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4(1925) - OdeMIH

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— 602 —el padre Presentación—de la Santísima Trinidad, d el niacii;miento del Salvador y del Santísimo Sacramento y toud;,.`"Semana Santa, se abstraía de toda conversación, sinmitir que la hablase persona alguna, para extender lasvelas en el ocio santo, y gozando regalos del Amado, e°11 .;templar los altos misterios que en estos días la igles„1"celebra. Aquí eran sus raptos maravillosos, las susPens' denes singulares, los sentimientos peregrinos y el fueg°„,su corazón tan flamante, que, participado al cuerpo,Pu'rj-ecía, o mongíbelo abrasado en llamas, o pira herm osa uolincendios del Espíritu Divino.» Cuán viva fué su fe enSantísimo Sacramento, se verá adelante.Era cosa muy sentada entre todos los que la tratabanjasegún el testimonio de don Juan de Valladares—que Qimadre Mariana tenía dón de sobrenatural sabidurí a»; Y -1,padre Valverde, de la Compañía de Jesús, la tenia 1;2,«persona de raro espíritu y sabiduría, porque en tod i.materias que trataba con ella, aunque fuesen puntos difletiotosos, ella le respondía con facilidad y resolució n , ce,,ripersona que tenía gran dón sobrenatural de Dios».Juan Mascón de Moncada atestigua que la beata Möria,11:'sin haber estudiado Teología ni la Sagrada Escritu ra, "oblabaa veces tan profundamente de estas materias, que n„podía entendérsele sin conocimiento de estos estud ios, laque vió muchos religiosos graves y doctos que veniaeconsultar con ella algunos lugares de la Escritura, Y 2.14eles respondía «con tanto acierto y propiedad como Si hu_v1;-se regentado cátedra y estudiado muy de intento la ""/feria».Vino el padre maestro fray Juan Soto, Agustino, asultarle un caso, y de él pasaron a tratar de materia s esv;rituales, en las que estuvo tan oportuna alegando testinij-enio de los Santos Padres, que el padre maestro, lwrilvii.;adusto y nada amigo de beatas, quedó prendado de la s°,'";duría y virtud de ésta, y al salir de esta entrevist a cin° edoña Catalina Pasalagua, su pariente, que a todo esto sohalló presente: «Yo no he hablado con una mujer, sin° 1,3un teólogo muy eminente » En este mismo concePt°,d,tuvieron dos insignes maestros generales de la Merc,:nrfray Felipe Guimerán y fray Francisco de Rivera, que,W,gozar de su conversación solían ir a pasar en Sant a Jiu.'bara temporadas de ocho o quince días.Entendía la epístola y el evangelio cuando se call Obliaen la misa, y comentábalos con tal profundidad, que e603Par ecer de don Alonso de Torres Maldonado, excedía losti. "seros de los estudios ordinarios. Le causaba mucha devoel."11 ,;nca Y la repetía con frecuencia, esta oración de la domiinfraoctava de la Ascensión: «Omnipotente y sempider2°p Dios, haz que siempre tengamos contigo una voluntadi'Dtasincero».Y que sirvamos a tu Majestad con un corazónLin domingo de agosto, el undécimo después de Pente-"sts , en el que se lee en la antífona del Communio estasras: Honora Dominun de tuya substantia, preguntó alten fray Agustín de Jesús María: «Angel mío, ¿qué quie-J d ecir estas palabras?» Respondió él: «Que honremos,'ladre , a«NO •a Nuestro Señor con nuestra hacienda y bienes.»ángel mío—replicóle Mariana—; no solamente eso,que honremos a Dios con toda nuestra alma, todasN-jestras nuestras potencias, todo nuestro corazón y todo nuestroque todo esto es nuestra substancia.»h S abía el latín y leía libros escritos en esta lengua, y sienlos de creer al Padre Presentación, que suele estar bien°kenmentado, lo hablaba a veces con los letrados sin12"eri o estudiado. De bastante atrás tenía este conoci-IZe,nto. Estando enferma en Valladolid, rogó a su ami-Pdo ña Isabel de Acuña le leyese en un libro latino, y silendo a la lectora iba ella traduciendo; admiróse doñay deteniéndose, díjola: «Digo, hermanita mía, ¿quiénn i2 enseñado a volver el latín en el vulgar castellano?»yo un bellísimo maestro»—siensdPalprilldeiömiáesMeaxrpildicnadc:io«Tneesn.gos c, ,De su fe vivísima nacía el ardiente deseo de que todosstruyesen en sus misterios, y «así—dice don Francisco1," llern—tenía por gustosa diversión enseñar la doctrina,C2 p iaba muchos catecismos y los repartía, y del mencioeclo don Francisco se valía para enseñarlo a los adultos,as„Pecialmente a los hombres. Cayó en sus manos el poemaenipieza: Santísima Trinidad, Dios soberano y eterno:aZrincipio de los principios, y sin principio ab aeterno;Möle e hizo imprimirlo y repartirlo. Lo mismo hizo con71,rc's escritos, como la famosa letrilla Nada le turbe y ele Uatiam laudamus.POI' por Vi sitóla una joven noble, y al despedirse, seguramentee, t ener un recuerdo de ella, le dijo: «Madre Mariana,üll„viern e un libro en que lea.» «Bien está, señora, haré lo3,14,2 mandáis»—la contestó; y comprando un catecismoi ' ciéndolo encuadernar curiosamente, se lo mandó con

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