Revista Elevación Nº4, Febrero 2015.

Estimados lectores, en primera instancia como introducción
voy a presentarme. Con mis jovencísimos 35
años, soy diseñadora gráfica, enseño computación y trabajo
desde junio del 2014 en la Biblioteca especializada
en Discapacidad que funciona dentro de la Biblioteca
Parlante y desde el 20 de octubre del año pasado soy
Administrativa como empleada Municipal, en la misma.
Hace ya casi 13 años, luego de llevar una vida
“normal”, me diagnosticaron Enfermedad de Wilson,
trastorno en el cual por la acumulación de cobre en los
tejidos corporales, causó daño al hígado y al sistema nervioso.
Todo esto vastamente superado gracias al trabajo
personal y gracias al apoyo y contención de todos los
profesionales y terapias que llevo a cabo a nivel físico,
psíquico y espiritual.
La Enfermedad me llevó al estado de calificarme socialmente como “persona con discapacidad”.
Considero tener un amplio recorrido por la temática, desde los aspectos profundos de la
misma, comencé cultivando el intelecto y crecí en lo espiritual, fortaleciéndolas a ambas día a día
para así atreverme a quebrar, romper y transformar conceptos estereotipados.
Impulsé cambios desde lo social y lo político (aunque esta palabra suene fea para muchos,
pienso que desde aquí se puede modificar muchas cuestiones ya que política para mí es sólo una
manera de omitir opiniones y ser escuchada).
Puedo decir que pasar por la “discapacidad” me ha llevado a capacitarme en diferentes campos
de informática, gestión, diseño, y sobre temáticas de discapacidad. El saber que la
“enfermedad” que ocurrió en mi vida, me conduzco a sentir, ver, pensar y oír “un poco más” y distinto
para tan sólo detenerme a entender al otro (con o sin discapacidad) desde otro ángulo…
desde el sentir y desde la comprensión.
Muchas personas se detienen en el dolor y la desesperación del “no saber” qué hacer frente
por ej: el diagnóstico de una enfermedad de un familiar etc. y en verdad pienso que las discapacidades
no están en los sujetos sino en toda la sociedad que no está preparada, con los medios arquitectónicos
ni con las personas necesarias, para que tengan una “buena calidad de vida” y
“oportunidades justas”.
A su vez también creo fervientemente que somos las propias personas con discapacidad
quienes tenemos la responsabilidad de poder comunicar nuestras capacidades, de modificar aquellos
errores conceptuales que aparecen y que a veces, con buenas intenciones, complican la realidad.
Creo que hoy por hoy se ha avanzado mucho en todo esto…
pero aún falta mucho.
Revista Elevación
“La Medida de la dificultad es la medida de la capacidad.”
Anónimo.
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