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4(1925) - OdeMIH

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-- 610 —Juana de San Pablo afirma que en su presencia, « ecela iglesia como en su casa, fueron innumerables lasque vio en suspensión a su buena maestra». Y ounqueu enpadre fray Tomás Martínez dice que el tiempo en que soliejetener lugar estas suspensiones y éxtasis era despu és 05comulgar; con todo lo anteriormente citado y otrasque tenían con ella trato más íntimo, afirman quesolía tenerlos en casa; porque María Hernández,dola en sus enfermedades, al ir a llevarla alimen to, 11,";contraba tan enajenada y elevada que por no imPeu'raraquel regalo que Dios le hacía, se retiraba, y que dCO'que la Beata hacía por disimular estos favores, s e le CO:nocía claramente en una belleza que en tales ocasi ones bri;liaba en sus ojos y en su cara, tan superior a todas l as belmosurasde la tierra que se conocía ser celestial.Esta belleza y resplandor de su rostro se encuentra d'Ir:macla por muchos testigos, y a pesar de sus rasgos fist:micos poco hermosos y de su extremada escualid ez, iel'r e-se de ver en sus retratos. «Suele también—dice s u C°11`;sor—muchas veces usar el ponerse en forma de cruz, Pah":3ticularmente en una grande que tiene en el huert o, Y "aexperimentado en estas ocasiones darle en el rost ro Ifil„agrande y extraordinaria luz». Su criada Catalina ateau ¿de«que esta sierva de Dios fué muy regalada y favorecid5Nuestro Señor, y que en ocasiones daba al exterior ifluellhaaveces señasde las grandes misericordias que Dios 1-15%con ella y de los favores que interiormente recibía, P°11„-eimii) -5algunas veces la veía en el rostro con tanta claridadparece despedía de él rayos de luz, y los ojos tan „–ra be'que era cosa que la causaba mucha admiración, y tanto.,''a,su gozo y su consuelo en verla, que algunas veces se t`yrbei a ella y la abrazaba, otras se contenía y la dejaba,vsjno estorbarla ni interrumpirla». Cecilia Morales, plauoje,viuda, la vió en su celda extática y con el rostro resP2ciente. Lo mismo le acaeció a un paje de doña Elvir a Iviaerique de Lara, que entrando a darle un recado, advirtió cl "dela celda, estando cerrada la ventana, estaba ilumina"raresplandor que salía del rostro de la madre Mariana.esto–dice la testigo doña Bernarda Ferraris y 5Miarje«no de otro modo que si su rostro fuese terso espejo en clala luz del sol estuviese reverberando, pero con la diferencique esta luz era más sutil».Juritábase a éste otro efecto no menos maravilloso: 11,'blando de estos altos grados de oración, su confesor dieP— 611 —r e ,est ando toda en grande paz, sin que las potencias yijnt os lo impidiesen y en gran silencio y como en un cieehtnn Y s ereno y pacífico interior, quedaba ordinariamentefr^«,,afectos muy íntimos de amor, y algunas veces con unaa,7„." 11, ol a extraordinaria y una unción en el corazón qued i7 ,algunas veces redunda en su virginal cuerpo. Pretener`nuoc alificar este olor, dice doña María del Zurco «que012 tan extraordinario, que era como ninguno de los buenosnr,",reS que hay en el mundo»; y don Francisco Terza, «queOlor' 'olor con que poder compararle, sino que era uncelestial».re,.Surrta con frecuencia raptos admirables en los que apani'lael evada en el aire. En uno de éstos se acercó a ella laZ ucio nada doña María del Zurco y la tocó sólo con el«Y corno si el cuerpo fuese de pluma, se desvió y retideella bastante espacio».2Mb ar g: ad ITILIChas veces con estas avenidas del cielo,«zi la, el hilo de la conversación y con mucha gracia decía:s, 1-1e decíamos, ángel? Mirad qué boba que soy, que noe‘,;, Ill , e acuerda.» Hablando de Dios—dicen los testigos—sepai",aoa de tal manera, que era muy frecuente a las pocashe-juras quedar arrebatada y extática, y en estas ocasioeu-,,-,,--dicedoña Isabel Montero—«no está su alma en aquelsino que se va a fijarse en el cielo y en Dios miscle-,,>>. En esta actitud la hizo retratar esta señora por manoc i-1 " 11° cleadlos mejores pintores de la Corte, y salió tal elr, ro, que atrajo mucha gente a verle.da h" On Alonso Torres Maldonado y don Jerónimo Baltoiii-d"°, ambos del Consejo de Su Majestad, don Diego GuznY Toledo, teniente de Gran Prior de la Orden de Sandn' Y el padre carmelita Juan Pedro de la Purificación,er ldi Contestes en afirmar que la fuerza del amor divino laqt ataha en éxtasis, que no podía impedir ni disimular, yg'o - sus Palabras eran tan abrasadas que introducían el fue-„, a mor en Dios en lo más íntimo del alma de los quey ;senchaban y que despertaban tan vivos deseos de amarqu-pervir a Dios que los hacía despreciar por inútil todo lo-Nn° se encaminaba a este fin.%II–e los regalos que Dios le hizo, algunos tan notableshalla el a negarse en la llaga del costado de Cristo y el derlizi c se toda endiosada, nada repito aquí por hallarse ref e-col: en la autobiografía de la Beata y su adición por su-esor , y en esta breve narración mía.(Continuará).

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