13.07.2015 Views

¡Dímelo, mi amor! - Universo Romance, el Portal

¡Dímelo, mi amor! - Universo Romance, el Portal

¡Dímelo, mi amor! - Universo Romance, el Portal

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

CASTALIA CABOTTDím<strong>el</strong>o, <strong>mi</strong> <strong>amor</strong>.Editora Digital


CASTALIA CABOTTDím<strong>el</strong>o, <strong>mi</strong> <strong>amor</strong>.PRÓLOGO—¡No hables ci<strong>el</strong>ito, no hables! —repetía en un murmullo sumadre. Bette podía ver las lágrimas correr bajo su rostro. Noentendía mucho pero afirmó con su cabeza. No hablaría. Apretó sumano con fuerza. Habían viajado mucho tiempo. Tenía hambre, teníafrío y quería ir a su casa.Pero su mamá no quería. Habían llegado a la vieja casa de laabu<strong>el</strong>ita y se habían escondido ahí. No sabía por qué pero su mamáse veía muy asustada. Había llorado todo <strong>el</strong> día, si seguía así sepondría enferma. Y <strong>el</strong>la no podía hacer nada porque no sabía qué ledolía.Bette sintió la ca<strong>mi</strong>oneta de Aaron frenar y su mamá apretó sumano lastimándola. Intentó no llorar pero no pudo evitarlo su mamále hacía daño.—¡Oh Dios mío! —dijo sin darse cuenta de cómo le dolía—.Quédate aquí —le dijo— y no te muevas. Y no hables Bette, ¡nohables!Su mamá la metió debajo de la mesita redonda que tenía <strong>el</strong>t<strong>el</strong>éfono. Su abu<strong>el</strong>a la había adornado con un mant<strong>el</strong>ito tejido alcrochet y allí se quedó.Los golpes en la puerta la asustaron pero mordió sus labios.—¡Maldita perra, sé que estás ahí, abre, maldita sea!Los golpes la llevaron a taparse los oídos pero <strong>el</strong> ruido con que lapuerta se abrió la dejó sin aire.Su madre había tomado un jarrón y lo tenía en la mano. Podíaver desde dónde estaba sus lágrimas. Ella llevaba sus ojos desde laEditora Digital


CASTALIA CABOTTDím<strong>el</strong>o, <strong>mi</strong> <strong>amor</strong>.puerta a su escondite. Podía notar <strong>el</strong> <strong>mi</strong>edo que tenía, <strong>el</strong> <strong>mi</strong>smo que<strong>el</strong>la.Cuando las patadas d<strong>el</strong> hombre rompieron la puerta, su madreretrocedió hasta la mesita redonda que estaba en <strong>el</strong> centro de la másque <strong>mi</strong>núscula sala.—¿Estúpida mujerzu<strong>el</strong>a, pensabas acaso que podías huir de mí?¿Dónde dejaste a la niña?Aaron Jacques notó con honda satisfacción la <strong>mi</strong>rada queinvoluntariamente dio Suzette hacia la mesa d<strong>el</strong> t<strong>el</strong>éfono.—Vendrás con<strong>mi</strong>go, ahora. Volverás a la casa en este <strong>mi</strong>smoinstante y nunca jamás vas a repetir esta escenita.—¡No! ¡No puedes obligarme! No quiero verte más.—¡Maldita desagradecida! —gritó y avanzó hacia <strong>el</strong>la.Suzette se hizo hacia atrás y chocó con la mesita. No pudosostenerse y cayó.Desde donde estaba, Bette pudo ver los brazos y las piernas desu madre moverse como aspas sin poder asirse.Aaron intentó sostenerla pero no pudo y cayó pesadamente.Y ya no se movió.Aaron se acercó y le gritó: —¡Maldita perra no te quedes ahí,levántate!Bette no quería desobedecer a su madre pero cuando vio que <strong>el</strong>lano se movía salió de la mesa en cuatro patas, pero enganchó suzapato en <strong>el</strong> mant<strong>el</strong> y cayó junto con la mesa y lo que había arriba.No <strong>mi</strong>ró hacia atrás sólo a su madre. Y de pronto lo vio. Un río rojo,espeso se acercaba lentamente hacia <strong>el</strong>la. Miró <strong>el</strong> rostro de su madrey notó que <strong>el</strong> río nacía de <strong>el</strong>la, de su cabeza, los ojos de Suzetteestaban abiertos, si es que ese era <strong>el</strong> rostro de su madre. Jamás laEditora Digital


CASTALIA CABOTTDím<strong>el</strong>o, <strong>mi</strong> <strong>amor</strong>.había visto así: los ojos y su boca abiertos, enormes, su madre nuncahabía lucido así.Y <strong>el</strong> río se acercaba lentamente, al parecer quería atraparla.De pronto quiso alejarse. El río quería tragarla, quería ahogarla.Aaron se acercó y tocó la cara de su madre.—¡Maldita seas! —dijo furiosoMientras ese río rojo se le acercaba lentamente. Quiso moversepero no pudo porque la mesa y <strong>el</strong> mant<strong>el</strong>ito la habían atrapado. Vio alhombre ca<strong>mi</strong>nar de un lado a otro. Tal vez temía que <strong>el</strong> río rojo se lotragase como a <strong>el</strong>la. Aaron la <strong>mi</strong>ró y se acercó a <strong>el</strong>la.No lo quería. No quería ni a Aaron ni al río.Aaron la levantó d<strong>el</strong> su<strong>el</strong>o.Ella solo pataleó queriendo liberarse, pero fue inútil. Era unhombre grande.Desde arriba podía ver como <strong>el</strong> río crecía y crecía… de prontoAaron tiró la lámpara de aceite al piso y <strong>el</strong> fuego se co<strong>mi</strong>ó al río…Y a su madre.Bette lloró pero no habló.Editora Digital

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!