Era, todo lo más que rezaba por mesoneras y por bo<strong>de</strong>gonerasy turroneras y rameras y así por semejantes mujercillas, que porhombre casi nunca le vi <strong>de</strong>cir oración.Reíme entre mí, y aunque muchacho noté mucho la discretaconsi<strong>de</strong>ración <strong>de</strong>l ciego.Mas, por no ser prolijo <strong>de</strong>jo <strong>de</strong> contar muchas cosas, asígraciosas como <strong>de</strong> notar, que con este mi primer amo meacaecieron, y quiero <strong>de</strong>cir el <strong>de</strong>spidiente y con él acabar.Estábamos en Escalona, villa <strong>de</strong>l duque <strong>de</strong>lla, en un mesón, ydiome un pedazo <strong>de</strong> longaniza que la asase. Ya que la longanizahabía pringado y comídose las pringadas, sacó un maravedí <strong>de</strong> labolsa y mandó que fuese por él <strong>de</strong> vino a la taberna. Púsome el<strong>de</strong>monio el aparejo <strong>de</strong>lante los ojos, el cual, como suelen <strong>de</strong>cir,hace al ladrón, y fue que había cabe el fuego un nabo pequeño,larguillo y ruinoso, y tal que, por no ser para la olla, <strong>de</strong>bióser echado allí.Y como al presente nadie estuviese sino él y yo solos, comome ví con apetito goloso, habiéndome puesto <strong>de</strong>ntro el sabrosoolor <strong>de</strong> la longaniza, <strong>de</strong>l cual solamente sabía que había <strong>de</strong>gozar, no mirando qué me podría suce<strong>de</strong>r, pospuesto todo eltemorpor cumplir con el <strong>de</strong>seo, en tanto que el ciego sacaba <strong>de</strong> labolsa el dinero, saqué la longaniza y muy presto metí elsobredicho nabo en el asador, el cual mi amo, dándome el dineropara el vino, tomó y comenzó a dar vueltas al fuego, queriendoasar al que <strong>de</strong> ser cocido por sus <strong>de</strong>méritos había escapado.Yo fuí por el vino, con el cual no tardé en <strong>de</strong>spachar lalonganiza, y cuando vine hallé al pecador <strong>de</strong>l ciego que teníaentre dos rebanadas apretado el nabo, al cual aún no habíaconocido por no lo haber tentado con la mano. Como tomase lasrebanadas y mordiese en ellas pensando tambien llevar parte <strong>de</strong> lalonganiza, hallóse en frío con el frío nabo. Alterose y dijo:"¿Que es esto, <strong>Lazarillo</strong>?""¡Lacerado <strong>de</strong> mí! -dije yo-. ¿Si queréis a mí echar algo?¿Yo no vengo <strong>de</strong> traer el vino? Alguno estaba ahí, y por burlarharía esto.""No, no -dijo él-,que yo no he <strong>de</strong>jado el asador <strong>de</strong> la mano;no es posible"Yo torné a jurar y perjurar que estaba libre <strong>de</strong> aqueltrueco y cambio; mas poco me aprovechó, pues a las astucias <strong>de</strong>lmaldito ciego nada se le escondía. Levantóse y asióme por lacabeza, y llegóse a olerme; y como <strong>de</strong>bió sentir el huelgo, a uso<strong>de</strong> buen po<strong>de</strong>nco, por mejor satisfacerse <strong>de</strong> la verdad, y con lagran agonía que llevaba, asiéndome con las manos, abríame laboca más <strong>de</strong> su <strong>de</strong>recho y <strong>de</strong>satentadamente metía la nariz. Lacual el tenía luenga y afilada, y a aquella sazón con el enojose había augmentado un palmo. Con el pico <strong>de</strong> la cual me llegó ala gulilla.Y con esto y con el gran miedo que tenía, y con labrevedad <strong>de</strong>l tiempo, la negra longaniza aún no había hechoasiento en el estómago, y lo más principal: con el <strong>de</strong>stiento <strong>de</strong>la cumplidísima nariz medio cuasi ahogándome, todas estas cosasse juntaron y fueron causa que el hecho y golosina semanifestase y lo suyo fuese <strong>de</strong>vuelto a su dueño. De manera queantes que el mal ciego sacase <strong>de</strong> mi boca su trompa, talalteración sintió mi estomago que le dio con el hurto en ella,<strong>de</strong> suerte que su nariz y la negra malmaxcada longaniza a untiempo salieron <strong>de</strong> mi boca.¡Oh, gran Dios, quién estuviera aquella hora sepultado, quemuerto ya lo estaba! Fue tal el coraje <strong>de</strong>l perverso ciego que,si al ruido no acudieran, pienso no me <strong>de</strong>jara con la vida.Sacaronme <strong>de</strong> entre sus manos, <strong>de</strong>jándoselas llenas <strong>de</strong> aquellospocos cabellos que tenía, arañada la cara y rasguñado elpescuezo y la garganta. Y esto bien lo merecía, pues por sumaldad me venían tantas persecuciones.Contaba el mal ciego a todos cuantos allí se allegaban mis<strong>de</strong>sastres, y dábales cuenta una y otra vez, así <strong>de</strong> la <strong>de</strong>l jarrocomo <strong>de</strong> la <strong>de</strong>l racimo, y agora <strong>de</strong> lo presente. Era la risa <strong>de</strong>todos tan gran<strong>de</strong> que toda la gente que por la calle pasabaentraba a ver la fiesta; mas con tanta gracia y donairerecontaba el ciego mis hazañas que, aunque yo estaba tanmaltratado y llorando, me parecía que hacia sinjusticia en no selas reír.Y en cuanto esto pasaba, a la memoria me vino una cobardía yflojedad que hice, por que me mal<strong>de</strong>cía, y fue no <strong>de</strong>jarle sinnarices, pues tan buen tiempo tuve para ello que la mitad <strong>de</strong>lcamino estaba andado. Que con sólo apretar los dientes se mequedaran en casa, y con ser <strong>de</strong> aquel malvado, por ventura loretuviera mejor mi estómago que retuvo la longaniza, y nopareciendo ellas pudiera negar la <strong>de</strong>manda. Pluguiera a Dios quelo hubiera hecho, que eso fuera así que así.Hiciéronnos amigos la mesonera y los que allí estaban, ycon el vino que para beber le había traído, lavaronme la cara yla garganta, sobre lo cual discantaba el mal ciego donaires,diciendo:"Por verdad, más vino me gasta este mozo en lavatorios alcabo <strong>de</strong>l año que yo bebo en dos. A lo menos, Lázaro, eres en mascargo al vino que a tu padre, porque él una vez te engendró, masel vino mil te ha dado la vida."Y luego contaba cuántas veces me había <strong>de</strong>scalabrado yharpado la cara, y con vino luego sanaba."Yo te digo -dijo- que si un hombre en el mundo ha <strong>de</strong> serbienaventurado con vino, que serás tú."Y reían mucho los que me lavaban con esto, aunque yorenegaba. Mas el pronóstico <strong>de</strong>l ciego no salió mentiroso, y<strong>de</strong>spués acá muchas veces me acuerdo <strong>de</strong> aquel hombre, que sinduda <strong>de</strong>bía tener espíritu <strong>de</strong> profecía, y me pesa <strong>de</strong> lossinsabores que le hice, aunque bien se lo pagué, consi<strong>de</strong>rando loque aquel día me dijo salirme tan verda<strong>de</strong>ro como a<strong>de</strong>lante V.M.oirá.Visto esto y las malas burlas que el ciego burlaba <strong>de</strong> mí,<strong>de</strong>terminé <strong>de</strong> todo en todo <strong>de</strong>jarle, y como lo traía pensado y lotenía en voluntad, con este postrer juego que me hizo afirmélomás. Y fue así, que luego otro día salimos por la villa a pedirlimosna, y había llovido mucho la noche antes. Y porque el díatambién llovía, y andaba rezando <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> unos portales que enaquel pueblo había, don<strong>de</strong> no nos mojábamos; mas como la nochesevenía y el llover no cesaba, díjome el ciego:"Lázaro, esta agua es muy porfíada, y cuanto la noche máscierra, más recia. Acojámonos a la posada con tiempo."Para ir allá, habíamos <strong>de</strong> pasar un arroyo que con la muchaagua iba gran<strong>de</strong>. Yo le dije:"Tío, el arroyo va muy ancho; mas si queréis, yo veo pordon<strong>de</strong> travesemos más aína sin nos mojar, porque se estrecha allímucho, y saltando pasaremos a pie enjuto."Parecióle buen consejo y dijo:"Discreto eres; por esto te quiero bien. Llévame a eselugar don<strong>de</strong> el arroyo se ensangosta, que agora es invierno ysabe mal el agua, y mas llevar los pies mojados."Yo que vi el aparejo a mi <strong>de</strong>seo, saquéle <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> losportales, y llevélo <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> un pilar o poste <strong>de</strong> piedra que enla plaza estaba, sobre la cual y sobre otros cargaban saledizos<strong>de</strong> aquellas casas, y digole:"Tío, éste es el paso más angosto que en el arroyo hay."Como llovía recio, y el triste se mojaba, y con la priesaque llevábamos <strong>de</strong> salir <strong>de</strong>l agua que encima <strong>de</strong> nos caía, y lomás principal, porque Dios le cegó aquella hora el entendimiento(fue por darme <strong>de</strong> él venganza), creyóse <strong>de</strong> mí y dijo:"Ponme bien <strong>de</strong>recho, y salta tú el arroyo."Yo le puse bien <strong>de</strong>recho enfrente <strong>de</strong>l pilar, y doy un saltoy póngome <strong>de</strong>tras <strong>de</strong>l poste como quien espera tope <strong>de</strong> toro, ydíjele:
"!Sus! Salta todo lo que podáis, porque <strong>de</strong>is <strong>de</strong>ste cabo <strong>de</strong>lagua."Aun apenas lo había acabado <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir cuando se abalanza elpobre ciego como cabrón, y <strong>de</strong> toda su fuerza arremete, tomandoun paso atrás <strong>de</strong> la corrida para hacer mayor salto, y da con lacabeza en el poste, que sonó tan recio como si diera con unagran calabaza, y cayó luego para atrás, medio muerto y hendidala cabeza."¿Cómo, y olistes la longaniza y no el poste? !Ole! !Ole! -le dije yo.Y <strong>de</strong>jéle en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> mucha gente que lo había ido asocorrer, y tomé la puerta <strong>de</strong> la villa en los pies <strong>de</strong> un trote,y antes que la noche viniese di conmigo en Torrijos. No supe máslo que Dios <strong>de</strong>l hizo, ni curé <strong>de</strong> lo saber.Tratado SegundoCómo Lázaro se asentó con un clérigo, y <strong>de</strong> las cosas que con élpasóOtro día, no pareciéndome estar allí seguro, fuime a unlugar que llaman Maqueda, adon<strong>de</strong> me toparon mis pecados conunclérigo que, llegando a pedir limosna, me preguntó si sabiaayudar a misa. Yo dije que sí, como era verdad; que, aunquemaltratado, mil cosas buenas me mostró el pecador <strong>de</strong>l ciego, yuna <strong>de</strong>llas fue ésta. Finalmente, el clérigo me recibió por suyo.Escapé <strong>de</strong>l trueno y di en el relámpago, porque era elciego para con éste un Alejandro Magno, con ser la mesmaavaricia, como he contado. No digo más sino que toda la laceria<strong>de</strong>l mundo estaba encerrada en éste. No sé si <strong>de</strong> su cosecha era,o lo había anexado con el hábito <strong>de</strong> clerecia.Él tenía un arcaz viejo y cerrado con su llave, la cualtraía atada con un agujeta <strong>de</strong>l paletoque. Y en viniendo elbodigo <strong>de</strong> la iglesia, por su mano era luego allí lanzado, ytornada a cerrar el arca. Y en toda la casa no había ningunacosa <strong>de</strong> comer, como suele estar en otras: algún tocino colgadoal humero, algún queso puesto en alguna tabla o en el armario,algún canastillo con algunos pedazos <strong>de</strong> pan que <strong>de</strong> la mesasobran. Que me parece a mí que aunque <strong>de</strong>llo no meaprovechara,con la vista <strong>de</strong>llo me consolara.Solamente había una horca <strong>de</strong> cebollas, y tras la llave enuna cámara en lo alto <strong>de</strong> la casa. Déstas tenía yo <strong>de</strong> ración unapara cada cuatro días; y cuando le pedía la llave para ir porella, si alguno estaba presente, echaba mano al falsopecto y congran continencia la <strong>de</strong>sataba y me la daba diciendo:"Toma, y vuélvela luego, y no hagais sino golosinar"Como si <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>lla estuvieran todas las conservas <strong>de</strong>Valencia, con no haber en la dicha cámara, como dije, maldita laotra cosa que las cebollas colgadas <strong>de</strong> un clavo. Las cuales éltenía tan bien por cuenta, que, si por malos <strong>de</strong> mis pecados me<strong>de</strong>smandara a más <strong>de</strong> mi tasa, me costara caro.Finalmente, yo me finaba <strong>de</strong> hambre.Pues, ya que conmigo tenia poca caridad, consigo usabamás. Cinco blancas <strong>de</strong> carne era su ordinario para comer y cenar.Verdad es que partía comigo <strong>de</strong>l caldo. Que <strong>de</strong> la carne, ¡tanblanco el ojo!, sino un poco <strong>de</strong> pan, y pluguiera a Dios que me<strong>de</strong>mediara.Los sábados cómense en esta tierra cabezas <strong>de</strong> carnero, yenviábame por una que costaba tres maravedís. Aquélla le cocía ycomía los ojos y la lengua y el cogote y sesos y la carne que enlas quijadas tenía, y dábame todos los huesos roídos, y dábamelosen el plato, diciendo: "Toma, come, triunfa, que para ti es elmundo. Mejor vida tienes que el Papa.""¡Tal te la dé Dios!", <strong>de</strong>cía yo paso entre mí.A cabo <strong>de</strong> tres semanas que estuve con él, vine a tantaflaqueza que no me podía tener en las piernas <strong>de</strong> pura hambre.Vime claramente ir a la sepultura, si Dios y mi saber no meremediaran. Para usar <strong>de</strong> mis mañas no tenía aparejo, por no teneren qué darle salto. Y aunque algo hubiera, no podía cegarle, comohacía al que Dios perdone, si <strong>de</strong> aquella calabazada feneció. Quetodavía, aunque astuto, con faltarle aquel preciado sentido no mesentía; mas estotro, ninguno hay que tan aguda vista tuviese comoél tenía.Cuando al ofertorio estábamos, ninguna blanca en la conchacaía que no era <strong>de</strong> él registrada. El un ojo tenía en la gente yel otro en mis manos. Bailábanle los ojos en el casco como sifueran <strong>de</strong> azogue. Cuantas blancas ofrecían tenía por cuenta. Yacabado el ofrecer, luego me quitaba la concheta y la ponía sobreel altar.No era yo señor <strong>de</strong> asirle una blanca todo el tiempo que conél viví o, por mejor <strong>de</strong>cir, morí. De la taberna nunca le trajeuna blanca <strong>de</strong> vino, mas aquel poco que <strong>de</strong> la ofrenda había metidoen su arcaz compasaba <strong>de</strong> tal forma que le turaba toda la semana.Y por ocultar su gran mezquindad <strong>de</strong>cíame:"Mira, mozo, los sacerdotes han <strong>de</strong> ser muy templados en sucomer y beber, y por esto yo no me <strong>de</strong>smando como otros."Mas el lacerado mentía falsamente, porque en cofradías ymortuorios que rezámos, a costa ajena comía como lobo y bebiamasque un saludador.Y porque dije <strong>de</strong> mortuorios, Dios me perdone, que jamás fuienemigo <strong>de</strong> la naturaleza humana sino entonces. Y esto era porquecomíamos bien y me hartaban. Deseaba y aun rogaba a Dios quecadadía matase el suyo. Y cuando dábamos sacramento a los enfermos,especialmente la extremaunción, como manda el clérigo rezar a losque están allí, yo cierto no era el postrero <strong>de</strong> la oración, y contodo mi corazón y buena voluntad rogaba al Señor, no que laechase a la parte que más servido fuese, como se suele <strong>de</strong>cir, masque le llevase <strong>de</strong> aqueste mundo.Y cuando alguno déstos escapaba, ¡Dios me lo perdone!,que mil veces le daba al diablo. Y el que se moría otras tantasbendiciones llevaba <strong>de</strong> mí dichas. Porque en todo el tiempo queallí estuve, que sería casi seis meses, solas veinte personasfallecieron, éstas bien creo que las maté yo, o por mejor <strong>de</strong>cir,murieron a mí recuesta Porque viendo el Señor mi rabiosa ycontinua muerte, pienso que holgaba <strong>de</strong> matarlos por darme a mívida. Mas <strong>de</strong> lo que al presente pa<strong>de</strong>cía, remedio no hallaba Quesi el día que enterrabamos yo vivía, los días que no habíamuerto, por quedar bien vezado <strong>de</strong> la hartura, tornando a micuotidiana hambre, más lo sentía. De manera que en nada hallaba<strong>de</strong>scanso, salvo en la muerte, que yo también para mí, como paralos otros, <strong>de</strong>seaba algunas veces; mas no la veía, aunque estabasiempre en mí.Pensé muchas veces irme <strong>de</strong> aquel mezquino amo, mas por doscosas lo <strong>de</strong>jaba: la primera, por no me atrever a mis piernas, portemer <strong>de</strong> la flaqueza que <strong>de</strong> pura hambre me venía; y la otra,consi<strong>de</strong>raba y <strong>de</strong>cía:"Yo he tenido dos amos: el primero traíame muerto <strong>de</strong> hambrey, <strong>de</strong>jándole, tope con estotro, que me tiene ya con ella en lasepultura, pues si déste <strong>de</strong>sisto y doy en otro más bajo, ¿quéserá sino fenecer?"Con esto no me osaba menear, porque tenía por fé que todoslos grados había <strong>de</strong> hallar más ruines Y a abajar otro punto, nosonara Lázaro ni se oyera en el mundo.Pues, estando en tal aflicción, cual plega al Señor librar<strong>de</strong> ella a todo fiel cristiano, y sin saber darme consejo,viéndome ir <strong>de</strong> mal en peor, un día que el cuitado ruin y lacerado<strong>de</strong> mi amo habia ido fuera <strong>de</strong>l lugar, llegóse acaso a mi puerta un