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20Esta cola, que se forma a diario, debería evitarseEn el día de la Independencia de los EstadosUnidos, durante el entretiempo de lafinal de la Copa América de este año, meencuentro otra vez en este balcón viendoa la alegre, familiar y variopinta gente deCaracas. Hay homosexuales, vendedoresambulantes, heladeros (difieren por lascampanitas) y vendedores de nestí (casique inaceptable). Están los Abuelos Bonchonesy su corro de admiradores quereflexionan, sin lugar a dudas, acerca decómo se siente bailar y cargar con todosesos años. A los pies del “faluco”, la feriade la Asociación Cultural Red Urbana.El chichero de San Jacinto ya se fue y loscarajitos juegan en la plaza como antaño,supone uno.Desde aquí, los escotes se ven distintos.Este, en particular, hace que desaparezcanpor segundos todos los seres humanos,todos los seres vivos, todos los mineralesy algunos microbios que hay en el planeta.Quise abrazarla. “Es muy grande”,me dije. De inmediato, elegí retractarme.Ella, más que su escote, se parece muchoa la ciudad que nos desarropa a veces. Laseguí con la mirada hasta que su olor, elque nunca olí, se desvaneció al cruzar deGradillas hacia Sociedad.Veo una colaUna viejita baila mientras saborea su helado.Una cola es una cola, aunque esta sea paracomprarse un Coppelia. La cola es unaherramienta de la gente que quiere queeste gobierno se vaya, la cual utilizan muybien. Se supone que la gente que trabaja enel gobierno no puede usar las mismas herramientasque usan los que no quieren algobierno. A menos que se usen para otrosfines, claro. Ergo, las reflexiones perfectasacerca del amor y la muerte se ven interrumpidaspor una cola inexplicable quese hace todos los días, excepto los lunes—cuando cierra—, frente a la heladeríaCoppelia.En “macdonal”, así como suena, cuandoestán abollados, cuando se hace cola, a“alguien” se le ocurre aligerarla. Salen dosempleadas, anotan los pedidos, van adelantando.Hacen algo. En la heladería Coppelia,la más sabrosa, la única que hay y la másbarata de toda la ciudad, no hacen nada.La gente que allí trabaja le echa un cerro,se les cansan los supinadores a cada rato yles parece que la gente nunca va a dejar decomer helados. Es inaceptable que todavíanadie haya hecho nada para atender mejora la gente que quiere comerse un helado. ¡Estan simple! La diseñadora más joven de estarevista está dispuesta a comprar helados encarritos que salgan a cada rato de la heladería.“Microcolas”, les llamó.Chávez, cuando juró defender a la patriahasta perder la vida si fuese necesario, lohizo de verdad. Y decía que eso no se puedehacer si no se amaba a la patria. Y despuésdecía que Alí decía que la patria es el hombre,y la mujer. Y para amarla, hay que conocerla.Eso es coherencia. Diosdado diceque si alguien quiere una referencia ética,que busque a Chávez. Algunos nunca oyena Diosdado.Hay que caminar por las que llaman cuadrasfundacionales. Una crónica llena decosas inaceptables de Caracas no puedehacerse sin gastar la suela en Caracas. Almenos un poco. La batalla contra la basuracotidiana de Madrices no se puede ganar,al menos con esas técnicas de combate. Yal pedestal de Abder Nasser ya le falta unpedazo, el que está más cerca del café ArteParís. ¿Cómo se hace para que esto no seconvierta en una larga lista de quejas fastidiosasacerca de lo que es inaceptable quesuceda en estas esquinas de Caracas? Usan-Edición Número Ciento treinta y siete. Año 03. ÉPALE CCS Caracas, 12 de julio de 2015.

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