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Maquetación 1 - CLUB BERLIN (Buenos Aires)

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tino que no quiere tener más nada que ver con los fantasmas del pasado o<br />

con la magia surrealista de los viejos precursores cinematográficos. Es un<br />

cine que se quiere liberar de todo lo superfluo, de “los sustantivos, de los<br />

adjetivos, de overacting (interpretaciones sobreactuadas), de plots (argumentos)<br />

sobrecargados y de falsedades, porque hemos llegado al punto<br />

cero”, tal como escribió el crítico Diego Lerer. Desde La ciénaga –que, como<br />

muchas películas argentinas posteriores, logró hacerse de un premio en<br />

Berlín (el premio Alfred Bauer)–, los festivales internacionales tomaron nota<br />

del fenómeno. Cada cinemateca de cierto nivel sintió que debía presentar<br />

muestras de este cine latinoamericano. Mundo Grúa, de Pablo Trapero<br />

(1999), El bonaerense, de Adrián Caetano (2002) y La libertad,de<br />

Lisandro Alonso (2001) se transformaron en favoritas, tanto de los periodistas<br />

especializados como de las pequeñas comunidades de cinéfilos.<br />

El nuevo cine argentino, que presentó en las salas alemanas entre 2003 y<br />

2004 alrededor de siete u ocho películas, ofrece una mirada de la Argentina<br />

tan nueva como fresca. Se muestra como un ámbito de vibrantes perfiles y realidades,<br />

con historias que todavía esperan ser elaboradas, con una crisis económica<br />

que todavía marca el presente y que no por nada fue recibida por los<br />

jóvenes realizadores como una oportunidad para liberarse del lastre del pasado.<br />

En trabajos como: Tan de repente (2002), que significó el debut de Diego<br />

Lerman, o Un día de suerte (2001), de Sandra Gugliotta, con sus mundos<br />

paralelos, el espectador puede sentir casi en carne propia la liberación que<br />

parece haber significado el estallido de una tensión social contenida por demasiado<br />

tiempo. En Un día de suerte, la protagonista, la apolítica Elsa, se<br />

encuentra de pronto en el caos de una protesta callejera de una clase media<br />

desencantada, enojada y sin rumbo. Refleja así a toda una generación que<br />

todavía tiene que inventar su propio sueño. No por nada, al final Elsa termina<br />

en Italia, el país de sus antepasados, dándole otra vuelta de tuerca a la saga<br />

familiar, en dirección contraria a la emigración de los abuelos.<br />

Sólo por hoy (2002), el primer film de Ariel Rotter, hace que sus héroes<br />

–actores sin éxito, mensajeros motorizados y románticos insalvables– vivan el<br />

día a día también sin ningún tipo de ambición política. Resalta, al contrario,<br />

que estos buscan la maduración como personas y que tratan de acortar la<br />

distancia, que con el tiempo va aumentando, entre su ideal y lo que les permite<br />

hacer el mercado del trabajo.<br />

Como una perla particular de la nueva producción argentina se destaca<br />

El abrazo partido (2004). El film de Daniel Burman obtuvo el Oso de<br />

Plata en la Berlinale 2005. Cuenta la historia de los propietarios de quioscos<br />

y pequeños negocios en un barrio judío de la gran ciudad de <strong>Buenos</strong><br />

<strong>Aires</strong>. Describe como, poco a poco, estos van desapareciendo en el agujero negro de la crisis económica,<br />

mientras el protagonista se enfrasca en la odisea de encontrar a su padre y, con él, su lugar en el<br />

mundo. La película sirve también como una hermosa prueba de cuán capaces son los nuevos cineastas<br />

argentinos para encaminarse con un ojo tan etnológico como nostálgico en el descubrimiento de historias<br />

de su propio país, que muchas veces resulta todavía un país extraño.Tal camino los lleva – y, con<br />

ellos, al espectador– a recorrer topologías sociales e identidades culturales en descomposición, pero<br />

también crisis existenciales tan íntimas como dignas de ser compartidas.<br />

Por esto, no debe sorprender que los ejemplos de este nuevo cine latinoamericano cautiven a los<br />

alemanes. Son películas como Tan de repente, con su curiosa historia de un secuestro, o Familia<br />

rodante, de Trapero (2004), con su descripción de un país encantado, lleno de raras criaturas, al que<br />

se le pasa revista desde las ventanas de una casa rodante destartalada. Sin olvidar, claro está, las hermosísimas<br />

tomas de áridos y vacíos paisajes en las que Carlos Sorín ambienta sus Historias mínimas<br />

(2003) y El perro (2004). Sorín, nacido en 1944, no es justamente lo que se llamaría un realizador<br />

nuevo, pero es fiel reflejo de aquellos que se decidieron por la argumentación clara, sobria, de estética<br />

tan intransigente como documental.<br />

Los nuevos directores argentinos cuentan historias que se apoyan en argumentos pequeños, con diálogos<br />

lacónicos, que brillan por su falta de exageración y que se enmarcan con la ayuda de una cámara<br />

que cumple únicamente con su papel de testigo. Son las reducciones de películas de Extraño (2003), de<br />

Santiago Loza, de El custodio (2005), de Rodrigo Moreno –también ésta galardonada con el Premio<br />

Alfred Bauer– y de El otro, de Ariel Rotter, que no sólo le significó el Oso de Plata a su protagonista,<br />

Julio Chávez, en la Berlinale 2007, sino que se llevó también el Gran Premio del Jurado.Todas describen<br />

sin compasión la situación de hombres sin cualidades (personificados por actores tan maravillosamente<br />

sobrios como Chávez), a los que la vida los desconcierta casi tanto como la muerte.Tanto Rubén, el custodio,<br />

como Juan, el abogado, de El otro, son como figurantes de una comparsa viviendo su propia vida.<br />

Incluso viviendo al margen del resto, se ponen en movimiento, de repente, por un error, por una decisión.<br />

El miedo que sienten estos héroes ante cambios demasiado grandes se grafica de forma magistral al ser<br />

mostrado con tomas largas, estáticas, íntimas y contraídas.<br />

En la pantalla joven argentina se desarrollan historias en las que lo banal no se deja separar de lo<br />

importante, en las que el gran drama está muchas veces entrelazado con la conmoción. Es un cine<br />

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osado, que se consagra a sus personajes con simpático radicalismo, pero sin<br />

ningún tipo de aspiraciones psicológicas. Es un cine curioso, pero investigador,<br />

Arriba: La Ciénaga inició el renacimiento<br />

del cine argentino ante la que hurga en la rutina cotidiana. Busca encontrar aquello que pueda prevalecer<br />

audiencia alemana actual.<br />

por encima del torbellino de enredos diarios. Es un cine lleno de incógnitas, de<br />

Centro: el cartel de la película que aca-<br />

pensamientos descontrolados, de imágenes misteriosas. Un cine que, esperemos,<br />

paró el interés de la crítica internacional<br />

en la edición de la Berlinale 2005. seguirá enriqueciéndose también en el futuro.<br />

Abajo: el actor Daniel Hendler en un diálogo<br />

particular en Berlín, tras lograr el<br />

Oso de Plata como mejor actor por su<br />

labor en El abrazo partido.<br />

(Fotos: gentileza Berlinale)<br />

Birgit Glombitza<br />

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