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EL MIRLO BLANCO (caixa2).indd - Universo Romance, el Portal

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El mirlo blanco El mirlo blanco1 <strong>EL</strong> <strong>MIRLO</strong> <strong>BLANCO</strong> (<strong>caixa2</strong>).<strong>indd</strong> 1 7/1/10 12:57:39


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El mirlo blanco El mirlo blancoMónica PeñalverEsencia/Planeta<strong>EL</strong> <strong>MIRLO</strong> <strong>BLANCO</strong> (<strong>caixa2</strong>).<strong>indd</strong> 3 7/1/10 12:57:41


Mónica Peñalver No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación aun sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquiermedio, sea éste <strong>el</strong>ectrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otrosmétodos, sin <strong>el</strong> permiso previo y por escrito d<strong>el</strong> editor. La infracción de losderechos mencionados puede ser constitutiva de d<strong>el</strong>ito contra la propiedadint<strong>el</strong>ectual (Art. 270 y siguientes d<strong>el</strong> Código Penal).© Mónica Peñalver, 2010© Editorial Planeta, S. A., 2010Avda. Diagonal, 662-664, 08034 Barc<strong>el</strong>ona (España)Primera edición: febrero de 2010ISBN: 978-84-08-08929-2Fotocomposición: Tiffitext, S. L.Depósito legal: NA. 95-2010Impresión y encuadernación: RODESA (Rotativas de Est<strong>el</strong>la, S. L.),Villatuerta, NavarraImpreso en España – Printed in SpainEl pap<strong>el</strong> utilizado para la impresión de este libro es cien por cien libre de cloroy está calificado como pap<strong>el</strong> ecológico. 4<strong>EL</strong> <strong>MIRLO</strong> <strong>BLANCO</strong> (<strong>caixa2</strong>).<strong>indd</strong> 4 7/1/10 12:57:41


El mirlo blanco Nota de la autoraLa historia de Favila es cierta, <strong>el</strong> joven rey murió al ser atacado porun oso durante una cacería, de ahí <strong>el</strong> famoso dicho asturiano «Espabila,Favila, que viene <strong>el</strong> oso». Fue enterrado en la capilla de laSanta Cruz, iglesia que hoy en día se puede visitar en Cangas deOnís. Bajo <strong>el</strong>la, en una cripta subterránea, se halla <strong>el</strong> misteriosodolmen d<strong>el</strong> que se habla en la nov<strong>el</strong>a. No es <strong>el</strong> único secreto queguarda este misterioso lugar. En su lápida fundacional, datada en<strong>el</strong> año 737, puede leerse: «… Hic vate Asterio sacrate sunt altariCristo…». Hoy en día no está claro <strong>el</strong> significado de este cargoeclesiástico y son muchos los que piensan que se trata de una combinaciónentre la antigua r<strong>el</strong>igión de las gentes que habitaron estastierras y <strong>el</strong> cristianismo embrionario que comenzaba a extendersepor <strong>el</strong> norte de España. Espero que la historia os inspire <strong>el</strong> interésde saber más y quizá algún día visitar mi tierra.5 <strong>EL</strong> <strong>MIRLO</strong> <strong>BLANCO</strong> (<strong>caixa2</strong>).<strong>indd</strong> 5 7/1/10 12:57:41


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Un mirlo blanco es sinónimo de inocencia, rarezay cualidades extraordinarias…1Año 738, confi nes d<strong>el</strong> ducado cántabro*La mañana llegaba silenciosa, casi de puntillas. Auria inhaló su frescorllenándose los pulmones con su dulzura desde lo alto d<strong>el</strong> torreónen ruinas. Lentamente, la frágil línea d<strong>el</strong> horizonte fue tomando color,como si un pinc<strong>el</strong> invisible se aplicara sobre él. La muchacha permanecióinmóvil, envu<strong>el</strong>ta en su capa de pi<strong>el</strong>es mientras la brisa primaveralse enredaba en los mechones color platino de su cab<strong>el</strong>lo.Aquél sería un día más con la soledad como única compañera. ¿Porqué sentirse triste? Aqu<strong>el</strong>lo era lo que siempre había anh<strong>el</strong>ado, estarlejos de todo, de todos, vivir en paz consigo misma. Había renunciadoa su gente porque en realidad no era su gente, sino extrañosajenos a <strong>el</strong>la que la señalaban como maldita, estigma que arrastrabacomo un manto de deshonra desde su nacimiento. La soledad le evitabalas miradas huidizas, los desprecios y <strong>el</strong> miedo que su presenciasuscitaba. En su pequeño mundo, la vida transcurría con tranquilidad,sin que ninguna mirada pudiera hacerle daño.* El ducado cántabro comprendía por aqu<strong>el</strong> entonces las provincias deBurgos, Palencia y Navarra.7 <strong>EL</strong> <strong>MIRLO</strong> <strong>BLANCO</strong> (<strong>caixa2</strong>).<strong>indd</strong> 7 7/1/10 12:57:41


Mónica Peñalver Sus ojos verdes reflejaron la tristeza contenida en su ser comoun pozo sin fondo. El vu<strong>el</strong>o de las golondrinas y <strong>el</strong> canto de lospicogordos anunciaban <strong>el</strong> fin d<strong>el</strong> invierno y, con él, <strong>el</strong> fin de la r<strong>el</strong>ativapaz que había disfrutado durante aqu<strong>el</strong>los meses de días grisesy noches eternas. Las aceifas sarracenas solían desperezarsecon los primeros calores, y atravesaban <strong>el</strong> territorio en busca denuevas conquistas, como si la primavera alimentara su ambición.A veces lo conseguían, en otras ocasiones eran los ejércitos cristianosquienes cabalgaban tras <strong>el</strong>los rep<strong>el</strong>iéndolos. Afortunadamente,unos y otros evitaban detenerse en aqu<strong>el</strong>las tierras yermasy sombrías que eran ahora su hogar. Habían transcurrido cuatroaños desde su llegada al torreón en ruinas. Cuatro años de r<strong>el</strong>ativapaz, porque los sueños y las visiones seguían presentes, aunquecon menor intensidad que antes.El primer rayo de sol iluminó lentamente <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o haciendo retrocederlas sombras d<strong>el</strong> fortín y bañando su rostro. Con un suspiro,Auria dio por finalizado aqu<strong>el</strong> ritual diario antes de regresaral interior de la torre haciendo recuento mental de las tareas quetenía por d<strong>el</strong>ante. El tétrico interior le ofreció una tibia bienvenida.Con paso medido, la joven descendió por los restos de la lóbregaescalera de piedra sin necesidad de iluminarse. En su descenso,sus manos recorrieron con familiaridad la rugosidad de laspiedras ennegrecidas, marcadas por <strong>el</strong> paso d<strong>el</strong> tiempo. La únicaestancia habitable estaba situada en <strong>el</strong> piso inferior, en lo que enotro tiempo debieron de ser las cocinas y que ahora era su morada.Sus pasos se detuvieron ante <strong>el</strong> fuego d<strong>el</strong> hogar, su mayor privilegio.Removió sus brasas y lo alimentó con generosidad antesde colgar sobre él un puchero de cobre con agua. Se sacudió <strong>el</strong>polvo de las manos y se encaminó al pequeño cobertizo anexo altorreón. El balido impaciente de una cabra resonó desde <strong>el</strong> interior. 8<strong>EL</strong> <strong>MIRLO</strong> <strong>BLANCO</strong> (<strong>caixa2</strong>).<strong>indd</strong> 8 7/1/10 12:57:42


El mirlo blanco —Vamos, vamos —susurró Auria abriendo la portezu<strong>el</strong>a devaras entretejidas y palmeando su p<strong>el</strong>aje áspero para obligarla aretroceder.La joven arrastró un banquillo de madera y se sentó palpandolas ubres d<strong>el</strong> animal. Sus dedos se movieron ágilmente hasta llenar<strong>el</strong> pequeño barreño de madera. Una gallina cloqueó desde su nidode paja y ramas. Auria la espantó y sonrió al descubrir un huevo decolor blanco. Después de eso, permitió que los animales salieranal exterior. Como un pequeño ejército, éstos se dispersaron por lapequeña explanada, impacientes por alimentarse mientras <strong>el</strong>la sedirigía al huerto, que ocupaba la parte más soleada y abrigada de laexplanada. A base de esfuerzo, había conseguido arrancar de aqu<strong>el</strong>latierra baldía un exiguo fruto con que alimentarse. Hacía tiempoque había dejado de sentirse desgraciada. La soledad anestesiabasus dolores internos, s<strong>el</strong>laba heridas y disipaba recuerdos.La oscuridad la sorprendió aún trabajando. Frotándose la nuca,reunió a los animales bajo <strong>el</strong> cobertizo y regresó al torreón. S<strong>el</strong>avó las manos y <strong>el</strong> rostro con agua <strong>el</strong>iminando la suciedad de todoun día de trabajo. Extenuada, se sentó frente al fuego, comió conmirada ausente mientras un gato negro se enredaba en sus pies.Lo subió a su regazo acariciando su p<strong>el</strong>aje suave y juntos observaron<strong>el</strong> fuego d<strong>el</strong> hogar, complacidos <strong>el</strong> uno con <strong>el</strong> otro. Adormilada,permaneció sentada sobre <strong>el</strong> tajo de madera dejando <strong>el</strong>tiempo pasar mientras <strong>el</strong> crepitar de las llamas rompía la monotoníad<strong>el</strong> silencio. Cuando <strong>el</strong> sueño la venció, arrastró los pies hasta<strong>el</strong> jergón y se dejó caer entre las pi<strong>el</strong>es.Esa noche, cuando <strong>el</strong> sueño tomó posesión de su cuerpo, suespíritu flotó sobre <strong>el</strong>la observándola desde las alturas. «Deberíashacer algo con tu aspecto», pensó mirando <strong>el</strong> cuerpo que habitaba.Auria permanecía tumbada sobre <strong>el</strong> catre, acurrucada sobresu lado derecho, como era habitual en <strong>el</strong>la. Se había quedado dor-9 <strong>EL</strong> <strong>MIRLO</strong> <strong>BLANCO</strong> (<strong>caixa2</strong>).<strong>indd</strong> 9 7/1/10 12:57:42


Mónica Peñalver mida con una mano bajo la mejilla y <strong>el</strong> p<strong>el</strong>o esparcido a su alrededor.Permaneció unos segundos observando su forma corpórea.Entonces, sintió «la llamada» incitándola a dejarse llevar.Sin saber cómo, su espíritu se vio en <strong>el</strong> interior de su antiguo hogar,la sólida fortaleza d<strong>el</strong> conde Abrino, su padre. Años atrás, <strong>el</strong>lahabía ocupado <strong>el</strong> lugar que los perros, enroscados sobre <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o d<strong>el</strong>a sala principal, ocupaban ahora. Su espíritu atravesó los muros hastallegar a la alcoba d<strong>el</strong> conde. Desde la altura, observó <strong>el</strong> lecho ocupadopor <strong>el</strong> guerrero. Su rostro hosco hizo que los recuerdos seagolparan en su memoria, recuerdos de dolor, humillación y tristeza.Deseaba abandonar <strong>el</strong> lugar, volar lejos, libre, pero «la voz» leaconsejó que permaneciese allí, flotando sobre <strong>el</strong> lecho.Un desagradable gemido reverberó en <strong>el</strong> pecho hundido de supadre. Una anciana limpió <strong>el</strong> sudor de su frente, apaciguándolo conun murmullo quedo mientras <strong>el</strong> conde vomitaba en un cubo dispuestojunto a la cama. Auria reconoció a la fi<strong>el</strong> criada que habíaservido desde siempre en casa d<strong>el</strong> conde. No estaba sola, había allíotros sirvientes, además de los hombres de confianza de su padre,hombres de hierro, como solía llamarlos <strong>el</strong>la por sus armaduras.El espíritu de la joven se concentró en <strong>el</strong> cuerpo avejentado y debilitadode Abrino. Aunque nunca había habido amor entre ambos,la generosa naturaleza de la muchacha no hubiera podido concebirun mal deseo para él. La en otros tiempos poderosa aura que lo rodeabahabía perdido intensidad, y ahora era apenas una vacilante llamade color violáceo que indicaba la proximidad de su muerte.Repentinamente, algo la arrastró hacia <strong>el</strong> exterior, haciéndolasurcar la noche. Su espíritu se adentró en la llanura, atravesó vallesy tierras desiertas hasta llegar al pequeño altozano de su derruidotorreón. Su cuerpo la atrajo atrapándola en su interior.Sobresaltada, Auria abrió los ojos observando confundida la oscuridad.La sensación de ser despertada de golpe no le era desco- 10<strong>EL</strong> <strong>MIRLO</strong> <strong>BLANCO</strong> (<strong>caixa2</strong>).<strong>indd</strong> 10 7/1/10 12:57:42


El mirlo blanco nocida, le ocurría continuamente, como si una brisa cálida penetraraen su interior. Por regla general, al día siguiente se veíabombardeada por recuerdos confusos de lugares que ni siquieraconocía, o de personas que nunca antes había visto.Fijó la vista en <strong>el</strong> oscuro espacio que la rodeaba sintiendo unhormigueo premonitorio. Temblorosa, se cubrió <strong>el</strong> rostro con unbrazo y, sin que lo pudiera remediar, los recuerdos acudieron a sumemoria.Su nacimiento:El conde Abrino observó con escaso interés <strong>el</strong> fardo que una de las sirvientasle mostraba. Se trataba de una niña, otra más. Aun así se obligó amirar <strong>el</strong> lecho donde yacía su última esposa, su amada Misol. Su rostro denotabaevidentes signos de agotamiento debido al prolongado parto, pero pesea <strong>el</strong>lo se esforzó por sonreír ante la severa mirada de su esposo.—Es otra niña —informó <strong>el</strong> conde poniendo de manifi esto su decepción.—Dejadme verla —pidió la mujer con voz trémula.El conde se hizo a un lado y dejó que la partera le mostrara al bebé.Los párpados de la mujer lucharon por mantenerse abiertos mientras observabaa la niña.—Es como un copo de nieve —suspiró, admirando la nívea pi<strong>el</strong> de suhija. Una mata de p<strong>el</strong>o rubio coronaba su pequeño cráneo. Le satisfi zo qu<strong>el</strong>a pequeña se pareciera a <strong>el</strong>la y no a la familia de su esposo—. Haz que <strong>el</strong>fraile la bautice. Ha de llamarse Auria en honor a su abu<strong>el</strong>a —dijo, estirandouna mano temblorosa.—Es demasiado pequeña. No sobrevivirá —pronosticó <strong>el</strong> conde con desdén.Los ojos de la mujer mostraron su consternación ante sus palabras. Elaño anterior había perdido a un niño recién nacido. No soportaría perdertambién a aqu<strong>el</strong> bebé, aunque se tratara de una niña.—Lo hará —afi rmó.—Ni siquiera tienes leche con que alimentarla —gruñó él hoscamente.11 <strong>EL</strong> <strong>MIRLO</strong> <strong>BLANCO</strong> (<strong>caixa2</strong>).<strong>indd</strong> 11 7/1/10 12:57:42


Mónica Peñalver La dama buscó a su sirvienta con la mirada.—Podemos encontrar una ama de cría, alguna mujer de la fortaleza —sugirióesperanzada alzando débilmente los brazos—. Déjame cogerla —suplicó,intentando incorporarse contra los almohadones de sarga.La partera miró cautamente a su amo y éste acabó por asentir, saliendode la habitación malhumorado.La mujer tomó a su hija en brazos, sus labios pálidos besaron su coronillamientras la arrullaba contra su pecho. El pequeño fardo se revolvió débilmente,haciendo pucheros. De repente, la niña comenzó a llorar hasta que supequeño rostro se tornó casi rojo. El fuego de la chimenea crujió y chisporroteócomo si <strong>el</strong> mismo B<strong>el</strong>cebú lo hubiera agitado con su cola. La niña continuóllorando. Inquieta, la sirvienta se acercó de nuevo al lecho y la tomó enbrazos ante la pasividad de su señora.—¿Doña Misol? —llamó, pero los ojos de la mujer permanecían fi jos en <strong>el</strong>techo de la estancia. Frenética, la sirvienta sacudió su cuerpo con una mano. Laniña se revolvió en sus brazos, berreando, hasta que sus pequeños pulmones sequedaron sin aire. La criada trató de calmarla al tiempo que sacudía nuevamente<strong>el</strong> hombro de su madre. Sólo entonces sus ojos descubrieron la gran mancha desangre que teñía las sábanas—. Cristo crucifi cado —dijo santiguándose a lavez que retrocedía horrorizada. La niña continuó llorando desconsoladamente,como si intuyera la tragedia que su nacimiento había traído consigo.Los ojos de Auria se llenaron de lágrimas ante <strong>el</strong> recuerdo. Teníala capacidad de recordar todos y cada uno de los momentosde su existencia, como si Dios quisiera castigarla con <strong>el</strong>los.Bodius escuchó atentamente las palabras d<strong>el</strong> mensajero mientrassus tres compañeros guardaban silencio. El conde Abrino reclamabasu presencia en su lecho de muerte. Su petición llegabajusto en <strong>el</strong> momento en que <strong>el</strong> guerrero se preparaba para su vi- 12<strong>EL</strong> <strong>MIRLO</strong> <strong>BLANCO</strong> (<strong>caixa2</strong>).<strong>indd</strong> 12 7/1/10 12:57:42


El mirlo blanco sita anual a su hogar en tierras astures desde <strong>el</strong> ducado cántabro.No tenía más remedio que acudir a aqu<strong>el</strong> llamamiento, pensó condesaliento poniéndose en pie y abandonando la hedionda casa decomidas donde los guerreros buscaban saciar su hambre.La fortaleza d<strong>el</strong> conde Abrino defendía la frontera más alejadad<strong>el</strong> ducado cántabro, combatiendo las sublevaciones de losaguerridos vascones. También custodiaba la entrada de la riberaNavarra, territorio ansiado por los sarracenos para continuar suexpansión hacia tierras galas. Esas circunstancias habían propiciadoque Bodius visitara <strong>el</strong> fortín en las numerosas ocasiones en que<strong>el</strong> conde solicitaba <strong>el</strong> auxilium d<strong>el</strong> dux Alfonso, bajo cuyas órdenesse hallaba <strong>el</strong> guerrero. Lo que le extrañaba era que <strong>el</strong> conde lollamase a él a título personal. No requería sus habilidades con laespada sino su presencia, meditó dirigiéndose al vallado dondepastaban los caballos a las afueras de la abigarrada villa. Eso lo intrigabalo suficiente como para partir sin pérdida de tiempo.Con un suave silbido, llamó a su montura, un bayo de alzada yabundante crin al que había llamado Ezequi<strong>el</strong>. Dispuso sobre sulomo la albarda de cuero y ajustó los arreos, su última y costosaadquisición.—¿Por qué tanta prisa? —lo interp<strong>el</strong>ó Orenco apoyando unhombro contra <strong>el</strong> vallado de piedra.Él le lanzó una rápida mirada sin interrumpir su labor.—El conde Abrino se muere —explicó conciso.—¿Y por qué te llama a ti y no a un cura? —preguntó entoncesun viejo guerrero de origen godo llamado Hugo.Bodius se encogió de hombros.—¿Quién sabe?Un seco gruñido escapó d<strong>el</strong> hombre.—Supongo que no te molestará un poco de compañía. La faltade actividad me está oxidando los huesos.13 <strong>EL</strong> <strong>MIRLO</strong> <strong>BLANCO</strong> (<strong>caixa2</strong>).<strong>indd</strong> 13 7/1/10 12:57:42


Mónica Peñalver —No es la falta de actividad lo que te oxida, amigo mío, sino<strong>el</strong> paso de los años —señaló Quetilo escarbándose los dientes conuna brizna de hierba.—Los tres sobrepasáis la edad aconsejable para montar —seburló Bodius fijando sus escasos pertrechos a la grupa d<strong>el</strong> animal.Sus palabras arrancaron una áspera carcajada al grupo de ajadosguerreros.—Cuidado, muchacho, mi espada rebanaba pescuezos muchoantes de que fueras destetado —le advirtió Hugo con un brillo divertidoen sus ojos grises, antes de dirigirse a su montura.Partieron esa misma mañana, encaminándose a los pasos demontaña d<strong>el</strong> oeste. Varios días después, <strong>el</strong> último macizo de la cordilleracantábrica dio paso a las menos escarpadas montañas burgalesas.—¿Sigues echando de menos tu valle? —preguntó Hugo.—Me había imaginado durmiendo arrullado por <strong>el</strong> sonido d<strong>el</strong>viento entre los árboles, sólo eso.El otro esbozó una ligera sonrisa tras la que asomaron unosdientes m<strong>el</strong>lados por la edad.—¿Has oído, Orenco? Tenemos un bardo en nuestras filas —seburló <strong>el</strong> guerrero dirigiéndose al hombre que marchaba inmediatamentedetrás.—El muchacho es bueno con las palabras, ya visteis cómo enamoróa la hija d<strong>el</strong> curtidor. Bastaron un par de frases para que <strong>el</strong>lacayera rendida a sus pies —se rió Orenco.—Incluso a mí me dan ganas de besarlo —bromeó Quetilo.—Ja, ja, reíos, sí, pero conseguí una buena rebaja en la comprade mis arreos.Los veteranos guerreros habían formado parte de las tropasd<strong>el</strong> conde Morvan de Bres, actual esposo de su prima Lua, como 14<strong>EL</strong> <strong>MIRLO</strong> <strong>BLANCO</strong> (<strong>caixa2</strong>).<strong>indd</strong> 14 7/1/10 12:57:42


El mirlo blanco soldados de fortuna. Ellos habían sido los encargados de la instrucciónde Bodius cuando, siendo un muchacho, decidió que sudestino estaba unido al de una espada. Con su ayuda y <strong>el</strong> patrociniod<strong>el</strong> conde, <strong>el</strong> joven había conseguido formarse como guerrero.Su buen hacer al servicio d<strong>el</strong> dux Alfonso le había dado la r<strong>el</strong>evancianecesaria para que su nombre fuera reconocido alládonde fuera, y los guerreros godos, sus antiguos maestros, se habíanunido a él, hambrientos de nuevas aventuras.Se detuvieron a pasar la noche junto a un pequeño riachu<strong>el</strong>o.Tras devorar su cena, tendieron sus jergones en torno a una hoguera,y durmieron por turnos al raso. Aún restaban cinco días dedura cabalgada hasta <strong>el</strong> fortín, aunque eso para ninguno de <strong>el</strong>lossuponía molestia alguna.15 <strong>EL</strong> <strong>MIRLO</strong> <strong>BLANCO</strong> (<strong>caixa2</strong>).<strong>indd</strong> 15 7/1/10 12:57:42

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