La Licuadora: Ruinas y Memoria - Instituto de la Ciudad

Daniela Estupiñán
La Licuadora: Ruinas y Memoria
¿Cómo y por qué estudiar a la licuadora más grande de Quito
“La desigualdad se muestra en los edificios
tanto como en las personas”
Camilo José Vergara - fotógrafo chileno
En 1973, externamente un edificio en la capital lucía como una licuadora, gracias a su
cubierta de vidrio, mientras que en el interior funcionaba un motor que permitía girar un
restaurante en el último piso. En el 2013, el motor de este estudio ha sido una
conjugación entre la motivación como investigadora social, la guía académica de los
docentes de FLACSO-Ecuador y el apoyo de Instituto de la Ciudad, esta mezcla
desencadenó una construcción analítica y teórica de un edificio en ruinas en Quito -
Ecuador y denominado popularmente como La Licuadora.
Estudiar a La Licuadora más grande de Quito se convirtió en un verdadero desafío, lo
que me llevó a realizar un análisis de la memoria y la historia cultural del edificio La
Licuadora. Desde la Antropología Visual, por medio una historia de vida del edificio
que se nutre de relatos de vida de distintas personas, analicé a La Licuadora como
detonador de memoria y un articulador de practicas sociales en Quito.
A través de una etnografía histórica y visual, me propuse represar a la ciudad que Quito,
desde una mirada crítica a las ruinas de este coloso de cristal, que lleva 15 años
abandonado y que su dueño actual es el Estado ecuatoriano.
La Licuadora fue el objeto de estudio en esta investigación, si bien es cierto el edificio
jamás me habló directamente y nunca pude entrevistarlo, a través de la experiencia
etnográfica fui captando voces, silencios, imágenes, recuerdos, olores, fríos y
escalofríos capaces generar reflexiones e interrogantes sobre su presencia física en la
ciudad de Quito y en un espacio simbólico en los actores sociales. Cabe recordar, que
para realizar una investigación académica sobre un objeto inanimado, como un edificio
fue imprescindible estudiarlo como si se tratara de un sujeto, siguiendo al antropólogo
post-moderno Appadurai (1991).
Desde la materialidad predominante del edificio: el vidrio, resulta paradójico pensar en
cómo por medio de este objeto la historia articuló relaciones sociales que van desde la
modernidad hasta el fracaso económico. A partir de los años setenta, el Filanbanco era
una institución financiera que se consolidó como una de las más fuertes de la banca
privada, sin embargo en 1998, fue el primero en pasar a manos del Estado por iliquidez,
con su colapso arrastró a más instituciones y provocó la peor crisis económica del siglo
XX en el Ecuador. Hoy esos vidrios están rotos, sucios y cubiertos por un gran manto
negro.
La importancia de este análisis, radica en la capacidad del edificio La Licuadora en
representar o materializar dos momentos importantes socio-económicos de la segunda
mitad del siglo XX en el Ecuador, por un lado su esplendor con el boom petrolero
(1972-1979) y por otro las ruinas con el feriado bancario (1998-2000). Esta historia de
vida del edificio, es en otras palabras la vida social de una cosa y su representación en
un barrio y en la ciudad de Quito. Para el crítico de arquitectura, Rómulo Moya, más

allá del gusto o no por el edificio, o de la capacidad de entenderlo o no de la gente, la
imagen de espectacularidad de esta obra en la ciudad lo convirtió, no sólo en hito
arquitectónico sino también en un referente espacial para los quiteños.
Las “ruinas” fueron el centro del presente estudio antropológico, que tuvo como
objetivo principal construir una imagen crítica del edificio La Licuadora en San Blas,
que refleje conflictos socio-espaciales en los últimos 40 años en Quito – Ecuador . Esto
quiere decir, que desde la Antropología Visual, por medio de un edificio se analizó y
estudió a una ciudad en términos de una idea de modernidad, de un proyecto
arquitectónico en especifico y en la construcción de la memoria en términos espaciales.
Debo reconocer que fue interesante pensar en esas “ruinas” como consecuencia de una
promesa de “modernidad” (Auge:2003). Asimismo, esta reflexión llevó a tensionar
puntos claves sobre la influencia de la arquitectura en lo social desde categorías como la
visualidad y la espacialidad. Adicionalmente, se incorporó a la discusión un enfoque de
género, a partir del espacio urbano.
Metodológicamente, cada encuentro con los agentes sociales que nutren esta historia de
vida del edificio La Licuadora fue registrada por una cámara de video y una grabadora
de audio. Es importante precisar que, a más de un guión previo de preguntas para las
entrevistas semi-estructuradas, se utilizó como herramienta principal el “método-oral
fotográfica” de Kunh (2007) para activar la memoria, es decir un archivo de fotografías
del barrio de San Blas y del edificio funcionó como apoyo para producir una
verbalización de la memoria.
Tomando en cuenta que indagar en la memoria es al mismo tiempo construir la
memoria, la historia de vida del edificio La Licuadora, se construyó con el aporte de
relatos de vida de ciertos actores sociales relacionados con el edificio y con el barrio, en
donde se insertó este coloso de vidrio. Cabe señalar, que la verbalización de la memoria
se produjo gracias a la visualización de un selecto archivo de fotografías de San Blas y
de La Licuadora. El arquitecto de la obra, el alcalde de Quito en la época de la
construcción del edificio, ex empleadas del Filanbanco que trabajaron al interior del
inmueble, vecinos del sector del presente y del pasado, comerciantes de la zona,
arquitectos e historiadores fueron piezas claves para construir la historia de vida de La
Licuadora, que nació bajo la promesa de convertirse en un hito, logró ser el edificio más
moderno de la ciudad durante su apogeo, luego fue abandonado y con el pasar del
tiempo, gracias al abandono y al olvido su estructura se configuró en ruinas
arquitectónicas.
Considerando que, analizar al edificio, desde la Antropología Visual significó realizar
una descripción minuciosa de su entorno físico (San Blas) en términos visuales y
espaciales, así como de los comportamientos sociales que produjo en la gente la imagen
del edificio. A pesar de haber efectuado la observación participante en La Licuadora y
en San Blas, la presente investigación no constituye una verdad absoluta sobre un
edificio en ruinas en un barrio histórico de Quito, más bien es una suerte de
aproximación teórica y conceptual a la historia de vida de La Licuadora, construida
desde la subjetividad de los informantes y contada a través de una proceso reflexivo de
la autora de la presente investigación.