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Viña del Mar<br />

Su presente. Su pasado. Su futuro<br />

V<br />

iña, escribía un espiritual francés que nos visitó años atrás. –“es el más agradable<br />

rincón de Chile”. Y luego de considerar las bellezas naturales, la facilidad de comunicaciones,<br />

la esplendidez de un clima tibio en invierno, suave en verano, ¡qué<br />

lástima –agregaba– que no tengamos estas ventajas reunidas en las playas del Atlántico o del<br />

Mediterráneo! Exclamación sincera que puede resumir el juicio de cualquier turista conocedor<br />

de Trouville o de la Côte d’Azur.<br />

Hay, en efecto, tal conjunto de cualidades en Viña del Mar, tan excelentes condiciones<br />

acumuló en ella la mano pródiga de la Naturaleza, que sólo es de extrañar que este pedazo de<br />

suelo, verdadero “valle del Paraíso”, no haya sido apreciado aún en cuanto vale por los chilenos<br />

que invernan en Santiago y pasean sus ocios por Niza y Montecarlo.<br />

Imaginaos el país más encantador del mundo. Una planicie suave que va a morir al beso<br />

de las olas de un mar de raso y de seda; cielo de azul purísimo; un horizonte cerrado por las<br />

combas de lomajes verdegueantes, tachonados de eucaliptos y palmeras. Sobre el valle, partido<br />

en dos por el antiguo río de las minas, una ciudad nueva, elegante, holgada, con amplias<br />

avenidas surcadas de árboles y pavimentadas con asfalto natural de roca. Nada de edificación<br />

pesada y maciza: las villas y los chalets se suceden sin cesar, ágiles, esbeltos, rasgando el cielo<br />

con las agujas de sus cúpulas o las atrevidas aristas de sus mansardas. Se alinean a lo largo de<br />

las avenidas, se aíslan en medio de frondosos jardines, trepan sobre las mesetas o se refugian<br />

–blancas velas al socaire del viento– en los hondos huecos de las quebradas. –Imaginaos aun<br />

que aquella edificación en que hay derroche de lujo y de buen gusto permanece oculta bajo<br />

las flores y las enramadas, porque es Viña la ciudad-jardín por excelencia. Desde los cercos de<br />

rosas hasta las delicadas plantas de invernadero; desde la humilde violeta hasta el gentil bambú<br />

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