estas prácticas ponerse en órbita: Bunge &<br />

Bom (dedicada a molinos y alimentos, y ahora en un nuevo giro hacia los fertilizantes) ha extendido su acción a<br />

Brasil,Chile y Uruguay, con ventas de 1.500 millones. El Grupo Techinet (fundiciones e ingeniería) ya opera en<br />

Ecuador, Paraguay, Chile, Colombia, Venezuela y Uruguay.<br />

Mientras Pérez Companc (petróleo, gas, comunicaciones) cuenta con filiales en Brasil, Bolivia, Ecuador y<br />

Venezuela. En tanto YPF realiza actividades petroleras en lugares tan lejanos como Indonesia, Argelia y el Golfo<br />

de México. YPF fue privatizada en 1993 por la cantidad de 3040 millones de dólares.<br />

Más recientemente en lo que se refiere a la entrega de la infraestructura argentina mediante privatizaciones, los<br />

afortunados han sido los "holdings" chilenos: la Compañía de gas del estado, por un valor de 2380 millones de<br />

dols, pasó a Gasco de Chile; la eléctrica SEGBA, a un conjunto integrado por Chilgener, Chilectra; Costanera a<br />

Endesa, Enersis y Chilectra; Hidroeléctrica El Chocón (por 223 mdd) a Endesa, y así. Para este año se licitan<br />

Eseba, con un comprador norteamericano, AES Corp, la Distribuidora Eléctrica de Buenos Aires, que la compra<br />

Camuzzi de Italia en sociedad con United Utilities de Gran Bretaña y Loma Negra, argentina. También la Central<br />

Piedra Buena en que interviene Citicorp y Pacific Enterprises de EEUU.<br />

Las compañías privatizadas siguen en adelante destinos sinuosos, como es el caso de Aerolíneas Argentinas, tan<br />

pronto en manos de la española Iberia, como de un tentador descenso forzado hacia Continental Airlines que busca<br />

consolidarse en el continente americano (recientemente Continental se asocia a la Varig brasileña).<br />

La chilena Enersis participa en la licitación de la Distribuidora de Electricidad Mendoza, que le abrirá enlaces<br />

importantes en la zona central de América del Sur. Esta sociedad tiene una asociación con Endesa/España. Que a<br />

su vez está fuertemente vinculada con Argentaria, Santander y BCH..<br />

El espacio de acción de las corporaciones internacionales en las privatizaciones se amplía en otros negocios, como<br />

en el caso de Argentaria de España que le compra a Citibank su parte en las aseguradoras argentinas (las mayores)<br />

Siembra AFJP, Siembra Retiro y Aseguradora Sur.<br />

Se vende también la Empresa Nacional de Correos y Telégrafos, Encotesa, (en 3600 mdd) a un grupo británico<br />

(Royal Mail) asociado con el Banco de Galicia y Macri.<br />

Menem ha anunciado nuevos proyectos de licitación, de ramales ferroviarios, de obras sanitarias, puertos y hasta<br />

de áreas de la Defensa. Puede ser todo el paquete un buen negocio, al fin y al cabo uno de los consejos que se<br />

suele dar a quienes entran en estas adquisiciones es saber apreciar el interés de los funcionarios encargados de<br />

poner estos bienes a la venta. O como dice un libreto de reglas empresariales español: "cuánto cobra el<br />

intermediario".Y el gobierno que le toca hoy a los argentinos es inusualmente corrupto y "liberal".<br />

Bolivia<br />

En 1975 la deuda externa de Bolivia era de 784 millones de dólares, y en 1995 era de 4523, y de entonces a la<br />

fecha no ha dejado de crecer. También allí, poner un fin a la deuda es la razón alegada por los círculos oficiales<br />

para empujar la privatización, a lo que se agregan como en Brasil, Perú y otros países, grandes encomios a las<br />

capacidades de una economía totalmente privatizada. Se juzga la economía boliviana como una de las más<br />

beneficiadas en su crecimiento por la introducción de inversiones extranjeras, atraídas particularmente por el<br />

programa de "capitalización de empresas estatales", eufemismo con que se designa allí a las privatizaciones.


Bolivia ya vivió anteriormente una etapa de control privado de su economía, desde 1900 a 1952, cuando "los<br />

barones del estaño" dominaron su principal producción. Entonces, el imperio de los magnates privados sólo<br />

consiguió darle al país andino ese sello de miseria propio de las economías de enclave que aún perdura. Y eso que<br />

ese negocio estañero tuvo una importancia mundial.<br />

La caída de ese <strong>sistema</strong> con la Revolución dio lugar a una substitución: por un tiempo el control minero quedó en<br />

manos de la COMIBOL (Corporación Minera de Bolivia). Y en los campos se extendió paralelamente una reforma<br />

agraria. Pero hubo limitaciones, y de algún modo el mercado mundial en otras manos se hizo valer. Por ejemplo,<br />

las refinerías estaban en el extranjero, y esto originaba una constante pérdida de valor. Por otra parte los precios<br />

del estaño tuvieron permanentemente pendiente como espada de Damocles la amenaza de la liberación de las<br />

grandes reservas acumuladas por EEUU durante la segunda guerra. Más adelante se dio el crecimiento de las<br />

exportaciones de China.<br />

Presiones parecidas vivió Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos, que a partir de 1977 debió contratar<br />

grandes deudas para sostenerse.<br />

El boom de las deudas que sigue llegó a comprometer parte importante del ingreso de exportación. Y así:<br />

La deuda externa que era en 1970 de 670 millones dd, fue en 1977 de 2510 millones,<br />

Y sube en 1995 a 5260 millones dd.<br />

Paralelamente en términos políticos se dieron muchas condiciones que propiciaron una ofensiva<br />

desnacionalizadora de sectores internos y externos. Y los ataques convergen contra toda la infraestructura,<br />

principalmente COMIBOL. Y sucesivos gobiernos vieron la conveniencia particular de la privatización. La táctica<br />

utilizada fue la venta de "aumentos al capital" de empresas estatales. El capital original en manos del estado se<br />

transforma aquí en un "aporte de capital" al que se suma el capital fresco que concurre con supuestas<br />

modernizaciones y con una capacidad gerencial que lo coloca en la dirección de la empresa.La capitalización que<br />

queda todavía en manos del "socio"estatal, toma el rumbo del capitalismo popular. Supuestamente para beneficio<br />

de la ancianidad.<br />

Mediante este procedimiento se "capitalizó" en 1995 la Empresa Nacional de Electricidad (Ende). Quedando en<br />

manos de diversas empresas extranjeras: Dominion Energy,Energy Initiatives, Constellation, todas<br />

norteamericanas y todo en 104 millones dd.<br />

La Empresa Nacional de Ferrocarriles, en sus dos ramales fue adjudicada al poco a la compañía chilena Cruz<br />

Blanca, en 39 millones dd.<br />

Comienza así a ampliarse el campo de la inversión extranjera, de la que ocupa un 59.5% la estadounidense, 9% de<br />

origen europeo, y un 22.1 por ciento la proveniente de la región latinoamericana. Entre ellas se reparten las<br />

privatizaciones recientes:<br />

En 1995 el Gobierno boliviano vende Luz y Fuerza de Bolivia a una empresa chilena, en 50,3 millones.<br />

Vende también el Lloyd Aéreo Boliviano a la VASP (brasileña, en 50 millones). Una venta que estará luego sujeta<br />

a controversias.<br />

Telecomunicaciones se cede a la italiana Stet, en 610 millones.


Se da entretanto un conflicto entre diversas empresas chilenas, británicas, americanas por controlar los <strong>sistema</strong>s de<br />

gasoductos.<br />

Una adjudicación estratégica, pues controla las conexiones troncales de redes de alta tensión, fue la venta de TDE<br />

de Bolivia por 39,9 millones de dólares (TDE tenía activos fijos por 124 millones y una deuda con el estado de 70<br />

millones) a la empresa española<br />

Unión Fenosa ACEX junto con AIG-GE Capital Latinoamerican Infrastructure Fund, con el apoyo de la Banca<br />

Central Hispana.<br />

En 1996 se privatizó YPFB (Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos) para cuyo efecto la compañía estatal se<br />

dividió en varias empresas : Chaco y Andina (que capitalizó la norteamericana AMOCO en 306 millones de dd.<br />

IPF exargentina, PLUSPETROL con Pérez Companc (que puso 206 millones dd). Mientras Transportadora de<br />

Hidrocarburos fue adquirida/capitalizada por la Shell y un consorcio norteamericano, Enron, que en conjunto<br />

pusieron en la aventura 263 millones dd.<br />

Han seguido a estas operaciones, industrias lácteas, Luz y fuerza de Cochabamba, etc.<br />

Para este año Bolivia ofrece a la venta el Sistema de Agua Potable y Alcantarillado de la Paz, a capitales franceses<br />

(Lyonnais des Eaux) y argentinos (Meller, Ardusa y Comercial del Plata). A esto se agrega la Empresa Petrolera<br />

del Chaco, a Amoco (EEUU); la Empresa Petrolera Andina (a YPF y Pérez Companc) y la Compañía Boliviana de<br />

Transportes, a Enron y Shell (EEUU).<br />

Muchos proyectos de los grupos privatizadores latinoamericanos pasan por Bolivia, claramente redes eléctricas, de<br />

gas y transportes. En este último rubro cabe lo que viene a ser el resultado de tramos de privatización de redes<br />

ferroviarias en Chile,Bolivia y Brasil. Al respecto el grupo Cruzat y Luksic de Chile buscan empalmar la red<br />

Oriental boliviana (en manos de Cruzat, que la compró a Bolivia en 1995) con el ferrocarril Arica-La Paz,( que<br />

también control el grupo Cruzat), y el ferrocarril Antofagasta-Bolivia de su socio el grupo Luksic. Luego es cosa<br />

de agregar segmentos brasileños y argentinos para unir una inmensa franja continental y sus recursos.<br />

Brasil<br />

.<br />

Brasil, junto con México, se adjudican las principales posiciones como deudores en América Latina. Si en 1980,<br />

tenía una deuda pública externa de 71,520 millones dd, en 1995 la había más que duplicado, y escalado el<br />

porcentaje de deuda en relación a las exportaciones en un 270%, en una balanza permanentemente negativa. El<br />

servicio de intereses consume el 21,6% del valor de las exportaciones.<br />

En los manejos financieros, es sorprendente la participación de paraísos fiscales como islas Caymán y Bahamas,<br />

que totalizan inversiones desde 1993 en adelante de varios miles de millones dd.<br />

Se han estado vendiendo empresas públicas en Brasil desde hace más de diez años- El cronograma de las<br />

privatizaciones, vale la pena recordarlo, se elaboró en el gobierno de Fernando Collor de Mello.<br />

Las privatizaciones han progresado al amparo de las políticas del Presidente Cardoso, sin que el valor de estas<br />

transacciones hayan implicado ingresos significativos frente al crecimiento de la deuda. Por ejemplo, entre octubre<br />

de 1991 y junio de 1996 se privatizaron cincuenta grandes empresas estatales, entre ellas la Usinas Siderúrgicas de<br />

Minas Gerais (Usiminas), la Companhia Siderúrgica Nacional ( CSN), Copesul y LIGHT, recibiendo el estado


asileño 11 mil millones de dólares. En ese mismo lapso, la deuda externa había crecido de 123 mil millones a<br />

175 mil millones de dólares.<br />

Actualmente realiza grandes licitaciones, y en el año reciente dio lugar principalmente al traspaso de las mayores<br />

empresas eléctricas públicas. En el caso de Brasil --todo un subcontinente-- las transnacionales y las empresas<br />

regionales con sus abigarradas alianzas, han jugado estrategias de posicionamiento. Ha sido una lucha denodada en<br />

donde ha habido algunas bajas (ej. la caída del grupo duro de Enersis chilena que perdió pie en esta aventura, al<br />

tratar de devorarse un bocado descomunal, como es Endesa/España, que terminó engulléndose a la chilena).<br />

Han participado en los repartos, Endesa, Enersis, Iberdrola, EDF, EDP, CMS, AES Corporation (las tres últimas<br />

norteamericanas) y la brasileña VBC .<br />

Se alzaron con los depojos: Endesa, Enersis y EDT que controlan ahora Cerj (Río) y Coelce (Fortaleza, en Ceará).<br />

Iberdrola que se quedó con Coeba (Bahía) y Cosern (Río Grande do Norte); EDF , de Francia, que ahora posee<br />

Light (Rio) y Electropaulo Metropolitana.<br />

La compra de Coelce fue extremadamente baja, y permitió a Endesa adquirir por añadidura el 32% de las acciones<br />

de Enersis y expandir operaciones en Colombia donde entró a dominar dos empresas más.<br />

Otras licitaciones importantes en Brasil han sido, en primer lugar CVRD (Compañía Vale do Rio Doce), una gran<br />

minera de nivel mundial, en 1.400 mdd, a un grupo de inversionistas encabezado por la Cia. Metalúrgica Nacional.<br />

Luego entra en licitación Telebrás. La licitación de Telebrás constituye, en momentos más angustiosos para la<br />

economía global, un tema más repleto de estrategias y de sobresaltos. Para licitarla, la gran compañía se divide en<br />

doce partes, pero luego ha surgido el problema de la capacidad de las partes para responsabilizarse de los ADR de<br />

la compañía en la bolsa de Nueva York... Mientras, hasta el último momento, el Gobierno invierte miles de<br />

millones de dólares en su modernización.<br />

Entre las licitaciones en curso está también el gaseoducto Bolivia-Brasil con sus estaciones de compresión. Las<br />

adjudicaciones se realizarán en julio de este año.<br />

Los grupos brasileños que han cobrado fuerza han sido: Petrobrás S.A. que se dedica a exploración y explotación<br />

petrolera en diferentes países (Angola, Libia, EEUU, etc), Odebrecht ( obraje pesado, metalurgia, tecnología),<br />

también con proyección externa a Perú, Venezuela, Ecuador. Sadia, en materia de frigorificos y alimentos. Pero<br />

han dejado espacio a nivel de infraestructura, como ya se dijo, a la penetración de capitales españoles y chilenos.<br />

A lo largo del año 1997, Brasil recibió 21.5 mil millones por la venta de activos estatales, y espera recibir en 1998<br />

una cifra cercana a los 26 mil millones dd. Entre las licitaciones más importantes del presente año entran las<br />

mayores restantes en electricidad (Eletronorte, Eletrosul, Eletropaulo, Furnas, Gerasul, Electrica de Mina<br />

Gerais,Cesp,etc), petróleo (Petrobras),distribuidoras de gas (Comgas,Bahiagas) puertos (Tecon,Sepetiba)<br />

ferrocarriles (Flumintrens, Fepasa, Ferroeste, Ferro Teresa Cristina, Raffsa) y telecomunicaciones (Embratel,<br />

Telebrás (que integra 27 compañías telefónicas) la Riogradense de Telecomunicóes, Banda B Amazonia, (de<br />

telefonía celular), bancos (Banco del estado de Minas, Credireal).<br />

Para organizar el delicado negocio de las privatizaciones eléctricas y petroleras, el Presidente Fernando Cardoso<br />

ha puesto a su propio yerno, David Zylbersztajn, Secretario de Energía de Sao Paulo y Director general de la<br />

Agencia Nacional de Petróleos. Otro involucrado en las campañas privatizadoras fue el recientemente fallecido


Sergio Motta, tesorero en las campañas de Cardoso, que se manejó en lo de las telecomunicaciones y Banda B. Así<br />

se hace historia.<br />

Chile<br />

Chile se ostenta como país modelo en la ejecución de las políticas de libre mercado. Sin embargo abriga una deuda<br />

externa pública y privada excepcionalmente alta y dinámica, que ha sido puesta al servicio de vastos procesos de<br />

privatización y de concentración de la riqueza. Contiene en este sentido muchas de las características de las<br />

economías burbuja del sudeste asiático, y se coloca por ello actualmente como una economía riesgosa.<br />

En 1975 esta economía tenía deudas por 4072 millones, y hoy bordea los 27 000 millones dd. Una parte pequeña,<br />

siempre algo así de 4000 millones es deuda pública, el resto es deuda privada.<br />

Durante la dictadura de Pinochet se puso a la orden del día la privatización de un número grande de empresas<br />

públicas que vinieron a sazonar el apoyo de la derecha social chilena a esa dictadura, contribuyendo a consolidar<br />

una costra burguesa.<br />

Las privatizaciones absorbieron CAP (Compañía de Aceros del Pacífico), la CTC (Compañía de Teléfonos de<br />

Chile), Entel, Endesa, porciones de LAN,etc.<br />

En los años de la Concertación, la práctica privatizadora prosiguió con nuevos bríos, estimulando la acumulación<br />

en conglomerados que ya habían encontrado su momento de despegue en los años anteriores. Al parecer continuar<br />

estimulando este curso económico fue una de las condiciones pactadas para la llamada "transición".<br />

El éxito de este proceso, como ya hemos señalado, se expresa en el hecho de que hoy día siete personas tengan el<br />

control del 70% de los valores del país. El proceso privatizador ha encontrado su instrumento en una serie de<br />

"holdings", donde se conglomeran diversas empresas dedicadas a este lucrativo negocio, que completado ya en<br />

Chile ha empezado a dirigir sus posicionamientos en otros lugares del continente solas, asociadas entre ellas o con<br />

empresas transnacionales. De algún modo esto ha conducido a reforzar una idea algo falsa sobre "la<br />

competitividad" del modelo chileno y sobre un pretendido éxito de su economía. Lo que ha ocurrido es que se han<br />

generado condiciones para sacar capitales, a un alto costo para los niveles de vida de la mayoría de la población.<br />

Actualmente quedan muy pocas empresas, sobre todo mineras, en manos del estado. Es posible que guarden esa<br />

situación por razones de tipo estratégico (alimentan la burocracia y el aparato militar). Pero a lo largo de los años<br />

se han ensayado muchas fórmulas para inducir su privatización.<br />

El resto de la economía se encuentra ya casi totalmente en manos privadas, desde las empresas vinculadas a la<br />

infraestructura ( minas, transportes, electricidad, fundiciones, alimentos) a bancos, seguros, y una extensa gama de<br />

servicios en donde se incluye parte de la estructura de seguridad social, educacional, hospitalaria, etc.<br />

Quienes se adjudicaron estas propiedades fueron grupos como Angelini (fuertes en forestales, pesca, sector<br />

eléctrico y minero), Luksic,que controla el mayor grupo bancario, minas, alimentos y las cervezas;<br />

Matte,forestales, celulosa, construcción,; Yuraszeck, con su holding Enersis controlando la electricidad y en<br />

proceso de transnacionalización; Said, embotelladores y financistas.<br />

Chile dejó escurrir la mayor parte de sus nuevas minas a manos de estos grupos privados, y de empresarios<br />

extranjeros. Los Luksic por ejemplo, poseen el mineral Los Pelambres, con una reserva de 4 mil millones de<br />

toneladas, que explota en sociedad con empresas japonesas. Actualmente los consorcios privados tienen el control


del 61% de la producción minera de Chile. De entre este paquete minero, La Escondida ya supera la producción de<br />

Chuquicamata. La Escondida, con una producción de cerca de 850 000 toneladas de cobre, es propiedad de un<br />

consorcio australiano, Broken Hill, que tiene presencia en ochenta países.<br />

La presión adquisitiva no cesa, y puede decirse que existe ya una ofensiva privatizadora dirigida hacia Codelco, la<br />

compañía estatal que produce el 15% del cobre mundial y que posee el 18% de las reservas.<br />

Una novedad del año reciente fue la toma de posesión del holding privatizador Endesa por Endesa/España, por un<br />

valor de 1.500 millones de dd.<br />

Este año Chile ofrece la licitación de areopuertos (Carriel Sur, en Concepción), de empresas eléctricas (Colbún) de<br />

transportes / Ferronor, Ferrocarril Arica-La Paz), las Obras Sanitarias de Valparaíso...<br />

El carácter de estas privatizaciones constituye de por si un acto expropiatorio del patrimonio social. Las<br />

concesiones fueron hechas bajo condiciones políticas favorables a los empresarios,( que frecuentemente eran los<br />

propios funcionarios encargados de realizar las licitaciones) que muchas veces se adjudicaron estos bienes por<br />

sumas ínfimas o poniendo como garantías sus propias deudas. El rumbo de las grandes empresas privatizadas fue<br />

el de la gran concentración del capital: contribuyó a ahondar las diferencias sociales, y se llevó adelante sin<br />

contemplaciones con respecto a las reservas del país o a su patrimonio ecológico. Hasta el momento toda esta<br />

operación no puede justificarse por haber contribuído de alguna mínima manera a la producción de empleo, al<br />

mejoramiento del nivel de vida de la población trabajadora, o al pago de la deuda externa.<br />

Colombia<br />

En 1975 tenía una deuda de 3500 millones, que cinco años después se había triplicado, y vuelto a duplicar cinco<br />

años más tarde, y volver a multiplicarse de la misma manera cada lustro.De modo que hoy día es de 28 000<br />

millones. El servicio de esa deuda absorbe una parte importante de las exportaciones<br />

El país tiene como primer producto de exportación el petróleo, como segundo el café (cerca de 900 000 hectáreas).<br />

Ambos sujetos a fuertes fluctuaciones de mercado, y sostenidos mediante recursos devaluatorios (este año ha<br />

habido una devaluación del 30% que ha abaratado el componente de trabajo). A lo largo del tiempo<br />

constantemente han tenido un significado estabilizador las producciones de algunas hierbas.<br />

Entre las primeras privatizaciones estuvo la de Papelcol, industria papelera, que fue adquirida por la firma Grace;<br />

la venta de la ensambladora Sofaja a la Renault y la Toyota.<br />

El Ministerio de Minas ha tenido a su cargo la venta de las propiedades más importantes como por ejemplo, las<br />

acciones de Ecopetrol en diversas empresas, sobre todo de gas (Colgas, Surtigas, la Guajira,etc.)<br />

Las transnacionales invierten en el negocio privatizador colombiano, a pesar de las frecuenten "decertificaciones"<br />

con que EEUU ha bombardeado al gobierno de Samper.<br />

En 1997 se recogieron a este respecto 3100 millones por propiedades públicas (compañías eléctricas,<br />

hidroeléctricas, bancos y minas) adjudicadas a empresas españolas, sudafricanas, norteamericanas, chilenas,<br />

venezolanas. Endesa de España por ejemplo, se adjudicó una compañía eléctrica en Bogotá. En este negocio han<br />

sobresalido Enron Corp, Houston Industries, Banco Central Hispano, AngloAmerican Coal Corp., Chilgener. Y<br />

estas operaciones han sido ubicadas por el Gobierno colombiano como "inversión directa".


En Colombia se desarrolló un período de privatizaciones completas, pero debido a la resistencia de muchos<br />

municipios y regiones, recientemente el Gobierno optó por la táctica de privatizaciones parciales, conformando<br />

empresas mixtas con la inversión privada. Son los casos de la Empresa Eléctrica de Bogotá, la Corporación<br />

Eléctrica Atlántica y la Interconexión Eléctrica. En ésta última por ejemplo, se vende hasta un 15% de las<br />

acciones.<br />

El Gobierno ha estado ofreciendo acciones de Ecopetrol (sobre todo compañías de gas), de las electrificadoras de<br />

Santander y Tolima, de Carbocol. Y acciones de bancos (13% del Popular, 11% de Bancoldex). Ecopetrol ha<br />

iniciado también aventuras conjuntas con British Petroleum, Triton y Total, mientras una legislación que restringía<br />

las exportaciones petroleras, ha sido reemplazada por otra que rebaja los impuestos de salida de los hidrocarburos.<br />

Este año ofrece en venta distribuidoras eléctricas en Huila, Cundinamarca, Tolima, Meta y Quindio.<br />

Es interesante enfatizar la dedicación que han puesto los gobiernos desde el de César Gaviria a Samper en facilitar<br />

el proceso privatizador, sorteando hábilmente a la oposición social a esas medidas. Un ejemplo fue el intento de<br />

privatización de las telecomunicaciones en 1992, que experimentó la dura oposición de los sindicatos de Telecom,<br />

que amenazaron con dejar al país sin comunicaciones. El Gobierno optó entonces por introducir la privatización<br />

por puertas traseras, seccionando las telecomunicaciones por regiones, estimulando competencias y forzando la<br />

desincorporación de funciones laterales que se reforzaron con la entrada de la comunicación celular apoyada en el<br />

capital transnacional.<br />

En el país estos movimientos de penetración del capital extranjero con fines privatizadores se ven favorecidos por<br />

el inmenso poder de consorcios ya en amplio proceso de transnacionalización. En Colombia se han creado grandes<br />

conglomerados, como el grupo Bavaria, integrado por más de 150 compañías, (línea aérea Avianca, cerveceras,<br />

cadenas de periódicos, radios, televisión, telefonía, petróleos, construcción, seguros, etc). Asociados con la<br />

Renault, están armadurías, y con British Petroleum hacen exploraciones petroleras. Sus ingresos anuales son del<br />

orden de los 5,2 mil millones dd.<br />

Colombía desde 1991 proclama una política de "cielos abiertos" en materia de transporte aéreo, que favorece la<br />

privatización de ese sector desde las aeronaves a los aeropuertos.<br />

Entendidos ahora como sectores de concurrencia <strong>capitalista</strong> internacional.<br />

Para 1998, el Gobierno buscará vender la gran mina carbonífera de Carrejón, por la que espera recibir 500<br />

millones dd., y la Empresa de telecomunicaciones de Bogotá que oferta en 1300 millones.<br />

Están en licitación la construcción y rehabilitación de carreteras Briceño-Villa Pinzón-Tunja-Sogamoso y<br />

Bucaramanga-Ye de la Ciénaga. Se estarán contratando en este mes de mayo. El mantenimiento de vías férreas<br />

también busca una opción privada en la línea del Ferrocarril al Pacífico. La línea Bogotá-Santa Marta, que estaba<br />

por ser concesionada, encontró recientemente problemas legales que han dejado en suspenso la operación. Todo ha<br />

derivado de la falta de representatividad de Fepaz, la empresa compradora de la que se desgajó uno de los socios,<br />

el departamento del César. Se suma a esto, la privatización de Corelca, empresa eléctrica de la costa Atlántica), de<br />

Codensa (que se adjudica a ENDESA, España/Chile y Enersis), de Chivor (a Chilgener), Energía del Pacífico,<br />

Epsa (a Houston Energy), Betania ( a Endesa Chile). Se suma a esto Termocartagena, Gas Natural, y el Banco<br />

Popular.


Otro desarrollo privatizador que puso en Colombia en primer plano a la gran empresa, fue la liquidación de los<br />

mercados populares con la introducción de los "hiper mercados" en manos corporativas, una situación de<br />

"modernización" privatizadora ya general en América Latina pero a la que no se le ha puesto la debida atención<br />

desde el punto de vista de la concentración del capital.<br />

Costa Rica<br />

El Presidente Figueres Jr. también justificaba la privatización en términos de los pagos de la deuda externa que en<br />

el año pasado se evaluaba en 4000 millones dd. En ese año se lanzó la idea de poner en venta bancos como el<br />

Banco de Costa Rica y el Banco Internacional de Costa Rica. Una iniciativa que debería hacer suya el nuevo<br />

gobierno que se inauguraba en 1998. De ocurrir esto, podrían dirigirse hacia el mismo destino el Banco de Crédito<br />

Agrícola y el Banco Nacional de Costa Rica.<br />

El Presidente Rodríguez, recientemente inaugurado como privatizador, cree absolutamente que las privatizaciones<br />

constituyen la fórmula ideal para financiar la deuda externa, error que comparte con todos los presidentes del<br />

continente. Y así, en su campaña presidencial defendió la entrega de la Fábrica Nacional de Licores, del Instituto<br />

Nacional de Seguros, el Instituto Costarricense de Electricidad, de los puertos, aeropuertos, autopistas, y otras<br />

obras de infraestructura.( ya se puso en licitación la concesión del Ferrocarril del Atlántico). También ha sido<br />

planteada la privatización de los Parques Nacionales, una de las más importantes reservas ecológicas del<br />

continente. No cabe dudas de que el propósito central de su gobierno coincide con la realización de este plan. Muy<br />

tarde aparentó oponerse a esto el Partido Liberación Nacional.<br />

Cuba<br />

El proceso privatizador hace tiempo que puso pie en la Isla, explotando las duras condiciones del "período<br />

especial". Tabacaleras brasileñas (asociadas a la British American Tobacco) crearon asociaciones con empresas<br />

públicas cubanas para producir cigarrillos. La fórmula es una asociación, o la creación de una empresa mixta.<br />

Otros casos tienen como protagonistas al capital mexicano, por ejemplo Domos, que se asocia con la empresa de<br />

Telecomunicaciones de Cuba ETEC, controlando el 40% de sus acciones. O Danta de Monterrey (México) que se<br />

asocia con Textiles de Cuba. Otro caso interesante se relaciona con los cítricos donde entró una empresa chilena,<br />

PALE S.A. También la privatización recorre aquí caminos turísticos interesándose por las infraestructuras<br />

hoteleras.<br />

Ecuador<br />

Se calcula que Ecuador que en 1975 tenía una deuda externa de 585 millones, hoy ha multiplicado treinta veces<br />

esa suma. La deuda privada es otro problema: la cartera vencida de la banca privada asciende por hoy a mil<br />

millones de dólares, y lo bravo es que proviene de 600 mil deudores que simplemente no pueden pagar. Y hoy se<br />

ve acorralado entre la baja de precios del petróleo, el fenómeno de El Niño, y una fuerte incapacidad fiscal. El<br />

problema petrolero es grave: los ingresos petroleros alimentan el 50% del presupuesto.<br />

Pero aquí topamos con la privatización como panacea. Que conduce a verificar cómo se priva a Ecuador de su<br />

principal ingreso...<br />

Las privatizaciones han chocado con intereses manipulados por las FFAA, a cargo de una extensa red de empresas,<br />

y han estado salpicadas de escándalos, como en el caso EMETEL que comenzó a tramitarse en los tiempos de


Durán Ballén, bajo cuyo gobierno se produjo la descapitalización de esta empresa estatal. Luego hubo otros<br />

intentos de privatizarla. La obsesión continuó hasta que el Presidente Fabían Alarcón volvió recientemente a la<br />

carga con nueva consejería, y para facilitar el objetivo buscado, lanzó la "modernización", dividió Emetel en dos<br />

empresas, Antinatel y Pacifitel, que entran separadamente en licitación. Una licitación que de pronto (tantos<br />

problemas recesivos) se quedó desprovista de compradores.<br />

En Ecuador se conduce una política singular en materia de privatización de Petroecuador.<br />

Si en otros países se ha recurrido a la subasta en directo o de disfrazar una transacción no bien vista, parcelando las<br />

actividades a privatizar, en Ecuador se sabe de eso, como en el caso de Emetel, pero también se entregan contratos<br />

de concesión. De este modo han entrado a realizar tareas de exploración Mobil, Amoco, Triton, Oryx, Kuwaiti<br />

Santa Fe y otras.<br />

Este año se licita Cementos Chimborazo.<br />

El Salvador<br />

En El Salvador también se apuesta a pagar la deuda externa mediante la venta de los bienes públicos, y la apuesta<br />

se cumplirá si logra reunir 2800 millones de dólares.<br />

Anuncia la privatización de la compañía eléctrica CAESS por parte de la Comisión Presidencial de Modernización<br />

del Sector Público, la de la compañía de Santa Clara, CLESA, las compañías distribuidoras eléctrica del Sur<br />

DELSUR, y la del oriente EEO.<br />

En las telecomunicaciones ha entrado a ofrecerse ANTEL, oferta que ya en 1995 originó un amplio movimiento de<br />

protestas, ya que los trabajadores suponían que la privatización sería seguida de fuertes despidos.<br />

De todos modos, AES, una compañía norteamericana compró el 79% de la Compañía Eléctrica de Santa Ana; otra<br />

compañía venezolana .Enersal adquirió el Alumbrado Eléctrico de San salvador, Electricidad de Centroamerica y<br />

la Empresa Eléctrica del Oriente, todo el paquete por 297 millones dd.<br />

Este año vende el Banco Ahorromet al Banco de Nueva Escocia, de Canadá.<br />

Hasta el momento la suma de todas las ofertas están muy por debajo de lo que se reclama para pagar la deuda<br />

externa, que sigue creciendo.<br />

Guatemala<br />

Hace 20 años, Guatemala tenía una deuda manejable de alrededor de los 277 millones dd.<br />

Hoy día es diez veces mayor.<br />

Pero con el Presidente Alvaro Arzú, un neoliberal completo, la privatización es el camino que contiene todas las<br />

soluciones. Y en este objetivo se han designado la Empresa General de Telecomunicaciones GUATEL, la Línea<br />

Aérea Guatemalteca (AVIATECA) , el Banco Nacional de la Vivienda (Banvi), la Empresa de Ferrocarriles de<br />

Guatemala (FEGUA), concesión de redes de carreteras , etc. Hasta llegar a la privatización de los servicios<br />

sociales, (del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social), la educación, la salud, las redes turísticas,etc. GUATEL<br />

estuvo a punto de ser adquirida por Telmez, pero se estimó que su oferta de 530 millones era demasiado baja (el<br />

Gobierno solicitaba 800).<br />

Este año se vende aquí la compañía eléctrica EEGSA.<br />

Guyana


Con su producción de azúcar, arroz, oro, bauxita, frutas y maderas ha logrado sostener un Producto Bruto de 1.8<br />

mil millones dd. Al que duplica también una deuda externa de aproximadamente 2.5 mil millones (como en los<br />

demás países, ha venido multiplicándose varias veces en los últimos veinte años: era de 263 millones en 1975).<br />

Tiene también un alto porcentaje de cesantes (12%). La discusión sobre la situación está en el país referida a la<br />

sucesión del gobierno PNC al que se le atribuyen toda suerte de desastres y el actual gobierno PPC/Civic, que se<br />

declara conductor de las políticas correctas en el plan de la recuperación. La reducción de la deuda, más que al<br />

esfuerzo privatizador podría atribuirse a beneficios obtenidos en el Club de París que condonó en 1996 el 50% de<br />

la deuda de Guyana. De todos modos, cerca de la mitad de los ingresos se va en pagar servicios de deuda.<br />

En Guyana el impulso privatizador coincide con la instalación del nuevo gobierno en 1991 que crea un Plan de<br />

Recuperación en base a recomendaciones del FMI. Las privatizaciones del área nacionalizada veinte años atrás,<br />

siguieron diversas modalidades e interesaron principalmente a las áreas productivas centrales. De este modo se han<br />

privatizado bancos como NBIC, minas estatales de bauxita, y la Compañía de Electricidad de Guyana (GEC). En<br />

general se ha buscado establecer en estos terrenos empresas mixtas. Pero han tropezado<br />

con la falta de ofertas en las licitaciones, y muy frecuentemente con la oposición del sector trabajador. La falta de<br />

interés se atribuye a dificultades legales y a imprecisiones en el código privatizador.<br />

Se ha favorecido en general a empresas norteamericanas, aunque este capital ha preferido profitar de las ventajas<br />

que le ofrece la atención de almacenes y supermercados y la construcción o reparación de infraestructuras (muelles<br />

y malecones).<br />

Haití<br />

Debía 66 millones en 1975, y hoy día debe cerca de 1000 millones, que es mucho decir para uno de los países más<br />

empobrecidos del hemisferio, con una renta per cápita de poco más de 350 dólares. Después de la ocupación<br />

americana su economía ha quedado bajo el escrutinio y consejería del Banco Mundial y del FMI, que han ido<br />

formulando recomendaciones consistentes con su vocación, orientadas a introducir reformas bancarias y<br />

asegurando la presencia de la empresa privada (ya bien establecida en la época de Duvallier) en las minas, el<br />

comercio, las obras públicas, los hoteles . la agricultura y el negocio de los alimentos. En un país en donde el 60%<br />

del ingreso se concentra en el 1% de la población, habrá que imaginar el resultado.<br />

Honduras<br />

Comparte con el anterior los más profundos niveles de pobreza, y su deuda asciende hoy a 4500 millones de<br />

dólares, un alza que partió hace veinte años de una suma muy inferior, de sólo 341.<br />

En Honduras la iniciativa privada hace otros negocios como talar la selva a un ritmo de 100 mil hectáreas anuales,<br />

de modo que en menos de veinte años el país habrá perdido todos sus bosques.<br />

Aquí entra en venta la telefónica HONDUTEL, la empresa más rentable en manos del estado, y se marcan<br />

proyectos que entrega toda concesión al sector privado, de acuerdo a convenios firmados con el FMI.<br />

Un avance hacia la generalización de las privatizaciones se dio cuando en 1994-5 se aprobó la nueva Ley Marco<br />

de la producción de energía eléctrica, que en su articulado abrió paso a la desincorporación de esta rama, que


queda a disposición de la CNEE, Comisión General de Energía, bajo la dirección del Presidente y su secretario de<br />

turno, con un amplio espacio de discrecionalidad.<br />

Jamaica<br />

En 1980 debía 1388 millones, y diez años más tarde la había más que dupicado, elevándola a 4152 millones dd.,<br />

para mostrar un leve aunque inusitado descenso dada la tendencia latinoamericana, a poco menos de 4000<br />

millones, principalmente debido a renegociación o condonación de deuda. De todos modos, hoy de cada dólar que<br />

ingresa, Jamaica debe devolver 60 centavos en pago de deuda.<br />

Intervenida, o asistida como también se dice, por el FMI y el Banco Mundial, debió aceptar un duro plan de<br />

austeridad y otras condiciones entre las cuales, un extenso y profundo plan de privatizaciones.<br />

Jamaica tenía como fuentes principales la producción de bauxita (hasta su extenuación)., de aluminio y de azúcar.<br />

El azúcar fue el primer objetivo de privatización y Jamaica debió vender los molinos estatales a la Sugar Company<br />

en 1993. Siguió la venta de hoteles y de Air Jamaica.<br />

México<br />

Muestra un escenario de deudas de entre los más graves de América Latina. El ascenso ha sido vertiginoso y<br />

abultado, Debía 17 mil millones en 1975 y se disparó a los 170 000 para estas fechas. Pero esto era sólo el aspecto<br />

oficial, porque crecieron deudas internas muy grandes e impagables, que dieron origen al fenómeno de la Unión de<br />

deudores El Barzón, y<br />

al fenómeno de una banca privatizada que no podía subsistir sin el socorro del tesoro público, y que a la postre<br />

generó el escándalo del Fobaproa, que agrega una deuda ocultada hasta la fecha, de más de 70 mil millones dd. y<br />

que desbalancea completamente al <strong>sistema</strong> fiscal.<br />

Aquí el pago de la deuda y la doctrina de la liberación de los mercados han sido la base reflexiva de las<br />

"desincorporaciones" o "ventas de paraestatales" como han venido a pintarse aquí las privatizaciones. El gran<br />

impulso privatizador se dio sin embargo en el sexenio de Carlos Salinas y se continuó empeñosamente bajo el<br />

gobierno de Ernesto Zedillo, sin que en ningún caso mermara la deuda externa, antes al contrario, tuvo su más<br />

vigoroso empuje.<br />

Ejes de la estrategia privatizadora han sido la privatización de los bancos, el Tratado de Libre Comercio,las<br />

condiciones de renegociación de la deuda externa, la Reforma al articulado constitucional referente a la cuestión<br />

ejidal que liquidó la Reforma Agraria, y privatizaciones estratégicas como la de la industria siderúrgica, la<br />

televisión estatal y la privatización parcial de PEMEX.<br />

La Privatización de la industria siderúrgica marca la tónica del negocio. Fue vendida en 1991 a un precio de 1,900<br />

millones de dólares, cantidad muy inferior a su valor contable. Tras la privatización se redujo el personal a la<br />

mitad, despidiéndose a 20 mil trabajadores.<br />

El mantenimiento de la política económica fundada en la apertura de mercados, el crecimiento hacia afuera, el<br />

apoyo al sector <strong>capitalista</strong> sólo admitió un modo de operar en el terreno productivo: el de la empresa privada,<br />

sobre todo aquélla que pudiera involucrar capitales extranjeros. Esta es en gran medida la política económica a la<br />

que se intenta dar un carácter transexenal, anclándola en un vasto compromiso político.


Esta línea de acción conduce naturalmente a la venta o concesión de la explotación petrolera que antes estuvieron<br />

reservados al Estado, a través de Pemex, empresa que paulatinamente ha sido presionada a entregar diversas<br />

sucursales; conduce también a la venta o concesión de puertos, carreteras, aeropuertos y <strong>sistema</strong>s de comunicación<br />

(radios, televisoras, <strong>sistema</strong>s de satélites). Lleva a entregar a concesionarios la realización de cualquier obra<br />

pública, y pone en su ira la totalidad de los servicios públicos: salud, educación, <strong>sistema</strong>s carcelarios,etc.<br />

Actualmente México ha puesto en venta puertos, aeropuertos (38) ramales de ferrocarril, (el Chihuahua-Pacífico,<br />

el Pacífico Norte.Noreste, Coatzacoalcos a Salina Cruz). La última concesión contiene también una carretera que<br />

uniría puertos en los dos océanos. Sigue la subasta de satélites. Y pronto se realizará también la licitación de la<br />

Distribuidora de gas natural en la Ciudad de México.<br />

A lo largo de los años que lleva la práctica privatizadora, se trasladaron partes muy importantes del ingreso a<br />

manos de los capitanes de la empresa privada, al punto que algunos conglomerados mexicanos (Vitro, Cemex,<br />

Carso) han logrado trasnacionalizarse.<br />

Pero también puede constatarse que la deuda ha crecido, y que se ha deteriorado el nivel de vida de la población.<br />

México en los años privatizadores y de apertura de mercados ha visto desaparecer gran parte de las empresas<br />

medias y pequeñas que apuntalaban el consumo interno, así como también la capacidad para producir su<br />

alimentación.<br />

Las privatizaciones mexicanas están lejos de ofrecer resultados de eficiencia. Es evidente el fracaso de muchas de<br />

ellas. Como ejemplos: la privatización bancaria que se sostiene, como ya se ha dicho, colgando de la subvención<br />

fiscal, absorbiendo una abultada parte del PIB. Apoyos que se han ido escalonando de modo periódico, y que<br />

ahora vino a sorprender con los reclamos del Fobaproa. Otro caso de fracaso ha sido la privatización de las<br />

autopistas, donde grandes empresas como ICA y Tribursa han debido recibir indemnizaciones por más de 19 mil<br />

millones de pesos tras fracasar en ese negocio.<br />

Es importante recordar que el golpe de Fobaproa vino poco después que comenzara a realizarse una amplia<br />

maniobra para abrir el negocio bancario a inversionistas extranjeros, supuestamente para "capitalizarlos" o<br />

hacerlos "más eficientes", una apertura que desgraciadamente contó también con la sorpresiva irrupción de la<br />

acusación de lavado de dinero.<br />

El impulso privatizador, si bien se mantiene, tiene pocas posibilidades de seguir adelantando con la misma fuerza,<br />

dadas las profundas grietas que han asomado en la estructura financiera y en la economía mexicana, donde recién<br />

comienzan a apreciarse los efectos del sacudón asiático.<br />

Nicaragua<br />

El gobierno de Alemán se empeña en justificar las privatizaciones con argumentos de deudor obediente. Sin<br />

embargo, a Nicaragua le ha salido más conveniente la diplomacia, ya que mediante negociaciones obtuvo hace<br />

algunos años la condonación de una parte importante de dicha deuda. Ésta había crecido de 493 millones en<br />

1975,a 10 mil millones en 1995. Después de la condonación y de la recompra de la deuda en 1995, quedó en 6000.<br />

Pero ahora se privatiza NICATEL.<br />

Panamá


Han ingresado al ciclo de la privatización --a paralelas con la retórica sobre la nacionalización del Canal-- los<br />

puertos de Cristóbal y Balboa (que se los adjudica la compañía Hutchison) Mientras se da el movimiento para<br />

privatizar también el ferrocarril de Panamá (para Kansas City Railroad).<br />

Y se privatiza también este año el Instituto de Recursos Hidroeléctricos IRHE, que será ofertado dividido en ocho<br />

compañías, generadoras y distribuidoras; el Instituto Nacional de Telecomunicaciones (del que se venderá el 49%<br />

de las acciones).<br />

Entre las infraestructuras ya privatizadas está Cementos Bayanos, que se vendió en 59,7 millones a Cemex,<br />

mexicana.<br />

Panamá debía en 1980 algo así como 2270 millones dd. En 1996, esa suma era de 5000 millones.<br />

Paraguay<br />

En Paraguay la deuda externa en veinte años se ha más que quintuplicado: de 200 millones a 1300.<br />

En el espacio privatizable que pudo dejarle la dictadura de Stroesner y la sucesión de empresarial deWesmosy,<br />

recientemente ha privatizado la línea aérea Paraguaya. Pero la primera licitación fue la de la Paraguaya de<br />

Alcoholes. En la lista están también Aceros Paraguay, la marina mercante, el Ferrocarril Carlos Antonio López,<br />

centrales eléctricas como la de Yayretá y la Industria del Cemento.<br />

Perú<br />

Aquí la propaganda oficial asegura estar manejando el paquete privatizador para el pago de deuda externa. Sin<br />

embargo, el crecimiento de esta deuda ha sido constante y multiplicado justo en los años de ardor privatizador.<br />

Sólo en los períodos de Fujimori, la deuda externa se ha duplicado, totalizando hoy cerca de 30 mil millones dd.<br />

Aquí diversas leyes han ido abriendo caminos paulatinamente a un proceso privatizador de niveles totales, y que se<br />

ha ido desarrollando con gran entusiasmo. Bajo estas leyes y decretos leyes y la tutoría de la Comisión de<br />

Promoción de Concesiones Privadas,se concesionaron obras de infraestructura, como carreteras, puertos,<br />

aeropuertos, electricidad, hidroeléctricas. Pero el proyecto no se agota allí penetrando a lo hondo de las actividades<br />

productivas de ese país.<br />

En las ventas abundan ofertas con pisos bajísimos, compromisos de pagos a plazo y sobre promesas de inversión.<br />

Por ejemplo, la Empresa Regional de Servicio Público del Sur Medio (Electro Sur medio) se subastó al consorcio<br />

HICA que ofertó 51.28 millones dd. Pero que pagó de la siguiente manera: 25.64 millones a plazo dentro del<br />

Programa de Promoción Empresarial que establece el pago de sólo un 20% al contado, y el resto en cuotas<br />

semestrales a lo largo de 8 años. El 50% restante viene a ser una promesa de inversiones de electrificación a 5 años<br />

plazo. Con lo que bien se observa, toda la operación pudo realizarse como una gratuidad.<br />

Algo semejante viene a ser la transferencia de la Empresa minera Yauliyacu, que se entregó a la Compañía Minera<br />

Casapalca por 8 millones y un compromiso de inversión de 110 millones hacia un nebuloso futuro.<br />

Con estas ventas, y a aún sumando promesas de inversión y deudas, el estado en 1994 parecía recaudar alrededor<br />

de los 2767 millones dd. Pero allí se habían ido industrias de cemento, de electricidad, telecomunicaciones,<br />

bancos, minas... En el año siguiente, un remate similar le dio 7069, y en este paquete se embarcaron las líneas<br />

hoteleras estatales y las empresas de turismo desde Arequipa a Tumbes, de Ica a Cajamarca e Iquitos, plantas<br />

pesqueras, empresa nacional de telecomunicaciones, bancos, fertilizantes, más cementos, constructoras, etc. En


1996, se entregó Centromín, la siderúrgica del Perú, la Refinería La Pampilla, la Telefónica del Perú, la Pesquera<br />

Chimbote, generadoras y distribuidoras eléctricas. Otras de las operaciones, ha sido últimamente la venta de tierras<br />

en los principales valles del Perú, lo que conduce a una línea agraria completamente opuesta a la que condujo<br />

Velasco Alvarado.<br />

El Perú tenemos los anuncios de la privatización de Electro-Andes, que incluye las plantas de Yaupi, Malpaso,<br />

Pachachaca y La Oroya. El proyecto minero Toromocho, la Empresa Minera Cobriza, Paragha y Cerro de Pasco.<br />

Algunas todavía no definen fecha, en los últimos casos las licitaciones están anunciadas para agosto de este año.<br />

Agrega la privatización (o concesión) de los principales puertos de mar, en los que se incluyen Paita, Chimbote,<br />

Salaverry, Huacho, Callao, San Martín, Matarani e Ilo. Agregase a esto la venta de lotes finqueros desde la altura<br />

de Trujillo al sur, a precios ridículos y a un inmenso costo social. Y agrega también la licitación de seguros<br />

Popular y Porvenir, a través del traspaso del 90% de sus acciones.<br />

La historia del patriarca que vendía océanos y volcanes queda corta ante el negocio privatizador de Fujimori, que<br />

encuentra en esta actividad el apoyo para sus múltiples reelecciones y para la extensión de la corrupción que<br />

también concurre al efecto anterior.<br />

Da la impresión de que estos actos de privatización de las empresas públicas han llegado a ser motivos de<br />

profundo orgullo para ese presidente, ya que al revés de otros países se preocupa de hacer una minuciosa<br />

propaganda de estas actividades.<br />

República Dominicana<br />

Aquí como en muchos otros lugares, la privatización se llama eufemísticamente "capitalización". Y este año se<br />

capitaliza la Corporación Dominicana de Electricidad, mediante su división en varias corporaciones, dos plantas<br />

de generación termal y tres distribuidoras. Allí la deuda externa suma los 4000 millones dd.<br />

La infraestructura está dominada fundamentalmente por el capital extranjero, que explota minerales /niquel,<br />

cobre,arcillas,gas natural), o se concentra en las "zonas francas" donde se han establecido 34 parques industriales<br />

en donde se emplea a 170 mil trabajadores, de cuyo trabajo el estado deriva algunos ingresos. Hace poco el<br />

Presidente dominicano,Fernández<br />

definía la economía de su país como de mercado y con la empresa privada a cargo del mercado. Y su estado, como<br />

orgullosamente no intervencionista.<br />

Uruguay<br />

Cuando comienzan las privatizaciones, en 1990, Uruguay tenía una deuda externa de 4470 millones dd., hoy se<br />

eleva a los 5500.<br />

Lo primero en afectarse fue el Banco Comercial, ya en 1990, Y en la carreta quedaron destinadas la<br />

Administración Nacional de Telecomunicaciones ANTEL, la Eléctrica del Estado, las fábricas de alcoholes.<br />

Entrega el Uruguay al sector privado los puertos,la modernización de aeropuertos y la construcción de terminales.<br />

Ofrece este año la concesion de Tren de la Costa (entre Montevideo y El Pinar). También privatiza la linea aérea<br />

Pluma, que transfiere a una firma argentina. Y vende la concesión de terminales en el aeropuerto de Montevideo.<br />

Venezuela


Venezuela tenía en 1975 una deuda estimada en 3900 millones dd., y en 1996 mostraba cifras diez veces<br />

superiores. Entremedio, diversas crisis y edades de oro petroleras y prestatarias y el avance de las privatizaciones.<br />

Estas se fundaron en un estatuto legal que propiciaba "la democratización del capital" y una norma absoluta: "los<br />

ingresos provenientes de las privatizaciones sólo podrían ser destinados al pago de la deuda externa".<br />

Las privatizaciones, como en otros países de América Latina, se planean y realizan a partir de un Programa de<br />

Privatizaciones que depende del Ejecutivo Federal de Venezuela a través de un Fondo de Inversiones.<br />

Han puesto a la venta la totalidad de las infraestructuras,como la siderúrgica Sidor, y este año apuntan hacia ramos<br />

como el aluminio (Alcasa, Venalum-Bauxilim, Carbonorla); el hierro (Fesilven,CVG tubos); el ramo de turismo<br />

(diversos hoteles y cadenas hoteleras como el Teleférico, Humboldt y Centro Cruz; los puertos del litoral central,<br />

los diques y astilleros.<br />

En 1998 entran a la venta compañías Eléctricas, como Enelbar y Enelven-Enelco, de las que se ofrecerá el 80% de<br />

las acciones., la Casa de Máquinas (que será traspasada a una empresa española, Dragados y Construcciones), se<br />

privatiza también el Sistema Eléctrico de Monagas y Delta Amacuro bajo las mismas condiciones de los<br />

anteriores, y varios bancos y seguros: el Consolidado (a Infisa,Chile), el de Tequendama (a Crédito del Perú), el<br />

Banco Latino (a Mercantil de Venezuela), el Banco de Fomento Regional de los Andes,y Seguros Nuevo Mundo,<br />

Latino de Seguros, Crustavista,etc. Todo va privatizandose como por la autopista Rómulo Betacourt, que también<br />

se privatiza.

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