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10 - Doce Notas

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18publicaciones/librosHISTORIATEL RUIDO ETERNO. ESCUCHAR ALSIGLO XX ATRAVÉS DE SUMÚSICAAlex Ross,traducción de LuisGago.Seix Barral,Madrid, 2009Páginas y páginasde prensa, advertenciasde un éxito editorial enEEUU digno de un “best seller”,elogios de comentaristas de todotipo (que, por lo visto, por primeravez entienden algo) y, contodo ello, citas y resúmenes quenos hablan de un libro que“explica de una vez por todas” loque ha sido el tormentoso sigloen música, así como las razonesde que el arte de los sonidos nohaya estado a la altura de lapenetración que sí han tenidootras artes no por ello menosvanguardistas o de fácil discurso.Se une a ello una acción editorialmuy rápida por parte de la casaespañola, la histórica Seix Barral.con tres ediciones desde su apariciónen septiembre. Y para queno faltara nada, se ha contadocon un traductor de lujo, LuisGago, una de las personas que, sise lo hubiera propuesto, podríahaber escrito él un libro análogo,expertísimo traductor de temasmusicales y muy capaz de trasladarla prosa brillante del autor,Alex Ross. Y puestos a que nofalte de nada, se han traído alautor a realizar una gira de promoción.Nada que objetar, todolo contrario, ojalá estas cosaspasaran más a menudo.Ahora bien, ¿qué clase de libro eséste y quién es su autor? Ross esun excelente crítico musical neoyorquino,curtido en las páginasde New Yorker, New York Times yotros medios excelsos. Es decir,es una primera pluma en su especialidad.Como corresponde a latradición anglosajona y a la excelenciaque precisan medios decomunicación tan elevados, estátan versado en los intríngulis delo que defiende como en la divulgaciónde esas materias. Asípues, se trata de un libro de muyalto nivel, tanto en la sustancia yla enciclopédica materia del librocomo en el poderío divulgadortípicamente americano.En el chorreón de elogios vertidospor algunos comentaristas ocasionalesespañoles, se le atribuye aEl ruido eterno una suerte detesis según la cual Ross planteaque el “pop” es la clave del siglo,y ¡para qué queremos más!Digamos que algo de eso hay,pero el pop que señala Ross es elmás excelso y está muy bien relacionadocon los momentos históricoscorrespondientes.Para un neoyorquino decir queVelvet Underground tiene parentescosinnegables con el movimientominimalista es tan normalcomo obvio. Por no hablar de lasrelaciones entre Duke Ellington yGershwin (muy malas, por cierto,en el plano personal). Y a quiénle puede ofender hoy día vermencionados a Los Beatles o aBob Dylan junto a Berio o Ligeti…Pero así son las cosas, unoscuantos ejemplos, muy bienenganchados, además, han servidopara hacer de este libro unaBiblia del cambio de poderes, dela clásica al pop.Para Ross, no obstante, el verdaderocambio de poderes seencuentra entre la crisis europeay el vitalismo americano que sehizo con las riendas de una culturamusical contaminada de “tics”elitistas y resueltamente antipopulares.En EEUU, Ross encuentraese punto de enlace entre lopopular y lo culto sin lo que unaverdadera cultura se angosta.Pero, digámoslo claramente, Elruido eterno no es un libro detesis, mantiene el citado punto devista porque es consustancial aun americano. Pero es, ante todo,una historia de la música delsiglo XX, contada con desparpajoy libertad; con un tono de artículode prensa profundo pero nooscuro, y con un afán de exhaustividaden sus casi 700 páginassin dejar de interesar.Son brillántísimos los momentosdedicados al análisis de la relaciónentre música y las dos grandesdictaduras del siglo, la nazi yla soviética; interesará mucho albuen aficionado español la grancantidad de datos que proporcionasobre la vida musical estadounidense(como esos capítulosdedicados a los compositoresdenominados del Frente Popular,o del New Deal); su magníficapenetración de los focos europeosde la Viena de principio desiglo, la República de Weimar o lavanguardia de Darmstadt; asícomo unas notables y respetuosasmenciones a la homosexualidaden la música del siglo XX (elpropio Ross confiesa serlo), yalgo menos al advenimiento de lamujer en la composición. En realidad,desde el punto de vistasocial, apenas quedan fenómenosdel siglo XX que se le escapen.Y si lo más destacado del libro essu carácter de divulgación (en elmejor sentido de la tradiciónamericana), no escasean tampocolos análisis musicales y los intentosde decirle al que no entiendequé demonios es eso del serialismo,el normal y el integral, lapolitonalidad o lindezas comoestas. Tampoco es un libro “revisionista”;Ross está claramentedel lado del eclecticismo, pero nodenigra ni arrincona a las vanguardias;mejor dicho, las sitúaen su contexto histórico sinrociarlas con aprioris actuales.Es, pues, un libro de crítico y deperiodista cultural (en ese sentidotan noble que aquí se ha perdidoo que, quizá, apenas ha existido)y, sobre todo, es una panorámicaespectacular por su profusión dedatos. Si uno es un profesionalde esto, muchas cosas de las quese cuentan las sabe ya, pero notodas, lo puedo certificar. Y siuno es un aficionado con unabuena dosis de curiosidad, Elruido eterno es un libro perfecto,ameno y claro hasta donde esposible y, con frecuencia, divertidosin dejar de ser serio.Queda una última cuestión, ¿esesto suficiente para que este librose haya convertido en un fenómenoeditorial y aspire a vendercentenares de miles de ejemplarescon un tema con el que otrosse quedan en decenas? No lo sé,pero estoy seguro de que esto nopuede ser malo.JORGE FERNÁNDEZ GUERRA

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