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Los discípulos misioneros

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PRIMERA PARTELA VIDA DE NUESTROSPUEBLOS HOY


19. En continuidad con las anteriores Conferencias Generales delEpiscopado Latinoamericano, este documento hace uso del métodover, juzgar y actuar. Este método implica contemplar a Dioscon los ojos de la fe a través de su Palabra revelada y el contactovivificante de los Sacramentos, a fin de que, en la vida cotidiana,veamos la realidad que nos circunda a la luz de su providencia, lajuzguemos según Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, y actuemosdesde la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo y Sacramento universalde salvación, en la propagación del reino de Dios, que se siembraen esta tierra y que fructifica plenamente en el Cielo. Muchas voces,venidas de todo el Continente, ofrecieron aportes y sugerenciasen tal sentido, afirmando que este método ha colaborado avivir más intensamente nuestra vocación y misión en la Iglesia: haenriquecido el trabajo teológico y pastoral, y, en general, ha motivadoa asumir nuestras responsabilidades ante las situacionesconcretas de nuestro continente. Este método nos permite articular,de modo sistemático, la perspectiva creyente de ver la realidad;la asunción de criterios que provienen de la fe y de la razónpara su discernimiento y valoración con sentido crítico; y, en consecuencia,la proyección del actuar como <strong>discípulos</strong> <strong>misioneros</strong>de Jesucristo. La adhesión creyente, gozosa y confiada en DiosPadre, Hijo y Espíritu Santo y la inserción eclesial, son presupuestosindispensables que garantizan la eficacia de este método 18 .18Cf. CELAM, Síntesis de los aportes recibidos para la V Conferencia General del EpiscopadoLatinoamericano, 34­35.45


1LOS DISCÍPULOS MISIONEROS20. Nuestra reflexión acerca del camino de las Iglesias de AméricaLatina y El Caribe tiene lugar en medio de luces y sombras denuestro tiempo. Nos afligen, pero no nos desconciertan, los grandescambios que experimentamos. Hemos recibido dones inapreciables,que nos ayudan a mirar la realidad como <strong>discípulos</strong> <strong>misioneros</strong>de Jesucristo.21. La presencia cotidiana y esperanzada de incontables peregrinosnos ha recordado a los primeros seguidores de Jesucristo quefueron al Jordán, donde Juan bautizaba, con la esperanza de encontraral Mesías (cf. Mc 1, 5). Quienes se sintieron atraídos por lasabiduría de sus palabras, por la bondad de su trato y por el poderde sus milagros, por el asombro inusitado que despertaba su persona,acogieron el don de la fe y llegaron a ser <strong>discípulos</strong> de Jesús.Al salir de las tinieblas y de las sombras de muerte (cf. Lc 1,79), su vida adquirió una plenitud extraordinaria: la de haber sidoenriquecida con el don del Padre. Vivieron la historia de su puebloy de su tiempo y pasaron por los caminos del Imperio Romano,sin olvidar nunca el encuentro más importante y decisivo de suvida que los había llenado de luz, de fuerza y de esperanza: el encuentrocon Jesús, su roca, su paz, su vida.22. Así nos ocurre también a nosotros al mirar la realidad de nuestrospueblos y de nuestra Iglesia, con sus valores, sus limitaciones,47


La vida de nuestros pueblos hoysus angustias y esperanzas. Mientras sufrimos y nos alegramos,permanecemos en el amor de Cristo viendo nuestro mundo, tratamosde discernir sus caminos con la gozosa esperanza y la indeciblegratitud de creer en Jesucristo. Él es el Hijo de Dios verdadero,el único Salvador de la humanidad. La importancia única einsustituible de Cristo para nosotros, para la humanidad, consisteen que Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida. “Si no conocemosa Dios en Cristo y con Cristo, toda la realidad se convierte en unenigma indescifrable; no hay camino y, al no haber camino, nohay vida ni verdad” 19 . En el clima cultural relativista que nos circundase hace siempre más importante y urgente radicar y hacermadurar en todo el cuerpo eclesial la certeza que Cristo, el Diosde rostro humano, es nuestro verdadero y único salvador.1.1 ACCIÓN DE GRACIAS A DIOS23. Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos habendecido con toda clase de bendiciones en la persona de Cristo(cf. Ef 1, 3). El Dios de la Alianza, rico en misericordia, nos haamado primero; inmerecidamente, nos ha amado a cada uno denosotros; por eso, lo bendecimos, animados por el Espíritu Santo,Espíritu vivificador, alma y vida de la Iglesia. Él, que ha sidoderramado en nuestros corazones, gime e intercede por nosotrosy nos fortalece con sus dones en nuestro camino de <strong>discípulos</strong> y<strong>misioneros</strong>.24. Bendecimos a Dios con ánimo agradecido, porque nos ha llamadoa ser instrumentos de su Reino de amor y de vida, de justicia yde paz, por el cual tantos se sacrificaron. Él mismo nos ha encomendadola obra de sus manos para que la cuidemos y la pongamosal servicio de todos. Agradecemos a Dios por habernos hechosus colaboradores para que seamos solidarios con su creaciónde la cual somos responsables. Bendecimos a Dios que nos ha19Cf. DI 3.48


<strong>Los</strong> <strong>discípulos</strong> <strong>misioneros</strong>dado la naturaleza creada que es su primer libro para poder conocerloy vivir nosotros en ella como en nuestra casa.25. Damos gracias a Dios que nos ha dado el don de la palabra, conla cual nos podemos comunicar con Él por medio de su Hijo, quees su Palabra (cf. Jn 1,1), y entre nosotros. Damos gracias a Él quepor su gran amor nos ha hablado como amigos (cf. Jn 15, 14­15).Bendecimos a Dios que se nos da en la celebración de la fe, especialmenteen la Eucaristía, pan de vida eterna. La acción de graciasa Dios, por los numerosos y admirables dones que nos haotorgado, culmina en la celebración central de la Iglesia, que es laEucaristía, alimento substancial de los <strong>discípulos</strong> y <strong>misioneros</strong>.También por el Sacramento del Perdón que Cristo nos ha alcanzadoen la cruz. Alabamos al Señor Jesús por el regalo de su MadreSantísima, Madre de Dios y Madre de la Iglesia en AméricaLatina y El Caribe, estrella de la evangelización renovada, primeradiscípula y gran misionera de nuestros pueblos.26. Iluminados por Cristo, el sufrimiento, la injusticia y la cruz nosinterpelan a vivir como Iglesia samaritana (cf. Lc 10, 25­37), recordandoque “la evangelización ha ido unida siempre a la promociónhumana y a la auténtica liberación cristiana” 20 . Damos gracias aDios y nos alegramos por la fe, la solidaridad y la alegría, característicasde nuestros pueblos trasmitidas a lo largo del tiempo porlas abuelas y los abuelos, las madres y los padres, los catequistas,los rezadores y tantas personas anónimas cuya caridad ha mantenidoviva la esperanza en medio de las injusticias y adversidades.27. La Biblia muestra reiteradamente que, cuando Dios creó el mundocon su Palabra, expresó satisfacción diciendo que era “bueno”(Gn 1, 21), y, cuando creó al ser humano con el aliento de suboca, varón y mujer, dijo que “era muy bueno” (Gn 1, 31). El mundocreado por Dios es hermoso. Procedemos de un designio divinode sabiduría y amor. Pero, por el pecado, se mancilló esta be­20DI 3.49


La vida de nuestros pueblos hoylleza originaria y fue herida esta bondad. Dios, por nuestro SeñorJesucristo en su misterio pascual, ha recreado al hombre haciéndolohijo y le ha dado la garantía de unos cielos nuevos y de unatierra nueva (cf. Ap 21, 1). Llevamos la imagen del primer Adán,pero estamos llamados también, desde el principio, a realizar laimagen de Jesucristo, nuevo Adán (cf. 1 Co 15, 45). La creaciónlleva la marca del Creador y desea ser liberada y “participar en lagloriosa libertad de los hijos de Dios” (Rm 8, 21).1.2 LA ALEGRÍA DE SER DISCÍPULOS Y MISIONEROSDE JESUCRISTO28. En el encuentro con Cristo queremos expresar la alegría de ser<strong>discípulos</strong> del Señor y de haber sido enviados con el tesoro delEvangelio. Ser cristiano no es una carga sino un don: Dios Padrenos ha bendecido en Jesucristo su Hijo, Salvador del mundo.29. La alegría que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo, aquien reconocemos como el Hijo de Dios encarnado y redentor,deseamos que llegue a todos los hombres y mujeres heridos porlas adversidades; deseamos que la alegría de la buena noticia delReino de Dios, de Jesucristo vencedor del pecado y de la muerte,llegue a todos cuantos yacen al borde del camino, pidiendo limosnay compasión (cf. Lc 10, 29­37; 18, 25­43). La alegría deldiscípulo es antídoto frente a un mundo atemorizado por el futuroy agobiado por la violencia y el odio. La alegría del discípulo no esun sentimiento de bienestar egoísta sino una certeza que brota dela fe, que serena el corazón y capacita para anunciar la buena noticiadel amor de Dios. Conocer a Jesús es el mejor regalo quepuede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros eslo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer connuestra palabra y obras es nuestro gozo.1.3 LA MISIÓN DE LA IGLESIA ES EVANGELIZAR30. La historia de la humanidad, a la que Dios nunca abandona, transcurrebajo su mirada compasiva. Dios ha amado tanto nuestro50


<strong>Los</strong> <strong>discípulos</strong> <strong>misioneros</strong>mundo que nos ha dado a su Hijo. Él anuncia la buena noticia delReino a los pobres y a los pecadores. Por esto, nosotros, como<strong>discípulos</strong> de Jesús y <strong>misioneros</strong>, queremos y debemos proclamarel Evangelio, que es Cristo mismo. Anunciamos a nuestrospueblos que Dios nos ama, que su existencia no es una amenazapara el hombre, que está cerca con el poder salvador y liberadorde su Reino, que nos acompaña en la tribulación, que alienta incesantementenuestra esperanza en medio de todas las pruebas.<strong>Los</strong> cristianos somos portadores de buenas noticias para la humanidady no profetas de desventuras.31. La Iglesia debe cumplir su misión siguiendo los pasos de Jesús yadoptando sus actitudes (cf. Mt 9, 35­36). Él, siendo el Señor, sehizo servidor y obediente hasta la muerte de cruz (cf. Fil 2, 8); siendorico, eligió ser pobre por nosotros (cf. 2 Co 8, 9), enseñándonosel itinerario de nuestra vocación de <strong>discípulos</strong> y <strong>misioneros</strong>.En el Evangelio aprendemos la sublime lección de ser pobres siguiendoa Jesús pobre (cf. Lc 6, 20; 9, 58), y la de anunciar elEvangelio de la paz sin bolsa ni alforja, sin poner nuestra confianzaen el dinero ni en el poder de este mundo (cf. Lc 10, 4 ss). En lagenerosidad de los <strong>misioneros</strong> se manifiesta la generosidad deDios, en la gratuidad de los apóstoles aparece la gratuidad delEvangelio.32. En el rostro de Jesucristo, muerto y resucitado, maltratado pornuestros pecados y glorificado por el Padre, en ese rostro dolientey glorioso 21 , podemos ver, con la mirada de la fe el rostro humilladode tantos hombres y mujeres de nuestros pueblos y, al mismotiempo, su vocación a la libertad de los hijos de Dios, a la plenarealización de su dignidad personal y a la fraternidad entre todos.La Iglesia está al servicio de todos los seres humanos, hijos e hijasde Dios.21Cf. NMI 25 y 28.51

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