16.11.2012 Views

Maquetación 1 - CLUB BERLIN (Buenos Aires)

Maquetación 1 - CLUB BERLIN (Buenos Aires)

Maquetación 1 - CLUB BERLIN (Buenos Aires)

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

172<br />

do, desde ya, todo el arsenal de recursos de la empresa para auxiliar a los pasajeros que por una<br />

razón u otra hubieran podido perjudicarse por causa de aquel minuto de retraso.<br />

En los increíbles vagones de primera clase de los trenes alemanes hay folletos que anuncian milimétricamente<br />

la llegada a los destinos intermedios. Si dice “17.52, Fürth”, a las 17.52 estaremos en<br />

Fürth. Por cierto, hay también baños limpios, butacas reclinables y enchufes para la computadora personal.<br />

Y hay también, por supuesto, inspectores corteses pero muy profesionales. La posibilidad de viajar<br />

colado es una en doscientos cincuenta millones, aproximadamente.<br />

Otro tópico positivo en la visión, sobre todo, porteña de la patria de Goethe es que estamos seguros<br />

de que los alemanes son frontales. Pensamos que no engañan, que por muy terrible que sea lo que<br />

se disponen a decirnos o a hacernos lo harán de frente, sin disimulos o ambages, cosas que -siempre<br />

según los lugares comunes imperantes- podríamos esperar de un francés, de un portugués, hasta de un<br />

italiano que nos haya caído, en principio, simpático.<br />

Viajando uno ve que también esta figura de la transparencia y la honestidad tiene sustancias reales.<br />

En las granjas del sur alemán hay carteles que invitan a los interesados en comprar flores, frutas<br />

y huevos a pasar y servirse cuantos quieran, dejando luego el importe correspondiente en unas alcancías<br />

que se han colocado allí al efecto. Lo mismo pasa en muchas iglesias y museos con los catálogos,<br />

postales, libros, discos y objetos a la venta. No hay vendedor, pero si el libro elegido cuesta diez euros<br />

a nadie se le ocurre que el que lo elige deje en la alcancía un centavo menos que diez euros.<br />

Eso sí: cuando dicen que no, es no. El grado de adaptación a las excepciones es parecido a cero.<br />

Insistir para que el empleado, el funcionario, el portero o el acomodador del teatro hagan una excepción<br />

en nuestro caso, aún detallándoles razones atendibles para que dejen de aferrarse por una vez a<br />

la regla pelada, es la mejor manera de convertir la amabilidad con que hasta ese fatal momento<br />

hemos sido tratados en sequedad un tanto áspera y cortante.<br />

Esta característica, más que el fantasma de una guerra ya lejana, da pie para que se diga, para<br />

que los argentinos digamos, como si fuera una verdad revelada, que los alemanes son nuestra contracara,<br />

que es verdad que aquí no respetamos mucho las leyes y las normas, lo que puede ser condenable,<br />

pero que a cambio de eso somos más elásticos y creativos, que sabemos improvisar y que contemplamos<br />

cada caso según sus condiciones particulares. Esta opinión puede ser justa... sólo de a ratos,<br />

puesto que en contra de la supuesta falta de creatividad y de inventiva alemana hay demasiados ejemplos<br />

capaces de dejarnos mal parados.<br />

De la rigidez que señalamos surge otra crítica, además de la asociación de lo alemán con la disciplina<br />

de los militares y con los nazis.Tiene que ver con la presunta carencia en materia de humor y de<br />

ternura. Este tipo de percepciones generales se reflejaban a la perfección en la sátira contra los chistes<br />

demasiado blancos de Fritz y Franz que hacían los actores Iván Grey y Atilio Pozzobón en<br />

Telecómicos, clásico de la televisión argentina de los años 60. Para probar la dureza en el trato con<br />

los niños, se mencionan los cuentos alemanes clásicos. Por ejemplo, los de Der Struwwelpeter,de<br />

Heinrich Hoffmann, en los que una niñita queda reducida a cenizas por jugar con fósforos, un duende<br />

le corta los dedos a un pequeñín por chuparse el dedo y otro chico adelgaza hasta morir como castigo<br />

por no tomar la sopa.<br />

En estas etiquetas argentinas sobre el carácter alemán, ¿no hay, sin embargo, algo contradictorio?<br />

Por un lado, se insinúa que les hacen gracia chistes demasiado infantiles. Por el otro, que asustan<br />

a los chicos con moralejas crueles para imponerles lecciones sobrehumanas. Estas pifias las cometemos<br />

por estar demasiado lejos de Alemania. Sabemos cómo se divierte la gente en París y en Nueva<br />

York. De las romerías madrileñas, el Trastevere y las góndolas de los canales venecianos no ignoramos<br />

nada. Pero ¿quién que no haya estado allí o no venga de una familia de inmigrantes alemanes puede<br />

decir lo que es la fiesta de una mañana soleada de julio en el Viktualienmarkt de Munich? ¿Quién<br />

nos habla de los bares de Leipzig? ¿Quién nos lleva por los senderos infinitos del berlinés Tiergarten?<br />

Aunque estuvimos siempre cerca, de algún modo, hay todavía una gran distancia por acortar y se<br />

abren tiempos propicios para hacerlo. Mientras tanto, nos seguimos manejando con intuiciones, a<br />

veces ciertas, a veces erróneas, y muchas veces... exageradas.<br />

Después de todo, nadie mejor que un alemán para aplicar el bisturí sobre la propia esencia, nadie<br />

más riguroso, más lúcido y más fértil en opiniones originales e inesperadas. Escuchemos al gran historiador<br />

judeo-alemán Erich von Kahler (1885-1970): “Los alemanes son uno de los pueblos más<br />

importantes de la historia humana, un pueblo sin cuyas contribuciones sería inconcebible el desenvolvimiento<br />

del hombre occidental, y sus contribuciones son resultado directo de su tendencia a pasar por<br />

encima de las limitaciones humanas. Los alemanes son dados a extremos, tanto para el bien como<br />

para el mal. Son capaces de totales sacrificios por causas u objetos, porque no tienen un soporte en sí<br />

mismos. Es el objetivo externo -ideal o material- el que los sostiene y les da seguridad. En su desdén<br />

por la realidad han sido engañados una y otra vez, no por los hombres, sino por las circunstancias”.<br />

En sus filósofos, en sus intelectuales y artistas, quienes no tenemos ascendencia alemana encontramos<br />

otra razón, tal vez la principal, para seguir creyendo que jamás fallan.<br />

Hugo Caligaris<br />

173

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!