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Lazarillo de Tormes - IES Jaume I de Borriana

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"!Sus! Salta todo lo que podáis, porque <strong>de</strong>is <strong>de</strong>ste cabo <strong>de</strong>lagua."Aun apenas lo había acabado <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir cuando se abalanza elpobre ciego como cabrón, y <strong>de</strong> toda su fuerza arremete, tomandoun paso atrás <strong>de</strong> la corrida para hacer mayor salto, y da con lacabeza en el poste, que sonó tan recio como si diera con unagran calabaza, y cayó luego para atrás, medio muerto y hendidala cabeza."¿Cómo, y olistes la longaniza y no el poste? !Ole! !Ole! -le dije yo.Y <strong>de</strong>jéle en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> mucha gente que lo había ido asocorrer, y tomé la puerta <strong>de</strong> la villa en los pies <strong>de</strong> un trote,y antes que la noche viniese di conmigo en Torrijos. No supe máslo que Dios <strong>de</strong>l hizo, ni curé <strong>de</strong> lo saber.Tratado SegundoCómo Lázaro se asentó con un clérigo, y <strong>de</strong> las cosas que con élpasóOtro día, no pareciéndome estar allí seguro, fuime a unlugar que llaman Maqueda, adon<strong>de</strong> me toparon mis pecados conunclérigo que, llegando a pedir limosna, me preguntó si sabiaayudar a misa. Yo dije que sí, como era verdad; que, aunquemaltratado, mil cosas buenas me mostró el pecador <strong>de</strong>l ciego, yuna <strong>de</strong>llas fue ésta. Finalmente, el clérigo me recibió por suyo.Escapé <strong>de</strong>l trueno y di en el relámpago, porque era elciego para con éste un Alejandro Magno, con ser la mesmaavaricia, como he contado. No digo más sino que toda la laceria<strong>de</strong>l mundo estaba encerrada en éste. No sé si <strong>de</strong> su cosecha era,o lo había anexado con el hábito <strong>de</strong> clerecia.Él tenía un arcaz viejo y cerrado con su llave, la cualtraía atada con un agujeta <strong>de</strong>l paletoque. Y en viniendo elbodigo <strong>de</strong> la iglesia, por su mano era luego allí lanzado, ytornada a cerrar el arca. Y en toda la casa no había ningunacosa <strong>de</strong> comer, como suele estar en otras: algún tocino colgadoal humero, algún queso puesto en alguna tabla o en el armario,algún canastillo con algunos pedazos <strong>de</strong> pan que <strong>de</strong> la mesasobran. Que me parece a mí que aunque <strong>de</strong>llo no meaprovechara,con la vista <strong>de</strong>llo me consolara.Solamente había una horca <strong>de</strong> cebollas, y tras la llave enuna cámara en lo alto <strong>de</strong> la casa. Déstas tenía yo <strong>de</strong> ración unapara cada cuatro días; y cuando le pedía la llave para ir porella, si alguno estaba presente, echaba mano al falsopecto y congran continencia la <strong>de</strong>sataba y me la daba diciendo:"Toma, y vuélvela luego, y no hagais sino golosinar"Como si <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>lla estuvieran todas las conservas <strong>de</strong>Valencia, con no haber en la dicha cámara, como dije, maldita laotra cosa que las cebollas colgadas <strong>de</strong> un clavo. Las cuales éltenía tan bien por cuenta, que, si por malos <strong>de</strong> mis pecados me<strong>de</strong>smandara a más <strong>de</strong> mi tasa, me costara caro.Finalmente, yo me finaba <strong>de</strong> hambre.Pues, ya que conmigo tenia poca caridad, consigo usabamás. Cinco blancas <strong>de</strong> carne era su ordinario para comer y cenar.Verdad es que partía comigo <strong>de</strong>l caldo. Que <strong>de</strong> la carne, ¡tanblanco el ojo!, sino un poco <strong>de</strong> pan, y pluguiera a Dios que me<strong>de</strong>mediara.Los sábados cómense en esta tierra cabezas <strong>de</strong> carnero, yenviábame por una que costaba tres maravedís. Aquélla le cocía ycomía los ojos y la lengua y el cogote y sesos y la carne que enlas quijadas tenía, y dábame todos los huesos roídos, y dábamelosen el plato, diciendo: "Toma, come, triunfa, que para ti es elmundo. Mejor vida tienes que el Papa.""¡Tal te la dé Dios!", <strong>de</strong>cía yo paso entre mí.A cabo <strong>de</strong> tres semanas que estuve con él, vine a tantaflaqueza que no me podía tener en las piernas <strong>de</strong> pura hambre.Vime claramente ir a la sepultura, si Dios y mi saber no meremediaran. Para usar <strong>de</strong> mis mañas no tenía aparejo, por no teneren qué darle salto. Y aunque algo hubiera, no podía cegarle, comohacía al que Dios perdone, si <strong>de</strong> aquella calabazada feneció. Quetodavía, aunque astuto, con faltarle aquel preciado sentido no mesentía; mas estotro, ninguno hay que tan aguda vista tuviese comoél tenía.Cuando al ofertorio estábamos, ninguna blanca en la conchacaía que no era <strong>de</strong> él registrada. El un ojo tenía en la gente yel otro en mis manos. Bailábanle los ojos en el casco como sifueran <strong>de</strong> azogue. Cuantas blancas ofrecían tenía por cuenta. Yacabado el ofrecer, luego me quitaba la concheta y la ponía sobreel altar.No era yo señor <strong>de</strong> asirle una blanca todo el tiempo que conél viví o, por mejor <strong>de</strong>cir, morí. De la taberna nunca le trajeuna blanca <strong>de</strong> vino, mas aquel poco que <strong>de</strong> la ofrenda había metidoen su arcaz compasaba <strong>de</strong> tal forma que le turaba toda la semana.Y por ocultar su gran mezquindad <strong>de</strong>cíame:"Mira, mozo, los sacerdotes han <strong>de</strong> ser muy templados en sucomer y beber, y por esto yo no me <strong>de</strong>smando como otros."Mas el lacerado mentía falsamente, porque en cofradías ymortuorios que rezámos, a costa ajena comía como lobo y bebiamasque un saludador.Y porque dije <strong>de</strong> mortuorios, Dios me perdone, que jamás fuienemigo <strong>de</strong> la naturaleza humana sino entonces. Y esto era porquecomíamos bien y me hartaban. Deseaba y aun rogaba a Dios quecadadía matase el suyo. Y cuando dábamos sacramento a los enfermos,especialmente la extremaunción, como manda el clérigo rezar a losque están allí, yo cierto no era el postrero <strong>de</strong> la oración, y contodo mi corazón y buena voluntad rogaba al Señor, no que laechase a la parte que más servido fuese, como se suele <strong>de</strong>cir, masque le llevase <strong>de</strong> aqueste mundo.Y cuando alguno déstos escapaba, ¡Dios me lo perdone!,que mil veces le daba al diablo. Y el que se moría otras tantasbendiciones llevaba <strong>de</strong> mí dichas. Porque en todo el tiempo queallí estuve, que sería casi seis meses, solas veinte personasfallecieron, éstas bien creo que las maté yo, o por mejor <strong>de</strong>cir,murieron a mí recuesta Porque viendo el Señor mi rabiosa ycontinua muerte, pienso que holgaba <strong>de</strong> matarlos por darme a mívida. Mas <strong>de</strong> lo que al presente pa<strong>de</strong>cía, remedio no hallaba Quesi el día que enterrabamos yo vivía, los días que no habíamuerto, por quedar bien vezado <strong>de</strong> la hartura, tornando a micuotidiana hambre, más lo sentía. De manera que en nada hallaba<strong>de</strong>scanso, salvo en la muerte, que yo también para mí, como paralos otros, <strong>de</strong>seaba algunas veces; mas no la veía, aunque estabasiempre en mí.Pensé muchas veces irme <strong>de</strong> aquel mezquino amo, mas por doscosas lo <strong>de</strong>jaba: la primera, por no me atrever a mis piernas, portemer <strong>de</strong> la flaqueza que <strong>de</strong> pura hambre me venía; y la otra,consi<strong>de</strong>raba y <strong>de</strong>cía:"Yo he tenido dos amos: el primero traíame muerto <strong>de</strong> hambrey, <strong>de</strong>jándole, tope con estotro, que me tiene ya con ella en lasepultura, pues si déste <strong>de</strong>sisto y doy en otro más bajo, ¿quéserá sino fenecer?"Con esto no me osaba menear, porque tenía por fé que todoslos grados había <strong>de</strong> hallar más ruines Y a abajar otro punto, nosonara Lázaro ni se oyera en el mundo.Pues, estando en tal aflicción, cual plega al Señor librar<strong>de</strong> ella a todo fiel cristiano, y sin saber darme consejo,viéndome ir <strong>de</strong> mal en peor, un día que el cuitado ruin y lacerado<strong>de</strong> mi amo habia ido fuera <strong>de</strong>l lugar, llegóse acaso a mi puerta un

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