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Perdidos sitios de la felicidad - Casa de las Américas

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DesencuentrosUn día, cuando pase el tiempo, tantoque <strong>la</strong> distancia entre lo que somos y ese díasea insalvable, leerás este poemacon <strong>la</strong> fascinación <strong>de</strong> un joven griegoy sabrás que este poemafue escrito para ti. Que don<strong>de</strong> hablo<strong>de</strong> unos ojos corrosivos erosionando, mi nuca,hablo <strong>de</strong> tus ojos. Que esa bocaque recorrió mi cuerpo como un zapador,fue inequívocamente <strong>la</strong> tuya.Para entonces habremos envejecido tantoque los recuerdos serán un <strong>de</strong>vastado cañaveraly el único territorio posiblepara ser feliz.El país habrá cambiado lo suficientecomo para no parecer el mismo. Atráshabrán quedado <strong>la</strong>s culpasy <strong>de</strong> seguro los hombres se amaránsin tener que ocultar su nombre,su domicilio, sus zonas más vulnerables.La libertad no será sólo una pa<strong>la</strong>brasino algo transparente como una b<strong>la</strong>nca camisa<strong>de</strong> lino, algo que caiga sobre el cuerposin apenas rozarlo. Pero tu cuerpoy el mío, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tanto frotar<strong>la</strong> superficie áspera <strong>de</strong> los días,no serán tan <strong>de</strong>seados como ahora: yofingiré convivir bien con mi soledad; túhabrás <strong>de</strong>jado en <strong>la</strong>s pare<strong>de</strong>s y el cielo <strong>de</strong> tu casa,belleza y sueños y hasta tus manos,55


entrenadas también en el acto <strong>de</strong> fingir,ya no tendrán el mismo temblorni <strong>la</strong> capacidad <strong>de</strong> mostrarme quien niegas ser.Un día cuando pase el tiempo, tantoque <strong>la</strong> distancia entre lo que somos y ese díasea irrecuperable.Buscarás un lugar lejos <strong>de</strong> tus hijosY más lejos aún <strong>de</strong> tu esposa(ya lejana en <strong>la</strong> rutina que impone el hogar),ellos te mirarán con compasión creyendo conocerte;entonces, discretamente, leerás este poemacon <strong>la</strong> misma fascinación <strong>de</strong> un joven griegoy llorarás, y tu viejo corazón no querrá perdonartecuando sepa que este poema, escrito con resignación,fue escrito para ti. c56


SEBASTIÁN PONSDesinteresadamenteNo me importa que esa tar<strong>de</strong> haya estado gris, muy gris, como <strong>de</strong>ceniza, y tampoco que haya llovido. Dicen que <strong>la</strong> lluvia <strong>la</strong>va y que<strong>la</strong> ceniza ensucia, y también que el agua se lo lleva todo; entre esasdisposiciones contradictorias me encuentro cuando formulo mi <strong>de</strong>sinterés.Hay quienes han <strong>de</strong>dicado <strong>de</strong>masiado tiempo a ver caer unas gotas;en esa tar<strong>de</strong> calcinada se podía divisar <strong>la</strong> distancia rociada, o explosionestransparentes a los pies, o <strong>de</strong>jarse dob<strong>la</strong>r <strong>la</strong> cabeza y abrir <strong>la</strong> bocaa <strong>la</strong> dulzura, y los ojos también, los párpados bien abiertos para percibir<strong>la</strong> altura <strong>de</strong> <strong>la</strong>s miles <strong>de</strong> caídas en un mismo sitio; pero eso no pue<strong>de</strong>interesarme. Qué me va a importar a mí <strong>la</strong> lluvia. Y menos aún que nohubiera un mínimo espacio limpio en <strong>la</strong> vereda, que toda barrida fueraen vano porque <strong>la</strong> tierra era insta<strong>la</strong>da acá y allá por el viento, y que sinembargo <strong>la</strong> vieja mujer <strong>de</strong> <strong>la</strong> esquina saliera a cada rato con <strong>la</strong> escobapara luego volver a entrar satisfecha <strong>de</strong> su inútil <strong>la</strong>bor. Por supuesto queno me interesaba en lo más mínimo, y sigue sin interesarme, que <strong>la</strong> viejase l<strong>la</strong>mara C<strong>la</strong>ra, que usara siempre el mismo vestido <strong>de</strong>steñido y quehace poco le hubieran atropel<strong>la</strong>do el perro. Incluso me era indiferente eltipo sentado en el Fiat 600 azul que hacía horas tenía los ojos gigantes yrojos <strong>de</strong> no pestañear, y esos ojos mirando en dirección al bar; puedoenunciar <strong>de</strong>sinteresadamente que le hubiese caído bien remojarlos en <strong>la</strong>lluvia.Hay pedazos <strong>de</strong> humedad que parecen legados <strong>de</strong> ese día; se metenpor grietas que no alcanzo a sentir. El tipo <strong>de</strong>l Fiat estaba seco aún,antes <strong>de</strong> que el gris sucumbiera a <strong>la</strong> noche; seco y sentado, se diríaque intacto, un muñeco tras <strong>la</strong> vidriera <strong>de</strong>l vehículo. Quizá hubiese sidointeresante observar que <strong>la</strong> pintura <strong>de</strong>l diminuto auto curvilíneo bril<strong>la</strong>bay que eso contrastaba con <strong>la</strong>s partes <strong>de</strong>scascaradas don<strong>de</strong> sólo se veía<strong>la</strong> chapa; pero no me importó, como tampoco lo hizo <strong>la</strong> mirada <strong>de</strong>l tipodirigida con sumo interés a otro tipo que venía caminando y fumandobajo <strong>la</strong> escasa e imperceptible lluvia, inclinado contra el viento y <strong>la</strong> tierra,ni tampoco <strong>la</strong>s acciones <strong>de</strong> ese otro tipo, el frotarse <strong>la</strong>s manos ytirar el cigarrillo para luego entrar al bar. Ese bar ahora me rebota en loque parece ser mi cráneo, por lo macizo y porque el sonido viene <strong>de</strong>a<strong>de</strong>ntro. También golpean frases, voces que se topan contra el huesoRevista <strong>Casa</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong>s Américas No. 251 abril-junio/2008 pp.57-5957


apagado. No me esfuerzo en conservar<strong>la</strong>s, en cobijar<strong>la</strong>s <strong>de</strong> lo impropio a <strong>la</strong> historia que cuento, <strong>de</strong> loque en mí se <strong>de</strong>shilvana. No lo hago porque no me interesa.Ahora bien, que el tipo en el auto buscara algo bajo el asiento para luego llevárselo al interior <strong>de</strong> <strong>la</strong>chaqueta y que se bajara por <strong>la</strong> puerta que da a <strong>la</strong> calle, mirando hacia todos <strong>la</strong>dos, son cosas realmentedignas <strong>de</strong> mi absoluta indiferencia. Parece que a él tampoco le importaba <strong>la</strong> lluvia, y que no le interesó,como a mí, el otro tipo, <strong>la</strong> vieja, el perro atropel<strong>la</strong>do, <strong>la</strong> tierra con viento, <strong>la</strong> mugre mojada <strong>de</strong>l día y <strong>la</strong>sgotas <strong>de</strong> barro, ni mucho menos el bar, al que por fin se <strong>de</strong>cidió a entrar. Ni al otro tipo a<strong>de</strong>ntro, queahora pedía un segundo whisky y que se rascaba <strong>la</strong> nuca sin interés por ap<strong>la</strong>car o no una picazón, leimportaba <strong>de</strong>scubrir el espejo, ese enorme cristal luminoso que amplía los espacios y que nunca faltaal otro <strong>la</strong>do <strong>de</strong> <strong>la</strong> barra <strong>de</strong> un bar <strong>de</strong> cualquier calle <strong>de</strong>sierta; el menor <strong>de</strong> los intereses fue advertir porese espejo <strong>la</strong> llegada <strong>de</strong>l tipo indiferente como yo al clima y a todo. Abunda, ya no cabe <strong>la</strong> falta <strong>de</strong>niti<strong>de</strong>z cuando pronuncio «todo»; aunque no me importa, puedo sentir los fragmentos <strong>de</strong> unos hechosque el pasado ha trastornado y que nubes, quizá pesadil<strong>la</strong>s, confun<strong>de</strong>n con ciertas presenciasinteriores. Hay c<strong>la</strong>ros en este pasaje sombrío y <strong>la</strong> sucesión parece intacta, si bien pue<strong>de</strong> pertenecer alporvenir. Veo al tipo sentado en el bar, lo veo acodado y su cara se refleja <strong>de</strong>sanimada; sé que no leha importado el ímpetu o esa exactitud elástica con <strong>la</strong> que el tipo húmedo ha cruzado <strong>la</strong> calle y haingresado al bar. Que no se diera vuelta a saludarlo, si pudiéramos suponer que se conocían <strong>de</strong> otromomento o que habían tejido ese encuentro futuro, comprobaría <strong>la</strong> insignificancia que le daba alsuceso, aunque nada nos dice sobre el <strong>de</strong>sinterés que existía en el gesto <strong>de</strong>l tipo que entraba, porquehan <strong>de</strong> existir mil formas <strong>de</strong> ignorar a alguien, tantas como <strong>la</strong>s circunstancias en que uno es inadvertidosin el menor <strong>de</strong>seo.Aunque llovía, aunque entonces llovía mucho, aunque el gris <strong>de</strong> <strong>la</strong> noche próxima era más oscuroque el <strong>de</strong>l día, o no era gris, y <strong>la</strong> vieja ya no iba a salir, y su perro se estaba pudriendo enterrado en algúnbaldío, y el viento, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> cargar tierra, seguro que había tirado <strong>la</strong> precaria cruz que marcaba el lugar,y aunque ahora pudiera pensarlo, pudiera preguntarme, por ejemplo, cómo es posible que el vientoarrastre tanta tierra bajo una lluvia como aquel<strong>la</strong>, o como es posible que dos hombres amen con unaequivalencia científica y odien con <strong>la</strong> vaguedad <strong>de</strong> un poema, aunque arrebatase el tiempo que no meinteresa si alguien me usurpó, no había más que <strong>la</strong> indiferencia. Porque todo eso, y también lo quevendría, ejercía y ejerce en mí un interés igual a cero o tal vez menos consecuente que esa nadaabsoluta. Habría que calcu<strong>la</strong>r <strong>la</strong> falta <strong>de</strong> negatividad en el <strong>de</strong>sinterés más acabado.Sí, no tengo problema en afirmarlo: había personas en el bar. Sí, algunos se sorprendieron con <strong>la</strong>entrada <strong>de</strong>l segundo tipo, quizá porque habían notado <strong>la</strong> presencia <strong>de</strong>l primero, y otros, con aireresignado (por ellos o por los dos tipos), ni se movieron. Y a mí qué. Qué importa <strong>la</strong> gente, lo que hagao <strong>de</strong>je <strong>de</strong> hacer. La gente y <strong>la</strong> ausencia no son más que fenómenos. A<strong>de</strong>más, no me podía interesarcuando mi <strong>de</strong>sinterés ya estaba totalmente ocupado en el revólver que sacó <strong>de</strong>l sobretodo el tipo queantes había permanecido sentado en el auto, al que no le importaba sostenerlo firmemente y apuntarlohacia el otro tipo que lo miraba con aire indiferente mientras bebía su tercer whisky. El ruido quehizo el disparo, algo como una tone<strong>la</strong>da <strong>de</strong> huesos quebrados, y que provocó el grito <strong>de</strong> una señoritaque no me interesa qué hacía en el bar ni <strong>de</strong> qué trabajaba, me importó lo mismo que <strong>la</strong> presencia <strong>de</strong> esamujer o sus activida<strong>de</strong>s con cualquier hombre, o su re<strong>la</strong>ción con uno u otro <strong>de</strong> los dos tipos. En estemismo momento –o lo que sea que signifique este volumen <strong>de</strong> imágenes– me son totalmente indiferenteslos ecos <strong>de</strong> aquel sonido como también cualquier otro tipo <strong>de</strong> resonancia o reminiscencia <strong>de</strong>memoria, sea el color <strong>de</strong> <strong>la</strong> sangre chorreando y <strong>de</strong>l revólver cayendo <strong>de</strong> una mano temblorosa, o elrecuerdo <strong>de</strong> <strong>la</strong> vista <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> ellos volviéndose b<strong>la</strong>nca y el <strong>de</strong>smayo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l gatil<strong>la</strong>zo, o <strong>la</strong> sensación<strong>de</strong> <strong>la</strong> ba<strong>la</strong> en el pecho y <strong>la</strong> lenta agonía <strong>de</strong>l otro tipo.58


DANIEL FERREIRABajo <strong>de</strong>l árbol que te oculta los huesosRevista <strong>Casa</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong>s Américas No. 251 abril-junio/2008 pp. 60-62Esta es <strong>la</strong> fa<strong>la</strong>nge <strong>de</strong> mi esposo. Este es el omop<strong>la</strong>to <strong>de</strong> mi esposo. Loestoy viendo ahora caminar hacia mí con un ramillete <strong>de</strong> pescados queaún se estremecen buscando <strong>la</strong> vida. Lo estoy viendo recorrer <strong>la</strong> oril<strong>la</strong><strong>de</strong> ese río lodoso que no fue su último amigo, sino el único que tuvo enrealidad. Y mi esposo no me mira mientras camina hacia mí, sino quemira el litro <strong>de</strong> brandy medio lleno que bril<strong>la</strong> junto al cambuche y parecesonreírle <strong>de</strong> gratificación con sólo pensar en el sorbo que será. Este esel húmero <strong>de</strong> mi esposo, estos son su fémur y su tibia. Lo veo <strong>la</strong>nzar lospeces al fondo <strong>de</strong>l p<strong>la</strong>tón. Lo veo <strong>de</strong>stapar <strong>la</strong> botel<strong>la</strong>, beber <strong>de</strong>l gollete ymirarme a <strong>la</strong> cara sin <strong>de</strong>cir nada. Maravillosamente. Mudo. Esta es sumandíbu<strong>la</strong> burlona. Las vértebras que se hacen polvo entre mis <strong>de</strong>dos.Lo estoy viendo a <strong>la</strong> oril<strong>la</strong> <strong>de</strong>l camino avanzando con su hijo, que estambién mi hijo. Él, gigante. El otro, niño. Su mano <strong>de</strong> gigante conduciendo<strong>la</strong> mano suave <strong>de</strong>l pequeño. Su hombro <strong>la</strong>cerado por el peso <strong>de</strong><strong>la</strong> atarraya y el ardor <strong>de</strong> <strong>la</strong> canícu<strong>la</strong>. Lo veo subir a un camión, sentarseen una esquina con el p<strong>la</strong>tón <strong>de</strong> los peces y <strong>de</strong>cirle al niño, sin que yo loescuche:–Mamá ahora estará feliz por <strong>la</strong> subienda.Esta es su c<strong>la</strong>vícu<strong>la</strong>, los huesecillos que constituyeron <strong>la</strong> estructuraósea <strong>de</strong> un cuerpo ancho <strong>de</strong> pescador ensimismado. Los hombres verda<strong>de</strong>rosson los hombres <strong>de</strong> conocimiento, o sea los hombres que sabenoír el rugido <strong>de</strong>l bagre rastril<strong>la</strong>ndo el lecho <strong>de</strong>l río en <strong>la</strong>s madrugadas másnegras, o sea los hombres que no le tienen miedo al insomnio, ni alsueño. Este es el femoral <strong>de</strong>l hombre al que le aprendí que a <strong>la</strong> oril<strong>la</strong> <strong>de</strong>lrío no hay nada que podamos temer. Esta es <strong>la</strong> ca<strong>la</strong>vera <strong>de</strong>l que megolpeó en <strong>la</strong>s noches <strong>de</strong> pesadil<strong>la</strong> para <strong>de</strong>mostrar que el miedo no está en<strong>la</strong>s cosas ni en los seres que nos ro<strong>de</strong>an, sino en uno mismo. Este es elúnico diente que le quedó entero a mi esposo. Esta es <strong>la</strong> mirada sin ojosque me ofrece <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su muerte prodigiosa, mi esposo. Lo estoy viendoen una discusión que sostiene acaloradamente conmigo, voces que seelevan en <strong>la</strong> tar<strong>de</strong> y espantan <strong>la</strong>s mir<strong>la</strong>s cantoras <strong>de</strong> los árboles, manosnervudas <strong>de</strong> hombre que se empuñan, lágrimas <strong>de</strong> mujer que anegan lospárpados sin acabar nunca <strong>de</strong> salir. Entonces voy al espejo y veo en mí auna mujer renegando en murmullos. Entonces voy al <strong>la</strong>va<strong>de</strong>ro y veo elcuchillo <strong>de</strong> mi esposo <strong>de</strong>scarnando los peces y hablándole al niño.60


La empleada que yo era les <strong>de</strong>jó el café servido sobre <strong>la</strong> mesa, inclinó <strong>la</strong> frente y salió <strong>de</strong> <strong>la</strong> oficinacon una reverencia. Pocos días <strong>de</strong>spués <strong>la</strong> conoció, y él le <strong>de</strong>smintió el asunto <strong>de</strong>l muerto, y fue el<strong>la</strong>quien lo instigó entonces a huir <strong>de</strong> <strong>la</strong> ciudad con el revólver <strong>de</strong> guardaespaldas sin usar, con <strong>la</strong> inocenciaintacta, y con el trofeo <strong>de</strong> el<strong>la</strong> misma, que prefería el hambre a <strong>la</strong> oril<strong>la</strong> <strong>de</strong> un río y con alguien que<strong>la</strong> amara, a <strong>la</strong> esc<strong>la</strong>vitud en plena civilización. Este es el <strong>de</strong>spojo <strong>de</strong>l hombre que le engendró <strong>la</strong> vida ami vientre. Este es su abono mineral, su resultado. Lo estoy viendo poco antes <strong>de</strong> morir, sentado en <strong>la</strong>mecedora, pensando en el niño, con el brandy infaltable on<strong>de</strong>ando en <strong>la</strong> mano, y aquel silencio ylevedad que ya no olvido.–¿Cómo recuerdas al niño, Manuel?–Traslúcido, como el agua.Este es el cráter <strong>de</strong> su nariz. Estas son <strong>la</strong>s cuencas <strong>de</strong> sus dos ojos. Esto es lo que quedó <strong>de</strong> aquelhombre que siempre anduvo caboteando en su soledad tranqui<strong>la</strong>.–¿Por qué no quieres hab<strong>la</strong>r, Manuel?–Porque no amo esta lengua, porque hab<strong>la</strong>r es recordar, y yo no quiero recordar, porque sólo tu hijoy el río conocían <strong>la</strong> voz <strong>de</strong>l agua, pero ya se murieron.No se equivocaba mi esposo: el río se había muerto <strong>de</strong> verdad, y sus aguas podridas sólo arrastrabanlos cadáveres <strong>de</strong> una guerra soterrada que nunca acababa <strong>de</strong> <strong>de</strong>c<strong>la</strong>rarse. De otro <strong>la</strong>do, mi hijohabía muerto atravesado por una ba<strong>la</strong> <strong>de</strong> cualquier bando que no se supo <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> provino. Y fue miesposo quien lo vio caer en medio <strong>de</strong> <strong>la</strong> ba<strong>la</strong>cera nocturna: se arrastró hasta él y luego pasó <strong>la</strong> nocheabrazando su cuerpo hasta que <strong>de</strong>saparecieron <strong>de</strong>l aire <strong>la</strong>s últimas ráfagas. Al amanecer, sólo unhombre por <strong>la</strong> carretera sosteniendo en los brazos el cuerpo sin vida <strong>de</strong> un niño. Este es el resultadofinal <strong>de</strong>l hombre y <strong>la</strong> mujer. Esto es lo que queda <strong>de</strong> mi esposo. Lo veo ahora allí sentado, <strong>la</strong> últimatar<strong>de</strong> <strong>de</strong> su vida, el brandy acabado, el revólver en <strong>la</strong>s rodil<strong>la</strong>s. Ante él, sólo el vacío. Mi esposo no semovió. Ni quiso hab<strong>la</strong>r más <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r a mi hijo, que era también su hijo. Le dio vueltas entrelos <strong>de</strong>dos a esa botel<strong>la</strong> vacía como si no le quedara otra esperanza en un mundo <strong>de</strong>rruido. El corazónlo tenía tan hueco como aquel litro <strong>de</strong> licor sobre <strong>la</strong> mesa. Sabía que se estaba <strong>de</strong>spidiendo. Que esetrago, como le advirtieron los médicos, era su último trago. Se puso en pie. Lentamente, caminó sobrelos tréboles. Después hizo lo que no se le vio hacer en varios años <strong>de</strong> brandy sin pausa: subió a <strong>la</strong> lomapara ver a lo lejos el río. Allí esperó los relumbres <strong>de</strong>l atar<strong>de</strong>cer sobre <strong>la</strong>s aguas. Luego, <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> unaceiba <strong>de</strong> ramas perpetuadas, sonó el único disparo que se perdió en ecos hasta el final <strong>de</strong>l mundo. Estees su cráneo astil<strong>la</strong>do por el plomo. Esta es su ruina y su fortuna. Reúno todos los huesos en una bolsay camino con los restos <strong>de</strong> mi esposo a través <strong>de</strong>l cementerio. Sólo yo sé ahora bajo <strong>la</strong> sombra <strong>de</strong> quéárbol reposará para siempre. Sólo yo sé por qué optó por quedarse cal<strong>la</strong>do. Sólo yo sé <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se <strong>de</strong>hombre que era <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> estos <strong>de</strong>spojos.Él, mi esposo. c62


ELENA CABREJASPor <strong>la</strong>s callesPor <strong>la</strong>s calles el tránsito parecía igualque en tiempos anteriorespero no estaban C<strong>la</strong>udio ni Haroldo ni Azucena.Los autos pasaban por zonas comercialespor don<strong>de</strong> el mundo ardíapor inocentes zonas suburbanas<strong>de</strong> azules transparentespero Caty no estaba ni Jorge ni Robertomientras <strong>la</strong> paz vio<strong>la</strong>da cabalgaba a hurtadil<strong>la</strong>s<strong>de</strong> esa carroña hambrienta, hediendo a pavor sobre <strong>la</strong> espalda.Nos espiaban <strong>de</strong>s<strong>de</strong> cada ventanacada rendijacada ventanil<strong>la</strong>don<strong>de</strong> asomaban amenazantes fusileslentes oscuros como presentimientoscon su po<strong>de</strong>r alzadodoblegando <strong>la</strong> piel<strong>la</strong> mente el airey hasta a los adoquines <strong>de</strong> <strong>la</strong> calle.La calledon<strong>de</strong> no estaba Paco ni Rodolfo ni Marcelodon<strong>de</strong> todo olía a <strong>de</strong>rrotaa pócimas amargasmientras el tránsito continuaba igual que en otros tiempos.El chirrido <strong>de</strong> alguna frenada asustaba a los pájarosuna or<strong>de</strong>n un gritoun cuerpo arrojado con su camisa abiertallenaba <strong>de</strong> pavor hasta a los árboles.Revista <strong>Casa</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong>s Américas No. 251 abril-junio/2008 pp. 63-6663


Aunque a veces ellos lograban regresar <strong>de</strong>sasidos <strong>de</strong>l tiempocon toda <strong>la</strong> belleza <strong>de</strong> sus miradas muertasvolvían a <strong>la</strong>s calles más allá <strong>de</strong> <strong>la</strong> vidaperdurandoresistiendopropagando su aliento c<strong>la</strong>n<strong>de</strong>stinosus manossu vozcomo una mancha <strong>de</strong> amor sobre <strong>la</strong> calle.Carta a mi hija en el exilioY le dije a mi hijatu cara se me aparece cada día cada minutocada segundo <strong>de</strong> tu exiliobaja tu cara por <strong>la</strong>s pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> <strong>la</strong> casallega hasta mí para l<strong>la</strong>marme para gritarpara llorar conmigo en este exilio separadodistante <strong>de</strong>l tuyo el mío en mi paísen nuestro paísdon<strong>de</strong> te escribo: «quisiera regresarte a mi vientrepare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> acero para tus miedos...»Las noches me duelen más que nuncagolpean mis sienes en <strong>la</strong> almohadaen el clima siniestro <strong>de</strong> <strong>la</strong> esperaen mi ventana abierta hacia <strong>la</strong> nadacon nudillos <strong>de</strong> fuego con pasos que retornanen <strong>la</strong>s sombrasy salgo a buscarte en cada sueñopero Estocolmo está muy lejos64


y te envío Buenos Aires en estos postersP<strong>la</strong>za <strong>de</strong> Mayo y <strong>la</strong>s palomascaminando tu ausencia en el papel como en mi almamientras el obelisco crece imperturbabley vos no estás aquí en ningún banco<strong>de</strong>scansando tu historia.El pedregullo <strong>de</strong> <strong>la</strong> p<strong>la</strong>za rezonga bajo mis zapatostodo se ha vuelto gris <strong>de</strong>s<strong>de</strong> tu ausenciay tus ojos <strong>de</strong> miel me miran <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Europame meto entonces en ellos por costumbrepara no volver a caerme con tus lágrimas<strong>de</strong> cada carta <strong>de</strong> cada letra<strong>de</strong> cada miedoy mis manos inventan el poema:«quisiera regresarte a mi vientre...»AmigaA <strong>la</strong> hermana Alice Domon (Caty)Necesito encontrarte dulce amiga queridacon tu voz cristalina como el agua que <strong>de</strong>jasteen mis manos cada vez que te ibasdon<strong>de</strong> pu<strong>de</strong> beber tu fe enorme y transparenteigual al alba <strong>de</strong> tus ojos don<strong>de</strong> te amanecía<strong>la</strong> sonrisa.Ahora sé que no estás y duele ese signo terrible<strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>de</strong>saparición, Hermana.Pero voy a reconstruirte, darte cristiana sepulturaentre <strong>la</strong> tierra húmeda <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l cirueloque nos acogía con sus frutos amarillos65


en <strong>la</strong>s tar<strong>de</strong>s <strong>de</strong> mate y confesiones.Enterraré tu libro <strong>de</strong> oraciones, tu rosarioy también tus zapatos que anduvieron tantas callesbuscando a los tuyos.Llenaré tu sepultura <strong>de</strong> pétalos <strong>de</strong> rosasy el perfume llenará <strong>la</strong> casacomo un cuenco infinito. cSan José, Guatema<strong>la</strong>, 195466


RODOLFO ALPÍZAR CASTILLONo era otra vez el gran sueño <strong>de</strong> amorNo podía creerlo, pero ahí estaba. Era El<strong>la</strong>, nuevamente manifiestaante mis ojos, material, tangible, no soñada.Tendida sobre mi cama, esperándome dormida.¿Cuánto hacía que no <strong>la</strong> veía dormir? Se podría afirmar que no eramucho, tomando como referencia el calendario, pero <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mi almael espacio sin su presencia resultaba un tiempo inabarcable y brutal.No había notado nada especial al llegar a <strong>la</strong> casa, no había en e<strong>la</strong>mbiente nada que <strong>la</strong> anunciara: Ni coros <strong>de</strong> ángeles ni trompetas celestialesanticipaban mi<strong>la</strong>gros. El mismo silencio, <strong>la</strong> misma sensación <strong>de</strong><strong>de</strong>samparo al entrar y pensar que el<strong>la</strong> nunca más llenaría mi espacio consu presencia. Los objetos <strong>de</strong> <strong>la</strong> sa<strong>la</strong>, reposando cada cual en el sitioexacto don<strong>de</strong> lo había <strong>de</strong>jado al salir en <strong>la</strong> mañana, me recordaban consu disciplina lo irreversible <strong>de</strong> <strong>la</strong> soledad en que me encontraba.Mas un inesperado <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n me sorprendió al pasar al dormitorio:Puesto <strong>de</strong> cualquier manera en un rincón, con el contenido disperso portodas partes como si los hubieran <strong>la</strong>nzado al voleo, el maletín don<strong>de</strong>había guardado yo sus cosas, en espera <strong>de</strong>l día en que me sintiera confuerzas para <strong>de</strong>volver<strong>la</strong>s.Y en medio <strong>de</strong> <strong>la</strong> cama, dormida profundamente sobre un amasijo <strong>de</strong>sábanas, un cuerpo <strong>de</strong> mujer: No cualquier mujer, sino <strong>la</strong> única posibleen el mundo: El<strong>la</strong>.Dormida sobre mi cama, ajena al mundo, en abandono <strong>de</strong> toda <strong>de</strong>fensa,ofrecida.El cabello en <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n, echada sobre <strong>la</strong> espalda, <strong>la</strong>s piernas entreabiertas,vestida sólo con el ropón color rosa semi transparente que nose había llevado y yo guardaba <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> <strong>la</strong> almohada.Como <strong>la</strong> recordaba <strong>de</strong> aquellos tiempos <strong>de</strong> amor que alguna vez creíeternos y un día se me escaparon entre los <strong>de</strong>dos.Como en mis sueños <strong>de</strong> un regreso nunca vuelto realidad.Era el<strong>la</strong> dormida mientras esperaba mi llegada, permitiéndome ver<strong>la</strong>sin verme, concediéndome <strong>la</strong> gracia <strong>de</strong> disfrutar <strong>de</strong> su presencia a so<strong>la</strong>sconmigo mismo.Temí soñar una vez más, porque <strong>la</strong> escena era <strong>de</strong>masiado simi<strong>la</strong>r a <strong>la</strong>que se había hecho habitual en mis noches y a lo que cada tar<strong>de</strong>, alRevista <strong>Casa</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong>s Américas No. 251 abril-junio/2008 pp. 67-6967


llegar a casa, añoraba encontrarme. Seguramente era otra vez el gran sueño <strong>de</strong> amor en que yo meescondía <strong>de</strong> mí mismoMas no lo era; lo que ahora se ofrecía a mis ojos tenía existencia real.Sin dar tiempo a que mis emociones se <strong>de</strong>sbocaran, traté <strong>de</strong> cerciorarme <strong>de</strong> que no dormía. Nocabía duda, había cumplido todos los pasos <strong>de</strong> mi diario ceremonial <strong>de</strong> llegada a casa: Había extraído<strong>la</strong>s l<strong>la</strong>ves <strong>de</strong>l bolso, había abierto <strong>la</strong>s varias cerraduras, había empujado suavemente <strong>la</strong> puerta, habíavuelto a cerrar en el or<strong>de</strong>n acostumbrado, había encendido <strong>la</strong>s luces... Cada movimiento realizado eraevi<strong>de</strong>ncia cierta <strong>de</strong> que no soñaba, pues en los sueños no suce<strong>de</strong> así: En los sueños tampoco uno es tanmeticuloso, penetra en los lugares sin tener que abrir puertas y no encien<strong>de</strong> luces, siempre hay <strong>la</strong>suficiente y el camino es expedito. No hay tal fiesta <strong>de</strong> colores, ni se siente el perfume <strong>de</strong> los cuerpos,como yo aspiraba el suyo.Tampoco a uno le duele <strong>la</strong> cabeza en los sueños, pero <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que salí <strong>de</strong>l trabajo a mí me estabadoliendo. O tal vez sí due<strong>la</strong> a veces, pero hasta entonces a mí nunca me había sucedido.No soñaba, en fin: Era El<strong>la</strong>, estaba ante mí, y yo acariciaba con los ojos cada segmento <strong>de</strong> su piel.Ya era tiempo <strong>de</strong> que <strong>la</strong> acariciara con <strong>la</strong> mía. Besé sus <strong>la</strong>bios, como solía hacer antes. Sabía que no<strong>la</strong> <strong>de</strong>spertaría con ello, a lo sumo se revolvería un poco en <strong>la</strong> cama, sonreiría y protestaría, «Déjame,tengo sueño». «Mi nené dormilona», repliqué, como en otros tiempos, y confieso que se me escapóuna lágrima: Había perdido <strong>la</strong> esperanza <strong>de</strong> volver a <strong>de</strong>cirlo alguna vez.Antes no lo hacía, pero hoy se <strong>de</strong>spertó. Quizá no dormía en realidad, acaso sólo había queridorega<strong>la</strong>rme ese momento y fingía. Abrió los ojos, sonriente. «¿Sin rencores?», preguntó. «Sin rencores»,respondí. ¿Y <strong>de</strong> qué rencor podría hab<strong>la</strong>r yo en ese momento? La dicha <strong>de</strong> saber<strong>la</strong> <strong>de</strong> regreso ami <strong>la</strong>do borraba <strong>de</strong> golpe lo sufrido durante el tiempo <strong>de</strong> ausencia, y <strong>la</strong> sensación <strong>de</strong> vacío que supartida había sembrado en cada rincón <strong>de</strong> mi vida se vo<strong>la</strong>tilizaba al ver<strong>la</strong> sonreír mientras acariciabalevemente mi mano <strong>de</strong>recha. ¿Cómo acordarme <strong>de</strong> rencores cuando estoy <strong>de</strong> regreso a <strong>la</strong> <strong>felicidad</strong>?Me miraba fijamente a los ojos, como tratando <strong>de</strong> saber qué me andaba por <strong>de</strong>ntro. Mas yo eraincapaz <strong>de</strong> pensamiento alguno: Apenas sentía. Borrada <strong>la</strong> conciencia, disfrutaba el sentimiento que meembargaba. No podía ser <strong>de</strong> otra manera, si el cerebro todavía no alcanzaba a enten<strong>de</strong>r lo que yaentendía el resto <strong>de</strong> mi cuerpo, que no soñaba como tantas veces, que esta vez en verdad El<strong>la</strong> estabaa mi <strong>la</strong>do, me miraba sin hab<strong>la</strong>r, me besaba <strong>la</strong>s manos, y ahora comenzaba a pasar <strong>la</strong> punta <strong>de</strong> los <strong>de</strong>dospor mis párpados mientras sonreía, «Me gustan esas arruguitas». Limitada como era para manifestarsus sentimientos, era esa una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s escasas frases que en ocasiones me rega<strong>la</strong>ba.«¿Estoy soñando?», le pregunté. «¿Qué crees tú?», respondió con una pregunta, como era sucostumbre. «Creo que sí, que estoy soñando. No..., mejor estoy muerto, porque me siento en <strong>la</strong> gloria.No pue<strong>de</strong> haber mayor gloria en este mundo o en cualquier otro que sentir tu caricia en mi mejil<strong>la</strong>».«Bobo». Sonrió, y me dio un beso.Si hubiera guardado algún resto <strong>de</strong> duda, ahora quedaba <strong>de</strong>spejada: La humedad y <strong>la</strong> cali<strong>de</strong>z <strong>de</strong> sus<strong>la</strong>bios también me aseguraban que no soñaba.«¿Cómo has estado?». No supe qué respon<strong>de</strong>r a <strong>la</strong> pregunta innecesaria. Nada hubiera podido<strong>de</strong>cir que expresara el estado <strong>de</strong> absoluta muerte interior en que su ausencia me había <strong>de</strong>jado. Sepue<strong>de</strong> <strong>de</strong>scribir <strong>la</strong> muerte física, cualquier médico <strong>de</strong> segunda línea es capaz <strong>de</strong> hacerlo, pero estaotra que había experimentado, <strong>de</strong> sentirme arrancado <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida y continuar andando y respirando,no creo que haya ciencia que <strong>la</strong> <strong>de</strong>scriba. «Bien», terminé por contestar, con ningún convencimiento.Cierto que todavía me dolía un poco <strong>la</strong> cabeza, pero no había por qué referirse a ello, no eramomento para malestares. A<strong>de</strong>más, ya no era tanto el dolor que molestara; <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que <strong>la</strong> vi había68


comenzado a ce<strong>de</strong>r. Ver<strong>la</strong> nuevamente era todo lo que necesitaba yo para ser el hombre más sano <strong>de</strong> <strong>la</strong>Tierra.«Voy a preparar café», anuncié. «Y <strong>de</strong>spués un Alexán<strong>de</strong>r..., como antes», escuché que rec<strong>la</strong>maba,con una voz que era <strong>la</strong> misma <strong>de</strong> siempre, recordando una costumbre <strong>de</strong> siempre.La misma voz, sólo que me pareció extrañamente más lejana. Tal vez había perdido <strong>la</strong> costumbre <strong>de</strong>escuchar<strong>la</strong>.La lámpara <strong>de</strong> <strong>la</strong> cocina estaba <strong>de</strong>scompuesta. En lugar <strong>de</strong> encen<strong>de</strong>r, <strong>la</strong>nzaba continuos e instantáneos<strong>de</strong>stellos que me mostraban los objetos envueltos en un ambiente <strong>de</strong> irrealidad que complementabael mágico momento que estaba viviendo.Me dispuse a preparar el café.El dolor <strong>de</strong> cabeza había <strong>de</strong>saparecido casi por completo, pero el parpa<strong>de</strong>o <strong>de</strong> <strong>la</strong> luz comenzaba airritarme los ojos. Suerte que finalmente, en el momento en que tomaba <strong>la</strong> cafetera <strong>de</strong>l estante, <strong>la</strong> lámparase estabilizó. Tomé el paquete <strong>de</strong> café, volví <strong>la</strong> mirada hacia <strong>la</strong> habitación y <strong>la</strong> vi, aún sobre <strong>la</strong> cama,sonriente, los brazos extendidos hacia mí, convidándome... Mejor <strong>de</strong>jar el café para más tar<strong>de</strong>...Según me acercaba a El<strong>la</strong> <strong>la</strong> iluminación se iba haciendo más intensa, parecía como si a cada pasouna nueva lámpara se encendiera. Hasta que <strong>la</strong> luz llegó a ser tanta que me permitió alcanzar <strong>la</strong> totalc<strong>la</strong>ridad <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as.Cuando tomé sus manos entre <strong>la</strong>s mías se produjo el momento más lúcido <strong>de</strong> mi existencia. Porqueentonces tuve <strong>la</strong> certeza incuestionable <strong>de</strong> que en efecto yo no dormía, <strong>de</strong> que no me embargaba unavez más mi gran sueño imposible <strong>de</strong> amor, <strong>de</strong> que <strong>la</strong> realidad añorada al fin regresaba a mí.No regresaba. Yo <strong>la</strong> había hecho retornar, como último regalo arrebatado a <strong>la</strong> vida en el instante enque, al terminar mi rutinario día <strong>de</strong> trabajo, caía en plena calle, fulminado por <strong>la</strong> ruptura <strong>de</strong> un aneurismacerebral. c69


CRISTIAN AVECILLASMi victoria, no...Mi victoria, no juzgarme,Transformar en verso mi cadáver.Ingresar en <strong>la</strong> plomiza infancia,Huérfano <strong>de</strong> sangre,Y sentir <strong>la</strong> arteria seca, irrigándome pa<strong>la</strong>bras…Oficiar el verso en mi cadáver.Dejo <strong>la</strong> ambu<strong>la</strong>nte...Revista <strong>Casa</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong>s Américas No. 251 abril-junio/2008 pp. 70-71Dejo <strong>la</strong> ambu<strong>la</strong>nte historia,Caminar <strong>de</strong> <strong>la</strong>s mujeres que se mueven como diosas,Material <strong>de</strong> los rechazos don<strong>de</strong> explora un hombre.Dejo <strong>la</strong> gregaria historia:El lenguaje es superior a cualquier patriaY <strong>la</strong> patria es pormenor <strong>de</strong> cualquier hombre.Aquí <strong>la</strong> hembra no es mujer ni es diosa,No es el canon <strong>de</strong> <strong>la</strong> corvaNi el amargo soportal <strong>de</strong> <strong>la</strong> experiencia;Aquí <strong>la</strong> patria no es erial ni habitación,No es <strong>la</strong> prosa con fronterasNi <strong>la</strong> masa que persigue <strong>la</strong> elocuencia.La hembra es apocalipsisY <strong>la</strong> patria cal<strong>la</strong>:70


Cuando el hombre se aproxima a los infiernosEl hombre es una historia <strong>de</strong> sí mismo.Porque el viento...Porque el viento aquí es inútil,Porque <strong>la</strong> única carnosidad viene <strong>de</strong>l hongo,Porque <strong>la</strong> última virtud es apestar,En <strong>la</strong> magna <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> mi cuerpo,Nace un versoDon<strong>de</strong> todos los cadáveres soy yo.cDesarrollo industrial, Cuba, 196171


PÍA BOUZASCuestiones <strong>de</strong> familiaRevista <strong>Casa</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong>s Américas No. 251 abril-junio/2008 pp. 72-76De repente, mi madre y yo nos encontramos saludando a <strong>la</strong> familia enel hall <strong>de</strong>l aeropuerto antes <strong>de</strong> subir al avión, con abrazos emocionados.Eso en sí era una estampa insólita ya que no teníamos el hábito <strong>de</strong> viajarjuntas. Pero <strong>la</strong>s cosas suelen ocurrir <strong>de</strong> manera inesperada, sobre todocuando mis hermanos traman concilios en secreto. Y así fue: una tar<strong>de</strong>sonó el teléfono (era sin duda mi hermano mayor) y en <strong>la</strong> conversación,por momentos crispada, me volví <strong>la</strong> acompañante i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> mamá, porqueesta vez no podíamos <strong>de</strong>jar<strong>la</strong> ir so<strong>la</strong>, era una locura; ¿cómo podríayo rehuir el honor? Entonces todo ocurrió como en <strong>la</strong> televisión: elpatito feo se convirtió en un cisne y preparó <strong>la</strong>s valijas.De todas formas había algo más insólito que viajar juntas, y eso eravolver a <strong>la</strong> ciudad <strong>de</strong> Quito a buscar los restos <strong>de</strong> mi abuelo enterradoallí veinte años atrás. Hay que <strong>de</strong>cir que no era exactamente un viajeromántico al lugar <strong>de</strong> <strong>la</strong> infancia, sino más bien un viaje póstumo pararesolver una cuestión familiar pendiente, <strong>de</strong> esas que a mi madre leencantan, y que una, como hija, se ve obligada a asumir tar<strong>de</strong> o temprano.Y por eso estábamos ahora mi madre y yo, medio dormidas, respirandoel aire frío <strong>de</strong> <strong>la</strong>s seis <strong>de</strong> <strong>la</strong> mañana a <strong>la</strong> salida <strong>de</strong>l aeropuertoMariscal Sucre, entre los cholos que ofrecían cargar el equipaje a cambio<strong>de</strong> unos realitos y los taxistas que se arremolinaban a nuestro alre<strong>de</strong>dor.Habíamos llegado.La historia arranca a fines <strong>de</strong> los años 70, mientras vivíamos enQuito. En uno <strong>de</strong> esos veranos secos y ecuatoriales <strong>la</strong> ma<strong>la</strong> hora le llegóa mi abuelo y lo <strong>de</strong>jó pasmado para siempre. Tan pasmado que cuando<strong>la</strong> familia entera regresó a <strong>la</strong> Argentina él se quedó allí, solito en el cementeriomunicipal, como un faro en el medio <strong>de</strong>l océano más negro.Según mi madre todo era por <strong>la</strong> burocracia; pero ahora, a <strong>la</strong> luz <strong>de</strong> loshechos, me arriesgo a <strong>de</strong>cir que el problema era <strong>la</strong> cremación. Mi madreera una mujer poco apegada a <strong>la</strong>s tradiciones, a no ser que se tratara <strong>de</strong><strong>la</strong> muerte. Recuerdo dos: el bouquet <strong>de</strong> orquí<strong>de</strong>as para los funerales(nada <strong>de</strong> crisantemos ni <strong>de</strong> palmas, son tan poco distinguidas, <strong>la</strong> verdad...)y el rechazo absoluto a <strong>la</strong> cremación. Cuando quería justificar<strong>la</strong>,<strong>de</strong>cía con gesto grandilocuente que esta cosa le venía <strong>de</strong> sus bisabuelos,y lo hacía tan tenazmente, que cuando murió su propia madre, <strong>la</strong>72


familia nuevamente en concilio tuvo que obligar<strong>la</strong> a respetar <strong>la</strong> voluntad <strong>de</strong> <strong>la</strong> difunta (que sí quería que<strong>la</strong> cremaran porque: ¿quién va a venir a ponerme flores?, <strong>de</strong>cía <strong>la</strong> pobre viejita con toda razón, consi<strong>de</strong>randolo que había ocurrido con su marido, <strong>de</strong>sterrado en su entierro quiteño). Pero a pesar <strong>de</strong> todosestos antece<strong>de</strong>ntes, nadie en Buenos Aires, al organizar <strong>la</strong> repatriación <strong>de</strong>l abuelo, bueno, <strong>de</strong> sus restos,había contado con <strong>la</strong> i<strong>de</strong>a fija <strong>de</strong> mi madre. Todos dábamos por sentado que a <strong>la</strong> exhumación seguiría<strong>la</strong> cremación, luego <strong>la</strong> urna, el avión y mi Buenos Aires querido tarareando «que veinte años no es nada,que febril <strong>la</strong> mirada». Esa era <strong>la</strong> obra que yo venía a representar, y para eso vestía mi papel <strong>de</strong> hijacon<strong>de</strong>scendiente, comprensiva, hija adulta en fin.Pero haber<strong>la</strong> visto nomás en el <strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> los funcionarios <strong>de</strong>l Ministerio <strong>de</strong> Salud en pleno Quitocolonial, justo <strong>la</strong> tar<strong>de</strong> en que comenzaba una huelga general, y todo al <strong>de</strong>monio. El<strong>la</strong> sentadita en susil<strong>la</strong>, con su elegancia antigua, sus gestos <strong>de</strong>licados y <strong>de</strong>cididos, rememorando con emoción los años<strong>de</strong> vida quiteña; y <strong>de</strong>l otro <strong>la</strong>do <strong>de</strong>l escritorio, él, el funcionario, suerte <strong>de</strong> doctor Chapatín, tristementeelegante y canoso, sorprendido ante esa argentina que hab<strong>la</strong>ba <strong>de</strong> una ciudad que ya no existía, peroque él había disfrutado, cómo no.–Pues fíjese que yo creo que no va a tener que cremar, con veinte años ya... prácticamente no <strong>de</strong>be<strong>de</strong> haber nada..., unos huesitos apenas... y con este clima... Así que vivió aquí con su familia y ¿<strong>la</strong> niñatambién?La niña era yo, evi<strong>de</strong>ntemente, y eso dio pie a <strong>la</strong>s anécdotas esco<strong>la</strong>res. Mi madre disfrutaba echandocuentos <strong>de</strong> nuestra vida en Ecuador con <strong>la</strong> misma intensidad con <strong>la</strong> que a mí me molestaba. Y pensando enesa característica tan suya, en ese momento no di <strong>la</strong> importancia necesaria a <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras <strong>de</strong>l doctorChapatín, no me di cuenta <strong>de</strong> <strong>la</strong> puerta que estaba abriendo. Por algún motivo inexplicable (en realidad,mis profundas ganas <strong>de</strong> que todo fuera fácil), yo tampoco había reparado en su aversión crematoria,ni en <strong>la</strong> estrategia asturiana (cosa <strong>de</strong> bisabuelos también) que <strong>de</strong>splegaba siempre ante <strong>la</strong>s dificulta<strong>de</strong>s:mi madre jamás se adaptaba a lo que <strong>la</strong>s circunstancias <strong>de</strong>mandaban; como una mu<strong>la</strong> empacadagolpeaba e insistía hasta que el mundo se venía abajo. Mientras tanto, en <strong>la</strong> oficina <strong>de</strong> al <strong>la</strong>do loshuelguistas jugaban a <strong>la</strong>s cartas y miraban cada tanto hacia nosotras: vaya una a saber qué les producíamayor sorpresa, si los altos funcionarios trabajando o estas gringas recién llegadas. Finalmente ungordito chueco trajo el certificado que necesitábamos y nos <strong>de</strong>spedimos.Una vez en <strong>la</strong> calle intuí que el periplo no iba a ser tan or<strong>de</strong>nado como <strong>la</strong> familia había supuesto, ysentí el disgusto en el estómago. Recuerdo perfectamente <strong>la</strong> calle porque estaba a <strong>la</strong> vuelta <strong>de</strong> <strong>la</strong> iglesia<strong>de</strong> los jesuitas don<strong>de</strong> yo había tomado <strong>la</strong> primera comunión, y <strong>de</strong>l pasaje San Lorenzo, don<strong>de</strong> comenzabael verda<strong>de</strong>ro Quito ma<strong>la</strong>ndra. Había un sol frío, <strong>la</strong> tar<strong>de</strong> empezaba a caer y me sentí extraña en esaciudad, a <strong>la</strong> vez familiar y <strong>de</strong>sconocida. No era posible un regreso feliz a <strong>la</strong> tierra <strong>de</strong>l pasado. Me dieronganas <strong>de</strong> soltar una puteada a <strong>la</strong> suerte que me perseguía; para colmo, mi madre dijo:–Ya sabía yo que no íbamos a tener que hacer nada, viste, ¿escuchaste, no? Eso, lo que dijo eldoctor. ¡Qué encanto <strong>de</strong> hombre! Decíme si no se parecía a Córdoba, el director <strong>de</strong> tu colegio.Suele ocurrirme cuando estoy con el<strong>la</strong>: mi madre tiene <strong>la</strong> capacidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarme muda o <strong>de</strong>sesperada.Esta vez opté por <strong>la</strong> síntesis y le dije:–Me parece un disparate.–Siempre negativa vos, mañana conseguimos <strong>la</strong> urnita especial y listo.Ma sí, pensé, y <strong>la</strong> <strong>de</strong>jé hacer, cansada como estaba, y apunada en esa ciudad tan alta. Al fin <strong>de</strong>cuentas era su padre, y yo sólo quería que fuéramos al Hilton, sólo quería un poco <strong>de</strong> confortinternacionalmente estándar, nada más. Finalmente hacia allí fuimos, olvidadas <strong>de</strong>l resto. Sin embargo,viniendo <strong>de</strong> mi madre, <strong>de</strong>bí sospechar algo cuando dijo urnita especial.73


El día siguiente arrancó temprano en <strong>la</strong> mañana. Era viernes y teníamos pocas horas para resolver<strong>la</strong> cuestión, con <strong>la</strong> huelga general que se iba propagando como reguero <strong>de</strong> pólvora. Fue entoncescuando me di cuenta <strong>de</strong> que <strong>la</strong> urnita especial (a el<strong>la</strong> le encantaba nombrar<strong>la</strong> así) era un objeto queexistía únicamente en su imaginación. La primera tienda en <strong>la</strong> que entramos estaba en el barrio fino <strong>de</strong><strong>la</strong> ciudad, y a pesar <strong>de</strong> lo evi<strong>de</strong>nte, querían evitar a toda costa <strong>la</strong> sensación <strong>de</strong> estar comerciando conlos pobres muertitos. El ven<strong>de</strong>dor hab<strong>la</strong>ba en voz baja y con gesto compungido, y cuando algún chicoentraba corriendo y a <strong>la</strong>s carcajadas, lo tironeaba <strong>de</strong>l brazo y lo retaba al oído, eso sí, con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za.Mi madre andaba con asombrosa naturalidad entre los ataú<strong>de</strong>s y los ramos <strong>de</strong> flores, <strong>la</strong>s coronas y <strong>la</strong>spalmas que habían puesto sobre taburetes para darle elegancia al lugar. A mí, en cambio, como siempreme repugnó el olor mezc<strong>la</strong>do <strong>de</strong> <strong>la</strong>s flores, un poco rancias ya, un poco viejas, me <strong>de</strong>diqué a otra cosa.Y fue entonces que pensé por primera vez que esto ameritaría una compensación extra <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> mishermanos, una porción mayor <strong>de</strong> <strong>la</strong> herencia, una cucarda a <strong>la</strong> buena hija, algo, qué sé yo. Y en esoandaba cuando el buen señor nos ofreció una urna para cenizas convencional, pero eso sí, en unagama <strong>de</strong> tres colores: ma<strong>de</strong>ra, p<strong>la</strong>teado y bronce. Era una pena, no nos servía. Nosotras necesitamosalgo más gran<strong>de</strong>, <strong>de</strong>cía mi madre, como para poner algunos huesitos, ¿se da cuenta?...–Pues no... –dijo <strong>de</strong> inmediato, aunque luego, tras unos instantes <strong>de</strong> vaci<strong>la</strong>ción, sus ojitos inquietoslo encontraron y se animó– bueno quizá esto sí que podría servir, es muy bonito y está forrado por<strong>de</strong>ntro, fíjese qué <strong>de</strong>licado, ¿qué le parece?–Mierda –dije yo.–No, no, esto no –dijo mi madre con sonrisa con<strong>de</strong>scendiente.Por fin, pensé y respiré aliviada. Gracias a Dios mi madre volvía a <strong>la</strong> cordura. Lo único que nosfaltaba era subirnos al avión con un ataúd <strong>de</strong> bebé en el bolso <strong>de</strong> mano.–Yo quiero una urna <strong>de</strong> mármol, pero más gran<strong>de</strong>, algo <strong>de</strong> este tamaño –e hizo con sus manos elgesto.Falsa expectativa, me dije. El<strong>la</strong> seguía en su propósito, impertérrita a <strong>la</strong> realidad y a mi fastidio.¿Dón<strong>de</strong> vamos a conseguir mármol en esta ciudad más pobre que el carajo? El ven<strong>de</strong>dor nos mandópara el pasaje San Lorenzo, no por el mármol (que <strong>de</strong>scartó <strong>de</strong> p<strong>la</strong>no), sino por <strong>la</strong> variedad <strong>de</strong> <strong>la</strong> oferta.Ese era el otro sitio don<strong>de</strong> se vendían ataú<strong>de</strong>s, aunque más baratos, c<strong>la</strong>ro.–Eso sí, vaya con cuidado.En el taxi discutimos: yo, diciéndole que era un disparate una locura una insensatez; el<strong>la</strong>, diciendoque yo no sabía nada, que a su abue<strong>la</strong> no <strong>la</strong> habían cremado, que los huesitos el<strong>la</strong> misma los habíapuesto en una urna gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> mármol, y que eso quería, nada más, una cosa muy simple, tan difícil era<strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r<strong>la</strong>, era su padre, che.Me refugié en los autos que pasaban por <strong>la</strong> avenida: un Toyota, un Mazda, un Chevrolet viejo, todossubiendo hacia el Quito colonial. La avenida América subiendo será para mí siempre el camino <strong>de</strong>l<strong>de</strong>ntista en una tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> lluvia. Yo, en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l asiento <strong>de</strong>l auto, pegada a <strong>la</strong> puerta, sufriendo <strong>de</strong>antemano por el ruido <strong>de</strong>l torno que iba a escuchar en <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> <strong>de</strong> espera, <strong>la</strong>s manos sudadas sobre <strong>la</strong>falda gris <strong>de</strong>l colegio, pensando ¿y si <strong>la</strong> puerta se abriera?; pero no, en mi familia se usaba el auto conel seguro para niños: imposible que se abriera <strong>de</strong>s<strong>de</strong> a<strong>de</strong>ntro. ¿Y ahora? ¿Hasta dón<strong>de</strong> iba a llegar mimadre? Yo confiaba en que en cualquier momento <strong>de</strong>jaría <strong>de</strong> insistir ante <strong>la</strong> realidad inevitable, que mediría hija, tenías razón, <strong>la</strong> cremación es lo más simple, esto era una locura, qué bueno que vinisteconmigo, si no, quién sabe lo que hubiera hecho. Pero conociéndo<strong>la</strong>, ¿era posible?La calle San Lorenzo era una bajada que terminaba en un arco <strong>de</strong> piedra. Del otro <strong>la</strong>do había unaexp<strong>la</strong>nada muy gran<strong>de</strong> don<strong>de</strong> empezaban <strong>la</strong>s barriadas pobres. En <strong>la</strong> cuesta se sucedían alternadamentetiendas don<strong>de</strong> vendían ataú<strong>de</strong>s y estuches <strong>de</strong> instrumentos musicales, una al <strong>la</strong>do <strong>de</strong> <strong>la</strong> otra, con todo74


en exposición. Algunos cajones, incluso, estaban sobre <strong>la</strong> calle misma, apoyados contra <strong>la</strong> pared yluciendo <strong>la</strong> ma<strong>de</strong>ra silvestre o el forro <strong>de</strong> pana negro, nada <strong>de</strong> lustre, nada <strong>de</strong> brillo, pero eso sí, <strong>de</strong>todos los tamaños. Por <strong>la</strong> cantidad <strong>de</strong> tiendas se ve que había mercado.En eso, mi vieja me agarra <strong>de</strong>l brazo y me dice:–Fijáte que ahora me acuerdo <strong>de</strong> esta calle. Acá fue don<strong>de</strong> te compramos el estuche <strong>de</strong> tu guitarra,con lo bueno que salió, todavía lo tenés, ¿no? –y sonrió–. Es un buen augurio eso.A esa altura yo había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r, sobre todo su sonrisa indulgente que venía como <strong>de</strong> <strong>la</strong>contemp<strong>la</strong>ción <strong>de</strong> un jardín japonés. Me daban ganas <strong>de</strong> gritarle «fijáte dón<strong>de</strong> estamos, mamá, no es unpaseo por el álbum familiar, ¿no ves?». Pero simplemente me salió:–Evi<strong>de</strong>ntemente, mamá, a vos se te piantó un tornillo...La escena <strong>de</strong> <strong>la</strong> tienda fina se repitió en <strong>la</strong> tienda pobre, pero entre el olor a ma<strong>de</strong>ra fresca y aserrínen el piso; <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l cuartito estaba el taller <strong>de</strong> carpintería don<strong>de</strong> fabricaban los cajones. La cho<strong>la</strong>primero nos miró con <strong>de</strong>sconfianza. Nos había visto discutir en <strong>la</strong> vereda, y eso ya era un signo <strong>de</strong>extranjería; a<strong>de</strong>más mi madre entró en <strong>la</strong> tienda sin resquemor, y eso <strong>la</strong> puso en guardia. Yo me quedéafuera <strong>de</strong>cidida a no participar más. En <strong>la</strong> exp<strong>la</strong>nada había varios grupos <strong>de</strong> jóvenes vestidos a <strong>la</strong>moda yanqui NBA: <strong>la</strong> gorrita para atrás, <strong>la</strong> mirada <strong>de</strong>safiante, los pantalones anchos. No hacían nada <strong>de</strong>nada, sólo miraban y tomaban trago, pero era inevitable pensar que todo podía cambiar en cuestión<strong>de</strong> instantes. Era evi<strong>de</strong>nte que ese no era un lugar para extranjeros, ahí empezaba otra ley, unasuerte <strong>de</strong> Bronx andino con nombre <strong>de</strong> santo católico. Yo ya no conocía esa ciudad ni sus costumbresy me quería ir <strong>de</strong> allí <strong>de</strong> una vez por todas. Flor <strong>de</strong> guachos mis hermanos, pensé.Miré hacia el interior <strong>de</strong> <strong>la</strong> tienda: mi madre y <strong>la</strong> cho<strong>la</strong> conversaban animadamente, como dospersonas que se entien<strong>de</strong>n fácilmente a pesar, incluso, <strong>de</strong> <strong>la</strong>s enormes diferencias. Como siempre, <strong>la</strong>muerte y el pasado tendían un puente inmediato; sin duda mi madre ya le habría contado toda <strong>la</strong> historia,y c<strong>la</strong>ro que siempre hay compasión por <strong>la</strong>s personas que vienen a buscar a sus muertos, quién no losabe. Pero no, tampoco el<strong>la</strong> tenía <strong>la</strong> urnita especial, y esta vez ni siquiera propuso el ataudcito. Lacho<strong>la</strong> entendía mejor.Abrevio para no redundar. Salimos <strong>de</strong> allí y <strong>la</strong> búsqueda continuó, pero yo cerré los ojos y los volvía abrir recién en <strong>la</strong> habitación <strong>de</strong>l Hilton. Me había recostado y encendido <strong>la</strong> tele; estaba enojada,fastidiada, harta, y sólo pensaba en lo que vendría, en <strong>la</strong> suerte <strong>de</strong> ca<strong>la</strong>vera yorick que tendríamos enel bolso, tintineando alegremente su canto ancestral. Porque ni cajita teníamos. Ahora sólo sería unafunda, algo simi<strong>la</strong>r a <strong>la</strong> funda <strong>de</strong> una almohada. Sí. Aunque parezca mentira, en el último círculo <strong>de</strong> <strong>la</strong>espiral mi madre había <strong>de</strong>cidido coserle una funda con una te<strong>la</strong> b<strong>la</strong>nca que había conseguido mi<strong>la</strong>grosamenteen una mercería, justo antes <strong>de</strong>l mediodía, <strong>de</strong>talle central puesto que sólo nos quedaban doshoras para resolver <strong>la</strong> cuestión. A mí todo me parecía un remolino <strong>de</strong> locura, y mientras giraba en esevértigo me agarraba a mis argumentos lógicos como a palitos, y los enumeraba mentalmente para versi con ellos podía hacer un buen remo: insalubre, ilegal, incómodo, insoportable, intolerable, ¿cuántosadjetivos con prefijo in podía poner en mi lista?De repente giré y <strong>la</strong> vi. Mi madre estaba sentada en el sillón, <strong>de</strong> espaldas al ventanal que seabría ampliamente sobre <strong>la</strong> ciudad. La mañana había estado nub<strong>la</strong>da y fría, pero ahora el cielose había abierto y un rayo <strong>de</strong> sol entraba en <strong>la</strong> habitación. Quizá fue el sol o los cuadros renacentistasque uno ha visto, no lo sé, pero algo <strong>de</strong> <strong>la</strong> escena me conmovió. La cama don<strong>de</strong> estaba acostada se mevolvió más cálida y el<strong>la</strong> también se acomodó mejor en el sillón, como si recién entonces hubieraencontrado su posición. Cal<strong>la</strong>da y con los anteojos puestos, cosía <strong>de</strong>licadamente <strong>la</strong> funda b<strong>la</strong>nca: con<strong>la</strong> mano izquierda sujetaba <strong>la</strong> te<strong>la</strong>, con <strong>la</strong> <strong>de</strong>recha pasaba <strong>la</strong> aguja. No sé cómo me fijé en sus manos,temb<strong>la</strong>ban. Miento. Sí sé por qué observé sus manos: <strong>de</strong> chica me gustaba observar<strong>la</strong> coser. Sus75


manos eran tibias y elegantes, y <strong>de</strong> cualquier te<strong>la</strong> podían hacer un disfraz <strong>de</strong> sirena con lentejue<strong>la</strong>sver<strong>de</strong>s y bril<strong>la</strong>ntes. Ahí estaba ahora, absorta en su funda, perdida en su propio mundo, sin llorar, sinhab<strong>la</strong>r, so<strong>la</strong>, cosiendo con puntada prolija. Una costura <strong>de</strong>licada y preciosa, eso quería, una orquí<strong>de</strong>a<strong>de</strong> lino.Sé que en ese momento <strong>de</strong>bí acercarme a el<strong>la</strong> y abrazar<strong>la</strong>: su cuerpo estaría tibio, flojo, cansado. Séque <strong>de</strong>bí susurrarle en el oído que ya no cosiera, que el abuelo enten<strong>de</strong>ría. Pero no lo hice, permanecílejos, enfrascada como una nena enojada. Fue el<strong>la</strong> <strong>la</strong> que volvió <strong>de</strong> su mundo y <strong>de</strong>jó <strong>la</strong> funda a mediocoser volcada sobre sus piernas. Me miró <strong>de</strong> sos<strong>la</strong>yo, tanteando en el aire quizá una disculpa:–Yo quería algo lindo para papá –dijo entrecortada.Y se pasó los <strong>de</strong>dos por los párpados para borrar con una caricia <strong>la</strong>s lágrimas. cFi<strong>de</strong>l en acto <strong>de</strong> El Caney, Las Merce<strong>de</strong>s, Cuba, 195976


JUAN CAMERONSobre <strong>la</strong> alcurniaPor mis venas corre sangre <strong>de</strong> héroesCorría más bien ya se ha trocadoen medal<strong>la</strong>s y pergaminosen estatuas cagadas por palomasPor mis venas corre sangre españo<strong>la</strong>es <strong>de</strong>cir corríapues ya <strong>de</strong>sembarcó en mi otra oril<strong>la</strong>en el halo <strong>de</strong> mi ojo golpeadoPor mis venas corre sangre escocesaque a veces pica en <strong>la</strong> mejil<strong>la</strong>Corría más bien Ya noNunca <strong>la</strong> misma sangre bajo el codoPor mis venas corre sangre mapuchetanto como sangre <strong>de</strong> BurundiCorría más bien porque ya nuncairé a Yaundé a CameroonPor mis venas corre sangre todos los díasy todas <strong>la</strong>s noches corre sangreigual que <strong>la</strong> tierra en invierno <strong>la</strong>brada:una porción <strong>de</strong> prietas sobre un paisaje en b<strong>la</strong>nco.Revista <strong>Casa</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong>s Américas No. 251 abril-junio/2008 pp. 77-7877


Sylvia P<strong>la</strong>th relee sus cartas, piensaNo sé si el inci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l oso fuera sólo una metáforapara ahuyentar al <strong>de</strong>stino porque ese <strong>de</strong>stinono es más que una pa<strong>la</strong>bra entre los matorralesuna sombra migratoria en <strong>la</strong> bandada <strong>de</strong> <strong>la</strong>s preposicionesMayo se ha vuelto frío y gris –no es esta mi tierra–afuera <strong>la</strong> nieb<strong>la</strong> dibuja <strong>la</strong>s tejas y faroles<strong>la</strong>dra al atar<strong>de</strong>cerComo ma<strong>la</strong>s noticias llegan <strong>la</strong>s cartas <strong>de</strong> mis editoresmanuscritos que regresan a su lugar <strong>de</strong> origenTodo cabe en <strong>la</strong> página: un cementerio en <strong>la</strong> lomael muelle que vaci<strong>la</strong> bajo el pesosu rápido sen<strong>de</strong>ro por <strong>la</strong> piedraSoy <strong>la</strong> misma <strong>de</strong> siempre no hay cabos sin atarMañana concluiré esta página con un simple gruñidoun adiós disperso <strong>la</strong> con<strong>de</strong>na para aquellos que amenazanmi noche.ArribosSiempre hay carteles esperando a <strong>la</strong> salida <strong>de</strong> los aeropuertospersonas con cartones en sus manosmiradas sonrientes que auscultan al viajeroy uno espera encontrar su propio nombre escrito en algún pechouna pa<strong>la</strong>bra c<strong>la</strong>ve que abra el nuevo mundoasí una ventana en <strong>la</strong> pantal<strong>la</strong> <strong>de</strong>l computadorUn cruce <strong>de</strong> miradas y ya estáy otras voces que dudan en bandadamurmuran ciertas señas comprendidas por finAsí he buscado tus ojos bajando <strong>de</strong> algún vuelopara posarme en ti si acaso comprendierasestas letras perdidas entre <strong>la</strong> muchedumbre. c78


RICARDO CURCIEl rostro <strong>de</strong> los monosLa mujer se resiste con fuerza. Su cuerpo pesado se escurre <strong>de</strong> losbrazos <strong>de</strong> Charly, y un puñetazo lo alcanza en <strong>la</strong> boca. Pero él no protesta.Sujeta el puño que lo golpeó y lo retuerce junto a <strong>la</strong> otra mano en <strong>la</strong>espalda <strong>de</strong> <strong>la</strong> mujer. El<strong>la</strong> grita, sigue luchando contra el pañuelo que leoprime <strong>la</strong> boca y <strong>la</strong> nariz. Pero el cloroformo comienza a adormecer<strong>la</strong> ycae sobre <strong>la</strong> camil<strong>la</strong>. Charly emite un suspiro <strong>de</strong> alivio, es <strong>la</strong> segunda vezque el<strong>la</strong> <strong>de</strong>spierta. Deci<strong>de</strong> mantener<strong>la</strong> sedada con algo más fuerte.Ata <strong>la</strong>s manos <strong>de</strong> <strong>la</strong> mujer con cordones. Palpa el vientre crecido ycomprueba si aún hay movimientos, pero no los encuentra. Sus <strong>de</strong>dosno necesitan mucho tiempo para darse cuenta. Han sido, junto con susojos, el único sistema comunicante con el mundo.Va hasta <strong>la</strong> he<strong>la</strong><strong>de</strong>ra, prepara <strong>la</strong> jeringa y regresa junto a <strong>la</strong> camil<strong>la</strong>. Lainyecta en el brazo. Atrasará el parto, lo sabe, sin embargo es imprescindibleatar<strong>la</strong> bien antes que <strong>de</strong>spierte otra vez. El<strong>la</strong> tiene que estarconsciente todo el tiempo para que el parto sea normal. Lo ha sido en <strong>la</strong>súltimas cuatro ocasiones, con <strong>la</strong>s últimas cuatro mujeres.Rosa, <strong>la</strong> partera que atendió a su madre al nacer él, siempre había elogiadosus manos. Decía que eran pequeñas y sensibles para palpar a los bebés.Por eso, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que él tuvo diez años, le había enseñado a poner sus<strong>de</strong>dos como pinzas en <strong>la</strong> carne húmeda <strong>de</strong> <strong>la</strong>s embarazadas para hal<strong>la</strong>r elfeto y estimu<strong>la</strong>rlo.Charly recuerda cómo era <strong>la</strong> casa <strong>de</strong> La Boca cuando el<strong>la</strong> vivía. Unahabitación con dos camas, <strong>la</strong> cocina y un baño agregado a un costado,al que se llegaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el patio. Sólo dos elementos <strong>de</strong> su trabajo gozaronsiempre <strong>de</strong> un especial cuidado: <strong>la</strong> he<strong>la</strong><strong>de</strong>ra don<strong>de</strong> guardaba losremedios, y un armario con el instrumental para <strong>la</strong>s urgencias. Lasmujeres llegaban gritando a cualquier hora, y Rosa <strong>la</strong>s atendía aunquefuese <strong>de</strong> noche o cortaran <strong>la</strong> luz en el barrio.El comentario sobre sus manos fue lo único bueno que escuchó <strong>de</strong>el<strong>la</strong>. El resto se parecía a lo que una vez le oyó <strong>de</strong>cir:–Menos mal que tu vieja se murió al nacer vos, imagináte cómohabría sufrido al verte así...Se mira al espejo en <strong>la</strong> misma habitación don<strong>de</strong> vive solo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> queRosa murió hace dos años. No sabe quién lo l<strong>la</strong>mó Charly, pero fue elnombre que menos lo avergonzó <strong>de</strong> todos los que le dieron. Se mira <strong>la</strong>sRevista <strong>Casa</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong>s Américas No. 251 abril-junio/2008 pp. 79-8279


manos, pequeñas para su edad, y <strong>la</strong>s pone sobre <strong>la</strong> cara, sin alcanzar a cubrir <strong>de</strong>l todo su rostro<strong>de</strong>formado. La mandíbu<strong>la</strong> parece escaparse, los huesos sobresalen con aspecto simiesco. Así lo l<strong>la</strong>mabana veces, sobre todo en <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> a <strong>la</strong> que lo habían enviado al principio. Luego había tenido queabandonar<strong>la</strong>, y fue a una especial, don<strong>de</strong> otros niños tan extraños como él se miraban entre sí todo eltiempo, sin compren<strong>de</strong>rse.Son <strong>la</strong>s seis <strong>de</strong> <strong>la</strong> tar<strong>de</strong>. Mira por <strong>la</strong> ventana, el barrio está tranquilo, <strong>la</strong>s luces <strong>de</strong>l circo se estánencendiendo en <strong>la</strong> otra cuadra y dos carros con animales pasan por <strong>la</strong> calle. Los observa un rato,incluso pue<strong>de</strong> olerlos. Hay mucha menos gente que algunos años antes. Rosa murió cuando susservicios se reducían a un parto cada dos o tres meses. Las personas ahora asisten a los hospitales.Pero él había conocido <strong>la</strong> buena época, cuando el<strong>la</strong> trabajaba todos los días y parte <strong>de</strong> <strong>la</strong> noche. Laayudaba hasta que se caía <strong>de</strong> sueño o sentía ganas <strong>de</strong> vomitar, y sólo era capaz <strong>de</strong> pensar en el líquidopegajoso, <strong>la</strong> sangre y los pelos <strong>de</strong> pubis que tocarían sus manos antes <strong>de</strong> saberse vencido <strong>de</strong>l todo poresa noche. Porque en realidad es lo único que recuerda con niti<strong>de</strong>z. Ya casi ha olvidado <strong>la</strong>s caras <strong>de</strong> losniños que ayudó a nacer.La primera vez que Rosa lo hizo acompañar<strong>la</strong>, lo puso frente a una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s tantas mujeres quepasaron por esa casa.–Es esto o el circo, en algo tenés que trabajar... –le dijo el<strong>la</strong>.Entonces aprendió observándo<strong>la</strong>. Rosa le daba instrucciones y él obe<strong>de</strong>cía. Ninguna <strong>de</strong> <strong>la</strong>s mujeresse asustaba al verlo, porque el <strong>de</strong> Charly había sido siempre un rostro conocido y mudo en el barrio. Aveces él pensaba en <strong>la</strong> razón <strong>de</strong> su silencio obligado, pasando <strong>la</strong>rgas horas <strong>de</strong> <strong>la</strong> noche en un infructuosointento por emitir sonidos con <strong>la</strong> lengua entre los dientes. Más tar<strong>de</strong>, llegó a darse cuenta <strong>de</strong> que sulengua era un rudimentario ejemplo <strong>de</strong> músculos muertos con una cicatriz inalterable.Sigue mirándose <strong>la</strong> boca abierta en el espejo. Hay mucha luz en <strong>la</strong> habitación, y sin embargo, nohace más que evocar <strong>la</strong> oscuridad <strong>de</strong> <strong>la</strong>s noches agitadas, cuando sujetaba los instrumentos con <strong>la</strong>smanos húmedas. Los mismos que guarda en el viejo armario. Des<strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte <strong>de</strong> Rosa los ha utilizadoso<strong>la</strong>mente para otros cuatro niños.La mujer <strong>de</strong>spierta otra vez, pero está tan sedada que mueve nada más que sus ojos. Lo mira conatención y frunce <strong>la</strong>s cejas.Las bur<strong>la</strong>s <strong>de</strong> los chicos <strong>de</strong>l barrio habían comenzado un día a hacerse insoportables, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong>entonces no quiso salir. Rosa escuchaba los insultos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> calle, pero no se atrevía a criticarlos.–Quedáte acá y ayudáme, pronto se van a olvidar <strong>de</strong> vos si no te ven –le <strong>de</strong>cía el<strong>la</strong>, mirándolo consus ojos c<strong>la</strong>ros, antiguos, en medio <strong>de</strong> esa cara <strong>de</strong> piel oscura y curtida. Se encargó <strong>de</strong> enseñarle a leercon los manuales que conseguía prestados en el barrio, y <strong>de</strong>spués con <strong>la</strong>s recetas y los prospectos que<strong>la</strong> gente les llevaba.El cabello <strong>de</strong> Charly es negro, <strong>la</strong>cio, y lo peina hacia atrás. Tanta semejanza con un simio <strong>de</strong>be ser<strong>de</strong>liberada, piensa. A Rosa le agradaba <strong>de</strong>cirle eso mientras lo peinaba, ap<strong>la</strong>stándole el cabello haciaatrás. Él supo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces que así iba a ser para siempre.La mujer se agita y quiere gritar. Dirige una mirada hacia <strong>la</strong> ventana, pero se da por vencida. Son <strong>la</strong>sdiez <strong>de</strong> <strong>la</strong> noche. Observa a Charly, a su simiesca máscara colocada tan apropiadamente. Porque elcuerpo, aunque no tuviese <strong>de</strong>formidad, había crecido bajo <strong>la</strong> autoritaria i<strong>de</strong>a que aquel<strong>la</strong> extraña cabezaproc<strong>la</strong>maba. El<strong>la</strong> lo mira caminar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> he<strong>la</strong><strong>de</strong>ra hasta el armario. Una luz se encien<strong>de</strong> sobre <strong>la</strong>camil<strong>la</strong>. Él tiene puesto un guardapolvo gris, <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l que escapan <strong>la</strong>s manos velludas y el pechohirsuto. No hay posibilidad <strong>de</strong> duda para quien lo ve por primera vez, aunque cueste creer en <strong>la</strong>transformación humana <strong>de</strong> un animal, y en realidad no fuese más que el hecho inverso.80


Él sabe que <strong>de</strong>berá inducir el parto, así que prepara <strong>la</strong> solución que Rosa utilizó en los últimos años,cuando ya estaba cansada <strong>de</strong> <strong>la</strong>s horas expectantes. Siempre había oído <strong>de</strong>cir a los vecinos que losmétodos que el<strong>la</strong> usaba eran peligrosos. Pero eso ahora ya no importa, lo único imprescindible en estahora once, <strong>de</strong> esta quinta vez, es sacar al niño para que sea semejante a los otros cuatro.Rosa agonizaba cuando lo l<strong>la</strong>mó a su <strong>la</strong>do. Unas radiografías <strong>de</strong>l cráneo cayeron al piso cuando él sesentó en su cama. Charly agarró una, pero no pudo enten<strong>de</strong>r <strong>la</strong> mancha b<strong>la</strong>nca que ocupaba <strong>la</strong> mitad <strong>de</strong><strong>la</strong> cabeza <strong>de</strong> Rosa. La imagen gritaba <strong>la</strong> evi<strong>de</strong>ncia, pero él no comprendía. Vio a <strong>la</strong> partera levantarsetorpemente, casi <strong>de</strong>snuda, con los pechos fláccidos y oscuros que temb<strong>la</strong>ron al caminar hasta a<strong>la</strong>rmario para sacar el fórceps <strong>de</strong> un cajón. El instrumento era tan viejo, tan mol<strong>de</strong>ado por sus <strong>de</strong>dos,que parecía haberse convertido en una extensión <strong>de</strong> sus propias manos. Colocó entonces una <strong>de</strong> <strong>la</strong>spiezas sobre <strong>la</strong> cabeza <strong>de</strong> Charly, luego <strong>la</strong> otra en el <strong>la</strong>do contrario, y <strong>la</strong>s unió, formando una pinza quepresionaba <strong>la</strong> mandíbu<strong>la</strong> y <strong>la</strong> frente. No traccionó, pero fue suficiente para que el rostro recordara suorigen. Rosa apoyó <strong>la</strong>s manos sobre él, intentando <strong>de</strong>tener <strong>la</strong> imaginaria hemorragia en <strong>la</strong> boca <strong>de</strong>Charly, así como lo había hecho veintidós años antes. Él apartó <strong>la</strong> cabeza, temb<strong>la</strong>ndo. El<strong>la</strong> acarició elmentón saliente, los <strong>la</strong>bios inf<strong>la</strong>mados, y se <strong>de</strong>tuvo. Los ojos <strong>de</strong> Charly tenían el brillo <strong>de</strong> <strong>la</strong>s brasas.Al día siguiente, Rosa había muerto. Charly se vistió con el saco negro y <strong>la</strong>rgo, <strong>de</strong> cuello ancho quelevantaba hasta cubrirse <strong>la</strong>s orejas, se colocó un gorro, y caminó hasta <strong>la</strong> casa <strong>de</strong>l hermano <strong>de</strong> Rosapara pedir el dinero que el<strong>la</strong> había ahorrado. Se lo entregaron con temor, su aspecto era el <strong>de</strong> unhombre alto, oscuro, silencioso. Vivió con ese dinero, sin preocuparle conseguir más, acostumbradoa <strong>la</strong> austeridad, a <strong>la</strong> arraigada i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> pobreza que Rosa siempre le había inculcado.Pasó los siguientes dos años intentando <strong>de</strong>shacerse <strong>de</strong> aquel dolor creciente, como si en esa últimanoche el<strong>la</strong> hubiese abierto <strong>la</strong> compuerta <strong>de</strong> una hoguera. Sabía que ya no formaba parte <strong>de</strong>l mundo, y queéste no podía dañarlo más. Lo único que le quedaba por hacer, era lo que siempre había hecho mejor:sacar niños <strong>de</strong>l vientre <strong>de</strong> sus madres. A <strong>la</strong> primera mujer había tenido que vigi<strong>la</strong>r<strong>la</strong> durante casi todo elembarazo, y aún <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> raptar<strong>la</strong> <strong>de</strong>bió aguardar para el nacimiento. Pero <strong>de</strong>spués calculó el tiempoexacto, y el secuestro, el parto, <strong>la</strong> venganza y el abandono se sucedieron sin requerir tiempo <strong>de</strong> espera.Son <strong>la</strong>s doce y media <strong>de</strong> <strong>la</strong> noche. Hay función en el circo, <strong>la</strong> música <strong>de</strong> <strong>la</strong> banda viaja suave yasordinada. Charly cree que ya es tiempo <strong>de</strong> empezar. Saca otra jeringa <strong>de</strong> <strong>la</strong> he<strong>la</strong><strong>de</strong>ra, y <strong>la</strong> inyecta por<strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l ombligo. El<strong>la</strong> grita, atenuada su voz por <strong>la</strong> mordaza. Hasta <strong>la</strong> calle sólo llegan gemidosdisfrazados. Retira <strong>la</strong> aguja y ve llorar a <strong>la</strong> mujer, que mira hacia <strong>la</strong> lámpara. Todas hacen lo mismo,piensa él, <strong>la</strong>s mujeres siempre lloran, incluso Rosa. Le es difícil enten<strong>de</strong>r el l<strong>la</strong>nto, aunque nunca leresultó extraño el <strong>de</strong> los niños. También <strong>de</strong>bió haber llorado él, e imagina su nacimiento. Entoncesaquel viejo dolor en su pecho empieza a ser más fuerte, y el pelo se le eriza en los brazos, en <strong>la</strong> espalda.Da vueltas alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> <strong>la</strong> camil<strong>la</strong>, esperando el efecto <strong>de</strong> <strong>la</strong> droga.Ha pasado media hora, y <strong>la</strong>s contracciones son muy intensas. El<strong>la</strong> sigue gimiendo. Charly va hastael armario y busca <strong>la</strong>s ramas <strong>de</strong>l fórceps. Vuelve y empuja un bal<strong>de</strong> con los pies, pero <strong>la</strong> mujer rompe<strong>la</strong> bolsa y el agua cae al mismo piso que tanto líquido humano ha soportado antes. El abdomen secontrae rápidamente, <strong>la</strong> cabeza <strong>de</strong>l niño se asoma. Charly no aguarda, ese es el instante preciso. Poneuna <strong>de</strong> <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>ncas en <strong>la</strong> frente y otra sobre <strong>la</strong> mandíbu<strong>la</strong>. Nota que el feto tiene un color oscuro muypeculiar, casi no se mueve. Une <strong>la</strong>s ramas <strong>de</strong>l fórceps y gira el tornillo <strong>de</strong> cierre. Continúa apretando.Sigue comprimiendo.Tracciona.La cabeza <strong>de</strong>l feto se <strong>de</strong>spren<strong>de</strong> <strong>de</strong>l cuerpo, y queda entre <strong>la</strong>s piezas <strong>de</strong>l fórceps. Charly <strong>la</strong> mira sinenten<strong>de</strong>r. No oye l<strong>la</strong>ntos, esta vez. Sólo ve una cabeza <strong>de</strong> ojos cerrados, y los hombros estrechosasomándose entre <strong>la</strong>s piernas <strong>de</strong> <strong>la</strong> mujer.81


El color morado, piensa, y se da cuenta <strong>de</strong> que el niño hace mucho tiempo que no tiene vida.El niño al que iba a dar un nuevo rostro, se <strong>de</strong>sliza <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>dos. Sabe que no habrá manera <strong>de</strong>seguir con el p<strong>la</strong>n. Ya no es necesario ir con el cuerpo <strong>de</strong> <strong>la</strong> mujer hasta el río, ni abandonar al bebé conel nuevo rostro en una calle transitada para que alguien lo encuentre.Esa ansiada entrega al mundo <strong>de</strong> su quinto monstruo.Otro simio enfurecido como él entre los hombres.Un aroma a feti<strong>de</strong>z flota en <strong>la</strong> habitación, pero una ausencia mayor aún lo asusta y lo hace temb<strong>la</strong>r,<strong>la</strong> <strong>de</strong>l l<strong>la</strong>nto estri<strong>de</strong>nte y vital. El dolor comienza nuevamente. El fuego inapagable <strong>de</strong>be <strong>de</strong>jarse avanzar,piensa Charly. La puerta que <strong>de</strong>tiene el fuego ahora abierta hasta el fin <strong>de</strong> sus bisagras. Entonces se<strong>de</strong>spren<strong>de</strong> el guardapolvo pegado a <strong>la</strong> piel por el sudor, y huye <strong>de</strong> <strong>la</strong> casa.Las luces nocturnas <strong>de</strong> <strong>la</strong> calle lo iluminan mientras corre, como si saltara sobre brasas. Se estáquemando. Da <strong>la</strong>rgos pasos, <strong>la</strong> fuerza que aplica a sus piernas parece <strong>de</strong>sarticu<strong>la</strong>rlo. Charly llega albor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l muelle y se tira al río. El agua espesa y sucia se ba<strong>la</strong>ncea, y dos barcos anc<strong>la</strong>dos comienzana juntarse lentamente en el lugar don<strong>de</strong> se ha hundido.Son casi <strong>la</strong>s cinco <strong>de</strong> <strong>la</strong> mañana. La gente está reunida en una oril<strong>la</strong> <strong>de</strong>l puerto, alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l cuerporescatado <strong>de</strong>l agua. Ha venido un forense a investigar, y pregunta lo sucedido.–No sé bien cómo pasó, doctor Ibáñez –contesta el policía, con cara cansada y ojos que no ocultansu confusión–. Hace unas horas me pareció ver <strong>la</strong> sombra <strong>de</strong> un animal corriendo torpemente, erguidoen <strong>la</strong>s patas traseras, y pensé que era un mono escapado <strong>de</strong>l circo. cRuinas, Palenque, México, 195582


ALEXIS DÍAZ PIMIENTAotras <strong>la</strong>teralida<strong>de</strong>sIes duro / me he quedado sin amigosunos han muerto / otros cambiaron / otrosprefirieron el «ellos» al «nosotros»cambiaron los «con él» / por los «conmigo»es duro / me quedé sin enemigosunos han muerto / otros cambiaron / otrosprefirieron <strong>de</strong>cir «vuestro» «vosotros»«sus» problemas / «sus» penas / «sus» castigoses duro / es <strong>de</strong>masiado duro / apenasme queda un hijo / una mujer / hermanosuna confianza ingenua en el futuroviejas agendas tristemente llenasun puñado <strong>de</strong> tiempo entre <strong>la</strong>s manosy una memoria insoportable / es duroIIpor un <strong>la</strong>do / me quedo sin amigospor el otro / me llueven amista<strong>de</strong>spor un <strong>la</strong>do / se ahuecan <strong>la</strong>s verda<strong>de</strong>spor el otro / me nacen enemigospor un <strong>la</strong>do / no están los que estuvieronpor el otro / no son los que eran antespor un <strong>la</strong>do / me duelen los farsantespor el otro / quizá / ya me dolieronRevista <strong>Casa</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong>s Américas No. 251 abril-junio/2008 pp. 83-8783


soy zurdo y gordo y pobre y triste y feodicen que soy un comunista raroque hablo mal <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cosas en que creoque escribo <strong>de</strong> mi barrio con <strong>de</strong>scaropor un <strong>la</strong>do / diciendo lo que veopor el otro / cal<strong>la</strong>ndo / que es más carose acabaron <strong>la</strong>s posadas en La Habanapara Anabel y Albeloa Dennys, Arlene y Yelenesegún el D.R.A.E. / una posada es un lugaren el que por dinero se hospedan personasen especial / arrieros / viandantes / campesinosnuestro aporte ha sido que se les hospe<strong>de</strong> y se les cobrepara que hagan el amor / únicamentey sobre todo / para que hagan el amor adúltero<strong>la</strong>s posadas <strong>de</strong> La Habana eran famosaspor sus huecos / sus chinches / sus <strong>la</strong>dil<strong>la</strong>ssus toal<strong>la</strong>s y sábanas llenas <strong>de</strong> manchas anterioressus nombres metafóricos<strong>la</strong>s «Casitas B<strong>la</strong>ncas <strong>de</strong> Guanabacoa»<strong>la</strong>s «Casitas B<strong>la</strong>ncas <strong>de</strong> Ayesterán» / «Vil<strong>la</strong> Laurel”<strong>la</strong> «Canada Dry» / <strong>la</strong> «Monumental»no hay taxista en La Habanaque no haya hecho esos viajes en penumbracon parejas sin rostro / escuchando conversacionesen <strong>la</strong>s que nadie tenía nombre propio y había co<strong>la</strong>sen <strong>la</strong> penumbra <strong>de</strong> <strong>la</strong> entrada a <strong>la</strong>s posadas había co<strong>la</strong>s<strong>la</strong>s parejas llegaban y preguntaban por el últimoaunque el último apenas podía respon<strong>de</strong>r84


ocupado en calentar dos cuerposy el primero en <strong>la</strong> co<strong>la</strong> se <strong>de</strong>sesperaba porquelos amantes <strong>de</strong>l cuarto 5-B no acababan <strong>de</strong> salircomo si el cuarto fuera <strong>de</strong> ellos<strong>de</strong>sconsi<strong>de</strong>rados / egoístas / se ve que a nadiele duele <strong>la</strong> erección ajena / <strong>la</strong> humedad <strong>de</strong> <strong>la</strong>s otrasy entre unos y otros / el posa<strong>de</strong>ropero no aquel personaje cervantinoque recibía al viajero con una ve<strong>la</strong> en una manoy una jarra <strong>de</strong> vino en <strong>la</strong> otrasino el Posa<strong>de</strong>ro / con mayúscu<strong>la</strong>con impecable camisa b<strong>la</strong>nca y pajarita negracon el bolsillo lleno <strong>de</strong> billetesy olor a menta entre los <strong>de</strong>dos(restos <strong>de</strong>l último cóctel afrodisíaco)incluso / con aserrín sobre <strong>la</strong>s botas(restos <strong>de</strong>l último hueco voyerista)<strong>la</strong>s posadas <strong>de</strong> La Habana eran / <strong>de</strong>bieron serpatrimonio erótico <strong>de</strong> <strong>la</strong> ciudadsin embargo / han <strong>de</strong>saparecidoahora <strong>la</strong>s posadas son albergues para familiasque han perdido su hogar en un <strong>de</strong>rrumbeen un incendio / en una inundaciónfamilias en <strong>la</strong>s que los niños apren<strong>de</strong>n a leercon los letreros que hay en <strong>la</strong>s pare<strong>de</strong>snombres <strong>de</strong> hombres unidos por una «y» con nombres <strong>de</strong> mujerestodas <strong>la</strong>s letras <strong>de</strong>l abecedario combinadas armoniosamenteen <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> / en el cuarto / en el baño<strong>de</strong> ahí que los niños albergados en antiguas posadastengan mejores resultados en lecturaque sus condiscípulos con casa propia / y menos miedoa un condiscípulo con casa propia lo asustan<strong>la</strong>s pelícu<strong>la</strong>s <strong>de</strong>l sábado / <strong>la</strong>s bandas sonoras estri<strong>de</strong>ntesy los efectos fantasmales <strong>de</strong> voces y muelles / a ellos nocada noche / al dormir / <strong>la</strong>s antiguas posadasse llenan <strong>de</strong> sonidos suaves / <strong>de</strong> ja<strong>de</strong>os y muelles que rechinany los niños crecen inmersos en ese noble efecto acústico85


es paradójico lo que se siente al pasarfrente a una antigua posada<strong>la</strong> memoria <strong>de</strong>spierta orgasmos y pasiones secretaspero el retozo infantil y el olor a potaje actualizan el rito<strong>la</strong> ropa en <strong>la</strong> ten<strong>de</strong><strong>de</strong>ra / <strong>la</strong>s ventanas abiertaslos búcaros con flores en <strong>la</strong> mesa <strong>de</strong> centroy <strong>la</strong> ausencia <strong>de</strong> un taxi en <strong>la</strong> puerta<strong>de</strong>sacreditan el recuerdosólo que uno no pue<strong>de</strong> evitar preguntarse¿y los adúlteros <strong>de</strong> ahora cómo lo harán / y dón<strong>de</strong>?al fin <strong>de</strong>cidieron arreg<strong>la</strong>r <strong>la</strong> callequerido bache / sagrado bachebache cuidado con tanto mimopor todos nosotros / gracias por esta luz <strong>de</strong> aceiteagua y otras reliquias ópticasamorfa figura ubicada en nuestra callefrente a los gran<strong>de</strong>s soportalesen un sitio escogido para que nadie escapea tu belleza atrófica / gracias por tanta iridiscenciasiempre habrá <strong>de</strong>salmadosque intenten <strong>de</strong>struirte / asfaltar nuestra calley <strong>de</strong>saparecerte / pero quienes te amamoste inmortalizaremos con poemas y fotosen tiempo <strong>de</strong> sequía fuisteel hueco perfecto para el juego <strong>de</strong> bo<strong>la</strong>scómplice <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cuartas y los quimbes difícilesen tiempo <strong>de</strong> aguacero fuiste el puerto mayornuestro rústico océano / y siempre fuistetras <strong>la</strong> escampada / cuadro <strong>de</strong> azules y amarillos y grisescharco lleno <strong>de</strong> líneas y curvas y figuras geométricas86


impresionista óleo / gratis / a <strong>la</strong> vista <strong>de</strong> todosúnica opción artística <strong>de</strong> nuestro barrioquerido bache / sagrado bachecompañero en <strong>la</strong>s buenas y en <strong>la</strong>s ma<strong>la</strong>sperdónalos / perdónalos / no saben lo que hacen cPareja en un parque, México, 195587


MIGUEL HERNÁNDEZ TAVERASA los testículos <strong>de</strong>l mundoRevista <strong>Casa</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong>s Américas No. 251 abril-junio/2008 pp. 88-90¿Qué dijo el médico?, preguntó el padre fingiendo preocupación. Queno le <strong>de</strong>mos esa medicina porque pue<strong>de</strong> ocasionarle una parálisismedicamentosa. Eso no lo dijo el<strong>la</strong>, lo pensó él antes que dijera nada, loque no hizo. Como si <strong>de</strong> verdad le importara volvió a preguntar. ¿Quédijo el médico? La mujer permaneció en silencio, <strong>de</strong>cidida a continuarasí, no importa lo que hiciera el hombre. ¿Qué dijo el médico? Silencio.El hombre empezó a mirar<strong>la</strong> fulminante. ¿Qué dijo? ¿El médico? ¡¿Elmédico?! A pesar <strong>de</strong> su estado convaleciente, el<strong>la</strong> sacó fuerzas paraagitarse en <strong>la</strong> cama, agarrar <strong>la</strong>s mangueras conectadas a sus venas,arrancar<strong>la</strong>s <strong>de</strong> un jalón, levantarse y empezar a caminar por los pasillos<strong>de</strong> <strong>la</strong> clínica. Estaba vestida sólo con <strong>la</strong> bata que <strong>de</strong>jaba al <strong>de</strong>snudo elreverso <strong>de</strong> su cuerpo. ¡¿El médico, qué dijo el médico?! La voz <strong>de</strong>lhombre se proyectaba en todo el piso mientras <strong>la</strong> perseguía. De pronto<strong>la</strong> tomó violento por los hombros, <strong>la</strong> sacudió gritándole: ¡¿El médico?!¡¿El médico?! ¡¿Qué dijo?! ¡¿Qué dijo?!, y le dio un empujón que <strong>la</strong> hizocaer con el sexo abierto. Se hal<strong>la</strong>ban cerca algunos doctores, visitantesy enfermeras que permanecieron con <strong>la</strong> mirada fija.Esta escena pudo transcurrir momentos <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>la</strong> mujer habertenido un parto <strong>de</strong> alto riesgo. La escribí el día en que mi esposa dio aluz a nuestro segundo hijo. En ese entonces, al igual que ahora, no tuveintención <strong>de</strong> ampliar<strong>la</strong>, así que lo que sigue son algunas reflexiones,re<strong>la</strong>tos <strong>de</strong> otros hechos y falsas justificaciones que hice años <strong>de</strong>spués,nada más sobre <strong>la</strong> mujer convaleciente y el pobre marido. Recuerdo queal salir embarazada tuvimos una <strong>de</strong> nuestras peores crisis. Mi vida eraun poco al estilo <strong>de</strong> los viejos jubi<strong>la</strong>dos, no trabajaba, me alimentabamás <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>bía y me había puesto gordo, nunca hemos sido personas<strong>de</strong> <strong>la</strong>s más idóneas para aten<strong>de</strong>r una familia –<strong>de</strong> <strong>la</strong>s cosas que tenemosen común–, ya teníamos una hija <strong>de</strong> nueve años para comprobarlo,y nos quedábamos en <strong>la</strong> construcción que había hecho en el patio <strong>de</strong> <strong>la</strong>casa <strong>de</strong> mis padres, junto a ellos, en condiciones que no nos permitíanmantenernos casi ni a nosotros mismos. La cosa estaba <strong>de</strong> lo más abandonada,pero así iba. Nuestro anticonceptivo era el método <strong>de</strong>l ritmo;el<strong>la</strong> es regu<strong>la</strong>r en sus menstruaciones y teníamos sexo con bastanteseguridad, pero como algunas veces nos <strong>de</strong>scuidábamos habíamos88


acordado que si salía embarazada abortaría. Y salió. Las discusiones fueron <strong>la</strong>rgas, <strong>la</strong>rguísimas, al finalno pudo. Simplemente. Tuve que hacerme a <strong>la</strong> i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que tendría otro hijo, c<strong>la</strong>ro, no sin antes soñarque <strong>la</strong> atropel<strong>la</strong>ra un carro, por ejemplo. Des<strong>de</strong> entonces <strong>la</strong> cosa marchó peor, <strong>la</strong>s reconciliaciones noduraban, volvíamos a <strong>la</strong>s peleas, que se hacían cada vez más serias, como cuando le tiré encima unespejo <strong>de</strong> tocador que teníamos recostado <strong>de</strong> <strong>la</strong> pared. El hecho no tuvo mayores consecuencias, perouna hora <strong>de</strong>spués estaba dando a luz, en medio <strong>de</strong> una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s peores crisis económicas nacionales <strong>de</strong>todos los tiempos.Cuando reconocí que <strong>la</strong> familia aumentaría su número <strong>de</strong> miembros, me tomó meses <strong>de</strong>cidir hacerme<strong>la</strong> vasectomía. Le había dicho que me <strong>la</strong> haría, pero le daba <strong>de</strong> <strong>la</strong>rgas, no sé, como que no me<strong>de</strong>cidía. Más bien hacía tiempo que me había <strong>de</strong>cidido, pero no investigaba en qué clínica, a cuánto,me metía al carro, conducía, me sacaba el pene para ponerlo en manos <strong>de</strong>l doctor. Nuestra <strong>de</strong>cisiónfue que yo iba a operarme para no tener más hijos, no el<strong>la</strong>, porque al fin y al cabo era yo quien seoponía a tener hijos, el<strong>la</strong> no. Pero más que <strong>de</strong>cisión, fue que yo cedí, como se solucionan casi todasnuestras cosas, porque estaba c<strong>la</strong>ro que uno <strong>de</strong> los dos tendría que sufrir una intervención quirúrgicapara no tener más hijos. ¿Pero quién? A el<strong>la</strong> no le gustó <strong>la</strong> i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> amarrarse <strong>la</strong>s trompas <strong>de</strong> Falopio,es que es tan maternal <strong>la</strong> hija <strong>de</strong> puta. Creo que <strong>la</strong> razón por <strong>la</strong> que no acababa <strong>de</strong> dar el paso es lo jodidaque estaba nuestra re<strong>la</strong>ción; se trataba <strong>de</strong> cambiar radicalmente algo <strong>de</strong> mi cuerpo, y aunque si mepreguntaban si quería tener hijos hubiera respondido no, no <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> pensar en que quizá un lejanodía, quién sabe, ¿iba a querer? No lo sabía. Nunca he sido un tipo que proyecte su vida, simplemente<strong>la</strong> <strong>de</strong>jo correr, pero hacerme <strong>la</strong> vasectomía era algo muy serio, importante, y sólo por nuestra re<strong>la</strong>ción,algo que no sirve.Hay personas que no nacen para ser padres; <strong>de</strong> todos modos llegan a serlo.El urólogo me dijo que en algunos casos <strong>la</strong> operación pue<strong>de</strong> revertirse con otra, es <strong>de</strong>cir, losconductos seminales pue<strong>de</strong>n reunificarse quirúrgicamente, pero eso sí, es costosísima, por lo que <strong>de</strong>inmediato me eliminé como futuro candidato para reunificármelos. Si me hacía <strong>la</strong> vasectomía era paraque mis espermatozoi<strong>de</strong>s murieran conmigo para siempre. También me advirtió sobre <strong>la</strong> posibilidad<strong>de</strong> que los conductos se unieran solos, espontáneamente. El método no es ciento por ciento seguro,dijo el médico, ningún método lo es, añadió. Doctor, le dije yo, ¿y si resulto <strong>de</strong>l pequeño porcentaje <strong>de</strong>riesgo? Si vuelvo a <strong>de</strong>jar embarazada a mi mujer me arranco los cojones <strong>de</strong> un tirón, le advertí.Lunes 8 <strong>de</strong> marzo. Estuve <strong>de</strong>spierto toda <strong>la</strong> noche, me paré <strong>de</strong> <strong>la</strong> cama a eso <strong>de</strong> <strong>la</strong>s 6:00 a.m., seguí<strong>la</strong>s instrucciones y me rasuré el pubis, el escroto y me bañé <strong>la</strong>vándome bien el área con agua y jabón.La clínica se hal<strong>la</strong> en una zona que <strong>de</strong>sconocía, así que me tomó mucho tiempo encontrar<strong>la</strong> y lleguécon una hora <strong>de</strong> retraso. De inmediato me informé dón<strong>de</strong> queda cirugía, me dirigí hacia allá, abrí <strong>la</strong>puerta y a toda prisa salió una enfermera alta y f<strong>la</strong>ca que <strong>la</strong> cerró <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> sí. Están operando, me dijo.A mí también van a operarme, dije orgulloso. Me mandó a sentar y entró.De qué manera me hubiera <strong>de</strong>cidido a tener hijos, pensé. Tendría que tener abundancia <strong>de</strong> recursos,<strong>de</strong> toda índole: económicos, sociales, personales; hal<strong>la</strong>rme en <strong>la</strong> cúspi<strong>de</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> pirámi<strong>de</strong> <strong>de</strong> Maslow: con<strong>la</strong>s necesida<strong>de</strong>s fisiológicas, <strong>de</strong> seguridad, <strong>de</strong> aceptación social, <strong>de</strong> autoestima, como éxito y prestigio,y <strong>la</strong>s <strong>de</strong> autorrealización, satisfechas.Pensado esto, <strong>la</strong> enfermera alta y f<strong>la</strong>ca me mandó a entrar a un cuartico, me pasó una <strong>de</strong> esas batasver<strong>de</strong>s, me condujo a cirugía y me hizo acostar en <strong>la</strong> cama quirúrgica. ¿Le bajo el aire? ¿Tiemb<strong>la</strong> <strong>de</strong>frío? Mientras más re<strong>la</strong>jado mejor, me dijo. Estoy nervioso, dije. ¿Qué edad tiene? Trenticuatro. Ah, esque es un niño. Temía que <strong>la</strong> manipu<strong>la</strong>ción <strong>de</strong>l doctor me produjera una erección, pero lo cierto es queaquello no tuvo nada <strong>de</strong> erotismo. Me asustaron mucho esos aparatos que uno sólo ve en pelícu<strong>la</strong>s–al menos yo que nunca había estado en una sa<strong>la</strong> <strong>de</strong> cirugía–, el doctor y <strong>la</strong>s enfermeras cubiertos con89


esos trapos ver<strong>de</strong>s, todo cubierto con trapos ver<strong>de</strong>s, y yo <strong>de</strong>snudo, sucio <strong>de</strong> yodo, el enorme focoencima, <strong>la</strong> pequeña brecha que <strong>de</strong>jaron en mis testículos y los utensilios <strong>de</strong> metal listos para perforarme.Y es que criar no es fácil, hay que tener todas <strong>la</strong>s necesida<strong>de</strong>s cubiertas, <strong>de</strong> manera que pocostendrían hijos, habría muchas menos personas que serían educadas por padres óptimos, y con mejoríaen <strong>la</strong> calidad <strong>de</strong> vida. Es un aspecto fundamental <strong>de</strong>l mundo que siempre he tenido en mi cabeza, unomil veces mejor que este. Quizá en un futuro haga una <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong>tal<strong>la</strong>da <strong>de</strong> ese mundo. Quizá no.El caso es que se me inyectó anestesia en el escroto, se me practicó una incisión <strong>de</strong> un centímetro através <strong>de</strong> <strong>la</strong> cual se localizaron mis conductos seminales, que se cortaron y ligaron. En ningún momentoparé <strong>de</strong> temb<strong>la</strong>r, una enfermera me susurró técnicas <strong>de</strong> re<strong>la</strong>jamiento, que no dieron resultado.Entonces cerré los ojos y pensé en lejanas montañas azules y ver<strong>de</strong>s arrozales, pero no pu<strong>de</strong> evitarintroducir un pene erecto gigantesco flotando encima <strong>de</strong>l paisaje eyacu<strong>la</strong>ndo monstruos que semasturbaban y que a su vez eyacu<strong>la</strong>ban una mezc<strong>la</strong> como <strong>de</strong> sangre y fuego encima <strong>de</strong> mí. ¡Córtemelotodo!, grité. El doctor no me hizo caso.Pasé el resto <strong>de</strong>l día recostado, con una bolsa <strong>de</strong> hielo sobre el área, y escribí:¿Qué pasó con los hijos que pu<strong>de</strong> haber tenido, el <strong>de</strong>stino <strong>de</strong> millones <strong>de</strong> espermatozoi<strong>de</strong>s a los queimpuse un prematuro fin, el <strong>de</strong>stino <strong>de</strong> tantos espermatozoi<strong>de</strong>s a los que negué <strong>la</strong> <strong>de</strong>mocrática existencia?Altero el curso <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida, mis espermatozoi<strong>de</strong>s me acompañarán hasta el fin <strong>de</strong> mis días en elinterior <strong>de</strong> mis testículos, tanto esperma para nada, tantas vidas que ya no pob<strong>la</strong>rán ciuda<strong>de</strong>s, cambiéel curso <strong>de</strong> <strong>la</strong> creación: muti<strong>la</strong>ndo vidas, muti<strong>la</strong>ndo socieda<strong>de</strong>s futuras, asesinando vidas que hubieranservido para pob<strong>la</strong>r el futuro. A tantos espermatozoi<strong>de</strong>s que forman una sociedad en mis testículos, yo,que ejercí <strong>de</strong>mocráticamente mi <strong>de</strong>recho al nacimiento, les impuse <strong>la</strong> dictadura <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte. ¿Odictadura <strong>de</strong>l nacimiento y <strong>de</strong>mocracia <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte? ¿O <strong>de</strong>mocracia <strong>de</strong>l nacimiento y <strong>de</strong>mocracia <strong>de</strong> <strong>la</strong>muerte? ¿O dictadura <strong>de</strong>l nacimiento y dictadura <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte? Pue<strong>de</strong> ser.Digamos que impedir el nacimiento es un crimen, no me importa si lo es o no, pero con este crimense evitan otros. Hay crímenes que no pue<strong>de</strong>n evitarse sin cometer otro, <strong>la</strong> cuestión es <strong>la</strong> elección <strong>de</strong>lcrimen, porque qué especie <strong>de</strong> crimen es traer al mundo tantas <strong>de</strong> <strong>la</strong>s vidas potenciales que hay en lostestículos <strong>de</strong>l mundo, ¿a qué c<strong>la</strong>se <strong>de</strong> caos conduciría darles oportunidad <strong>de</strong> fecundarse a un espermatozoi<strong>de</strong>cada vez que eyaculemos en una vagina?¿No estaría mejor el mundo con sólo dos o tres países <strong>de</strong> los más <strong>de</strong>sarrol<strong>la</strong>dos, o uno solo? Pue<strong>de</strong>sapostar que este país sería el paraíso con sólo cinco o seis personas, o ninguna.El tercer mundo, <strong>la</strong> <strong>de</strong>snutrición, <strong>la</strong> <strong>de</strong>squiciada explotación <strong>de</strong> recursos naturales, comida sintética,aire dañado, <strong>la</strong> creación <strong>de</strong> innecesarios puestos <strong>de</strong> trabajo, agua contaminada, gente programada, elcalentamiento global, industrias para cumplir con <strong>la</strong> <strong>de</strong>manda <strong>de</strong> basura, para que todos trabajen en sufabricación y tengan oportunidad <strong>de</strong> adquirir<strong>la</strong>, ¿todas esas cosas no están re<strong>la</strong>cionadas con <strong>la</strong> propagaciónloca <strong>de</strong> <strong>la</strong> especie? ¿Si tuviera el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>cidiría quiénes pue<strong>de</strong>n tener hijos, cuántos y cuándo?,¿<strong>de</strong>be <strong>de</strong>jársele a <strong>la</strong> gente <strong>la</strong> libertad <strong>de</strong> <strong>de</strong>cidir, aunque esto lleve al caos y a <strong>la</strong> <strong>de</strong>strucción? Bueno,quién si no uno va a <strong>de</strong>cidir por todos, unos cuantos siempre <strong>de</strong>ci<strong>de</strong>n por <strong>la</strong> mayoría, al menos yo<strong>de</strong>cidí por mis espermatozoi<strong>de</strong>s, que por suerte no me correspon<strong>de</strong> <strong>de</strong>cidir por los nacidos, le correspon<strong>de</strong>a gente responsable como lo es George W. Bush. c90


SERGIO GAUT VEL HARTMANSin miedo a vo<strong>la</strong>ra Délfor y Jorgeque fueron l<strong>la</strong>mados antes <strong>de</strong> tiempo,lo que <strong>de</strong>muestra que si hay P<strong>la</strong>nes un P<strong>la</strong>n <strong>de</strong> mierda–Me interesa, en serio.–No te interesa. –Jorge miró a Délfor con los ojos entrecerrados–. Tuvocación es salir a pegar carteles, <strong>de</strong> madrugada... o algo peor, te gustasalir corriendo cuando llega <strong>la</strong> policía; <strong>la</strong> Cába<strong>la</strong> no te interesó nunca yno te interesa ahora. Que te apaleen, eso te gusta.En <strong>la</strong> época <strong>de</strong> <strong>la</strong> Cába<strong>la</strong> y los carteles, Jorge y Délfor tenían menos<strong>de</strong> veinte años. Casi todo para ellos, por entonces, era c<strong>la</strong>ro y firme; loscontornos estaban <strong>de</strong>finidos por gruesos trazos <strong>de</strong> colores netos y sesentían capaces <strong>de</strong> caminar sin temer ni vaci<strong>la</strong>r ni tropezar. La Cába<strong>la</strong> y<strong>la</strong> Revolución podían combinarse en <strong>la</strong>s tibias barricadas esotéricas oembestirse como toros en <strong>la</strong> tumultuosa acción directa, esa que está<strong>de</strong>stinada a cambiar <strong>la</strong> sociedad <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong>s raíces al techo.–Estás equivocado; estuve leyendo sobre <strong>la</strong> Cába<strong>la</strong> en P<strong>la</strong>neta y meinteresó, te lo juro.Jorge cambió <strong>la</strong> expresión <strong>de</strong> recelo por un gesto suspicaz, como siel otro hubiera c<strong>la</strong>vado una atractiva carnada en el anzuelo. –¿En <strong>la</strong>revista P<strong>la</strong>neta? ¿Des<strong>de</strong> cuándo te interesan esas cosas? ¿Sobre <strong>la</strong> Cába<strong>la</strong>?¿Por qué juraste? ¿Eso es cosa <strong>de</strong> ateos?–¿Por qué no? –Délfor sonrió–. Leí cosas <strong>de</strong> teosofía, Teil<strong>la</strong>rd <strong>de</strong>Chardin y los esenios, Alistair Crowley y <strong>la</strong> B<strong>la</strong>vatsky, y a veces hab<strong>la</strong>n<strong>de</strong>l esoterismo judío. ¿Un comunista tiene que ignorar lo que piensansus enemigos? ¿O vas a <strong>de</strong>cir que eso también es malicia antisemita?No eran amigos, aunque <strong>la</strong>s rarezas y singu<strong>la</strong>rida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> uno fascinabansutilmente al otro. Los había unido, un par <strong>de</strong> años antes, el interéscomún por una docena <strong>de</strong> temas y escritores. Un profesor <strong>de</strong> menteamplia escribió en <strong>la</strong> pizarra, el primer día <strong>de</strong> c<strong>la</strong>se: Herman Hesse, JoséIngenieros, Mark Twain, Rol<strong>la</strong>nd, Stapledon, Krishnamurti, AnatoleFrance, Wells, Ciro Alegría. Les habían servido <strong>de</strong> mapa y faro en <strong>la</strong>marcha hacia sus objetivos vitales, que no eran los mismos, c<strong>la</strong>ro, peroellos no lo sabían, y si lo hubieran sabido no les habría importado.Revista <strong>Casa</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong>s Américas No. 251 abril-junio/2008 pp. 91-9991


–No creo, no parecen. –Jorge movió <strong>la</strong> cabeza. Tenía caspa, por lo que sobre los hombros ymangas <strong>de</strong> su chaqueta se posó una lluvia <strong>de</strong> diminutas escamas. Las sacudió con energía.–Entonces no hay obstáculo para que hablemos <strong>de</strong> eso –dijo Délfor–. Te invito a tomar un café.Jorge era judío, y su familia –una familia adinerada <strong>de</strong> <strong>la</strong> ciudad <strong>de</strong> Santa Fe– lo había enviado aBuenos Aires para que, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> hacer el bachillerato, estudiase <strong>la</strong> religión <strong>de</strong> sus ancestros. Délforno era judío, ni cristiano; su gente estaba lejos <strong>de</strong> esa c<strong>la</strong>se <strong>de</strong> <strong>de</strong>vociones. El padre, obrero zapatero,simpatizaba con el anarquismo y había insuf<strong>la</strong>do en el hijo una fe progresista que lo empujaba sinremedio hacia <strong>la</strong> militancia <strong>de</strong> izquierda.Corría el año 1964; faltaban varios años para que el universo se rasgara, vomitando <strong>la</strong>s peoresca<strong>la</strong>mida<strong>de</strong>s sobre ellos, sin piedad.–Bueno, ¿qué es exactamente? –Délfor movió <strong>la</strong> cucharita para disolver el azúcar en el café y luego<strong>la</strong> golpeó contra el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l pocillo.–Exactamente –dijo Jorge–; linda pa<strong>la</strong>breja. –Él tomaba té, con mucho limón, «tchai mit límenen»,a <strong>la</strong> usanza rusa, adoptada por muchos judíos–. Es un saber amplio y profundo sobre los orígenescósmicos, <strong>la</strong> estructura <strong>de</strong>l universo, <strong>la</strong> naturaleza y <strong>de</strong>stino <strong>de</strong>l hombre. ¿Te alcanza?–No. Es una <strong>de</strong>finición <strong>de</strong> diccionario, como si yo dijera que el anarquismo es una doctrina quepropugna <strong>la</strong> <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong>l Estado y <strong>de</strong> todo po<strong>de</strong>r. No te serviría ni para empezar. Y <strong>la</strong> tuya lo mismo.Jorge c<strong>la</strong>vó sus ojos c<strong>la</strong>ros en los ojos oscuros <strong>de</strong> Délfor; sonrió con malicia. –Tab<strong>la</strong>s. Iba a pedirteuna buena <strong>de</strong>finición <strong>de</strong> anarquismo.La idiosincrasia <strong>de</strong> uno fascinaba al otro; ya fue dicho. Jorge, rubicundo, pelirrojo, sentía unamalsana curiosidad hacia <strong>la</strong>s prácticas y códigos <strong>de</strong> los utopistas y vivía <strong>la</strong> acción política como unarcano aún más extraño que <strong>la</strong> Cába<strong>la</strong>. Le parecía tan raro, tan extravagante que alguien estuvieradispuesto a jugarse por <strong>la</strong> dignidad y el futuro <strong>de</strong> gente <strong>de</strong>sconocida... tanto como a Délfor le parecíanestrambóticas <strong>la</strong>s vestimentas, <strong>la</strong>s prohibiciones y los ritos <strong>de</strong> los judíos, y más aún, esa punzantecapacidad para discutir con todos y sobre cualquier tema. Se rece<strong>la</strong>ban y atraían mutuamente. A veceschocaban en el espacio y producían surtidores <strong>de</strong> chispas.–Tab<strong>la</strong>s <strong>la</strong>s pelotas –dijo Délfor–. Yo te contesto todo lo que quieras sobre el anarquismo, el comunismo,el fascismo, <strong>la</strong> chancha y los veinte. Pero si realmente estás estudiando <strong>la</strong> Cába<strong>la</strong> tendrás algo mejorque esas san<strong>de</strong>ces sobre el <strong>de</strong>stino, <strong>la</strong> naturaleza <strong>de</strong>l hombre y los profundos orígenes cósmicos.–Tengo algo mejor, pero no lo enten<strong>de</strong>rías –dijo Jorge sin ocultar esa arrogancia que fastidiaba tantoa Délfor; frunció el ceño, le molestaba el reflejo <strong>de</strong>l sol en el espejo.–Ya salió <strong>la</strong> típica superioridad judía. –Délfor golpeó <strong>la</strong> mesa con <strong>la</strong> palma <strong>de</strong> <strong>la</strong> mano; se irritaba confacilidad y Jorge solía sacarlo <strong>de</strong> quicio el doble <strong>de</strong> rápido que cualquier político <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>de</strong>recha nacional.–La estructura <strong>de</strong>l universo –recitó Jorge–, los p<strong>la</strong>nos y métodos para interpretar <strong>la</strong> Torá. Hay quehacer un <strong>la</strong>rgo camino para llegar; no digo que no podrías, pero si ni siquiera empezaste...Délfor se serenó. Jorge tenía razón; estaba pidiendo más <strong>de</strong> <strong>la</strong> cuenta. Pero alguna explicaciónsencil<strong>la</strong>, esquemática, tenía que haber. Una síntesis para tontos.–Una síntesis para tontos –dijo en voz alta, pero advirtió <strong>de</strong> inmediato que una cosa era pensarlo yotra darle a Jorge <strong>la</strong> oportunidad <strong>de</strong> pegar.–Una guía para tontos que quieren hab<strong>la</strong>r con Dios...–Yo no quiero eso –interrumpió Délfor–, no me interesa hab<strong>la</strong>r con Dios; me alcanza con saber sison ciertos los rumores <strong>de</strong> que <strong>la</strong> Cába<strong>la</strong> pue<strong>de</strong> adiestrarte en el manejo <strong>de</strong> <strong>la</strong>s fuerzas superiores.–¿Te parece que eso es algo que, suponiendo que sea factible, se <strong>de</strong>ja en manos <strong>de</strong> cualquiera? –Jorgemovió <strong>la</strong> cabeza–. De todos modos, si llegáramos a ese punto, discutiríamos porque todo es cuestión <strong>de</strong>creencias, y <strong>la</strong>s tuyas no tienen nada que ver con <strong>la</strong>s mías.92


Délfor bufó. –A los que llegan a <strong>la</strong>s últimas instancias <strong>de</strong>l aprendizaje, tonto.Jorge se rió con ganas, pero un acceso <strong>de</strong> tos lo interrumpió: era asmático. Cuando logró recuperarsedijo: –Cuanto más se estudia y más se profundiza, más cerca se está <strong>de</strong> <strong>la</strong> respuesta a los gran<strong>de</strong>smisterios <strong>de</strong>l universo. Más cerca, aunque jamás se llega. Es una herramienta, no un arma que sirvapara dañar o violentar.–Conmigo no corre esa cháchara sobre el amor luminoso y el conocimiento puro, y nadie quiereviolentar nada. –Délfor comprobó que había <strong>de</strong>jado enfriar el café. Con una serie <strong>de</strong> señas pidió otro,le preguntó a Jorge si quería más té y terminó el diálogo silencioso asegurándose que el mesero habíaentendido.–Hay que mantener <strong>la</strong> Cába<strong>la</strong> a salvo <strong>de</strong> sentimientos bajos, vengativos u oscuros.–¿Se pue<strong>de</strong> vo<strong>la</strong>r como Súperman, se pue<strong>de</strong> bur<strong>la</strong>r a <strong>la</strong> muerte, se pue<strong>de</strong> convertir <strong>la</strong> piedra en pany el agua en leche para los chicos; sirve para entrar a un banco y salir con diez millones que permitancrear y mantener un comedor y una biblioteca? Si no se pue<strong>de</strong>, un millón <strong>de</strong> gracias; hasta aquí llegómi interés.–Tranquilo. –Jorge sacó un librito <strong>de</strong> su portafolios y lo empujó hacia Délfor–. No es magia; no esbrujería.–¿La Cába<strong>la</strong> en diez lecciones?–No. –Jorge hizo girar el libro para que Délfor lo pudiera leer.–«La Cába<strong>la</strong> y su simbolismo» <strong>de</strong> Gershom Sholem.–Sholem –dijo Jorge–, quería volver a estudiar <strong>la</strong> Cába<strong>la</strong> <strong>de</strong> acuerdo con <strong>la</strong> forma original, no comouna baraúnda mística sino como una disciplina intelectual que trataba acerca <strong>de</strong>l alma pero que noenloquecía a <strong>la</strong>s personas cuando <strong>la</strong> estudiaban.Délfor frunció los <strong>la</strong>bios. –O sea que más vale que me saque <strong>de</strong> <strong>la</strong> cabeza eso <strong>de</strong> que <strong>la</strong> Cába<strong>la</strong> pue<strong>de</strong>servir para arreg<strong>la</strong>r lo que está torcido.–Eso es <strong>la</strong> Cába<strong>la</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>de</strong>sesperación. Cuando estás acorra<strong>la</strong>do, con <strong>la</strong>s botas <strong>de</strong> tus enemigosap<strong>la</strong>stándote <strong>la</strong> cabeza, se te ocurre que no queda otra que recorrer todo el camino <strong>de</strong> un tirón, llegara Dios y hacerlo partícipe <strong>de</strong> tu drama. Dios opera y cambia <strong>la</strong> realidad para satisfacerte. ¿Eso querías?Bueno, así no es.Délfor bajó <strong>la</strong> cabeza. Por fortuna para él llegó el café. Lo azucaró y lo bebió <strong>de</strong> un trago. –Ganaste–dijo–. Me <strong>la</strong> tengo merecido por meterme con <strong>la</strong> religión. La mejor manera <strong>de</strong> que <strong>la</strong>s drogas no tehagan mierda es no tomar<strong>la</strong>s.–¿El opio <strong>de</strong> los pueblos? –rió Jorge.–Y <strong>la</strong> cocaína y <strong>la</strong> heroína y <strong>la</strong> mariguana y el hashís y <strong>la</strong> mescalina...–Y... <strong>la</strong>s prédicas fanáticas <strong>de</strong> <strong>la</strong> Iglesia Católica...–¡C<strong>la</strong>ro, porque uste<strong>de</strong>s son superiores! Les importa mucho <strong>la</strong> gente. Los gran<strong>de</strong>s banqueros eindustriales que ayudaron a Hitler cuando empezó su carrera triunfal, ¿qué eran? Lo que vienen haciendocon los palestinos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que se fundó el Estado <strong>de</strong> Israel, ¿qué es?Jorge se quedó cal<strong>la</strong>do por un momento. Si quería salvar <strong>la</strong> ropa iba a tener que repartir mierda adiestra y siniestra. No estaba <strong>de</strong> humor. Y un ahogo vino a complicar <strong>la</strong> cosa. Sacó el inha<strong>la</strong>dor yse disparó una dosis. Délfor aflojó <strong>la</strong> presión, y cuando Jorge se hubo recuperado dijo:–¿Vamos a ver Ocho y medio? La dan en el Lorraine.–¡Fellini! –Los ojos <strong>de</strong> Jorge bril<strong>la</strong>ron; amaba a Fellini. Ambos amaban a Fellini. Unas pocas cosaslos unían. Pero <strong>la</strong>s cosas que los unían eran <strong>la</strong>s que valen <strong>la</strong> pena.Pasaron un par <strong>de</strong> años, durante los cuales se vieron poco y nada; sus vidas se separaban irremediablemente.Novias, carreras e intereses mediante, cada vez pasaba más tiempo entre uno y otro encuentro.93


Hubo un golpe <strong>de</strong> Estado que <strong>de</strong>rrocó al gobierno y empezó una dictadura militar. Ellos no lo sabían,pero ese fue una suave caricia si se lo compara con el que vendría <strong>de</strong>spués. Los viejos antagonismosafi<strong>la</strong>ban los cuchillos mientras <strong>la</strong> gente pa<strong>de</strong>cía incertidumbres y humil<strong>la</strong>ciones. Unos buscaban <strong>la</strong>ayuda <strong>de</strong> Dios y otros sostenían que <strong>la</strong> única salida era hacer <strong>la</strong> Revolución.–Hay que hacer <strong>la</strong> Revolución –dijo el Secretario <strong>de</strong> Organización mirando a Délfor con gesto agrio.–¿Así, en frío, sin anestesia? Mañana empiezo, entonces; preparen los palos y <strong>la</strong>s piedras y avisena <strong>la</strong> gente. –Délfor empezaba a cansarse <strong>de</strong> <strong>la</strong>s consignas vacías y el Secretario <strong>de</strong> Organización leresultaba más pedante y fatuo que los otros, y mucho menos cándido.–No te hagas el chistoso, camarada –dijo el Secretario <strong>de</strong> Prensa–. Para alcanzar su meta, losimperialistas y sus <strong>la</strong>cayos promueven un tenebroso p<strong>la</strong>n cuya finalidad es dividirnos. En tu casoparece que lo están logrando; tu cinismo les hace el caldo gordo, camarada.–A mí me parecía –dijo Délfor– que nuestro objetivo es <strong>la</strong> emancipación <strong>de</strong> los trabajadores <strong>de</strong>lyugo <strong>de</strong>l capital y <strong>de</strong> <strong>la</strong> rapacidad <strong>de</strong> los terratenientes, una reconstrucción basada en <strong>la</strong> más estrictajusticia. ¿Haremos eso? ¿O vamos a seguir jugando a los enemigos imaginarios?–Me parece, camarada –dijo <strong>la</strong> Experta en Actualización Doctrinaria–, que estás sufriendo los mismosproblemas <strong>de</strong> infantilismo i<strong>de</strong>ológico que <strong>de</strong>nunció Lenin. Tu tarea consiste en convencer a loselementos atrasados, en saber trabajar entre ellos y no en ais<strong>la</strong>rte <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> consignas fantásticas ydiscusiones que no conducen a ninguna parte.–Me parece que ninguno <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s tiene en cuenta que cuando me voy <strong>de</strong> acá soy una persona,que puedo pensar con mi propia cabecita –dijo Délfor tocándose <strong>la</strong> sien–. Más. Ninguno <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>ssabe lo que es una persona; se creen que todos somos muñecos a cuerda que se activan y <strong>de</strong>sactivana voluntad. –Se levantó bruscamente y salió dando un portazo.–Me parece que no tienen en cuenta que soy una persona –dijo Jorge–. No me registran, hab<strong>la</strong>ncomo si yo no existiera. No me respetan, no les importa.–Te estamos manteniendo para que estudies –dijo el Abuelo–, para que termines <strong>la</strong>s dos carrerasy alcances <strong>la</strong>s metas p<strong>la</strong>neadas. Nuestro apellido no es un felpudo.–No nos interesa lo que pienses –dijo el Tío con inoportuna dureza–. Hay valores esenciales ytradiciones que <strong>de</strong>ben ser respetadas. Tu padre así lo hubiera querido.–¿No respeto <strong>la</strong>s tradiciones? ¿Acaso estamos hab<strong>la</strong>ndo <strong>de</strong> mis p<strong>la</strong>nes? Son los p<strong>la</strong>nes <strong>de</strong> uste<strong>de</strong>s.Lo que uste<strong>de</strong>s proyectaron para mí cuando murió papá.–¿María <strong>de</strong>l Carmen Fernán<strong>de</strong>z? ¿Una goie? –bramó el Abuelo–. ¿Ese es el p<strong>la</strong>n? ¿Eso es respeto? Teestás bur<strong>la</strong>ndo <strong>de</strong> mí, <strong>de</strong>l dinero que invertí en tu educación. Tu padre <strong>de</strong>be estar revolviéndose en sutumba.–Papá era una persona maravillosa –protestó Jorge–. Y María <strong>de</strong>l Carmen también, aunque seacatólica. ¿Qué le importa a uste<strong>de</strong>s lo que voy a hacer con mi futuro? ¡Es mi futuro!–De acuerdo –dijo el Tío–. Hagamos lo más simple: a partir <strong>de</strong> ahora se termina <strong>la</strong> ayuda económicay te vas con <strong>la</strong> goie.–Uste<strong>de</strong>s son una mierda. Mi padre se hubiera sentido orgulloso <strong>de</strong> mí, <strong>de</strong> ambos. La están <strong>de</strong>svalorizandosimplemente porque no es judía, como si no fuera una persona. Y se bur<strong>la</strong>n <strong>de</strong> <strong>la</strong> memoria <strong>de</strong>mi padre.–¡No me insultes! –aulló el Abuelo. El Tío tomó al viejo <strong>de</strong>l brazo para calmarlo.–¿Para llegar a esto pasaste doce años en una ishivá? –El Tío hizo una mueca <strong>de</strong>sagradable, comosi Jorge le diera asco.–Vas a <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> ver a esa chica y vas a conocer a Sara –presionó el Abuelo–. Mañana llegará <strong>de</strong> SantaFe para arreg<strong>la</strong>r esto <strong>de</strong> una buena vez. No nos importa lo que pienses. Queremos lo mejor para todos.94


Presión. Presión. Jorge sintió que se ahogaba. Sacó el inha<strong>la</strong>dor <strong>de</strong>l bolsillo y disparó dos veces.Presión. Presión. Délfor se sentía confuso, <strong>de</strong>sorientado; no se pue<strong>de</strong> arreg<strong>la</strong>r al mundo haciendo <strong>la</strong>Revolución, no se lo pue<strong>de</strong> arreg<strong>la</strong>r <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el Derecho, que poco o nada tiene que ver con <strong>la</strong> Justicia –supaso por <strong>la</strong> carrera había sido tan fugaz como infructuoso–; no se pue<strong>de</strong> vivir inmerso en <strong>la</strong> basura sincorromperse. Presión. Presión. Jorge <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> ver a María <strong>de</strong>l Carmen por imposición familiar. Sara erauna chica mansa y casi linda, pero el solo hecho <strong>de</strong> que se <strong>la</strong> hubieran elegido entre Abuelo y Tío, comoquien compra una mascota, <strong>la</strong> hacía inaceptable. Presión, presión. Délfor no tenía un tío y un abuelo quele reprocharan el mal uso <strong>de</strong> una inversión educativa. La presión se <strong>la</strong> metían el medio, <strong>la</strong>s injusticias,<strong>la</strong> impotencia. Por eso pasó <strong>de</strong> <strong>la</strong> presión a <strong>la</strong> acción directa, creyendo que podría aliviarlos y aliviarse.Así le fue.Lo toman <strong>de</strong>sprevenido en una esquina cualquiera. Son tres, el cuarto espera en el auto. Actúan conceleridad, están muy bien entrenados. No hay margen para el grito, ni espacio para el forcejeo. Loempujan, lo sujetan; <strong>la</strong> dureza perfecta <strong>de</strong>l arma, esa virtud matemática que contiene una cápsu<strong>la</strong> <strong>de</strong>muerte, frena cualquier reacción. No le van a explicar quiénes son ni qué quieren. Sus precisos movimientosson los <strong>de</strong> un alfil o un caballo que captura un peón <strong>de</strong>l adversario. El ejercicio lo saca <strong>de</strong>ltablero y lo <strong>de</strong>scarga en una caja en <strong>la</strong> que permanecerá hasta que el capricho <strong>de</strong>l jugador disponga locontrario.Frío. Humedad. Compresión. Las pare<strong>de</strong>s chorrean un moco fosforescente que por momentos secon<strong>de</strong>nsa y serpentea, buscando un ojo <strong>de</strong> luz. No hay ojos <strong>de</strong> luz en esta caja. Está casi solo; lof<strong>la</strong>nquean otros dos peones capturados un momento antes, disolviéndose entre <strong>de</strong>dos invisibles comosi estuvieran hechos <strong>de</strong> choco<strong>la</strong>te. La espera es tensa e inútil; no se pue<strong>de</strong> calcu<strong>la</strong>r, y si no hay cifrano hay certeza. Los recuerdos <strong>de</strong> Délfor reptan como <strong>la</strong>s serpientes <strong>de</strong> <strong>la</strong>s pare<strong>de</strong>s en busca <strong>de</strong> unpunto <strong>de</strong> amarre. Recuerda el libro que le dio Jorge y un episodio, <strong>la</strong> creación <strong>de</strong>l golem. De acuerdocon una receta cabalística secreta, el rabino <strong>de</strong> Praga creó un ser que no era exactamente humano,pero tampoco no humano. Colocó <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra «emet», verdad, en <strong>la</strong> frente <strong>de</strong>l muñeco, un homúnculo,y el golem se movió y actuó. ¿Qué tiene que ver conmigo? ¿Acaso soy capaz <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r a Dios,influir sobre él, mejorarlo? ¡Si ni siquiera creo!Las sombras <strong>de</strong> los carceleros se <strong>de</strong>spegan <strong>de</strong> los muros y el techo. Se mueven por <strong>la</strong> caja con <strong>la</strong>parsimonia <strong>de</strong> los recuerdos perdidos y patean los bultos sin piedad.–Este está muerto –dice una voz af<strong>la</strong>utada.–Se te fue <strong>la</strong> mano con el tratamiento –respon<strong>de</strong> entre dientes una voz áspera.–Este también está frito –agrega una tercera voz, seca y p<strong>la</strong>na.Las sombras empaquetan a los muertos y se vuelven hacia Délfor, que trata <strong>de</strong> escon<strong>de</strong>r <strong>la</strong> cabeza,tapándo<strong>la</strong> con el brazo.–Ahora este –dice el <strong>de</strong> <strong>la</strong> voz áspera; Delfor retroce<strong>de</strong>, apoyando <strong>la</strong> espalda contra el muro; le faltael aire, ja<strong>de</strong>a, hipa.–Vamos –dice el <strong>de</strong> <strong>la</strong> voz seca. Délfor se levanta temb<strong>la</strong>ndo; no le importa estar aterrorizado. Lassombras que lo ro<strong>de</strong>an parecen ligeramente divertidas, como si hubieran apostado algo entre el<strong>la</strong>s.Luego se encien<strong>de</strong> una luz cruda y acerada, pero aquello no ayuda. Las sombras <strong>de</strong>saparecen y <strong>la</strong>svoces se encarnan en cuerpos vulgares; uno es gordo como un globo aerostático, otro feo como uncólico, el tercero tiene un solo ojo. Délfor sabe que existe un gran error <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> esos cinco ojos <strong>de</strong>hielo, pero ni siquiera logra imaginar qué métodos usarán para hacerlo hab<strong>la</strong>r, ni qué quieren que digapara <strong>de</strong>jarlo en paz.Presión. La amenaza es perfecta, más que <strong>la</strong> electricidad que pronto correrá entre los testículos y <strong>la</strong>lengua. La amenaza es todo y él <strong>de</strong>scubre que pronto será nada. ¿Nada? Siente <strong>la</strong> presión. Eso es algo.95


Y <strong>la</strong> presión circu<strong>la</strong>, hincha los pulmones como el ve<strong>la</strong>men <strong>de</strong> un barco que recibe el benéfico viento, y<strong>de</strong>scarga el grito.–¡Jorge, por favor!Humedad. Presión. Frío. Las pare<strong>de</strong>s chorrean un líquido espeso y he<strong>la</strong>do. Jorge se <strong>de</strong>spierta enmedio <strong>de</strong> <strong>la</strong> noche. Está oscuro. Se ahoga. Una mano le aprieta <strong>la</strong> garganta e imagina una flema espesay marrón que se escurre hacia los pulmones. Está solo. Tiene miedo. Ignora que el invasor ha hecho unpacto con <strong>la</strong> simetría. Las sombras se <strong>de</strong>scuelgan <strong>de</strong>l techo como amplios paños <strong>de</strong> te<strong>la</strong> basta y negray lo cubren por completo. La habitación es un papel arrugado; el universo entero cabe en <strong>la</strong> arcada quehace pie en <strong>la</strong> boca <strong>de</strong>l estómago y lo arroja contra el muro como si él no fuera otra cosa que un viejomuñeco, un golem al que <strong>de</strong>sactivaron hace siglos.–¡Dios! –suplica. Está aterrado; jamás tuvo un ataque tan masivo. Pier<strong>de</strong> el control.Despierta. Sube una escalera y busca irritado <strong>la</strong> unión íntima con el Creador. El arca está vacía; nohay alianza posible. Sube otro tramo y ya no trata <strong>de</strong> fundirse con Dios, sino <strong>de</strong> influir en Él, ¡obligarlo!Pero <strong>la</strong> caja también está vacía; hace rato que Dios no visita esas regiones. Por último, <strong>de</strong>sesperado,se eleva por encima <strong>de</strong> los cielos; ya no le importa fundirse con Él ni torcer Su voluntad, sóloquiere ignorarlo, hacer <strong>de</strong> cuenta que no existe y forzar a los soles y los cuantos. El manto <strong>de</strong> tinieb<strong>la</strong>sse rasga y un filo <strong>de</strong> luz se cue<strong>la</strong> por el tajo. Una lágrima y un grito. Respira. ¿Un grito? ¿Quién grita?¿Yo grito? No, no es mi grito, aunque buena falta me hace po<strong>de</strong>r gritar para abrir <strong>la</strong>s puertas cerradas.–¡Jorge! –Por una fisura <strong>de</strong> <strong>la</strong> realidad, montado en <strong>la</strong> cresta <strong>de</strong> un rayo eléctrico, casi azul, casib<strong>la</strong>nco, llega el grito, silencioso, atronador.–Se nos va, ¡carajo! –Es <strong>la</strong> voz áspera, siempre vestida <strong>de</strong> reproche. El hombre gordo levanta elinstrumento y una cabellera <strong>de</strong> chispas se <strong>de</strong>svanece en el aire.–¿Qué es esto? –La voz seca, <strong>la</strong> voz <strong>de</strong>l tuerto, compone un exhausto ja<strong>de</strong>o; también a él le cuestarespirar.–Es asmático; se muere. –La voz aguda <strong>de</strong>l hombre feo atraviesa <strong>la</strong> atmósfera turbia y se posa enlos <strong>la</strong>bios morados <strong>de</strong> Délfor.El rayo eléctrico se con<strong>de</strong>nsa. Jorge lo recibe y teje un manto <strong>de</strong> cifras. «Emet», piensa, «emet». Laverdad <strong>de</strong> <strong>la</strong> pura <strong>de</strong>sesperación forma un puente sin que importen <strong>la</strong>s distancias. Corre por los pasillosatestados y abre todas <strong>la</strong>s puertas. En alguna <strong>de</strong>be estar. En alguna <strong>de</strong>be estar, repite obsesionado.Ahora lo ve. Está en una habitación <strong>de</strong> pare<strong>de</strong>s roídas por <strong>la</strong> mugre; en <strong>la</strong>s grietas y úlceras habitancolonias <strong>de</strong> insectos; por los cables se <strong>de</strong>sliza una pasta oscura y viscosa que por momentos se coagu<strong>la</strong>y escupe chispas <strong>de</strong> sangre.–¡No puedo respirar! –exc<strong>la</strong>ma Délfor. Es <strong>la</strong> primera vez que le ocurre. Él no es asmático. ¿Jorge?No sabe si emet tiene o no po<strong>de</strong>r. Es idiota: piensa en Fellini, en una escena <strong>de</strong> Ocho y medio...–Sé qué es eso –dice Jorge, forcejeando con <strong>la</strong> mandíbu<strong>la</strong> automática que se empeña en mor<strong>de</strong>rlo.Logra meter <strong>la</strong> mano <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> <strong>la</strong> almohada y saca el inha<strong>la</strong>dor. Lo mete en <strong>la</strong> caja ante <strong>la</strong> mirada atónita<strong>de</strong> los torturadores y dispara tres veces.La escena cristaliza. Millones <strong>de</strong> componentes obe<strong>de</strong>cen a un nuevo amo. Jorge cruza <strong>la</strong> habitacióny vomita <strong>la</strong> flema en un rincón, con asco. Una masa compacta <strong>de</strong> gusanos azules se precipita y repta,alejándose <strong>de</strong> <strong>la</strong> luz.–¿Cómo lo hiciste?–No lo sé. Funcionó. La presión. En el último segundo. Pura <strong>de</strong>sesperación. No preguntes. ¿Fellini,dijiste?–No sé qué dije; pura <strong>de</strong>sesperación. ¿Lo habías visto hacer? ¡Los mataste con el inha<strong>la</strong>dor! Oí tresdisparos.96


–Nunca. Cuando <strong>la</strong> muerte toca <strong>la</strong> puerta <strong>de</strong> tu casa y empuña <strong>la</strong> espada con <strong>la</strong> que se dispone a<strong>de</strong>gol<strong>la</strong>rte, tu reacción es un afán histérico por cambiar <strong>la</strong> realidad. Intentarás manipu<strong>la</strong>r los po<strong>de</strong>res <strong>de</strong><strong>la</strong> naturaleza para modificar<strong>la</strong>; no te importa Dios, Dios te importa una mierda en ese momento. Debohaber hecho eso, cagarme en Dios, forzarlo y operar más allá <strong>de</strong> su Voluntad. ¿Te gusta como explicación?Si me das tiempo puedo pulir<strong>la</strong> un poco. –La misma arrogancia <strong>de</strong> siempre, pero esta vez no lepreocupa <strong>la</strong> arrogancia.–Es imposible. –Délfor pasea <strong>la</strong> mirada por <strong>la</strong> habitación en <strong>la</strong> que un momento antes cinco ojos,con celo maníaco y mecánico, estaban fijos en él y ahora tres cuerpos carbonizados por los disparos<strong>de</strong>l inha<strong>la</strong>dor se confun<strong>de</strong>n en una pi<strong>la</strong> <strong>de</strong> brazos, torsos y voces apagadas.–Parece que encontré un atajo para llegar al tercer nivel sin pasar por los dos primeros. –Jorgesonríe. Aún siente el cosquilleo <strong>de</strong> <strong>la</strong> electricidad que atravesó el cuerpo <strong>de</strong> Délfor.–¿Estamos muertos?–No lo sé. Probablemente. O estamos a punto <strong>de</strong> morir. El tiempo se di<strong>la</strong>ta. ¿Leíste el cuento <strong>de</strong>Borges?–No, Borges me repugna; un pajero <strong>de</strong> <strong>de</strong>rechas, un facho. ¿Cuál?–«El mi<strong>la</strong>gro secreto».–No, nunca. Ya te dije.–Pero <strong>de</strong> alguna manera funcionó. Un ataque <strong>de</strong> asma no pue<strong>de</strong> matarte. Unos cuantos voltios tampocome mataron a mí. ¿Viste cómo pasaba <strong>la</strong> electricidad por mi cuerpo? Ni siquiera sentí cosquil<strong>la</strong>s.–Estamos muertos –dice Délfor, <strong>de</strong>cepcionado–. O estos son los últimos <strong>de</strong>stellos <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida. Tuataque <strong>de</strong> asma y <strong>la</strong> electricidad pasando por mi cuerpo formaron un puente y enrocaron; estamosestirando los últimos segundos, pero el final está escrito.Jorge se rasca <strong>la</strong> cabeza; le pica. ¡Maldita caspa! Mira alre<strong>de</strong>dor. No pue<strong>de</strong> discutirse <strong>la</strong> materialidad<strong>de</strong> los cadáveres.–Lindos tipos –dice moviendo al tuerto. El ojo bueno apunta al cielo, el ojo malo se hun<strong>de</strong> en <strong>la</strong>sprofundida<strong>de</strong>s.–Percepción expandida –dice Délfor–. Pero insisto en que no servirá <strong>de</strong> mucho; esto se acaba. Ah,por fin terminé el libro.–¿Qué libro? –El comentario <strong>de</strong> Délfor es perturbador. ¿Quién habló <strong>de</strong> un libro?–La Cába<strong>la</strong> y su simbolismo. Gershom Sholem. ¿Te olvidaste?–¡Ese libro! Pasaron... ¿ocho años?–Más.–Otra vez tab<strong>la</strong>s, ¿no?Délfor contemp<strong>la</strong> a Jorge con aprensión. Teme que empiece a <strong>de</strong>sdibujarse, que sólo sea una alucinación<strong>de</strong>l último <strong>de</strong>stello <strong>de</strong> vida que le queda. –Si lograste hacer el puente <strong>de</strong>berías po<strong>de</strong>r sostenerlo.–No sé cómo lo hice, si hice algo. –Jorge se hun<strong>de</strong> en <strong>la</strong>s sombras; por un momento es apenas unostrazos, una silueta que se adivina <strong>de</strong>slizándose por ángulos imposibles, grumos disueltos en los extremos<strong>de</strong> <strong>la</strong> caja.–No puedo creer que los hayas matado con tres disparos <strong>de</strong>l inha<strong>la</strong>dor; esas cosas no ocurren en <strong>la</strong>realidad.–Si no fue eso, ¿qué? ¿Dios? ¿Te parece mejor creer que fue Dios? Cosa tuya... No te va a gustar.Délfor cree percibir algunos tenues movimientos. El tuerto crispa <strong>la</strong> mano, el gordo parpa<strong>de</strong>a, el feohace una mueca.–Ya no importa. Estamos listos –suspira–. Si reaccionan nos cagan a tiros.97


–Cierto –dice Jorge–: te frieron con electricidad y yo morí <strong>de</strong> un ataque <strong>de</strong> asma, paro cardíaco, esaes <strong>la</strong> verdad. ¿Qué hacemos conversando como en <strong>la</strong> época <strong>de</strong>l colegio? Aquí hay algo que no funciona,o que funciona <strong>de</strong>masiado bien, pero fuera <strong>de</strong> control.–Cába<strong>la</strong> –dice Délfor.–¡Estupi<strong>de</strong>ces! No creemos en esas cosas.–Antes creías, alguna vez...–La vida te enseña. A veces pasan cosas. Busquemos por otro <strong>la</strong>do. Se mueven.–El almohadón –dice Délfor.Jorge, un compacto borrón entre coágulos <strong>de</strong> bruma, gira el brazo por encima <strong>de</strong> su cabeza y aferra<strong>la</strong> almohada. Tarda un segundo en compren<strong>de</strong>r el propósito <strong>de</strong> Délfor.–No va a funcionar; ya estamos muertos.–Nos estamos muriendo, que no es lo mismo. El tiempo, ese es el truco <strong>de</strong> tu Dios y <strong>la</strong> cifra <strong>de</strong> misconocimientos.–¿Y <strong>la</strong> Justicia? ¿Y <strong>la</strong> Revolución? –La risa <strong>de</strong> los muertos suena como cascabeles; <strong>la</strong> <strong>de</strong> los moribundoscomo <strong>la</strong> sirena <strong>de</strong> un barco que se aleja <strong>de</strong>l puerto. Así oye Délfor <strong>la</strong> voz <strong>de</strong> Jorge.–Últimamente me dio por <strong>la</strong>s matemáticas. Hay un número para todo. El problema es saber cuál.–Te volviste cabalista –ironiza Jorge.La almohada aparece entre <strong>la</strong>s manos <strong>de</strong> Délfor, b<strong>la</strong>nca y radiante como espuma. La aplica sobre elrostro <strong>de</strong>l gordo y <strong>la</strong> <strong>de</strong>ja uno, dos, tres minutos. El tiempo es barato en esta esquina <strong>de</strong> <strong>la</strong> Eternidad.Repite el procedimiento con el feo y con el tuerto hasta asegurarse <strong>de</strong> que están muertos.–No están muertos –susurra Jorge <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> oscuridad. Es un sonido he<strong>la</strong>do, pa<strong>la</strong>bras que pier<strong>de</strong>ncalor en cada sí<strong>la</strong>ba. Pero lo pier<strong>de</strong>n con lentitud y casi no se nota–. Necesitamos asegurarnos. ¿Dón<strong>de</strong>está el instrumento musical que usaron en tu serenata?–¡Lindo eufemismo! ¡Que tu Dios te conserve el humor por los minutos que nos quedan!–No seas tonto. Dámelo.Délfor extien<strong>de</strong> <strong>la</strong> vara mágica y una mano emerge <strong>de</strong> <strong>la</strong>s sombras y <strong>la</strong> atrapa. Luego, como si dirigierauna orquesta invisible, traza <strong>de</strong> <strong>de</strong>recha a izquierda los signos correspondientes. Sólo dos signos.–¿Emet?–No. Met. Sólo dos. Mem y tav. Le quité el Alef. Ahora no es verdad, sino muerto.–¿Creemos en esas cosas?–No creemos, pero no cuesta nada hacer <strong>de</strong> cuenta, para asegurarse. Especialmente cuando noquedan otros recursos.–¿Y ahora?–No sé, ¿qué se te ocurre? ¿Y si aprovechamos esto, que parece el último segundo para hab<strong>la</strong>r <strong>de</strong>Fellini?–¿Hab<strong>la</strong>r? No me interesa hab<strong>la</strong>r <strong>de</strong> Fellini. –Délfor alza <strong>la</strong>s manos y <strong>la</strong> oscuridad <strong>de</strong> <strong>la</strong> celda sepulveriza. Materializa un barco que emerge <strong>de</strong> <strong>la</strong> nieb<strong>la</strong>, un barco <strong>de</strong> cartón duro que echa humo <strong>de</strong>ma<strong>de</strong>ra por <strong>la</strong>s tres chimeneas negras.–No conozco esa pelícu<strong>la</strong> –dice Jorge, perplejo.Délfor se ríe a carcajadas. –Porque Fellini todavía no <strong>la</strong> filmó, pero <strong>la</strong> va a filmar, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> poco.–Un barco que se aleja <strong>de</strong>l puerto. Linda imagen.Jorge se acomoda en <strong>la</strong> butaca y mira a Délfor <strong>de</strong> reojo. No es ma<strong>la</strong> i<strong>de</strong>a ver pelícu<strong>la</strong>s <strong>de</strong> Fellini porel resto <strong>de</strong> <strong>la</strong> Eternidad. c98

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